- Los textos periodísticos que Marx publicó en 1850 pueden
ser un apéndice o una puerta de entrada a su obra
Marcelo G. Burello | “Las relaciones de Karl Marx con el
periodismo nunca fueron fáciles”, comienza diciendo el responsable de esta
esmerada selección de artículos del máximo referente del pensamiento de
izquierda. Y en efecto, de esas dificultades (mayormente, la censura tenaz y
las clausuras permanentes) Marx se nutrió para desarrollar una labor ingente y
casi de vanguardia en términos de lucidez analítica y persuasión retórica, como
supo hacerlo en el resto de su producción. Esa labor en diarios y revistas se
muestra a sus anchas en este bello volumen, cuyo mayor mérito es el de reponer
el aspecto menos conocido de quien seguramente ha sido el teórico político más
polémico de la historia. Y ese desconocimiento es parcialista no sólo porque
supone poner al filósofo siempre por delante del activista, sino porque también
ignora la relación directa entre un aspecto y el otro. Bastará recordar que uno
de los textos más citados del gran revolucionario alemán, el 18 Brumario de
Luis Bonaparte , proviene netamente del periodismo, con toda su apariencia de
análisis erudito.
El ordenamiento temático –y no cronológico– de este libro
permite organizar la lectura en base a ciertas cuestiones clave, aunque esconde
un poco el largo desarrollo del pensamiento marxiano. Este ocultamiento, sin
embargo, no es tan gravoso si se considera que, en virtud de ofrecer contribuciones
periodísticas de valor, el tomo se acota casi exclusivamente a la década de
1850, que concentra lo mejor del autor en el ámbito de la opinión pública,
mostrándolo en plena posesión de sus ideas más radicales y maduras, es decir,
el método materialista histórico y la causa comunista. Contra la relativa
acotación temporal, por cierto, la compilación se extiende en términos
espaciales, pues alberga piezas escritas tanto en alemán como en inglés, y que
fueran publicadas, además, a ambos lados del Atlántico, con los ojos puestos en
China, India o España. Pues sólo en el
New York Tribune, Marx contribuyó con
unos cuatrocientos artículos, y es interesantísimo verlo trasponer su batalla
europea también a suelo norteamericano, en un consecuente gesto internacionalista.
Según el enfoque del lector, cada uno de estos breves
comentarios podrá ser visto ya como un apéndice a una de las obras mayores de
Marx, ya como su germen. Lo que nunca podrá ponerse en tela de juicio es el
contacto fluido entre una faceta y la otra, aun si se evoca El Capital mismo,
su empresa intelectual más ambiciosa y compleja. Pues si bien aquí comparece
antes un luchador y un cronista que un sesudo estudioso de la economía
política, la sutileza de los análisis y cierta terminología básica no se
echarán para nada de menos. Así, el diagnóstico de las crisis internacionales
(ahora se diría “globales”) y la denuncia de atrocidades humanas conviven en
estas páginas de temas variados y de lectura accesible, que serán, para unos,
el complemento práctico de un perfil teórico, y para otros, acaso un primer
encuentro revelador con el autor del “Manifiesto Comunista”. Un autor
estereotipado por propios y ajenos, al que aquí resultará refrescante ver
criticando medidas políticas concretas o abogando por causas coyunturales, sin
el vértigo culposo que un revolucionario sentiría por ese abismo que
supuestamente se tiende entre la teoría y la praxis, aunque, claro, sin
abandonar –¡ay!– el escritorio.