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Karl Marx & Vladimir Lenin
© Vito Potenza |
Atilio A. Boron | Luego
de una estupenda cena casera con los amigos del CEFMA [1], uno de ellos,
Hernán Randi, se entretenía mirando un hermosísimo libro de fotos e imágenes
sobre Lenin publicado en Rusia durante la época soviética. [2] Pasaba
distraídamente sus hojas cuando de repente tropezó con una lámina que le llamó
la atención, y compartió esa sorpresa con los demás: era una que contenía la
copia facsimilar de la tapa de la edición rusa del clásico libro de Lenin sobre
el imperialismo. Randi, quien tiene conocimientos de ruso por haber estudiado
en la Unión Soviética en los últimos años de los ochentas y hasta el derrumbe,
reparó en un detalle que en ese momento nos pareció como una sorpresiva
curiosidad: el título original de la obra, tal como allí aparecía era: El
imperialismo, lo nuevo del capitalismo. [3] Poco después la
conversación siguió su curso, estimulada por la contemplación de otros tesoros
fotográficos contenido en la obra pero, un día después ese detalle reapareció
en mi recuerdo con la conciencia de que tenía una significación teórica que
trascendía de lejos la primera impresión, y que la curiosidad y lo anecdótico
podían ocultar una cuestión mucho más de fondo.
En efecto, el significado de estas palabras: “superior” o
“nuevo” estaba lejos de ser idéntico. Sus diferencias obligaban a hacer un breve
ejercicio hermenéutico encaminado a vislumbrar, de la manera más clara posible,
lo que Lenin había querido decir cuando eligió la
segunda y no la primera. Las
cosas se complicaron más cuando, revisando algunos textos posteriores de Lenin
pude comprobar, por ejemplo, que en La Revolución Proletaria y el
Renegado Kautsky se refiere a su libro como El Imperialismo, etapa
contemporánea del capitalismo. [4] Las traducciones al inglés del
libro dedicado a refutar las tesis de Kautsky se refieren a este mismo asunto
aunque en lugar de “contemporánea” aparece la voz “última”. Así sucedió con una
edición hecha en la Argentina y también con la que publicara la editorial de
Lenguas Extranjeras de la República Popular China. Lamentablemente, no se
aclara cual fue esa primera edición en lengua inglesa. [5] Nos
encontramos así ante cuatro posibles conceptos para caracterizar al capitalismo
de ese tiempo: “superior”, “nueva o novedosa”, “contemporáneo” y “última”.
Salta a la vista que “nueva”, “novedosa”, “contemporánea” o
“última” son términos que carecen de las positivas connotaciones axiológicas
que guarda la voz “superior.” Esta implica una elevación, un ascenso hacia
niveles nunca alcanzados en el proceso de construcción histórica de una
formación económico-social capitalista, valoración que es altamente improbable
estuviera presente en la visión que Lenin tenía sobre este modo de producción.
En el Diccionario Ideológico de la Lengua Española , de Julián
Casares, se define el adjetivo “superior” en los siguientes términos: “dícese
de lo que está más alto y en lugar preeminente respecto de otra cosa.// fig.
Dícese de lo más excelente y digno de aprecio.// Excelente, muy bueno.” Dos
problemas, por lo tanto: primero, “excelente” o “digno de aprecio” son
calificaciones que Lenin jamás le adjudicó al capitalismo. Segundo, en el
término “superior” subyace una premisa evolucionista y etapista ajena por
completo al pensamiento de Lenin pero que se ajustaba como anillo al dedo a la
concepción histórica que informaba la codificación que el estalinismo haría de
sus ideas después de su muerte. En efecto, lo superior implica el desarrollo de
potencialidades existentes en la forma inferior y una marcha ininterrumpida
hacia un estadío merecedor de una mejor valoración. Sólo que la asunción de
estas premisas por parte de Lenin supondría la adhesión a un esquema de
interpretación lineal y abstracto –ergo, no dialéctico- de la historia del
capitalismo, y de su situación a comienzos del siglo veinte, que era
completamente ajena a la tradición marxista tan cuidadosamente respetada y
preservada por el revolucionario bolchevique a lo largo de toda su vida. Más no
era éste el caso de la concepción etapista sintetizada en el Diamat de la
Academia de Ciencias de la URSS , donde la sucesión histórica que llevaba del
capitalismo de libre competencia a una etapa “superior”, signada por el
predominio de los monopolios, no podía sino desembocar en “otra etapa
superior”, la dictadura del proletariado del interregno socialista que, a su
vez, culminaría con la llegada a la estación final del proceso histórico: el
comunismo.
Alguien podría objetar este razonamiento recordando que Marx
y Engels también hablan del comunismo como la “fase superior” del socialismo,
tema que es concienzudamente examinado por el propio Lenin en el El Estado
y la Revolución , cuando analiza la crucial cuestión de las bases
económicas de la extinción del estado. [6] Pero en el caso de los
fundadores del materialismo histórico la “superioridad” del comunismo se
asentaba sobre profundos fundamentos éticos, económicos y políticos ya que
consolidaba los avances del socialismo. No era tan sólo algo novedoso sino
sobre todo algo axiológicamente mucho mejor, más igualitario, emancipador,
liberador porque el comunismo suponía la clausura definitiva de la prehistoria
de la humanidad, signada por la existencia de la explotación clasista, y el
amanecer de una inédita forma social despojada de ese lastre. Era, por lo
tanto, perfectamente posible en este caso hablar de una forma “superior.”
Teniendo en cuenta estos antecedentes se puede concluir que
no podía ser ese el sentido que Lenin le asignaba a la nueva reconfiguración
del capitalismo en su etapa imperialista, signaba, como tantas veces lo
subrayara, por el predominio de los monopolios. De ahí que, siendo un pensador
y político saludablemente obsesionado por el estricto uso del lenguaje, no haya
sido nada casual que en lugar de “superior” hubiera utilizado la expresión
“nueva” (o “novedosa”, según se traduzca del ruso) para referirse, precisamente,
a los cambios que presentaba el capitalismo en el marco de la Primera Guerra
Mundial. La cosmovisión filosófica integral de Lenin, arraigada profundamente
en el suelo de la tradición marxista, no le hubiera permitido jamás concebir
que las horrendas mutaciones del capitalismo en la edad de los monopolios, la
universalización del bandidaje, el saqueo y el pillaje, y la carnicería de la
Primera Guerra Mundial podían constituir una fase “superior” en cualquier
sentido del término. Era novedoso, sin duda; y era conveniente tomar nota de
esos cambios, pero para nada podrían considerarse como algo “superior.” [7]
Dado lo anterior no deja de ser lamentable el infortunio
editorial que corrió la obra de Lenin en su traducción a distintos idiomas. En
la gran mayoría de las lenguas occidentales se reemplazó “nueva” por
“superior”. La generalizada utilización de “superior”, ¿no estaría induciendo
que un capitalismo instalado en una etapa “superior” es mejor –en algún
sentido- que el que le precedió? Esta conclusión se ajustaba muy bien a la
opinión por entonces prevaleciente en la socialdemocracia alemana, que ya había
abjurado de la revolución y del socialismo; y también hacía lo propio con la
codificación estalinista del legado teórico de Lenin. En vista de lo anterior
no sería temerario proponer que este reemplazo de términos distorsiona lo que
Lenin efectivamente pensaba acerca del capitalismo de su tiempo. Por otra parte
hubo variaciones en las traducciones que contribuyeron a confundir aún más las
cosas. La primera al francés de la obra de Lenin se hace con el sorprendente
título de L'impérialisme, stade suprême du capitalisme, en donde la
introducción del adjetivo “supremo” debió seguramente causar un profundo
fastidio en Lenin, en caso de que hubiese llegado a ver la edición de su obra
porque desnaturalizaba burdamente su concepción sobre el asunto. ¿Qué es esto
de llamar “supremo” –algo inalcanzablemente superior- a un régimen económico
social signado por la conquista, el pillaje, la guerra y la superexplotación de
las masas a escala mundial? No obstante, ya muerto Lenin, la editorial del
Partido Comunista Francés, (L’Humanité) re-edita la obra en 1925 y corrigió el
error, sólo que con una espectacular modificación de su título: ahora el libro
se llama L'impérialisme, derniere stade du capitalisme. [8] Si
antes esa fase era “suprema” ahora pasa a ser la “última”. Salvo, para los
editores en lengua italiana que hasta el día de hoy continúan utilizando el
vocablo originalmente adoptado por los franceses, la interpretación canónica
del título de la obra quedó plasmada en la forma hoy por todos conocida: el
imperialismo es la etapa “superior” del capitalismo. En Alemania la obra de
Lenin fue traducida como Der Imperialismus als höchstes Stadium des
Kapitalismus en donde la palabra “höchstes”, también aludía a una
condición de superioridad, una elevación por encima de todo el resto. Y en
línea con esta interpretación encontramos los títulos de las sucesivas
ediciones registradas en lengua castellana, inglesa y portuguesa.
Un breve texto de Lenin escrito pocos meses después de su
libro, y titulado “El imperialismo y la escisión del socialismo”, clarifica
sólo en parte esta discusión, agravada, nuevamente, por los problemas propios
de la traducción del ruso a otras lenguas. [9] En ese escrito Lenin
define textualmente al imperialismo “como una fase histórica especial del
capitalismo, que tiene tres peculiaridades; el imperialismo es: 1) capitalismo
monopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 3) capitalismo
agonizante. La sustitución de la libre competencia por el monopolio es el rasgo
económico fundamental, la esencia del imperialismo.” [10] Poco
más abajo aparece la expresión “fase superior” (otra vez, en la traducción a
lengua castellana, que requeriría examinar el texto original ruso para ver si
es ese el término empleado por Lenin) pero renglón seguido dice que “las
guerras hispano-americana (1898), anglo-bóer (1899-1902 y ruso-japonesa
(1904-1905) y la crisis económica de Europa en 1900 son los principales jalones
históricos de esta nueva época de la historia mundial.” [11] Parecería
claro, en consecuencia, que lo de “superior” es, en el mejor de los casos
(traducción mediante) una consideración secundaria en relación a los novedosos
elementos que caracterizan a una nueva época en la historia mundial.
Por lo visto hasta aquí la traducción de textos teóricos
fundamentales plantea a veces serios problemas hermenéuticos. Ya examinamos
brevemente el problema en un trabajo en el cual cuestionábamos una traducción
canónica –pero insanablemente equivocada, como muchas de las verdades contenida
en el canon de lo correcto- de un término que emplea Marx en su famoso
"Prólogo" a la Contribución a la crítica de la economía política .
Traducción que indujo a autores como Ernesto Laclau y tantos otros a extraer
erróneas conclusiones en relación al clásico problema de la relación entre
estructuras y superestructuras, con todas las complejidades y problemas que
tiene esta segunda expresión. En efecto, Laclau plantea en uno de sus escritos
una crítica al carácter determinista del marxismo, misma que permea a lo largo de
toda su obra pero que se verifica de manera rotunda en el mencionado escrito de
Marx en el cual se utiliza un verbo –“bedingen”- que es torpemente traducido
como “determinar”, para especificar la naturaleza del vínculo
estructura/superestructura. Ahora bien: “bedingen” quiere decir, según el
Diccionario Langenscheidts Alemán-Español, “condicionar”, “requerir” o
“presuponer”, al paso que determinar, en alemán, es “bestimmen”. Que un
personaje tan cuidadoso con sus escritos como Marx haya utilizado “bedingen” y
no “bestimmen” no fue casual; la estructura puede condicionar a la
superestructura política o cultural, pero no la determina, al menos en el
sentido fuerte que una cierta crítica virulentamente anti-marxista se regodea
en señalar. Este grosero error de traducción ha quedado consagrado por el
tiempo, dando pátina de seriedad a una crítica tan infundada como
malintencionada del supuesto “determinismo” de Marx. [12]
Pero los problemas no son sólo de traducción. El pensamiento
marxista, nacido y desarrollado en los entresijos de un sistema que persiguió
esas ideas con implacable saña, siempre tuvo que lidiar no sólo con los duros
desafíos que le planteaba la praxis revolucionaria y el devenir del proceso
histórico –que a menudo ponían en entredicho algunos de los supuestos de la
primera- sino también las dificultades que la censura imponía a la difusión de
sus obras. Gramsci fue víctima preferencial de esta práctica durante los once
años que permaneció en las cárceles del fascismo, pero otro tanto ocurrió con
Lenin que, refugiado en Zurich se empeñaba en hacer circular sus obras
sorteando los obstáculos que interponía la censura zarista. Precisamente en el
“Prólogo” al Imperialismo dice textualmente que “(E)l folleto está
escrito teniendo en cuenta la censura zarista. Por esto no sólo me vi precisado
a limitarme estrictamente a un análisis exclusivamente teórico –sobre todo
económico-, sino también a formular las indispensables y poco numerosas
observaciones de carácter político con una extraordinaria prudencia, por medio
de alusiones, del lenguaje a lo Esopo, maldito lenguaje al cual el zarismo
obligaba a recurrir a todos los revolucionarios cuando tomaban la pluma para
escribir algo con destino a la literatura “legal.”
[13]
Si bien lo que acabamos de escribir es apenas un preliminar
ejercicio que merecería un tratamiento más sistemático no sería erróneo
concluir que, a los efectos de la educación política de los cuadros y
militantes anticapitalistas, convendría restaurar el título original de la obra
de Lenin sustituyendo “superior” por “nueva”. Y esto por varias razones:
(a) porque este último concepto subraya las incesantes
novedades que presenta el capitalismo, el modo de producción más dinámico de la
historia, según lo atestiguaran Marx y Engels, abandonando, por lo tanto, las
coagulaciones conceptuales que impiden dar cuenta de sus permanentes
transformaciones las que, sin embargo, no alcanzan a disimular la persistencia
de sus inherentemente opresivas determinaciones esenciales;
(b) porque la idea de “superioridad” puede fácilmente
desembocar en una concepción del capitalismo imperialista como una entidad
fantasmática, inasible, inabordable y sobre todo inexpugnable, estimulando la
pasividad o el fatalismo derrotista de las clases y capas subordinadas y la ilusión
de que la superación del capitalismo sólo podrá ser la obra de los azarosos
impulsos erráticos, anómicos e imprevisibles de las multitudes nómadas. Imperio,
la clásica obra de Hardt y Negri, es un claro ejemplo de lo que venimos
diciendo. Obviamente, a partir de ello se liquida la teoría de la revolución,
el debate sobre las estrategias y tácticas de lucha anticapitalista y la
concepción (y la necesidad) del partido revolucionario. ¡Estupendo negocio para
la burguesía y los imperialistas!
(c) porque la idea de la permanente novedad del capitalismo
obliga a las fuerzas que militan a favor de la revolución anti-capitalista a
extremar sus esfuerzos para profundizar en su estudio, a fortalecer su
conocimiento y a cultivar el desarrollo de la teoría marxista, en línea con
aquel viejo apotegma de Lenin que decía que “sin teoría revolucionaria no hay
práctica revolucionaria”. Y que un estímulo para el desarrollo de la teoría es
la constatación de que nos encontramos ante un sistema que se reproduce y
permanece, pero lo hace “revolucionándose incesantemente”, como Marx y Engels
decían en el Manifiesto Comunista y que por eso mismo es preciso
examinar las transformaciones de su fisonomía, sus cambios de piel bajo los
cuales se preservan y refuerzan los inhumanos y opresivos fundamentos del orden
social capitalista. Sin ese adecuado conocimiento resultará muy difícil, para
no decir imposible, pretender cambiar al sistema. Lección número uno del arte
militar, desde Tsun Tzu a Lenin y Gramcsi, pasando por Maquiavelo y von
Clausewitz: enemigo que se desconoce no puede ser derrotado;
(d) por último, porque estoy absolutamente convencido que si
hay algo que Lenin no quería era que en cualquiera de sus escritos se deslizara
la posibilidad de concebir al capitalismo como una formación social
indestructible a favor de su enorme capacidad para “superarse” permanentemente.
Una tal concepción remata inevitablemente en la tesis de la economía clásica
inglesa, tan criticada por Marx, que mientras consideraba a las formaciones sociales
precapitalistas como productos artificiales de la historia naturalizaba y
eternizaba al capitalismo.
Por todo lo anterior, sería aconsejable hacer un esfuerzo en
dos direcciones: primero, para revisar cuidadosamente los textos originales de
Lenin escritos en lengua rusa y verificar la correcta traducción de algunos de
sus conceptos cruciales, como el imperialismo; segundo, sugerir a las
editoriales que publican el clásico libro de Lenin que procedan a cambiar el
título, respetando estrictamente el que había elegido su autor cuando en 1917
lo publicara en su lengua materna.
Notas
[1] CEFMA. Centro de Estudios y Formación Marxista
Héctor P. Agosti
[2] Randi es Periodista y Dicector Adjunto del CEFMA.
[3] Podría también traducirse como El
imperialismo, lo novedoso del capitalismo. Es sabido las dificultades que
comporta la traducción, especialmente desde una lengua eslava a una romance
como el castellano. Pero más allá de estos problemas, es claro que la expresión
“superior” no se hallaba presente en la primera edición de la obra de Lenin que
viera la luz bajo la muy cuidadosa supervisión del autor. Recordemos que la
obra fue publicada en ruso a mediados de 1917 en Petrogrado, habiendo sido
escrita entre Enero y Junio de 1916.
[4] Tal es la traducción del ruso que se encuentra en
V. I. Lenin, Obras Escogidas en doce tomos (Moscú: Editorial Progreso,
1977), p. 2.
[5] Ver en lengua castellana La Revolución Proletaria y
el Renegado Kautsky (Buenos Aires: Editorial Anteo, "Pequeña
biblioteca Marxista-Leninista",1974) pg. 9. La traducción china al inglés
lleva por título The Proletarian Revolution and the Renegade Kaustky (Pekin:
Foreign Languages Press, 1965), p. 3
[6] El análisis se encuentra en el capítulo 5 de la
mencionada obra.
[7] Un dato que conviene tener en cuenta sobre el
proceso de elaboración de El Imperialismo: según el historiador y filósofo
marxista italiano Luciano Gruppi durante el período 1912-1916 Lenin consultó
148 libros y 232 artículos sobre el tema, y las notas y comentarios sobre estos
materiales llenaron veinte cuadernos. Sobre esto ver Luciano Gruppi, Il
pensiero di Lenin (Roma: Editori Riiuniti, 1971), pp. 150-151. El
historiador británico D. K. Fieldhouse también aporta algunos elementos sobre
la formación del pensamiento de Lenin. Ver su “Imperialism: An
Historiographical Revision”, en The Economic History Review (New
Series, Vol. 14, No. 2 (1961), pp. 187-209.
[8] Téngase presente que La Revolución Proletaria
y el Renegado Kautsky en una obra de 1918. Es decir que ya para ese
entonces Lenin sabía que una traducción de su libro sobre el imperialismo
utilizaba la expresión “última” en el título. La edición francesa que apela a
este término es recién de 1925.
[9] Obras Escogidas en Doce Tomos, op. cit. pp. 55-61.
La cita es de la página 55 y el énfasis se encuentra en el original. El texto
fue escrito en Octubre de 1916 y publicado en Diciembre en el número 2 del
“Sbórnik Sotsial-Demokrata”.
[10] El énfasis es nuestro.
[11] Ibid., p. 55. El énfasis es otra vez nuestro, para
subrayar una vez más la importancia que Lenin le asignaba a los aspectos
novedosos del capitalismo y de la propia historia mundial.
En el capítulo 3 de ese libro se esboza una crítica a los
mal llamados “gramscianos argentinos” y a los “postmarxistas”, y especialmente
a la teoría de la hegemonía de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. La cita
concreta sobre la cuestión del “determinismo” en Marx se encuentra en la obra
del primero de los autores, Nuevas reflexiones sobre la revolución de
nuestro tiempo (Buenos Aires, Nueva Visión: 1993) p. 22.
[13] Cf. La versión del libro de Lenin publicada por
Ediciones Luxemburg en 2009, con el notable estudio introductorio de Plinio de
Arruda Sampaio Júnior. La referida cita de Lenin se encuentra en la página 93.
No es un dato menor que el subtítulo del libro de Lenin sea “Ensayo Popular”,
lo que indica muy claramente cuál era la intención del autor y a qué público
quería llegar, y los problemas que ante estos propósitos erigía la necesidad de
escribir utilizando el “maldito lenguaje de Esopo.”