|
Karl Marx ✆ Vetriano |
◆ En oposición a las
corrientes "regulacionistas" que defienden la prostitución como un
trabajo legal y compatible con el pensamiento de Marx, el análisis de sus
escritos revela que para él no existe emancipación posible en la actividad
prostitucional.
Saliha Boussedra
El regulacionismo sostiene que la actividad ejercida por las
prostitutas debe gozar de un reconocimiento oficial con el fin de conseguir su
integración en el régimen general de la seguridad social, ya sea como
trabajadoras asalariadas o como autónomas. Un sector de la corriente
regulacionista reconoce que la prostitución no es la actividad idónea para la
auto-realización personal, pero que tampoco es peor que el trabajo de una
obrera. Este razonamiento regulacionista conduce a pensar que la
única diferencia entre ambas actividades es que una es legal y la otra no (1).
Se recurre asimismo al análisis marxista del trabajo asalariado para afirmar
que la prostitución debe ser legalmente reconocida para que las mujeres que la
ejercen puedan mejorar sus condiciones en el ejercicio de esa actividad.
Trabajo concreto, trabajo
abstracto
El hecho de atribuir a Marx una posición regulacionista se basa en realidad en
ciertas confusiones sobre la concepción marxista del trabajo. Para empezar, las
corrientes regulacionistas pasan por alto no sólo la dimensión históricamente
determinada del modo de producción capitalista, sino también el doble carácter
del trabajo en ese modo de producción capitalista. Cuando Marx analiza el
trabajo desde un punto de vista antropológico, vemos que es imposible separar
la actividad productiva humana tanto de los individuos que la realizan como de
los medios de trabajo (herramientas y materiales) como del producto de esa
actividad.
Esta dimensión que define el "trabajo concreto" se
da en todas la sociedades y en todas las épocas. Sin embargo, Marx nos revela
una segunda dimensión del trabajo que es específica del modo de producción
capitalista: el "trabajo abstracto". Esta dimensión reduce el trabajo
a una mera producción de valor de cambio, independientemente de la actividad,
de los medios de producción y de los productos concretos. Dado que el
regulacionismo no tiene en cuenta estas distinciones, interpreta a su manera la
noción de "trabajo abstracto" para considerar la prostitución como
trabajo. El regulacionismo, desde un enfoque impregnado por el modo de
producción capitalista, proyecta sobre ciertas relaciones sociales y humanas el
punto de vista propio del capital.
Así, a través del concepto marxista de "trabajo
abstracto" -aunque sin nombrarlo-, el regulacionismo promociona la
mercantilización de una gran cantidad de actividades productivas humanas aún no
acaparadas por el capital y reivindica una extensión legal del trabajo
abstracto en la que poder incluir la actividad prostitucional, promoviendo ni
más ni menos que el mercado regule y se haga cargo de la actividad sexual. En
esta batalla, superar el reto del derecho y la legalidad constituye una etapa
importante para el capital en su empeño por allanar el camino a esta forma de
explotación.
Actividad sexual venal y
trabajo abstracto
A propósito de la definición de trabajo abstracto, Marx escribió: «
Si prescindimos del carácter determinado de
la actividad productiva y, por tanto, del carácter útil del trabajo, vemos que
éste queda reducido a un mero gasto de fuerza de trabajo humana. Aunque se
trata de dos actividades productivas cualitativamente distintas, el trabajo
textil y el de confección son ambos un gasto productivo del cerebro, los
músculos, los nervios, las manos, etc., y en este sentido uno y otro son
trabajo humano» (El Capital, Libro I).
En ese «etc», es donde el regulacionismo pretende incluir el
sexo según la concepción marxista del trabajo abstracto. Una inclusión cuando
menos osada. Si ese gran pensador del trabajo que es Marx hubiera tenido que
integrar el uso mercantilizado de las partes íntimas del cuerpo, desde luego no
lo habría dejado implícito en un «etc.». Abordando ya de manera específica la
cuestión de la prostitución, constatamos que la actividad prostitucional -de
todos los «trabajos humanos» de los que habla Marx- es la única y exclusiva
actividad en la que lo que se vende es precisamente aquello que no se vende en
ningún otro trabajo.
Si las personas que trabajan «alquilan su cuerpo» al
capitalista (con sus músculos, sus nervios, su cerebro, etc.), la mujer
prostituida es la única que autoriza el acceso a las partes íntimas de su
cuerpo, excluidas de la venta de la fuerza de trabajo del conjunto de
trabajadores y trabajadoras de los que habla Marx. La prostitución es por
consiguiente la única actividad en la que el alquiler del cuerpo del individuo
incluye una o varias partes del cuerpo cuyo acceso está formalmente prohibido
en todos los otros trabajos. Vemos, pues, cómo la prostitución se aparta
radicalmente y de manera específica del conjunto de «trabajos humanos» a los
que se refiere Marx en el Libro I de El Capital.
Prostitución y
lumpenproletariado
Además, el regulacionismo omite mencionar que Marx habló explícitamente de la
prostitución. Si en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 parece que
Marx no dice nada sobre la cuestión de la prostitución, en otros textos
posteriores sí que podemos extraer una posición constante de Marx relativa a
esta cuestión. Ya sea en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, en La lucha de
clases en Francia o en el Libro I de El Capital, constatamos que la
prostitución está sistemáticamente incluida en lo que Marx llama
lumpenproletariado.
El lumpenproletariado, según Marx, está constituido por ese
proletariado más empobrecido que no posee ya ni la fuerza de trabajo y por
individuos desclasados que abandonaron la lucha de clases y dejaron de oponer
resistencia. Según Marx, es el enemigo histórico del proletariado, aunque en
parte emane de él. El lumpenproletariado se compone generalmente de «una masa
claramente desligada del proletariado industrial, una cantera de rateros y
delincuentes de todas clases que viven de los despojos de la sociedad,
individuos sin profesión fija, vagabundos, gente sin oficio ni beneficio, que
difieren según el grado de cultura de la nación a la que pertenecen, pero que
nunca reniegan de su carácter de lazzaroni
(2)» (La lucha de clases en Francia, K. Marx).
Si las prostitutas forman parte o no de esta categoría de
individuos, lo único que podemos decir aquí es que, por una parte, la
prostitución no pertenece al registro de la definición «positiva» del trabajo,
es decir, no constituye una autorrealización para el ser humano, y por otra
parte, se manifiesta como algo «distinto» al proletariado. Tampoco pertenece a
la definición «negativa» del trabajo tal como se da bajo la égida del capital
(es decir, trabajo pagado por el capital). E incluso aunque Marx conoce formas
de prostitución remuneradas por el capital y se puedan asimilar a «trabajo
productivo» -como ocurre en los burdeles que Marx evoca a título de ejemplo en
Teorías sobre la plusvalía-, no significa que la integre en el dominio del
trabajo. Incluso cuando Marx se refiere al "sedimento más bajo" (3) y
describe las capas más sometidas de trabajadoras y trabajadores en el Libro I
de El Capital, no incluye en ellas la categoría de «prostituta».
A este respecto, conviene leer atentamente el siguiente
extracto de La lucha de clases en Francia: «De
la corte al oscuro café, tenía lugar la misma prostitución, el mismo descarado
engaño, la misma sed de enriquecerse, pero no produciendo, sino haciéndose
astutamente con la riqueza ya existente de otros». Marx invoca aquí una sed
de enriquecimiento que no tiene nada que ver con la producción, sino con el
robo, el engaño, etc., una sed compartida tanto por la alta burguesía como por
el lumpenproletariado. Sin embargo, no se puede decir que la prostituta «robe»
al cliente ni que el cliente «robe» a la prostituta. Entonces, ¿en qué se basa
Marx para hacer esta clasificación?. Se pueden seguir varias pistas para
interpretarlo.
Es posible que para Marx la prostitución, como ocurre
también con el crimen, sea el grado máximo al que el capital es capaz de
reducir la vida humana. Si la prostitución, desde el punto de vista
capitalista, puede ser equiparada a la actividad del criminal (del que Marx
dice en Teorías sobre la plusvalía que es un «productor» en el sentido que da
trabajo a personas del sector de la judicatura, de la cerrajería, de la
criminología y del campo de la ciencia, etc.), ambas son actividades en las que
el individuo ha aceptado aquello a lo que el capital quiere reducirlo,
desposeyéndolo no sólo de las condiciones objetivas que le permiten llevar a
cabo su actividad, como ocurre con el proletariado, sino también de todos los
elementos que constituyen la base de su «humanidad».
El individuo del lumpenproletariado es, en cierto modo,
quien «ha cedido» en su humanidad, quien ha abandonado la lucha y la
resistencia en la actividad productiva, «esa tremenda y sin embargo
fortalecedora escuela del trabajo» (La Sagrada Familia). Es esa persona que,
dispuesta a vender todo de sí misma, se encuentra en «la situación del proletariado
arruinado, el último grado en el que cae el proletario y la proletaria que han
dejado de resistir a la presión de la burguesía» (La ideología alemana).
De ahí que podamos extraer que no existe, según Marx,
ninguna perspectiva de emancipación en la actividad prostitucional y que más
bien constituye una ruptura radical del vínculo que une el «organismo vivo» a
su componente de resistencia y de «humanidad». Marx conoce perfectamente la
violencia de las relaciones de dominación que se ejerce sobre las mujeres
prostituidas. Escribe: «La prostitución es una relación que afecta no sólo a la
prostituta, sino también al prostituyente, cuya ignominia es todavía mayor»
(Manuscritos económicos y filosóficos de 1844). Si Marx sitúa la actividad
prostitucional en el lumpenproletariado y no en el proletariado, no significa
de ningún modo que condene a las prostitutas, sino al contrario, lo que condena
son las actividades insalubres y perjudiciales para las mujeres, al tiempo que
trata de que consigan la emancipación de la situación en la que se encuentran.
|
Saliha Boussedra
|
Una emancipación que irá unida a la abolición mundial de la
prostitución, acompañada de medidas sociales y del pleno reconocimiento de las
mujeres en el mundo social del trabajo. Y aunque los niños y las niñas formaban
parte del proletariado en el siglo XIX, algunas sociedades han sabido
resolverlo sin tener que pensar en darles más derechos laborales.
Eligieron, muy al contrario, apartarlos del mundo del
trabajo. Prohibición del trabajo infantil y de los «trabajos nocivos para las
mujeres» fue lo que Marx defendió en el transcurso de una entrevista para el
periódico Chicago Tribune en diciembre de 1878. Si conseguimos abolir el
trabajo infantil en el pasado sin reducir la cuestión a una mera ampliación de
los «derechos sindicales» para los niños y las niñas, ya es hora de que nuestra
sociedad y nuestras luchas consigan los mismos resultados con respecto a la
prostitución.
(1) N. de la T.: El ejercicio de la prostitución en España
no es delito. Sí es sancionable si se practica en la vía pública.
(2) N. de la T.: Los
lazzaroni eran
individuos sin hogar que vivían de la mendicidad en Nápoles. Llamados así por
el Hospital de San Lázaro que les servía de albergue. Este fue el sobrenombre
que se dio en Italia al lumpenproletariado como sinónimo de desclasados. Los
lazzaroni fueron utilizados en
reiteradas ocasiones por los medios monárquico-reaccionarios en la lucha contra
el pueblo.
(3) N. de la T.: Sedimento que se forma en algunos líquidos.