◆ “La
crítica del cielo se convierte así en la crítica de la tierra” — Karl Marx
Ariel
Mayo
El
artículo “
Introducción a la contribución
a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” (1844) (1) constituye
uno de los trabajos más conocidos del período de juventud de Karl Marx
(1818-1883) (2). Algunos de sus pasajes han sido elevados a la categoría de
sentencias que engrosan el sentido común de la izquierda, como es el caso de la
frase “la religión es el opio del pueblo”. Existen numerosos y valiosos
comentarios; entre ellos, cabe mencionar los de Maximilien Rubel (3) y Michael
Löwy (4). La calidad de estos aportes hace innecesaria la elaboración de un
nuevo comentario. Por eso, opté por confeccionar una ficha que puede servir de
puerta de entrada al lector que afronta por primera vez el texto. Cabe advertir
que mi lectura está orientada por las necesidades de la militancia socialista
antes que por intereses de índole académico.
Marx
comienza ajustando cuentas con los Jóvenes
Hegelianos (JH) (5) que constituían la tendencia más radical entre los
discípulos de Hegel (1770-1831), el representante más importante de la
corriente filosófica conocida como idealismo alemán. Los JH eran partidarios
del liberalismo en lo político y habían centrado su actividad en la crítica de
la religión. Marx considera agotada dicha crítica:
“En Alemania la crítica de la religión ha
llegado en lo esencial a su culminación y la crítica de la religión es la premisa
de toda crítica.” (p. 95).
Ludwig
Feuerbach (1804-1872), culminó la tarea crítica de los JH al postular que el
hombre había creado a Dios; de modo, el paso siguiente tenía que ser la crítica
del hombre mismo.
“El fundamento de la crítica irreligiosa es:
el hombre hace la religión, la religión no hace al hombre. (...) El hombre es
el mundo de los hombres, el Estado, la sociedad. Este Estado, esta sociedad,
producen la religión, una conciencia invertida del mundo, porque ellos son un
mundo invertido. La religión es la teoría general de este mundo, su compendio
enciclopédico, su lógica en forma popular...” (p. 95).
La
crítica de la religión elimina (una parte de) las ilusiones sobre el mundo en
que viven los seres humanos. No hay ningún ente sobrenatural que rija la vida
de las personas. El paso siguiente (y necesario para que la crítica no se
convierta en una actividad estéril) consiste en criticar la sociedad. Esta
última crítica tiene que ser tanto teórica como práctica:
“La crítica de la religión desilusiona al
hombre para que piense, para que actúe y organice su realidad como un hombre
desilusionado que ha llegado a la razón, para que gire en torno a sí mismo y
con ello gire en torno a su verdadero sol.” (p. 96).
Dicho
de otro modo:
“La misión de la filosofía que se halla al
servicio de la historia, consiste antes que todo, una vez que se ha
desenmascarado la forma de santidad de la autoenajenación humana, en
desenmascarar la enajenación en sus formas profanas. La crítica del cielo se
convierte así en la crítica de la tierra. La crítica de la religión en la
crítica del derecho, la crítica de la teología en la crítica de la política.”
(p. 96).
Marx
pasa entonces a la crítica de la política alemana. Sus dardos van dirigidos
contra la burguesía alemana, incapaz de desarrollar una oposición sólida al
absolutismo de la monarquía prusiana. La impotencia de la burguesía tiene su
origen en el atraso de Alemania respecto a Inglaterra y Francia, el cual se
expresa tanto en las ausencias simultáneas de una revolución industrial y de
una revolución burguesa. El indicador más claro del atraso es la persistente
fragmentación política de Alemania. El diagnóstico de Marx es lapidario:
“Los alemanes hemos compartido las
restauraciones de los pueblos modernos sin haber participado de sus
revoluciones. Sufrimos una restauración, en primer lugar, porque otros pueblos
se atrevieron a una revolución y, en segundo lugar, porque otros pueblos
sufrieron una contrarrevolución, la primera vez porque nuestros señores
tuvieron miedo y la segunda porque no lo tuvieron. Nosotros, con nuestros
pastores a la cabeza, sólo una vez nos encontramos en compañía de la libertad,
a saber, el día de su entierro.” (p. 97).
Sin
embargo, Marx no cae en el derrotismo. A diferencia de los JH, quienes se movían
únicamente en el plano de la teoría, se propone subvertir la realidad alemana
mediante la práctica:
“¡Guerra a la situación
alemana! Es cierto que se halla por debajo del nivel de la historia, por debajo
de toda crítica, pero sigue siendo objeto de la crítica (...) En lucha contra
ello la crítica no es una pasión de la cabeza sino la cabeza de la pasión. No
es el bisturí anatómico sino un arma. Su objeto es su enemigo al que no quiere
refutar sino destruir. (...) La crítica de por sí no necesita llegar a
esclarecerse a sí misma frente a este objeto, pues ya ha terminado con él. Esa
crítica no se comporta como un fin en sí mismo sino simplemente como un medio.
Su sentimiento esencial es el de la indignación, su tarea esencial la denuncia.
(...) La crítica que se ocupa de este asunto es la crítica en la pelea, y en la
pelea no se trata de saber si el enemigo es un enemigo noble y del mismo rango,
un enemigo interesante, sino que se trata de darle. Se trata de no darle a los
alemanes ni un solo instantes de ilusión y resignación. Hay que hacer la
opresión real todavía más opresiva, añadiendo a ella la conciencia de la
opresión.”
(p. 97-98).
Ahora
bien, el atraso alemán condiciona los temas a tratar por la crítica. Marx
señala que los problemas de la sociedad burguesa todavía no se han desarrollado
lo suficiente en Alemania:
“Un ejemplo: las relaciones de la industria,
del mundo de la riqueza en general con el mundo político, son un problema
fundamental de la época moderna. ¿Bajo qué forma comienza este problema a
ocupar a los alemanes? Bajo la forma de los aranceles protectores, del sistema
prohibitivo, de la economía nacional. (...) Mientras en Francia e Inglaterra el
problema significa: economía política o dominio de la sociedad sobre la
riqueza, en Alemania significa: economía nacional o dominio de la propiedad
privada sobre la nacionalidad.” (p. 100).
Marx
considera que el tema político primordial de la época capitalista es la
cuestión de la propiedad privada. La “economía política” mencionada no es otra
cosa que la expresión teórica del dominio de la propiedad privada capitalista
sobre la sociedad. Quienes controlan los medios de producción controlan la
sociedad. Pero nada de eso está en la agenda política de Alemania, dado el
mencionado atraso. Si existiera una correlación automática entre desarrollo
económico y desarrollo de la teoría social, sería imposible emprender la
crítica de la sociedad capitalista desde Alemania. Sin embargo, la filosofía
alemana expresa en el terreno de las ideas los problemas de la sociedad
burguesa.
“Nosotros, los alemanes, hemos vivido nuestra
posthistoria en el pensamiento, en la filosofía. Somos los contemporáneos
filosóficos del presente sin ser sus contemporáneos históricos. La filosofía
alemana es la prolongación ideal de la historia de Alemania. (...) Lo que en
los pueblos más avanzados es la ruptura práctica con las situaciones del Estado
moderno, es en Alemania, donde este estado de cosas ni siquiera existe, ante
todo con la ruptura crítica con el reflejo filosófico de dichas situaciones. La
filosofía alemana del Derecho y del Estado es la única historia alemana que se
halla al nivel del presente oficial moderno.” (p. 101).
A
contramano de las interpretaciones mecanicistas y/o economicistas de su teoría,
Marx parte del reconocimiento del desarrollo diferencial entre economía y
conciencia teórica. A su juicio, la filosofía de Hegel se encuentra al nivel
del desarrollo económico y político de Inglaterra y Francia:
“La crítica de la filosofía alemana del
Derecho y del Estado, que ha recibido con Hegel su expresión última, la más
consecuente y la más rica, es ambas cosas a la vez, tanto el análisis crítico
del Estado moderno y de la realidad que con él se relaciona como la resuelta
negación de todo el modo anterior de la conciencia política y jurídica alemana,
cuya expresión más noble, más universal, elevada a ciencia, es precisamente la
misma filosofía especulativa del Derecho.” (p. 102).
Como
apunté más arriba, Marx no se propone llevar a cabo una crítica filosófica de
las instituciones sociales existentes. Su objetivo es la transformación de la
realidad concreta. En esto ve otra diferencia respecto a los JH:
“El arma de la crítica no puede reemplazar,
evidentemente, a la crítica de las armas, el poder material ha de ser derrocado
por el poder material; pero también la teoría se convierte en poder material
tan pronto como se apodera de las masas.” (p. 103).
La
filosofía debe dirigir su ataque contra el derecho y la política. Ante la
impotencia de los liberales alemanes, Marx afirma que la filosofía tiene que
asumir el rol dirigente en la revolución alemana. Pero la filosofía requiere de
las masas para poder realizarse en la práctica.
“Las revoluciones necesitan, en efecto, de un
elemento pasivo, de una base material. La teoría sólo se realiza en un pueblo
en la medida en que es la realización de sus necesidades.” (p. 104).
La
formulación marxiana del problema abre dos cuestiones: 1) ¿qué contenido tendrá
la revolución alemana?; 2) ¿cuál será el “elemento pasivo” de la revolución, en
otras palabras, qué clase social pondrá el cuerpo para la realización de la
misma?
Marx
resuelve el problema del contenido de la revolución apelando a la noción de
esencia humana. Como indiqué más arriba, los JH se habían concentrado en la
crítica de la religión, considerada por ellos como la clave de todos los
problemas humanos. Feuerbach sostuvo que el ser humano era el creador de Dios y
que la religión era la enajenación de la esencia humana en Dios. En otras
palabras, las personas ponían en un agente sobrenatural sus mejores cualidades,
quedando así d desprovistos de ellas. Marx planteó que la misma operación se
repetía en el plano de la política. En este caso, el Estado reemplaza a Dios.
Las
revoluciones burguesas elevan a un grupo social particular (la burguesía) al
poder del Estado. Para poder mantener su dominación, el Estado se atribuye las
cualidades positivas de los seres humanos, que quedan confinadas a la esfera
política (al ser humano en tanto ciudadano). Mientras tanto, en la vida
cotidiana, las personas viven en una situación de guerra de todos contra todos,
en la que cada uno busca hacer prevalecer sus intereses egoístas. El resultado
de la revolución burguesa es la escisión permanente entre la sociedad política
(el Estado, la ciudadanía) y la sociedad civil (las relaciones económicas, el
mercado, la competencia, el burgués).
“¿Sobre qué descansa una
revolución parcial, una revolución meramente política? Sobre el hecho de que se
emancipe una parte de la sociedad burguesa e instaure su dominación general,
sobre el hecho de que una determinada clase emprenda la emancipación general de
la sociedad partiendo de su situación especial. Esta clase libera a toda la
sociedad, pero sólo bajo el supuesto de que toda la sociedad se halle en la
situación de esta clase, es decir, que posea, por ejemplo, el dinero y la
cultura o pueda adquirirlos a su antojo.” (p. 105-106).
Marx
esboza en este punto una teoría de la revolución burguesa:
“Sólo en nombre de los derechos generales de
la sociedad puede una clase especial reivindicar para sí la dominación general.
Y para escalar esta posición emancipadora y poder, por tanto, llegar a la
explotación política de todas las esferas de la sociedad en interés de la
propia esfera no bastan por sí solos la energía revolucionaria y el amor propio
espiritual. Para que coincidan la revolución de un pueblo y la emancipación de
una clase especial de la sociedad burguesa (...) es necesario (...) que todos
los defectos de la sociedad se condensen en una clase, que una determinada
clase resuma en sí la repulsa general (...) La significación negativa que
tenían la nobleza y la clerecía francesas frente a la generalidad del pueblo
condicionó la significación positiva general de la clase que la seguía en el
orden y se le contraponía, la burguesía.” (p. 106).
Marx
contrapone a la revolución burguesa otra forma de revolución (a la que todavía
no identifica con el término de “socialista”). Puesto que la revolución
burguesa perpetúa la alienación de los seres humanos respecto a la comunidad,
es preciso construir una forma de organización social que permita la realización
de la esencia humana. La revolución en particular, y la política en general, es
la realización de la filosofía (la filosofía tal como era concebida por Marx).
Esta forma de revolución será denominada “emancipación humana” en el artículo
“Sobre la cuestión judía” (1844).
“La única liberación prácticamente posible de
Alemania es la liberación desde el punto de vista de la teoría que declara al
hombre la esencia suprema del hombre. En Alemania la emancipación de la Edad
Media sólo es posible como la emancipación simultánea de las parciales
superaciones de la Edad Media. En Alemania no puede quebrarse ningún tipo de
servidumbre sin quebrar todo tipo de servidumbre en general. La meticulosa
Alemania no puede revolucionar sin revolucionar desde el fundamento mismo. La
emancipación del alemán es la emancipación del hombre.” (p. 109).
La
revolución todavía es pensada como un combate por la filosofía, en el que se
lucha con armas filosóficas. La noción de esencia humana, planteada en los
términos de la filosofía, constituye el núcleo del planteo de Marx:
“Ser radical es coger el problema por la
raíz. Pero la raíz para el hombre es el hombre mismo. La prueba evidente del
radicalismo de la teoría alemana, y por tanto de su energía práctica, es su
punto de partida: la decidida superación positiva de la religión. La crítica de
la religión conduce a la doctrina según la cual el hombre es la esencia suprema
para el hombre y, por consiguiente, al imperativo categórico de echar por
tierra todas las relaciones en las cuales el hombre es un ser humillado,
sojuzgado, abandonado y despreciable...” (p. 103).
Ahora
bien, del diagnóstico de la situación política alemana se desprende que la
burguesía no estaba en condiciones de asumir el rol dirigente en la revolución
burguesa (en los términos expuestos en el pasaje anterior), y mucho menos
llevar adelante la “emancipación humana”. Por este camino Marx llega a la
conclusión de que la única clase capaz de realizar la filosofía era el
proletariado:
“¿Dónde
reside, pues, la posibilidad positiva de la emancipación alemana?
Respuesta: en la formación de
una clase con cadenas radicales, una clase de la sociedad burguesa que no es
una clase de la sociedad burguesa (...) una esfera que posee un carácter
universal por su sufrimiento universal y que no reclama para sí ningún derecho
especial porque no se comete contra ella ninguna injusticia especial sino la
injusticia pura y simple; que no puede apelar ya a un título histórico sino
simplemente al título humano; (...) una esfera, por último, que no puede
emanciparse a sí sin emanciparse de todas las demás esferas de la sociedad y,
al mismo tiempo, emanciparlas a todas ellas; una esfera que es, en una palabra,
la pérdida total del hombre y que, por tanto, sólo puede ganarse a sí misma por
la recuperación total del hombre. Esta disolución de la sociedad como una clase
especial es el proletariado.” (p.108).
Como
puede observarse, la caracterización del proletariado se realiza en términos
filosóficos. No hay aquí una descripción del proletariado en términos concretos
(tal como era en las condiciones inglesas, francesas, alemanas, de 1844). La
clase obrera es concebida en términos de negación de la sociedad existente:
“Cuando el proletariado proclama la
disolución del orden universal existente no hace más que pregonar el secreto de
su propia existencia, pues él es la disolución de hecho de este orden
universal. Cuando el proletariado reclama la negación de la propiedad privada
no hace más que elevar a principio de la sociedad lo que la sociedad ha elevado
a principio suyo, lo que ya se ha personificado en él, sin su intervención,
como resultado negativo de la sociedad.” (p. 109).
El
proletariado surge del desarrollo de la industria. Es una clase trabajadora
diferente a los trabajadores de las sociedades precapitalistas.
“El proletariado sólo comienza a nacer
mediante el movimiento industrial que ha irrumpido en Alemania, pues la pobreza
que forma al proletariado no es la pobreza que nace naturalmente sino la
pobreza que se produce artificialmente, no es la masa humana mecánicamente
agobiada por el peso de la sociedad sino la que brota de su aguda
descomposición y preferentemente de la descomposición de la clase media, aunque
gradualmente, se comprende de suyo, vayan incorporándose también a sus filas la
pobreza natural y los cristianogermánicos siervos de la gleba.” (p.
108-109).
A lo
largo del texto, la filosofía es presentada como el elemento activo del proceso
histórico. La situación alemana es descripta mucho más en términos filosóficos
que políticos o económicos. Es por ello que la “emancipación humana” es
definida como una tarea dirigida por la filosofía y ejecutada por el
proletariado:
“La cabeza de esta emancipación es la
filosofía, su corazón el proletariado. La filosofía no puede llegar a realizarse
sin la abolición del proletariado y el proletariado no puede llegar a abolirse
sin la realización de la filosofía.” (p. 109).
La
“Introducción” sintetiza el trabaja teórico de Marx del período 1842-1843,
época en la que se alejó del liberalismo. Marx llega al socialismo como
consecuencia de la reflexión filosófica antes que como resultado del
conocimiento de las luchas y exigencias del movimiento obrero. Por eso la clase
obrera aparece destinada a realizar objetivos que le son externos (la
“emancipación humana”) y tiene que ser conducida hacia esos objetivos por los
filósofos. La tesis del socialismo como “misión histórica” de la clase
trabajadora, la noción misma de que existe un punto de llegada en la historia
(el “socialismo”), pueden apoyarse en las formulaciones de este texto. El
contacto con las organizaciones obreras francesas, con las asociaciones de
artesanos alemanes en el exilio, la rebelión de los tejedores de Silesia en
1844, la amistad con Engels (1820-1895; gran conocedor del movimiento obrero
inglés), llevaron a Marx a reformular su concepción de la revolución y de la
política.
Notas
(1) Utilizo la traducción
española de Rubén Jaramillo, incluida en: Marx, Karl. (2008). Escritos de
Juventud sobre el Derecho. Textos 1837-1847. Barcelona: Anthropos. (pp.
93-109).
(2) El título original es “Zur
Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie. Einleitung”. Se publicó por primera
vez en los DEUTSCH-FRANZÖSISCHE JAHRBÜCHER, París, 1° y 2° entregas, 1844. El
texto fue recogido en la edición MEGA de las Obras Completas de Marx y Engels,
tomo I, volumen 1, Frankfurt a. M., 1927, pp. 607-621.
(3) Rubel, Maximilien. (1970). Karl
Marx. Ensayo de biografía intelectual. Buenos Aires: Paidós. (pp. 79-83).
(4) Löwy, Michael. (2010). La
teoría de la revolución en el joven Marx. Buenos Aires: Herramienta y El
Colectivo.
(5) Para una visión somera de los Jóvenes Hegelianos,
consultar: Therborn, Göran. (1980). Ciencia, clase y sociedad: Sobre la
formación de la sociología y del materialismo histórico. Madrid: Siglo XXI.
(pp. 323-325). Marx y Engels describieron las concepciones de los JH en un
célebre pasaje de la Ideología alemana: “Hasta ahora, los hombres se han
formado siempre ideas falsas acerca de sí mismos, acerca de lo que son o
debieran ser. Han ajustado sus relaciones a sus ideas acerca de Dios, del
hombre normal, etc. Los frutos de su cabeza han acabado por imponerse a su
cabeza. Liberémoslos de los fantasmas cerebrales, de las ideas, de los dogmas,
de los seres imaginarios bajo cuyo yugo degeneran. Rebelémonos contra esta
tiranía de los pensamientos. Enseñémoslos a sustituir estas quimeras por
pensamientos que correspondan a la esencia del hombre, dice uno, a adoptar ante
ellos una actitud crítica, dice otro, a quitárselas de la cabeza, dice el
tercero, y la realidad existente se derrumbará.” (Marx, Karl y Engels,
Friedrich, La ideología alemana, Buenos Aires, Ediciones Pueblos Unidos
y Cartago, 1985, p. 11).