"No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe haber más de uno." — Jacques Derrida

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal" Karl Marx

15/12/16

El marxismo del siglo XX y la cuestión militar — La imperiosa actualidad de la estrategia

Leon Trotsky
✆ Juan Carlos Rodríguez 
Aquel que piense que es necesario renunciar a la lucha física, debe renunciar a toda lucha, pues el espíritu no vive sin la carne León Trotsky¿A dónde va Francia?
La victoria de ningún modo es el fruto sazonado de la ‘madurez’ del proletariado. La victoria es una tarea estratégica” León TrotskyClase, Partido y Dirección

Emilio Albamonte & Matías Maiello

A principios de la década del 1960, el jurista reaccionario alemán Carl Schmitt, señalaba en su Teoría del Partisano: “Lenin fue un gran conocedor y admirador de Clausewitz. Estudió el libro De la Guerra durante la Primera Guerra Mundial, en el año 1915, de un modo intensivo, extrayendo pasajes en alemán, haciendo notas al margen en ruso con subrayados y signos de admiración que incorporó a su cuaderno de notas, la Tetradka. De este modo, redactó uno de los más extraordinarios documentos de la Historia del mundo y de las ideas.” [1]  Schmitt no es inocente, destaca la relación entre el marxismo y Clausewitz para mostrar el carácter revolucionario del bolchevismo con el objetivo de contraponerle una estrategia conscientemente contrarrevolucionaria. Sin embargo, lo cierto es que la apropiación del pensamiento estratégico será un punto clave para la acción revolucionaria de los bolcheviques y la III Internacional que marcará el curso del siglo XX.

Una afirmación similar pero con el resultado inverso adoptan los teóricos “posmarxistas”, Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. En Hegemonía y Estrategia Socialista, destacan la relación entre el marxismo y Clausewitz para impugnar al marxismo revolucionario. “La lucha política –dicen– sigue siendo, finalmente, un juego suma–cero entre las clases. […]. No es exagerado decir que la concepción marxista de la política, de Kautsky a Lenin, reposa sobre un imaginario que depende en gran medida de Clausewitz” . [2]

Desde luego, Lenin no fue el primer lector de Clausewitz, ni de los clásicos del pensamiento militar dentro del marxismo, menos aún el primero en sumergirse en el arte de la estrategia y los problemas militares. Tampoco Kautsky y Lenin tenían la misma concepción de estrategia, ni la misma visión de la relación entre lo político y lo militar en el marxismo. Sin embargo, bajo el nombre de Clausewitz, tanto el señalamiento de Schmitt como el de Laclau y Mouffe aluden a un núcleo central del marxismo revolucionario.

Marx y Engels pudieron formarse una amplia visión sobre cuestiones militares. En particular sobre Clausewitz sus primeras lecturas se dan, muy probablemente, en el contexto de las revoluciones de 1848. Pero sus estudios y lecturas van mucho más allá del autor de De la Guerra. Comprenden toda una serie de autores que van desde Maquiavelo hasta Montecuccoli, desde Jomini hasta Chahrmützel, desde Surorov hasta von Hofstetter y Barclay de Tolly, desde Willisen hasta Küntzel y Napier. [3] Engels, por su parte, será especialmente prolífico en este terreno, además de contar con la experiencia personal de los combates militares de 1849 que atravesaron Baden y el Palatinado. [4]

A comienzos del siglo XX, dentro de la Segunda Internacional, serán Jean Jaurès y Franz Mehring los primeros en desarrollar obras comprensivas sobre cuestiones militares. El primero con su clásico L’Armée Nouvelle (El Nuevo Ejército) y otros escritos, donde bajo una interpretación en clave de “defensa pasiva” de la obra de Clausewitz, se propone desde una estrategia pacifista combatir el chovinismo, el revanchismo, y el napoleonismo que primaba en las fuerzas armadas francesas de aquel entonces.

En el caso de la obra de Mehring, constituirá una bisagra para la introducción de los temas militares en los debates de la socialdemocracia alemana e internacional. Autor de una amplia obra sobre cuestiones militares compilada en gran parte en los dos volúmenes de Krieg und Politik (Guerra y Política) [5] , será uno de los principales introductores de Clausewitz en el marxismo del siglo XX. Así como también de Hans Delbrück, el destacado historiador militar que le fue contemporáneo; sobre el cual volveremos en las páginas de este libro. [6]

A diferencia de Jaurès que se proponía una reforma del ejército francés, Mehring, militante del ala izquierda de la Segunda Internacional, tenía como objetivo sumergirse en el fenómeno de la guerra para desarrollar una comprensión marxista de la misma a partir de las elaboraciones de Engels y de Clausewitz.

Sin embargo, en su amplio abordaje, Mehring no consideró la hipótesis de que la apropiación crítica de la obra de Clausewitz pusiese ser una herramienta para enriquecer el desarrollo de la estrategia revolucionaria en la acción en la lucha de clases. Esta innovación le corresponderá a Lenin en primer lugar, y luego a Trotsky.

Tanto Lenin como Trotsky [7] , buscarán en los teóricos militares respuestas a los interrogantes que había dejado planteada la revolución rusa de 1905. El curso hacia la Primera Guerra Mundial no hará más que profundizar aquel interés frente a la renovada proximidad del enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución.

No serán los únicos. Karl Kautsky, como señalan Laclau y Mouffe también participará de aquella apropiación. Pero a diferencia de Lenin y de Trotsky, la estrategia militar era para Kautsky, sobre todo una fuente de metáforas para la política. Como desarrollamos en este volumen, su apropiación de Delbrück y su teoría de las dos estrategias, la “guerra de desgaste” (Ermattungsstrategie) y la “guerra de abatimiento” (Niederwerfungsstrategie), estará al servicio de combatir las críticas de Rosa Luxemburgo a la pérdida del carácter revolucionario de la Socialdemocracia Alemana. [8]

La innovación de Lenin, a partir de sus cuadernos de 1915, consiste en una apropiación crítica de Clausewitz comprensiva de las relaciones entre guerra y política para la estrategia revolucionaria. Esto lo convirtió en el primer intérprete político de De la Guerra, como señala Michael Howard [9], uno de los más prominentes especialistas y traductor de la obra del general prusiano.

Es difícil valorar cabalmente la magnitud de esta innovación para el marxismo. Sus consecuencias fueron amplias y perdurables, en esto tanto Schmitt como Laclau y Mouffe tienen razón. En primer lugar para la conducción de la revolución rusa al triunfo, y luego para desarrollar enormemente el arsenal táctico y estratégico del marxismo revolucionario para enfrentar el desafío de la revolución en las estructuras sociopolíticas mucho más complejas de Occidente.

León Trotsky, retrospectivamente señala al respecto: “La idea de una estrategia revolucionaria se consolidó en los años de posguerra, al principio, indudablemente, gracias a la afluencia de la terminología militar, pero no por puro azar. Antes de la guerra no habíamos hablado más que de la táctica del partido proletario; esta concepción correspondía con exactitud suficiente a los métodos parlamentarios y sindicales predominantes entonces…” [10]

Sobre esta base tuvo lugar uno de los desarrollos más importantes del todo el marxismo del siglo XX. Sin embargo, ni en la historia en general y mucho menos en la historia de las organizaciones revolucionarias se trata de una línea del progreso continuo. Como diría Goethe, para conservar lo que se posee es necesario conquistarlo cada vez de nueva cuenta.

En el camino de recuperar aquel arsenal teórico-práctico para el marxismo revolucionario del siglo XXI nos encontramos ante tres negaciones de la estrategia: una histórica referida a la discontinuidad revolucionaria [11], otra teórica que fundamenta explícitamente el pensamiento “antiestratégico”, y por último, una política que podemos ver en las más recientes experiencias de la lucha de clases. Comenzaremos por la primera.
El devenir de un “trauma epistemológico”
Analizando las consecuencias para el movimiento marxista de la derrota de la Comuna de París en 1871, Robeto Jacoby señalaba que: “Se produjo una especie de trauma epistemológico: no se logró una reestructuración de la teoría de la revolución proletaria en las nuevas condiciones histórico-sociales”. [12] Producto de esta crisis, Jacoby resalta que el problema militar había prácticamente desaparecido de la reflexión hasta los primeros años del siglo XX. Y así fue.

En la actualidad podemos ver puntos de contacto con aquella situación. A ocho años del inicio de la crisis capitalista internacional cruje el andamiaje del orden mundial capitalista que dominó durante los últimos 30 años, quedando simbolizado en la llegada a la presidencia de EE.UU. de Donald Trump. Se suceden toda una serie de nuevos fenómenos políticos -polarización, “neorreformismos” y ascenso de la derecha-, de la lucha de clases -como en Francia en 2016, antes Grecia, en 2011 Medio Oriente y el Norte de África atravesados por la “Primavera Árabe”-, también fenómenos aberrantes como el terrorismo yihadista, en el marco de crecientes tensiones geopolíticas.

Sin embargo, el punto de partida de esta nueva etapa, cuyos contornos comienzan a delinearse, son más de tres décadas sin revoluciones, aunque no exentas de procesos agudos de la lucha de clases (levantamientos, jornadas revolucionarias, etc.), que han marcado el retroceso de la reflexión estratégica. Un efecto similar, aunque sobre la base de fenómenos distintos, al que se dio luego de la Comuna de París de 1871.
Retomando a Jacoby, Pablo Bonavena y Flabián Nievas, traen aquella reflexión sobre el “trauma epistemológico” a la actualidad, haciendo un señalamiento más que pertinente. “El marxismo actual –dicen-, al menos muchas veces, pareciera que se ha vuelto ‘pacifista’. Incluso las organizaciones que abrevan en el leninismo transmiten frecuentemente la misma sensación, sin darse cuenta necesariamente que de esta manera estarían renunciando a las aspiraciones revolucionarias.” [13]

Y agregan, respecto a las causas de este fenómeno: “En los inicios del siglo XXI estamos, en este plano, en una situación análoga a la vivida en aquellos años que siguieron al revés sufrido en la Comuna. El efecto de la derrota de la revolución en el mundo en general y en nuestro país [Argentina] en particular ha erradicado el tema de la agenda marxista.” [14]

Ahora bien, sin duda la derrota del último asenso de la lucha de clases a escala internacional (1968-1981) y la ofensiva capitalista posterior fueron claves, sin embargo el trasfondo es más amplio. En los orígenes del actual “pacifismo”, no solo se encuentran las estrategias de conciliación de clases -de los Partidos Comunistas stalinizados o del “eurocomunismo” posterior- sino también el militarismo de las “estrategias” guerrilleras que bregaron por la construcción de “partidos-ejércitos” en la periferia capitalista.

Esta situación afectó también a las corrientes marxistas referenciadas en Trotsky. La IV Internacional después de la Segunda Guerra Mundial quedó diezmada, entre la persecución del fascismo, el stalinismo y el imperialismo “democrático”. En este marco, se produjo un quiebre en la unidad entre pro-grama y estrategia. El resultado de esta separación fue la adaptación a otras estrategias fortalecidas en la posguerra, la de los Partidos Comunistas europeos, la del nacionalismo burgués, o la guerrilla.

Esta deriva estratégica se profundizó luego de la derrota, y en la actualidad la primacía es del pacifismo y la adaptación a los neorreformismos. Es que a diferencia de la derrota histórica que sufrió el proletariado con la Comuna de París, donde los heroicos comuneros batallaron a muerte contra el ejército francés apoyado por el ejército prusiano, y que sirvió de ejemplo e inspiración para las nuevas generaciones de revolucionarios, en las últimas tres décadas los trabajadores vieron cómo sus propias organizaciones se les volvían en contra plegándose a la ofensiva neoliberal y a la restauración capitalista en los Estados donde se había expropiado a la burguesía. [15]

Sin duda, para la reconstrucción del marxismo revoluciona-rio en el siglo XXI es necesario, como planteaba Daniel Bensaïd “deshacer la amalgama entre stalinismo y comunismo, liberar a los vivos del peso de los muertos” . [16] Pero no es suficiente, es preciso reestablecer la unidad entre el pro-grama marxista y la estrategia revolucionaria. Solo de esta forma puede recobrar el lugar que le corresponde la relación entre estrategia, marxismo y la cuestión militar.

Este es el objetivo del presente libro. De ahí el abordaje que encontrará el lector sobre la relación entre “posición” y “maniobra”, sobre las tácticas como el “frente único obrero”, el “gobierno obrero”, las complejas relaciones entre defensiva y ofensiva, los desarrollos sobre el “arte de la insurrección” en Oriente y en Occidente, y la subsecuente problemática de las milicias obreras y la política hacía el ejército, así como la experiencia de la propia construcción del Ejército Rojo en la Revolución Rusa, entre muchos otros aspectos.

A su vez, otra parte del presente volumen está dedicada a los problemas de “gran estrategia” o estrategia global, que hacen al desarrollo internacional de la revolución, sin los cuales no puede comprenderse la lucha de estrategias en el siglo XX y la que plantea el siglo XXI. En especial a la teoría-programa de la revolución permanente como puente entre la conquista del poder en Estados particulares y el “fin político” de la lucha por el comunismo a través del desarrollo internacional de la revolución. Un arsenal estratégico que no casualmente se encuentra hoy oculto bajo siete llaves.

Estos son algunos de los temas que abordaremos ligados a los principales procesos revolucionarios del siglo, tanto en “Oriente”, las revoluciones rusas, china, indochina, cubana, como en “Occidente”, muy especialmente en Alemania, pero también Inglaterra, Francia, la revolución española, los procesos en Europa “occidental” a la salida de la segunda posguerra, así como aquellos contra la burocracia stalinista, la llamada “guerra fría”, el ascenso iniciado por el Mayo Francés, y los procesos de finales de los ’80 y principios de los ’90 que concluyeron con la restauración capitalista.

El lector los encontrará articulados en torno a los principales debates que atravesaron al marxismo del siglo XX. Las discusiones entre Kautsky y Rosa Luxemburgo, los desarrollos de Lenin, la gran obra sobre temas militares de Trotsky, abordada conjuntamente con sus desarrollos sobre la revolución en Occidente, así como los de Antonio Gramsci y sus intérpretes actuales. Las principales polémicas entre los marxistas referenciados en Trotsky luego de la Segunda Guerra Mundial como Ernest Mandel, Michel Pablo, Nahuel Moreno, entre otros. Las elaboraciones de Isaac Deutscher y su escuela. Así como también el abordaje de los representantes de otras estrategias, como Mao Tse Tung, Vo Nguyen Giap, o el “Che” Guevara.

Siendo que han pasado tantos años sin revolución, el lector podrá preguntarse si está entonces frente a un libro de historia. Efectivamente hay una historia detrás y es parte de lo que es necesario conocer, pero la respuesta es negativa. Lo que encontrará en estas páginas, es una indagación constante, un contrapunto permanente con los debates y las preguntas que atraviesan hoy al marxismo y a la perspectiva de la revolución obrera y socialista en el siglo XXI.
La guerra sigue siendo un medio para un fin político
Como señalaba Trotsky en polémica con el stalinismo a mediados de la década de 1930: “Aquel que piense que es necesario renunciar a la lucha física, debe renunciar a toda lucha, pues el espíritu no vive sin la carne. De acuerdo a la magnífica expresión del teórico militar Clausewitz, la guerra es la continuación de la política por otros medios. Esta definición también se aplica plenamente a la guerra civil. La lucha física no es sino uno de los ‘otros medios’ de la lucha política.” [17]

Y agregaba: “Es inútil oponer una a la otra, pues es imposible detener voluntariamente la lucha política cuando, por la fuerza de las necesidades internas, se transforma en lucha física. El deber de un partido revolucionario es prever la inevitabilidad de la transformación de la política en conflicto armado declarado y prepararse con todas sus fuerzas para ese momento, como se preparan para él las clases dominantes.” [18]

En este punto nos topamos en la actualidad con la segunda de las negaciones de la estrategia a la que nos queremos referir, que opera en el plano teórico a través de la trivialización de temas como la “guerra civil”, el “estado de excepción”, y más en general de la guerra en sí misma y las cuestiones relacionadas con ella. Su precursor fue Michael Foucault.

Según el filósofo francés, asiduo lector de Clausewitz, era necesario invertir aquella fórmula del general prusiano según la cual la guerra es la continuación de la política por otros medios. Decía Foucault: “Tendríamos, pues, frente a la primera hipótesis -el mecanismo de poder es esencialmente la represión- una segunda hipótesis que sería: el poder es la guerra continuada por otros medios. En este punto invertiríamos la proposición de Clausewitz y diríamos que la política es la guerra continuada por otros medios.” [19]

La inversión foucaultiana, que abordamos en el primer capítulo de este libro, produce una indiferenciación entre la violencia física y moral que borra los conceptos de “guerra” y “paz”. La “paz civil” pasa a ser una simple secuela de la guerra y el ejercicio del poder se identifica con una guerra continua. Paralelamente, el filósofo francés atribuye a la Modernidad el pasaje del apotegma “hacer morir y dejar vivir” al actual “hacer vivir y dejar morir”. Donde el poder moderno reposa en producir y gestionar la vida dando inicio a la era del “biopoder”.

La tesis del biopoder se hace eco del espectacular desarrollo de los mecanismos de control social, que desde su formulación original hasta la actualidad no hicieron más que incrementarse. Sin embargo, tras la omnipresencia de un control uniforme, el planteo de Foucault oculta las asimetrías y las desigualdades sociales, ya sea frente a la enfermedad o frente a la propia vigilancia policial, y por sobre todo, la lógica poli-cial unilateral deja de lado todo antagonismo de clase. Queda borrada toda distinción de las formas de dominación y regí-menes políticos bajo la categoría de un totalitarismo todopoderoso. [20]

Este pasaje del poder soberano a la gestión de la vida del bio-poder, diríamos que corresponde a la generalización teórica de las condiciones propias de la derrota del ascenso de masas internacional iniciado en 1968. La ausencia de revolución por más de tres décadas, así como la ofensiva neoliberal, fueron terreno fértil para la idea de una “guerra civil permanente” sin guerra civil, es decir, sin oponente. Donde el poder “se ejerce y solo existe en acto”, se trata de “una relación de fuerza en sí mismo”, “es esencialmente lo que reprime” . [21]

La consecuencia más importante de estas formulaciones es que, como señalara Perry Anderson: “Una vez hipostasiado como nuevo primer principio […] el poder pierde cualquier determinación histórica: ya no hay detentadores específicos de poder, ni metas específicas a las que sirva su ejercicio.” [22]

La continuación de este derrotero tiene su expresión contem-poránea más prolífica en el filósofo italiano Giorgio Agamben. Uno de los ejes de su trabajo gira en torno a la figura de “Estado de excepción” [23], tomando como referencia las elaboraciones de Carl Schmitt, en el cual el soberano está al mismo tiempo, fuera y dentro del ordenamiento jurídico, es el que decide “legalmente” la suspensión del orden legal.

En un sentido similar al que señalábamos con Foucault, podemos decir que Agamben está dando cuenta del fenómeno que atraviesa la política actual, donde se oscurece creciente-mente la frontera entre el derecho y el no-derecho, y se legaliza en forma generalizada la arbitrariedad del poder. Tendencias al bonapartismo las denominaríamos en términos marxistas, las cuales a partir de la crisis mundial vemos acrecentarse incluso en los países del centro capitalista.

Sin embargo, también Agamben va más allá, la excepción tiende a transformarse en regla, lo cual pone en cuestión los límites y la estructura del Estado. De ahí que señale que: “La estructura de la excepción […] parece ser […] consustancial con la política occidental" [24]. La consecuencia al igual que en Foucault, es deshistorizar, en este caso el estado de excepción, como una característica permanente de la política occidental opacando sus causas y los objetivos que persigue en la situación determinada.

Esto último de más está decir que es fundamental. Por ejemplo en Francia, el gobierno de Hollande hizo norma del estado de excepción bajo el argumento de combatir al terrorismo. Sin embargo, el país galo no viene siendo solo el epicentro de aberrantes atentados terroristas contra la población civil, sino que en 2016 estuvo atravesado por uno de los mayores procesos de movilización juvenil y obrera desde el Mayo del ’68, y el estado de excepción tiene entre sus principales objetivos disciplinar al movimiento de masas. [25]

A su vez, recientemente el filósofo italiano ha publicado un opúsculo titulado La guerra civil. Para una teoría política de la stasis, como última entrega de su obra Homo Sacer. [26] Dos conferencias que habían sido pronunciadas originalmente en 2001 luego de los atentados del 11S donde arriba a conclusiones categóricas sobre la guerra civil. “La forma –señala- que la guerra civil ha asumido hoy en la historia mundial es el terrorismo” [27], y agrega: “El terrorismo es la ‘guerra civil mundial’ que inviste de vez en cuando esta o aquella zona del espacio planetario” [28]. Esto vendría a confirmar, para Agamben, el diagnóstico de Foucault de la política moderna como biopolítica, siendo que “el terrorismo mundial es la forma que asume la guerra civil cuando la vida como tal deviene la puesta en juego de la política.” [29]

El concepto de guerra civil mundial tiene larga data, Agamben lo referencia en Schmitt [30] y en Hannah Arendt quién lo formulara en su clásico On Revolution en referencia a la Segunda Guerra Mundial. Ya para aquel entonces, como desarrollamos en el presente libro, se trataba de un concepto problemático que diluía el carácter imperialista de la guerra frente a otras dicotomías como “democracia versus totalitarismo”, con toda la serie de consecuencias estratégicas que se desprenden de ello. Más problemática aún es hoy en Agamben.

En la “guerra civil mundial” de Agamben, como señala Emmanuel Barot, quedan en la oscuridad las guerras actuales que libran los Estados específicos en Medio Oriente y sus objetivos imperialistas, sin las cuales el fenómeno del terrorismo actual, como el Estado Islámico, es incomprensible. Contra aquellas tesis, desde el 2001 cuando el filósofo italiano las pronunció originalmente hasta la actualidad, la implicación de los Estados en este tipo de guerras, no solo por procuración sino en forma directa no ha hecho más que acentuarse. Solo es necesario ver el desarrollo de la guerra en Siria [31], o el derrotero que tuvo la guerra en Ucrania.

La inversión foucaultiana de la fórmula de Clausewitz, el dominio absoluto del “biopoder”, el “estado de excepción” como estructura consustancial de la política occidental, la “guerra civil mundial”, no hacen más que ocultar los objetivos de la dominación y sus detentadores reales, así como el papel del Estado capitalista y los antagonismos de clase en el marco de la actual crisis mundial capitalista.

De esta forma evitan discernir la guerra civil y el conflicto armado en su especificidad. Al teorizar sobre una guerra o una “excepción” indeterminada e identificarlas con la polí-tica, terminan oponiéndola a la guerra en toda su dimen-sión, y así, la continuidad entre política y guerra pierde cualquier significación estratégica.

Se trata de un problema de primer orden para la estrategia revolucionaria, si como señalábamos con Trotsky, es necesario justamente prever la transformación de la política en conflicto armado y prepararse para ese momento como lo hacen las propias clases dominantes.
La negación de la estrategia
Daniel Bensaïd señala en su libro Elogio a la Política Profana cómo luego de la derrota de los procesos que atravesaron Europa a finales de los ’60 (Mayo Francés, Primavera de Praga, etc.) y la primera parte de los ’70 (Revolución Portuguesa) comenzó “un movimiento de retirada y deserción del campo estratégico” [32], encabezado por Foucault y Deleuze.

Foucault proclama que “donde hay poder hay resistencia” . Pero se trata de una idea de resistencia que confirma el re-pliegue de la cuestión del Estado, que ya no es concebido como el aparato armado especial garante de las relaciones de la dominación capitalista, sino como una relación de poder entre muchas otras. La estrategia, como dice Bensaïd, queda reducida a cero, diluida en una suma de resistencias, sin posibilidad de victoria posible.

Como señala Clausewitz, la defensa absoluta, la pura resistencia [33], “contradice completamente el concepto de guerra; pues en tal caso, la guerra no sería realizada más que por uno de los bandos” [34]. Y efectivamente en la era del bipoder, para Foucault, el poder pasa a ser “aquello que reprime”. La guerra que se continúa en la política, según su inversión de Clausewitz, es una “guerra” unilateral.

Continuando la zaga del biopoder, Agamben nos presenta el “campo de concentración” como el “paradigma biopolítico de Occidente” [35]. Es un hecho que hoy no solo se trata de la existencia de campos de concentración como el de Guantánamo, sino que vemos la proliferación de aquellos conocidos bajo del eufemismo de “campos de refugiados” que pueblan Europa, donde son detenidos cientos de miles de personas que huyen de la guerra y el hambre. Sin embargo, Agamben avanza hacía la trivialización cuando el “campo de concentración” pasa a ser el emblema de una lógica generalizada de concentración que va desde la seguridad social hasta la arquitectura pasando por las instituciones educativas y deportivas, y que enfrenta el poder soberano a la vida desnuda, sin mediaciones. El poder no tiene frente a él más que la nuda vida.

Este tipo de fatalismo, más o menos resignado convive en la actualidad con teorías que hacen gala de un voluntarismo arbitrario, que podemos ver en autores como Tony Negri o Alain Badiou. Este último bajo la forma del “acontecimiento”, que “abre la posibilidad de lo que desde el estricto punto de vista de la composición de esa situación o de la legalidad de ese mundo, es propiamente imposible” [36]. Se trata de una reacción desde un maoísmo idílico a los acomodamientos sin principios de la “realpolik”. Sobre la base de concebir al comunismo no como un objetivo político sino como una “Idea” con mayúscula a la manera kantiana, rechaza la confrontación real y la prueba de la práctica [37].

En el caso de Negri, la idea de un “comunismo aquí y ahora” se basa en el embellecimiento de las transformaciones consecuencia del neoliberalismo capaces de ser “constitutiva[s] de sujetos sociales independientes y autónomos”, donde “la contradicción que opone esta nueva subjetividad a la dominación capitalista […] ya no será dialéctica sino alternativa” [38]. Un planteo cuyas raíces más o menos lejanas se remontan al operaismo desarrollado como reacción frente a la burocracia del Partido Comunista Italiano.

En ambos casos se trata de negaciones “voluntaristas” de la estrategia. Sin embargo, tanto la voluntad pura como la potencia, más allá de la teoría se mantienen atrapadas por la realidad de las relaciones de fuerza entre las clases y por las burocracias sindicales, políticas, de los “movimientos”, que no tienen a bien someterse a la hegemonía del “general intellect” o a la “idea reguladora” del comunismo.

Esta realidad, siempre tan prosaica, nos entregó una curiosa fotografía. Tanto el fatalismo de Agamben, como los diferentes voluntarismos de Badiou y Negri, e incluso una parte de la izquierda que se reivindica revolucionaria pero sufre aquel “trauma epistemológico” al que referíamos al principio [39] confluyeron detrás del apoyo electoral al principal fenómeno neoreformista que ha dado la situación hasta el momento: la Coalición de Izquierda Radical griega, más conocida como Syriza.

Esto nos introduce en la tercera negación de la estrategia a la que queríamos referirnos, la más directamente política.
Las situaciones revolucionarias no caen del cielo
Venimos de más de tres décadas sin revoluciones. Más arriba señalábamos algunas de las causas que lo explican. El desarrollo de la crisis capitalista internacional ha cambiado el escenario. Ya se han dado situaciones agudas de la lucha de clases, que son fundamentales para la reflexión estratégica actual. Grecia es un ejemplo, no el único por supuesto. Egipto es otro gran laboratorio, uno más “oriental” que “occidental”, según las categorías políticas de la III Internacional.

En el escenario “oriental” de Egipto, una situación prerrevolucionaria devino en situación contrarrevolucionaria [40]. En el escenario “occidental” de Grecia, los mecanismos de la democracia burguesa resistieron el embate de la crisis y la lucha de clases hasta el momento; claro que con el saldo del hundimiento de los partidos tradicionales y catapultando al gobierno a Syriza.

Ahora bien, las situaciones de crisis profunda que llevan a la lucha de clases no son sinónimo de revolución, y menos que menos de un resultado revolucionario. “Una situación revolucionaria –decía con razón Trotsky- se forma por la acción reciproca de factores objetivos y subjetivos”, y agrega que “no cae del cielo; se forma en la lucha de ciases” [41]. Y en este marco, la actitud de las direcciones del movimiento de masas es el factor subjetivo de primer orden.

El ejemplo griego nos permite ver hoy aquella relación entre factores objetivos y subjetivos de la que habla Trotsky. Pablo Iglesias, principal referente de Podemos, al ser interpelado sobre la transformación de Syriza en un gobierno aplicador de los ajustes de la Unión Europea afirmaba que la formación griega no tuvo otra alternativa que seguir el curso que siguió. Desde luego, al defender a Syriza estaba pensando en el futuro de Podemos en el Estado Español.
El problema –decía Iglesias- es que todavía se tiene que veri-ficar que alguien desde un estado puede plantear semejante desafío […] si nosotros gobernando vamos a hacer una cosa dura de repente tienes a buena parte del ejército, del aparato de la policía, a todos los medios de comunicación […] tienes a todo contra ti, absolutamente todo. Y un sistema parlamentario, en el que cómo aseguras tú una mayoría absoluta, es muy difícil […] Para empezar habría que haber llegado a un acuerdo con el Partido Socialista.” [42]
Efectivamente aquí se encuentran esbozados sencillamente los dos caminos estratégicos existentes. El primero, el defendido por Iglesias: actuar dentro de los marcos impuestos por la Troika [43] desde un discurso y una “cultura” de izquierda en general. Algo parecido podemos encontrar en el reciente folleto Construir Pueblo [44] de Íñigo Errejón y Chantal Mouffe, o en Disputar la Democracia [45] del propio Pablo Iglesias. Es decir, el recorrido de Syriza, ya sea con mayores o menores márgenes de maniobra. [46]

El segundo es el de enfrentar a las instituciones de la UE y atacar los intereses capitalistas, que implica prepararse para enfrenta “a buena parte del ejército, la policía, los medios de comunicación”, etc., así como conquistar nuevas formas democráticas de expresión de las mayorías, superiores al parlamentarismo, entre otras cuestiones.

En el primer caso no hay estrategia en el sentido clausewitziano del término, entendida como la utilización de los combates tácticos parciales con el fin de imponer la voluntad al enemigo; o como decía Trotsky, el arte de vencer, de hacerse con el mando. Al contrario, se trata simplemente de administrar lo más benévolamente posible la realización de intereses ajenos, es decir, del capitalismo. Como demostró Grecia, los márgenes permitidos para aquella benevolencia son particularmente estrechos en el marco de la crisis mundial.

El camino de la estrategia no comienza el día del “asalto al Palacio de Invierno”. Tampoco consiste esperar “la crisis final del capitalismo”. El pensamiento mágico no tiene lugar cuando hablamos de relaciones de fuerzas. De ahí el insustituible trabajo de la estrategia, que consiste en la articulación de volúmenes de fuerza para el combate.

En el caso griego podemos ver dos elementos claves donde las direcciones oficiales del movimiento de masas tuvieron un papel negativo fundamental: el Frente Único, es decir, la posibilidad de presentar un frente común de los trabajadores en la acción ante los ataques capitalistas, y la autodefensa necesaria para el desarrollo de la lucha.

El Frente Único defensivo, sin el cual el Frente Único ofensivo y los Soviets son impensables, fue uno de los grandes ausentes durante todo el primer ciclo de lucha de clases que va desde el 2010 hasta 2012, con decenas de huelgas generales, movilizaciones de masas y enfrentamientos con la policía.

Las direcciones sindicales fueron enemigas principales de desarrollar un Frente Único defensivo contra los ataques de los sucesivos gobiernos agentes de la Troika. En el caso de los sectores mayoritarios de la burocracia, con su política de subordinación al PASOK y a otros partidos patronales. Frente a éstos Syriza, sin una influencia significativa en el movimiento obrero, y menos aún una política contrapuesta, no representó ninguna alternativa. En el otro extremo, con una combinación de sectarismo y oportunismo en el caso de la central obrera orientada por el Partido Comunista Griego (PAME) que se negó explícitamente a la unidad en la acción. Cada uno a su manera fue enemigo de que se materialice el frente único necesario para derrotar los planes de austeridad a pesar las más de 30 huelgas generales.

Otro tanto podríamos decir sobre los problemas de la autodefensa. Cómo dice Iglesias, el camino alternativo a la aceptación de los marcos impuestos por la Unión Europea, implica entre otras cosas prepararse para enfrentar a las fuerzas represivas del Estado burgués. Al igual que la mayoría de las cuestiones estratégicas no se resuelven el día de la toma del poder.

Como señala Trotsky, los trabajadores tienen que saber que cuanto más fuerte sea su lucha más fuerte será el contraataque del capital. Según la escala de la lucha y el nivel de enfrentamiento, es la creación de destacamentos obreros de autodefensa, comenzando desde la puesta en pie de piquetes de huelga para una lucha particular hasta la conformación de milicias obreras cuando los enfrentamientos se hacen más agudos.

En el caso griego, la defensa frente los ataques de las bandas neonazis de Aurora Dorada, planteaba en forma embrionaria la cuestión de la organización de la autodefensa. Lo mismo podemos decir de los “piquetes de huelga” en torno a las huel-gas generales que se desarrollaron, y sobre todo, si estas hubieran tenido una perspectiva clara de combate, y no de medidas aisladas, lo que hubiera hecho más dura aún la represión.

La “solución” de Syriza a este problema para llegar al gobierno, llevando hasta el final el planteo de Iglesias, fue entregar el control del ejército y la policía a una formación de la derecha nacionalista y xenófoba, ANEL, a través de una coalición parlamentaria y el otorgamiento del ministerio de defensa.

De conjunto, tanto el Frente Único como la autodefensa, eran indispensables para incidir sobre la relación de fuerzas, y por ende para el desarrollo de una situación revolucionaria. De aquí el señalamiento de Trotsky sobre que una situa-ción revolucionaria no surge ex nihilo sino que se construye en la lucha de clases. La clase obrera y el movimiento de masas en Grecia dieron muestras enormes de combatividad y disposición al combate, muy especialmente entre 2010 y 2012. A pesar de ello, como es evidente, no impuso el Frente Único o desarrolló organismos de autodefensa a pesar de sus direcciones, mostrando que la radicalización que hubo fue ciertamente embrionaria.

Para quién se conforme con este tipo de explicaciones el presente libro carece totalmente de sentido. La discusión puesta exclusivamente en estos términos, por fuera de la acción de las direcciones realmente existentes, de las burocracias políticas y sindicales del movimiento de masas, es la pura negación de la estrategia. Tan ridícula como la pretensión de analizar el resultado de una guerra sin evaluar la estrategia y la táctica de los Estados Mayores.

Como podemos ver en los debates de la III Internacional, desarrollados en el presente libro a partir del contrapunto entre Gramsci y Trotsky, la táctica del Frente Único Obrero parte de la constatación –reiterada constantemente en la historia- del papel central de las burocracias políticas y sindicales –incluidas las reformistas- como garantes de la división del movimiento obrero frente al capital.

De aquí que la constitución del Frente Único, y más aún su desarrollo, es obra de la estrategia. Es decir, depende de la existencia de una organización revolucionaria dispuesta a pelear por él. Es importante aclarar, nuevamente, que no se trata de una proclamación en abstracto, sino de la articulación de determinados volúmenes de fuerza material suficientes para imponerlo, así como para aprovecharlo estratégicamente desarrollando una lucha de tendencias al interior del Frente Único para atraer a sectores de masas hacia una estrategia y un programa revolucionario en base a la experiencia en común.

En el caso griego, sin embargo, solo las direcciones tradicionales, de la burocracia ligada al PASOK o el Partido Comunista, y políticamente Syriza, contaban con fuerzas suficientes para determinar la situación, las cuales utilizaron para boicotear el desarrollo del Frente Único. No hubo una fuerza revolucionaria organizada con peso suficiente en el movimiento obrero para presentar batalla.

Esta configuración resultante, muestra por la negativa el carácter indispensable del trabajo de la estrategia, tanto previamente como durante el proceso, el cual no solo incluyó el desarrollo de los elementos de la lucha de clases que señalábamos antes sino que se plasmó en el masivo pronunciamiento por el No al memorándum de la Troika en 2015.
La miseria de la política sin estrategia
Mucho se ha escrito en torno a Syriza y sus posibilidades de constituir un “gobierno de izquierda” luego de décadas de dominio en Europa de lo que Tarik Ali llamó el “extremo centro” [47] político incluyendo por igual a socialdemócratas y conservadores.

A poco de llegar al gobierno en enero de 2015, el ex-miembro del Comité Central de Syriza y de la ex-Plataforma de Izquierda, Stathis Kouvélakis, sostenía que lo que estábamos viendo era la consecución de la “estrategia de ‘guerra de posiciones’” de Gramsci que, según él, “Nicos Poulantzas y la tradición eurocomunista reformularon como la ‘vía democrática al socialismo’” [48] . A la inversa, tan pronto como en Julio de aquel mismo año se encontraba dando cuenta de “un desenlace completamente desastroso para un experimento político que dio esperanza a millones de personas luchando en Europa como en otras partes del mundo”. [49]

Efectivamente, el 6 de julio de 2015, la gran mayoría del pueblo griego votó en un referéndum organizado por Syriza el rechazó a la Troika. En el marco de una campaña de aterrorizamiento internacional protagonizada por todas las fuerzas burguesas, sus gobiernos y sus medios de comunicación, un 61% de los votantes votaron por el NO. Este porcentaje superó el 70% en los principales barrios obreros de la Atenas, y entre los jóvenes rondó el 80% [50]. Mostrando la evolución de la experiencia de las masas con la Troika y sus agentes locales.

La acción de Syriza luego de este pronunciamiento terminó de expresar la bancarrota del neorreformismo. Contra el voto ampliamente mayoritario de la población selló el acuerdo con la Troika. Negándose a atacar la propiedad capitalista, Syriza se convirtió en pocos meses en la administradora “de izquierda” de los planes de austeridad y de un plan privatizaciones sin precedentes, en el marco de una catástrofe social que incluye una tasa de desocupación que ronda el 24%, que asciende en la juventud a más del 46% [51], con un cuarto de la población en la pobreza.

Volviendo a Kouvélakis, y más allá de aquellas consideracio-nes sobre la “guerra de posición” –un debate que el lector encontrar por demás desarrollado en el libro-, lo cierto es que como representante del ala izquierda de Syriza es expresión de una extendida ilusión de que es posible un carril intermedio entre una estrategia de ruptura decidida con el capitalismo y la gestión –“de izquierda”- de lo existente que veíamos con Iglesias. La misma ilusión que en al interior de Podemos refleja el agrupamiento “Anticapitalistas”.

La explicación de Kouvélakis sobre la evolución de la situación en Grecia y el ascenso de Syriza, es la siguiente: “Los 32 días de huelgas generales, los cientos de miles de personas tomando las calles, no han parado una sola medida de los ‘memorandos’ de austeridad.” Y a renglón seguido agrega: “Un punto de vista político era necesario, esa conciencia fue la que preparó el terreno para el momento de la iniciativa política. Syriza capturó la imaginación de las personas, proporcionando una traducción política que faltaba hasta el momento.” [52]

Es ilustrativo ver cómo concibe el ascenso de Syriza al gobierno como la traducción política de la impotencia en la lucha de clases, que “no ha parado ni una sola medida de austeridad”, y cómo lo hace sin siquiera reparar en ello. Desde esta óptica, a la hora de sacar las conclusiones sobre el fracaso de Syriza, el error fundamental para Kouvélakis fue “pensar que se podría obtener algo negociando con las instituciones europeas en ausencia de un plan b, ausencia cuyas consecuencias están siendo sentidas de manera muy fuerte y devastadora en este momento”. [53]

Un “plan b” que no pasaba de la salida del euro acompañada de algunas medidas neokeinesianas sobre la base de una la devaluación monetaria [54], y que buscaba emular “rebotes” económicos como el que se produjo en Argentina bajo el kirchnerismo. Pero Grecia demuestra que el viento en cola que sustentó por una década a los gobiernos “posneoliberales” en América Latina luego de importantes levantamientos de masas, es cosa del pasado en el marco de la crisis mundial.

Para el referente de la ex-Plataforma de Izquierda, la pegunta no es por qué, las más de 30 huelgas generales no lograron nada. Aunque habla de “guerra de posición” en Gramsci, tampoco se pregunta si los trabajadores pudieron presentar un Frente Único defensivo en el combate contra la Troika, ni que hablar de la autodefensa, ya que en este caso defiende explícitamente el acuerdo con ANEL. No se trata de nada de esto, sino de no haber tenido un plan de salida del Euro para negociar más duro con la Troika.

Desde luego Kouvélakis no expresa en este sentido una visión original, sino la de toda una escuela de pensamiento de larga data. “La misión de esta escuela estratégica –decía Trotsky en referencia a otros representantes- consiste en obtener por la maniobra todo lo que solo puede dar la fuerza revolucionaria de la lucha obrera.” [55]

Lo cierto es que el ascenso electoral de Syriza entre 2012 y 2015 fue la traducción de la progresiva impotencia a la que iba llegado la lucha del movimiento de masas, dividido y desgastado por las burocracias sindicales y políticas en decenas y decenas de acciones con un efecto sobre la relación de fuerzas tendencialmente decreciente y finalmente cercano a cero. Esta es la relación precisa si abordamos el problema desde el punto de vista de la estrategia.

En cuanto a la dinámica, es similar a la que Trotsky analizaba para Francia en 1922. “Los Disidentes [56] reformistas –decía- son los agentes del ‘bloque de izquierda’ en la clase obrera. Sus éxitos serán mayores en la medida en que haga menos pie entre los trabajadores la idea y la práctica de un frente único contra la burguesía. Un sector de los obreros, desorientado por la guerra y por la demora de la llegada de la revolución, puede aventurarse a apoyar al ‘bloque de izquierda’ como un mal menor, en la creencia de que no arriesga nada, y por qué no ve otro camino.” [57] Es decir, en situaciones que aún no están marcadas por el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución, cuanto menor es el desarrollo del frente único contra la burguesía en la lucha de clases, más se fortalecen variantes políticas reformistas de colaboración de clase.

Desde este punto de vista, la dinámica que plantea Kouvélakis, es la inversa a la que podría llevar a un gobierno obrero anticapitalista y antiburgués, ya que la misma depende del más amplio desarrollo del frente único defensivo como base para el pasaje al frente único ofensivo, incluyendo los Soviets o Consejos, como la expresión organizada del Frente Único.

En esta articulación estratégica entre posición y maniobra es en la que se basó la III Internacional para la formulación de la táctica de “gobierno obrero” que tiene como principal característica desarmar a la burguesía y armar al proletariado. En el libro desarrollamos los importantes debates sobre este punto que tuvieron lugar alrededor de la experiencia “occidental” de la revolución alemana de 1923, y que a pesar del escaso estudio posterior, marcaron un punto de inflexión en la reflexión estratégica del marxismo.

El contundente resultado del referéndum contra la austeridad y la Troika constituyó una gran oportunidad perdida para revertir aquella dinámica, para lo cual podría haber cumplido un papel fundamental la táctica de “gobierno obrero”.

Un gobierno obrero en Grecia en 2015, podría haber aprovechado la voluntad que luego expresó el referéndum para imponer medidas de autodefensa fundamentales frente al pasaje a la “acción directa” de los grandes bancos y la Troika mediante la fuga masiva de capitales, que como el propio Kouvélakis señala modificó vertiginosamente la relación de fuerzas [58]. Y sobre esta base implementar el no pago de la deuda externa. Otro tanto podríamos decir respecto al 30% empresas que cerraron y su expropiación bajo control obrero, entre otras medidas.

Desde luego, este tipo de medidas de ruptura con el capitalismo necesariamente implican preparar el combate. El llamado internacional a la más amplia movilización por la anulación de la deuda griega, que no solo Syriza no planteó sino que Podemos desde el Estado Español se pronunció preventivamente en contra [59]. El repudio a la Troika hubiera concitado enorme simpatía en Europa, la que luego se terminó expresando por derecha, por ejemplo, en el Brexit. A su vez, aquel 61% que se expresó por el No al memorándum de la austeridad era la base para la creación de organismos de autoorganización, así como de autodefensa, para poder derrotar la resistencia de los capitalistas y sus fuerzas represivas. Desde luego esto abre a muchos de los problemas estratégicos que desarrollamos en el presente libro: la insurrección, la guerra civil y la extensión internacional de la revolución.

Ahora bien, sin dudas la primera condición para una dinámica de este tipo es la constitución de una fuerza material capaz de influenciar en los acontecimientos y construir una alternativa revolucionaria al neorreformismo, encarnado en Syriza. Sin este objetivo, siguiendo la lógica enunciada por Kouvelakis, la Plataforma de Izquierda que llegó a constituir el 30% de la organización, para mediados de 2015 quedó reducida a su mínima expresión. Pero incluso, quienes de algún modo se lo plantearon, como la Coalición de Izquierda Anticapitalista, Antarsya, principal coalición a la izquierda de Syriza y el PC, carecieron de fuerza material e influencia significativa.

La experiencia griega es una muestra de la necesidad del trabajo de la estrategia para que en los momentos decisivos el resultado no esté definido de antemano producto de la impotencia y/o inexistencia de una alternativa revolucionaria.
La estrategia y el arte de “crear poder”
La disposición a la lucha mostrada por los trabajadores y la juventud griega contrastó con el derrotero de sus direcciones, en primer lugar, la del neorreformismo de Syriza. Podemos se apresta a emular este recorrido en el Estado Español aunque con menor éxito hasta el momento. En ambos casos, la “relación de fuerzas” es transformada en una abstracción de la cual solo se puede dar cuenta. Demuestran más predisposición a alterarla, las derechas como el Frente Nacional en Francia, el UKIP en Gran Bretaña, o el propio Donald Trump en EEUU, entre otros, incluyendo la derecha brasilera que instrumentó un golpe institucional para hacerse del gobierno.

Pero no se trata solo de Syriza o Podemos. Por ejemplo, a finales de 2016, en el marco de la crisis del PT, el Partido Socialismo y Libertad (PSOL) de Brasil con Marcelo Freixo a la cabeza estuvo en la pelea por llegar [60] al gobierno municipal de Río de Janeiro, una de las ciudades más importantes de América Latina, que viene de importantes procesos de luchas docentes, obreras, estudiantiles. ¿Qué hubiera hecho el PSOL de salir victorioso en aquella elección?

Su búsqueda de acuerdos con empresarios, la intención de respetar la Ley de Responsabilidad Fiscal, etc. hacen suponer un camino parecido al de Syriza. Sin embargo, el movimiento que se expresó en la votación de Río, planteaba la posibilidad de un curso alternativo de ruptura con el capitalismo donde la ciudad se transformase en un bastión revolucionario para el resto del país. Desde luego, esta segunda opción nos devuelve a los problemas de estrategia y táctica, a la modificación –y no a la administración- de la relación de fuerzas.

Cuanto más agudos son los procesos de la lucha de clases, más “el desarrollo de las fuerzas -decía Trotsky- no cesa de modificarse rápidamente bajo el impacto de los cambios de la conciencia del proletariado, de tal manera que las capas avanzadas atraen a las más atrasadas, y la clase adquiere confianza en sus propias fuerzas.” Y agregaba: “El principal elemento, vital, de este proceso es el partido, de la misma forma que el elemento principal y vital del partido es su dirección.” [61]

Desde este punto de vista, la experiencia griega, también mostró el rotundo fracaso de las “alas izquierdas” del neorreformismo, que en el caso de Syriza, como decíamos, llegó a representar el 30% de la organización. Según Kouvelakis, la Coalición de la Izquierda Radical griega mostraba un nuevo modelo de partido a seguir, “una organización pluralista, que incluye varios tipos de tradiciones de la izquierda radical, co-munistas, trotskistas, maoístas, movimientistas y algunos socialdemócratas de izquierda. Debe ser visto como un proyecto para la recomposición de la izquierda radical.” [62] Pero, lo cierto es que no solo no recompuso a la “izquierda radical” sino que plasmó su rotundo retroceso.

Luego del triunfo del “No” en el referéndum, 15 diputados de la Plataforma de Izquierda votaron a favor del acuerdo con la Troika, bajo el argumento que de lo contrario el gobierno de Tsipras perdería la mayoría. Sus miembros que ocupaban cargos y votaron en contra fueron removidos del gobierno. A pesar de ello y de la represión gubernamental a las protestas contra el acuerdo, la Plataforma de Izquierda continuó en Syriza para romper pocas semanas antes de las elecciones de septiembre de 2015. Su nueva formación Unidad Popular, encabezada por 25 diputados, obtuvo en aquellas elecciones menos del 3% de los votos quedando afuera del parlamento heleno. Toda una postal de su impotencia.

Ahora bien, qué sucedió con los sectores organizados independientemente de Syriza como Antarsya (Alianza Anticapitalista de Izquierda). En una polémica con Stathis Kouvélakis, el dirigente de la corriente internacional referenciada en Socialist Workers Party británico, Alex Callinicos, señalaba: “La última vez que debatimos, Stathis habló de Antarsya, el frente de la izquierda anticapitalista, en el cual participan nuestros compañeros del SWP. Habló de que Antarsya había sido estratégicamente derrotada [en alusión a su falta de influencia en sectores de masas]. Pero para ser honestos ¿qué podemos decir de Syriza hoy? ¿No ha sido estratégicamente derrotada? ¿Qué pasa con la plataforma de izquierda? No creo que la actuación de la plataforma de izquierda […] sea nada de lo que podamos estar orgullosos.” [63]

Evidentemente Callinicos tiene razón en lo que respecta a la Plataforma de Izquierda, sin embargo, no responde al señalamiento de Kouvelakis sobre la debilidad mostrada por Antarsya en el proceso griego [64] . “Aquellos –decía Kouvelakis- que creen en la hipótesis de que ‘los reformistas fracasarán y la vanguardia revolucionaria estará esperando en los flancos para dirigir las masas a la victoria’, están viviendo fuera de la realidad.” [65] Y en esta afirmación hay que reconocer que el representante de la izquierda de Syriza tiene razón.

En este sentido, el presente libro, las problemáticas que aborda, las preguntas que lo motorizan, están ligadas al combate por la construcción de partidos revolucionarios, a nivel nacional e internacional, como parte del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) en Argentina y la Fracción Trotskysta – Cuarta Internacional (FT-CI) a nivel internacional. Constituye un intento de sacar lecciones de la historia y de la propia experiencia, tanto de los triunfos como de las derrotas y las frustraciones, en la búsqueda por aprender a articular aquellos “volúmenes de fuerza para el combate” para que, parafraseando a Clausewitz cuando la burguesía eche mano a la espada no terminemos saliéndole al cruce con una ceremonia.

Es lo que intentamos hacer desde la experiencia del PTS como parte del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) en Argentina 66 -un frente de independencia de clase que sostiene la perspectiva de un gobierno de trabajadores de ruptura con el capitalismo-. Poner en pie una fuerza material hegemónica a partir de los principales combates y procesos de organización de la clase obrera –así como del movimiento estudiantil y de mujeres- buscando desarrollar fracciones revolucionarias en su interior, mediante la articulación de los diferentes métodos y formas de lucha (la acción parlamentaria y extraparlamentaria, clandestina y abierta, la lucha contra la burocracia, el Frente Único, etc.).

Esto nos lleva a una última consideración de carácter más general, que hace también al sentido del presente libro. Las condiciones subjetivas para el triunfo revolucionario, no se forjan como rayo en el cielo sereno en los momentos decisivos, sino desde los mismos combates cotidianos. En este sentido es útil retomar la formulación de Lawrence Freedman cuando dice que: “la estrategia es el arte político central. Se refiere a lograr más de una situación determinada de lo que ofrecía la relación de fuerzas iniciales. Es el arte de crear poder.” [67]

El marxismo, a diferencia, de planteos como los de Foucault, no invierte la fórmula clausewitziana sobre que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Sin embargo, como desarrollamos en el libro, a diferencia de Clausewitz, su concepto de política, en lo que a las sociedades de clase se refiere, está indisolublemente ligado al concepto de lucha de clases al interior de las fronteras estatales, y a su vez tiene un carácter internacional.

Como señala correctamente el filósofo y sociólogo francés Raymond Aron, “En el marxismo de Lenin, el Estado y la ley derivan también de la violencia física más o menos camuflada. Toda paz, en una sociedad de clases, disimula la lucha” [68]. Así es que reserva el concepto de guerra para la violencia física cuando adquiere un papel no solo determinante sino también preponderante. Sin embargo, al interpretar la política en términos de lucha de clases, el enfrentamiento físico también es objeto de análisis en los periodos caracterizados como “de paz”.

Cada lucha seria, ya sea una huelga o conflicto parcial de la lucha de clases, cada enfrentamiento significativo con las burocracias políticas o sindicales, plantea un momento de medición de relación de fuerzas materiales. Del resultado de esos combates, incluso físicos, de la diferencia entre la relación de fuerzas inicial y la posterior, surge el desarrollo de la fuerza propia de un partido revolucionario capaz de encarar los combates futuros.

Por un lado, este proceso, desde luego, comprende triunfos y derrotas, ya que la elección de las condiciones del combate no depende exclusivamente de uno de los actores en conflicto. El trabajo de la estrategia siempre opera sobre las probabilidades, no da garantías de victoria, si así fuera la lucha sería innecesaria. Por otro lado, aquella fuerza propia, no surge de los resultados de los combates en forma automática o espontánea. Como señala el estratega militar norteamericano Edward Luttwak, “la victoria confunde; la derrota educa” [69]. De ahí que parte del trabajo de la estrategia sea el estudio escrupuloso de los combates anteriores, tanto para evitar la “confusión” como efecto de los triunfos, como para extraer las lecciones de las derrotas, cuestión fundamental para los posteriores enfrentamientos.

En estos combates, al contrario de lo que señalan Laclau y Mouffe sobre que la introducción del pensamiento de Clausewitz, no haría más que poner un “límite a la lógica deconstructiva de la hegemonía”, de una hegemonía en abstracto, la importancia de retomar el pensamiento estratégico está directamente relacionada con dar cuenta cabalmente de las fuerzas materiales en las cuales se encarna la hegemonía burguesa al interior de la clase obrera y sus potenciales aliados, y de extraer las consecuencias que se desprenden de ello.

Esto devino cada vez más fundamental desde la segunda mitad del siglo XX que vio el desarrollo sin precedentes de la burocracia política, sindical y de todo tipo en el propio movimiento obrero -así como en los movimientos sociales, de mujeres, estudiantil, etc.-. Lo que se traduce hoy, en el caso de la clase obrera, en que por un lado, nunca en la historia haya estado tan extendida a nivel mundial como en la actualidad y, sin embargo, nunca haya estado tan dividida y fragmentada. [70]

La lucha constante contra estas burocracias como garantes de la dominación capitalista es un prerrequisito para la constitución de la clase obrera en clase independiente, y desde luego para la lucha por la hegemonía. Frente a aque-llas fuerzas materiales, se trata de “crear poder” también material capaz de encarar los enfrentamientos decisivos.
La victoria es una tarea estratégica
El orden mundial que enmarcó la ofensiva imperialista de las últimas tres décadas, bajo el eufemismo de la “globalización”, se resquebraja paulatinamente al calor de más de un lustro de crisis capitalista internacional. El trabajo de la estrategia para desarrollar aquellas fuerzas materiales no es solo una opción sino una necesidad inmediata.

De su ausencia se desprenden consecuencias cada vez más significativas. En Grecia se demostró como la combatividad del movimiento obrero y popular puede ser dilapidada en manos del neorreformismo. Acontecimientos posteriores como triunfo del Brexit con el xenófobo UKIP como principal vocero, o el ascenso de Donald Trump a la presidencia de EE.UU. mostraron como ante la ausencia de alternativas independientes la clase obrera termina dividida entre variantes burguesas, con sectores que apoyan a demagogos de derecha, como en las antiguas zonas industriales de la zona del noreste de Inglaterra en el caso del Brexit, o del llamado “Rust Belt” del medio oeste en las presidenciales norteamericanas. Un capítulo aparte merecería el proceso en Egipto, cuyo resultado contrarrevolucionario se encuentra a la vista y tuvo consecuencias sobre la evolución de conjunto de lo que fue la “Primavera Árabe”.

En su momento alertaba Trotsky sobre el peligro de considerar “los grandes combates del proletariado sólo como acontecimientos objetivos, como expresión de la ‘crisis general del capitalismo’ y no como experiencia estratégica del proletariado” [71]. Extraer las lecciones de los procesos que ya se han desarrollado al calor de la crisis son fundamentales para la preparación subjetiva hacía los nuevos enfrentamientos.

La crisis mundial va a seguir dando procesos agudos de la lucha de clases, la cuestión es si esas oportunidades van a abrir paso a la revolución y el socialismo en el siglo XXI o al triunfo de la derecha y eventualmente al fascismo.

Como señalaba Trotsky, en uno de sus escritos tal vez más importantes: “La victoria de ningún modo es el fruto sazona-do de la ‘madurez’ del proletariado. La victoria es una tarea estratégica.” [72] Y agregaba: “Si el partido bolchevique hubiera fracasado en esta tarea, no se hubiera podido siquiera hablar del triunfo de la revolución proletaria. Los soviets hubieran sido aplastados por la contrarrevolución y los minúsculos sabios de todos los países hubieran escrito artículos y libros planteando que solo visionarios sin fundamento podrían soñar en Rusia con la dictadura del proletariado, siendo como era, tan pequeño numéricamente y tan inmaduro”. [73]

Esta quizá sea una de las principales conclusiones que, a cien años de la Revolución Rusa, nos deja la experiencia del siglo XX para el nuevo siglo que ha comenzado. La misma es el punto de partida del trabajo que el lector tiene en sus manos.
Notas
 [1] Schmitt, Carl, Teoría del Partisano. Observaciones al Concepto de lo Político, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1966, p. 72.
[2] Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal, Hegemonía y Estrategia Socialista, Bs. As., FCE, 2011, p. 104.
[3] Cfr. Ancona, Clemente, “La influencia de De la Guerra de Clausewitz en el pensamiento marxista de Marx a Lenin”, en AA.VV, Clausewitz en el pensamiento marxista, México, Pasado y Presente, 1979.
[4] Cfr. Claudín, Fernando, Marx, Engels, y la Revolución de 1848, España, Siglo XXI, 1985.
[5] Nos referimos a: Mehring, Franz, Krieg und Politik, Berlin, Verlag des Ministeriums für nat. Verteidigung, 1959-1961.
[6] Especialmente abordado en Mehring, Franz, “Eine Geschichte der Kriegskunst”, Die Neue Zeit Ergänzungsheft Nr. 4, 16 Oktober 1908. Disponible en: sites.google.com/site/sozialistischeklassiker2punkt0/mehring . Cfr. Anderson, Perry, Las Antinomias de Antonio Gramsci, México, Fontamara, 1991.
[7] Cfr. Nelson, H. W., León Trotsky y el Arte de la Insurrección (1905-1917), Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2016.
[8] Cfr. Capítulo 1 del presente libro.
[9] Cfr. Howard, Michael, Clausewitz. A very short introduction, Oxford, Oxford University Press, 2002.
[10] Trotsky, León, Stalin el gran organizador de derrotas. La III In-ternacional después de Lenin, Bs. As., Ediciones IPS, 2012, p. 131.
[11] Sobre continuidad y discontinuidad revolucionaria, cfr. Albamonte, Emilio, y Maiello, Matías, “En los Límites de la Restauración Bur-guesa”, en Estrategia Internacional n° 27, febrero 2011.
[12] Jacoby, Roberto, El Cielo por Asalto, p. 27. Editado por la Cátedra “Sociología de la Guerra” (UBA). Disponible en: https://sites.google.com/site/sociologiadelaguerra/Home/equipos-1/catedra/textos/el-asalto-al-cielo
[13] Bonavena, Pablo, y Nievas, Flabián, La guerra y la revolución. Reflexiones en torno a la conformación de una agenda teórica marxista. VII Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales UBA, Bs. As., 2007.
[14] Ídem.
[15] No solo las diferentes burocracias stalinistas o maoístas se pusieron a la cabeza de la restauración en los Estados donde se había expropiado a la burguesía y se transformaron ellas mismas en parte de las nuevas burguesías, sino que fueron, en muchos casos, las implementadoras de los planes del FMI. En los Estados capitalistas, la socialdemocracia, que a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial había demostrado en repetidas oportunidades su carácter políticamente contrarrevolucionario, pero había mantenido un papel reformista en lo social, se transformó en agente directo de la ofensiva capitalista como implementadora de las contrarreformas neoliberales. Los Partidos Comunistas siguieron un curso parecido, siendo parte en varias oportunidades de gobiernos “social liberales” en alianza con los PS.
[16] Bensaïd, Daniel, Trotskismos, Madrid, El Viejo Topo, 2007.
[17] Trotsky, León, ¿A dónde va Francia?, Bs. As., Ediciones IPS, 2013, p. 64.
[18] Ídem.
[19] Foucault, Michel, Defender la Sociedad, Bs.As., FCE, 2001, pp. 28-29.
[20] Cfr. Bensaïd, Daniel, Elogio de la Política Profana, Barcelona, Ediciones Península, 2009, p. 69.
[21] Foucault, Michel, op. cit., p. 28.
[22] Anderson, Perry, Tras las huellas del Materialismo Histórico, México, Siglo XXI, 2004, p.59.
[23] Cfr. Agamben, Giorgio, Estado de Excepción, Bs. As., Adriana Hidalgo editora, 2007.
[24] Agamben, Giorgio, Homo Sacer. El Poder Soberano y la Nuda Vida, España, Pre-Textos, 2006, p. 16.
[25] La extrapolación de Agamben contrasta incluso con sus fuentes, tanto con las elaboraciones de un contrarrevolucionario como Carl Schmitt, como con las de Walter Benjamin en su intento de pensar la revolución. En ambos casos, sus reflexiones sobre el estado excepción se encontraban completamente imbuidas de las características de la etapa que atravesó la primera mitad del siglo XX, signada por la guerra mundial y el enfrentamiento directo entre revolución y contrarrevolución.
[26] En las conferencias desarrolla una genealogía de la noción de “guerra civil” (“stasis” en griego) desde la Antigüedad griega hasta hoy, pasando por Thomas Hobbes, teórico monárquico inglés del siglo XVII. Para una crítica al abordaje de “stasis” de Agamben, cfr. Barot, Emmanuel, “¿Estamos en estado de ‘guerra civil mundial’?”, Ideas de Izquierda nº 21, Julio de 2015.
[27] Agamben, Giorgio, Stasis. La Guerra Civile come Paradigma Politico, Italia, Bollati Boringhieri editore, 2015, p. 31.
[28] Ibídem, p. 32.
[29] Ibídem, p. 31-32.
[30] Schmitt utiliza “guerra civil mundial” en forma específica para señalar el desarrollo de la revolución a partir de la Primera Guerra Mundial: “La verdadera enemistad surgió recién de la guerra misma que comenzó como una guerra convencional entre Estados sujetos al Derecho Internacional Europeo y terminó en la guerra civil mundial de la enemistad clasista revolucionaria” (Schmitt, Carl, Teoría del Partisano. Observaciones al Concepto de lo Político, op. cit., p. 130). Tampoco guarda relación con el planteo de Agamben en la actualidad.
[31] Cfr. Cinatti, Claudia, “El mapa de la guerra civil en Siria”, en Ideas de Izquierda nº 33, Septiembre de 2016.
[32] Bensaïd, Daniel, Elogio de la Política Profana, op. cit., p. 163.
[33] Foucault, Michel, Historia de la Sexualidad, México, Siglo XXI, p.116.
[34] Clausewitz, Carl von, De la Guerra, Tomo III, Bs. As., Círculo Militar, 1969, p. 11.
[35] Agamben, Giorgio, Homo Sacer. El Poder Soberano y la Nuda Vida, op. cit., p. 230.
[36] Badiou, Alain, “La Idea de Comunismo”, en AA.VV., Sobre la Idea del Comunismo, Bs. As., Paidós, 2010, p. 23.
[37] Cfr. Bensaïd, Daniel, Resistencias, p. 119
[38] Lazzarato, Maurizio, y Negri, Antonio, Trabajo Inmaterial. Formas de Vida y Producción de Subjetividad, Rio de Janeiro, DP&A editora, 2001, p. 16 (Disponible en http://www.rebelion.org/docs/121986.pdf). Cfr. Castillo, Christian, Estado, Poder y Comunismo, Bs. As., Imago Mundi, 2003.
[39] Agamben, Negri y Badiou, junto con una parte importante de la intelectualidad de izquierda europea, se pronunciaron en apoyo a Syriza, desde una óptica “europeísta” y exigiendo el respeto a la “so-beranía popular” dentro de la Unión Europea, afirmando: “nos batimos junto a los electores y los militantes de SYRIZA: no es por la desaparición de Europa, sino por su refundación”. También sectores de la izquierda trotskista como, por ejemplo, el Partido Obrero de Argentina, llamaron al voto por Syriza en aquel entonces, bajo el llamado a constituir un “gobierno de toda la izquierda” al que estaría dado exigirle que rompa con el imperialismo y la Unión Europea, que tome medidas anticapitalistas e “impulse”, nada más ni nada menos, que la conformación de un “gobierno de trabajadores”. Syriza llegó al poder años después pero claramente no para “refundar Europa” -en ningún sentido-, y menos que menos para abrir el camino a un “gobierno de trabajadores”, sino para aplicar la austeridad de la Troika.
[40] La evolución del proceso en Egipto implicaría un trabajo aparte que excede este prólogo. Sobre el tema: cfr. Cinatti, Claudia, “La ‘primavera árabe’ y el fin de la ilusión democrática (burguesa)”, Ideas de Izquierda N° 3, Septiembre de 2013.
[41] Trotsky, León, ¿A dónde va Francia?, op. cit., pp. 80 y 84.
[42] “Fort Apache - ¿Qué pasa con Grecia?”, 8 de Octubre de 2016, en https://www.youtube.com/watch?v=BpKBKQ8lmpI&t=142s
[43] Alusión a tres instituciones: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
[44] Errejón, Íñigo, y Mouffe, Chantal, Construir Pueblo. Hegemonía y radicalización de la democracia, Barcelona, Icaria, 2015.
[45] Iglesias, Pablo, Disputar la Democracia. Política para tiempos de crisis, Bs. As., Akal, 2015.
[46] Martínez L., Josefina, y Lotito, Diego, “Syriza, Podemos y la ilusión socialdemócrata”, en Ideas de Izquierda n° 17 marzo 2015.
[47] Ali, Tariq, Extremo centro, Madrid, Alianza editorial, 2015.
[48] “Syriza y la estrategia socialista – Exposición de Stathis Kouvela-kis”, en http://www.democraciasocialista.org/?p=4393, 25 de febrero de 2015.
[49] “Debate Kouvelakis – Callinicos: Syriza en el poder: ¿hacia dónde va Grecia?”, en http://www.democraciasocialista.org/?p=4792, 11 de julio de 2015.
[50] Maiello, Matías, “Triunfo del NO en el referéndum griego: dos paradojas y una disyuntiva estratégica”, en www.laizquierdadiario.com, 6 de julio de 2015.
[51] Datos para noviembre de 2016 según el servicio nacional de esta-dísticas griego.
[52] “Syriza y la estrategia socialista – Exposición de Stathis Kouvela-kis”, op. cit.
[53] “Debate Kouvelakis – Callinicos: Syriza en el poder: ¿hacia dónde va Grecia?”, op. cit.
[54] Bach, Paula, “Syriza: el fin de la utopía reformista”, en www.laizquierdadiario.com, 19 de julio de 2015.
[55] Trotsky, León, Stalin, el gran organizador de derrotas. La III In-ternacional después de Lenin, op. cit., p.173.
[56] Refiere a la minoría del Partido Socialista Francés (también llamado SFIO, Sección Francesa de la Internacional Obrera) que en la convención de Tours de 1920 se opone a la mayoría, partidaria de la Internacional Comunista que funda el Partido Comunista Francés. Los “Disidentes” rompen y posteriormente refundarán el Partido Socialista.
[57] Trotsky, León, Los Primeros 5 años de la Internacional Comunista, Bs. As., Ediciones IPS-CEIP, 2016, p. 424.
[58] Cfr. “Debate Kouvelakis – Callinicos: Syriza en el poder: ¿hacia dónde va Grecia?”, op. cit.
[59] Martínez L., Josefina, “Si Podemos llega al gobierno, no perdonaría la deuda a Grecia”, en www.laizquierdadiario.com , 25 de febrero de 2015.
[60] Obtuvo en el balotaje el 41% de los votos.
[61] Trotsky, León, “Clase, Partido y Dirección”, en Escritos sobre la revolución española [1930-1940], Bs. As., Ediciones IPS, 2014.
[62] “Syriza y la estrategia socialista – Exposición de Stathis Kouvela-kis”, en op. cit.
[63] “Debate Kouvelakis – Callinicos: Syriza en el poder: ¿hacia dónde va Grecia?”, op. cit.
[64] La conformación de Unidad Popular (UP), no solo dejó plasmada la impotencia del ala izquierda de Syriza, sino que este fracaso fue acompañado por una parte de las organizaciones que conformaban Antarsya que dejaron la organización para unirse a la UP. Es decir, no solo la debilidad de Antarsya la hizo incapaz de provocar una división progresiva de Syriza, sino que ella misma se debilitó aún más frente quienes se proponían reeditar un Syriza “de los orígenes”. Nos referimos a las organizaciones: la mayoría de ARAN (Recomposición de Izquierda) que era el tercer grupo más grande que formó parte de ANTARSYA, referenciados teóricamente en Althusser, Poulantzas y Gramsci; y a ARAS (Grupo Anticapitalista de izquierda), grupo más pequeños que tiene sus orígenes en el movimiento estudiantil de la década de 1980, con ideología althusseriana. Ambos terminaron por afiliarse a Unidad Popular. Ya en las elecciones de enero de 2015, Antarsya había conformado un frente con el “soberanista de izquierda” Alekos Alavanos, ex-presidente de Syriza, giro que fue criticado por sectores dentro de Antarsya, como la organización OKDE-Spartakos, que es parte del ala izquierda de dicho agrupamiento.
[65] “Syriza y la estrategia socialista – Exposición de Stathis Kouvela-kis”, en op. cit.
[66] El FIT, está integrado por tres organizaciones que se reivindican trotskytas, el PTS, el Partido Obrero, e Izquierda Socialista. Se ha consolidado como referencia permanente de un sector de masas du-rante los últimos 5 años y en un acto en un estadio de futbol a finales de 2016 ha movilizado a más de 20 mil personas. Cfr. Castillo, Chris-tian, “El gobierno de los CEO, el ‘decisionismo’ macrista y los desa-fíos de la izquierda”, en Estrategia Internacional nº29, Enero de 2016.
[67] Freedman, Lawrence, Strategy. A History, New York, Oxford Uni-versity Press, 2013, p. xii.
[68] Aron, Raymond, Pensar la Guerra, Clausewitz, Tomo II La Era Planetaria, Bs. As., Instituto de Publicaciones Navales, 1987, p. 48.
[69] Luttwak, Edward, Para Bellum. La Estrategia de la Paz y de la Guerra, Madrid, Siglo XXI, 2005, p. 29.
[70] Albamonte, Emilio, y Maiello, Matías, “En los límites de la Res-tauración Burguesa”, en op. cit.
[71] Trotsky, León, Stalin, el gran organizador de derrotas. La III In-ternacional después de Lenin, op. cit., p. 133.
[72] Trotsky, León, “Clase, Partido y Dirección”, en op. cit.
[73] Ídem.
Nota del Editor: El presente trabajo es la  Introducción al libro de Emilio Albamonte y Matías Maiello titulada “La imperiosa actualidad de la estrategia”. Han previsto que el libro, “El marxismo del siglo XX y la cuestión militar” será publicado en marzo de 2017
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Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocasKarl Marx

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