◆ El presente trabajo es un Capítulo del libro Crónicas marxianas. Sobre Marx y el Marxismo
que próximamente será publicado, que ha sido cedido gentilmente por su autor para "Ñángara Marx"
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Friedrich Engels ✆ June Ennels
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Nicolás González Varela
| ¿Marx
y Engels son una suerte de Castor y Pollux en la novela familar del Marxismo?
Después de la muerte de Marx, Engels se transformó no solo en el albacea del
legado de Marx sino, involuntariamente, en el “hombre de confianza del
proletariado con consciencia de clase”.
Como decía De Quincey a propósito de Kant, doy por sentado que toda persona
instruida confesará cierto interés por la historia personal de Friedrich Engels, aunque le haya faltado afición para
conocer la historia de sus opiniones filosófico-políticas. Y es que suponer a
un lector del todo indiferente a Engels es suponerlo del todo inintelectual.
Esta simple presunción es la que también nos obliga a escribir este breve
esbozo conmemorativo de su vida y práctica después de 1883.
El
tortuoso recorrido, entre errático y azaroso, que sufrieron a lo largo de su
historia editorial los escritos de Marx sólo puede compararse con las
coincidencias afortunadas, fantásticas, triviales y casi increíbles con las que
pudo salvarse para la posteridad la mayor parte de la obra de Aristóteles. Al
igual que Marx, sus escritos sufrieron las inclemencias de los intereses
políticos y los caprichos culturales en los cambios en la forma de atención. Y,
al igual que Aristóteles, los manuscritos de Marx guardan una peculiaridad muy
especial: la mayor parte son apuntes, bocetos, notas y memoranda, producto de una técnica de trabajo intelectual limitada
por la extrema pobreza y las constantes emigraciones políticas.
Pero a Marx se
le agrega una condición suplementaria: que el mismo Marxismo nació, se
desarrolló, se profesionalizó en escuela (y en ideología oficial de un estado)
cuando la obra de Marx no era aún accesible en su totalidad e incluso cuando
importantes partes de su “corpus” estaban inéditas. El éxito del Marxismo como
ideología de partido (“una Teoría que ha podido unir en un solo ejército a casi
todos los socialistas de Europa y América”),
bandera unificadora y ortodoxia de estado ha precedido en décadas a la
divulgación científica y exhaustiva de los escritos completos de sus
fundadores. Engels no solo se sentía responsable casi exclusivo de que cada partido obrero o federación
socialista se adueñase de una “Teoría científica” comunista, sino también de
cooptar y promover militantes con pensamiento crítico, autónomo, calificados
intelectualmente, capacitados para “mediar” y aplicar creativamente la Kritik marxiana a todos los ámbitos de
la sociedad. Fue al mismo tiempo en orden de prioridad asesor-consejero
partidario (como bien lo identificó Lenin), conciencia teórica indiscutida y bulldog de la ortodoxia.
Repasemos
en primer lugar las propias rarezas de las condiciones intelectuales de Marx.
Conociendo la enorme angustia existencial de Marx, en las bellas palabras de
Frossard “su itinerario está jalonado de hojas muertas, gacetas sin lectores,
libros y panfletos incautados que devoran sus escasos ingresos”, y las
limitaciones de su técnica de investigación, su Forschungswiese sin biblioteca personal, es asombroso el talento
para vencer tantas restricciones y lograr un texto limpio, coherente y
profundo. Pero este “laboratorio” artesanal de Marx al mismo tiempo hizo nacer
un problema editorial de implicancias ni siquiera imaginadas por él mismo: que
su producción “diurna”, sus largos períodos de estudio en el escritorio Nº 0-7
de la “Reading Room” del British Museum superaran con creces la parte esotérica
y “nocturna” de su obra, como puede verse gráficamente en el biorritmo entre su
vida y obra. La parte publicada era sólo la punta de un iceberg, menos de un
tercio de su obra, que emergía de una masa sumergida de manuscritos inéditos,
un verdadero continente compuesto con minúscula taquigrafía y que constituía un
dilema editorial de primer orden. Y solo existía una persona capaz de ser el
editor póstumo del Nachlass de Marx.
Y esa persona era Friedrich Engels, su amigo y segundo violín. Una vasta y
polémica tarea que le consumió los últimos años de su vida.
“Es un
verdadero diccionario universal, capaz de trabajar a cada hora del día o de la
noche, comido o en ayunas, veloz en escribir y comprender como el mismo diablo”,
decía Marx de su amigo, compañero y segundo violín. Tenemos un expediente
criminal lombrosiano de la atenta Polizei
de Colonia: “Nombre: Friedrich Engels. Profesión: comerciante. Lugar de
nacimiento: Barmen. Religión: luterano. Estatura: 1,70 m. Cabello y cejas:
rubio oscuro. Frente: normal. Ojos: grises. Nariz y boca: proporcionados.
Dentadura: buena. Barba: castaña. Mentón y cara ovalados. Tez sana-
Constitución: esbelta”. Engels tenía uan apariencia muy cuidada, era sobrio
para su propia persona, gastando en su aspecto lo indispensable. Muy raramente
se acostaba temprano. La mayoría de las veces lo hacía mucho después de
medianoche, se levantaba pasado el mediodía. Tras desayunar, se dedicaba a leer
periódicos y revistas en casi todas las lenguas, un gran paquete que entregaba
en su puerta todos los días el cartero. Luego pasaba a su nutrida correspondencia,
leyendo y contestando en varios idiomas. Después del almuerzo le gustaba
pasearse por las suaves colinas cercanas e inmediatamente se ponía a trabajar
en serio en el Nachlass marxiano. A
las siete en punto Lenchen Demuth, al antigua sirvienta de los Marx, le llamaba
para cenar. Descansaba una hora y seguía con la tarea editora. En su elegante
estudio de trabajo victoriano, cuyas paredes estaban cubiertas de armarios y
anaqueles repletos de libros, “no se vía un solo recorte de papael en el suelo,
y los libros, con excepción de unos diez o doce que monetáneamente se
encontraban sobre el escritorio, estaban todos en el lugar que les
correspondía” recordaba el yerno de Marx, Lafargue.
A la
muerte de Marx, Engels se enfrentó con este gigantesco filón de manuscritos
codificados en la minúscula letra característica de su amigo y con cuidado
trató de salir del problema, preparando la edición de los tomos restantes de El Capital, aunque actualmente se está
analizando críticamente su tratamiento editorial e incluso su tándem teórico-práctico con el mismo
Marx. Una de las razones que esgrimía Engels para no trasladarse a Alemania,
tal como se lo pedían desde el recién creado SPD, Partido Socialdemócrata
Alemán (luego albacea de los Nachlass)
era su deseo de completar el trabajo de edición de Das Kapital en Londres y reordenar el enorme fárrago de manuscritos
heredados. Kautsky le escribía en 1886 a Bernstein sobre el asunto: “Si yo
estuviera en lugar de Engels, no seguiría viviendo en Londres ¿Qué es lo que
ofrece Londres? Nada. Casi nunca va al teatro y no visita los museos o las
exposiciones. No tienen allí amigos. Casi todas las personas a quienes quería,
Marx, Lafargue, Longuet y otros han muerto o se han ido a vivir a otras
partes”. Engels apreciaba de Londres, según sus propias palabras, “la perfecta
neutralidad que rodea a quien lleva una actividad científica”. A Bebel le hizo
saber que no iría a ningún país donde existiera persecución policial o la
posibilidad de verse desterrado.
Además, estaba en los planes de Engels hacer, con el material y la
correspondencia existente, una biografía completa de Karl Marx (de la que
apenas completó dos artículos sueltos)
y una historia social del movimiento obrero alemán entre 1843 y 1863. Pero
Kautsky no se equivocaba en su juicio: “El General” estaba realmente muy solo.
Y que muchos lo relacionaban con su carácter poco político, lo confirma el
propio Kautsky: “…reinaba la opinión de que Marx tenía mucho más talento para
tratar con los camaradas que Engels. Se cuenta que la redacción de la Neue Rheinische Zeitung trabajaba en la
mayor concordia con Marx y en ocasión de un viaje a Viena, Engels le sustituyó
en la redacción. Cuando regresó Marx, reinaba en el periódico una total
perturbación y una actitud de viva hostilidad contra Engels. Sin embargo, Marx
pronto consiguió restablecer muy pronto la concordia”. Wilhelm Liebcknecht (a
quién los Marx apodaban “Biblioteca”) comentando el mismo incidente concluye en
la naturaleza dictatorial de Engels, un “amante del orden” a toda costa.
Engels
casi en solitario en un Londres ya hostil social y políticamente. Fanny
Kravchinskaia, narodovolcen rusa, en sus visitas describe que “los días
de la semana Engels trabajaba muy concentrado y vivía bastante retirado de
todo, pero los domingos le gustaba estar rodeado de gente en su casa. Ese día
su casa estaba abierta a todos… Un domingo cuando llegamos a su casa, ya había
una veintena de personas en torno a la mesa: socialista, escritores, políticos.
Una reunión internacional. Se hablaba en varias lenguas. En un extremo de la
mesa, presidiéndola, se hallaba el ya encanecido Engels, quién me gustó a
primera vista. Era el alma de la reunión. Los presentes discutían
acaloradamente, gritaban, y también se volvían hacia Engels… quién contestaba
solícito en alemán, inglés, francés…” Engels sin embargo prefería escribir y
polemizar desde el papel, pero era un orador con pocas dotes y muy poco
popular. El sastre emigrée Lessner,
miembro de la legendaria Bund der
Kommunisten, señala que la última aparición pública de Engels tuvo lugar en
1893, cuando habló en el Congreso de Zürich, en Viena y en Berlín, y que
siempre “exponía abiertamente lo que pensaba, tanto si ello gustaba como si
no”. A pesar de su edad, Engels participaba todos los 1º de mayo en las
manifestaciones de los obreros de Londres, el famoso May Day rally en Hyde Park y subía siempre a la tribuna montada en
la caja trasera de un camión engalanado, existe una vignette que lo representa junto a Eleanor Marx,
pero nunca hacía uso de la palabra, se consideraba un orador “flojo”. Kautsky
también reconoce que Engels “rehuía mucho más que Marx la agitación oral y la
participación en congresos”.
Bernstein recuerda esos días de 1884: “Marx había fallecido… y todas sus obras
póstumas pasaron a manos de Engels, quién las seleccionó y ordenó con la mayor
dedicación, con el fin de que el mayor material posible de su amigo pudiera ser
publicado. Cuando yo llegué allí, Engels me leía noche tras noche, hasta altas
horas de la madrugada, fragmentos de esos manuscritos y del esbozo de un libro,
basado en extractos que Marx había tomado de la obra ‘Ancient Society’ del americano Lewis Morgan… Después de la cena,
Engels descansaba un rato, para hablarme, luego, sobre los trabajos de Marx y
leerme algo de sus manuscritos. Esta era nuestra forma de vida durante todos
aquellos días…”. En el mismo año, Kravchinski (aka Stepniak, sobre el cual Eleanor Marx escribió dos artículos),
el terrorista ruso lo visitaba dándole la impresión de que “Engels es muy
inteligente y endiabladamente culto ¡¡Cómo habla el francés!! Además imagínate:
incluso entiende el dialecto de Milán. Hace treinta años estuvo tres meses en
Milán y hasta hoy no ha olvidado aquel dialecto. Es muy inteligente”. Aveling,
el poco recomendable yerno de Marx lo describía en esos días como “de una
estatura de 1,85, y hasta su última enfermedad era un hombre de porte erguido,
militar, que llevaba con facilidad la carga de su más de setenta años. Ese
porte militar y el paso rápido y elástico guardan cierta relación con el nombre
que sus íntimos le daban: el General… Engels era capaz de hablar con cada uno
de sus visitantes en su lengua materna… era un admirable anfitrión. Era la
hospitalidad en persona y tenía unos modales excelentes”.
Como una
especie de Theofrasto de Marx, Engels, con 62 años, se ocupó del desciframiento
y edición del Nachlass, tarea
herculéana, temiendo no concluir con esa misión, pues, como le confesara a
Lavrov por carta: “…soy el único ser viviente que puede descifrar esa escritura
y esas frases abreviadas…”.
La hija de Marx Eleanor, albacea testamentaria según la ley inglesa, le
comentaba a su hermana Laura Lafargue que ordenar los papeles, la clasificación
del Nachlass será “un trabajo
horrible”. Es
curioso que Engels, incluso con Marx en vida, había vislumbrado su destino
no-deseado de editor póstumo, ya sea por las limitaciones del propio estilo de
trabajo de Marx (lento, minucioso, autocrítico ad nauseam), ya por conocer el ritmo del trabajo de su amigo. “No
costará poco trabajo”, escribió al Roten
Becker, “manejar los manuscritos de un hombre como Marx, cada una de cuyas
palabras vale lo que pesa. Pero, para mí es un trabajo grato, ya que me siento
otra vez al lado de mi viejo amigo”. Recién fallecido Marx, Engels confesaba a
Sorge que era mejor que se lo hubiera llevado la muerte, ya que: “…vivir
teniendo ante él numerosos trabajos inacabados, devorado por el ansia de
acabarlos y la imposibilidad de conseguirlo —esto le hubiera sido mil veces más
doloroso que la dulce muerte que se lo ha llevado…”.
Lo que encontró era, según el comentario sincero que le hizo a Kautsky, una
criptografía propia de un jeroglífico. Charles Rappoport que lo conoció en 1896,
cuenta que “a mi pregunta sobre la publicación del IIIº tomo de Das Kapital, Engels señaló un enorme
volumen de manuscritos y me propuso que al menos leyera una sola línea de
ellos. Pero no logré descifrar absolutamente nada, pues la escritura era
completamente ilegible. ‘Ahora comprenderá’, dijo Engels, ‘cuan difícil me resulta establecer tan sólo el texto’”. Engels sistematizó su labor de editor en una
pequeña cadena de producción: en primer lugar copiaba los manuscritos escritos
por Marx entre 1861 y 1880; luego cotejaba las citas y comentarios, hilaba los
párrafos, secciones y capítulos inconexos, seleccionando la versión más
elaborada para entregarla a la imprenta, simpre con la idea del que fuera “Marx
en las propias palabras de Marx”, finalmente corregía las galeras (proof) para entregarlas a la imprenta. Ayudado
por un secretario copista, a quien le dictaba ocho horas por día, pudo editar
en 1885 el segundo tomo de Das Kapital,
siendo exclusivamente por su criterio la decisión de dividir los manuscritos
inéditos de Marx en dos tomos y publicar en un cuarto la historia crítica de
las doctrinas económicas. La redacción y establecimiento del tercer tomo le
costó un enorme trabajo de casi diez años, debido a su complejidad y al
carácter críptico que tomó el estilo de trabajo intelectual de Marx. En esta
tarea lo ayudó ahora Karl Kautsky, futuro renegado, quien cuenta detalles del
laborioso trabajo: “El tercer tomo de Das
Kapital trata sobre una ingente cantidad de los más importantes y difíciles
problemas. El material para ese tomo tuvo que reunirse con enormes esfuerzos
(muchos más que en el segundo) a partir de manuscritos fragmentados, que luego
habría que elaborar para convertirlos en una exposición coherente…”. El cubano Lafargue,
otro yerno de Marx, relata este trabajo de Sísifo: “Está trabajando en el tercer
tomo. Kautsky le está ayudando. Ya conoce Usted la letra minúscula de Marx. En
sus Nachlass todavía resulta peor,
dado que contiene abreviaturas que es preciso adivinar, así como tachaduras y
correcciones que hay que descifrar; todo ello entraña las mismas dificultades
de lectura de un palimpsesto griego con ligaduras. Kautsky es el primero que
lee el manuscrito y hace una copia a Engels, que revisa y completa según los
otros manuscritos. En una de sus últimas cartas, Engels me escribió que se
siente satisfecho de esta forma de trabajo y que Kautsky es muy diestro
descifrando el texto de Marx… Realmente es extraordinario cómo logra realizar
todos los trabajos de la edición de las obras de Marx…”. Mientras los trabajos
de pre-edición y editoriales de Engels al segundo tomo alcanzaron escasamente
las diez páginas, en el tomo tercero tuvo que recomponer capítulos y secciones
enteras. Un especialista como Maximilien Rubel nota que: “…Engels da la
apariencia de obras terminadas a páginas a menudo informes y mal redactadas,
materiales de un trabajo del que el propio Marx decía que era necesario
completarlo y aún escribirlo… Los tomos II y III son eso: bosquejos, tanteos, a
veces desesperados, materiales para los futuros ‘libros’ y nada más…”.
Así que Engels asumió la tarea de divulgar, concluir y presentar como sistema
concluso una teoría en realidad abierta e inconclusa. Un torso, como precisó la
intuitiva Rosa Luxemburg. Mucha de estas presiones por presentar un Marx
científico se debieron al propio rol de Engels en la lucha y consolidación de
la socialdemocracia alemana. Como afirma una discutible reciente biografía,
Engels tenía una visión hiperpráctica del mundo, era más pragmático que Marx,
nunca fue (ni pretendió ser) un gran filósofo político; era consciente de la
necesidad que la idea comunista tuviera una encarnación organizacional, una
maquinaria política, por eso presionaba en vida a Marx, ya desde 1845 cuando
esbozaban La Ideología alemana, para
que terminara escritos con los que guiar al movimiento político. Bajo estas
premisas fue que Engels “sistematizó” a marchas forzadas el Nachlass de Marx y fue una suerte de Streetfighter ideológico a la hora de
demarcar la ortodoxia. Como había afirmado Viktor Adler, líder del socialismo
austríaco, Engels más que teórico era el “gran tacticista” indispensable del
Socialismo de la IIº internacional.
A Bebel
cuando publicó el tomo II de Das Kapital
le señaló teniendo a la vista la lucha política que “cuando este tomo aparezca,
también los filisteos dentro del partido volverán a recibir un rudo golpe, que
les dará de pensar”. El amigo-editor empezaba a verse influido por la petit politique y la lucha de
fracciones, por el surgimiento del Revisionismus
dentro del propio partido. No sólo se trataba de un único enemigo: combatió el
“idiotismo parlamentario” así como la tendencia izquierdista y autónoma de los llamados
“Jóvenes”, además del Darwinismus y
el Socialismo neokantiano. Engels ya usaba asiduamente el concepto verzerrten Marxismus, “Marxismo
desfigurado”, en sus luchas ideológicas internas.
También con variantes externas de radicalismo psedocientífico y fantasías
sociológicas, como el mutualismo neoproudhoniano, las cooperativas de
producción de Lassalle, la “sociedad igualitaria” del antisemita Eugen Dühring,
la sociedad fabiana o el “acertijo cósmico” del popular divulgador Haeckel. Lo
peor es que muchas de estas ideas habían penetrado a la misma dirección del SPD
(Liebknecht era uno de los más crédulos). Esta tarea se superpuso a la de
editor o más bien, se subsumió estratégicamente una a la otra. Al mismo
Rappoport, que le preguntó por la falta de base teórica o cierta incompletitud
de la filosofía de Marx, Engels enfadado le respondió: “¿Qué más quiere? ¡Si ya
tiene Das Kapital, Moisés y los
profetas! ¡Haga el favor de estudiarlo!”. Comenzaba una larga marcha por el
desierto rojo, donde las necesidades de rápida vulgarización, simplificación
popular, esquematismo y reducción a un esquema ideológico elemental marcarían
el inicio de los diversos marxismos, el “segundointernacionalista”, el de la
“segunda-y-media” y finalmente el leninismo. El “ismo” en Marx nació en la
época de Engels como timonel, en las revistas de partido dirigidas por los
futuros centristas, revisionistas y socialistas de derecha, Kautsky, Bernstein;
nació en la correspondencia de Engels con Bebel; nació en la Vulgata
de los textos y prólogos de Engels y de las polémicas del propio Engels con
fracciones, escuelas, críticos, socialistas de cátedra, populistas e incluso
con el renacimiento del Materialismo vulgar a fines del siglo XIX. Hasta tal
punto que la historiografía define esta fase “paulina” con la misma fecha, la
periodización coincide con los doce años en que Engels desarrolló su actividad
de editor, difusor y sistematizador de un pensamiento inacabado. La urgencia de
la forma de la mediación entre teoría marxista y praxis, el Umsetzungsproblem, subsumió el trabajo crítico de edición.
La casa
de Engels en la calle Regent Park 122 en el barrio de Primrose Hill, un barrio chic, se transformó en un centro de
correspondencia mundial, encuentro de revolucionarios peregrinos y mesa redonda
de política, en especial los domingos, con invitados rotativos y
circunstanciales. Axelrod, fundador de la socialdemocracia rusa y futuro compinche
de Lenin, recuerda “por aquel entonces Engels tenía más de setenta años. La
fama que le rodeaba no había disminuido en lo más mínimo su sencilla
cordialidad que le distinguía desde siempre… nos servía formidablemente… había
pastel de carne, ponche, y también cerveza…”. August Bebel lo recuerda en 1895
como “un hombre atractivo, amable, que se mostraba partidario del lema de
Martín Lutero, según el cual el vino, al mujer y el canto son los condimentos
de la vida, no olvidándose con ello la seriedad de la vida… siempre alegre y de
buen humor, poseía una sombrosa memoria para toda clase de pequeñas vivencias y
situaciones cómicas en su agitada vida… Engels era también un buen bebedor, que
comandaba una respetable bodega y se alegraba cuando sus invitados rendían
honores a sus vinos”. La menchevique Vera Zasulich, traductora de Marx al ruso,
le escribe a Plejánov (el padre del Marxismo ruso) su impresión: “Banquete de
gala en casa de Friedrich Engels con motivo de su cumpleaños 70º. Un pavo del
tamaño de un niño de dos años y medio. Para cada plato un bouquet y una tarjeta de mesa. Fue de lo más aburrido…”. Eleanor Marx,
lo describe en una vignette familiar:
“tiene barba, que adopta una extraña inclinación lateral y que ahora comienza a
encanecer. Su cabello, por el contrario, se mantiene castaño y sin una sola
cana… Pero si el aspecto externo de Engels es joven, él todavía lo es mucho más
que su aspecto…”. El socialdemócrata ruso Alexei Mikhailovich Voden, aka “Alexis Nedow”, también describe
como en su primera visita en 1893 “Engels le enseñó primeramente su enorme
gato… y se sonrojó cuando le pregunté por los escritos juveniles, debiendo
creer que yo me refería a sus primeros ensayos como poeta… Le expliqué la
necesidad de publicar lo antes posible todos los escritos de Marx… se
autopreguntó: ¿debería emplear el resto de su vida en publicar viejos
manuscritos del trabajo publicista de 1840 o bien debería, después de publicado
el tomo III de Das Kapital, editar
los manuscritos sobre la historia de las teorías de la plusvalía?... Al día
siguiente regresé, me entregó una lupa y permitió que leyera un manuscrito tras
otro de puño y letra de Marx: ‘Sankt Max’; una versión más extensa de Kritik der hegelschen Rechtsphilosophie,
y partes de la Deutsche Ideologie...
la caligrafía me hizo comprender la desesperación de sus profesores de la época
de Treveris”. Hasta un político conservador prusiano, el junker Helmuth von Gerlach, en viaje de estudios a Londres en 1894,
reconocía muy a su pesar que “Engels me causó una impresión imborrable. Es un
profundo pensador, al que le gusta recibir en la biblioteca, y en la
conversación era un alegre renano… Con motivos de triunfos del movimiento
obrero, me invitó con amigos londinenses a beber un barril de cerveza… Fue una
velada muy divertida, y yo, que no era socialdemócrata, no tuve en ningún
momento la impresión de ser un intruso. Engels resultó ser un anfitrión de
tanta naturalidad y tan formidable, que cualquier persona tenía que sentirse a
gusto en su compañía”. Gerlach calificaba a Engels como el “héroe” indiscutido
de la Socialdemocracia internacional.
En otra ocasión, Jenny, una de las hijas de Marx, le hizo una vez una confesión,
y cuando le tocó el turno a su idea de qué era la felicidad, Engels no dudó:
vino “Chateau Margaux” cosecha 1848.
En los
dos prólogos a ambos tomos, Engels reconoce que no fue una tarea amena preparar
la publicación de los manuscritos inéditos heredados de Marx. No lo fue porque
el trabajo editorial debía forzar a que el producto final pareciera una obra
coherente, articulada, sistemática, con una unidad en sí misma, y sin que el
lector percibiera la mano oculta de su edición. Engels resume así los
manuscritos de Marx: estilo desaliñado (nachlässiger
Stil), expresiones y giros familiares (familiäre
Ausdrücke), terminología técnica en idioma inglés y francés que Marx no
manejaba muy bien (englische und
franzözische technïsche Bezeichnungen); además de páginas enteras en inglés
de las ideas bajo la misma forma en que las desarrollaban los autores que
glosaba en la biblioteca, partes expuestas de manera pormenorizada, otras
apenas insinuadas, materiales de hechos demostrativos o ilustrativos acopiados
pero sin clasificar, sin ningún tipo de elaboración, frases inconexas entre los
capítulos, comentarios de corrección, análisis inconclusos y, por último: el
hecho conocido que la letra de Marx no pocas veces resulta ilegible hasta para
él mismo o sus hijas.
El tomo tercero, que inicialmente para Engels sólo ofrecía dificultades
técnicas (technische Schwiergkeiten),
luego se presentó como un embrollo de difícil solución: Marx sólo había
delineado un primer borrador, colmado de lagunas, digresiones, puntos
secundarios sin lugar definitivo e ideas in
statu nascendi. Engels lo relata con sus propias palabras: “…Mi trabajo
comenzó dictando, para efectuar una copia legible, todo el manuscrito a partir
del original, que a menudo resultó difícil de descifrar hasta para mí mismo, y
esta tarea me quitó mucho tiempo. Sólo entonces pudo comenzar la redacción
propiamente dicha. La he limitado a lo más imprescindible, conservando en la
medida de lo posible el carácter del primer borrador toda vez que la claridad
lo permitía…cada vez que mis alteraciones o agregados no son meras correcciones
estilísticas o cuando he debido elaborar el material fáctico ofrecido por
Marx…Todo el pasaje ha sido colocado entre corchetes y señalado con mis
iniciales…Como no podía ser de otro modo en un primer bosquejo, se hallan en el
manuscrito numerosas referencia a puntos que deben desarrollarse más adelante,
sin que tales promesas se hayan cumplido en todos los casos…”. Se daba por satisfecho con haber
“reproducido” los escritos con la mayor literalidad posible, intercalando
proposiciones explicativas y nexos únicamente en los puntos indispensables. Pero
Engels se contradecía a la vista del tomo III: primero aparentemente no conocía
en detalle el estado real de los manuscritos de Marx, ya que en el “Vorwort” de
1885 (tan solo dos años después de la muerte de Marx) al tomo II de Das Kapital afirmaba que la preparación
para la imprenta avanza rápido, que presentaba algunas dificultades técnicas en
secciones importantes y poco más.
Una rápida revisión del trabajo editorial de Engels nos revela una faceta
no-dialéctica: al avisar al lector que se ha preocupado por facilitar la
“comprensión del texto”, las premisas metodológicas marxianas. La fundamental
división (que incluso llega a ser formal, formell)
entre Modo de Investigación (Forschungswiese)
y Modo de Exposición (Darstellungswiese),
que Marx presentaba no solo en la Einleitung
de 1857 sino en el prólogo a la segunda edición de Das Kapital como el “Método dialéctico”
que evitaba toda construcción apriorística, queda ahora desechado sin más. Para
Marx la Darstellung no consistía en
un ensamblaje más o menos virtuoso, más o menos hábil de los resultados
finales, sino que se trataba de exponer adecuada-críticamente el Movimiento
real y efectivo (wirkliche Bewegung)
del Capital. El proceso fundamental de “Accesibilidad” (Zugänglichkeit) a la
clase obrera de los resultados científicos de la Kritik, que Marx destaca en el “Prólogo” a la edición francesa de
1872, como la consideración que debe prevalecer sobre cualquier otra, queda sofocada. El revolucionario Untersuchungsmethode (como le denomina
el mismo Marx) que jamás se había aplicado a los problemas económicos, queda
diluído y degradado bajo el pistón de la lectura comprensora media. La Dialektische
Darstellungsmethode, como parte de la Kritik a la Economía Política, intentaba “reflejar idealmente” (spiegelt sich… ideell wider) la vida (siempre dialéctico-materialista) del objeto.
Bajo la obsesión de que el lector medio alemán entendiera el argumento de
manera clara y plástica, Engels comienza a decidir en el Nachlass qué es lo importante para ese lector imaginario. No se
sabe qué material de Marx se encontraba ordenado según una adición
investigativa y cual estaba ya presentado según el Darstellunsmethode. Estas contradicciones internas en el legado
literario de Marx (que no existen en el Nachlass)
reflejan y proyectan las propias contradictorias intenciones de Engels: por un
lado, deseaba mantener el espiritu original de los manuscritos de Marx, su
caracter auténtico pero provisorio y abierto; por el otro, se obligaba a lograr
un texto más “escolar”, legible, comprensible políticamente. El producto final,
como demostró Negt, fue una tarea de “deslinde” (Grenzbestimmungen), la
aplicación de un método de demarcación, de cercamiento, fijando hitos positivos
en pos de diferenciarla del ecleticismo interno y de las ideologías colindantes
de la época. Y como podemos adivinar ambos objetivos se repelen mutuamente.
El Umsetzungsproblem es reconocido
por Engels en el prólogo al tomo III de 1894: el incremento del movimiento
socialista europeo y el paralelo surgimiento de radicalismos populares
pseudocientíficos le impusieron “nuevas obligaciones” políticas que requerían
su ayuda “con mucha mayor frecuencia” que en el aspecto teórico. Los “trabajos
emergentes”, los entspringeden Arbeiten
tácticos se presentaban para el Engels tardío como un “deber ineludible”, que
requería eficacia inmediata y que se alejaban de toda Teoría en estado puro.
Como señalo en una recensión del tomo I de Das
Kapital,
Engels temía que el libro defraudará a muchos lectores obreros. No le faltaba
razón: en los cuatro primeros años a
partir de la publicación del tomo I de Das
Kapital no se vendieron más de mil
ejemplares. Engels resolvió que con los tomos sucesivos e inéditos no se
produciría esta problemática de la
mediación fallida entre Kritik y
revolución. La propuesta retórica fue una utopía comunicativa inconsciente:
retrotraer al dialéctico Marx a una forma popular expositiva científica, a la
aridez de la ortodoxia más pedagógica y al método de deslinde. La dialéctica
entre idealidad y materialismo sería reemplazada por la comprensión escolar de
leyes positivas del movimiento. El elemento precientífico en la ideología
dominante en las clases obreras, en su conciencia-en-sí, sería superado no con
más sino con menos dialéctica. Si comparamos el manuscrito original del Nachlass con la edición engelsiana
la sorpresa puede ser mayúscula: prácticamente cada folio del escrito de Marx
tiene correcciones y modificaciones de Engels! Incluso en algunos solo
sobrevive de la escritura marxiana primitiva un escueto párrafo. Por ejemplo,
Engels modificó toda la estructura (¿protodialéctica?) del manuscrito original,
incluyendo el título (que pasó de Gestaltungen
des Gesamtprozesses –La formación del proceso en su conjunto- a Der Gesamtprozess der kapitalistischen
Produktion -El proceso de producción capitalista en su conjunto-), además
de subtítulos, encabezados, segmentación en capítulos. Por supuesto, las
controversias en torno a Engels como ejecutor testamentario del legado del Marx
desconocido se emparentan directamente con la contribución general de Engels no
sólo a la divulgación y establecimiento de la herencia literaria sino de su
contribución al mismo Marx (ismo)
como tal.
Un debate paralelo a la difusión
del Marx desconocido es sin lugar a dudas la relación activista-intelectual y
afectiva entre los dos “violines”. El debate viene de lejos, pero se ha
actualizado debido a justamente la posibilidad fáctica que existe a partir de
la edición de los sucesivos MEGA’s (Obras
Completas) de constatar documentalmente las diferencias y afinidades entre los
dos amigos. No se trata de hagiografía o de psicoanalizar la novela familiar,
sino de profundas implicaciones que socavan el mismo estatus científico del Comunismo
y su propia validez y coherencia interna como “las condiciones de emancipación
del proletariado”. Dada la propia historia interna del Marxismo, el rol de
Engels como albacea testamentario, editor, leyenda viva y popularizador es
absolutamente crucial para una satisfactoria comprensión de lo que se entendió
por marxismo durante un siglo. Es decir en este aspecto debemos cambiar al
vieja óptica, inducida por la misma autointerpretación del “El General”, y
analizar en cuanto al nacimiento y difusión del Marxismus a Engels en primer plano, y a Marx en un segundo.
Al morir Marx surgió inmediatamente la idea de unas obras completas, dada la
carencia o la dificultad para encontrar sus escritos. En un año tan temprano
como 1883, la socialdemocracia rusa reunida en el Congreso de Copenhague
realizó un llamado al SPD alemán para iniciar una edición popular exhaustiva.
Un año más tarde, abril de 1884, el propio Engels le comenta la misma necesidad
a Rudolf Mayer, hablando de una “Gesamtausgabe von Marxens zerstreuten
Aufsätzen”, o sea, de una edición completa de todos los ensayos dispersos de
Marx. En mayo de 1885 es Hermann Schülter, responsable del diario
socialdemócrata suizo Sozialdemokrat,
quién le propone a Engels un plan de editar un tomo de compilación de escritos
de Marx, dentro de una futura serie titulada “Sozialdemokratische Bibliothek”.
La noble y gigantesca tarea le estaba reservada al joven estado bolchevique.
Pero esa es otra historia…
En los
doce años que le sobrevivió a Marx, Engels además de trabajar como editor y co-autor,
escribió un gran número de artículos y publicó dos libros de gran importancia,
tanto positiva como negativa. Uno de ellos, Der
Ursprung der Familie, des Privateigentums und des Staats. Im Anschluß an Lewis H.
Morgans Forschungen de 1884 (“El origen de la Familia y el Estado”), paradójicamente
aprovechó la riqueza del Nachlass, se
basó en los propios manuscritos y notas críticas de Marx a las investigaciones
del antropólogo Morgan; el segundo fue Ludwig
Feuerbach und der Ausgang der klassischen deutschen Philosophie de 1886 (“Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”), una serie de artículos
contra el Neokantismo y el Materialismus
vulgar como un intento de renacimiento de la dialéctica de Hegel. Aquí otra vez
(una más) Engels interviene autoritariamente como editor invisible sin aclarar
al lector: consideraba
el fragmento sobre Feuerbach como el más sustancioso de aquellas ‘viejas
cosas’ de Marx. Sintomático fue que el único fragmento juvenil marxiano que el
Engels tardío dio a luz de la Deutsche
Ideologie fue IF,
que ahora sabemos fue cuidadosamente “editado” en 1888 como apéndice a la
edición de su artículo “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica
alemana”. Y el
contexto no es casual: el Engels tardío se encuentra en medio de una situación
histórica inédita, que le exige nuevas tareas dentro de su trabajo ya no de
difusión, sino de polémica “defensa” del legado de Marx y de forzar su
“sistematización” forzosa. El Marxismus
como tal depende directamente del trabajo difusor-editorial del Engels
tardío e indirectamente de los textos
del propio Marx. Durante un tiempo leeremos a Marx con las gafas de Engels.
Sin embargo Engels nunca más pudo ocuparse
ni de la biografía planeada sobre Marx (algunos esbozos los utilizó en el
artículo histórico sobre la historia del Bund
der Kommunisten y sobre la “Neue Reinische Zeitung”), ni de una historia
sobre Irlanda, ni de concluir su Dialektik
der Natur (recién publicada por Riazanov en la URSS en 1925), ni de un pamphlet sobre la teoría de la violencia.
Un cáncer mortal, de esófago, comienza a invadirle. Estamos a
principios de marzo de 1895. No se dio cuenta de su carácter incurable,
viviendo esperanzado en una pronta recuperación. Lo malcuidaba Louise Kautsky,
la esposa ya divorciada de Karl, quién vivía en su casa con su nuevo marido.
Era intención de Engels dedicarse al cuarto volumen de Das Kapital, las teorías de la plusvalía (que mereció otro debate
internacional), Theorien vom Mehrwert,
finalmente editadas por Kautsky. Además dedicarse a los escritos juveniles de
Marx, la correspondencia Marx-Lasalle (luego editadas por Franz Mehring en
cuatro volúmenes), una Historia de la Internacional (también aprovechada por Mehring) y
a la fallida biografía de homenaje su amigo. Planes que seguían en su mente
durante la primavera de 1895, pocos días antes de su muerte. La Kravchinskaia,
populista rusa, lo cuidó en algunas oportunidades: “Estuve al lado de Engels
cuidándolo. Él se despertó, se alegró cuando me reconoció y comenzó a mostrarme
todos los sillones en los que había estado sentado Karl Marx. También cartas de
Marx, sus fotografías, así como alguna caricatura. Todo ello lo hizo Engels con
enorme amor… Tenía una peligrosa enfermedad: padecía cáncer de laringe. Sin
embargo, hasta último momento Engels se interesaba por todos los
acontecimientos y escribía mucho. Todos sabían que la muerte estaba cerca… Vi
que a Engels no se le dispensaban los cuidados necesarios.” Zasulich le escribe
a sus compañeros en Rusia: “Engels, el pobre, se encuentra muy enfermo: algún
pertinaz tumor en la garganta. Ya hace casi dos meses que no puede dormir. No
habrá nadie capaz de sustituirle y alcanzar alguna vez esa confianza general
que se le concede y que él ha sabido aprovechar tan sabiamente.” Su testamento
lleva la fecha de 29 de julio de 1895 y de su considerable fortuna.
Se dividió su patrimonio en ocho partes iguales, las hijas (y los nietos
huérfanos de Jenny) de Marx fueron ampliamente favorecidas. Louise Kautsky
además de un pago en metálico, recibió los muebles de la casa de Engels. August
Bebel y Paul Singer recibieron dinero para pagar sus campañas electorales para
ser diputados del Reichstag, además fueron nombrados herederos de la biblioteca
engelsiana (¡que incluía la biblioteca personal de Marx!), los derechos de
autor de sus obras y toda la correspondencia (excepto la personal). El Nachlass literario de Marx y Engels fue
dividido: la parte más “familar” fue entregada a Eleanor Marx y el resto
entregado a los apoderados nombrados por el SPD, August Bebel y Eduard
Bernstein, aunque originariamente había pensado que una de las personas más
preparadas para leer y editar el Nachlass
marxiano era Karl Kautsky. ¿Qué paso para que Engels no dejara a Kautsky,
futuro papa del Marxismo de la IIº Internacional, a cargo del Nachlass marxiano? En 1899 Engels le
había ofrecido a Kautsky enseñarle el método para descifrar la ilegible letra
de Marx, pagándole 50 £ anuales durante dos años para realizar una copia del
manuscrito del IV tomo de Das Kapital
(alrededor de 750 páginas in octavo);
Kautsky acepta la tarea declinando cobrar por el trabajo de lograr una copia
limpia para imprenta. Tarea que Kautsky finalmente no pudo cumplir, Engels
reconoce que no llegó a completar ni el 20% del manuscrito. El viejo Engels
había confiado en que las personas más preparadas para continuar el trabajo
crítico-revolucionario de Marx serían paradójicamente el futuro revisionista
oportunista Eduard Bernstein y el futuro ideólogo del reformismo burgués de la
SPD Karl Kautsky. Un error de cálculo de consecuencias incalculables.
Finalmente el testamento tenía un punto familar: un retrato en óleo de su padre
fue envíado a su hermano Hermann. El último domingo de su vida, o sea la
víspera de su muerte, el lunes 5 de agosto, Engels, que ya no podía hablar,
convoca a la hija de Marx, Tussy, y le comunica escribiendo en una pizarrita,
que Frederick Demuth es hijo de Karl Marx con la fiel sirvienta Helene Demuth.
Engels lo había reconocido como propio para salvaguardar el delicado equilibrio
de la familia de su amigo. Tussy no lo puede creer y llora aferrada a Louise
Kautsky. Engels sólo ingiere alimentos líquidos, necesita ayuda para vestirse y
desnudarse, así como para acicalarse. Bebel se asombra de su gran estado de
ánimo, y que ayudado por su pizarra, “hace los más alegres chistes”… Falleció
con total tranquilidad a las once de la noche.
Había
expresado el “resuelto deseo” de que sus restos mortales fuesen incinerados y
las cenizas lanzadas al mar lo antes posible. Esta determinación era no dejar
ni una posibilidad de un “culto de héroes”, ni de futuras momificaciones. El
primer violín accidental del Marxismo volvía al anonimato. Sus exequias debían
ser estrictamente privadas y que sólo asistieran a ella su íntimo círculo
personal y familiar. Al sencillo acto celebrado ante su cuerpo, en un salón
velatorio de la Necropolis Company, cerca de la estación Westminster Bridge del
South Western Railway, antes de ser trasladado al crematorio de Woking sólo
asistieron unas ochentas personas. Pronunció unas palabras un sobrino de
Engels; luego Samuel Moore en nombre de los amigos; August Bebel en nombre del
partido alemán y austríaco; el yerno de Marx Lafargue por el francés; Vera
Zasulich y Stepniak por la sección rusa; Valera por los italianos, Will Thorne de
parte de la Socialist League. Solamente los Aveling (Eduard y Eleonor Marx), el
sastre Lessner y Bernstein acompañaron las cenizas en el tren hasta Eastbourne,
su lugar en la costa preferido y, en una barca alquilada, a unas cinco millas
marítimas de Beachy Head, arrojaron la urna al mar. Según las biografías
soviéticas, en un lugar cerca de Istborn. Era un día muy depresivo, plomizo y
lluvioso. En el diario Manchester
Guardian del 7 de gosto de apareció una noticia en sus memoriales y obituarios:
“Federico Engels, el amigo de toda la vida de Carl Marx y la figura más visible
en el movimiento socialista internacional desde la muerte de Marx, murió el
lunes por la noche en su residencia en Londres.”
Engels
falleció dejando su misión inconclusa, que él mismo calificó irónicamente como
de “mera selección” entre las diferentes versiones y diferentes redacciones
trabajadas por Marx, sirviéndole de base siempre la última redacción disponible
cronológicamente y cotejándolas con todas las anteriores. De esta manera
finalizó la primera operación editorial sobre los manuscritos de Marx,
realizada por aquel que siempre se consideró el “segundo violín”. Fue durante
este trabajo de edición que polémicamente se constituyó el Marxismus como Doctrina, como corpus
cientificista, lo que podría dar una hipótesis plausible de hasta qué punto y
en qué medida tales presiones “políticas” externas influyeron sobre el propio
trabajo editorial de Engels. Y si podemos hablar de “Marx-Engels” o de
“Engels-Marx”… No todo lo que Engels quería que se leyera fue realmente leído,
su misma insistencia en combatir una lectura simplificada de la obra de Marx y
propia indica el éxito de las interpretaciones revisionistas, mecanicistas y
vulgares. Hemos leído a Marx desde la perspectiva nerviosa del viejo Engels. Quizá
el mejor epitafio fue el aviso que le hizo al ruso Voden en una de sus visitas:
“preferiría que los militantes, rusos o no, acabaran por una vez de ir buscando
citas de Marx y Engels, y que en lugar de ello pensaran tal como Marx hubiera
pensado en su lugar. Afirmó que si la palabra marxiste tenía alguna razón de existir, éste era su único sentido”.
En: Marx, Karl: Ouvres. Economie, Tomo II,
NRF-Gallimard, París, 1968, p. XI y s.s. Es digno de mencionar que Rubel,
último sobreviviente de la generación de marxistas autónomos o libertarios,
amigo de Pannekoek y Korsch, hasta su muerte (1996) y desde 1965 intentó
realizar una edición crítica completa de la opera
omnia de Marx, en la famosa colección “Bibliothèque de la Pléiade” en la editorial
Gallimard y un léxico terminológico marxiano en colaboración con Louis Janover.
De la edición planeada han aparecido: Économie
I (1965), Économie II (1968), Philosophie (1982) y Politique I (1994). La muerte lo
sorprendió trabajando en el segundo volumen de Politique. A modo de ejemplo, Rubel publicó todos los manuscritos
escritos por Marx del tomo II de Das
Kapital (nada menos que ¡seis versiones distintas!) más la versión conocida
de Engels de 1885.
Marx, Karl: Das Kapital, Band III,
Ullstein, Frankfurt, 1985, p. 9.