|
Monumento a Karl Marx en Saratov, Rusia
|
◆ “Esto es hacerme demasiado honor y, al mismo tiempo, demasiado
escarnio.” — Marx, sobre la pretensión de Mijailovsky
de convertir al marxismo en una filosofía de la historia.
Ariel Mayo | Los partidos de la izquierda revolucionaria
suelen adherir a una visión mecánica del proceso histórico. Dicho de otro modo,
estas organizaciones consideran que existe un modelo de partido (el
bolchevique) y un modelo de acción política (ya sea el etapismo o el Programa
de Transición) que deben ser seguidos pase lo que pase, pues sólo ellos
garantizan el éxito. En este artículo no discutiré los resultados de esta
práctica política, sino que me limitaré a esbozar la concepción de Karl Marx
(1818-1883) acerca de los modelos en la historia y, más en general, sobre la
validez misma de una teoría suprahistórica. Para ello emplearé el caso de Rusia
y su importancia en la reflexión marxista.
En la década de 1870 Marx dedicó una parte importante de su
esfuerzo intelectual al estudio de la situación de Rusia. Hubo dos motivos que
lo llevaron a emprender dicha tarea: la preocupación por concluir la redacción
del Libro Tercero de El Capital y
el ascenso del movimiento revolucionario en Rusia. Ambas cuestiones se hallaban
enlazadas íntimamente. En 1861 los campesinos fueron liberados de la
servidumbre feudal; esta medida puso en marcha un proceso de disgregación de
las viejas relaciones sociales en el campo y aceleró el desarrollo del
capitalismo en Rusia. La combinación de autocracia zarista, pervivencia de las
relaciones feudales e implantación del capitalismo, generó un fuerte
descontento social, cuya expresión fue el surgimiento de diversas agrupaciones
revolucionarias.
La situación de Rusia representó un desafío para Marx. La
disgregación de la comunidad rural (Mir)
por acción de las relaciones mercantiles derivó en un proceso de desarrollo
capitalista diferente al experimentado por Inglaterra, el caso estudiado en El Capital (1867). Esto llevó a
Marx a revisar su concepción acerca del surgimiento y expansión del
capitalismo, teniendo en vista el análisis de la propiedad agraria realizado en
el Libro III de la obra mencionada. Pero Rusia representaba un desafío mayor,
pues allí el grueso de la población trabajadora estaba constituido por
campesinos, no por obreros en el sentido occidental. Si bien se produjo un
despertar del proletariado en los años 70 del siglo XIX, el eje del conflicto
social se situaba en el campo. Una parte significativa de la intelectualidad rusa
adhería a las ideas populistas y pensaba que el campesinado era la fuerza que
llevaría adelante la revolución en Rusia. Otros intelectuales, más afines al
socialismo occidental, sostenían que el único camino posible para la revolución
rusa era el desarrollo del capitalismo y la expansión del proletariado;
descartaban así al campesinado como el motor del movimiento revolucionario.
Marx hizo frente al desafío precisando su concepción del
desarrollo histórico. Frente a quienes postulaban una teoría lineal y evolutiva
de la historia, calcada de la experiencia inglesa, opuso una teoría más
compleja, cuya tesis central es el reconocimiento de la existencia de múltiples
vías de desarrollo. Estructura económica y lucha de clases se funden en una
totalidad que pulveriza los enfoques mecánicos.
En la “Carta a la Redacción de «Otiéchestviennie Zapiski»” (1877) (1) (2) expone con claridad sus
conclusiones sobre el caso ruso. Marx responde en ella al artículo del
sociólogo populista N. K. Mijailovsky (1842-1904), “Karl Marx juzgado por Y. Zhuboski” (OZ, núm. 10, 1877).
Mijailovsky da por supuesto que Marx rechaza la tesis de que
Rusia puede seguir una vía de desarrollo diferente a la de Europa occidental.
Marx rechaza de manera tajante la pretensión del sociólogo ruso:
“Pero como a mí no me
gusta dejar que nadie «adivine» lo que pienso, voy a expresarme sin rodeos.
Para poder enjuiciar con conocimiento propio las bases del desarrollo de Rusia,
he aprendido el ruso y estudiado durante muchos años memorias oficiales y otras
publicaciones referentes a esta materia. Y he llegado al resultado siguiente:
si Rusia sigue marchando por el camino que viene recorriendo desde 1861,
desperdiciará la más hermosa ocasión que la historia ha ofrecido jamás a un
pueblo para esquivar todas las fatales vicisitudes del régimen capitalista.” (p.
63).
Queda claro que no existe una única vía de desarrollo
histórico, pues en el texto se explicita que Rusia podía seguir un camino no capitalista.
Dicho en otros términos, Marx rechaza la existencia de una única línea de
desarrollo, idéntica para todos los casos. Para evitar malentendidos, precisa
los alcances del famoso capítulo 24 del Libro Primero de El Capital:
“El capítulo de mi
libro que versa sobre la acumulación originaria se propone señalar simplemente
el camino por el que en la Europa occidental nació el régimen económico
capitalista del seno del régimen económico feudal.” (p. 63).
El alcance del capítulo 24, más allá de la concepción
general de que el capitalismo requiere la expropiación de los campesinos y la
concentración de la propiedad de los medios de producción en manos privadas, se
encuentra circunscripto a Europa occidental (sería más preciso hablar
exclusivamente de Inglaterra). No puede aplicarse mecánicamente a otros países.
“Ahora bien, ¿cuál es
la aplicación que mi crítico puede hacer a Rusia de este bosquejo histórico?
Solamente ésta: si Rusia aspira a convertirse en un país capitalista calcado
sobre el patrón de los países de la Europa occidental – y durante los últimos años,
hay que reconocer que se han infligido no pocos daños en este sentido -, no lo
logrará sin antes convertir en proletarios a una gran parte de sus campesinos;
y una vez que entre en el seno del régimen capitalista, tendrá que someterse a
las leyes inexorables, como otro pueblo cualquiera. Esto es todo.” (p. 64).
Mijailovsky interpreta de modo diferente el argumento del
capítulo 24, convirtiéndolo en
“una teoría
filosófico-histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos
fatalmente todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias
históricas que en ellos concurran”. (p. 64).
Ahora bien, esta forma de pensar la cuestión es radicalmente
diferente a la desarrollada por Marx. En la Carta que estamos comentando, Marx
se limita a mostrar, a través de una breve exposición de la suerte de los
plebeyos en Roma, cómo dos situaciones semejantes pueden dar origen a
desarrollos completamente diferentes.
“Los proletarios
romanos no se convirtieron en obreros asalariados, sino en una plebe ociosa
cuyo nivel de vida era más bajo aún que el de los «blancos pobres» de los
Estados Unidos (…) He aquí, pues, dos clases de acontecimientos que, aun
presentando palmaria analogía, se desarrollan en diferentes medios históricos y
conducen, por tanto, a resultados completamente distintos.” (p. 65).
Aquí lo central es la referencia a los “diferentes medios
históricos”. Con esa expresión se refiere a una combinación de factores, siendo
uno de los más importantes la lucha de clases. Las clases en conflicto poseen
distinto nivel de organización, una experiencia diferente, dirigentes y cuadros
con niveles disímiles de conciencia y de habilidad política, etc. Más allá de
que los límites de la lucha se hallan condicionados por factores objetivos (el
nivel de desarrollo de las fuerzas productivas), el margen de variación es
sumamente amplio. De ahí que sea imposible fijar un esquema lineal de
desarrollo histórico. Por ende, Marx rechaza caracterizar a su concepción de la
sociedad como una “filosofía de la historia” y elige el camino del estudio de
cada caso concreto:
“Estudiando cada uno
de estos procesos históricos por separado y comparándolos luego entre sí,
encontraremos fácilmente la clave para explicar estos fenómenos, resultado que
jamás lograríamos, en cambio, con la clave universal de una teoría general de
la filosofía de la historia, cuya mayor ventaja reside precisamente en el hecho
de ser una teoría suprahistórica.” (p. 65).
El rechazo hacia la filosofía de la historia no es
simplemente una cuestión teórica. Es también una opción política. Defender una
concepción lineal y mecánica del desarrollo histórico equivale a postular
modelos universales de acción política. Hacer esto limita a la clase
trabajadora en su tarea de construir hegemonía para enfrentar a la burguesía.
No estamos haciendo una inferencia arbitraria. En el caso que nos ocupa,
aceptar la tesis de un modelo único de desarrollo histórico suponía dejar de
lado la cuestión del campesinado, limitándose a la organización de la clase
obrera moderna, única clase capaz, según ese modelo, de enfrentar con éxito al
capitalismo.
El marxismo entendido como teoría revolucionaria obliga a
dejar de lado los esquemas y los lugares comunes, para dedicarse en cambio al
análisis de las realidades concretas, que siempre están constituidas por
“múltiples determinaciones”.
Notas
Para la redacción de este artículo utilicé la traducción
española de Félix Blanco, incluida en: Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1980). Escritos sobre Rusia: II. El porvenir de la
comuna rural rusa. México D. F.: Ediciones Pasado y Presente. (pp. 62-65).
(1) Esta carta circuló durante mucho tiempo en
copias manuscritas del original francés, siendo publicada luego en ruso, en
1886, en Véstnik Narodnoi Voli (El mensajero de la Voluntad del Pueblo)
en Ginebra, y después en Rusia misma por la revista Yuridícheski Véstnik (El mensajero jurídico). La reprodujo la
revista francesa Le Mouvement Socialiste,
en mayo de 1902 y fue incorporada como apéndice a la traducción al francés del
libro de Danielson. (1902). Histoire
du dévelopement économique de la Rusia. Paris: Giard et Brière. (pp.
507-509).
(2) Otiéchestviennie
Zapiski [Anales de la Patria]: Revista político-literaria, se publicó
inicialmente en San Petersburgo, desde 1920; a partir de 1839 era una de las
mejores publicaciones progresistas de la época. Sometida a continuas
persecuciones por parte de la censura, la revista fue clausurada en 1884 por el
gobierno zarista. [Información tomada de la edición mencionada, pág. 62].