“Si queremos elaborar un concepto
riguroso de la Dialéctica, esta no puede
ser un mero Método”
— Theodor W. Adorno, 'Einführung in die
Dialektik', 1958
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Karl Marx ✆ Ingrid Bouws
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Nicolás
González Varela |
Bolívar Vinicio Echeverría Andrade (BE) era antes que nada un humanista,
un marxista atípico, un fino traductor y en último lugar un filósofo
profesional. En plena barbarie posmoderna, tratando de no desarbolar los
valores universales de la Modernidad, siguió pensando críticamente las vastas
cuestiones del hombre, más allá de las modas académicas. Aunque ecuatoriano de
nacimiento, su aporte, junto a otros inmigrantes ilustres en la solidaria
tierra mexicana, como Wenceslao Roces o Adolfo Sánchez Vázquez, han hecho
posible la lenta maduración un pensamiento crítico latinoamericano. Creo que su
obra más madura y compleja, aunque no coincida con lo cronológico, es sin lugar
a dudas su libro El discurso crítico de Marx, de 1986.[1]
Un libro raro, subestimado, silenciado por los círculos académicos, que reunía
una colección de ensayos que abarcaba la reflexión de Echeverría entre los años
1974 y 1980.
Allí se
posicionaba con firmeza, en pleno inicio de la borrachera ideológica de la
globalización y el fin de la historia, afirmando que el siglo XX no era otra
cosa que mera barbarie de egoísmo y explotación, “un cuento incoherente y
violento”.
No se quedaba en lo testimonial, en su mismo prólogo defendía al
pensamiento de Marx como una “presencia real de un proyecto de sentido o,
mejor, de contra-sentido para la Historia contemporánea: El Comunismo; a la
materialización de éste en una entidad sociopolítica peculiar: la Izquierda; a
su manifestación en conceptos mediante un discurso propio: el Marxismo.” BE,
tan atento a la escritura y los signos del lenguaje (muchos de sus ensayos hay
que cribarlos de la excesiva carga semiológica muy de moda a fines del siglo
XX), le colocaba estratégicamente las mayúsculas a la vapuleada tríada, “fuente
del discurso de la rebeldía”.
No tenía ninguna hipoteca institucional o
ideológica en defender a Marx de los ataques superficiales, construidos a bases
de malas lecturas y distorsiones ideológicas, de Nietzsche, Heidegger o
Foucault. Tampoco dudaba a la hora de remarcar la patética tosquedad del mal
llamado “Materialismo Dialéctico”, una ciencia de la legitimación del estado
stalinista. Siempre defendió un Marxismo abierto, una teoría que debe respetar
una “búsqueda inacabada de unificación que conecta entre sí a los distintos
esbozos espontáneos de identidad que hay en el propio Marx”. Recuperaba para el
pensamiento crítico los Marxismos olvidados, perdedores, marginales, (y BE
traía a primer plano a Luxemburgo, consejistas como Hermann Goerter, Korsch,
Lukács, filósofos alejados del DiaMat
stalinista, como Karel Kosik o líderes de la nueva izquierda europea como Rudi
Dutschke) que superaban al “marxismo demasiado realista”. Si el marxismo tiene
una “encomienda” en la Historia, señalaba en su “Presentación”, debe romper los
límites de la versión falseada y predominante, debe quebrar el corset
sociologista, estatalista y progresista. Tan atípico que para él era central
para renovar el filo crítico de la vulgata
marxista, recuperar “el teorema crítico central de El Capital”, se trata de recuperar la idea de que “todos los
conflictos de la sociedad contemporánea giran… en torno a una fundamental
contradicción entre Valor de Uso y Valor de Cambio, entre dos ‘Formas de
Existencia’ del proceso de reproducción social: una, ‘social-natural’,
trans-histórica, que es determinante, y otra históricamente superpuesta a la
primera, parasitaria pero dominante, que es la forma de “Valor que se
Valoriza”, de acumulación del capital.” El libro era curioso porque cruzaba los
sacrosantos campos profesionales: era a la vez, un libro de crítica de la
economía política y de contra-filosofía. Se hablaba de filosofía en un grado de
abstracción altísimo desde el corazón mismo de la producción de plusvalor. Se
profundizaba sobre el Materialismo de Marx y sobre su carácter científico, que
implicaba para BE “la des-construcción crítica del discurso científico espontáneo,
al desquiciamiento sistemático de su horizonte de inteligibilidad, como la
estrategia epistemológica adecuada para un discurso cuya producción de
conocimiento debe cumplirse cuando la Historia que ha culminado en el
capitalismo transita hacia una nueva historia.” Pero lo más atrayente y
novedoso en lo teórico seguía siendo su recuperación en valencia
crítico-política de Das Kapital, y en
particular su puesta en primer plano del “Valor de Uso”, devolviendo al centro
de gravedad de la lectura de Marx la Ley del Valor y con ella de la crisis como
cortocircuito permanente del modo de producción de mercancías. Era obvío que
para BE existía una necesidad para la Teoría de “volverse Teoría de la
Revolución, y la necesidad, para la Revolución, de ampliarse como Revolución en
la Teoría.” Su integral humanismo seguramente se retroalimentó de su trabajo
como sensible traductor, de Sartre a Habermas, pasando por el propio Karl Marx
y sus Manuscritos de París de 1844,
Horkheimer, Musil, Brecht y Benjamin. Su talento era reconocido además
internacionalmente, había sido elegido miembro del Comité Científico junto a
grandes intelectuales para asesorar los contenidos de una de las obras
enciclopedias multinacionales más ambiciosas sobre Marx, el Historisch-kritisches Wörterbuch des
Marxismus, un Diccionario total histórico-crítico sobre el Marxismo.
El epígrafe de su obra, todavía por difundirse, todavía por conocerse, seguirá
siendo el planteamiento del dilema mortal que acecha al pensamiento de Marx:
“el discurso del Comunismo sólo puede ser tal, si es estructuralmente crítico,
es decir: si vive de la muerte del discurso del Poder: de minarlo
sistemáticamente…”
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Foto: Bolívar Echeverría
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Nuestro Bolívar Echeverría intentó
recuperar a Marx desde un lugar incómodo y novedoso, el de “volver a su
discurso como discurso crítico… como un discurso que es consciente de que lo
que está haciendo es la superación de la Filosofía”. Intentaba recupera es
valencia crítico-destructiva desde el borde de sus textos “idealistas” o no
suficientemente ortodoxos para el DiaMat,
como eran los manuscritos denominados en la posteridad “La Ideología alemana” (DI) de 1845-1846. Sintomático que
volviera (una vez más) sobre el Materialismo en Marx, insatisfecho (¿inseguro?)
con la formulación escolástica de la vulgata
marxista. Se hacía cargo del desafío de Althusser, quién decía que “será sin
duda necesario hacer visible lo enigmático de esas tesis falsamente
transparentes”. Su exégesis se enfocó en los textos de Marx sobre Feuerbach,
denominado como capítulo “I. Feuerbach” (IF),
que para BE consistían, nada más ni nada menos, en “un paso necesario dentro de
esta intervención propiamente teórica de Marx en el proceso de constitución del
movimiento comunista a la que hemos calificado de revolución teórica”.
En esto, no obstante, seguía la ortodoxia engelsiana, que consideraba el fragmento
sobre Feuerbach como el más sustancioso de aquellas ‘viejas cosas’ de Marx.
Sintomático fue que el único fragmento juvenil marxiano que Engels dio a luz de
la DI fue IF, que
ahora sabemos fue cuidadosamente “editado” en 1888 como apéndice a la edición
de su artículo “Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana”.
Y el contexto no es casual: el Engels tardío se encuentra en medio de una
situación histórica inédita, que le exige nuevas tareas dentro de su trabajo ya
no de difusión, sino de polémica “defensa” del legado de Marx y de forzar sus
“sistematización” forzosa. BE también mantenía cierta fidelidad con la
ortodoxia soviética,
que definía canónicamente a la DI
como el primer trabajo “maduro” del Sistema marxista, en el cual “la concepción
materialista de la Historia, el Materialismo Histórico, fue formulado por
primera vez como una Teoría integral”.
Y dentro de este manuscrito, el IF
era considerado en el DiaMat, a su
vez, su “primer capítulo”, en el cual uno encontraría “una Introducción general
en la cual se expone la Concepción materialista de la Historia”.
El historiador clásico del DiaMat
stalinista Evgeniia Akimovna Stepanova, su biografía sobre Engels de 1935,
puede reconocer, debajo de la retórica escolástica, que la DI “fue una etapa importante en la formación de los principios
teóricos y filosóficos del Comunismo científico, de los principios del
Materialismo Dialéctico y del Materialismo Histórico”, y que “se formulan en sus rasgos esenciales
los principios básicos del Materialismo Histórico, magno descubrimiento, hecho
por Marx, que constituía un viraje radical, una auténtica revolución en toda la
comprensión de la Historia Universal”.
En una biografía colectiva editada en la antigua DDR, se señala que en la DI se establece una Weltanschauung, una “nueva concepción del Mundo”, y ampliando un
poco más el esquema stalinista, se afirma que “Marx y Engels no sólo critican
los errores científicos, los sofismas, el unilateralismo y lo absoluto de los
sistemas y construcciones de la filosofía posthegeliana y del ‘Socialismo
Verdadero’, sino pone al descubierto por primera vez sus raíces
socioeconómicas. De manera convincente demuestran que ninguna de esas teorías
puede servir como concepción científica del Mundo y guía para la acción de la
clase obrera. La polémica de fondo con la filosofía idealista de la Historia
era una continuación de la crítica al Idealismo filosófico”.
No existe nada en la obra marxiana que pueda ser denominado como cosmovisión, Weltanschauung, Marx siempre denomina a
su nueva Ansicht o a su nuevo Método
(inverso al de Hegel) como materialistische
Geschichtauffassung, Fundamentación materialista de la Historia; la
subrepticia introducción se debe a una sugerencia poco feliz introducida por el
Engels tardío en su famoso artículo sobre Feuerbach, donde habla tanto de neuen Weltanschauung como directamente
de marxsche Weltanschauung.
Al conocer a
fondo el Nachlass de Marx, sabemos
que en realidad es lo contrario, ex ante:
la DI en realidad no es un libro
(jamás existió como tal)
sino un curioso Manuskripte. El
primer borrador fue escrito de puño y letra por Engels, y luego revisado y
modificado tanto por Marx como por Engels, por lo que la pertenencia a un autor
determinado es ya complicada. El folio en formato alemán (Bogen, 396 mm x 316 mm) fue dividido en dos columnas, texto básico
en la izquierda y correcciones&adiciones en la derecha, con la famosa e
ilegible letra manuscrita en gótico de Marx bien visible. Según un biógrafo de
Engels,
“mucho más de la mitad del manuscrito que ha llegado hasta nosotros,
una parte como borrador y otra puesta a limpio, aparece escrita de puño y letra
de Engels, con correcciones e intercalaciones de Marx… Sin embargo, los
manuscritos por sí solos, la mano que los escribió, no ayudan, en este caso, a
identificar la paternidad de las distintas partes de la obra. Como la letra de
Marx era verdaderamente ilegible y la de Engels, en cambio, muy clara, muchas
veces éste no se limitaba a sacar en limpio las partes ya redactadas, sino que
tomaba también la pluma para registrar sobre el papel, en una primera versión,
las ideas previamente discutidas. Y no cabe duda de que, siendo él el más
suelto y expeditivo de los dos, se encargaría de redactar por sí y ante sí,
para ganar tiempo, tal o cual capítulo de la obra.”
Al contrario de la pretensión sistémica del DiaMat,
ni el título póstumo “La Ideología alemana”, ni los términos cruciales “Materialismo
dialéctico”, “Concepción
materialista de la Historia” o “Materialismo histórico” se puede encontrar en
cualquier parte del Manuskripte
original. Ya desde su mismo incipit:
su título es falso, desconocido para los autores, atribuido azarosamente por
necesidades editoriales para su primera edición completa póstuma en 1932 en la
URSS. No hay en ninguna parte del manuscrito original tal magno título. La ideología alemana hacia referencia,
no sabemos si fue una idea del notable editor y marxólogo de Marx, David
“Riazanov” Goldenbach, a una definición polémica realizada por Marx en su
polémica contra el socialista verdadero Karl Grün en 1847 a propósito de su
libro anti-Proudhon: “La recensión constituye un apéndice del trabajo escrito
conjuntamente por F. Engels y yo, sobre la ‘Ideología alemana’ (crítica de la
moderna Filosofía alemana en sus representantes: Feuerbach, B. Bauer y Stirner,
y del Socialismo alemán en sus distintos profetas)”.
Incluso la propia división
escolástica entre dos materialismos (uno dialéctico y otro materialista-histórico,
siendo el segundo una extensión-aplicación del primero), no tiene sentido desde
la perspectiva juvenil, intermedia o madura de Marx. Es
sintomático que BE no utilice ya la gastada jerga ortodoxa: solo habla de
“Discurso dialéctico-materialista”. Con el famoso “capítulo” sobre Feuerbach,
el IF, sucede algo parecido: no existe como tal, ni
son “tesis”, incluso su título es engañoso, ya que consiste en anotaciones marginales
al cuerpo de texto principal. Se trata de un texto incoherente, escrito en diferentes momentos y circunstancias
(Engels confiesa que son “notas tomadas para desarrollarlas más tarde,… escritas
a vuelapluma y no destinadas… a la publicación”), que formaría parte de una
amplia crítica “política” a Feuerbach (interpuesta a través de los “socialistas
verdaderos”, que es su causa interna) que jamás se llevó a cabo.
Al mismo tiempo que acepta como dato
acrítico la situación hermeneútica engelsiano-stalinista, BE va a esforzarse al
mismo tiempo por separarse de las anteojeras dogmáticas del DiaMat,
de su tosca idea del Materialismo y al mismo tiempo intentar volver a recuperar
el sentido original de las tesis marxianas. Un Escila y Caribdis que le puede
hacer naufragar su exacta comprensión, tal como lo hizo con notables marxistas
(Sartre, Althusser o Adolfo Sánchez Vázquez). BE era plenamente consciente que el
mismo Marxismo(s) nació, se desarrolló, se profesionalizó en escuela (y luego
en Ideología oficial y legitimadora de un Estado) cuando la obra de Marx no era
aún accesible en su totalidad e incluso cuando importantes partes de su corpus estaban inéditas (lo siguen
estando) o incluso eran inhallables. El ¿éxito? del Marxismo como Ideología de
partido único y Ortodoxia teológico-política de Estado (como Ciencia de la Legitimación
o DiaMat) ha precedido en décadas a
la divulgación científica y exhaustiva de los escritos completos. Es claro en su léxico el eco
metodológico althusseriano, así como un déjà vu estructuralista, ya que
la irrupción de un Materialismo “fuerte” entre 1845 y 1846 (recordemos las transitions-coupures y el mítico coupure
épistémologique)
consistiría en un acto de afirmación “de la diferencia entre el discurso
teórico comunista y el discurso teórico tradicional, y… de la problemática
fundamental que promueve esta especificidad del nuevo discurso y adquiere con
él la posibilidad de su formulación adecuada”. Siguiendo una intuición de Ernst
Bloch,
BE reorientará IF no por su orden
lexicográfico o aritmético (creación unilateral de Engels que no figura en el
texto original de Marx, quién enumera de manera distinta), tampoco por la
forzada interpretación de la vulgata
soviética, sino por un nuevo “orden filosófico”, que no solo será una “ganancia
teórica” para la propia autocomprensión del Marxismo, sino que permitirá, al
tratar a todas las tesis como un texto unitario y proponer un reordenamiento
general, mejorar “la eficacia de su exposición” y comprender el idea
fundamental del Materialismo marxiano. ¿Pudo realizar este trabajo exegético
crítico efectivamente? BE hace dos afirmaciones sobre el fragmento: 1) posee un
sentido deductivo; 2) ergo: hay
premisa y conclusión, que BE presenta de esta manera: “la Tesis 1 cumple la
función de premisa, mientras las otras diez ilustran, explican o particularizan
lo postulado por ella.” La Tesis I tendría la definición del carácter
específico del nuevo Materialismo, en las demás reconocemos las conclusiones o
resultados de su aplicación. BE propone una división en cuatro temas
predominantes: 1. grupo A (carácter dialéctico materialista como específico del
discurso comunista), que incluiría casi toda la Tesis I y las V y VIII, en el
corolario la Teoría es un momento constitutivo de la praxis; 2. el grupo B (historia
de las configuraciones de la sociedad como problemática específica del discurso
dialéctico materialista), incluye las IV, VI y VII; 3. el grupo C (necesidad
histórica del discurso dialéctico materialista) compuesto por las IX y X y por
la última parte de la I; 4. grupo D (concepto dialéctico materialista de
transformación social) compuesto por las III y XI. La clave para BE (“premisa”
de Marx) se concentra en el grupo A, que reproduce con su propia traducción
dividida en dos bloques (I-II):
“La principal insuficiencia de
todo el materialismo tradicional [bisherig] (incluido el de Feuerbach) es que
[, en él] el objeto I [Gegenstand],
la realidad, la materialidad [Sinnlichkeit] sólo es captada bajo la forma del
objeto II [Objekt] o de la intuición
sensible [Anschauung] y no como actividad humana material [sinnlich], [como]
praxis; no subjetivamente. De ahí que, en oposición al materialismo, el aspecto
activo [haya sido] desarrollado de manera abstracta por el idealismo el cual, naturalmente, no conoce la actividad
real, material [sinnlich] en cuanto tal.”
El objetivo
central de Marx en IF sería “el
carácter que conviene al discurso teórico comunista como discurso
revolucionario: revolucionario por tratar adecuadamente de la revolución y por
ser, él mismo, momento constitutivo (teórico) de la revolución. Es esta
búsqueda la que se abre paso mediante el juicio crítico sobre el ‘materialismo’
(tradicional) y el ‘idealismo’ en tanto que caracteres contrapuestos pero
complementarios del discurso teórico que es necesario revolucionar.” Básicamente
lo que propiamente es afectado por la crítica de Marx según BE serían “dos
modalidades que presenta la significación central de la estructura del discurso
teórico capitalista”, que sería una estructura binaria y pendular: I) la
modalidad “materialista-empirista” (problematización insuficiente de la
objetividad del objeto), y II) la modalidad idealista-racionalista (problematización
inconsecuente de la objetividad). La Ideología natural y espontánea del Capital
tendría que “elegir”, para BE, entre dos versiones igualmente contradictorias
de una “captación” teórica inadecuada de la objetividad. BE llama a este nudo
“dilema estructural” del discurso teórico capitalista, un dilema perenne,
ontológico, y, al mismo tiempo, su contraposición sería el discurso teórico
comunista cuya “estructura básica debe ser dialéctica y materialista”. Dialéctico
es definido por BE como “aprehensión teórica de la objetividad como proceso o
praxis fundante de toda relación sujeto-objeto y… de toda presencia de sentido
en lo real”; Materialista como “aprehensión teórica de ese proceso fundante
como un proceso básicamente material,… de ‘metabolismo’ práctico entre el
hombre y la naturaleza”. La crítica de Marx en el IF plantearía para BE la superación de aquella dicotomía del dilema epistemológico moderno
(burgués) que conduce al Materialismo hacia la Metafísica y, por el otro, lleva
a la Dialéctica hacia el Idealismo. BE concluye: la Teoría es importante,
cumplir el discurso es una tarea esencial, pero lo que hay que penetrar con el
entendimiento es que el discurso puede tratar al mundo como algo puramente
especulativo, como algo puesto por el sujeto, como contraparte abstracta de la
actividad cognoscitiva del sujeto, o bien puede tratarlo como el mundo de la
vida o el mundo de la transformación.
La idea de Marx aquí según BE, sería que el carácter dialéctico-materialista “del
discurso comunista sólo puede realizarse concretamente en el tratamiento de las
‘formas determinadas de sociedad’: la posibilidad histórica real de un materialismo
dialéctico está en el trabajo teórico del materialismo histórico.” Además en I.F Marx hablaría claramente del
“’materialismo’ (tradicional) y el ‘idealismo’ como horizontes o ámbitos de la
aprehensión cognoscitiva, como campos de posibilidad del comportamiento teórico
en los que un objeto puede ser captado (gefaszt) o no.”, y que “mientras el
discurso materialista tradicional trabaja sobre la problematicidad que resulta
en el nivel propiamente ‘civil’ del comportamiento social, el discurso
materialista dialéctico trabaja sobre la que se genera en el nivel propiamente
‘humano’ del comportamiento social (o en el nivel propiamente ‘social’ del
comportamiento humano)”.
Materialismo
en Marx entonces sería desde la reconstrucción de BE el proceso fundante de
‘metabolismo’ práctico entre el hombre y la naturaleza”, un segundo momento, ya
que el momentum Dialéctico es el que
fijaría en primer instancia la “aprehensión la objetividad como proceso o
praxis fundante de toda relación sujeto-objeto”. ¿Es una postura correcta con
el pensamiento de Marx? El intento de reconstrucción del Materialismo marxiano
encuentra problemas en la propuesta de BE. El primero es su sugerencia de
traducción, en especial del término técnico Sinnlichkeit,
que es transcripto como Materialität,
“Materialidad”, con lo que se pierde la especificidad de la discusión
filosófica-política además de la connotación feuerbachiana del concepto. Sinnlichkeit es “Sensualidad” (es la
traducción de la palabra latina sensualitas),
que juega un rol emancipatorio fundamental en Kant (quién la introduce en la
discusión filosófica moderna) y en la Antropología materialista de Feuerbach,
sin comprenderla nos resulta imposible captura la novedad de la posición materialista
marxiana y la crítica antiespeculativa. Para Marx la Kritik positiva-humanista-naturalista de Feuerbach (asentada no en
la Materialität sino en la Sinnlichkeit, y por ello
antiespeculativa) es la única que contiene desde Hegel una “revolución teórica”,
y que posee las grandes líneas maestras para la crítica a toda Metafísica. Es
más: afirma que la Sensibilidad es la base de toda Ciencia.
El texto IF alcanza, desde los hombros de
Feuerbach, el concepto de praxis social, entendida en su doble carácter:
epistemológicamente como Konstitutionproblematik,
como Problemática de la Constitución de un Mundo de experiencia sensible
intersubjetiva e históricamente dado; y políticamente, como actuar
revolucionario transformador de ese Mundo “naturalizado” por la Ideología. Para
Marx, creemos, ambos momentos no pueden separarse ni conceptualmente, ni
lógica, ni históricamente (es irreductible a un Monismo fisicalista o naturalista).
En esto Marx es un esencialista aristotélico. El elemento dialéctico (al que
debe, sí o sí, remitirse la fundamentación de la Teoría revolucionaria, subversiva)
no es sino la tentativa de comprender las contradictoriedades objetivas que
residen en la realidad. La parcialidad epistemológica de Feuerbach (que aunque
superior al Materialismo mecánico anterior no logra captar la Sinnlichkeit como actividad humana
sensible, práctica) frente a cualquier resultado empírico se revela como
política, desemboca en un Realismus ingenuo.
Los “hechos”, la misma Naturaleza, reposan sobre acciones colectivas pasadas,
suponen siempre una actividad de la Totalidad, la certeza sensible misma ha
sido producida socialmente. Marx reivindica, en IF, que Materialismo e Historia no pueden darse separadamente, ni
alternadamente en momentos secuenciales o paralelos. No se trata de
re-establecer un nuevo dualismo abstracto, esta vez del lado de la Materia. El
“objeto sensible” (no materiell) feuerbachiano
jamás llega a ser una “actividad sensible” en tanto fuerza productiva
histórica. El ataque en IF es contra
la ilusión política (en este caso de los “socialistas verdaderos”, por ejemplo
como Karl Grün, guiados por la influencia de una lectura ligera de Feuerbach)
que se podría resolver las antítesis teoréticas en el interior de la Teoría
misma, o por una demarcación crítico-discursiva. Por eso praxis en IF (contra el ad usum lingüístico) no consiste en la “realización” de un discurso
teórico ya acabado, de alguna manera anterior y pre-existente a ella misma,
sino que su cumplimiento concreto es en-sí teórico, o lo que es igual: el
discurso teórico como siendo “ahí”. La praxis en el Marx de IF, la tesis II, no solo es el criterio
de verdad de nuestros juicios, en esto sigue a Feuerbach,
sino (para que en general pueda llega a ser esa demarcación fundamental) sobre
todo una acción constitutiva del objeto, y objetiva por su parte (Marx le
recrimina a Feuerbach que no entienda a la acción humana como gegenständliche Tätigkeit), que entra en
el contenido sensible del ser objetivo experimentado y sentido. La praxis es
inmanente-trascendente a la Teoría, ni esclava de una demarcación teórica ni
subyugada a la inercia de la nuda materia. De ahí la afirmación de Marx, que
contradice in toto al marco
escolástico-mecanicista del DiaMat,
que la coincidencia (unidad, Einheit)
entre la alteración de las circunstancias y la actividad o la automodificación
humana solo puede ser aprehendida y racionalmente entendida como “práctica
revolucionaria”. La “aprehensión teórica” del proceso fundante no debe
realizarse como si fuera un proceso básicamente material, sino práctico-social.
La “materia” yacente en todo caso no una variación del Materialismo
mecánico-burgués, sino “existencia objetiva social”. Del otro lado, Marx (como
el propio Hegel) utiliza muy poco el sustantivo Materie (Materia), excepción solitaria de su Dissertation doctoral de 1841, y mucho menos Materialität; como adjetivo materiell
aparece en contextos bien definidos, en el sentido de algo físico o que tiene propiedades
espacio-temporales (materielle Existenz,
materielle Lebens o materielles Substrat), pero nunca como
enfrentada a la Forma (Form), por lo que resulta muy dificultoso utilizar a
Marx para la fundamentación de algún tipo de Ontología materialista o
fisicalista. Incluso Materialismus es
poco utilizado por Marx, prefiere en esa época tanto el de Humanismo positivo
como real (positiv und reale Humanismus) como el de Naturalismo, y cuando aparece tiene un sesgo
negativo y represivo (en relación con el egoísmo de la sociedad civil, del
sistema de necesidades burgués). En el texto inmediatamente anterior, La Sagrada Familia, en la famosa breve
historia del Materialismo, Marx reconoce con cautela una “conexión necesaria”
(notwendigen Zusamenhang) entre Materialismus
y el Comunismo y el Socialismo, aclarando que la Teoría del Materialismo
debería ser, para poseer status
científico, desarrollada en dos direcciones: como Teoría del Humanismo real (realen Humanismus) y como Base lógica (logische Basis) del Comunismo. En el Manuskripte de 1845-1846, en La Ideología alemana, el término Materialismus tiene el significado
preciso de Empiricismo, de Idealismo materialista (materialen Idealismus). No es lo abstracto de la Materia sino lo
concreto (entendido hegelianamente como algo con múltiples determinaciones) de
la praxis social el verdadero objeto del (nuevo) Materialismo de Marx. En el
Marx maduro sigue resonando esta interpretación, en Das Kapital sigue criticando “las fallas del Materialismo
abstractamente científico-natural, que excluye el proceso histórico, se puede ver ya en las concepciones abstractas e
ideológicas de su portavoces, tan pronto como éstos se arriesgan más allá de su
especialidad”. La idea de BE que en
el IF se explicita la Dialéctica como
decisiva en el desvelamiento del “sentido en lo real”, en el Mundo, resulta al
menos arriesgada y influenciada por la idea parametafísica de Ernst Bloch. El
método dialéctico marxiano es, por raro que suene, no-teleológico, la Historia
de los hombres no es una estructura de sentido espiritual y unitaria, esperando
ser des-velada (Hegel, Heidegger). Por eso la Dialéctica, como decía Adorno, no
puede ser (no lo es) la tentativa, esquemática, mecánica, de acercar un Todo
desde afuera para entender el fenómeno material porque a partir de sí mismo no
se lo puede entender, sino que [se trata] de echar luz sobre el fenómeno
material singular de tal manera, permanecer en el fenómeno, determinar el
fenómeno hasta que, por esta determinación, en sí, se exceda a sí mismo, volviéndose
transparente contra ese Todo “natural”, contra ese Sistema dentro del cual, y
solo allí, encuentra su valor relativo. Para Marx, quién evita la
hipostatización panteísta de la Historia, el Mundo no esta sometido a ninguna
Idea unitaria que le “done” sentido, sólo es válido (e incluso
circunstancialmente) el punto de vista finito-teleológico: se trata de fines
limitados de hombres finitos, condicionados en el espacio y el tiempo,
arrojados en los dominios delimitados de un Mundo naturo-social. No existe
ningún significado, ni sentido separado de la mediación del Trabajo de los
hombres. Por lo tanto, el Mundo no puede contener más sentido que el que los
hombres hayan logrado practicar mediante la organización de sus relaciones
vitales.
El presente trabajo fue publicado en el número especial de la revista que publica la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la humanidad de Venezuela, en homenaje al filósofo Bolívar Echeverría Andrade. El número fue coordinado por Jorge Veraza y contiene colaboraciones de Diana Fuentes, Andrés Barreda, David Moreno, Jorge Juanes, Nicolás González Varela, Javier Sigüenza y Raquel Serur. Además incluye algunos materiales del propio Echeverría.