Eduardo
Montes de Oca | Tal vez haya pocos
ámbitos del conocimiento y la praxis donde suelan errar las predicciones tanto
como en la sociedad. El hecho de que, como en otras áreas, un elemento
emergente pueda cambiar en un santiamén un escenario y que la esfera esté
transida del factor humano, es decir, que en ella medie la voluntad del sujeto,
hace que a menudo los profetas queden en flagrante ridículo ante una
muchedumbre adaptada a la credulidad por heraldos especializados en recetas
prefabricadas.
|
– Marx: Aquí está, les recomiendo este libro |
Recordemos que ninguno de los más “conspicuos”
sovietólogos previó en su momento la estrepitosa, rauda caída de la URSS,
mientras la mismísima Margaret Thatcher, en los vagidos de los noventa,
proclamaba el peligro que resultaba para Occidente la puja con el “oso” en el
campo de... ¡la economía! ¿Alguien ha olvidado que, en sentido opuesto, más de
un oligarca internacional contaba con la plusvalía que obtendría de
materializarse la anhelada vuelta de Cuba al redil anterior a 1959 al quedar
abandonada a su suerte por los antiguos socios del campo socialista que
fuera? Por eso deviene loable el intento de quienes
no se dejan llevar por el “sentido común”, por la conciencia prefilosófica, que
se dio a la tarea de anunciar que el otro mundo, el rival, perduraría por los
siglos de los siglos, amén, lo cual incluso encontró plasmación “teórica” en el
cacareado “fin de la historia” del hoy apenas mencionado Francis
Fukuyama.
Claro, los entendidos trabajan sobre suelo
firme, y actualmente luce inconmovible el que en los últimos años la formación
de marras afronta continuas conmociones. Tantas, que cada vez más observadores
coinciden en que pronto tendrán lugar grandes cambios en el orden mundial, y
que si en algo se equivocó Karl Marx en el famoso vaticinio de la muerte del
Sistema fue en augurarla cercana a la aparición de su obra cumbre, El
Capital, allá por 1867.
¿Los
síntomas del fenómeno?
Según un despacho de la agencia rusa RT
alusivo a una reseña que del libro ¿Tiene
futuro el capitalismo? realizara la revista Express, “en Occidente se reduce la clase media,
aumenta de forma alarmante el paro, y el 'Estado de bienestar', considerado
como el mayor logro del capitalismo de posguerra, se convierte en algo del
pasado. Por otra parte, en Oriente la explotación de trabajadores adquirió los
niveles del cruel siglo XIX”. Los autores van más allá, al prefigurar un
inminente crack estructural.
Uno de ellos, el sociólogo Immanuel
Wallerstein, escribe que el crecimiento del capitalismo alcanzó su tope en los
setenta de la vigésima centuria, en tanto en las décadas siguientes solo superó
las numerosas crisis, sin resolver ningún problema. "El sistema mundial moderno no puede seguir de la misma manera, ya
que [...] no puede acumular las ganancias sin parar".
El doctor Randall Collins se muestra más
categórico, y asegura que la terminación ocurrirá en 2040, cuando más del 50
por ciento de la población activa perderá su trabajo por los procesos de
sustitución tecnológica. La mayor interrogación es qué ocupará su lugar: ¿una
dictadura fascista o un régimen democrático no capitalista? Lo más probable
para él: "En los próximos siglos
tendrá lugar un constante cambio entre dos sistemas: del capitalismo al
socialismo, y a lo mejor, otra vez al capitalismo".
Por otra parte, algunos consideran que no
sucederá una metamorfosis radical, sino que aparecerán reformas que respondan a
los nuevos desafíos. "Se establecerá
a nivel mundial un capitalismo reformado con mayor igualdad y derechos sociales
para todos. No será el fin del capitalismo, sino la aparición de un capitalismo
mejor", sentencia el profesor de la Universidad de California, EE.UU.,
Michael Mann.
Para el sociólogo Craig Calhoun, la salvación
advendría solo en caso de sortearse tres amenazas pendientes: el desequilibrio
del sector financiero en relación con otros ámbitos de la economía que provocan
enormes deudas y especulaciones irresponsables, los problemas sociales y
ecológicos creados por las políticas neoliberales, y, por último, las posibles
guerras y las mutaciones climáticas.
En nuestra humilde opinión, lo más
significativo resulta la propia conclusión conjunta de la obra: “la gran crisis, sea cual sea el escenario,
no significa el fin del mundo" –el Apocalipsis nos mantiene insomnes–,
ya que “el fin del capitalismo inspira la
esperanza de su transformación en formas nuevas ‘más humanas’ o su
transición en el renovado socialismo democrático”.
Duda
metódica
¿Que los autores se permiten dudar sobre lo
que vendrá? Tienen todo el derecho, habida cuenta lo dicho sobre el arte de la
“predicción”. Lo que resalta en todo esto es que incluso conocidos
intelectuales, tales John N. Gray, no precisamente “tachable” de comunista, son
capaces de cuestionarse el rumbo de la formación, con la doctrina neoliberal, y
conferirle razón al Prometeo de Tréveris en cuanto a la necesidad de una
revolución, que para el británico estaría dentro del propio capitalismo, por
supuesto.
Sin ambages, Gray afirma que, aunque
“Karl
Marx pudo haberse equivocado con el comunismo” [...] en lo que se refiere al
capitalismo mucho de lo que dijo resultó ser correcto. [...] En esa época, nada
parecía más sólido que la sociedad en cuyos márgenes vivía Marx. Un siglo y
medio más tarde, vivimos en el mundo que él anticipó, en el cual la vida de
todos es experimental y provisional, y la ruina súbita puede llegar en
cualquier momento”.
En un artículo aparecido en BBC Mundo, el
meditador sostiene que,
“como
efecto secundario de la crisis financiera, más y más gente está dándose cuenta
de que Karl Marx estaba en lo cierto. El gran filósofo alemán del siglo XIX,
economista y revolucionario, pensaba que el capitalismo era radicalmente
inestable. Tenía incorporada la tendencia de producir auges y colapsos cada vez
más grandes y profundos y, a largo plazo, estaba destinado a destruirse a sí
mismo”.
La fuente afirma que
“a Marx
le complacía esa característica: estaba seguro de que habría una revolución
popular, la cual engendraría un sistema comunista que sería más productivo y
mucho más humano. Marx erró en lo que se refiere al comunismo. Pero su
percepción de la revolución del capitalismo fue proféticamente acertada”.
O sea que, aun en medio de su refutación de la
alternativa y de la defensa de un capitalismo light, refundado, aggiornado,
nuestro articulista asevera que la realidad debe trocarse para que la formación
socioeconómica se mantenga. Y esto ya es algo, señores. Algo, admitir que, si “los defensores del capitalismo argumentan
que este ofrece a todos los beneficios que en la época de Marx solo tenían los
burgueses, la clase media asentada que poseía capital y tenía un nivel
razonable de seguridad y libertad durante su vida”, [en el presente] “el negocio de los mercados es volátil y
[...] estamos sintiendo las consecuencias”. De hecho, “en el Reino Unido, Estados Unidos y muchos otros países desarrollados,
durante los últimos 20 a 30 años ha ocurrido lo opuesto. No existe la seguridad
laboral, muchas de las profesiones y oficios del pasado desaparecieron y carreras
que duran toda la vida no son mucho más que un recuerdo”.
Por si no bastara,
“si la gente posee alguna riqueza, está en
sus casas, pero los precios de la propiedad raíz no siempre aumentan. Cuando el
crédito es restringido, como ahora, pueden quedarse estancados por años. Una
menguante minoría puede seguir contando con una pensión con la cual vivir
cómodamente y pocos cuentan con ahorros significativos. Más y más gente vive al
día, con muy poca idea sobre qué traerá el futuro. La clase media solía pensar
que sus vidas se desenvolverían en una progresión ordenada, pero ya no es
posible considerar a la vida como una sucesión de niveles en los que cada
escalón está más arriba que el anterior. En el proceso de creación destructiva,
la escalera desapareció y para cada vez más personas, ser de clase media ya no
es siquiera una aspiración”.
A la postre,
“tenemos
poco control efectivo sobre el curso de nuestras vidas y las medidas tomadas
para lidiar con la crisis financiera han profundizado la incertidumbre en la
que tenemos que vivir. Tasas de interés del cero por ciento conjugadas con el
alza de precios implica que uno recibe beneficios negativos por su dinero y
produce la erosión del capital. La situación para muchos jóvenes es aún peor.
Para poder adquirir las habilidades indispensables para conseguir empleo, hay
que endeudarse. Y como en cierto momento hay que volverse a entrenar, hay que
ahorrar, pero si uno empieza endeudado, eso es lo último que podrá hacer.
Cualquiera que sea la edad, la perspectiva de la mayoría de la gente hoy en día
es una vida entera de inseguridad”.
Gray afirma que esa condición de alteración
perpetua es “la revolución permanente del
capitalismo y yo pienso que nos acompañará en cualquier futuro imaginable
realísticamente. Estamos apenas a mitad de camino de una crisis financiera que
pondrá muchas cosas de cabeza. Monedas y gobiernos probablemente caerán, junto
con partes del sistema financiero que creíamos seguro”. Y, luego de deducir
que el resultado solo será “más agitación
política, a una escala aún mayor”, a pesar de los pesares se aventura a
predecir que este no devendrá “el final
del mundo, ni siquiera del capitalismo. Pase lo que pase, vamos a seguir
teniendo que aprender a vivir con la energía errática que el mercado emanó. El
capitalismo llevó a una revolución, pero no la que Marx esperaba”. Sino, a
una suerte de autosuperación.
Acotaciones
pertinentes
Líbrenos Dios de contradecir a tan augusto
comentador. Pero no de preguntarnos, con Fred Golstein (publicación digital La Haine), qué podría suceder si la
sobreproducción capitalista mundial sigue conduciendo a una disminución de las
ganancias, reducciones en la producción, menores salarios y más despidos. ¿No
es cierto que siete años después de que la crisis universal, y cinco tras la
supuesta recuperación, el capitalismo se encuentra en un callejón sin salida,
atrapado en una situación de desempleo masivo, supresión de sueldos y lento
crecimiento?
¿No representa una verdad de Pero Grullo que,
si los precios empiezan a bajar, a los patronos se les priva de mantener sus
márgenes de beneficios? Y entonces ¿no se verán “obligados” a deprimir aún más
los salarios, acelerar la producción, reducir los dividendos o deshacerse de
los trabajadores?...
Bueno, en lugar de adentrarnos en una espiral
de suposiciones, dado que –insistamos– tal vez haya pocos ámbitos del
conocimiento y la praxis donde yerren las predicciones tanto como en la
sociedad, ¿no “sabrá” mejor ir a lo más probado por la vida? En ese caso,
releamos a Marx.