|
Ernesto Laclau ✆ Anahí Rivera
|
Gastón Gutiérrez | Desde Hegemonía y estrategia socialista (coescrito
con Chantall Mouffe) hay una presencia constante en la “deconstrucción” del
marxismo de Ernesto Laclau: el rechazo a la dialéctica. En [el N° 9 de la
revista Ideas de Izquierda] Claudia Cinatti criticó cómo su teoría política cae
en la vía muerta del elogio de la hegemonía burguesa 1. La cuestión de la
dialéctica remite a otra dimensión de su teoría, que no está disociada de sus
propuestas políticas, pero que remite a un problema más amplio de la situación
del marxismo.
A propósito de la filosofía radical en Francia (como cifra
de época) Isabelle Garo señaló que la “denuncia de la dialéctica y el
antihegelianismo virulento” son los tópicos ideológicos comunes de un período
signado por la restauración del poder capitalista2. Laclau es deudor de ese
clima reaccionario, en el cual, como señaló Daniel Bensaïd: el “adiós a la
revolución y la liquidación de la dialéctica fueron de la mano”3.
El discurso filosófico de Laclau
La idea fuerza de Laclau era que una “positividad de lo
social” impregnaba la teoría de Marx haciendo que los conceptos que dan cuenta
del momento político
(lucha, antagonismo y hegemonía) cayeran sumidos por una
dialéctica objetivista de la economía y las clases sociales. Para Laclau:
Existe una primera opción teórica donde estimo que
encontramos la divisoria de aguas básica de la filosofía contemporánea: o la
negatividad (una negatividad no dialéctica, por supuesto) es vista como
constitutiva y fundacional, o bien es vista como efecto “superestructural” de
un movimiento más profundo que se concibe en los términos de pura inmanencia.
Si adoptamos el segundo enfoque, tendremos que concebir la historia y la
sociedad como dominadas por la objetividad y la necesidad 4.
En el segundo “enfoque”, de Spinoza, Hegel y Marx: “la
negatividad es una mera apariencia y no hay lugar para una teoría del sujeto”,
concluyendo que:
la dialéctica es, desde este punto de vista, esencialmente
objetivista y reduccionista dado que subsume cualquier momento negativo bajo un
movimiento subyacente que lo explica y a la vez lo supera –“astucia de la razón
de Hegel”5.
Su tesis del rechazo a la dialéctica es un paso lógicamente
previo para poder separarse radicalmente del legado marxista y, a su vez la
piedra de toque para la constitución de otra teoría del antagonismo. Para que
Heidegger, Lacan, Derrida, Wittgenstein, la lingüística, la retórica y varios
etc. más, cumplieran un rol en el “discurso” de Laclau, éste debía encontrar
una salida a la “crisis del marxismo”, que había sido proclamada a fines de los
‘70 por las figuras del “marxismo latino”: Louis Althusser y Lucio Colletti6.
Siguiendo un procedimiento común de toda una generación
desencantada, el “momento” antidialéctico de Laclau surgirá del seno de esta
crisis.
Disociación de antagonismo y contradicción
Laclau consideraba que en sus textos previos de los ‘60 y
‘70 había asimilado erróneamente el concepto de antagonismo al de contradicción (dialéctica),
presentando el campo político como un epifenómeno de la realidad de la economía
y la sociedad. En su último libro, The rhetorical foundations of society, publica
el ensayo “Antagonismo, subjetividad y política”, en el que critica la
idea principal del Manifiesto Comunista: “la historia de la humanidad
es la historia de la lucha de clases”, porque presupone la dialéctica, la cual
fracasaría en captar la peculiaridad del antagonismo7.
Despierto de su “sueño dogmático”, este rechazo será
esencial en su deconstrucción del marxismo. Como él señala:
quizás el argumento central de nuestro libro se vincula con
la noción de antagonismo (…) en nuestra opinión, ni las oposiciones
reales (la Realrepugnanz de Kant) ni la contradicción dialéctica
pueden dar cuenta de la relación específica que denominamos “antagonismo
social”. Nuestra tesis es que los antagonismos no son relaciones objetivas sino
relaciones que revelan los límites de toda objetividad (…) por esto, no
concebimos a lo político como una superestructura sino que le atribuimos el
status de una ontología de lo social 8.
Para conquistar semejante “status” para lo político (y lo
discursivo) Laclau necesita disociar los conceptos de antagonismo y
contradicción, y delimitar el primero de cualquier referencia objetiva. Allí es
donde se juega el rechazo a la dialéctica. El camino que sigue Laclau para esto
es analizar el debate filosófico en el marxismo de la escuela de Galvano Della
Volpe, que enfrentándose al historicismo predominante en el comunismo italiano
(y en la cultura nacional), y contra la consolidación del DIAMAT por parte del
estalinismo, retornó al legado de Kant contra Hegel9.
Su discusión filosófica central será una lectura de la
distinción kantiana entre contradicción lógica y oposición real10. Cómo repone
Laclau:
Kant concluye que las contradicciones solo pueden tener
lugar entre conceptos (o mejor dicho entre proposiciones) en tanto que entre
los objetos realmente existentes solo pueden existir oposiciones reales 11.
En el primer caso, la contradicción atiende a un problema
del orden del concepto, “mientras que hay un segundo tipo de oposición que se
vincula a los objetos reales: se trata de un tipo de oposición sin
contradicción”12. En esta segunda oposición, entre los extremos opuestos reales
no existe una vinculación según la cual uno sea la contradicción del otro. Son
dos objetos entre los cuales no hay mediación posible, sino
oposición-exclusión. Cada término opuesto tiene una positividad propia,
identidades diferenciadas, que se oponen uno a otro.
El argumento kantiano se opone a la dialéctica de Hegel, que
venía a trastocar esto mediante una teoría de la contradicción dialéctica como
operante efectivamente en la historia. Desde el punto de vista
especulativo-hegeliano no hay ningún problema en hablar de contradicciones: una
atracción recíproca entre dos contrarios reales es una relación de
oposición-inclusión. Aquí cada término se define en función de la relación con
el otro, estableciendo una interdependencia entre ambos, donde cumple un rol el
lado “negativo” de la historia: hay conflicto, lucha y antagonismo. Siguiendo
de cerca los desarrollos de Lucio Colletti, Laclau retomará que la dialéctica
de Hegel y Marx están contaminadas con “transiciones lógicas espurias”, para
señalar el fracaso de la idea de contradicción para pensar antagonismos
sociales reales.
El argumento de fondo de Colletti era la crítica de
Trendelenburg a la dialéctica, quien había retomado el “realismo” de
Aristóteles y los conceptos de Kant contra Hegel, y le criticaba que en el
comienzo de laLógica Hegel había propuesto derivar oposiciones reales por
procedimientos lógicos, lo que era imposible a riesgo de “contrabandear”
contenidos empíricos, introducidos “subrepticiamente”13.
Como de una lógica pura no se puede derivar ninguna
realidad, como es obvio, de algún modo Hegel estaba trampeando su propio método
mediante una “interpolación” de elementos lógicos y empíricos para componer su
dialéctica. Para Colletti “al no ser en rigor ni negación lógica, ni oposición
real, la dialéctica procede contaminando las dos”, en un “híbrido” entre el
pensamiento y el ser. La extensión de la crítica de la “interpolación” era el
fundamento para la postulación de un marxismo sin dialéctica. Pero mientras los
enemigos de Della Volpe eran Hegel, Engels y el DIAMAT, pero no Marx; Colletti,
luego de la muerte del maestro en 1968 y según él, releyendo a Marx
para un estudio del concepto de crisis (en 1973-74), cayó en una “crisis
total”, de la que culminó reconociendo que:
Las contradicciones del capitalismo –desde la contradicción
entre capital y trabajo asalariado a todas las demás– no son para Marx
“oposiciones reales” (como pensábamos), esto es oposiciones objetivas pero “sin
contradicción”; son contradicciones dialécticas en el pleno sentido de la
palabra 14.
Castrado de dialéctica, el marxismo de Colletti quedó
atrapado en la estrechez de las oposiciones reales y lejos del materialismo de
Marx. Para él las teorías del valor, del fetichismo y de la alienación, en
realidad se vinculaban en un origen común viciado por el tratamiento dialéctico 15.
Se condujo así a un callejón sin salida; el marxismo debía
aceptar su divorcio con la ciencia. Mientras él emprendía una separación
teórica que iría in crescendo contra todas las tesis de Marx16.
Marx y la dialéctica
Para Marx: “conceptuar no consiste, como dice Hegel, en
reconocer en todas partes las determinaciones del concepto lógico, sino en
captar la lógica peculiar del objeto peculiar”17.
El “objeto peculiar” de Marx fueron las relaciones sociales
capitalistas, de ahí que una dialéctica “puesta sobre sus pies” puede sortear
el “dilema inevitable” en el que derivaba la dialéctica. Según Trendelenburg o
era
…la pura negación lógica; pero entonces no puede producir algo
determinado (…) O la negación es la oposición real y entonces no puede
alcanzarse con el método lógico y la dialéctica no es dialéctica del
pensamiento puro 18.
El “dilema” de una “dialéctica del pensamiento puro” nunca
fue un problema para el joven Marx. Materialista, no podía aceptar esta
“interpolación” y aceptó la inviabilidad del “idealismo acrítico” de Hegel.
En Crítica de la filosofía del Estado de Hegel (1843),
a través de las influencias de Spinoza y Feuerbach, señaló que Hegel
“hipostasiaba” su lógica, haciendo de los conceptos verdaderos creadores de las
relaciones históricas reales19. El Estado no podía existir sin la base de la
familia y la sociedad civil, pero éstas eran “condición sine qua non” del
primero, y no expresiones de éste. La “especulación” funcionaba invirtiéndolo
todo, allí
…sucede lo contrario: mientras que la idea es convertida en
sujeto, los sujetos reales, la sociedad civil y la familia, se transforman aquí
en momentos objetivos de la idea, en momentos irreales, alegóricos 20.
Con esto Hegel construía no sólo una teoría idealista del
Estado, sino que además caía en un “empirismo acrítico” de la realidad del
mismo. Si el “fin inmanente” de la familia y la sociedad civil era culminar en
la representación del Estado, la dialéctica de Hegel implicaba una visión
“teleológica” de la historia.
Del estudio de las condiciones económicas presentes en la
“sociedad civil” Marx va a desplegar la crítica más radical que se conozca al
Estado burgués y la “ilusión política” de la dominación de clase. Las
escisiones entre “sociedad civil” y “sociedad política” ya no serán entre
conceptos, sino entre intereses materiales yuxtapuestos. En los Manuscritos
de 1844, o La ideología Alemana, el joven Marx tratará de dar cuenta de
una historia abierta de la lucha entre las clases, donde las “contradicciones
reales” entre ellas estarán liberadas de toda “mediación” idealista.
En la apropiación más madura y profunda del método de Hegel
que va a realizar en El Capital, los conceptos de contradicción, antagonismo
o conflicto operan en el vocabulario de Marx, de modo intercambiable, como
señalan Zeleny21 y Bensaïd22, con el objetivo bastante inequívoco de dar
cuenta de la conflictualidad y la temporalidad propias de la dialéctica. Marx
inicia su exposición con el análisis de la mercancía introduciéndose en el
análisis de la relación social que contiene una contradicción entre valor y
valor de uso (que provienen del doble carácter del trabajo –concreto y
abstracto–:
Dicho proceso suscita un desdoblamiento de la mercancía, en
mercancía y dinero, una antítesis externaen la que aquella representa su antítesis
inmanente de valor de uso y valor. En esa antítesis las mercancías se
contraponen como valores de uso al dinero como valor de cambio 23.
Marx continúa:
Si la autonomización externa de aspectos que en lo interno
no son autónomos, y no lo son porque se complementan uno al otro, se prolonga
hasta cierto punto, la unidad interna se abre paso violentamente, se impone por
medio de una crisis 24.
En este “desdoblamiento” de antítesis internas y externas,
no hay ninguna “interpolación” de elementos empíricos y lógicos, sino la
aplicación de un método de la “determinación dialéctica”, que permite reponer
la contradicción interna de una relación social específica, cuyo vínculo o
“trabazón interna” posee un estatuto materialista. El Capital no es
análisis de “cosas”, ni de “oposiciones reales”, menos aún trata de objetos
teóricos “irreales”, sino que su “objeto” son las relaciones sociales cuya
existencia opera “a espaldas de la conciencia de los hombres” (Marx). Aun en
este alto nivel de abstracción el objeto impone constantemente el conjunto de
las determinaciones.
Marx quiere conceptualizar una dialéctica concreta. Más
aún, la salida del terreno metafísico es decisiva, Marx diferencia el orden de
la contradicción conceptual de aquel en el cual la contradicción real “se abre
paso violentamente” en las crisis (y se “exterioriza” en la lucha de clases).
Esta primera “contradicción dialéctica” se restringe solamente a la posibilidad
“teórica” de la crisis, que luego debe ser enriquecida en un análisis de la
“totalidad” del modo de producción capitalista. Lucio Colletti, en un esfuerzo
final por limitar estos desarrollos dialécticos, señaló que estas antítesis
“inmanentes” dependían exclusivamente de la alienación en el mundo capitalista:
Marx no hablaría de contradicciones en la “realidad”, sino de la representación
de una “realidad volcada, invertida, cabeza abajo”. Pero el esfuerzo de
rechazar así la dialéctica también es trunco, las teorías de la alienación y
fetichismo en Marx se sostienen en el fundamento de que es en el propio proceso
de producción e intercambio en el que se desarrollan contradicciones, como la
de la producción social y la apropiación privada, que generan ese
trastocamiento: la realidad invertida es precisamente un producto de la
historia.
Un antagonismo posmoderno
El recorrido antidialéctico de Colletti fundamenta el
rechazo de Laclau a una dialéctica de la contradicción y el antagonismo. La
ilusión de esta dialéctica habría impregnado las hipótesis de Marx con una
tesis acerca de la homogeneización creciente del paisaje social, que habría
sido refutada por la historia abriendo el campo para la emergencia de un plano
contingente de la política 25.
A la pregunta de ¿qué es un antagonismo?, Laclau responde
que “es la experiencia de los límites de cualquier objetividad posible, la vía
en la cual cualquier objetividad revela el carácter parcial y arbitrario de su
propia objetivación”26. Esta experiencia se juega en un campo discursivo, en el
cual lo político constituye lo social, basado en la disociación del antagonismo
de cualquier referente. De ahí que Laclau se oponga a una historia de la lucha
de clases, sosteniendo que ahí se anuda una ambigüedad, porque si es “lucha” no
puede ser de “clase”, ahí dos perspectivas opuestas se oponen, o hay necesidad
o hay contingencia. Esto tiene implicancias políticas decisivas.
Basta solo un ejemplo: para Laclau, en la relación
capital-trabajo, por cierto la relación social más extendida del planeta, no
existe contrariedad alguna, y en el libre intercambio salario-capital tampoco
existe ningún antagonismo. El conflicto no surge del interior de las relaciones
de producción, sino de una relación entre fuerzas enemigas en una pugna de
identidades. Mejor dicho en un proceso de identificación constante que choca
con una “objetividad fallida”. En un mundo de identidades fragmentadas, sin
referencias de clase, en que habría una proliferación de puntos de antagonismo,
la heterogeneidad posmoderna viene a develar el carácter imposible de la
objetividad social. No es accidental que Laclau sostenga que el sujeto político
es un “pueblo” que no puede ser definido previamente con ningún contenido
social previo.
Contrariamente a este “populismo posmoderno”, amoldado a un
período de restauración del poder capitalista, que presupone la ausencia de
crisis capitalistas y el mantenimiento de la hegemonía de una política “sin
clase”, la perspectiva dialéctica de Marx permite considerar los cambios
objetivos y la situación subjetiva de la clase trabajadora. Es momento de pasar
del rechazo al retorno de esta dialéctica para comprender el terreno convulsivo
de la crisis capitalista, en el que emergen las contradicciones y los
antagonismos que permiten intervenir en esta historia abierta de la lucha de
clases.
Notas
1. “Ernesto Laclau y el elogio de la hegemonía burguesa”, IdZ 9.
2. “La política en la filosofía. Foucault, Deleuze,
Althusser & Marx”, IdZ 5.
3. D. Bensaïd, “Dialectique et révolution”, en
www.danielbensaid.org.
4. E. Laclau, “Atisbando el futuro”, en Simon Critchley y
Olivier Marchart (comp.), Laclau, aproximaciones críticas a su obra,
Buenos Aires, FCE, 2008.
5. Ídem.
6. Ver P. Anderson, Tras las huellas del materialismo
histórico.
7. Debates y Combates 3, Buenos Aires, FCE,
junio-julio 2012.
8. Prefacio a la 2da edición en español de Hegemonía y
estrategia socialista, Buenos Aires, FCE, 2004.
9.En Marxism and totality, Martin Jay ofrece una
reconstrucción de la biografía intelectual de Della Volpe y Lucio Colletti.
10. Kant la desarrolla en ensayos precríticos y la mantiene
en notas de La crítica de la razón pura.
11. E. Laclau, “Antagonismo…”, ob. cit., p.11.
12. Ibídem, p. 13.
13. L. Colletti “Contradicción lógica y no-contradicción”,
en La superación de la ideología, Madrid, Cátedra, 1982.
14. P. Andeson, “Una entrevista político-filosófica con
Lucio Colletti” (1974), en Cuadernos Políticos 4, México DF, Era,
1975; y L. Colletti, “Marxismo y dialéctica” (1975), en La cuestión de
Stalin, Barcelona, Anagrama, 1977.
15. L. Colletti, “Marxismo y dialéctica”, ob. cit.
16. Para “salvar” el marxismo Colletti intentó por un tiempo
dividir a Marx en dos: uno científico y uno crítico-dialéctico, pero pronto
abandonó la empresa y se pasó al liberalismo.
17. K. Marx, Crítica de la filosofía del Estado de
Hegel.
18. Citado por Colletti en “Contradicción lógica…”, ob.
cit., p. 107.
19. Acerca de las influencias combinadas que conforman las
partes “integrantes” de la filosofía de Marx, ver Marx Intempestivo de
Daniel Bensaïd y Cuaderno Spinoza de Marx.
20. K. Marx, Crítica de la filosofía del Estado de
Hegel, Buenos Aires, Claridad, 1968.
21. J. Zeleny, La estructura lógica de El Capital de
Marx, Barcelona, Grijalbo, 1974.
22. D. Bensaïd, Marx Intempestivo, Buenos Aires,
Herramienta, 2003.
23. K. Marx, El Capital, Tomo I, Vol. I, p.128.
Colletti destaca las frases marcadas en su lectura.
24. K. Marx, El Capital, Tomo I, Vol. I, p.138.
25. C. Cinatti, “La impostura posmarxista”, Estrategia
Internacional 20.
26. Ídem.