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Monumento a Eloy Alfaro, Quito
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Francisco Hidalgo
Flor | El presente texto se propone analizar los
procesos políticos que vivió el Ecuador desde 1990 hasta la actualidad,
asumiendo la perspectiva de tendencia de izquierda con anclaje en los
movimientos populares. Para este análisis se toma como marco teórico el
concepto de disputa de hegemonía. Se parte de reconocer como un solo proceso,
pero con varios momentos políticos, aquel que arranca con el levantamiento
indígena del
Inty Raymi, y va hasta
el triunfo electoral de
Alianza País.
Una interpretación específica se da al movimiento indígena, como protagonista
integral de una reforma cultural, que sienta las bases para un nuevo proyecto
social, y, por otro lado, las clases y capas medias urbanas, que sintetizan las
demandas de ciudadanía. En el texto se caracteriza a la nueva situación como
una dualidad, el entrecruzamiento de un proyecto de modernización del estado,
con otro de reforma democrática. Se genera así una
condición de encrucijada,
que arranca con el período 2006-2009, el cual presiona, a la izquierda con
tradición y a los movimientos populares, a vislumbrar un viraje estratégico.
Plantea que la síntesis de este proceso se encuentra en el proceso
constituyente y los contenidos claves de la Nueva Constitución, que recoge en
buena parte las demandas fundamentales de los movimientos populares y sociales,
y los coloca en un proyecto común “hacia adelante”.
Procesos políticos y
hegemonía
Estamos frente a un proceso social y político diferente,
frente al cual no se puede repetir más lo sabido. Los movimientos populares
tratan de convertirse en actores claves, pero tienen limitaciones y
dificultades. Algunas de ellas son constitutivas del proceso ecuatoriano, pero
otras superan el contexto nacional y nos confrontan con el proyecto político y
el bagaje histórico que los sustenta, esto es el contenido y el sentido de la
propuesta socialista en un escenario de globalización capitalista. Para
proceder con el análisis, en este artículo se adopta la perspectiva de disputa
y crisis de hegemonía con fundamento en el legado gramsciano, en diálogo
explícito con las novedades de la coyuntura local y global.
El concepto de hegemonía hace referencia a que un proyecto o
estrategia de una clase social concreta, o de un círculo dirigente
económico-político, requiere no solo del momento de la fuerza, de la capacidad
de imposición, sino también generar momentos de adhesión, de construcción de
consensos con un conjunto de clases y grupos sociales, que tornen viable dicho
proyecto o estrategia. Solo esas adhesiones o consensos, entre varias clases y
estratos sociales, son los que podrían garantizar una permanencia en el largo
plazo a una propuesta económico–político– social, que no puede dejar de
involucrar una reforma ético y moral.
Al tomar como referencia la teoría gramsciana, debemos
reconocer la complejidad que ella implica, pues es Antonio Gramsci quien en uno
de los esbozos sobre la problemática de la hegemonía1 propone los siguientes
niveles: i) la cuestión del hombre colectivo y el individuo en el paradigma de
la conducción política, o sea el moderno príncipe; ii) la cuestión de la
revolución en contextos de sociedad civil fortalecida; iii) la cuestión de las
ideologías como instrumento de la acción política. En el mismo Cuaderno 8, demanda un segundo nivel de
análisis: el debate sobre revolución- reestauración, que puede conducir a una
situación de revolución pasiva; y, la cuestión de la conciencia política de
las clases trabajadoras .
Finalmente Gramsci precisa que: “el concepto de hegemonía
sólo puede nacer después del advenimiento de ciertas premisas, a saber las
grandes organizaciones populares de tipo moderno, que representan como las
“trincheras” y las formas permanentes de la guerra de posiciones”.