Heidegger en Leipzig apoyando a Hitler. Acto del NSDAP, 1933
✆ Foto escaneada y coloreada por el autor,
tomada del diario Illustrirte Zeitung
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fin de apoyar la decisión del Führer de abandonar la Sociedad de las Naciones. Heidegger aparece circunspecto y orgulloso, debajo de un muro de hombres de las SA, símbolo arios y de banderas con la cruz swastika. El atrezzo es casi similar al del día de la asunción de su rectorado. La idea del rally partió del Führer de la Asociación de Profesores Nacionalsocialistas (NSLB) de Sajonia, el Gauobmann Arthur Göpfert, que llegaría a ser una especie de ministro de educación sin cartera. Se suponía que lo más granado y destacado de la Intelligentsia nazi diera su apoyo a las últimas medidas tomadas por el gobierno de Hitler, entre ellas la suspensión de todos los derechos constitucionales, la prohibición de los partidos políticos, la disolución del Reichstag (Parlamento), las medidas raciales y, por supuesto, la política exterior agresiva del IIIº Reich.
¿El filósofo más influyente del siglo XX en Occidente era un nazi típico? ¿Heidegger una suerte de Platón en Syracusa? ¿Heidegger el filósofo de la reacción parda, del regimen que condujo a Auschwitz? El filósofo Karl Jaspers recordaba en sus memorias parciales Notizen la siguiente anécdota: “En mayo de 1933… le dije: ¿Cómo puede gobernar a Alemania un hombre inculto como Hitler? ‘La educación es algo totalmente indiferente’ (ist ganz gleichgültig)–, me respondió Heidegger: ‘¡Vea usted sus maravillosas manos!’”. En 1935 Heidegger definía al Führer Adolf Hitler como un Halbgott, un semi-Dios. Son bien conocidas y documentadas las relaciones íntimas, las afinidades profundas entre el filósofo y el Nacionalsocialismo. Sin embargo, tanto él como sus hagiógrafos y los heideggériannes en general, así como el Mainstream académico, han tratado de negar, obturar o minimizar los rastros de este compromiso político que cuestiona el núcleo de su analítica existencial y de la dimensión ética de su filosofía. Es ya legendario el debate mal planteado de las relaciones del filósofo Martín Heidegger con el Nacionalsocialismo, con su estado racista (esta es la nueva dimensión del escándalo que se avecina) y en especial con el charisma de Adolf Hitler. En su resonancia internacional, la discusión fue estimulada por la aparición, en Francia, del libro del filósofo chileno Víctor Farías: Heidegger et le Nazisme, en la casa editorial Verdier en 1987.[1] Aunque la discusión viene de mucho más atrás, casi contemporánea a su engagement nacionalsocialista. [2] Sería demasiado fácil y burdo esconder las verdaderas motivaciones de esta discusión si sólo hacemos un enfoque estrecho sobre las limitaciones o en torno a los méritos y desméritos del libro de Farías (que tiene muchos), o el más moderno y reciente de Faye,[3] y no alcanzamos a ver que el Fall Heidegger, la Heidegger-Kontroverse, nos permite la posibilidad de intentar realizar una constructiva re-examinación de la perspectiva filosófica de la obra heideggeriana entre los años 1919 y 1945, así como la conexión interna con la decisión política, que nos permitiría hablar de una verdadera filosofía práctica. Es decir: ir incluso más allá de su nexo vital con el Nacionalsocialismo. Aun ─tal como los heideggerianos franceses hicieron reiteradas veces─ remarcando los errores evidentes, la exégesis externa o las conclusiones apresuradas de la investigación de Farías, surgen hechos incuestionables que ya no se pueden obviar: Martin Heidegger no era sólo un simpatizante naive, ni un abogado defensor de la nationalsozialistische Revolution, más allá de estar de moda o de satisfacer algunas reivindicaciones generales de la pequeña burguesía de provincias, sino que en la mayoría de los casos podría afirmarse con seguridad que Heidegger era plus royaliste que le Roi, donde le Roi era nada menos que el Führer Adolf Hitler. Y no simplemente apoyó “ruidosamente” al NS-Staat y su “despertar de Alemania”, sino que la elección valorativa y la extrema opción por el NSDAP emana, sin dudas, de premisas internas de su Ontología y Filosofía de la Existencia, en especial de su concepto de Cura (Sorge), de su idea radical de la Historicidad así como del desarrollo de una auténtica Filosofía de la Historia, la denominada Seinsgeschichte, “Historia del Ser”, como lo supieron intuir tempranamente discípulos muy cercanos a él, como Karl Löwith y Herbert Marcuse. La industria filosófica francesa siempre remarcó una línea roja que Heidegger no había atravesado en absoluto, y que demostraría su ideología völkisch particular, su accidental liason con el NSDAP, la naturaleza infantil de su Nazismo privado y bizarro. Heidegger jamás fue racista (ergo: no era nazi), jamás fue un antisemita (ergo: no era nazi). “En toda su obra impresa no existe ni una frase antisemita” clamaba desde el reciente y chic Dictionnaire Martin Heidegger,[4] co-director de la obra Hadrien France-Lanord… ¿Es realmente así?
Foto original de Illustrirte Zeitung donde se observa a Martin Heidegger en Leipzig, apoyando a Hitler, 1933 |
Del Nachlass heideggeriano, desbordante ─como en el mejor Schmitt─ de tesis teológico-políticas, brota toda la gama lexicográfica y semántica del vocabulario nazi más vulgar, de la agitprop nacionalsocialista de barricada: “Judería” como una Raza “sin territorio (Eretz)”, con “facultad del cálculo”, que posee el don acentuado “para la contabilidad y el comercio”, el judío con su tenaz habilidad instintiva “para competir”, el imperio del Nihilismo en estado puro a causa “del desarraigo del Ser” producto del “Judaísmo Internacional”, etc., etc. Heidegger coloca como causas del “olvido del Ser” al Platonismo, Cristianismo, Liberalismo, Socialismo, Marxismo, y el Comunismo (igualado con el Bolchevismo judeo-asiático) es sólo un desarrollo más con el cual prosigue y se completa el “despliegue del Poder”. El Bolchevismo en su variante stalinista es un artículo injertado, una mercadería exportada de Occidente al Ost eslavo-asiático, y con ella lleva de contrabando a Asia su Machenschaft, el “Maquinismo”, central en su filosofía tardía. En un primer nivel de significado designa la capacidad de posesión de lo real en orden de dominarlo y hacerlo parte de nuestros fines subjetivos, el reino liberal del cálculo y la utilidad burguesa. Pero, por primera vez y claramente, esta decadencia se relaciona estrechamente con la figura de la mediación del judío cosmopolita y apátrida. Heidegger dice que en la Geschichte des Seyns “el papel del Judaísmo Mundial no es un mero asunto racial. Esta una cuestión metafísica (...) el desarraigo de todo ente fuera del Ser.” La problemática en esos años ya es la de la pregunta sobre la Rasse-sein, que luego devendrá central en los Beiträge (1936-1938) y en las clases de 1942. Pero mucho antes de esos años, a pesar de los esfuerzos de los heidégeriannes franceses en su hermenéutica de la inocencia, Heidegger manejaba plenamente y con soltura términos técnicos racistas funcionales a la Rassenkunde oficial del NS-Staat, de los que podía deducirse perfectamente su sesgo antisemita por defecto, como Blut (Sangre), Boden (Suelo), Rassegedanke (Pensamiento de la Raza), Stamme (Etnia como diferencia racial), Geschlecht (estamento racial), Volksgemeinschaft (comunidad racial-popular), Volksgenosse (camarada de raza), Zucht (selección), etc.
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