- En Mayo 2013 tuve el placer de hablar ante el 6° Festival
Subversivo de Zagreb sobre este tema. El esquema usado en mi charla fue
publicado en esa fecha. Finalmente ahora he conseguido escribir la conferencia
entera y desarrollar significativamente algunos puntos. [1]
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Karl Marx ✆ Pincho
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Yanis Varoufakis | Europa
está experimentando un desplome, que difiere substancialmente de una recesión
capitalista «normal» superable mediante una reducción de salarios que ayude a
restablecer los beneficios.
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Yanis Varoufakis |
Ese deslizamiento duradero, a largo plazo, hacia
una depresión asimétrica y una desintegración monetaria pone a la izquierda
radical frente a un terrible dilema : ¿deberíamos aprovechar esta profunda
crisis capitalista –esas que se dan una vez por siglo— como una oportunidad
para promover el desmantelamiento de la Unión Europea, dada la adhesión
entusiasta de ésta al credo y a las políticas neoliberales? ¿O deberíamos
aceptar que la izquierda no está preparada para un cambio radical, y promover,
en cambio, la estabilización del capitalismo europeo? Este trabajo argumenta
que, por poco atractiva que pueda sonar esta última proposición a los oídos de
un pensador radical, el deber histórico de la izquierda, en esta coyuntura
particular, es estabilizar el capitalismo;
salvar al capitalismo europeo de sí
mismo y de los inanes dirigentes que llevan inexorablemente a la catástrofe a
la eurozona. A partir de su experiencia personal y de su propia trayectoria intelectual,
el autor explica por qué Marx debe continuar ocupando un lugar central en
nuestro análisis del capitalismo, pero también por qué debemos ser erráticos en
nuestro marxismo. Además, el trabajo explica por qué un análisis marxista de
ambas cosas, del capitalismo europeo y de las condiciones actuales de la izquierda,
nos obliga a trabajar a favor de una coalición más amplia, incluso con fuerzas
de derecha, con el objetivo de resolver la crisis de la eurozona y estabilizar
la Unión Europea. Sugiero, en suma, en este trabajo que, en el contexto de la
calamidad europea, los radicales deberíamos esforzarnos por minimizar el
sacrificio humano reforzando las instituciones públicas de Europa y, así,
ganando tiempo y espacio para desarrollar una alternativa genuinamente
humanista.
Introducción | Una
confesión radical
El capitalismo conoció su segundo espasmo global en 2008,
desencadenando una reacción que llevó a Europa a una espiral que amenaza con
engullir a los europeos en una vorágine de depresión, cinismo, desintegración y
misantropía poco menos que permanentes. Durante los últimos tres años he tenido
la oportunidad de hablar ante las audiencias más diversas sobre el dilema
europeo. Ante miles de manifestantes antiausteridad en la Plaza Sintagma de
Atenas, ante personal del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, ante los
diputados verdes de Nueva York, ante escolares en suburbios pobres griegos y
norteamericanos, ante los diputados del Parlamento de Londres, con los
activistas de Syriza en Tesalónica, ante fondos de riesgo en Manhattan y en la
City de Londres: es tan larga la lista, como persistente es el abandono, por
parte de los dirigentes europeos, del humanismo y la razón. A pesar de la
extremada diversidad de la audiencia, mi mensaje ha sido consistente: la crisis
actual de Europa no es meramente una amenaza para los trabajadores, los
desposeídos, los banqueros, los grupos particulares, clases sociales o, incluso,
naciones. No; las políticas dominantes hoy en Europa constituyen una amenaza
para la civilización tal como la conocemos.
Si mi pronóstico es correcto y la crisis europea no es sólo
una recesión cíclica más que se corregirá no bien la tasa beneficio se recupere
tras el inevitable recorte salarial, la cuestión que se le plantea a la
izquierda radical es la siguiente: ¿tenemos que alegrarnos de este hundimiento
global del capitalismo europeo y aprovecharlo como una oportunidad para
substituir el capitalismo por un sistema mejor?¿O debería, al contrario,
llenarnos de preocupación y obligarnos a una campaña a favor de la
estabilización del capitalismo europeo? Mi respuesta ha sido inequívoca durante
los últimos tres años, y la naturaleza de esa respuesta la revela la enorme
diversidad de la lista, antes mencionada, de las audiencias sobre las que he
intentado influir. Según yo veo las cosas, la crisis europea no está en proceso
de gestación de una alternativa progresista, sino preñada por fuerzas radicalmente
regresivas con capacidad para causar un inhumano baño de sangre y de cegar por varias
generaciones las esperanzas de cualquier movimiento progresista.
Por tener y manifestar esas opiniones he sido acusado por
voces radicales bien intencionadas de “derrotista”; de tardío menchevique que
no se cansa de luchar por objetivos que tienden a salvar el indefendible sistema
socioeconómico actual. Un sistema que representa, precisamente, todo lo que un
radical de izquierda debería condenar y combatir: una Unión Europea
transnacional antidemocrática, irreversiblemente neoliberal,
extraordinariamente irracional, una UE que ha perdido prácticamente toda
capacidad de evolucionar hacia una comunidad genuinamente humanista en la que
las naciones europeas puedan respirar, vivir y desarrollarse. Debo confesar que
esta crítica hace daño. Y me duele, porque contiene bastante más que un adarme
de verdad.
Comparto desde luego el punto de vista de que la Unión
Europea es un cártel fundamentalmente antidemocrático e irracional, que ha
llevado a los pueblos de Europa por el camino de la misantropía, el conflicto y
la recesión permanente. También suscribo la observación crítica de que yo he
hecho campaña por un programa fundado en el supuesto de que la izquierda ha
sido claramente derrotada. De modo que, sí, por supuesto, he de reconocer que
habría deseado que mi campaña hubiera sido de otro tipo: harto más me habría
gustado a mí promover un programa radical, cuya razón de ser fuera reemplazar
el capitalismo europeo por un sistema diferente, más racional; y no tener que
hacer campaña por la estabilización de un capitalismo europeo que no cuadra con
mi concepción de lo que es una Sociedad Buena.
Llegados a este punto, acaso sea pertinente hacer una
confesión secundaria: confesar que...las confesiones tienden a ponerse al
servicio de uno mismo. Desde luego, las confesiones están siempre cerca de lo
que John von Neumann dijo una vez de Robert Oppenheimer al oír que su antiguo director
en el Proyecto Manhattan se había convertido en un activista antinuclear
confesando estar avergonzado de su contribución a la carnicería de Hiroshima y
Nagasaki. Estas fueron las cáusticas palabras de Von Neumann:
«Confiesa el pecado
para ganar la gloria»
Afortunadamente, no soy Oppenheimer; no será demasiado
difícil evitar la autopromoción mediante la confesión de varios pecados. Mi
confesión será más bien como una ventana desde que examinar minuciosamente mi
punto de vista sobre un capitalismo europeo repugnante, afligido por la crisis
y profundamente irracional, cuya implosión, a pesar de sus muchos defectos,
debería evitarse a toda costa. Es una confesión con la que convencer a la
izquierda radical de que tenemos una misión contradictoria: evitar la caída
libre del capitalismo europeo para ganar el tiempo necesario para formular su
alternativa.