- “Se trata de ‘usar’ a
Gramsci, no sólo de citarlo.” | Raúl Mordenti
- “El progreso de la
Técnica y de la Ciencia es en la sociedad capitalista el progreso en el arte de
estrujar sudor.” | Vladimir Illich Ulianov, “Lenin”, 1913
- “La selección de un
nuevo tipo de obrero posibilita, mediante la racionalización tayloriana de los
movimientos, una producción relativa y absolutamente mayor que antes, con la
misma fuerza de trabajo.” | Antonio Gramsci, 1931
Nicolás González Varela
Americanismo:
¿crítica radical al stalinismo? | La atención intensa y prolongada de Gramsci
sobre la temática del Americanismo solo puede ser comprendida desde su intento
de volver al Marx auténtico y recuperado. La genial fórmula gramsciana puede
ser esquematizada de la siguiente manera: Taylorismus+Fordismus=Americanismo. Gramsci
destaca, sobre la vulgarización economicista y tosca del Dia-Mat, de nuevo la
primacía lógica de la producción en el Capitalismo. La Kritik marxiana de la
economía política (burguesa), hay que recordarlo, es un doble mandoble:
consistía, por una parte, en la consecuente aplicación de la Teoría del
Valor-Trabajo al desarrollo capitalista sobre la base de las categorías económicas
fetichistas dadas; y, por otra parte, en el desenmascaramiento de esas
categorías
poniendo de manifiesto su carácter de meras “relaciones de clase y
explotación” (en absoluto neutrales) peculiares de un modo de producción
determinado, el burgués. La injusticia se concentra en el núcleo de las
relaciones de producción y allí se define, desde allí se despliega. Pero
Gramsci no solo habla de América (EE.UU.) o de Europa, no solo intenta aplicar
las herramientas de la Kritik de Marx a la táctica y estrategia
del Partido
Comunista italiano, a los problemas del desarrollo capitalista italiano, sino
simultáneamente observa negativamente los desarrollos de construcción del
Socialismo en Rusia. Paradójicamente, los mecanismos de contratendencia del
Capital (que ignoran per definitionem el elemento humano), como el Taylorismo,
llegaban importados acríticamente al mismo país de los Soviets, en esas fechas
ya bajo el régimen político stalinista maduro. Frederick Winslow Taylor y sus
colegas, pioneros en la organización científica del trabajo, mostraron al
Capital la forma de reducir el propio trabajo a un control tan estricto y sistemático
que, supuestamente, la disciplina del trabajador ya no sería un problema. Se
podía anular el carácter revolucionario de la doble valencia de la fuerza-trabajo.
Afirmaron incluso una suerte de “revolución mental” (de conciencia) implícita
en su reorganización del trabajo que sentaría toda una época de Pax burguesa (se
reduciría cero la intensidad de los desafíos en la producción) y al mismo
tiempo, en consonancia, un creciente aumento de la riqueza nacional. El aspecto
decisivo del Taylorismo, en palabras del propio Taylor, fue descrito como “la
acumulación deliberada por parte de los empresarios de la gran cantidad de
conocimientos tradicionales, que en el pasado estaban en la cabeza de los
trabajadores y en sus cualificaciones físicas y destreza, que habían adquirido
durante años de experiencia.”
[1] Se socavaba el
poder del proletariado artesanal, basado en la superioridad de sus
conocimientos sobre su trabajo en relación con el patrón, y se estableció un
dualismo entre los artesanos que manejaban las máquinas y un continuo de
obreros descualificados controlados por un enjambre de capataces y supervisores.
Hubo tres grandes consecuencias para los trabajadores: la primer es el divorcio
de los sistemas técnicos y sociales de control de la fábrica; la segunda es que
cuanto más racionalizada estaba la empresa, mayor era el caos y la precariedad
de la vida del proletariado (desaparecían los privilegios artesanales: valor de
la cualificación progresiva, estabilidad de empleo, normas del sindicato de
oficio, tarifas estándares); y la tercera que el poder oligopolista de la nueva
empresa proporcionaba a ésta una nueva capacidad para administrar los precios
(valor de cambio) basándose en el plan capitalista a largo plazo. La
contratendencia del capital segmento dentro de la fábrica al proletariado,
generó dos tipos de reacciones obreras, dos morfologías en la lucha de clases,
que a menudo tendieron a fundirse o cruzarse: una procedía de los amenazados
artesanos (generalmente en cuestiones de gerenciamiento de la producción) y la
otra de los nuevos peones descualificados y operarios fordistas (generalmente
huelgas salariales puras, el salario se transformaba en una variable
independiente). Como Gramsci señalaría en sus Quaderni “se crea un tipo nuevo
de obrero, monopolizado mediante salarios altos”. Taylor fue la vanguardia
articulada y consciente de los esfuerzos contratendenciales de la burguesía más
avanzada, tanto que a mediados de los 1920’s los elementos esenciales de sus
propuestas habían sido acogidos favorablemente en casi todas las industrias. El
kit básico de estos elementos eran tan sencillos, contrarrevolucionarios como
profundos: 1) la planificación y organización centralizada de las sucesivas
fases de fabricación; 2) el análisis sistemático de cada operación productiva;
3) la instrucción y supervisión minuciosa de cada trabajador en la realización
de su tarea concreta; 4) política salarial cuidadosamente pensada para inducir
al obrero a hacer lo que se le decía y ordenaba.
[2] Todas estas medidas
contratendenciales minaron la autonomía tradicional de la figura obrera del
artesano, destruyeron para siempre el sindicalismo basado en oficios, removió
la vieja composición de clase e inauguró un nuevo ciclo de luchas en el cual
los nuevos obreros-masa deberían crear nuevas formas de confrontación y subversión.
Lenin “taylorizado” | El inefable Bujarín,
incuestionable gran timonel del Marxismo vulgarizado en la época, acompañado
política y administrativamente en las sombras por Stalin, decía sin tapujos ya
en 1923 que “debemos adicionar el Americanismo al Marxismo”; Stalin en 1924 ya
celebraba la tecnología y el Management del Americanismo (con su disciplina
laboral y su división del trabajo) como un punto cardinal en el nuevo Dia-Mat
que se estaba codificando. Stalin, ingenioso con los slogans, lo definía como: “el
impulso revolucionario ruso más la eficiencia americana”, nada menos que este
híbrido ideológico sería “la esencia del Leninismo en el trabajo del Partido y
del Estado”;
[3] ya en 1932,
hablando del élan vital de todo bolchevique, Stalin exigía su adecuada mezcla
con el espíritu práctico americano, llegando a sostener que “tradición en la
industria y en la praxis productiva (de EE.UU.) tienen algo más de democratismo,
lo que no se puede decir de los viejos países capitalistas de Europa, donde el
espíritu señorial de la aristocracia feudal sigue viva.” Y eso que Stalin no
conocía los EEUU y no leía en inglés. El Taylorismo incluso había sido
traducido a la jerga burocrática, se le denominaba pomposamente como Nauchnaiia
organizatsiia truda, o sea: “Organización Científica del Trabajo”, popularmente
conocida como NOT. Coherente con su amor por el Americanismo sans phrase,
Stalin inauguró una planta de automóviles y camiones Ford en 1929 (importándose
planificadores, técnicos y administradores);
[4] hasta el viejo
anticomunista y antisemita recalcitrante de Henry Ford cambió su postura
desconfiada y reaccionaria frente a la URSS.
[5] Trotsky afirmaba
que la palabra más popular entre el campesinado de la NEP era sin dudas la
palabra “Ford”. Muchas fábricas soviéticas fueron construidas por diseñadores e
ingenieros norteamericanos. El futuro sistema de explotación “taylorista-stajanovista”
del Stalinismo ya había nacido. Incluso en la misma URSS se estableció oficialmente
la idea que Henry Ford y sus ideas complementaban de manera perfecta los
aportes de Karl Marx.
[6] Entre la
superestructura naciente del régimen stalinista y el establecimiento de una
contratendencia capitalista en la economía se desarrolló un nexo vital y
necesario y aparentemente contra natura. Y el consentimiento, gran hallazgo del
Gramsci ordinenovista, tesis fundamental que mantuvo hasta el final de su vida,
comienza precisamente en la producción, en la fábrica. Pero: ¿qué tenía que
decir sobre el Taylorismo el mismo Lenin?
Lenin ya había entrevisto la importancia de
esta nueva contratendencia para el nuevo ciclo de acumulación del capital,
habiendo criticado al Taylorismo tan temprano como en 1913 en un artículo
titulado “El sistema científico de explotación”;[7] nuevamente escribió
contra el nuevo régimen en 1914 en otro artículo: ““El sistema Taylor:
esclavización del Hombre por la Máquina”.[8] En el primero de
ellos reconoce, como lo hará Gramsci más tarde, que el Capitalismo
norteamericano está “ a la cabeza de todos”, por lo tanto el Americanismo se
presenta modelo ideal para las burguesías europeas en cuanto a “los últimos
métodos de explotación del obrero”. El Taylorismus es definido por Lenin como
un sistema de extraccción racional que consiste en “exprimir al obrero hasta
extraerle el triple de trabajo en una jornada de la misma duración que antes”,
se agotan “despiadadamente sus fuerzas, se succiona con triplicada velocidad
cada gota de la energía nerviosa y muscular del esclavo asalariado. ¿Qué el
obrero morirá antes? ¡Hay muchos esperando en los portones de la fábrica!”.
Lenin parafraseaba el libro original de Taylor y deducía sus consecuencias en la
lucha de clases: “el capitalista reduce sus gastos a menos de la mitad. Sus
ganancias crecen. ¡La burguesía, entusiasmada, no se cansa de ensalzar a
Taylor!”. Conclusión de Lenin: “Máxima explotación según todas las reglas de la
Ciencia…”. Al año siguiente volvió sobre la candente cuestión, al parecer por
las señales de introducción en el gran industria rusa del Taylorismo. Lenin
enfoca su análisis desde el punto de vista de las contratendencias del Capital
tal como las entendía Marx en los momentos de crisis y la Ley del
valor-trabajo: “la competencia, que se agudiza en forma especial en épocas de
crisis… obliga a inventar constantemente infinidad de nuevos medios para
reducir el costo de producción. Pero la dominación del Capital convierte esos
medios en instrumento para una mayor explotación de los obreros. Uno de esos
medios es el sistema Taylor.” El Taylorismo no solo rediseña los métodos de
trabajo strictu senso sino a los mismos medios de producción, incluso la misma
fábrica se remodela de arriba abajo, ajustándose a esta nueva “aceleración
productiva”. Lenin señala que “todos estos colosales perfeccionamientos se
introducen en detrimento del obrero, pues conducen a mayor opresión y
explotación de éste, y con ello limitan la distribución racional y sensata del
trabajo dentro de la fábrica”. El fin del sistema científico de trabajo es
claro para Lenin: “el Capital organiza y regula el trabajo dentro de la fábrica
con el fin de aumentar la explotación de los obreros, de multiplicar sus
ganancias. Pero en el conjunto de la producción social sigue reinando y
creciendo el caos que conduce a la crisis…” Lenin en este sentido no clama en
el desierto ni esta a contracorriente: era la opinión generalizada en las alas
izquierdas de la Socialdemocracia europea anterior a 1914 que el Taylorismo era
“la más moderna y despiadada forma de explotación capitalista” inventada hasta
el momento.[9] En 1916, en su
exilio en Suiza, Lenin tuvo la oportunidad de leer una traducción del libro de
Taylor, Shop Management, libros sobre el sistema taylorista y de varios
artículos de sus colaboradores (como Frank Gilbreth); Lenin tomará numerosas
notas sobre el sistema taylorista,
modificando algunas de sus opiniones anteriores.[10]
El Taylorismo en una situación de crisis terminal y quiebra económica como el
de la posguerra rusa post-1917, el output industrial era un tercio del de 1913,
podía resultar útil en algunos de sus elementos bajo hegemonía socialista para
la acumulación primitiva. Las opiniones de Lenin “taylorizado” se verán reflejadas,
por ejemplo, en “Las Tareas inmediatas del poder soviético”, del 24 de mayo de
1918, donde señala en el apartado “El aumento de la productividad del trabajo”
que “en toda revolución socialista, una vez resuelto el problema de la conquista del poder por el
proletariado y en la medida en que se va cumpliendo en lo fundamental la tarea
de expropiar a los expropiadores y aplastar su resistencia, va colocándose
necesariamente en primer plano una tarea cardinal: la de crear un tipo de
sociedad superior a la del capitalismo,
es decir, la tarea de aumentar la productividad
del trabajo y, en relación con esto (y para esto), dar al trabajo una
organización superior”, para subrayar a continuación que “que el proceso de
formación de las nuevas bases de la disciplina
laboral sea muy largo… la vanguardia mas consciente del proletariado de Rusia
se ha planteado ya la tarea de fortalecer la disciplina en el trabajo… se debe poner a la orden del día la aplicación practica y el
ensayo de la remuneración por unidad de trabajo realizado el aprovechamiento de
lo mucho que hay de científico y progresista en el sistema Taylor.” Sin
sonrojarse, anticipando los resultados a los que llegaría en 1921 el asesor
taylorista de Trotsky, Keelly, Lenin afirma que “el ruso es un mal trabajador
comparado con los de las naciones adelantadas”, por lo que “la tarea que el Poder soviético debe plantear con toda
amplitud al pueblo es la de aprender a trabajar. La ultima palabra el
capitalismo en este terreno -el sistema Taylor-, al igual que todos los progresos del capitalismo,
reúne toda la refinada ferocidad de la explotación burguesa y varias conquistas científicas de sumo valor
concernientes al estudio de los movimientos mecánicos durante el trabajo, la
supresión de movimientos superfluos y torpes, la adopción de los métodos de
trabajo mas racionales, la implantación de los sistemas óptimos de contabilidad
y control, etc.” No solo se queda allí, sino anunciando el reinado de Gastev,
propone “organizar en Rusia el estudio y la enseñanza del sistema Taylor, su experimentación y adaptación sistemáticas.” ¿Y
si hay resistencias obreras al sistema taylorista-fordista? Lenin afirma que es
un parche momentáneo hasta el establecimiento en la conciencia de la emulación
socialista: “Al mismo tiempo, y con el propósito de elevar la productividad del
trabajo, hay que tener presentes las peculiaridades del periodo de transición
del capitalismo al socialismo que reclaman, por un lado, el establecimiento de
las bases de la organización socialista
de la emulación y, por otro, la aplicación de medidas coercitivas para que la consigna de
la dictadura del proletariado no quede empañada por una blandenguería del poder
proletario en la practica.”[11] Para el Lenin de
1918 el Taylorismo, “propiamente aplicado e inteligentemente aplicado” por la
clase obrera misma, muy importante pre-condición que estará ausente en el
futuro, aumentaría la eficiencia del trabajo, haciendo crecer el profit que
ahora iría a la acumulación socialista. En un discurso ante el primer Congreso
del Consejo Superior de Economía Nacional, el Sovnarkhozy, propuso un grado
más: endurecimiento de la disciplina laboral y la introducción del pago por
piezas (pieces rates) basado en el rendimiento individual, una noción de
gestión científica taylorista que no había encontrado amplio apoyo entre los dirigentes
sindicales y en la fracción anti-taylorista del partido. Además se complementó
con la creación de la figura gerencial del director de fábrica, los futuros “gerentes
rojos”, menoscabando y paralizando el control obrero en la producción que se
había extendido espontáneamente a lo largo de 1917 y 1918.[12]
Mucho antes León Trotsky se había transformado
en uno de los nuevos “conversos” acríticos al Taylorismo como fórmula mágica
para recuperar la productividad, sin detenerse en los detalles y las
salvaguardas de Lenin; en un fecha tan temprana como mayo de 1919 había
contactado con un discípulo de Taylor, un ingeniero y consultor industrial, personaje
muy peculiar llamado Royal Keely, al que contrató para aplicar el nuevo método
en la URSS. La ortodoxia de Taylor consistía en dos momentos diferenciados,
ordenados en secuencias obligatorias e irreversibles, dos caras de la misma
moneda: el primero de observación y estudio de las condiciones laborales, del
tiempo de trabajo autóctono que descubría los métodos y las herramientas
adecuadas, así como el estilo laboral rutinario del obrero promedio. Los
trabajos debían ser estudiados, los movimientos analizados y medidos en tiempo
(incluso con cinematógrafo), y las experiencias de los trabajadores en el lugar
de trabajo (interrupciones, retrasos, pausas involuntarias, períodos de
descanso) desconstruidas y disecadas. De aquí se deducía una performance
standard local y regional, basada en el análisis del tiempo de trabajo real, en
lugar del tradicional método intuitivo de cuánto se espera que produzcan los
obreros. Los incentivos, el pago por cumplir el plan de pago por pieza, no
comenzaba hasta que no se hubiera establecido científicamente esta performance
standard objetiva. Keely pasó dos largos años in situ estudiando las fábricas
rusas, la cultura laboral y los métodos de trabajo autóctonos. En su informe
final a Trotsky documentó que el 50% del tiempo de trabajo productivo en la
industria rusa se perdía por la ética artesanal, holgazanería y simulación, una
cifra astronómica, que excedía todos los cálculos promedios de Taylor para la
industria norteamericana.
[13] Taylor había
denunciado la economía moral de los
trabajadores artesanos, su código ético de conducta laboral, calificándola como
“Soldiering” (restricción a la producción eficiente). El problema de cómo
aumentar la productividad de la mano de obra, las campañas de “racionalización”
y las controversias a que daban lugar (acusaciones de Taylorismo y Fordismo,
repulsa al trabajo a destajo y resistencia a la creación de una burocracia
paralela a una aristocracia obrera) fueron corrientes desde los primeros días
de la URSS. Lenin, obligado por la rampante crisis de hambre de 1921, a la que
se le sumó una serie de explosivas insurrecciones campesinas (Ucrania, Tambov,
Urales, Siberia), huelgas fabriles en las principales ciudades (incluidas
Petrogrado y Moscú), coronadas por la rebelión de Kronstadt, enterró definitivamente
el Comunismo de Guerra y a un aislado partido bolchevique encerrado en las
grandes ciudades.
[14] En medio de una
ola de arrestos masivos y la implantación de la Ley marcial, el partido
bolchevique implanta la NEP como única salida improvisada al desastre. No es
casualidad que en plena NEP, en 1922, se produzca la fundación del Instituto
Central del Trabajo dirigido por Goltsman y Gastev, el “Taylor ruso”, dedicado
al estudio del Taylorismo, llamado “NOT” por su traducción como “Nauchnaya
Organizatsiya Truda”. La oposición de izquierda anti-taylorista formó como
respuesta crítica un contragrupo dirigido por Kerzhentsev que también usaba irónicamente las simbólicas iniciales
NOT
[15]; no es casualidad que al mismo tiempo
que se reforzaba la implantación del Taylorismo en 1922, surgieran dos grupos
de oposición de inspiración obrera como respuesta: “La Verdad Obrera” de
Bagdánov y el “Grupo de Trabajadores” de Miasnikov, que denominaban
sarcásticamente a la NEP como “Nueva Explotación del Proletariado”. Entre sus
simpatizantes se encontraba David Riazanov, sindicalista, especialista y editor
de las obras completas de Marx.
[16] Lenin muere en
1924, Trotsky jamás abandonó su entusiasmo por el Taylorismo (y por la
militarización de la fuerza de trabajo in toto) incluso hasta poco antes de su forzoso
exilio. Pero la paradoja es que el Taylorismo, al que Lenin calificaba como un
nuevo grado de sofisticación de la “esclavitud capitalista”, al que pretendía
introducir con cautela y salvaguardas como “educador de trabajadores” bajo
control obrero, en realidad un nueva vuelta de tuerca en la contratendencia del
Capital, se implantaba ahora acríticamente en la Patria del Proletariado, al
mismo tiempo que se consolidaba la superestructura del régimen stalinista.
Destajo en la Patria del Socialismo | La lucha sucesoria
en torno a la dirección del Partido Bolchevique como sabemos la ganó la dupla
Bujarin-Stalin. La NEP instaurada por Lenin había revigorizado, con su
reinstalación de mecanismos capitalistas, la suspensión de la colectivización
agraria y la propiedad estatal de los sectores pesados de la industria, a la
economía soviética, que para 1926 ya había recuperado los niveles de 1913. La
productividad industrial también había mejorado notablemente. Pero no había
solución al alto paro industrial y al juvenil, y se había producido un
desfasaje entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento de la
fuerza de trabajo industrial. La insurgencia obrera no cedía a pesar de las
medidas disciplinarias, lo métodos draconianos y la represión.
[17] Gramsci reconocería que el “intento
progresista” de implantar el Americanismo y el Fordismo “sea iniciado por una u
otra fuerza social no carece de consecuencias fundamentales: las fuerzas subalternas,
que deberían ser 'manipuladas’ y ‘racionalizadas’ según los nuevos fines,
resisten necesariamente.” El debate dentro del partido bolchevique venía de
lejos: Gramsci precisamente señala que “este desequilibrio entre teoría y
práctica (en los bolcheviques sobre la cuestión del Americanismo)… ya se había manifestado
anteriormente, en 1921.”, es decir en el agrio debate sobre el rol de los
sindicatos en el Xº Congreso del partido bolchevique. Pero el debate venía de
más atrás todavía. Efectivamente ya a mediados de 1918, después de la crisis de
Brest-Litovsk, se colocó en el centro del debate soviético el problema de la
productividad, la disciplina laboral y medidas draconianas para reglar la
producción, eliminación del control obrero (el 68% de todas las fábricas de
Rusia estaban controladas por comités, y en el 100% en aquellas con más de
doscientos trabajadores) estableciéndose una polémica regulación del trabajo
donde se introducía el gerente, la cuota por pieza (idea taylorista) y el
trabajo a destajo. La oposición de izquierda bolchevique criticó estas medidas,
las citas son del propio Lenin en su polémica de 1918, que definían esta
política laboral oficial como “destinada a implantar la disciplina entre los
obreros bajo la insignia de la ‘autodisciplina’, a la introducción del servicio
laboral para los obreros… al trabajo a destajo, el hecho de alargar el día de
trabajo, etc.”, y argumentaba que “la introducción de la disciplina laboral
junto con la restauración de la dirección capitalista en la producción… amenaza
con esclavizar a la clase obrera y excita el descontento, no solamente en las
capas atrasadas, sino en la vanguardia del proletariado.”; se afirmaba en la
prensa de la oposición (socialrevolucionaria y menchevique de izquierda, cuya
libertad de expresión tuvo efímera vida) que “bajo la bandera de la
restauración de las fuerzas productivas, se está intentando abolir la jornada
de ocho horas e introducir el trabajo a destajo y el Taylorismo.” Lo que estaba
en cuestión era el mismo concepto del Taylorismo, la diferencias salarial, la
burda copia de la división del trabajo capitalista y hacer de nuevo al obrero
un apéndice de la máquina y el cronómetro. ¿Era éste el Hombre Nuevo? ¿Lenin
tachaba con el codo lo que había escrito en El Estado y la Revolución? El
resultado fue una ola de protestas obreras, choques armados y huelgas parciales
a lo largo de la primavera de 1918 en las principales regiones industriales que
concluyeron con la huelga general del 2 de julio. La vanguardia de los
trabajadores la conformaban trabajadores de armamento y de locomotoras, que
habían sido un apoyo vital a los bolcheviques en octubre de 1917.
[18] La resistencia obrera a la nueva
“racionalización” taylor-fordista y la respuesta represiva continuaron a lo
largo de 1919.
[19] Entre las
consignas más comunes, se encontraba precisamente la de devolver el dominio en
la fábrica y el Management de la producción a los comités de obreros y en
especial contra los altos salarios de funcionarios del partido, directores de
fábrica (los odiados glavki’s), especialistas y técnicos.
[20]
La tensión no se resolvió, aunque se apaciguó con una mezcla del palo y la
zanahoria: una amplia represión (que incluyó ejecuciones sumarias)
[21] acompañó la instauración de la NEP,
aumentos salariales en las escalas inferiores y la lenta desmilitarización del
servicio laboral. Se amenazaba con la expulsión del partido a quienes se
solidarizaran con cualquier huelguista.
[22]
El enemigo elemental del trabajador industrial ruso era el Taylorismo
“rusificado” a base de bajos salarios (cuando la política salarial de Ford eran
precisamente los altos salarios), la explotación extensiva y el desempleo
producto de la “racionalización” capitalista de la fábrica. El peor de los
mundos posibles para un obrero. Entre julio y septiembre de 1923 estalla una
nueva oleada de huelgas con la primera huelga de masas que se tiene noticia
desde octubre de 1917, en la industria pesada en Karkhov y Sormovo, movimiento
espontáneo y desorganizado que el propio Stalin calificó como “una ola de
intranquilidad y de huelgas que ha
barrido en agosto algunas regiones de la República”.
[23]
Gramsci fue testigo directo de la resistencia obrera desde abajo: estaría en
Moscú, uno de los epicentros de la protesta,
[24]
desde mayo de 1992 hasta diciembre de 1923, además Moscú era el centro nacional
de la Oposición de Izquierda que publicitaba y apoyaba en muchos casos a los
huelguistas. Se había llegado a tal extremo que constituía un grave riesgo para
el régimen soviético implantar a rajatabla la política laboral de
reorganización taylorista y racionalización industrial. El proletariado se encontraba
en una situación de revuelta y fermento pre-revolucionario. El futuro para el
obrero industrial parecía negro: más trabajo a destajo, sueldos en descenso y
la amenaza automática de castigo o desempleo.
[25]
El nuevo Moloch se llamaba ahora “acumulación socialista”.
[26]
Se dejó para un etapa futura la cuestión laboral, la profundización de la
productividad, la racionalización extrema y la culminación del Taylorismo.
En 1925 la oposición de izquierda, que se
hacía eco del creciente descontento proletario a diferencia de su actitud en
1923, enumeró seis características respecto a la situación de la clase obrera
en la URSS que eran más propias de un régimen de capitalismo de estado que de
un sistema de transición al Socialismo: 1) pago de jornales por trabajo a
destajo (viejo recurso del Capital) y sistemas tayloristas de pago por pieza;
2) relación de dominación entre gerentes y obreros; 3) grandes masas de
desempleados (ejército industrial de reserva clásico); 4) métodos de
contratación y despido de trabajadores; 5) frecuencia de conflictos
industriales; 6) uso general de las horas extraordinarias (abandono de la
jornada de ocho horas).[27] Stalin abogó en
esas fechas no por revisar el sistema laboral en crisis sino por una dura campaña
“que terminase con el absentismo en las fábricas y talleres, para elevar la
productividad de la mano de obra y para fortalecer la disciplina laboral en
nuestras empresas”. En la primavera de 1925 es el momento de la insurgencia
obrera: se produjeron nuevamente grandes huelgas inéditas por fuera de los
sindicatos oficiales, de los órganos del partido bolchevique, de las agencias
económicas en la región industrial de Ivanovo-Vosnesenk, síntomas de una lucha
aún mayor que abarcaba ya uno de cada seis sindicatos estatales. Ivanovo (que
había encabezado la huelga más extensa de la clase obrera contra el régimen de
Kerenski),[28] megacentro textil
ruso, vive una serie creciente de movilizaciones, huelgas de hambre, huelgas de
brazos caídos, ralentización del trabajo, radicalización de las asambleas de
fábrica, sabotajes en la producción, ataques a los managers tayloristas de las
fábricas (llamados “industriales rojos” en la jerga de clase), atentados contra
las autoridades locales, y la creación de una amplia literatura política
subversiva. En todos los pronunciamientos del partido y de los sindicatos se
machacaba sobre la supuesta necesidad de aumentar la producción y se insistía
en que era primordial que la mano de obra trabajara con más intensidad y con
más eficacia con la aplicación del Taylorismo y el Fordismo. En 1926 se produjo
la última huelga obrera que pudo aparecer de manera positiva y sin censura en
la prensa soviética, de aquí en más en la URSS no existiría por decreto el
fenómeno denominado “huelga” en ningún medio informativo.[29]
La NEP queda oficialmente liquidada en 1928, Stalin
decide la colectivización forzosa y al mismo tiempo acelerar la implantación
del Taylorismo saltándose la fase previa de estudio de los tiempos de trabajo
indispensable para el mismo Taylor. Mientras en 1926 el 60% de los trabajadores
estaban bajo un sistema de pago por pieza y métodos tayloristas rusificados, en
1931 ya eran el 75% del total.[30] El sistema de
explotación laboral bajo el Stalinismo se componía de esta manera, en su
madurez, de Taylorismo rusificado, Stakhanovismo y una minoría de “trabajadores
de choque” (los llamados udarniks) que supuestamente anticipaban la futura
ética socialista. Además Stalin pretende introducir elementos de planificación
totalmente ausentes hasta el momento, copiando las posturas de Trotsky que
criticó en la lucha fraccional de 1923, en el primer Plan Quinquenal, recurriendo
a otra herramienta taylorista: el diagrama de Gantt.[31]
El presidente del Consejo Supremo de Economía Nacional de la URSS (VSNKH, o Vesenkah),
G. K. Ordjonikidzé, invitó personalmente a uno de los popularizadores de la
teoría de Gantt en EEUU, el ingeniero emigrado ruso Walter N. Poliakov (que
había aplicado la técnica en la fabricación de locomotoras), quién estuvo en la
URSS entre 1929 y 1931. Gracias a la actividad de Poliakov por primera vez el
Taylorismo, unido al gerenciamiento del aparato burocrático y la vigilancia
policial sobre los trabajadores, reinaba en todos los rincones de la URSS. La
respuesta instintiva de los trabajadores rusos fue de fiera resistencia al Taylorismo,
iniciada en el sector textil, clave en el Primer Plan Quinquenal (1928-1932)
para generar los surplus necesarios para el desarrollo de la industria pesada.
La rama textil será de manera experimental uno de los primeros sectores
industriales en aplicar a rajatabla los métodos de Taylor “rusificados”, el
pago por pieza y el trabajo a destajo. La reacción obrera no se hizo esperar
nuevamente y una nueva ola de insurgencia obrera surgió en los núcleos
industriales: en el climax, abril de 1932, más de 20.000 obreros textiles se
declararon en abierta huelga, declarando las condiciones de trabajo
“explotadoras” y “coercitivas”.[32] En 1930 ya habían
comenzado las purgas de Stalin por “sabotaje industrial” que diezmaron al
partido taylorista, pero es en 1937 (con el fracaso del segundo Plan
quinquenal) en que se produce la gran purga: se acusa a un “Centro
antisoviético de reserva” (sic) de “una intensa actividad saboteadora
extremadamente perjudicial para nuestra economía”, se obliga a los directores
de fábrica (los “gerentes rojos”), administrativos, ingenieros y técnicos, planificadores,
el alma del Taylorismo soviético, a autoculparse de sabotaje industrial,
espionaje y terrorismo. Se suceden desapariciones, ejecuciones, exilios forzados
y el suicidio de Ordjonikidzé, cabeza del Gosplan y comisario popular de la
Industria Pesada, el que había invitado a Poliakov y logrado adaptar el Taylorismo
a las condiciones rusas. El sino del Scientific Management en la URSS no podía
ser más siniestro: otro símbolo del Taylorismo radical, Gastev, sería detenido
en 1939 y ejecutado por orden de Stalin en 1941.[33]
El llamado “Segundo proceso de Moscú” se iniciará el 23 de enero de 1937, a los
acusados (“agentes nipo-germano-trotskistas”) que lleguen a los tribunales, se
los acusa de hacer estallar las minas, incendiar fábricas químicas, ralentizar
la producción industrial, descarrilar trenes, fabricar productos defectuosos,
envenenar el trigo, bloquear el pago por piezas de los obreros para irritarlos
y llevarlos a la huelga… “Catástrofes” del Socialismo en un solo país, reales y
comprobables, consecuencia del desastre en la planificación stalinista, en la
falta de calificación laboral, en la corrupción de la Nomenklatura, la mala
alimentación de la fuerza de trabajo, la superexplotación y el trabajo forzado
de presos,[34] la falta de
respeto por la higiene y las normas de seguridad y por la pésima aplicación de
más avanzado sistema de explotación inventado por el Capital. Se había aplicado
lo peor del Taylorismo, y se había dejado de lado su “lado bueno”: el estudio
científico y objetivo de las características locales del trabajo, la
gratificación del obrero-masa y la comunidad de intereses entre patrón-obrero
generado por los altos salarios. De todas maneras, el Americanismo era una
amarga e irreversible realidad en la URSS, resistida y combatida desde abajo, y
pocos se hacían la pregunta elemental (entre ellos Gramsci) si era compatible
el Taylorismo-Fordismo con una economía de transición al Socialismo.
No solo Gramsci lo había notado en su viaje
los cambios profundos que afectaban al país de los Soviets. Cuando el gran
escritor austriaco Joseph Roth viaje entre 1926 y 1927 a la URSS, como un
bolchevique más o menos convencido, ya bajo el dominio del régimen de Stalin,
escribirá sorprendido que el país se encuentra en un proceso de total
“americanización”, señalando que se busca, con el Taylorismo, “una Técnica de
producción perfecta” y masiva, no importando el coste social, como si la
Tecnología fuera un elemento neutro, pero lo que no pueden comprender los
dirigente soviéticos es que “una consecuencia de estas aspiraciones es que, inconscientemente,
se adaptan al espíritu de América”.[35]
El teórico marxista Walter Benjamin, en la misma época que Roth residiendo en
Moscú, reconocía que el régimen “trata de suspender en el interior la actividad
del comunismo militante, empeñándose en lograr una paz social a plazo fijo, a
‘despolitizar’ la vida burguesa en la medida de lo posible… intentando suprimir
la dinámica del proceso revolucionario dentro de la vida estatal”, y que el
“Capitalismo de Estado” (así le denominaba Benjamin) implantaba la idea que la
Técnica “es lo sagrado: no hay nada que se tome más en serio que la Técnica; la
metamorfosis era obvia: el sistema apuntaba a “la transformación del trabajo
revolucionario en trabajo técnico,”, trabajar con intensidad la última versión
de la Técnica burguesa (Taylorismo, Fordismo) era en la naciente ideología
stalinista “revolucionario”.[36] Del otro lado de
Europa, el escritor portugués Fernando Pessoa, un inteligente conservador
revolucionario, criticaba la importación acrítica en el Bolchevismo ruso de la
“industrialización à la Americana”;[37]
y no es de extrañar que el filósofo reaccionario Martin Heidegger, ya en 1935,
igualara sin más a la URSS y su Capitalismo de Estado con Amerika, afirmando
que se sostenían sobre el mismo principio metafísico, “ese furor funesto por la
Técnica desencadenada” norteamericana; en 1938 afirmaba que el Bolchevismo en
su variante stalinista (para Heidegger era simplemente “Marx aplicado”) no es
más que un artículo injertado, una mercadería exportada de la América fordista
al Ost eslavo-asiático, y con ella se introduce de contrabando a Asia su Machenschaft,
el “Maquinismo”, la aplicación sucesiva de Taylorismo y Fordismo; en 1942, ya
en plena guerra total en el Este, ante la avalancha infinita de material y
hombres con que se enfrentaba el IIIº Reich en el Este, Heidegger concluirá que
“el Bolchevismo no es más que una variación del Americanismo”.[38] Seguramente Gramsci cambiaría el término
“Bolchevismo” por el más certero de “Stalinismo”. Lo cierto es que las
reflexiones gramscianas sobre el “Americanismo”, la gran innovación
contratendencial del Capitalismo que Marx no había visto y que Lenin no ha
podido preveer en sus consecuencias a mediano plazo, se vuelven complejas y
productivas a la sombra de su retorno al Marx auténtico. Y la
recuperación-retorno de Gramsci sobre el Marx rehabilitado, es simultáneamente
una critica in pectore al proceso de regresión que se vivía en la URSS, que Gramsci
podía haberlo comprobado in situ en su estadía en 1922-1923. No era ningún
espejismo: hacia 1935 la mayoría de los trabajadores soviéticos producían bajo
el sistema taylorista “rusificado”, y finalmente al Taylorismo toscamente importado
por Gastev (copiado en su lado exclusivamente de explotación intensiva) se le
unió el mecanismo auténticamente stalinista de Stakhanov (la explotación
extensiva, la eliminación práctica de la jornada de ocho horas)[39]. La fórmula perversa del Capitalismo de
Estado estaba completa.
Gramsci, más allá de Lenin | El Americanismo
era un contragolpe doble: para contrarrestar eficientemente la caída tendencial
de la ganancia y al mismo tiempo bloquear el desafío en la producción del
obrero artesano del siglo XIX modificando la composición de clase. Era una
recomposición burguesa. La hegemonía, tanto en Lenin como en Gramsci, nace de
la fábrica. A Gramsci en la prisión no se le escapa la dimensión profunda,
gracias a su recuperación del Marx auténtico y su propia formación
“ordinenuovista”, de esta ruptura epocal que denomina “histórica”. Declara, a
contrariis del Stalinismo, que “la Ley tendencial de la disminución de la tasa
de beneficio estaría, pues, en la base del ‘Americanismo’”; el nuevo obrero-masa
del Fordismo, el “gorila amaestrado” como le denominaba Taylor (y que Gramsci
recuerda en varios pasajes de los Quaderni) se configura desde la idea-fuerza
taylorista: “desarrollar al máximo en el hombre trabajador la parte maquinal,
destruir el viejo nexo psico-físico del trabajo profesional calificado que
exigía una cierta participación de la inteligencia, de la iniciativa, de la
fantasía del trabajador, para reducir las operaciones de producción al aspecto
físico únicamente.” Las contratendencias del Capital no son nuevas, señala
Gramsci, y todas buscan “crear, con una rapidez inaudita y con una conciencia
de los fines nunca antes vista en la Historia, un nuevo tipo de trabajador y de
hombre.” Y no solo eso: se dará “una selección forzada y una parte de la vieja
clase trabajadora será implacablemente eliminada del mundo de la producción y
del mundo tout court.”
[40] La eliminación no
solo es física sino además ideológica: el Taylorismo anuncia un nuevo nivel
inédito en la lucha de clases. Interesante que Gramsci discrepe con el
“militar-taylorista” Trotsky (y por elevación con el “ultrataylorista” Stalin)
sobre este punto en particular, afirmando que dar la supremacía a la industria
y a los métodos industriales americanos, “acelerar en métodos coercitivos la
disciplina y el orden en la producción, de adecuar los hábitos a las
necesidades del trabajo”, sin las condiciones materiales de EE.UU., “habría
desembocado inexorablemente en una forma de ‘Bonapartismo’…”, las soluciones
propuestas por Trotsky “eran erróneas, aunque sus preocupaciones eran justas…
el modelo militar se había convertido en un prejuicio funesto, los ejércitos de
trabajo fracasaron.” El Americanismo no podía simplemente ser importado y
adoptado sin más, ya que en él se encuentran indisolublemente unidos “modos de
vida” (reproducidos por el mismo estado) con los nuevos métodos de trabajo. Como
para Gramsci el consentimiento comienza en la producción, la hegemonía se
construye desde la fábrica (“L’egemonia nasce dalla Fabbrica”), la reproducción
y ampliación del Americanismo a toda la sociedad se transforma lentamente en
una función del estado (funzione di Stato), en “ideología estatal” (ideologia
statale), en parte de su reproducción ampliada, ya que una vez establecida, para
que la clase dominante pueda ejercerla a voluntad no se necesita más que “una
cantidad mínima de intermediarios profesionales de la política y de la
ideología.” El Taylorismo para Gramsci no es otra cosa que “una coacción sobre
las masas trabajadoras para conformarlas a las necesidades de la nueva
industria”, y subraya, con un eco inconfundible en lo que sucede en la URSS,
que “la adaptación a los nuevos métodos de trabajo no puede producirse sólo por
coerción: el aparato de coerción necesario para obtener tal resultado costaría
ciertamente más que los altos salarios.”
[41]
Tampoco Gramsci tiene dudas de la esencia oculta del Americanismo: “La ley de
la Tendencia Decreciente descubierta por Marx estaría, pues, en la base del
Americanismo, o sea: del ritmo acelerado en el progreso de los métodos de
trabajo y de producción y de modificación del tipo de obrero (tipo di operaio).”
[42] Es el teorema de primera aproximación
de Marx, así le llama Gramsci a la Ley marxiana,
[43]
el que nos permite entender críticamente al Taylorismo y al Fordismo, que en
suma simplemente son “un intento de superar esta primera aproximación”
marxista. Como mecanismo de contratendencia “la industria Ford exige una
discriminación, una calificación, en sus obreros que las otras industrias
todavía no exigen, un tipo de calificación de nuevo género, una forma de
consumo de fuerza de trabajo y una cantidad de fuerza consumida en el mismo
tiempo medio que son más gravosas y más extenuantes que en otras partes”,
[44] por lo que Gramsci duda incluso de la autodenominación
ideológica burguesa de “racional” y “científico” de un método sofisticado de
explotación, y mirando la experiencia soviética se pregunta “si el tipo de
industria y de organización del trabajo y de la producción propio de Ford es
'racional’, esto es, si puede y debe generalizarse o si por el contrario se trata
de un fenómeno morboso que hay que combatir con la fuerza sindical y con la
legislación.” Si la respuesta es que es racional (más progresivo que su
anterior figura, el obrero artesano) y debe generalizarse, tal como se hizo en
la URSS, y se intenta en Europa, Gramsci señala que “no puede suceder
únicamente con la ‘coerción’, sino sólo con una combinación de coerción
(autodisciplina) y de persuasión, también bajo la forma de altos salarios, o sea
de posibilidades de mejor nivel de vida, o quizá, más exactamente, de posibilidades
de realizar el nivel de vida adecuado a los nuevos modos de producción y de
trabajo”. Precisamente lo contrario de su implantación acrítica en la URSS. El
Americanismo importado mecánicamente ignora que éste “exige un ambiente
determinado, una estructura social determinada (o la voluntad decisiva de
crearla) y un determinado tipo de estado. El estado es el Estado Liberal”, con
lo que Gramsci establece la conexión en la Kritik entre Economía-Política, ya
que el Taylorismo no es sino la otra cara de la forma-estado basada en la
lógica de la “libre iniciativa y del individualismo económico que conduce con
sus propios medios, como ‘sociedad civil’, por su propio desarrollo histórico,
al régimen de concentración industrial”. Pero tanto en la URSS (como en la
Italia fascista) faltan los elementos básicos de este ambiente capitalista
determinado. Gramsci no duda en definir que “toda la ideología fordiana de los
altos salarios es un fenómeno derivado de una necesidad objetiva (necessità
obbiettiva) de la industria moderna que ha alcanzado un determinado grado de
desarrollo y no un fenómeno primario (lo que sin embargo no exime del estudio
de la importancia y las repercusiones que la ideología puede tener por su
cuenta).” La fantasía burguesa que el nuevo obrero-masa del Taylorismo sea
finalmente un mero “gorila amaestrado” entre relaciones de producción
racionalizadas representa en realidad, como lo demuestra su despliegue conflictivo
en Europa y en la misma URSS, “un límite en una cierta dirección”
[45]. La respuesta al tema de la
productividad creciente y a la velocidad en la cadena de producción era una
cuestión determinada únicamente por la capacidad de resistencia de los trabajadores,
no existía ningún kantiano “imperativo técnico”. La recomposición de clase del
obrero artesanal al obrero-masa, auténtica revolución pasiva, abría para
Gramsci una nueva etapa en la morfología de la lucha de clases, no su fin. No
es un momento absoluto, no es el Fin de la Historia, ya que aunque puede
mantener en pie una opresión y una determinada hegemonía, no puede impedir que
ella sola pueda sostenerse sin el ejercicio de un permanente trabajo de control
en la fábrica. Las nuevas tareas políticas a las que nos enfrentamos con el
Americanismo son el generar una anti-revolución pasiva.
(Continuará…)
Notas
Taylor, Frederick, W.; “Testimony”, en: Scientific
Management. Comprising Shop Management. The Principles of Scientifica
Management. Testimony before the special House Comitee; Harper & Row, New
York, 1947, p. 49.
El primer
Congreso del Sovnarkhozy se realizó
entre el 26 de mayo y el 4 de junio de 1918, reflejando las preocupaciones por
el liderazgo bolchevique entre los trabajadores y el campesinado, la política
de nacionalizaciones; se componía de 252 delegados de importantes instituciones
soviéticas (VSNKh, Sovnarkom,
sindicatos, cooperativas de trabajadores, etc.); la tesis “taylorista” de Lenin
(que dejaban de lado el programa bolchevique), defendidas por Miliutin, se
enfrentaron a las del ala izquierda, defendidas por Osinski (pseudónimo de Valerián
Obolenski), ganando por mayoría la primera (veinticinco a favor, siete en
contra, trece abstenciones) contra la posición “antitaylorista” (nueve a favor;
doce abstenciones); el alto número de abstenciones, incluso con la presencia
magnética de Lenin a favor de una de las tesis, nos habla del desconcierto
ideológico en el núcleo bolchevique.