"No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe haber más de uno." — Jacques Derrida

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal" Karl Marx

20/10/13

Gramsci y el Marx desconocido - V

  • “Se trata de ‘usar’ a Gramsci, no sólo de citarlo.” | Raúl Mordenti
  • “El progreso de la Técnica y de la Ciencia es en la sociedad capitalista el progreso en el arte de estrujar sudor.” | Vladimir Illich Ulianov, “Lenin”, 1913
  • “La selección de un nuevo tipo de obrero posibilita, mediante la racionalización tayloriana de los movimientos, una producción relativa y absolutamente mayor que antes, con la misma fuerza de trabajo.” | Antonio Gramsci, 1931
Nicolás González Varela 

Americanismo: ¿crítica radical al stalinismo?  |  La atención intensa y prolongada de Gramsci sobre la temática del Americanismo solo puede ser comprendida desde su intento de volver al Marx auténtico y recuperado. La genial fórmula gramsciana puede ser esquematizada de la siguiente manera: Taylorismus+Fordismus=Americanismo. Gramsci destaca, sobre la vulgarización economicista y tosca del Dia-Mat, de nuevo la primacía lógica de la producción en el Capitalismo. La Kritik marxiana de la economía política (burguesa), hay que recordarlo, es un doble mandoble: consistía, por una parte, en la consecuente aplicación de la Teoría del Valor-Trabajo al desarrollo capitalista sobre la base de las categorías económicas fetichistas dadas; y, por otra parte, en el desenmascaramiento de esas categorías
poniendo de manifiesto su carácter de meras “relaciones de clase y explotación” (en absoluto neutrales) peculiares de un modo de producción determinado, el burgués. La injusticia se concentra en el núcleo de las relaciones de producción y allí se define, desde allí se despliega. Pero Gramsci no solo habla de América (EE.UU.) o de Europa, no solo intenta aplicar las herramientas de la Kritik de Marx a la táctica y estrategia
del Partido Comunista italiano, a los problemas del desarrollo capitalista italiano, sino simultáneamente observa negativamente los desarrollos de construcción del Socialismo en Rusia. Paradójicamente, los mecanismos de contratendencia del Capital (que ignoran per definitionem el elemento humano), como el Taylorismo, llegaban importados acríticamente al mismo país de los Soviets, en esas fechas ya bajo el régimen político stalinista maduro. Frederick Winslow Taylor y sus colegas, pioneros en la organización científica del trabajo, mostraron al Capital la forma de reducir el propio trabajo a un control tan estricto y sistemático que, supuestamente, la disciplina del trabajador ya no sería un problema. Se podía anular el carácter revolucionario de la doble valencia de la fuerza-trabajo. Afirmaron incluso una suerte de “revolución mental” (de conciencia) implícita en su reorganización del trabajo que sentaría toda una época de Pax burguesa (se reduciría cero la intensidad de los desafíos en la producción) y al mismo tiempo, en consonancia, un creciente aumento de la riqueza nacional. El aspecto decisivo del Taylorismo, en palabras del propio Taylor, fue descrito como “la acumulación deliberada por parte de los empresarios de la gran cantidad de conocimientos tradicionales, que en el pasado estaban en la cabeza de los trabajadores y en sus cualificaciones físicas y destreza, que habían adquirido durante años de experiencia.”[1] Se socavaba el poder del proletariado artesanal, basado en la superioridad de sus conocimientos sobre su trabajo en relación con el patrón, y se estableció un dualismo entre los artesanos que manejaban las máquinas y un continuo de obreros descualificados controlados por un enjambre de capataces y supervisores. Hubo tres grandes consecuencias para los trabajadores: la primer es el divorcio de los sistemas técnicos y sociales de control de la fábrica; la segunda es que cuanto más racionalizada estaba la empresa, mayor era el caos y la precariedad de la vida del proletariado (desaparecían los privilegios artesanales: valor de la cualificación progresiva, estabilidad de empleo, normas del sindicato de oficio, tarifas estándares); y la tercera que el poder oligopolista de la nueva empresa proporcionaba a ésta una nueva capacidad para administrar los precios (valor de cambio) basándose en el plan capitalista a largo plazo. La contratendencia del capital segmento dentro de la fábrica al proletariado, generó dos tipos de reacciones obreras, dos morfologías en la lucha de clases, que a menudo tendieron a fundirse o cruzarse: una procedía de los amenazados artesanos (generalmente en cuestiones de gerenciamiento de la producción) y la otra de los nuevos peones descualificados y operarios fordistas (generalmente huelgas salariales puras, el salario se transformaba en una variable independiente). Como Gramsci señalaría en sus Quaderni “se crea un tipo nuevo de obrero, monopolizado mediante salarios altos”. Taylor fue la vanguardia articulada y consciente de los esfuerzos contratendenciales de la burguesía más avanzada, tanto que a mediados de los 1920’s los elementos esenciales de sus propuestas habían sido acogidos favorablemente en casi todas las industrias. El kit básico de estos elementos eran tan sencillos, contrarrevolucionarios como profundos: 1) la planificación y organización centralizada de las sucesivas fases de fabricación; 2) el análisis sistemático de cada operación productiva; 3) la instrucción y supervisión minuciosa de cada trabajador en la realización de su tarea concreta; 4) política salarial cuidadosamente pensada para inducir al obrero a hacer lo que se le decía y ordenaba.[2] Todas estas medidas contratendenciales minaron la autonomía tradicional de la figura obrera del artesano, destruyeron para siempre el sindicalismo basado en oficios, removió la vieja composición de clase e inauguró un nuevo ciclo de luchas en el cual los nuevos obreros-masa deberían crear nuevas formas de confrontación y  subversión.
   
Lenin “taylorizado”  |  El inefable Bujarín, incuestionable gran timonel del Marxismo vulgarizado en la época, acompañado política y administrativamente en las sombras por Stalin, decía sin tapujos ya en 1923 que “debemos adicionar el Americanismo al Marxismo”; Stalin en 1924 ya celebraba la tecnología y el Management del Americanismo (con su disciplina laboral y su división del trabajo) como un punto cardinal en el nuevo Dia-Mat que se estaba codificando. Stalin, ingenioso con los slogans, lo definía como: “el impulso revolucionario ruso más la eficiencia americana”, nada menos que este híbrido ideológico sería “la esencia del Leninismo en el trabajo del Partido y del Estado”;[3] ya en 1932, hablando del élan vital de todo bolchevique, Stalin exigía su adecuada mezcla con el espíritu práctico americano, llegando a sostener que “tradición en la industria y en la praxis productiva (de EE.UU.) tienen algo más de democratismo, lo que no se puede decir de los viejos países capitalistas de Europa, donde el espíritu señorial de la aristocracia feudal sigue viva.” Y eso que Stalin no conocía los EEUU y no leía en inglés. El Taylorismo incluso había sido traducido a la jerga burocrática, se le denominaba pomposamente como Nauchnaiia organizatsiia truda, o sea: “Organización Científica del Trabajo”, popularmente conocida como NOT. Coherente con su amor por el Americanismo sans phrase, Stalin inauguró una planta de automóviles y camiones Ford en 1929 (importándose planificadores, técnicos y administradores);[4] hasta el viejo anticomunista y antisemita recalcitrante de Henry Ford cambió su postura desconfiada y reaccionaria frente a la URSS.[5] Trotsky afirmaba que la palabra más popular entre el campesinado de la NEP era sin dudas la palabra “Ford”. Muchas fábricas soviéticas fueron construidas por diseñadores e ingenieros norteamericanos. El futuro sistema de explotación “taylorista-stajanovista” del Stalinismo ya había nacido. Incluso en la misma URSS se estableció oficialmente la idea que Henry Ford y sus ideas complementaban de manera perfecta los aportes de Karl Marx.[6] Entre la superestructura naciente del régimen stalinista y el establecimiento de una contratendencia capitalista en la economía se desarrolló un nexo vital y necesario y aparentemente contra natura. Y el consentimiento, gran hallazgo del Gramsci ordinenovista, tesis fundamental que mantuvo hasta el final de su vida, comienza precisamente en la producción, en la fábrica. Pero: ¿qué tenía que decir sobre el Taylorismo el mismo Lenin?

Lenin ya había entrevisto la importancia de esta nueva contratendencia para el nuevo ciclo de acumulación del capital, habiendo criticado al Taylorismo tan temprano como en 1913 en un artículo titulado “El sistema científico de explotación”;[7] nuevamente escribió contra el nuevo régimen en 1914 en otro artículo: ““El sistema Taylor: esclavización del Hombre por la Máquina”.[8] En el primero de ellos reconoce, como lo hará Gramsci más tarde, que el Capitalismo norteamericano está “ a la cabeza de todos”, por lo tanto el Americanismo se presenta modelo ideal para las burguesías europeas en cuanto a “los últimos métodos de explotación del obrero”. El Taylorismus es definido por Lenin como un sistema de extraccción racional que consiste en “exprimir al obrero hasta extraerle el triple de trabajo en una jornada de la misma duración que antes”, se agotan “despiadadamente sus fuerzas, se succiona con triplicada velocidad cada gota de la energía nerviosa y muscular del esclavo asalariado. ¿Qué el obrero morirá antes? ¡Hay muchos esperando en los portones de la fábrica!”. Lenin parafraseaba el libro original de Taylor y deducía sus consecuencias en la lucha de clases: “el capitalista reduce sus gastos a menos de la mitad. Sus ganancias crecen. ¡La burguesía, entusiasmada, no se cansa de ensalzar a Taylor!”. Conclusión de Lenin: “Máxima explotación según todas las reglas de la Ciencia…”. Al año siguiente volvió sobre la candente cuestión, al parecer por las señales de introducción en el gran industria rusa del Taylorismo. Lenin enfoca su análisis desde el punto de vista de las contratendencias del Capital tal como las entendía Marx en los momentos de crisis y la Ley del valor-trabajo: “la competencia, que se agudiza en forma especial en épocas de crisis… obliga a inventar constantemente infinidad de nuevos medios para reducir el costo de producción. Pero la dominación del Capital convierte esos medios en instrumento para una mayor explotación de los obreros. Uno de esos medios es el sistema Taylor.” El Taylorismo no solo rediseña los métodos de trabajo strictu senso sino a los mismos medios de producción, incluso la misma fábrica se remodela de arriba abajo, ajustándose a esta nueva “aceleración productiva”. Lenin señala que “todos estos colosales perfeccionamientos se introducen en detrimento del obrero, pues conducen a mayor opresión y explotación de éste, y con ello limitan la distribución racional y sensata del trabajo dentro de la fábrica”. El fin del sistema científico de trabajo es claro para Lenin: “el Capital organiza y regula el trabajo dentro de la fábrica con el fin de aumentar la explotación de los obreros, de multiplicar sus ganancias. Pero en el conjunto de la producción social sigue reinando y creciendo el caos que conduce a la crisis…” Lenin en este sentido no clama en el desierto ni esta a contracorriente: era la opinión generalizada en las alas izquierdas de la Socialdemocracia europea anterior a 1914 que el Taylorismo era “la más moderna y despiadada forma de explotación capitalista” inventada hasta el momento.[9] En 1916, en su exilio en Suiza, Lenin tuvo la oportunidad de leer una traducción del libro de Taylor, Shop Management, libros sobre el sistema taylorista y de varios artículos de sus colaboradores (como Frank Gilbreth); Lenin tomará numerosas notas sobre el sistema  taylorista, modificando algunas de sus opiniones anteriores.[10] El Taylorismo en una situación de crisis terminal y quiebra económica como el de la posguerra rusa post-1917, el output industrial era un tercio del de 1913, podía resultar útil en algunos de sus elementos bajo hegemonía socialista para la acumulación primitiva. Las opiniones de Lenin “taylorizado” se verán reflejadas, por ejemplo, en “Las Tareas inmediatas del poder soviético”, del 24 de mayo de 1918, donde señala en el apartado “El aumento de la productividad del trabajo” que “en toda revolución socialista, una vez resuelto el  problema de la conquista del poder por el proletariado y en la medida en que se va cumpliendo en lo fundamental la tarea de expropiar a los expropiadores y aplastar su resistencia, va colocándose necesariamente en primer plano una tarea cardinal: la de crear un tipo de sociedad  superior a la del capitalismo, es decir, la tarea de  aumentar la productividad del trabajo y, en relación con esto (y para esto), dar al trabajo una organización superior”, para subrayar a continuación que “que el proceso de formación de las nuevas  bases de la disciplina laboral sea muy largo… la vanguardia mas consciente del proletariado de Rusia se ha planteado ya la tarea de fortalecer la  disciplina en el trabajo… se debe poner a la  orden del día la aplicación practica y el ensayo de la remuneración por unidad de trabajo realizado el aprovechamiento de lo mucho que hay de científico y progresista en el sistema Taylor.” Sin sonrojarse, anticipando los resultados a los que llegaría en 1921 el asesor taylorista de Trotsky, Keelly, Lenin afirma que “el ruso es un mal trabajador comparado con los de las naciones adelantadas”, por lo que “la tarea que el  Poder soviético debe plantear con toda amplitud al pueblo es la de aprender a trabajar. La ultima palabra el capitalismo en este terreno -el sistema Taylor-, al  igual que todos los progresos del capitalismo, reúne toda la refinada ferocidad de la explotación burguesa  y varias conquistas científicas de sumo valor concernientes al estudio de los movimientos mecánicos durante el trabajo, la supresión de movimientos superfluos y torpes, la adopción de los métodos de trabajo mas racionales, la implantación de los sistemas óptimos de contabilidad y control, etc.” No solo se queda allí, sino anunciando el reinado de Gastev, propone “organizar en Rusia el estudio y la enseñanza del sistema Taylor, su  experimentación y adaptación sistemáticas.” ¿Y si hay resistencias obreras al sistema taylorista-fordista? Lenin afirma que es un parche momentáneo hasta el establecimiento en la conciencia de la emulación socialista: “Al mismo tiempo, y con el propósito de elevar la productividad del trabajo, hay que tener presentes las peculiaridades del periodo de transición del capitalismo al socialismo que reclaman, por un lado, el establecimiento de las bases de la organización  socialista de la emulación y, por otro, la aplicación  de medidas coercitivas para que la consigna de la dictadura del proletariado no quede empañada por una blandenguería del poder proletario en la practica.”[11] Para el Lenin de 1918 el Taylorismo, “propiamente aplicado e inteligentemente aplicado” por la clase obrera misma, muy importante pre-condición que estará ausente en el futuro, aumentaría la eficiencia del trabajo, haciendo crecer el profit que ahora iría a la acumulación socialista. En un discurso ante el primer Congreso del Consejo Superior de Economía Nacional, el Sovnarkhozy, propuso un grado más: endurecimiento de la disciplina laboral y la introducción del pago por piezas (pieces rates) basado en el rendimiento individual, una noción de gestión científica taylorista que no había encontrado amplio apoyo entre los dirigentes sindicales y en la fracción anti-taylorista del partido. Además se complementó con la creación de la figura gerencial del director de fábrica, los futuros “gerentes rojos”, menoscabando y paralizando el control obrero en la producción que se había extendido espontáneamente a lo largo de 1917 y 1918.[12]

Mucho antes León Trotsky se había transformado en uno de los nuevos “conversos” acríticos al Taylorismo como fórmula mágica para recuperar la productividad, sin detenerse en los detalles y las salvaguardas de Lenin; en un fecha tan temprana como mayo de 1919 había contactado con un discípulo de Taylor, un ingeniero y consultor industrial, personaje muy peculiar llamado Royal Keely, al que contrató para aplicar el nuevo método en la URSS. La ortodoxia de Taylor consistía en dos momentos diferenciados, ordenados en secuencias obligatorias e irreversibles, dos caras de la misma moneda: el primero de observación y estudio de las condiciones laborales, del tiempo de trabajo autóctono que descubría los métodos y las herramientas adecuadas, así como el estilo laboral rutinario del obrero promedio. Los trabajos debían ser estudiados, los movimientos analizados y medidos en tiempo (incluso con cinematógrafo), y las experiencias de los trabajadores en el lugar de trabajo (interrupciones, retrasos, pausas involuntarias, períodos de descanso) desconstruidas y disecadas. De aquí se deducía una performance standard local y regional, basada en el análisis del tiempo de trabajo real, en lugar del tradicional método intuitivo de cuánto se espera que produzcan los obreros. Los incentivos, el pago por cumplir el plan de pago por pieza, no comenzaba hasta que no se hubiera establecido científicamente esta performance standard objetiva. Keely pasó dos largos años in situ estudiando las fábricas rusas, la cultura laboral y los métodos de trabajo autóctonos. En su informe final a Trotsky documentó que el 50% del tiempo de trabajo productivo en la industria rusa se perdía por la ética artesanal, holgazanería y simulación, una cifra astronómica, que excedía todos los cálculos promedios de Taylor para la industria norteamericana.[13] Taylor había denunciado  la economía moral de los trabajadores artesanos, su código ético de conducta laboral, calificándola como “Soldiering” (restricción a la producción eficiente). El problema de cómo aumentar la productividad de la mano de obra, las campañas de “racionalización” y las controversias a que daban lugar (acusaciones de Taylorismo y Fordismo, repulsa al trabajo a destajo y resistencia a la creación de una burocracia paralela a una aristocracia obrera) fueron corrientes desde los primeros días de la URSS. Lenin, obligado por la rampante crisis de hambre de 1921, a la que se le sumó una serie de explosivas insurrecciones campesinas (Ucrania, Tambov, Urales, Siberia), huelgas fabriles en las principales ciudades (incluidas Petrogrado y Moscú), coronadas por la rebelión de Kronstadt, enterró definitivamente el Comunismo de Guerra y a un aislado partido bolchevique encerrado en las grandes ciudades.[14] En medio de una ola de arrestos masivos y la implantación de la Ley marcial, el partido bolchevique implanta la NEP como única salida improvisada al desastre. No es casualidad que en plena NEP, en 1922, se produzca la fundación del Instituto Central del Trabajo dirigido por Goltsman y Gastev, el “Taylor ruso”, dedicado al estudio del Taylorismo, llamado “NOT” por su traducción como “Nauchnaya Organizatsiya Truda”. La oposición de izquierda anti-taylorista formó como respuesta crítica un contragrupo dirigido por Kerzhentsev que también  usaba irónicamente las simbólicas iniciales NOT[15]; no es casualidad que al mismo tiempo que se reforzaba la implantación del Taylorismo en 1922, surgieran dos grupos de oposición de inspiración obrera como respuesta: “La Verdad Obrera” de Bagdánov y el “Grupo de Trabajadores” de Miasnikov, que denominaban sarcásticamente a la NEP como “Nueva Explotación del Proletariado”. Entre sus simpatizantes se encontraba David Riazanov, sindicalista, especialista y editor de las obras completas de Marx.[16] Lenin muere en 1924, Trotsky jamás abandonó su entusiasmo por el Taylorismo (y por la militarización de la fuerza de trabajo in toto) incluso hasta poco antes de su forzoso exilio. Pero la paradoja es que el Taylorismo, al que Lenin calificaba como un nuevo grado de sofisticación de la “esclavitud capitalista”, al que pretendía introducir con cautela y salvaguardas como “educador de trabajadores” bajo control obrero, en realidad un nueva vuelta de tuerca en la contratendencia del Capital, se implantaba ahora acríticamente en la Patria del Proletariado, al mismo tiempo que se consolidaba la superestructura del régimen stalinista.

Destajo en la Patria del Socialismo  |  La lucha sucesoria en torno a la dirección del Partido Bolchevique como sabemos la ganó la dupla Bujarin-Stalin. La NEP instaurada por Lenin había revigorizado, con su reinstalación de mecanismos capitalistas, la suspensión de la colectivización agraria y la propiedad estatal de los sectores pesados de la industria, a la economía soviética, que para 1926 ya había recuperado los niveles de 1913. La productividad industrial también había mejorado notablemente. Pero no había solución al alto paro industrial y al juvenil, y se había producido un desfasaje entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento de la fuerza de trabajo industrial. La insurgencia obrera no cedía a pesar de las medidas disciplinarias, lo métodos draconianos y la represión.[17] Gramsci reconocería que el “intento progresista” de implantar el Americanismo y el Fordismo “sea iniciado por una u otra fuerza social no carece de consecuencias fundamentales: las fuerzas subalternas, que deberían ser 'manipuladas’ y ‘racionalizadas’ según los nuevos fines, resisten necesariamente.” El debate dentro del partido bolchevique venía de lejos: Gramsci precisamente señala que “este desequilibrio entre teoría y práctica (en los bolcheviques sobre la cuestión del Americanismo)… ya se había manifestado anteriormente, en 1921.”, es decir en el agrio debate sobre el rol de los sindicatos en el Xº Congreso del partido bolchevique. Pero el debate venía de más atrás todavía. Efectivamente ya a mediados de 1918, después de la crisis de Brest-Litovsk, se colocó en el centro del debate soviético el problema de la productividad, la disciplina laboral y medidas draconianas para reglar la producción, eliminación del control obrero (el 68% de todas las fábricas de Rusia estaban controladas por comités, y en el 100% en aquellas con más de doscientos trabajadores) estableciéndose una polémica regulación del trabajo donde se introducía el gerente, la cuota por pieza (idea taylorista) y el trabajo a destajo. La oposición de izquierda bolchevique criticó estas medidas, las citas son del propio Lenin en su polémica de 1918, que definían esta política laboral oficial como “destinada a implantar la disciplina entre los obreros bajo la insignia de la ‘autodisciplina’, a la introducción del servicio laboral para los obreros… al trabajo a destajo, el hecho de alargar el día de trabajo, etc.”, y argumentaba que “la introducción de la disciplina laboral junto con la restauración de la dirección capitalista en la producción… amenaza con esclavizar a la clase obrera y excita el descontento, no solamente en las capas atrasadas, sino en la vanguardia del proletariado.”; se afirmaba en la prensa de la oposición (socialrevolucionaria y menchevique de izquierda, cuya libertad de expresión tuvo efímera vida) que “bajo la bandera de la restauración de las fuerzas productivas, se está intentando abolir la jornada de ocho horas e introducir el trabajo a destajo y el Taylorismo.” Lo que estaba en cuestión era el mismo concepto del Taylorismo, la diferencias salarial, la burda copia de la división del trabajo capitalista y hacer de nuevo al obrero un apéndice de la máquina y el cronómetro. ¿Era éste el Hombre Nuevo? ¿Lenin tachaba con el codo lo que había escrito en El Estado y la Revolución? El resultado fue una ola de protestas obreras, choques armados y huelgas parciales a lo largo de la primavera de 1918 en las principales regiones industriales que concluyeron con la huelga general del 2 de julio. La vanguardia de los trabajadores la conformaban trabajadores de armamento y de locomotoras, que habían sido un apoyo vital a los bolcheviques en octubre de 1917.[18] La resistencia obrera a la nueva “racionalización” taylor-fordista y la respuesta represiva continuaron a lo largo de 1919.[19] Entre las consignas más comunes, se encontraba precisamente la de devolver el dominio en la fábrica y el Management de la producción a los comités de obreros y en especial contra los altos salarios de funcionarios del partido, directores de fábrica (los odiados glavki’s), especialistas y técnicos.[20] La tensión no se resolvió, aunque se apaciguó con una mezcla del palo y la zanahoria: una amplia represión (que incluyó ejecuciones sumarias)[21] acompañó la instauración de la NEP, aumentos salariales en las escalas inferiores y la lenta desmilitarización del servicio laboral. Se amenazaba con la expulsión del partido a quienes se solidarizaran con cualquier huelguista.[22] El enemigo elemental del trabajador industrial ruso era el Taylorismo “rusificado” a base de bajos salarios (cuando la política salarial de Ford eran precisamente los altos salarios), la explotación extensiva y el desempleo producto de la “racionalización” capitalista de la fábrica. El peor de los mundos posibles para un obrero. Entre julio y septiembre de 1923 estalla una nueva oleada de huelgas con la primera huelga de masas que se tiene noticia desde octubre de 1917, en la industria pesada en Karkhov y Sormovo, movimiento espontáneo y desorganizado que el propio Stalin calificó como “una ola de intranquilidad y de huelgas  que ha barrido en agosto algunas regiones de la República”.[23] Gramsci fue testigo directo de la resistencia obrera desde abajo: estaría en Moscú, uno de los epicentros de la protesta,[24] desde mayo de 1992 hasta diciembre de 1923, además Moscú era el centro nacional de la Oposición de Izquierda que publicitaba y apoyaba en muchos casos a los huelguistas. Se había llegado a tal extremo que constituía un grave riesgo para el régimen soviético implantar a rajatabla la política laboral de reorganización taylorista y racionalización industrial. El proletariado se encontraba en una situación de revuelta y fermento pre-revolucionario. El futuro para el obrero industrial parecía negro: más trabajo a destajo, sueldos en descenso y la amenaza automática de castigo o desempleo.[25] El nuevo Moloch se llamaba ahora “acumulación socialista”.[26] Se dejó para un etapa futura la cuestión laboral, la profundización de la productividad, la racionalización extrema y la culminación del Taylorismo.

En 1925 la oposición de izquierda, que se hacía eco del creciente descontento proletario a diferencia de su actitud en 1923, enumeró seis características respecto a la situación de la clase obrera en la URSS que eran más propias de un régimen de capitalismo de estado que de un sistema de transición al Socialismo: 1) pago de jornales por trabajo a destajo (viejo recurso del Capital) y sistemas tayloristas de pago por pieza; 2) relación de dominación entre gerentes y obreros; 3) grandes masas de desempleados (ejército industrial de reserva clásico); 4) métodos de contratación y despido de trabajadores; 5) frecuencia de conflictos industriales; 6) uso general de las horas extraordinarias (abandono de la jornada de ocho horas).[27] Stalin abogó en esas fechas no por revisar el sistema laboral en crisis sino por una dura campaña “que terminase con el absentismo en las fábricas y talleres, para elevar la productividad de la mano de obra y para fortalecer la disciplina laboral en nuestras empresas”. En la primavera de 1925 es el momento de la insurgencia obrera: se produjeron nuevamente grandes huelgas inéditas por fuera de los sindicatos oficiales, de los órganos del partido bolchevique, de las agencias económicas en la región industrial de Ivanovo-Vosnesenk, síntomas de una lucha aún mayor que abarcaba ya uno de cada seis sindicatos estatales. Ivanovo (que había encabezado la huelga más extensa de la clase obrera contra el régimen de Kerenski),[28] megacentro textil ruso, vive una serie creciente de movilizaciones, huelgas de hambre, huelgas de brazos caídos, ralentización del trabajo, radicalización de las asambleas de fábrica, sabotajes en la producción, ataques a los managers tayloristas de las fábricas (llamados “industriales rojos” en la jerga de clase), atentados contra las autoridades locales, y la creación de una amplia literatura política subversiva. En todos los pronunciamientos del partido y de los sindicatos se machacaba sobre la supuesta necesidad de aumentar la producción y se insistía en que era primordial que la mano de obra trabajara con más intensidad y con más eficacia con la aplicación del Taylorismo y el Fordismo. En 1926 se produjo la última huelga obrera que pudo aparecer de manera positiva y sin censura en la prensa soviética, de aquí en más en la URSS no existiría por decreto el fenómeno denominado “huelga” en ningún medio informativo.[29]

La NEP queda oficialmente liquidada en 1928, Stalin decide la colectivización forzosa y al mismo tiempo acelerar la implantación del Taylorismo saltándose la fase previa de estudio de los tiempos de trabajo indispensable para el mismo Taylor. Mientras en 1926 el 60% de los trabajadores estaban bajo un sistema de pago por pieza y métodos tayloristas rusificados, en 1931 ya eran el 75% del total.[30] El sistema de explotación laboral bajo el Stalinismo se componía de esta manera, en su madurez, de Taylorismo rusificado, Stakhanovismo y una minoría de “trabajadores de choque” (los llamados udarniks) que supuestamente anticipaban la futura ética socialista. Además Stalin pretende introducir elementos de planificación totalmente ausentes hasta el momento, copiando las posturas de Trotsky que criticó en la lucha fraccional de 1923, en el primer Plan Quinquenal, recurriendo a otra herramienta taylorista: el diagrama de Gantt.[31] El presidente del Consejo Supremo de Economía Nacional de la URSS (VSNKH, o Vesenkah), G. K. Ordjonikidzé, invitó personalmente a uno de los popularizadores de la teoría de Gantt en EEUU, el ingeniero emigrado ruso Walter N. Poliakov (que había aplicado la técnica en la fabricación de locomotoras), quién estuvo en la URSS entre 1929 y 1931. Gracias a la actividad de Poliakov por primera vez el Taylorismo, unido al gerenciamiento del aparato burocrático y la vigilancia policial sobre los trabajadores, reinaba en todos los rincones de la URSS. La respuesta instintiva de los trabajadores rusos fue de fiera resistencia al Taylorismo, iniciada en el sector textil, clave en el Primer Plan Quinquenal (1928-1932) para generar los surplus necesarios para el desarrollo de la industria pesada. La rama textil será de manera experimental uno de los primeros sectores industriales en aplicar a rajatabla los métodos de Taylor “rusificados”, el pago por pieza y el trabajo a destajo. La reacción obrera no se hizo esperar nuevamente y una nueva ola de insurgencia obrera surgió en los núcleos industriales: en el climax, abril de 1932, más de 20.000 obreros textiles se declararon en abierta huelga, declarando las condiciones de trabajo “explotadoras” y “coercitivas”.[32] En 1930 ya habían comenzado las purgas de Stalin por “sabotaje industrial” que diezmaron al partido taylorista, pero es en 1937 (con el fracaso del segundo Plan quinquenal) en que se produce la gran purga: se acusa a un “Centro antisoviético de reserva” (sic) de “una intensa actividad saboteadora extremadamente perjudicial para nuestra economía”, se obliga a los directores de fábrica (los “gerentes rojos”), administrativos, ingenieros y técnicos, planificadores, el alma del Taylorismo soviético, a autoculparse de sabotaje industrial, espionaje y terrorismo. Se suceden desapariciones, ejecuciones, exilios forzados y el suicidio de Ordjonikidzé, cabeza del Gosplan y comisario popular de la Industria Pesada, el que había invitado a Poliakov y logrado adaptar el Taylorismo a las condiciones rusas. El sino del Scientific Management en la URSS no podía ser más siniestro: otro símbolo del Taylorismo radical, Gastev, sería detenido en 1939 y ejecutado por orden de Stalin en 1941.[33] El llamado “Segundo proceso de Moscú” se iniciará el 23 de enero de 1937, a los acusados (“agentes nipo-germano-trotskistas”) que lleguen a los tribunales, se los acusa de hacer estallar las minas, incendiar fábricas químicas, ralentizar la producción industrial, descarrilar trenes, fabricar productos defectuosos, envenenar el trigo, bloquear el pago por piezas de los obreros para irritarlos y llevarlos a la huelga… “Catástrofes” del Socialismo en un solo país, reales y comprobables, consecuencia del desastre en la planificación stalinista, en la falta de calificación laboral, en la corrupción de la Nomenklatura, la mala alimentación de la fuerza de trabajo, la superexplotación y el trabajo forzado de presos,[34] la falta de respeto por la higiene y las normas de seguridad y por la pésima aplicación de más avanzado sistema de explotación inventado por el Capital. Se había aplicado lo peor del Taylorismo, y se había dejado de lado su “lado bueno”: el estudio científico y objetivo de las características locales del trabajo, la gratificación del obrero-masa y la comunidad de intereses entre patrón-obrero generado por los altos salarios. De todas maneras, el Americanismo era una amarga e irreversible realidad en la URSS, resistida y combatida desde abajo, y pocos se hacían la pregunta elemental (entre ellos Gramsci) si era compatible el Taylorismo-Fordismo con una economía de transición al Socialismo.

No solo Gramsci lo había notado en su viaje los cambios profundos que afectaban al país de los Soviets. Cuando el gran escritor austriaco Joseph Roth viaje entre 1926 y 1927 a la URSS, como un bolchevique más o menos convencido, ya bajo el dominio del régimen de Stalin, escribirá sorprendido que el país se encuentra en un proceso de total “americanización”, señalando que se busca, con el Taylorismo, “una Técnica de producción perfecta” y masiva, no importando el coste social, como si la Tecnología fuera un elemento neutro, pero lo que no pueden comprender los dirigente soviéticos es que “una consecuencia de estas aspiraciones es que, inconscientemente, se adaptan al espíritu de América”.[35] El teórico marxista Walter Benjamin, en la misma época que Roth residiendo en Moscú, reconocía que el régimen “trata de suspender en el interior la actividad del comunismo militante, empeñándose en lograr una paz social a plazo fijo, a ‘despolitizar’ la vida burguesa en la medida de lo posible… intentando suprimir la dinámica del proceso revolucionario dentro de la vida estatal”, y que el “Capitalismo de Estado” (así le denominaba Benjamin) implantaba la idea que la Técnica “es lo sagrado: no hay nada que se tome más en serio que la Técnica; la metamorfosis era obvia: el sistema apuntaba a “la transformación del trabajo revolucionario en trabajo técnico,”, trabajar con intensidad la última versión de la Técnica burguesa (Taylorismo, Fordismo) era en la naciente ideología stalinista “revolucionario”.[36] Del otro lado de Europa, el escritor portugués Fernando Pessoa, un inteligente conservador revolucionario, criticaba la importación acrítica en el Bolchevismo ruso de la “industrialización à la Americana”;[37] y no es de extrañar que el filósofo reaccionario Martin Heidegger, ya en 1935, igualara sin más a la URSS y su Capitalismo de Estado con Amerika, afirmando que se sostenían sobre el mismo principio metafísico, “ese furor funesto por la Técnica desencadenada” norteamericana; en 1938 afirmaba que el Bolchevismo en su variante stalinista (para Heidegger era simplemente “Marx aplicado”) no es más que un artículo injertado, una mercadería exportada de la América fordista al Ost eslavo-asiático, y con ella se introduce de contrabando a Asia su Machenschaft, el “Maquinismo”, la aplicación sucesiva de Taylorismo y Fordismo; en 1942, ya en plena guerra total en el Este, ante la avalancha infinita de material y hombres con que se enfrentaba el IIIº Reich en el Este, Heidegger concluirá que “el Bolchevismo no es más que una variación del Americanismo”.[38] Seguramente Gramsci cambiaría el término “Bolchevismo” por el más certero de “Stalinismo”. Lo cierto es que las reflexiones gramscianas sobre el “Americanismo”, la gran innovación contratendencial del Capitalismo que Marx no había visto y que Lenin no ha podido preveer en sus consecuencias a mediano plazo, se vuelven complejas y productivas a la sombra de su retorno al Marx auténtico. Y la recuperación-retorno de Gramsci sobre el Marx rehabilitado, es simultáneamente una critica in pectore al proceso de regresión que se vivía en la URSS, que Gramsci podía haberlo comprobado in situ en su estadía en 1922-1923. No era ningún espejismo: hacia 1935 la mayoría de los trabajadores soviéticos producían bajo el sistema taylorista “rusificado”, y finalmente al Taylorismo toscamente importado por Gastev (copiado en su lado exclusivamente de explotación intensiva) se le unió el mecanismo auténticamente stalinista de Stakhanov (la explotación extensiva, la eliminación práctica de la jornada de ocho horas)[39]. La fórmula perversa del Capitalismo de Estado estaba completa.

Gramsci, más allá de Lenin  |  El Americanismo era un contragolpe doble: para contrarrestar eficientemente la caída tendencial de la ganancia y al mismo tiempo bloquear el desafío en la producción del obrero artesano del siglo XIX modificando la composición de clase. Era una recomposición burguesa. La hegemonía, tanto en Lenin como en Gramsci, nace de la fábrica. A Gramsci en la prisión no se le escapa la dimensión profunda, gracias a su recuperación del Marx auténtico y su propia formación “ordinenuovista”, de esta ruptura epocal que denomina “histórica”. Declara, a contrariis del Stalinismo, que “la Ley tendencial de la disminución de la tasa de beneficio estaría, pues, en la base del ‘Americanismo’”; el nuevo obrero-masa del Fordismo, el “gorila amaestrado” como le denominaba Taylor (y que Gramsci recuerda en varios pasajes de los Quaderni) se configura desde la idea-fuerza taylorista: “desarrollar al máximo en el hombre trabajador la parte maquinal, destruir el viejo nexo psico-físico del trabajo profesional calificado que exigía una cierta participación de la inteligencia, de la iniciativa, de la fantasía del trabajador, para reducir las operaciones de producción al aspecto físico únicamente.” Las contratendencias del Capital no son nuevas, señala Gramsci, y todas buscan “crear, con una rapidez inaudita y con una conciencia de los fines nunca antes vista en la Historia, un nuevo tipo de trabajador y de hombre.” Y no solo eso: se dará “una selección forzada y una parte de la vieja clase trabajadora será implacablemente eliminada del mundo de la producción y del mundo tout court.”[40] La eliminación no solo es física sino además ideológica: el Taylorismo anuncia un nuevo nivel inédito en la lucha de clases. Interesante que Gramsci discrepe con el “militar-taylorista” Trotsky (y por elevación con el “ultrataylorista” Stalin) sobre este punto en particular, afirmando que dar la supremacía a la industria y a los métodos industriales americanos, “acelerar en métodos coercitivos la disciplina y el orden en la producción, de adecuar los hábitos a las necesidades del trabajo”, sin las condiciones materiales de EE.UU., “habría desembocado inexorablemente en una forma de ‘Bonapartismo’…”, las soluciones propuestas por Trotsky “eran erróneas, aunque sus preocupaciones eran justas… el modelo militar se había convertido en un prejuicio funesto, los ejércitos de trabajo fracasaron.” El Americanismo no podía simplemente ser importado y adoptado sin más, ya que en él se encuentran indisolublemente unidos “modos de vida” (reproducidos por el mismo estado) con los nuevos métodos de trabajo. Como para Gramsci el consentimiento comienza en la producción, la hegemonía se construye desde la fábrica (“L’egemonia nasce dalla Fabbrica”), la reproducción y ampliación del Americanismo a toda la sociedad se transforma lentamente en una función del estado (funzione di Stato), en “ideología estatal” (ideologia statale), en parte de su reproducción ampliada, ya que una vez establecida, para que la clase dominante pueda ejercerla a voluntad no se necesita más que “una cantidad mínima de intermediarios profesionales de la política y de la ideología.” El Taylorismo para Gramsci no es otra cosa que “una coacción sobre las masas trabajadoras para conformarlas a las necesidades de la nueva industria”, y subraya, con un eco inconfundible en lo que sucede en la URSS, que “la adaptación a los nuevos métodos de trabajo no puede producirse sólo por coerción: el aparato de coerción necesario para obtener tal resultado costaría ciertamente más que los altos salarios.”[41] Tampoco Gramsci tiene dudas de la esencia oculta del Americanismo: “La ley de la Tendencia Decreciente descubierta por Marx estaría, pues, en la base del Americanismo, o sea: del ritmo acelerado en el progreso de los métodos de trabajo y de producción y de modificación del tipo de obrero (tipo di operaio).”[42] Es el teorema de primera aproximación de Marx, así le llama Gramsci a la Ley marxiana,[43] el que nos permite entender críticamente al Taylorismo y al Fordismo, que en suma simplemente son “un intento de superar esta primera aproximación” marxista. Como mecanismo de contratendencia “la industria Ford exige una discriminación, una calificación, en sus obreros que las otras industrias todavía no exigen, un tipo de calificación de nuevo género, una forma de consumo de fuerza de trabajo y una cantidad de fuerza consumida en el mismo tiempo medio que son más gravosas y más extenuantes que en otras partes”,[44] por lo que Gramsci duda incluso de la autodenominación ideológica burguesa de “racional” y “científico” de un método sofisticado de explotación, y mirando la experiencia soviética se pregunta “si el tipo de industria y de organización del trabajo y de la producción propio de Ford es 'racional’, esto es, si puede y debe generalizarse o si por el contrario se trata de un fenómeno morboso que hay que combatir con la fuerza sindical y con la legislación.” Si la respuesta es que es racional (más progresivo que su anterior figura, el obrero artesano) y debe generalizarse, tal como se hizo en la URSS, y se intenta en Europa, Gramsci señala que “no puede suceder únicamente con la ‘coerción’, sino sólo con una combinación de coerción (autodisciplina) y de persuasión, también bajo la forma de altos salarios, o sea de posibilidades de mejor nivel de vida, o quizá, más exactamente, de posibilidades de realizar el nivel de vida adecuado a los nuevos modos de producción y de trabajo”. Precisamente lo contrario de su implantación acrítica en la URSS. El Americanismo importado mecánicamente ignora que éste “exige un ambiente determinado, una estructura social determinada (o la voluntad decisiva de crearla) y un determinado tipo de estado. El estado es el Estado Liberal”, con lo que Gramsci establece la conexión en la Kritik entre Economía-Política, ya que el Taylorismo no es sino la otra cara de la forma-estado basada en la lógica de la “libre iniciativa y del individualismo económico que conduce con sus propios medios, como ‘sociedad civil’, por su propio desarrollo histórico, al régimen de concentración industrial”. Pero tanto en la URSS (como en la Italia fascista) faltan los elementos básicos de este ambiente capitalista determinado. Gramsci no duda en definir que “toda la ideología fordiana de los altos salarios es un fenómeno derivado de una necesidad objetiva (necessità obbiettiva) de la industria moderna que ha alcanzado un determinado grado de desarrollo y no un fenómeno primario (lo que sin embargo no exime del estudio de la importancia y las repercusiones que la ideología puede tener por su cuenta).” La fantasía burguesa que el nuevo obrero-masa del Taylorismo sea finalmente un mero “gorila amaestrado” entre relaciones de producción racionalizadas representa en realidad, como lo demuestra su despliegue conflictivo en Europa y en la misma URSS, “un límite en una cierta dirección”[45]. La respuesta al tema de la productividad creciente y a la velocidad en la cadena de producción era una cuestión determinada únicamente por la capacidad de resistencia de los trabajadores, no existía ningún kantiano “imperativo técnico”. La recomposición de clase del obrero artesanal al obrero-masa, auténtica revolución pasiva, abría para Gramsci una nueva etapa en la morfología de la lucha de clases, no su fin. No es un momento absoluto, no es el Fin de la Historia, ya que aunque puede mantener en pie una opresión y una determinada hegemonía, no puede impedir que ella sola pueda sostenerse sin el ejercicio de un permanente trabajo de control en la fábrica. Las nuevas tareas políticas a las que nos enfrentamos con el Americanismo son el generar una anti-revolución pasiva. (Continuará…)

 Notas

 [1] Taylor, Frederick, W.; “Testimony”, en: Scientific Management. Comprising Shop Management. The Principles of Scientifica Management. Testimony before the special House Comitee; Harper & Row, New York, 1947, p. 49.
[2] Taylor, Frederick W.; “Shop Management”, en: Transactions of the American Society of Mechanical Engineers, Nº 24, 1903, pp. 1337-1456.
[3] Stalin, I.; Sochineniia, VI, pp. 187–8, abril-mayo de 1924 (en ruso).
[4] La historia de la introducción del “Americanismo” en la URSS de Bujarin y Stalin en la obra de Thomas P. Hughes: American Genesis: A Century of Invention and Technological Enthusiasm, 1870-1970, capítulo “Lenin, Taylor and Ford”, University of Chicago Press, Chicago, 2004, p. 250 y ss.
[5] Véase: Watts, Steven; The People's Tycoon: Henry Ford and the American Century; Random House, New York, 2009, p. 345 y ss.
[6] La tesis, aparecida en forma de artículo en 1927 con el título “Marx y Ford”, pertenecía al abanderado de la introducción del Taylorismo capitalista en la URSS, el “trabajador-poeta” y ultra-taylorista Aleksei Gastev, apoyado por Lenin y Trotsky en sus inicios, fue ejecutado por orden de Stalin en 1939. Véase el trabajo de Mark R. Beissinger: Scientific Management, Socialist Discipline and Soviet Power; I. B. Tauris,  London, 1988. Gastev en su exilio político en Francia había trabajado en la fábrica Renault, que había introducido el Taylorismo en la línea de producción con gran resistencia obrera.
[7] En: Pravda, Nº 60, 13 de marzo de 1913, con el pseudónimo “W.”; en español: Lenin; “Un sistema ‘científico’ de máxima explotación”; en: Obras Completas; Tomo XIX, Akal, Madrid, 1977, pp. 195-196.
[8] En: Put Pravdy Nº 35, 13 de marzo de 1914, con el pseudónimo “M. M.”; en español: Lenin; “El sistema Taylor: esclavización del Hombre por la Máquina”; en: Obras Completas; Tomo XXI, Akal, Madrid, 1977, pp. 52-54. Este texto recién se descubrió en 1959 entre los materiales en el Archivo Histórico Central del Estado, en el que la policía zarista reunía las confiscaciones a las agrupaciones políticas.
[9] Véase: Traub, R.; “Lenin and Taylor: the fate of  ‘scientific management’ in the (early) Soviet Union”, en: Telos, Vol. 37, 1978, pp. 82-92.
[10] Sobre Lenin en su exilio político en Suiza: Kudriavtsev, A. S.; Las direcciones de Lenín en Ginebra, Editorial Progreso, Moscú, 1977.
[11] Lenin, V. I.; Obras; Tomo VIII, Progreso, Moscú, 1973, p. 45 y ss.
[12] El primer Congreso del Sovnarkhozy se realizó entre el 26 de mayo y el 4 de junio de 1918, reflejando las preocupaciones por el liderazgo bolchevique entre los trabajadores y el campesinado, la política de nacionalizaciones; se componía de 252 delegados de importantes instituciones soviéticas (VSNKh, Sovnarkom, sindicatos, cooperativas de trabajadores, etc.); la tesis “taylorista” de Lenin (que dejaban de lado el programa bolchevique), defendidas por Miliutin, se enfrentaron a las del ala izquierda, defendidas por Osinski (pseudónimo de Valerián Obolenski), ganando por mayoría la primera (veinticinco a favor, siete en contra, trece abstenciones) contra la posición “antitaylorista” (nueve a favor; doce abstenciones); el alto número de abstenciones, incluso con la presencia magnética de Lenin a favor de una de las tesis, nos habla del desconcierto ideológico en el núcleo bolchevique.
[13] Hughes, T. P. ; American Genesis: A Century of Invention and Technological Enthusiasm, 1870-1970, Viking, New York, 1989, p. 257  y ss. El informe tuvo su efecto disciplinario inmediato: la “simulación laboral” fue castigada en la URSS con duras penas a partir de 1921. Keely fue detenido sin cargos en la URSS cuando intentó salir hacia los EEUU, acusado de espía pasó dos años en un Gulag; finalmente dejó la URSS por presiones diplomáticas y escribió en varias revistas americanas las condiciones laborales desastrosas de la URSS, la explotación a destajo, la falta de alimentos, las carencias de repuestos industriales, la censura generalizada y el poder de la policía secreta.
[14] Véase: Malle, Silvana; The Economic Organization of War Communism 1918-1921; Cambridge University Press, Cambridge, 2002; Lee, Stephen, J.; Lenin and Revolutionary Russia; Routledge, London, 2003, cap 7 “The Bolshevik Regime 1918-1924”, p. 96 y ss.; Avrich, Paul; Kronstadt 1921; Proyección, Buenos Aires, 1973; Getzler, Israel; Kronstadt 1917-1921: The Fate of a Soviet Democracy; Cambridge University Press, Cambridge, 2002; sobre la rebelión de Tambov, la Antonovshchina: Singleton, Seth; “The Tambov Revolt, 1920-1921”; en: Slavic Review 25:3 (September 1966): pp. 497-512; Singleton cita un informe de la CHEKA que contabiliza 118 levantamientos campesinos solamente entre enero y febrero de 1921, p. 499.
[15] Una ironía, ya que not en ruso significa literalmente “echar el bofe”, es decir: esforzarse o trabajar demasiado en hacer una cosa.
[16] Véase: Avrich, Paul; “Bolshevik Opposition to Lenin: G. T. Miasnikov and the Workers' Group”, en: Russia Review; Vol. 43, 1984; pp. 1-29. Gavril Miasnikov fue juzgado en 1927, exiliado, escapó a Francia, donde trabajó en diversas fábricas, en 1945 fue llevado por la NKVD a la URSS y ejecutado el 16 de noviembre; su figura será rehabilitada en 2004. Sobre Riazanov nos permitimos remitir a nuestro esbozo biográfico: “David Riazanov: Humanista, Editor de Marx, Disidente rojo”, de 2013.
[17] Sobre el periódo de luchas obreras después despues de la muerte de Lenin, en plena lucha por el control del partido, véase el trabajo de Vladimir Brovkin: Rusia after Lenin. Politics, Culture and Society, 1921–1929, Routlegde, London and New York, 1998, especialmente el capítulo 8, “The proletariat against the vanguard”, p. 173  y ss.
[18] Véase: William G. Rosenberg, “Russian Labor and Bolshevik Power After October”; en: Slavic Review, 1985, 44, no. 2, pp. 213-238;
[19] Véase: Brovkin, Vladimir; “Workers' Unrest and the Bolsheviks' Response in 1919”; en: Slavic Review, Volume 49, Issue 3 (Autumn, 1990), pp. 350-373. En EEUU sucedió lo mismo durante la re-organización taylorista-fordista de la producción entre 1900 y 1920, por lo que hay que señalar que los líderes bolcheviques “filotayloristas” tenían una imagen muy distorsionada y benévola del éxito civilizatorio del Americanismo; las oleadas de huelgas entre 1910 y 1913 y entre 1916 y 1922 resistiendo a la introducción del cronómetro y al pago según rendimiento siguen siendo sin precedentes en la historia de la clase obrera norteamericana.
[20] Véase: Rosenberg, W. G.;Workers and WorkersControl in the Russian Revolution”, History Workshop, Vol. 5 (1978), pp. 89-97.
[21] Por ejemplo en la represión de la huelga en la gran fábrica de Putilov en Petrogrado, véase: Leggett, George; The Cheka: Lenin's political police: the All-Russian Extraordinary Commission for combating Counter-revolution and Sabotage, December 1917 to February 1922; Clarendon Press, Oxford, 1981, p. 313 y ss.
[22] Por ejemplo: las cifras oficiales hablan en 1924 de 267 huelgas (99 en empresas del estado); una media que se mantenía desde 1922; véase: Carr, E. H.; El Socialismo en un solo país 1924-1926, I; Alianza Universidad, Madrid, 1974, p. 404 y ss.; las luchas generalmente se planteaban entre un Bloc de tres, una triple alianza de gerentes (glavki) de fábrica, partido y sindicatos contra la clase obrera industrial.
[23] El jefe de la OGPU Yagoda informaba perosnalmente a Stalin que existía “un fuerte deterioro de la situación en la industria y el colapso de la producción en numerosas ramas”, situación acompañada por “el pago atrasado de los salarios, fuerte aumento de los precios, y sueldos bajos para los trabajadores.”; las estadísticas señalan que en julio de 1923 más de 100 empresas se encontraban en  huelga; en agosto ya eran 140 con más de 80.000 trabajadores; véase: “GPU Deputy Chair Yagoda, To: Comrade Stalin’s Secretariat, Comrade Mekhlis, Kratkii Obzor Politekonomicheskogo polozheniya respubliki” (1 July-15 September, 1923), RTsKhIDNI, Doc. 177.
[24] En Moscú durante 1922, año en el que Gramsci llegó a la ciudad, el número promedio de huelgas alcanzó la cifra de quince por mes, y las manifestaciones callejeras de descontento fueron ese año de setenta; véase: “Politsostoyanie goroda Moskvy i Moskovskoi gubernii” (November-December 1922), RTsKhIDNI, Doc. 176, pp. 1–5.
[25] Si los trabajadores amenazaban con una huelga para llamar la atención sobre sus reclamos, se les acusaba de romper la disciplina sindical, se les castigaba dándoles la baja del sindicato, lo que significaba el despido automático de la fábrica y la imposibilidad de conseguir un nuevo trabajo. En caso de huelga la policía política, la CHEKA o la OGPU, intervenía al instante, deteniendo a cabecillas e instigadores, utilizando la fuerza sin contemplaciones.
[26] Termino popularizado por Trotsky. Por ejemplo Trotsky justificaba no solo la depresión salarial y la racionalización taylorista de la industria sino incluso el despido de trabajadores “sobrantes” como un aporte necesario a la sagrada acumulación primitiva del Socialismo, como lo hizo en duodécimo congreso del Partido Bolchevique en abril de 1923.
[27] Carr, E. H.; El Socialismo en un solo país 1924-1926, I; Alianza Universidad, Madrid, 1974, p. 411.
[28] Sobre la vanguardia obrera en Ivanovo a lo largo de 1917: Koenker, Diane P./ Rosenberg, William G.: Strikes and Revolution in Russia, 1917; Princeton University Press, New Jersey, 1989, pp.292–298; también: Mandel, Daniel: “October in the Ivanovo-Kineshma Industrial Region,”; en: Revolution in Russia: Reassessments of 1917, ed. Edith Regain Frankel, Jonathan Frankel, and Baruch Knei-Paz; Cambridge University Press, England, 1992, pp. 157–187.
[29] Por ejemplo, Pravda a partir de noviembre de 1923 se limitará a reflejar y repetir la voz oficial del comité central o del Politburo.
[30] Las cifras en: Polakov, W.N.; “Myths and realities about Soviet Russia”, en: Harvard Business Review, Vol. 11, 1932, pp. 1-13.
[31] Derivado del nombre de su creador, Henry Laurence Gantt; discípulo de Taylor, siendo colaborador el estudio de una mejor organización del trabajo industrial. Sus investigaciones se centraron en el control y planificación de las operaciones productivas mediante uso de técnicas gráficas, entre ellas el llamado carta o diagrama de Gantt, popular en toda actividad que indique planificación en el tiempo de trabajo.
[32] Véase: Rossman, Jeffrey, J.; Worker Resistence  under Stalinism. Class and Revolution on the Shop Floor, Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts, and London, 2005, p. 6 y ss. Sobre la “cuestión obrera” bajo el Stalinismo, véase el notable trabajo de la “obrerista” Rita Di Leo: Operai e fabbrica in Unione Sovietica; De Donato, Bari, 1973, que analiza el descontento laboral, el resentimiento de clase y los problemas de gestión de la fábrica a indirectamente través de cartas de trabajadores a la prensa oficial.
[33] Véase: Chanvier, J.-M. ; “URSS: l’ère du ‘management’ ou les nouvelles formes d’organisation du travail”; en: Les Temps Modernes, Vol. 31, 1975, pp. 203-9.
[34] Se estima que para 1938 alrededor de 9 millones de personas fueron asignadas por las autoridades del Gulag a trabajar a destajo en la industria soviética; véase: Blackwell, W.L.; The Industrialization of Russia, Crowell, New York, 1970, p. 114. Los campos de trabajo forzado de la URSS se crearon en abril de 1919 para los delincuentes, administrados por la CHEKA, que evolucionaron rápidamente para contener a todos enemigos genéricos del regimen, identificando el trabajo penitenciario de castigo con las formas más penosas de trabajo necesario social. Véase: Gregory, Paul R. (Ed.); The Economics of Forced Labour: The Soviet Gulag; Hoover Institut Press, Stanford, 2004; y Davies, R.W.: “The Economics of Forced Labor: The Soviet Gulag”; en: Journal of Cold War Studies 9 (1): 2007, pp. 165–167.
[35] Joseph Roth trabajó de cronista en la URSS para el diario Frankfurter Zeitung; esta crónica se titula significativamente “XI. Rusia va hacia América” (25 de noviembre de 1926); en español: Viaje a Rusia; Editorial Minúscula, Barcelona, 2008, p. 91.
[36] Benjamin, Walter; Diario de Moscú; Taurus, Madrid, 1988, p. 90 y ss.
[37] Pessoa, Fernando: Política y Profecía. Escritos Políticos: 1910-1935; Montesinos, Mataró, 2013, p. 212.
[38] Sucesivamente en las obras de Heidegger: 1) Einführung in die Metaphysik; 2) Die Geschichte des Seyns. I) Die Geschichte des Seyns (1938-1940); II) KOINON. Aus der Geschichte des Seyns (1939-1940), y 3) Das Ereignis (1941-1942).
[39] Alexei A. Stakhanov, trabajador minero de origen humilde, encarnación prototípica en el Stalinismo de las iniciativas “desde abajo” para aumentar la productividad y complementar al Taylorismo rusificado; véase: Bedeian, A.G./ Phillips, C.R.: “Scientific management and Stakhanovism in the Soviet Union: a historical perspective”; en: International Journal of Social Economics, Vol. 17, 1990, pp. 28-35.
[40] En: Quaderno 4, XIII, #52, “Americanismo y Fordismo”.
[41] Ibídem.
[42] En: Q7; #34, apartado que lleva el título de: “Caduta tendenziale del saggio del profitto”.
[43] Gramsci califica la Ley sobre la tendencia decreciente de la tasa de ganancia enunciada por Marx en  Das Kapital de “teorema di prima approssimazione”.
[44] En: Quaderno 22, V, #13, “Los altos salarios”.
[45] En: Q4,#49; #76.

◆ El que busca, encuentra...

Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocasKarl Marx

Not@s sobre Marx, marxismo, socialismo y la Revolución 2.0

— Notas notables
Cecilia Feijoo: Apuntes sobre el Concepto de Revolución Burguesa en Karl Marx — Red Diario Digital
Moishe Postone: Il compito della teoria critica oggi: Ripensare la critica del capitalismo e dei suoi futuri — Blackblog Franco Senia
Pierre-Yves Quiviger: Marx ou l'élimination des inégalités par la révolution — Le Point
Hernán Ouviña: Indigenizar el marxismo — La Tinta
Emmanuel Laurentin: Les historiens américains et Karl Marx — France Culture
Adèle Van Reeth: Le Capital de Karl Marx: La fabrique de la plus-value — France Culture
Manuel Martínez Llaneza: Reproches a Marx acerca de El Capital (Bajo la égida de Friedrich Engels) — Rebelión
Victoria Herrera: Marx y la historia — Buzos
Alejandro F. Gutiérrez Carmona: La vigencia del pensamiento marxista — Alianza Tex
Víctor Arrogante: El Capital y las aspiraciones de la clase trabajadora — Nueva Tribuna
Mauricio Mejía: Karl Marx, el poeta de la mercancía — El Financiero
Emmanuel Laurentin: Karl Marx à Paris: 1843-1845 — France Culture
Jacinto Valdés-Dapena Vivanco: La teoría marxista del Che Guevara — Bohemia
Aldo Casas: El marxismo como herramienta para la lucha — La necesidad de la formación en la militancia — La Tinta
Evald Vasiliévich Iliénkov: La dialéctica de lo abstracto y lo concreto en El Capital de Marx — Templando el Acero
Vincent Présumey: Suivi des écrits de Karl Marx / 1837-1848 - Part I, Part II, Part III & Part IV — Mediapart
Roman Rosdolky: Marx ésotérique et Marx exotérique — Palim Psao
Lepotier: Marx, Marxisme, Cui bono? — Bella Ciao
Andrea Vitale: La critica di Pareto a Marx: una abborracciatura — Operai e Teoria
Annelie Buntenbach: Marx provides us with a glimpse behind the scenes of capitalism — Marx 200
Antoni Puig Solé: La Ley del Valor y la ecología en Marx — Lo que somos
Vladimiro Giacché: Note sui significati di "Libertà" nei Lineamenti di Filosofia del Diritto di Hegel — Il Comunista
Salvador López Arnal: Manuel Sacristán (1925-1985) como renovador de las tradiciones emancipatorias — Rebelión
Paúl Ravelo Cabrera: Marx, Derrida, el Gesto Político y la supercapitalización mundial — Scribb
Dino Greco: In difesa del marxismo — Sollevazione
Alberto Quiñónez: Arte, praxis y materialismo histórico — Rebelión
Josefina L. Martínez: Feminismo & Socialismo marxista - Eleanor Marx, la cuestión de la mujer y el socialismo — Rebelión
John Bellamy Foster: Marx y la fractura en el metabolismo universal de la naturaleza — Scribb
José Manuel Bermudo Ávila: Concepto de Praxis en el joven Marx — Scribb
Carlos Oliva Mendoza: Adolfo Sánchez Vázquez: ¿marxismo radical o crítica romántica? — InfoLibre
Bernardo Coronel: ¿El marxismo es una ciencia? — La Haine
Sylvain Rakotoarison: Le capitalisme selon Karl Marx — Agora Vox

— Notas y comentarios sobre El Capital
António Ferraz: Os 150 anos do livro ‘O Capital’, de Karl Marx — Correio do Minho
Horacio Tarcus: Traductores y editores de la “Biblia del Proletariado” - Parte I & Parte II — Memoria
Emmanuel Laurentin: Le Capital, toujours utile pour penser la question économique et sociale? — France Culture
J.M. González Lara: 150 años de El Capital — Vanguardia
Roberto Giardina: Il Capitale di Marx ha 150 anni — Italia Oggi
Alejandro Cifuentes: El Capital de Marx en el siglo XXI — Voz
Marcela Gutiérrez Bobadilla: El Capital, de Karl Marx, celebra 150 años de su edición en Londres — Notimex
Mario Robles Roberto Escorcia Romo: Algunas reflexiones sobre la vigencia e importancia del Tomo I de El Capital — Memoria
Antoni Puig Solé: El Capital de Marx celebra su 150° aniversario — Lo que Somos
Jorge Vilches: El Capital: el libro de nunca acabar — La Razón
Carla de Mello: A 150 años de El Capital, la monumental obra de Karl Marx — Juventud Socialista del Uruguay
Rodolfo Bueno: El Capital cumple 150 años — Rebelión
Diego Guerrero: El Capital de Marx y el capitalismo actual: 150 años más cerca — Público
José Sarrión Andaluz & Salvador López Arnal: Primera edición de El Capital de Karl Marx, la obra de una vida — Rebelión
Sebastián Zarricueta: El Capital de Karl Marx: 150 años — 80°
Marcello Musto: La durezza del 'Capitale' — Il Manifesto
Esteban Mercatante: El valor de El Capital de Karl Marx en el siglo XXI — Izquierda Diario
Michael Roberts: La desigualdad a 150 años de El Capital de Karl Marx — Izquierda Diario
Ricardo Bada: El Capital en sus 150 años — Nexos
Christoph Driessen: ¿Tenía Marx razón? Se cumplen 150 años de edición de El Capital — El Mundo
Juan Losa: La profecía de Marx cumple 150 años — Público
John Saldarriaga: El Capital, 150 años en el estante — El Colombiano
Katia Schaer: Il y a 150 ans, Karl Marx publiait ‘Le Capital’, écrit majeur du 20e siècle — RTS Culture
Manuel Bello Hernández: El Capital de Karl Marx, cumple 150 años de su primera edición — NotiMex
Ismaël Dupont: Marx et Engels: les vies extravagantes et chagrines des deux théoriciens du communisme! — Le Chiffon Rouge
Jérôme Skalski: Lire Le Capital, un appel au possible du XXIe siècle - L’Humanité
Sebastiano Isaia: Il Capitale secondo Vilfredo Pareto — Nostromo

— Notas y reportajes de actualidad
Román Casado: Marx, Engels, Beatles, ese es el ritmo de Vltava — Radio Praga
María Gómez De Montis: El Manifiesto Comunista nació en la Grand Place — Erasmus en Flandes
Enrique Semo: 1991: ¿Por qué se derrumbó la URSS? — Memoria
Michel Husson: Marx, un économiste du XIXe siècle? A propos de la biographie de Jonathan Sperber — A L’Encontre
César Rendueles: Todos los Marx que hay en Marx — El País
Alice Pairo: Karl Marx, Dubaï et House of cards: la Session de rattrapage — France Culture
Sebastián Raza: Marxismo cultural: una teoría conspirativa de la derecha — La República
Samuel Jaramillo: De nuevo Marx, pero un Marx Nuevo — Universidad Externado de Colombia
Sergio Abraham Méndez Moissen: Karl Marx: El capítulo XXIV de El Capital y el “descubrimiento” de América — La Izquierda Diario
Joseph Daher: El marxismo, la primavera árabe y el fundamentalismo islámico — Viento Sur
Francisco Jaime: Marxismo: ¿salvación a través de la revolución? — El Siglo de Torreón
Michel Husson: Marx, Piketty et Aghion sur la productivité — A l’encontre
Guido Fernández Parmo: El día que Marx vio The Matrix — Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires
Cest: Karl Marx y sus "Cuadernos de París" toman vida con ilustraciones de Maguma — El Periódico
Leopoldo Moscoso: 'Das Kapital': reloading... — Público
Laura "Xiwe" Santillan: La lucha mapuche, la autodeterminación y el marxismo — La Izquierda Diario
José de María Romero Barea: Hölderlin ha leído a Marx y no lo olvida — Revista de Letras
Ismaël Dupont: Marx et Engels: les vies extravagantes et chagrines des deux théoriciens du communisme! — Le Chiffon Rouge Morlai
Francisco Cabrillo: Cómo Marx cambió el curso de la historia — Expansión
El “Dragón Rojo”, en Manchester: Cierran el histórico pub donde Marx y Engels charlaban "entre copa y copa" — BigNews Tonight
Marc Sala: El capitalismo se come al bar donde Marx y Engels debatían sobre comunismo — El Español

— Notas sobre debates, entrevistas y eventos
Fabrizio Mejía Madrid: Conmemoran aniversario de la muerte de Lenin en Rusia — Proceso
Segundo Congreso Mundial sobre Marxismo tendrá lugar en Beijing — Xinhua
Debate entre Andrew Kliman & Fred Moseley — Tiempos Críticos
David McNally & Sue Ferguson: “Social Reproduction Beyond Intersectionality: An Interview” — Marxismo Crítico
Gustavo Hernández Sánchez: “Edward Palmer Thompson es un autor que sí supo dar un giro copernicano a los estudios marxistas” — Rebelión
Alberto Maldonado: Michael Heinrich en Bogotá: El Capital de Marx es el misil más terrible lanzado contra la burguesía — Palabras al Margen
Leonardo Cazes: En memoria de Itsván Mészáros — Rebelión (Publicada en O Globo)
Entrevista con István Mészáros realizada por la revista persa Naghd’ (Kritik), el 02-06-1998: “Para ir Más allá del Capital” — Marxismo Crítico
Rosa Nassif: “El Che no fue solo un hombre de acción sino un gran teórico marxista” Agencia de Informaciones Mercosur AIM
Entrevista a Juan Geymonat: Por un marxismo sin citas a Marx — Hemisferio Izquierdo
Juliana Gonçalves: "El Capital no es una biblia ni un libro de recetas", dice José Paulo Netto [Português ] — Brasil de Fato
Entrevista a Michael Heinrich: El Capital: una obra colosal “para desenmascarar un sistema completo de falsas percepciones” — Viento Sur
Alejandro Katz & Mariano Schuster: Marx ha vuelto: 150 años de El Capital. Entrevista a Horacio Tarcus — La Vanguardia
Salvador López Arnal: Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre "La tradición marxista y la encrucijada postmoderna" — Rebelión
Jorge L. Acanda: "Hace falta una lectura de Marx que hunda raíces en las fuentes originarias del pensamiento de Marx" — La Linea de Fuego

— Notas sobre Lenin y la Revolución de Octubre
Guillermo Almeyra: Qué fue la Revolución Rusa — La Jornada
Jorge Figueroa: Dos revoluciones que cambiaron el mundo y el arte — La Gaceta
Gilberto López y Rivas: La revolución socialista de 1917 y la cuestión nacional y colonial — La Jornada
Aldo Agosti: Repensar la Revolución Rusa — Memoria
Toni Negri: Lenin: Dalla teoria alla pratica — Euronomade
Entretien avec Tariq Ali: L’héritage de Vladimir Lénine — Contretemps
Andrea Catone: La Rivoluzione d’Ottobre e il Movimento Socialista Mondiale in una prospettiva storica — Marx XXI
Michael Löwy: De la Revolución de Octubre al Ecocomunismo del Siglo XXI — Herramienta
Serge Halimi: Il secolo di Lenin — Rifondazione Comunista
Víctor Arrogante: La Gran Revolución de octubre — El Plural
Luis Bilbao: El mundo a un siglo de la Revolución de Octubre — Rebelión
Samir Amin: La Revolución de Octubre cien años después — El Viejo Topo
Luis Fernando Valdés-López: Revolución rusa, 100 años después — Portaluz
Ester Kandel: El centenario de la Revolución de octubre — Kaos en la Red
Daniel Gaido: Come fare la rivoluzione senza prendere il potere...a luglio — PalermoGrad
Eugenio del Río: Repensando la experiencia soviética — Ctxt
Pablo Stancanelli: Presentación el Atlas de la Revolución rusa - Pan, paz, tierra... libertad — Le Monde Diplomatique
Gabriel Quirici: La Revolución Rusa desafió a la izquierda, al marxismo y al capitalismo [Audio] — Del Sol

— Notas sobre la película “El joven Karl Marx”, del cineasta haitiano Raoul Peck
Eduardo Mackenzie:"Le jeune Karl Marx ", le film le plus récent du réalisateur Raoul Peck vient de sortir en France — Dreuz
Minou Petrovski: Pourquoi Raoul Peck, cinéaste haïtien, s’intéresse-t-il à la jeunesse de Karl Marx en 2017? — HuffPost
Antônio Lima Jûnior: [Resenha] O jovem Karl Marx – Raoul Peck (2017) — Fundaçâo Dinarco Reis
La película "El joven Karl Marx" llegará a los cines en el 2017 — Amistad Hispano-Soviética
Boris Lefebvre: "Le jeune Karl Marx": de la rencontre avec Engels au Manifeste — Révolution Pernamente

— Notas sobre el maestro István Mészáros, recientemente fallecido
Matteo Bifone: Oltre Il Capitale. Verso una teoria della transizione, a cura di R. Mapelli — Materialismo Storico
Gabriel Vargas Lozano, Hillel Ticktin: István Mészáros: pensar la alienación y la crisis del capitalismo — SinPermiso
Carmen Bohórquez: István Mészáros, ahora y siempre — Red 58
István Mészáros: Reflexiones sobre la Nueva Internacional — Rebelión
Ricardo Antunes: Sobre "Más allá del capital", de István Mészáros — Herramienta
Francisco Farina: Hasta la Victoria: István Mészáros — Marcha
István Mészáros in memoriam : Capitalism and Ecological Destruction — Climate & Capitalism.us