- Para Marx la concepción materialista de la historia
estaba destinada a complementar dialécticamente la concepción materialista de
la naturaleza, las cuales en última instancia, conformaban una misma concepción
de la realidad
Juan Cervantes | Sin
lugar a dudas uno de los problemas más serios que enfrenta la humanidad en
estos momentos es la crisis ecológica, desatada a su vez por la crisis
económica y financiera. Por tanto puede considerarse que la crisis ecológica
tiene poca relación con los problemas naturales y que en cambio, depende
directamente del capital. Este artículo presenta un análisis, de forma breve en
cuanto a la creación del concepto de Desarrollo Sustentable hasta la forma en
que el materialismo histórico lidia con esta propuesta de desarrollo.
Una importante fuerza en el movimiento ambiental y que de
hecho es utilizada y promovida como forma válida de desarrollo, definiendo
incluso el marco ideológico de muchas de las más grandes y más influyentes
organizaciones de movimientos ambientales, es hoy por hoy la tesis del desarrollo
sustentable. En 1983, Javier Pérez de Cuéllar, ex Secretario
General de las
Naciones Unidas, con base en la resolución 8 del documento final de la reunión
N° 102 de la Asamblea General, pidió a la entonces primer Ministra de Noruega,
Gro Harlem Brundtland, crear una comisión independiente encargada de las
cuestiones ambientales y del desarrollo, la cual fue conocida como “Comisión
Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo”. Esta comisión publicó en 1987
un estudio que posteriormente alcanzó gran impacto, el informe se llama
“Nuestro futuro común”, y es comúnmente conocido como el “Reporte
Brundtland” (1987). Si bien el reporte indicó que la mala distribución de
recursos, la dependencia económica en combustibles fósiles y el hacinamiento
eran los problemas estructurales del deterioro ecológico global no presentó
ninguna reflexión acerca del sistema causante de este desarrollo no
sustentable, y por lo tanto al omitir ése análisis da por sentado el sistema
económico y su enmarañada estructura que deriva en una gran parte de los
problemas ambientales que enfrentamos hoy en día.
Es importante subrayar que el reporte propuso y defendió la
necesidad de imponer altas tasas de crecimiento económico, así como la idea de
crecimiento como índice de progreso y un esquema capitalista de economía de
mercado liberal, y que consideró que todos los problemas del medio ambiente
podrían ser resueltos dentro de estos marcos.
Estas ideas están siendo “repetidas hasta la saciedad por
los ideólogos del capitalismo de los países desarrollados, así como por
economistas y líderes políticos” (Schoijet, 2002: 182), por lo tanto, podría
considerarse que el reporte más que plantear una ruta alternativa de
crecimiento lo que ofreció fue un respaldo ideológico al crecimiento económico,
con base en una economía neoliberal.
Además de todos estos hechos, el informe define lo que,
desde luego, podría ser considerado como el caballo de batalla de la Comisión
Brundtland, y base de muchos gobiernos y organizaciones alrededor del mundo,
desde Greenpeace al Banco Mundial, ergo, el concepto de Desarrollo Sustentable,
cuya definición establece lo siguiente:
“El desarrollo sustentable es el
desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la
capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
A decir de Schoijet (2002: 180), el reporte no explica
cuáles serían los resultados de la propuesta de desarrollo, cuales son las
necesidades de la generación actual y cuáles serían las necesidades de las
generaciones futuras, y en este sentido, tampoco aclara cuáles son las
condiciones en las que el desarrollo pondría en peligro las necesidades de las
generaciones futuras. Por lo tanto, podría no ser casual, sino sintomático el
hecho de que los gobiernos que permiten o aprueban políticas ambientales
destructivas, no tienen problema alguno en aceptar la noción de desarrollo
sustentable en la forma que es presentada desde su definición.
Es importante señalar que el reporte hizo hincapié en la
necesidad de un cambio a nivel político y subrayó que el desarrollo sustentable
sólo podría ser alcanzado mediante esfuerzos gubernamentales comunes. En
este sentido y tal como señalaron Brand y Gorg (2003), los gobiernos no están
actuando a consecuencia de problemas ecológicos concretos, sino debido a la
creciente presión política para manejar los problemas ambientales
internacionales, esto conduce a que sean determinados a través del simbolismo
público por los actores sociales (las denominadas comunidades epistémicas). En
los últimos años la necesidad política de cooperación ha generado una
innumerable cantidad de acuerdos ambientales internacionales, sin embargo,
estos acuerdos (aunque concebidos como una herramienta para la cooperación) no
eliminan la competencia entre los Estados nacionales y entre los diferentes
sectores y regiones económicas.
Podría considerarse por tanto, que la razón por la que no se
ha presentado una solución viable a la degradación ambiental aún después de 20
años de la definición del concepto y de la creación de muchos acuerdos y
tratados ambientales a lo largo de todo este tiempo, es precisamente porque el
concepto ha sido utilizado como herramienta para instaurar o expandir la
economía de mercado, tal y como Leff (2007) claramente señaló,
El discurso del crecimiento sustentable busca inscribir las
políticas ambientales en las vías de ajuste que aportaría la economía
neoliberal a la solución de los procesos de degradación ambiental y al uso
racional de los recursos ambientales; al mismo tiempo, responde a la necesidad
de legitimar a la economía de mercado. Estas estrategias de capitalización de
la naturaleza han entrado en el discurso oficial de las políticas ambientales y
sus instrumentos legales y reglamentarios.
Así que, después de considerar la declaración de Leff, la
definición de desarrollo sustentable puede ser vista desde un punto de vista
económico, y por consiguiente puede ser definida como: el mantenimiento de un
stock de recursos y de la calidad ambiental con el fin de asegurar la
satisfacción de las necesidades básicas de las generaciones actuales y futuras.
Desde allí, se podría suponer que desde una perspectiva puramente económica, lo
que se persigue es la sustentabilidad del desarrollo y no un desarrollo
sustentable.
Materialismo
histórico y naturaleza
Marx era materialista, cuya principal contribución como él
mismo solía destacar, residía en el desarrollo de una concepción materialista
de la historia. Pero para Marx la concepción materialista de la historia estaba
destinada a complementar dialécticamente la concepción materialista de la
naturaleza, las cuales en última instancia, conformaban una misma concepción de
la realidad. (Clark/Foster, 2010: 144) Tal como Marx y Engels subrayaron
en La ideología alemana:
Conocemos sólo una ciencia, la ciencia de la historia. La
historia tiene dos perspectivas, a saber, la historia de la naturaleza y la
historia del hombre. Las dos partes, sin embargo, no deben ser vistas como
entidades independientes. Mientras el hombre ha existido, la naturaleza y el
hombre se han afectado mutuamente. (Easton/Guddat, 1997: 408)
Es en este sentido que se puede decir que el materialismo
histórico de Marx incorpora asimismo un materialismo ecológico. Para Marx la
naturaleza no es sólo el medio que rodea al hombre, sino que el mismo trabajo
es también naturaleza. Para aclarar este punto es necesario hacer referencia al
siguiente enunciado:
En el proceso de
producción, el hombre, como la naturaleza misma, solo puede transformar la
forma de la materia, más aún, durante el proceso de transformación el
hombre depende de las fuerzas naturales. El trabajo entonces no es la
única fuente para la producción de valores de uso y por tanto de la riqueza
material. (Marx, 1985: 57)
Es por eso que subraya (refiriéndose a la producción
de valores de uso), “El trabajo es su padre y la tierra su madre” (Marx, 1985:
58), es por eso que puede decirse que el trabajo, que funciona como mediación
en la creación –transformación de la materia– de valores de uso, forma parte de
la riqueza humana.
Así, “el instrumento de trabajo universal es la tierra
misma, que proporciona al trabajador el locus standi (su
emplazamiento, la tierra debajo de sus pies) y el Wirkungsraum (el
espacio de influencia) para sus propios y particulares procesos” (Marx, 1985: 195).
Marx hace hincapié en el hecho de que el trabajo es parte
del intercambio metabólico a través del cual el hombre transforma activamente
la naturaleza:
El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y
la naturaleza, un proceso por el cual el hombre a través de sus propias
acciones funciona como el mediador, regulador y controlador del metabolismo
entre él mismo y la naturaleza. Entra en el mundo material natural como una
fuerza misma de la naturaleza. Pone en marcha las fuerzas naturales que
pertenecen a su propio cuerpo, de esta forma, brazos y piernas, cabeza y manos,
son utilizados con el fin de apropiarse de los materiales de la naturaleza en
forma adaptada a sus propias necesidades de vida. A través de este proceso, el
cual es llevado a cabo sobre la naturaleza exterior y que de esta forma la
transforma, se transforma al mismo tiempo su propia naturaleza. (Marx, 1985:
192)
De acuerdo con Foster (2010) lo que Marx llama como
“producción simple de mercancías”, es una formación económica idealizada en la
cual un producto, que representa un valor de uso es intercambiado por dinero
(el único medio de la función de cambio), el cual a su vez es intercambiado por
otro producto (un valor de uso alternativo). En este caso, el proceso completo
de canje puede ser definido como M–D–M (Mercancía – Dinero – Mercancía). Este
proceso de intercambio es sólo una forma modificada del canje natural, en la
que el dinero únicamente facilita el intercambio. El objetivo del intercambio
es el valor de uso específico que representa las propiedades cualitativas.
Tales valores de uso son generalmente consumidos, mediante lo cual un proceso
de intercambio llega a su fin.
Marx insistió, sin embargo, en que una economía capitalista
funciona de manera muy diferente en el mundo real: Se presenta en una forma de
intercambio tipo M–D–M’. El capital–dinero (M) se utiliza para comprar bienes
(fuerza de trabajo y medios de producción), los cuales son utilizados para
producir mercancías, que al final se venden por más dinero (M’, es decir, M +
plusvalía). Una vez que se inicia este proceso, no puede ser detenido a
voluntad dado que no tiene un final natural. Sino todo lo contrario, el valor
(ganancia) es reinvertido en la siguiente ronda con la finalidad de obtener
M’’, siguiendo esta lógica en la próxima ronda los ingresos se reinvertirán
para obtener M’’’ y así hasta el infinito.
Para Marx, por lo tanto, el capital es un valor auto–expandible.
Es impulsado constantemente a un grado cada vez mayor de acumulación y no
conoce fronteras. El capital, escribe Marx, “es el impulso desmesurado de
sobrepasar sus límites, así, cada límite debe (y tiene) que ser superado. Se
entiende entonces al capital – como dinero reproduciéndose a sí mismo”.
(Marx/Engels, 1974: 252)
De este modo el capital transforma la totalidad de la
naturaleza incluyendo las leyes que la regulan, así como todo lo que es
distintivamente humano, en meros agentes de su propia auto–expansión. El
resultado es un sistema que tiene siempre como objetivo un crecimiento
exponencial de la ganancia y la acumulación.
“¡Acumular, acumular! ¡Ese es
Moisés y los profetas” (Marx, 1985: 621)
El capitalismo, de acuerdo con Marx, es un sistema generalizado de producción
de mercancías. Antes del capitalismo existieron otras sociedades en las cuales
los mercados de mercancías jugaron un papel importante, pero sólo con el
advenimiento del capitalismo, se creó un sistema enfocado exclusivamente en la
producción de mercancías.
Para el capital, la naturaleza es el requisito ineludible
para la obtención de un excedente a partir de una fuerza de trabajo dada, y por
tanto, a la materialización de este excedente en valores de uso vendibles
–productos, mercancías– este tratamiento instrumental de la naturaleza se
manifiesta en la forma del valor del tiempo de trabajo, el cual representado en
dinero, constituye la sustancia social de acumulación del capital. (Burkett,
1999: 215).
En este sentido es conveniente enfocarnos en lo que se
entiende por “producto” que no es otra cosa que un bien que se produce siempre
para ser vendido y negociado en el mercado con el único fin de obtener
ganancias. Es conocido como “bien” ya que tiene un valor de uso, es decir, que
normalmente tiene un uso práctico, de lo contrario no habría ninguna necesidad
de producirlo, pero es el valor de cambio, porque para obtener un valor
positivo de intercambio en el mercado una mercancía debe ser al mismo tiempo un
valor de uso, se presenta entonces el caso de que nada puede tener valor de
cambio a menos que tenga valor de uso.
Debido a que la naturaleza siempre contribuye al valor de
uso, se da por hecho que la naturaleza y el valor de uso constituyen
condiciones necesarias del valor de cambio, y dado que el valor de cambio es
una forma necesaria de valor –puesto que es una abstracción del tiempo de
trabajo asalariado– puede ser esta la base para el argumento de que naturaleza
y valor de uso son condiciones necesarias de valor y de acumulación de capital.
Cualquier intento de explicar de dónde viene el valor
añadido (o ganancia) debe penetrar más allá de la superficie del proceso de
intercambio y entrar en el ámbito del trabajo y la producción. Esto condujo a
Marx a considerar que el valor generado en un día de trabajo podría ser
dividido en dos partes (Bellamy-Foster, 2010):
1.– La parte que reproduce el valor de la fuerza de trabajo
(es decir, los salarios de los trabajadores), por tanto podría ser considerado
como trabajo necesario.
2.– La parte restante de la jornada dedicada al trabajo, lo
cual puede considerarse como trabajo excedente y que es lo que crea el valor
añadido para el capitalista.
En este sentido la ganancia es el resultado del proceso
mediante el cual el trabajo se desarrolla más allá de los límites necesarios –
trabajo excedente– para reproducir el valor de la fuerza de trabajo. Por tanto,
la relación de trabajo excedente (trabajo que no es remunerado al obrero)
necesario para pagar la fuerza de trabajo durante la jornada, es, para Marx, la
tasa de explotación.
La lógica de este proceso es que el aumento en el valor
excedente apropiado depende de la explotación efectiva del trabajo humano. Esto
se puede lograr de dos maneras:
1.– Obligando a los trabajadores a trabajar más por el mismo
salario, es decir, extender el tiempo de trabajo, extendiendo también de esta
forma, la proporción de trabajo excedente por jornada laboral. (Lo que Marx
denomina como “Plusvalía Absoluta”).
2.– El valor de la fuerza de trabajo, es decir, el valor de
determinado trabajo será generado en menos tiempo (debido al incremento en la
productividad, etc.), de esta forma la proporción de trabajo excedente por
jornada laboral se incrementará en esta escala. (Lo que Marx denomina como
“Plusvalía Relativa).
Bajo el sistema de la producción generalizada de mercancías,
la naturaleza, según Marx, fue considerada por el capital como un obsequio sin
costo y así fue despojada. Esto quiere decir que una parte de la jornada
de trabajo sigue pendiente de pago (el mencionado trabajo excedente) y por
tanto, el beneficio neto del capitalista entra en esa parte del trabajo humano,
la “fuerza natural” de la cual el hombre es despojado. De esta forma tanto la
naturaleza como el trabajo no remunerado de los trabajadores se concibieron
como obsequios al capital.
En su incesante búsqueda de mayor valor, el capitalismo
depende siempre de revolucionar los medios de producción con el objetivo de
aumentar la productividad y la reducción de la parte pagada de la jornada
laboral. Esto conduce inevitablemente a más revoluciones en la producción, y
por tanto a ganancias adicionales de productividad sobre una infinita cinta de
Moebius de la producción y la acumulación. La lógica de la acumulación, en un
proceso inversamente proporcional, concentra cada vez más riqueza y más poder
en un menor número de manos
Conclusión
La crítica de Marx al capitalismo como un sistema no
sustentable de producción, tiene sus raíces en las “condiciones”, es decir, en
los fundamentos históricos, a través de los cuales el capitalismo fue posible
como producción. Se trata de la “acumulación primitiva”, es decir, la
expropiación de la tierra a los productores rurales, expropiando por tanto, a
estos trabajadores rurales de sus medios de subsistencia. Esta expropiación en
particular, puso la base para el desarrollo del capitalismo industrial. La
transformación de la tierra en propiedad privada, en un simple medio para la
acumulación, formó al mismo tiempo la base para la destrucción del metabolismo
entre el hombre y la tierra, o lo que es lo mismo, el metabolismo entre hombre
y naturaleza.
Podría considerarse entonces que las razones por las cuales
la mayoría de estados nacionales en el mundo respaldan el concepto de
Desarrollo Sustentable, es porque tal sistema no amenaza ni desafía de forma
alguna las estructuras de privilegio y de reproducción del capital que el
capitalismo impone, y de esta forma los intereses de las clases dominantes
permanecen intactos. La declaración a menudo utilizada por Marx del manifiesto
comunista señala claramente esto.
“El
poder político, correctamente llamado así, es sólo el poder organizado de una
clase para oprimir a la otra... el ejecutivo del estado moderno es solamente un
comité que maneja los asuntos de toda la burguesía” (Tucker, 1978).
Es por esta razón que en la actualidad muchas empresas
cortejan hoy a posibles consumidores con propuestas “verdes”, cabe señalar que
este tipo de consumo tiene tras de sí un modo de producción basado en la
inversión, y la inversión es a su vez el motor del capitalismo, por tanto y de
acuerdo con O’Connor (1988) el consumo no es regulado de ninguna manera por los
consumidores sino por el índice del beneficio y acumulación y por los límites
del sistema de crédito. Por tanto es obvio que la naturaleza no se encuentra
regulada por sus mismas leyes, sino por una amalgama de interrelaciones entre
factores económicos y políticos representados por la forma de intercambio tipo
M–D–Mn expuesto, la cual lejos de encontrar un fin, representa hoy una de
las formas más importantes de destrucción social y ambiental y demuestra que la
crisis ecológica es en realidad una crisis del capital. Esta crisis se
encuentra respaldada a su vez por el concepto denominado desarrollo
sustentable, el cual, oculto detrás de una prometedora máscara verde, tiene por
objetivo apoyar la restructuración de una agenda neoliberal.
Marx ofrece una teoría del capital, del estado, y de la
historia, que puede ser utilizada como herramienta intelectual para encontrar
orientación en medio de la actual crisis, En este sentido, la integración del
marxismo en el pensamiento ecológico y la integración de la ecología en el
marxismo se deben percibir como un paso adelante en la historia para aquellos
preocupados por el ambiente y la desigualdad social.
Referencias
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nicht nachhaltiger Entwicklungist”. En: Sozialistische Zeitung 3
(2010).
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and Society. Hackett: Indianapolis, 1997.
Leff, E., Saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad,
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Marx, K., Das Kapital. Kritik der politischen Ökonomie. Dietz
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– / Engels, Friedrich, Grundrisse der Kritik der
politischen Ökonomie. Dietz: Berlín, 1974.
O’Conor, J., “Capitalism, Nature, Socialism: A Theoretical
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Schoijet, M., “El futuro del ambiente y de la humanidad”.
En: Villegas, R. (ed.) ¿Adónde va el mundo? Fundación Cultural Tercer
Milenio: México, 2002.
Tucker, R. (ed.), The Marx–Engels Reader. Norton: Nueva
York, 1978.