- “El ingreso nacional consiste en
sólo dos partes: la primera es la ganancia que surge de la riqueza, la segunda
es el poder de trabajo que surge de la vida.” Sismondi, Nuevos Principios de
Economía Política, Libro Segundo, Capítulo II
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Simonde de Sismondi
© Magasin Pittoresque, París, 1843
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Umberto Mazzei
| Al mundo lo recorre una ola de protestas; en
Brasil, Turquía, Grecia, España, Italia, Inglaterra, Estados Unidos. Los manifestantes
pueden llamarse “occupers” o indignados, pero la raíz causal es la
misma: la concentración de riqueza en el mentado 1%, que ni llega a eso.
El capitalismo y
su fatal mecánica hacia la concentración de la riqueza no es fenómeno
nuevo. Sismondi ya dijo, en el siglo
XIX, que cuando sucede en gran escala, es signo de decadencia; es así como nos
explica el colapso del Imperio Romano. La concentración de la propiedad en enormes
fincas gracias al trabajo esclavo desplazó
a los pequeños propietarios que eran el nervio de la eficiencia económica y
militar de Roma. Un ejemplo aplicable a las “naciones opulentas, donde la
miseria pública no cesa de crecer junto con la riqueza material y donde la
clase que produce todo está cada día más cerca de no gozar de nada. Tal es la
situación de los pueblos en su época de decadencia.”
El capitalismo
actual –liberal o neo liberal, como se quiera - evolucionó durante los siglos
XIX y XX, pero el resultado esta claro ahora: el gobierno de los ricos para los
ricos. Esa tendencia se le atribuye al filósofo escocés Adam Smith, pero no es
cierto.
Smith lo percibió y lo rechazó: “Donde hay grandes propiedades, hay
grandes desigualdades” ó “Nuestros comerciantes y propietarios se quejan del
mal efecto de salarios altos en el alza de los precios y la caída de las
ventas. Nunca dicen algo sobre el mal efecto de las altas ganancias. Guardan
silencio con respecto al pernicioso efecto de sus propios beneficios”
El verdadero padre de esa inicua política es el agente aduanero y corredor de
bolsa David Ricardo, quien en su época pidió eliminar las Corn Laws
,
abrir la importación de cereales para abaratar el pan, bajar los salarios de
los obreros y aumentar la ganancia de los patrones
.
Modernidad de Sismondi
El primero en
denunciar la desviación de Ricardo fue el suizo Jean-Charles Sismondi, un
historiador y economista cosmopolita, cuyos escritos tienen gran actualidad. El
contradijo las ideas de Ricardo y de Jean Baptiste Say que limitaban la
política económica a una ciencia de la ganancia y la política industrial a la
sobre-producción; aquello que hoy llaman Economía de la Oferta. “La Economía
Política no es una ciencia de cálculo; es una ciencia moral”,
escribió Sismondi ya entonces; un recordatorio muy necesario hoy día.
Sismondi añadió a
la ciencia económica de Adam Smith una visión social, que considera la
distribución de la riqueza entre la población como la verdadera medida de la
riqueza de un país: “La riqueza no es una ventaja que cuando reparte la
prosperidad entre todas las clases; población no es una ventaja que cuando cada
persona tiene la seguridad de encontrar por el trabajo una existencia honesta”.
Fue aún más lejos: pidió la intervención del Estado para limitar la explotación
y abuso de poder que trae la riqueza desmedida. Como buen ginebrino, Sismondi apoyó
la propiedad privada de la tierra, pero como usurpación permitida por su
utilidad social.
La esencia de sus
ideas económicas es que el capitalismo sólo puede ser próspero y estable si se
pagan buenos salarios, porque el ingreso de los trabajadores crea el mercado indispensable
para vender los productos. Dice que si los ingleses ricos acaparan toda la
riqueza nacional (época de revolución
industrial) será necesario conquistar mercados afuera (imperialismo) y que sin
equilibrar la producción con la demanda, el sistema deberá vivir de crisis en
crisis.
La influencia de Sismondi
en Marx es muy conocida y Marx usa las definiciones de Sismondi y la cita con
frecuencia. Más tarde, en el Manifiesto
Comunista, en las primeras trece líneas lo elogia y en las últimas seis lo
llama “utópico” y “socialista pequeño burgués”; algo que puede
atribuirse a la teatralidad que caracteriza al siglo XIX. En todo caso, las
ideas de Sismondi son más prácticas hoy día, con la capacidad de espionaje y
represión global; pero Marx tiene razón en que Sismondi no quiere barricadas,
quiere hacer de los proletarios unos pequeños burgueses.
Sismondi quiere
construir un orden socio económico sostenible con un sentido de equidad en la
distribución de la riqueza. Debemos rescatar las ideas de Sismondi para crear
un socialismo moderno o un capitalismo moderno y equitativo, si se prefiere. En un momento de crisis sistémica terminal,
una nueva propuesta es urgente. Una que aprenda del pasado y que adopte
soluciones políticas de los ejemplos socialistas o capitalistas que han tenido
éxito económico y social, pero sin olvidar aprender de los que están apenas
vivos o aquellos que colapsaron.
En esa área de estudio
debemos incluir las versiones de social democracia que prosperaron en la Europa capitalista por una
confluencia de ideas Sismondio/Keynesianas, poder sindical y temor a la Unión Soviética. En América
Latina esas ideas no pasaron de ser pose política y en Estados Unidos funcionaron
a desgano con el New Deal. Su legado es un válido sistema de protección social,
que ahora se desmantela porque no hay dinero para mantenerlo desde que los
políticos entregaron los fondos públicos a imprudentes banqueros en
apuros.
Una gama de aportes para el futuro
Sismondi fue un
prolífico escritor que nos dejó dos tipos de aporte para esta época, que son complementarios.
Uno es para el sistema político y otro es para el sistema económico. En estas
notas hablaremos apenas de lo político institucional; insistiremos más con
trazos el que muestren su utilidad para una economía socialista más realista y
estable… y menos trágica.
Aportes al Sistema
Político
Sismondi escribió
muchos libros y ensayos sobre instituciones políticas; los más conocidos son “Estudios en Ciencias Sociales”, “Estudios
sobre las constituciones de los pueblos libres”, “Historia de las republicas
italianas de la Edad Media” e “Historia
de los franceses”. El más popular es su análisis sobre las republicas
comunales italianas, muertas por el absolutismo real y pontificio. Allí cuenta como
florecieron e innovaron bajo un sistema representativo que incluyó la
participación de las fuerzas productivas “vivas” en un gobierno municipal
basado en principios de participación, independencia y reciprocidad.
Ese sistema comunal sacó a Europa de la Edad
Media y gestó la revolución cultural y económica que fue el
Renacimiento. De aquel modelo comunal quedan vestigios en el sistema cantonal
suizo.
Fue un modelo republicano
y representativo que adhiere mejor a las realidades sociales orgánicas que el cacareado
modelo ateniense, que ni siquiera fue igualitario ni inclusivo.
El estudio de esa historia y el análisis sobre de las constituciones de los
pueblos libres dejan ideas para un sistema republicano más representativo de las
reales necesidades públicas. Ha sido muy señalado que los sistemas actuales no representan
a la población, sino que pastorean masas anónimas con onerosas campañas
electorales y el uso de los medios de comunicación para elegir títeres
dirigidos por otros intereses.
En sistema de ocultas tiranías que
recuerda palabras de Sismondi: “Cuando la mayor parte de la gente ha nacido
bajo su yugo… [la tiranía] se encuentra apoyada por toda la parte inerte del
país, por todos aquellos que, incapaces de formarse y pensar ellos mismos, se
contentan con ideas prestadas y aceptan ciegamente todas las nociones que
conviene al gobierno inculcarles”.
Aportes al
Sistema económico
La principal obra económica de Sismondi es “Nuevos Principios de Economía Política o de la riqueza en su relación
con la población”, publicada primero en 1819. Allí anuncia que las crisis son
implícitas en la versión ricardiana que prevalece en el sistema capitalista, por
su incoherencia. Sobre eso dice Marx, “El análisis de Ricardo es con frecuencia
absurdo. Sismondi en cambio señala los limites [adaptar producción a demanda] que son obra del propio
capital, que choca con sus contradicciones”.
O “Las crisis no son para él accidentes, como dice Ricardo, sino explosiones
esenciales”. La
opinión de Marx sobre ambos es clara “La historia de la economía política
moderna (…) se completa con Ricardo y Sismondi, dos antípodas”.
En el libro primero de El Capital, Marx cita a Sismondi elogiosamente y con
mucha frecuenciay
también en el libro segundo,
aunque luego diga en otro papel que su estudio sobre la relación entre capital
e ingreso “no tiene una sola palabra científica”.
Fue Sismondi
quien remplazó la división en tres clases de Francois Quesnay
(productiva, propietarios y estéril) por una que refleja la revolución
industrial: capitalistas y asalariados. Es un concepto esquemático y funcional,
que pone por un lado los ingresos del capital (rentas, ganancias, intereses) y del
otro a su contraparte necesaria, el consumo. Un consumo que divide en dos: a) el
consumo indispensable (de supervivencia) y b) el consumo de lujo.
El pensamiento de
Sismondi tuvo afinidades con otros pensadores conocidos. Coincide con Thomas
Malthus en defender a los pequeños propietarios agrícolas y los sectores
amenazados por la revolución industrial, porque sus ingresos son parte de la
“demanda efectiva” necesaria para equilibrar producción y consumo. Sus palabras suenan modernas: “No
hay més campesinos en los campos, no hay más artesanos en las ciudades o jefes
independientes de pequeñas industrias, solo fábricas”; pero no acompaña a
Malthus en la idea de frenar la industrialización ni en sus temores sobre
escasez alimentaria.
Hay un párrafo que
debo citar, porque describe un cuadro que hoy resulta familiar: “Con pocos años
de intervalo, dos crisis terribles arruinaron una parte de los banqueros y
extendieron la desolación en todas las manufacturas inglesas; al mismo tiempo
otra crisis arruinó a los granjeros e hizo bajar el comercio al detalle. Para
colmo, ese comercio, a pesar de su gran extensión cesó de incorporar jóvenes
que quieran hacer carrera; todas las plazas están ocupadas y tanto en los
rangos superiores de la sociedad como en los inferiores, muchos ofrecen en vano
su trabajo sin poder obtener un salario.”
Recomendamos el
estudio de Sismondi, también porque se opuso a la sobreproducción, como causa
de la separación entre sentido de utilidad y valor de cambio (precio) y también
como causa de una lucha innecesaria por mercados que provoca bancarrotas y
desempleo. Nikolai Boukharin y Rosa Luxemburg le dieron la razón a Sismondi y dijeron
que era el sub-consumo lo que daba una base lógica a la teoría marxista sobre
las periódicas crisis capitalistas. Una lógica muy aplicable a la sobre-producción
de medios financieros, como las hipotecas “sub-prime”
(sub-optimas) o derivatives, que
causó la presente y seguramente terminal, crisis sistémica. De acuerdo con el
Banco Internacional de Compensación (BIS) de Basilea, hay una circulación
flotante de trescientos sesenta billones en deuda financiera y el Producto
Mundial Bruto (PMB) es de 60 billones (2012). No hay donde aterrizarlos.
Sobre eso, un
siglo después, Keynes escribió: “La ampliación de las funciones de gobierno,
para equilibrar la propensión al consumo con y el estimulo a la inversión,
parecería, a un economista del siglo XIX o a un financista norteamericano
contemporáneo, una terrible amputación del individualismo. Yo defiendo ambos,
al contrario, como el único medio practicable para evitar la destrucción
completa de la forma de economía existente.”
Las ideas keynesianas están llenas de coincidencias con Sismondi,
incluyendo la necesidad básica de equilibrar la producción o la inversión con
el consumo.
Un indicio del mañana
Hace unos años, Deng
Chao Ping inició en China una política que deja lugar a la iniciativa privada,
pero dentro de un marco de control que equilibra producción y demanda. China es ya la segunda economía mundial y la
más sana, pero su gran hazaña fue sacar de la pobreza a 500 millones de chinos
y seguir sacando. Sismondi estaría muy complacido por ese hecho, pero Marx
pudiera irritarse por crear tantos nuevos socialistas “petit bourgeois”.