Rolando Astarita | En
esta nota discuto la tesis que dice que las plusvalías extraordinarias que
obtienen las empresas de mayor productividad relativa se origina en el trabajo
realizado en las empresas de menor productividad relativa. Recordemos que la
plusvalía extraordinaria se refiere a la plusvalía que obtienen las empresas
que tienen una ventaja tecnológica, y disminuyen el tiempo de trabajo invertido
en la producción, con respecto al tiempo de trabajo social promedio imperante
en la rama. En esas circunstancias, las empresas avanzadas podrán vender sus
mercancías al precio promedio (establecido por el tiempo de trabajo promedio en
la rama), de manera de embolsar una plusvalía extra. Dado que esas empresas
estarían empleando menos trabajo por unidad de producto, se plantea la cuestión
de cuál es el morigen de la plusvalía extraordinaria que obtienen. La tesis que
discuto en esta nota afirma que proviene de las empresas que, debido a su
atraso tecnológico, utilizan más mano de obra que el promedio de la industria.
Esta explicación fue presentada por Ernest Mandel en El Capitalismo tardío (en
francés se ha publicado con el título de Le Troisième Âge du Capitalisme),
y ha sido aceptada por muchos marxistas destacados. La tesis tiene
consecuencias importantes, ya que la plusvalía extraordinaria sustenta la
explicación de Marx de la renta diferencial de la tierra, y también es la base
de la explicación de Mandel (asimismo de Shaikh, Carchedi y otros) de las
transferencias de plusvalía desde los países atrasados hacia los adelantados. Naturalmente, la crítica que formulo en esta nota no afecta
mi valoración global acerca de la contribución de Mandel en El capitalismo
tardío. Entre otras cuestiones, con este libro Mandel lideró el movimiento de
los marxistas que volvieron a poner la atención en la ley de la tasa de
decreciente de la ganancia y su relación con las grandes crisis del
capitalismo. Sin embargo, esto no debería disimular la necesidad de revisar
algunas de las formulaciones de Mandel. Su interpretación sobre el origen y
naturaleza de la plusvalía extraordinaria es una de ellas. Empiezo presentando
el planteo de Mandel.
La tesis de Mandel
Mandel sostiene que la plusvalía extraordinaria proviene de
valor generado por las empresas de baja tecnología; esto es, empresas que
emplean más trabajo vivo, por unidad de producto, que el promedio de la rama.
Escribe:
“Cuando Marx afirma
que las empresas que operan con una productividad inferior a la ganancia media
obtienen menos de la ganancia media, y que en última instancia esto corresponde
al hecho de que han dilapidado trabajo social, todo lo que esta fórmula quiere
decir es que parte del valor o la plusvalía realmente producida por los obreros
de estas empresas es apropiada en el mercado por empresas que funcionan más
eficientemente. De ninguna manera significa que han creado menos valor o
plusvalía de lo que indica el número de horas trabajadas en ellas. Ésta es la
única interpretación posible del capítulo X del tercer volumen de El
Capital que puede reconciliarse con el texto en su conjunto y con el
espíritu de la teoría del valor de Marx; y simplifica claramente la noción de
la transferencia de valor (Mandel, 1979, p. 99). En la traducción francesa, la
frase que comienza “y simplifica” dice: “Ella implica, evidentemente, el
concepto de transferencia de valor” (1997, p. 84).
Para que no queden lugar a dudas de la interpretación de
Mandel, véase también el siguiente pasaje, que viene casi a continuación del
anterior:
“Las ganancias extraordinarias
de las empresas que operan con una productividad del trabajo superior a la
media sólo se pueden explicar entonces por una transferencia de valor a
expensas de las empresas que operan con una productividad del trabajo inferior
a la media” (1979, p. 100).
La interpretación de
Mandel y el trabajo socialmente necesario
Es extraño que Mandel no cite el capítulo X del tomo primero
de El Capital, que es donde se explica la generación de la plusvalía
extraordinaria. Significativamente, además, en ese capítulo Marx no hace
mención a transferencia alguna de plusvalía; tampoco afirma que la plusvalía
extraordinaria se genere en las empresas que emplean más mano de obra relativa.
Esto se debe a que las empresas atrasadas tecnológicamente no pueden generar
más valor que las adelantadas, por la sencilla razón de que el valor es trabajo socialmente
necesario objetivado. En el capítulo 1 de El Capital, Marx lo
explica: “El tiempo de trabajo socialmente necesario es el requerido para
producir un valor de uso cualquiera, en las condiciones normales de producción
vigentes en una sociedad y con el grado social medio de destreza e intensidad
del trabajo” (1999, p. 48, t. 1). Presenta a continuación el caso de los
productores que empleaban telares manuales, cuando se generalizó el telar de
vapor. Tras la adopción del telar de vapor, se necesitaba la mitad del tiempo
de trabajo que antes para convertir determinada cantidad de hilo en tela.
Se plantea entonces la pregunta si los productores que
seguían empleando los telares manuales generaban más valor (ya que empleaban
más tiempo de trabajo) que los que utilizaban los telares de vapor. Según la
tesis de Mandel, la respuesta sería positiva; los que empleaban más trabajo
manual estarían generando más valor (que podría ser apropiado por los
productores más productivos). En cambio, según el enfoque de Marx, los
tejedores manuales seguían empleando el mismo tiempo que antes para producir
una determinada cantidad de tela, pero generaban la mitad del valor. En
palabras de Marx, “el producto de su hora individual de trabajo representaba
únicamente media hora de trabajo social, y su valor disminuyó, por
consiguiente, a la mitad del que antes tenía” (ídem). Enfatizo: los productores
que empleaban una tecnología atrasada generaban menos valor por hora de trabajo
que sus pares que utilizaban tecnología adelantada. Para decirlo de manera aún
más simple: si para producir la mercancía A, hay 20 productores, de los cuales
19 emplean, en promedio, 10 horas de trabajo para producir A, y un décimo
productor emplea 20 horas de trabajo, este último no está generando 20 horas de
valor. Si A se vende a un precio equivalente a 10 horas de trabajo, el
productor atrasado genera, simplemente, 10 horas de valor (que se plasmarán en
un cierto monto de dinero), empleando 20 horas de trabajo. No hay forma de que
aparezca una plusvalía extraordinaria, que pueda ser apropiada por los 19
productores restantes que utilizan tecnología adelantada.
La explicación de
Marx de la plusvalía extraordinaria
La explicación de Marx de la plusvalía extraordinaria,
contenida en el capítulo “Concepto del plusvalor relativo”, del primer tomo de El
Capital, se basa en la noción de trabajo socialmente necesario. Para ver cómo
se forma, comenzamos con un ejemplo numérico (con leves modificaciones, es el
que presenta Marx).
Supongamos que en una rama hay 20 empresas, que emplean
trabajadores con una determinada tecnología estándar, y cada trabajador produce
una unidad de la mercancía A por hora. Supongamos que en la mercancía A se
emplean $10 de capital constante (puede incluir la amortización por capital
fijo), se paga un salario de $3 por hora, y la tasa de plusvalía es del 100%.
Por lo tanto, el precio de A (directamente proporcional al valor) es:
10c + 3v + 3s = 16, siendo c el capital constante, v el
variable y s la plusvalía. Si la jornada laboral es de 10 horas, habrá un
capital variable de 30 por día, y una plusvalía de $30.
Supongamos ahora que un capitalista logra duplicar la fuerza
productiva del trabajo; suponemos también que el valor del capital constante
por unidad de A permanece igual, y lo mismo sucede con el valor de la fuerza de
trabajo. Dado que la fuerza productiva se duplicó, en la empresa innovadora la
mercancía A se produce en media hora; de manera que entra solo 1,5v por unidad
de A. Si suponemos que la tasa de plusvalía se mantiene en el 100%, el “valor
individual” (la expresión es de Marx) de A será: 10c + 1,5v + 1,5s = 13.
Marx observa entonces que “el valor individual de esta
mercancía se halla ahora por debajo de su valor social, esto es, cuesta menos
tiempo de trabajo que la gran masa del mismo artículo producido en condiciones
medias” (1999, p. 385, t. 1). Sin embargo, en seguida aclara que el valor
individual de esa mercancía no es su valor real. “El valor real de una
mercancía, sin embargo, no es su valor individual, sino su valor social, esto
es, no se mide por el tiempo de trabajo que insume efectivamente al productor
en cada caso individual, sino por el tiempo de trabajo requerido socialmente
para su producción” (ídem). Esto es, el valor está determinado por el promedio
socialmente necesario para producir. Y es esta circunstancia la que da origen a
la plusvalía extraordinaria. En el ejemplo que hemos dado, el capitalista
tecnológicamente adelantado -que necesita ganar mercado porque duplicó la
producción- puede vender A a un precio inferior al socialmente establecido, y
realizar una plusvalía extraordinaria. Si el precio se mantiene en $16
(determinado por la tecnología de las 19 empresas restantes de la rama) nuestro
“adelantado” podría vender A a $15, por ejemplo, lo que le permitiría obtener
una plusvalía extraordinaria de $2 por unidad (y $40 por jornada laboral de
cada trabajador, esto es, una plusvalía total de $70). Puede verse que no hay
necesidad de postular la existencia de empresas más atrasadas que el promedio
para explicar la plusvalía extraordinaria.
¿Quién produce entonces la plusvalía extraordinaria? La
respuesta de Marx está en consonancia con lo que ha venido desarrollando desde
el primer capítulo: es generada por el trabajo que aplica una tecnología
superior al promedio. Es la noción de trabajo potenciado (Mandel ni la
menciona). Escribe Marx: “El trabajo cuya fuerza productiva es excepcional opera
como trabajo potenciado, esto es, en lapsos iguales genera valores
superioresa los que produce el trabajo social medio del mismo tipo” (ídem;
énfasis agregado). Se trata de la situación inversa a la que existe cuando el
productor emplea una tecnología inferior al promedio; el tejedor manual inglés
producía, por unidad de tiempo de trabajo, menos valor que el tejedor
con tecnología promedio, por lo que podríamos decir que su trabajo estaba despotenciado.
El tejedor que emplea una tecnología superior, produce más valor por
unidad de tiempo de trabajo, que el tejedor con tecnología promedio. La prueba
de esto último es que cuando se generaliza la nueva tecnología (esto es, cuando
ésta pasa a ser la promedio), desaparece la plusvalía extraordinaria, con
independencia de que hayan quedado algunos productores rezagados en el plano
tecnológico.
Consecuencias para la
teoría de la renta y el debate sobre intercambio desigual
La noción de plusvalía extraordinaria está en la base de la
explicación de Marx de la renta diferencial de la tierra. La idea es que el
trabajo aplicado a las tierras cuya fertilidad está por encima de la tierra
menos productiva actúa como trabajo potenciado. Dado que el precio del producto
agrícola es fijado por el costo de producción, más una tasa media de ganancia,
de la tierra menos productiva, en las tierras intra-marginales se origina una
ganancia extraordinaria permanente, que constituye la renta de la tierra. El
desconocimiento del origen y la naturaleza de la plusvalía extraordinaria, ha
llevado a que algunos marxistas atribuyan la renta a plusvalía generada por
fuera del trabajo agrícola (por ejemplo, es la idea del profesor y marxista
argentino Juan Iñigo Carrera; pero muchos marxistas aceptan su explicación).
Otra consecuencia directa es para las tesis sobre el
intercambio desigual entre países. Después de presentar su interpretación del
origen de la plusvalía extraordinaria, Mandel planteó que los países
adelantados (o las empresas de los países adelantados) solo podían obtener
ganancias extraordinarias a expensas de los países atrasados. Textualmente:
“…
la ganancia extra sólo puede obtenerse a expensas de los países, las regiones,
las ramas de producción y las empresas particulares menos productivos. (…) Sin
las regiones subdesarrolladas, no puede haber transferencias de excedentes a
las regiones industrializadas, y por lo tanto no puede haber aceleración de la
acumulación de capital en éstas” (1979, p. 101).
Esta explicación es recogida, en lo esencial, por Anwar
Shaikh y por Guglielmo Carchedi. En Valor, acumulación y crisis, Shaikh
afirma que los productores menos eficientes transfieren valor intra-industria a
los productores más eficientes, permitiendo a estos últimos realizar más
valores de los que producen, en tanto que los primeros realizan menos valores
de los que producen. Refiriéndose a una situación de precios directamente
proporcionales a los valores, escribe: “los precios directos implican que
dentro de una industria dada, la plusvalía es transferida desde los productores
menos eficientes a los más eficientes” (p. 209). El establecimiento de una tasa
media de ganancia entre ramas, y de precios de producción, genera alteraciones
cuantitativas, sin alterar este mecanismo básico. Un poco más adelante, critica
a Mandel porque niega el fenómeno de igualación internacional de la tasa de
ganancia, y solo considera las transferencias intra-industria, pero deja
en pie su idea de que las empresas menos eficientes generan más valor que las
más eficientes. “Como no existe nivelación de las tasas de ganancia, las únicas
transferencias de valor posibles (para Mandel) son las que se originan de los
productores poco eficientes a los más eficientes, lo que es, dicho sea de paso,
independiente de las diferencias salariales regionales” (p. 214; aclaremos que
la última frase es una referencia crítica a la tesis del intercambio desigual
de Emmanuel, que lo explica solo por diferencias salariales y transferencias de
valor inter-ramas).
Por su parte, Carchedi es, si se quiere, incluso más
enfático en sostener que las empresas atrasadas tecnológicamente (ubicadas
generalmente en los países subdesarrollados) generan más valor (porque emplean
más mano de obra por unidad de producto) que las empresas adelantadas tecnológicamente
(que emplean menos trabajo por unidad de producto). Las ganancias
extraordinarias de las adelantadas se deben, entonces, a esta transferencia de
valor. En Frontiers of Political Economy, escribe:
“A través del mecanismo
de los precios, los capitales más productivos pueden apropiarse de más valor
que el valor producido por sus trabajadores e incrementar la tasa de beneficio
tendencialmente realizada…” (p. 68).
A modo de conclusión
El concepto de trabajo potenciado está en el centro de la
explicación de Marx de la formación de la plusvalía extraordinaria. Conecta
directamente con la noción de tiempo de trabajo socialmente necesario. La idea,
presentada por Mandel, de que los trabajos que aplican tecnologías
relativamente atrasadas generan más valor que aquellos que aplican tecnologías
relativamente adelantadas, no puede compatibilizarse con la noción de tiempo de
trabajo socialmente necesario. Ya hace años he planteado esta cuestión, en
críticas a las explicaciones de intercambio desigual de Shaikh y Carchedi (en Valor,
mercado mundial y globalización). También he sostenido, en otros trabajos (por
ejemplo, en Economía política de la dependencia y el subdesarrollo) que la
renta diferencial de la tierra (o derivada de la propiedad de otros recursos
naturales) debe explicarse a partir del mismo principio de trabajo potenciado,
contenido en la tesis de la plusvalía extraordinaria. A pesar de los
argumentos, la mayoría de los marxistas siguen aceptando los enfoques de
Mandel, Shaikh y Carchedi como los correctos para dar cuenta de los fenómenos
del valor, y eventuales transferencias de valor, en el plano internacional. De
la misma manera, se sigue explicando la renta de la tierra por mecanismos de
precios de monopolio, que permitirían apropiarse de plusvalía generada en la
industria. Las cuestiones teóricas implicadas son importantes (y tienen
derivaciones para los enfoques políticos). Espero que esta nota pueda ayudar a
replantear el necesario debate.
Textos citados
Carchedi,
G. (1991): Frontiers of Political Economy, Londres – Nueva York, Verso.
Mandel, E. (1979): El capitalismo tardío, México, Era.
Mandel, E. (1997): Le troisième âge du capitalisme, Paris, Les Éditions de
la Passion.
Marx, K. (1999): El Capital, México, Siglo XXI.
Shaikh, A. (1991): Valor, acumulación y crisis. Ensayos de economía
política, Bogotá, Tercer Mundo Editores.