◆ Una reconstrucción de la carrera
periodística de Marx. Vericuetos, debates y confrontaciones
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Karl Marx & Friedrich Engels en la imprenta donde se editaba la Rheinische Zeitung, Colonia Museo Marx & Engels, Moscú ✆ E. Chapiro
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Alejandro Galliano | “La
Gaceta Renana a las ideas comunistas en su forma actual no puede concederles ni
siquiera realidad teórica y por lo tanto aún menos puede desear o considerar
posible y su realización práctica” Ese fragmento fue escrito por Karl Marx,
reportero y futuro jefe de redacción de la Gaceta
Renana, el 16 de septiembre de 1842. En su frondoso currículum de filósofo,
economista, político y modelo de afiches revolucionarios figuran veinte años de
trabajo como periodista. En una época de baja alfabetización y de diarios
pensados como voceros de un grupo específico, Marx fue un profesional y
eficiente operador político, un periodista militante y un prensero mal pagado.
El periodismo fue para Marx la salida de emergencia de una carrera académica
frustrada. La Universidad de Berlín comenzó en los ´40s una purga de toda la
influencia “antirreligiosa" de Hegel, en el marco del endurecimiento
político del recién coronado Federico Guillermo IV de Prusia. El gritón y ateo
Bruno Bauer fue enviado a enseñar a Bonn y el propio Marx, discípulo de Bauer,
prefirió defender su tesis allí. Para 1841 estaba doctorado y sin trabajo. Por
intermedio de Bauer pudo meter un par de artículos en las revistas de Arnold
Ruge, otro académico proscripto. Pero su destino periodístico estaba en otro
lado.
Köln [Colonia] era y es la ciudad más
importante de Renania. Próspera y afrancesada, con su Carnaval y buen vino
espumante, esta suerte de Rio de Janeiro alemán era el destino favorito de
todos los springbreakers universitarios asfixiados por Berlín, como Marx y
otros discípulos de Bauer. La culta burguesía colonesa temía que el
autoritarismo de Federico Guillermo afectara sus libertades y decidió financiar
un diario que expresara a todas las tendencias progresistas de la región: la Gaceta Renana, fundada en enero del ‘42.
En el periódico convivían periodistas liberales serios junto
al grupo de revoltosos de Bauer: su hermano Edgar, pornógrafo, Marx Stirner, un
croto que vendía leche en un sulky tirado por perros, Moses Hess, niño bien y
comunista y su amigo Friedrich Engels, amante de obreras irlandesas. Los
“Libres” de Bauer se dedicaban, por afán o por fe, a provocar: blasfemaban, se
emborrachaban y usaban vocabulario comunista en reseñas teatrales. Dos
directores habían renunciado a la Gaceta cansados de esa pandilla hegeliana,
hasta que fue nombrado Rutenberg, un borrachín amigo del grupo. Marx entró a la
redacción en marzo, por intermedio de Bauer, pero la actitud de “Los Libres” lo
alarmaba: corrían el riesgo de espantar a los patrocinadores o, peor aún,
atraer a la censura, cuando la misión era sostener un diario opositor
respetable en la calle.
Ascendido a jefe de redacción, Marx logró neutralizar a “Los
Libres” de Bauer y concentrarse en una agenda reformista liberal: era un
periodista profesional y un operador político. Editorializaba a favor de
reformas y en contra de los conservadores, desde la censura y la ley de
divorcio hasta la reforma municipal y la crisis vitivinícola. Gran parte de sus
artículos fueron defensas de la prensa libre o polémicas con otros diarios,
anticipando una tendencia del periodismo a ocuparse de sí mismo. Defendió la
doctrina de los derechos naturales ante los juristas conservadores que
afirmaban que las leyes eran resultado de la costumbre y la tradición; y
combatió a una ley que penalizaba años campesinos que recolectaban leña en
tierras señoriales argumentando eso era una costumbre y una tradición que había
que respetar. Ya empezaban las contradicciones del marxismo.
La situación política de la Gaceta era sumamente
frágil: no tenía permiso definitivo de publicación y debía rendir cuentas a un
Laurenz Dollenschall, un abnegado censor que había intentado prohibir La Divina
Comedia. Pero a pesar de los pedidos expresos del gobierno para clausurar el
periódico, los intentos fueron imposibles: siempre aparecía un contacto
salvador. Hasta que en enero de 1843 el zar Nicolás pidió a Federico Guillermo
que cerrara el diario. El gobierno le dio tres meses para cumplir con los
sucriptores, pero Marx renunció antes.
Ese mismo año Ruge, un activo editor y activista demócrata,
lo convocó a París para su nuevo proyecto editorial: los Deustsche-französische Jahrbücher, un anuario que combinaría textos
de actualidad con ensayos de filosofía política. Marx, recién casado, se mudó
al departamento de Ruge y señora en el 25 de la rue Vanneau para “vivir en
comunidad”. Al mes, el editor le pidió que se fuera, cansado del desorden y del
insomnio de su huésped.
Los Jahrbücher
editaron su primer número en febrero del ‘44, con artículos de Engels, Bakunin
y Heine. Marx publicó allí el futuro hit “Introducción
a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel” y “La cuestión judía”, para terminar de marcar distancia con el grupo
de Bauer. Pero no consiguieron a ningún colaborador francés y debieron rellenar
publicando un intercambio epistolar entre Marx y Ruge, de dudoso interés para
la comunidad alemana en París, y menos aún para los franceses. Por su parte en
Alemania nunca se pudo leer: las autoridades prusianas requisaron la edición en
la frontera y dictaron prisión para Ruge, Marx y Engels.
Sin trabajo y sin poder volver a Renania, Marx logró
escribir un par de artículos para Vorwärts!
el prestigioso periódico radical parisino financiado por Giacomo Meyerbeer. La
primera nota de Marx fue una respuesta crítica a otro artículo de Ruge sobre la
represión de los tejedores en Silesia. Su siguiente artículo fue un comentario
humorístico sobre un error gramatical del rey Federico Guillermo. La primera
columna le costó la amistad de Ruge; la segunda, el cierre de Vorwärts! a pedido del propio rey
prusiano, junto con la expulsión de Marx de París en febrero de 1845.
Prensa militante
Exiliado, Marx recaló en Bélgica y publicó algunos artículos en la
Gaceta Alemana de Bruselas, pero se
dedicó fundamentalmente a hacer política. Formó junto a Engels un comité para
poner en contacto a todos los grupúsculos revolucionarios de obreros o
intelectuales de Alemania, Francia e Inglaterra. Así se formó la Liga de los
Comunistas, con sedes en varias capitales europeas. También se dedicaron a
rosquear para espantar a posibles competidores del control de la Liga: el grupo
de Bauer, Moses Hess (aparentemente Engels se acostó a Sybille, su mujer) y los
“socialistas verdaderos” Weitling, Grün y su maestro, Proudhon.
El segundo congreso de la Liga decidió publicar una
profesión de fe comunista. Marx interrumpió a sus camaradas: Mejor que sea un
Manifiesto- lanzó. El futuro best-seller
comunista se dio a conocer en febrero de 1848 y pasó desapercibido: ese mes
explotó una revolución en París que detonó una ráfaga revolucionaria en casi
toda Europa. En Bélgica la policía arrestó preventivamente a varios miembros de
la Liga, entre ellos a Marx. Por suerte el gobierno revolucionario francés los
recibió como exiliados, con alojamiento gratuito y una asignación de 50
centavos por día.
En París, Marx planeó el reingreso a Alemania para foguear
la revolución. Retornó a la querida Colonia pero se encontró con un paisaje
desalentador: la reacción conservadora crecía, los trabajadores estaban
desmovilizados y un lunático llamado Herwegh quería armar una suerte de
Operativo Retorno con obreros armados, lo que podía desatar una represión
sangrienta. Marx se propuso hacer lo que mejor sabía: periodismo. Buscó
accionistas, reclutó colaboradores y se suscribió al Times y The Economist
para seguir las noticias. Entre tanta ensalada comunista, tenía una cosa clara:
que los ingleses no mienten.
El 1 de junio de 1848 salió la Nueva Gaceta Renana, un “órgano de la democracia”, tal era su
subtítulo, que reunía plumas de todos los colores del progresismo. Engels, con
buen nivel de inglés y francés y mucho millaje, cubrió Internacionales,
Lassalle envió artículos, Weerth se encargó del folletín. Tenían corresponsales
propios en París, Viena y el Fráncfort, sede del Parlamento revolucionario. El
jefe de edición era Marx, quién según Engels “ejercía una dictadura” con dudosa
pericia: “No es periodista y nunca lo será. Se enfrasca todo un día sobre una
artículo de fondo que a otro le llevaría un par de horas, como si se tratara de
un profundo problema filosófico”, además de no dejar de rosquear, como buen
periodista militante: denunció cada arresto político, menos el del demócrata
Andreas Gottschalk, que no le caía bien.
Con todo, el periódico circuló por toda Alemana y mantuvo
una línea demócrata y transversal: a favor de la unificación y el
parlamentarismo en Alemania, atentos a la cuestión social, solidario con todas
las revoluciones europeas y violentamente anti ruso: Moscú era el imperio a
denostar por la izquierda de la época, siempre listo para intervenir en la
Mitteleuropa, su patio trasero. A partir de septiembre el Parlamento comenzó a
ser avasallado por el rey de Prusia, que no dudaba en echar mano del Ejército.
La Nueva Gaceta denunció la tibieza de los parlamentarios y logró tres procesos
judiciales, un cierre provisorio y la pérdida de patrocinadores. Marx salvó el
bache financiero aportando los 6000 francos que había heredado y sobreexigiendo
laboralmente a sus colaboradores en nombre de la militancia. También le dio un
giro editorial al periódico: ya que no había logrado la revolución al menos
denunciaría a esa realidad adversa. Wilhelm Wolff publicó reportajes sobre la
pobreza campesina y Marx la serie de artículos que conocemos como Trabajo
asalariado y capital además de pasar a analizar los conflictos europeos en
clave de lucha de clases, aunque hubiera que forzar un poco los hechos.
Aun así, la Nueva Gaceta hizo todo lo posible
para desalentar que los obreros tomaran las armas. Eso era exactamente lo que
esperaba el ejército prusiano para reprimir. Pero fue inútil: se levantaron
barricadas, la represión arrasó y la Nueva Gaceta perdió media redacción entre
presos y exiliados. El 19 de mayo de 1849 salió su último número, en tinta
roja. Marx boyó como exiliado entre Francia, Bélgica y Suiza hasta que el
reflujo lo depositó en Londres, la ciudad en donde a nadie le importaba quién
era. Invirtió sus primeros días en Inglaterra (y los últimos francos de la
herencia) en relanzar la Nueva Gaceta, ahora como “Revista Política-Económica”.
Salieron 5 números a lo largo de 1850, hasta que Marx se peleó con el editor
Schubert y con algo aún más implacable: la realidad. La Era de la Revolución
había muerto aunque él no quisiera admitirlo. Años más tarde, Engels compiló
algunos artículos de esta última Gaceta bajo el título La Lucha de
clases en Francia.
Marx, freelancer
Su vida en Londres fue el correlato de una novela de Dickens: no faltaron ni la
pobreza, ni las enfermedades, ni los hijos muertos, ni las humillaciones. Y,
sin embargo, fue un período épico: por primera vez, tuvo algo parecido a un
trabajo. Escribía artículos de actualidad para diversos diarios del mundo. La
necesidad tiene cara de hereje, o en este caso de periodista
free lance y Marx,
después de haber quebrado con cuatro periódicos, tenía experiencia en el rubro.
Entre 1851 y 1852 escribió una crónica por entregas del
ascenso de Napoleón para Die Revolution,
el diario de los exiliados alemanes en Nueva York, que conocemos como El 18 de brumario de Luis Bonaparte. A
partir de 1852 alternó colaboraciones en el cartista People’s Paper, la Neue Oder Zeitung y el austríaco Die
Presse. Pero su más extensa colaboración fue en el New York Tribune, en donde publicó ininterrumpidamente entre 1852 y
1862.
El Tribune
era un diario de tirada masiva, signo de un país pionero en el mercado de
masas, con una edición semanal de 200.000 ejemplares. El jefe de redacción,
Charles Dana, era un abolicionista que terminaría trabajando en el departamento
de Guerra para el presidente Lincoln. Su editor, Horace Greely, fue uno de los
fundadores del Partido Republicano, cuando era una alternativa a las
oligarquías políticas de la época, antes de Bush y Trump. Ubicado a la
izquierda del espectro político norteamericano, al Tribune le interesaba recibir las noticias de Europa y el
mundo en la pluma un filósofo alemán tan comprometido en la lucha por la
democracia; Marx, por su parte, tenía simpatía por los Estados Unidos, la
tierra que había logrado la mayor libertad e igualdad que permitía el
capitalismo. Quizás esa simpatía mutua se debía a la distancia: Engels, que
viajó a Nueva York en 1880, se encontró con “la gente de aspecto más vil de
todo el mundo, todos parecen croupiers llegados de Montecarlo”
Marx publicó en el Tribune
más de 500 artículos, de los cuáles unos 150 fueron sido escritos por Engels.
El inglés de Marx era rudimentario y muchas veces debía cubrir temas de los que
no tenía la menor idea, de manera que copiaba de otros diarios o inventaba.
Periodismo. Muchos de sus artículos continuaban su vocación por repasar las
revoluciones y revueltas de toda Europa, en especial la convulsionada España de
la época. También siguió los conflictos en China e India, así como la Guerra
Civil norteamericana: sin tener mucha simpatía por negros, chinos o indios,
Marx lograba denunciar a la vez las intrigas y abusos diplomáticos con el
cuadro general de la explotación colonial. Otras notas eran informes sobre
problemas sociales con datos duros y cifras oficiales sobre suicidio,
criminalidad, locura y otros males, incluso fue uno de los pioneros en
denunciar la violencia de género, pertinentemente adjudicada al capitalismo, en
su artículo “El encarcelamiento de Lady Bulwer-Lytton” publicado en julio del
‘58. Finalmente, dedicó muchas columnas a anunciar una crisis económica
terminal y de paso denunciar las turbias maniobras financieras del Crédit Mobilier francés. La crisis
finalmente se produjo en 1957 pero estuvo muy lejos de terminar con el
capitalismo, como lo sabemos con el diario del lunes; el Crédit Mobilier, por su parte, casi quiebra y años más tarde fue a
hacer de las suyas a Estados Unidos. Marx lo había advertido.
¿Qué aportan estos artículos al pensamiento marxista?
Podemos pensar que entre 1857 y 1858, mientras cubría el crack
financiero para el Tribune,
Marx estaba escribiendo los Elementos fundamentales para la crítica de la
economía política, el primer boceto de lo que sería El Capital. Pero también es cierto que durante esta época Marx
publicó en editoras de dudoso prestigio títulos como La vida de Palmerston o La Historia de la Diplomacia Secreta en el
siglo XVIII, obras dignas de un híbrido entre John Le Carré y Thomas
Pynchon. La cabeza de Marx funcionaba como un Google decimonónico, haciendo
circular información de todo tipo, conspiraciones, filosofía, chismes, datos
duros y teorías económicas, pero con los filtros bien direccionados en una
empresa: cascotear al capitalismo, todo el tiempo, sin parar.
En 1863 Marx recibió una herencia de su viejo amigo y
colaborador de la Nueva Gaceta, Wilhelm Wolff, el Lupus , y pudo
renunciar al Tribune. Vendrían los
buenos tiempos de la I Internacional, el primer tomo de El Capital (dedicado a Wolff), la fama, la cena con diputados
liberales en el Devonshire Club, la
vida relativamente próspera en el 41 Maitland
Park Road y la pensión anual de 350 libras que Engels le pasó desde 1870
hasta su muerte en el ‘83.
Precisamente por esos años, más precisamente en 1872, Joseph
Pullitzer compraba el St. Louis Dispatch,
y en 1883 adquirió el New York World.
Comenzaba la época del periodismo de masas, del reportero como héroe, de Fritz
Gerlich, de Bernstein y Woodward, de Walsh: el siglo XX, ese que Marx no vivió.
Hoy el periodismo sufre la deslegitimación del oficio, la quiebra económica de
sus espacios, la difícil reformulación de su vocación, de saber qué es ser
periodista. Quizás el derrotero de Marx, uno entre tantos, ayude a responder al
menos parcialmente esa pregunta.
La obra periodista de Marx puede
leerse en castellano en varias compilaciones. Los artículos en la Gaceta Renana fueron compilados en
su totalidad por Juan Vermal y Luis Atienza en En defensa de la libertad. Los artículos de la Gaceta Renana (1842-1943) editado por Fernando Torres-Editor en
1983. Un grueso de sus artículos de la Nueva
Gaceta Renana fue publicado en la edición aniversario de FCE, Las revoluciones de 1848. Selección de
artículos de la Nueva Gaceta Renana,
México, 2006. Finalmente, el año pasado apareció Artículos periodísticos editado por la barcelonesa Alba, una
selección de sus artículos en el Tribune
y otros.