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Karl Marx ✆ Anne Simon
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Diego García | La Economía, desde su rama más formal, ha
tomado la onerosa labor, al igual que las demás ciencias sociales, de modelar
al objeto más complejo e indescifrable de la naturaleza: el hombre. Dado que
analizar la idiosincrasia y el comportamiento del ser humano con sus pares y
otras especies es un oficio de constante observación, la misión de un
economista se hace infinitamente dificultosa por las distintas variables
omitidas que afectan de manera radical la forma en que una persona toma
decisiones. El paradigma actual de la Economía se cuestiona principalmente
sobre cómo el hombre interactúa con otros hombres, de manera egocentrista, para
obtener lo que quiere. A esa interacción, a ese lugar y a ese momento se le
conoce en la literatura como el mercado.
Desde sus inicios, la Economía ha buscado distintas formas de configurar
modelos de comportamiento que sean imagen de lo que acontece en el mercado y
que al mismo tiempo respondan a la gran pregunta planteada por Adam Smith:
¿Cómo logran los individuos descentralizados y guiados por sus propios
intereses, por medio de la señal de los precios, la coordinación en el mercado?
(Hahn & Arrow, 1977). Varias escuelas de pensamiento económico han buscado de
manera incesante la respuesta al cuestionamiento canónico de Smith. Sin
embargo, la que parece estar más cerca del objetivo es la escuela neoclásica;
actualmente, el mainstream de
la ciencia económica.
La Teoría del Equilibrio General, modelo emblema de la
doctrina anterior, describe una economía en la cual los agentes, tanto
consumidores como productores, informan sus preferencias y planes futuros a un
organismo central, llamado el Subastador
[1]. Esta institución se encarga de fijar un vector de precios que
maximiza las utilidades de todos los agentes de la economía. No obstante, a
pesar de que los economistas hayan mostrado matemáticamente y de manera muy
elegante la existencia de este equilibrio competitivo, muchas críticas salen a
flote desde otras escuelas económicas heterodoxas e inclusive de otras ciencias
sociales.
Por medio de su método analítico, Karl Marx fue uno de los
primeros científicos sociales en desnudar todas las lagunas metodológicas y
epistemológicas de la doctrina clásica de Economía. Luego de más 50 años de
reconfiguración de la teoría, los economistas Gerard Debreu y Kenneth Arrow
(1954) presentan el Modelo del Equilibrio General como la panacea a los
problemas de forma y estructura de la Economía. Sin embargo, es claro observar
que esta nueva metodología no se escapa de las mismas críticas de Marx a la teoría
clásica. La escuela de pensamiento neoclásica cae en los mismos errores de su
predecesora: la ausencia de transformación de las categorías abstractas en
categorías concretas. En consecuencia, desde
el punto de vista de Marx, la tesis de este ensayo es explicar cómo los
principios neoclásicos no logran responder a la pregunta de la coordinación de
agentes descentralizados porque: primero, la introducción del Subastador es un
supuesto ad hoc que no proviene de la realidad; y segundo, no existe ningún tipo
de relación social entre los individuos descritos en esta economía. Por
consiguiente, la estructura del texto será la siguiente: primero, se examinará
la introducción del Subastador como agente económico y la forma en que éste
irrumpe con el método analítico de Marx; segundo, se mostrará que la fijación
de un vector de precios es un artificio económico que no tiene en cuenta la
plusvalía del capitalista; tercero, se evidenciará que, de manera burda, la
Teoría del Equilibrio General omite cualquier tipo de relación entre los seres
humanos; y por último, se concluirá con las ideas más importantes del texto.
1. El Subastador:
órgano extraño
La primera gran laguna que se encuentra en la Teoría del
Equilibrio General es la creación de un ser omnipotente, llamado el Subastador.
Éste es capaz de elegir:
Un vector de precios
que maximiza el valor del exceso de la demanda agregada lo que implica que
aumentará el precio de aquellas mercancías para las que existe un exceso de
demanda, y reducirá el precio de las mercancías en las que observa un exceso de
oferta (Lozano, Villa, & Monsalve, 1997).
Lo anterior deja entrever que la Teoría del Equilibrio
General necesita de un organismo exterior a la economía misma que permita la
convergencia a un punto de estabilidad. Por consiguiente, esto muestra la
existencia de un problema mucho mayor: la pre-existencia a la humanidad de una
institución o contrato social en el mercado. Dicho organismo exhibe el
idealismo de la ciencia económica sobre la sociedad que modela, ya que primero
presupone la existencia de relaciones entre hombres que viven en sociedad y
segundo, muestra el “deber ser” de los seres humanos. Como lo afirma Althusser
(1979), “es el contrato social lo que asegura el paso de la nada social a la
sociedad”, lo que al mismo tiempo le quita a la Economía la carga de crear una
teoría sobre la sociedad de mercado. Además, es visible que el Subastador
indica un “deber ser”, pues los seres humanos deben entregar sus preferencias y
planes futuros para que esta institución pueda maximizar las ecuaciones del
bienestar. Por consiguiente, este modelo por definición se desvía de su
pregunta inicial sobre la coordinación de individuos descentralizados.
Al igual que Althusser, Marx criticaría este método de la
economía ya que es imposible extraer esta inferencia por medio de la
recolección de hechos. A su vez, también agregaría otra crítica al coordinador deus
ex machina y esta es sobre su naturaleza. Dado que no presenta ninguna
connotación tanto social como histórica, el Subastador es una categoría
abstracta cuestionable y misteriosa. La Economía ha relegado a un segundo plano
primero el marco histórico de cómo se generó la figura del subastador; segundo,
omite la relación social por la cual los individuos confían ciegamente en las
decisiones de esta institución; y por último pero no menos importante, obvia la
teoría del valor de las mercancías y en especial, la de la producción de la
plusvalía.
2. La
plusvalía: ¿Dónde están las relaciones de poder?
Dado que se deja toda la labor de la fijación de precios a
un organismo omnipotente, la teoría de cómo surgen los precios también queda en
un segundo plano para la doctrina neoclásica. Desde el punto de vista de Marx,
el Modelo del Equilibrio General no es la imagen de la realidad en la cual se
vive, dado que está omitiendo todas las relaciones sociales existentes entre
los individuos. Primeramente, este modelo omite la enajenación del trabajador,
pues, a pesar de que se quiera modelar la fuerza de trabajo y los niveles de
capital, en ningún momento se reconoce la explotación que hace el burgués sobre
el proletariado y mucho menos la forma en la que separa a este último de su ser
genérico. Por consiguiente, el segundo punto es la omisión del poder del
capitalista y del taller oculto de la producción. Como no existe ninguna teoría
sobre la superioridad del burgués, la Teoría del Equilibrio General no se
inmuta de la forma en la que un capitalista se apropia –roba- de parte del
trabajo de la mano de obra contratada. En consecuencia, el tercer y último
punto consiste en que las doctrinas neoclásicas tienen en total olvido la
creación y monopolización de la plusvalía, que es totalmente esencial para la
existencia y dominación de la clase burguesa (Marx, 2010).
3. Relación
hombre-hombre inexistente
Luego de entender que el Subastador es un coordinador deus
ex machina y que la Teoría del
Equilibrio General deja en segundo plano la plusvalía, el punto final de esta
teoría, para Marx, sería que este modelo representa únicamente robots,
individuos asociales que únicamente interactúan con el subastador. El hecho que
la teoría del valor neoclásica olvide el plusvalor del burgués y la fijación de
precios por los mismos individuos muestra manifiestamente que en este mercado,
en primer lugar, no existe ni la clase burguesa y ni la trabajadora; luego,
tampoco, existe una lucha de clases sociales por el poder; y por lo tanto, se
hace obvio que no existe la historia que muestre las formas de apropiación del
capitalismo, la creación del estado moderno, la explotación del trabajador al
burgués y en consecuencia, mucho menos la relación del hombre con los demás
hombres.
4.
Conclusiones
A pesar de la formalidad matemática que posee, la Teoría del
Equilibrio General se ha quedado corta para explicar fenómenos que son tan
obvios como la relación del hombre con sus pares. La introducción del
Subastador y el completo olvido de la existencia de relaciones de poder hacen
dar cuenta que la Economía queda al desnudo al momento de modelar el mercado, a
la sociedad y por tanto, la naturaleza del ser humano mismo. Es necesario que
la ciencia económica se empape más de la observación y recolección de hechos
que le permita ser más positiva que normativa.
Bibliografía
Althusser, L. (1979). Montesquieu: la Política y la Historia. Barcelona: Ariel.
Arrow, K., & Debreu, G. (1954). Existence of an Equilibrium for a Competitive Economy. Econometrica,
265-290.
Hahn, F., & Arrow, K. (1977). Análisis General Competitivo. Fondo de Cultura Económica.
Lozano, F., Villa, E., & Monsalve, S. (1997). El Modelo Arrow-Debreu es un modelo estático. Cuadernos
de Economía.
Marx, K. (2010). Manifiesto
del Partido Comunista. Bogotá: Panamericana Editorial .
Nota
[1] Mayúsculas del autor, pues el Subastador es la
institución planificadora de este modelo.