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Tumbas
de Karl Marx & Herbert Spencer
Cementerio de Highgate, Londres — Foto: Christian Fuchs
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Chris Cutrone | La tumba de Herbert Spencer se encuentra
frente a la de Marx en el cementerio de Highgate, en Londres. En su funeral,
Spencer fue loado por su antiimperialismo por el nacionalista y anticolonialista
indio Shyamji Krishnavarma, que financió una cátedra en Oxford con el nombre de
Spencer.
¿Qué es lo que puede aportar a los marxistas o en general a
la izquierda Herbert Spencer (1820-1903), liberal, utilitarista y darwinista
social decimonónico, que fue tal vez el filósofo más prominente, más leído y
popular en el mundo durante su vida - es decir, en vida de Marx -, cuando ese
tipo de liberalismo fue objeto no sólo del desprecio de Marx, sino también de
la crítica de Nietzsche? Nietzsche se refirió a Spencer y su gran atractivo
como el enigma moderno de los “psicólogos ingleses”. Nietzsche criticó lo que
él tomó por la asunción de Spencer de una línea de desarrollo histórico
evolutiva y de mejora de la moral humana que conduciría a un epítome en el siglo
XIX; donde Nietzsche encontró las "transustanciaciones de valores" a
través de profundas inversiones de "auto-superación" (La genealogía de la moral: una polémica,
1887).
Nietzsche considera la moralidad liberal moderna no como una perfección,
sino más bien como un reto que impone la tarea de lograr un
"super-hombre", que, al fracasar, amenaza en su lugar con conducirnos
al callejón sin salida nihilista del "último hombre". Marx
consideraba el liberalismo spenceriana como un ejemplo de la decrepitud del
pensamiento burgués revolucionario en decadencia. Yerno de Marx, el socialista
francés Paul Lafargue, escribió, justo después de la muerte de Marx, contra el
"pesimismo burgués" de Spencer, al que confrontó un optimismo
marxista. Ese marxismo encarnaba el “pesimismo de los fuertes" de
Nietzsche. A finales del siglo XIX, los marxistas podían tener confianza en que
trascenderían la sociedad burguesa. Hoy no es así.
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Retrato de Herbert Spencer |
La contraposición de Spencer de una sociedad
"militante" frente a una "industrial" (Los principios de la sociología Vol 2, 1879 a 1898) - es
decir, la contraposición entre la civilización tradicional y la sociedad
burguesa - sigue siendo, por desgracia, muy pertinente hoy en día, e ilumina un
punto ciego actual de la ostensible "izquierda", especialmente en
relación con el fenómeno de la guerra. Spencer siguió la observación del
liberal clásico Benjamin Constant (La
libertad de los antiguos comparada con la de los modernos, 1816) de que los
modernos consiguen a través del comercio lo que los antiguos obtuvieron a
través de la guerra; y que para los modernos la guerra siempre es lamentable y
de hecho en gran parte injustificablemente criminal, mientras que para los
antiguos la guerra era virtuosa – una de las más altas virtudes. ¿Nos
sacrificamos los modernos por la preservación y la gloria de nuestra específica
"cultura", como los "militantes" hacen, o más bien nos
dedicamos a una actividad social que facilita la libertad universal - un valor
desconocido para los antiguos? ¿El futuro pertenece a la guerra constante entre
determinadas diferencias culturales, o a la sociedad humana? Marx pensaba que a
esta última.
La pregunta es si pensamos que vamos a luchar o, por el contrario, a intercambiar y producir en nuestro camino hacia la libertad. La libertad, ¿se
logra a través de una sociedad "militante" o más bien de una
"industrial"? Marx creía que era a través de esta última.
Cuando buscamos a ensalzar a nuestros actuales dirigentes
políticos, no los representamos conduciendo un tanque, sino despertándose a las
5 de la mañana y trabajando hasta pasada la medianoche para gestionar sus
sociedades. No hablamos de sus cicatrices ganadas en combate, sino de sus canas
acumuladas en el cargo. No los imaginamos disfrutando del botín de guerra en
público, sino corriendo por la mañana para mantenerse en forma para el trabajo.
Los juzgamos no como guerreros astutos sino como trabajadores diligentes - y
negociadores responsables. En nuestra sociedad, no se trata de ganar una
batalla, sino de realizar un trabajo. Carl Schmitt creía que ello había llevado
a nuestra deshumanización. Pero pocos estarían de acuerdo con él.
Lo qué hubiera parecido sentido común a los críticos
contemporáneos de Spencer, como Nietzsche y Marx, debe sorprendernos hoy, más
bien, como algo profundamente perspicaz y de hecho fundamental para nuestra
sociedad. Esto es debido a la regresión histórica de la política y de la
sociedad desde los tiempos de Marx, y, por otra parte, a la liquidación del
marxismo. Lo que Marx habría considerado como fatalmente unilateral y no
dialéctico en Spencer, sería considerado hoy adecuado a las condiciones que
prevalecen, en ausencia de la dialéctica marxista-hegeliana. La crítica
marxista del liberalismo se ha vuelto irrelevante, no en el sentido de la
superación social del liberalismo, sino por la regresión histórica habida. La
sociedad ha caído por debajo del umbral histórico no sólo del socialismo, sino
también del liberalismo clásico - de la propia emancipación burguesa. No sólo
hemos caído por debajo de los criterios de Kant y Hegel que superaron el
empirismo del siglo XVIII, hemos caído también por debajo de su sucesor en el
siglo XIX, el positivismo. La cuestión es el estatus actual del liberalismo
como ideología. Es utópica. Como
Adorno lo resumió, es a la vez promesa y farsa.
Las tendencias “militantes” e “industriales” no se enfrentan
hoy como sociedades diferentes, sino como aspectos opuestos de una misma
sociedad, por muy contradictorios y antagónicos que sean, en el capitalismo.
Del mismo modo, las fases "religiosa", "metafísica" y
"positiva" no se suceden de forma secuencial en un desarrollo lineal,
sino que interactúan en una dinámica de historia social. Lo qué Spencer
consideraba como "metafísica" regresiva sigue siendo válido en el
capitalismo, como "ideología"
que pide una crítica dialéctica. Ahora no podemos reivindicar que abordamos los
problemas en el aire claro de la Ilustración.
Si Adorno, por ejemplo, criticó el "positivismo"
sociológico, no fue como un romántico anti-positivista, como Max Weber, sino
más bien como una crítica de la sociología positiva como ideología en el capitalismo. Para
Adorno, el positivismo y la ontología heideggeriana, así como la
"sociología cultural" weberiana, se oponían entre sí en una antinomia
del capitalismo que sería superada no por el triunfo de un principio sobre
otro, sino más bien en la medida en que la antinomia se resolviese
dialécticamente en libertad. Weber negó la libertad; mientras que Spencer la
asumió. Ambos evitaron el problema específico del capitalismo. Confundir una
condición de falta de libertad por la libertad es el fenómeno más sobresaliente
de la ideología. Esto es lo que
falsificó el positivismo como ilustración liberal, su falsa sensación de
libertad ya alcanzada cuando es aún una meta de la sociedad. La libertad no
debe ser considerada como un estado alcanzado sino como un objetivo de lucha.
Una sociedad emancipada sería "positivista" -
ilustrada y liberal - de una manera que bajo el capitalismo sólo puede ser
ideológicamente falsa y engañosa. Por lo tanto, el positivismo debe entenderse
como un objetivo deseable aún por alcanzar en vez de una posibilidad en el
capitalismo. El problema con Herbert Spencer es que consideró el capitalismo -
comprendido parcial e inadecuadamente como la emancipación burguesa - como una
condición de la libertad que aún tendría que ser alcanzada realmente. Si la
"metafísica", frente al positivismo, sigue siendo válida en el
capitalismo, entonces se trata de una condición que debe ser superada. La
metafísica capitalista es un síntoma real de la falta de libertad. El
positivismo la considera como una mera cuestión de pensamiento equivocado, que
debe ser tratado a través de una metodología "científica", mientras
que en realidad es un problema de la sociedad que requiere lucha política. La
antinomia positivismo vs metafísica no es de opción militante, sino social.
Como observó Adorno, la misma persona podría ser científicamente positivista y
filosóficamente ontológico-existencialista.
La oposición de Spencer al "socialismo" en el siglo
XIX era a su innegable aspecto antiliberal retrógrado, lo que Marx llamó
"socialismo reaccionario." Pero Marx ofreció una perspectiva sobre
como trascender potencialmente la unilateralidad del socialismo en el
capitalismo. Spencer era totalmente inconsciente de esta dialéctica marxista.
Marx estuvo de acuerdo con Spencer en el carácter conservador reaccionario y
regresivo de "ese" socialismo. Marx ofreció una dialéctica del
socialismo y el liberalismo desde el punto de vista de su antinomia sintomática
y de diagnóstico del capitalismo que apuntaba más allá del mismo. Las
insuficiencias del liberalismo del siglo XVIII con respecto al problema
del capitalismo del siglo XIX requirió una oposición socialista; pero el
liberalismo todavía ofrecía una crítica del socialismo que para realizarse
exigía ser trascendido el mismo, y no ser menospreciado o rebatido como tal.
Sólo en la superación del capitalismo a través del
socialismo puede la Humanidad, como dijo Marx, enfrentarse a su condición
"con sentidos sobrios". A este lado de la barrera de la emancipación
del capital, la humanidad permanece atrapada en una "fantasmagoría"
de relaciones sociales burguesas que se convierten en contradictorias y
auto-destructivas. Esta fantasmagoría es a la vez individual y colectiva -
liberal y socialista- en carácter. Spencer naturalizó esta antinomia. Su
anti-estatismo libertario y su amplio y popular atractivo político a través del
siglo XX fue el resultado necesario de la continuación del capitalismo y sus
descontentos.
Spencer consideraba el problema como un vestigio histórico
de la civilización tradicional que debía ser superado en lugar de como la nueva
condición de la sociedad burguesa en una crisis capitalista que Marx reconoció
como inevitable, pero que no podía ser superada en los términos liberales de
Spencer. Marx estuvo de acuerdo con Spencer en la meta, pero difería,
fundamentalmente, sobre la naturaleza del obstáculo y, por lo tanto, en cómo ir
de aquí a allí. No sólo los seguidores de Spencer posteriores (de forma más
infame que el propio Spencer), sino incluso los de Marx, han falseado esta
tarea. Ha sido descuidada y abandonada. No podemos suponer, como Marx hizo, que
ya estamos más allá del liberalismo clásico de Spencer, sino que volvemos de
nuevo a él, inevitablemente, nos demos cuenta o no. Sólo volviendo a los
supuestos del liberalismo clásico podemos entender la crítica de Marx a los
mismos. El resplandor de la tumba de Marx en Highgate se proyecta sobre un
objeto muy determinado. Si uno desaparece, ambos lo hacen.
Nota
Traducción del inglés
por Enrique García
Título original: “Back to Herbert
Spencer! Industrial vs. militant Society”