Carmen Galindo /
Me quiero referir a un libro que consideró fundamental de Adolfo Sánchez
Vázquez, su antología titulada,
Estética
y marxismo, no sólo porque me ha acompañado siempre, sino porque, junto con
Las ideas estéticas de Marx, me ha
permitido comprender algunos de los temas centrales y más complejos de la
teoría literaria. Lo primero que se explica en esas páginas es que uno puede
sentir ante una puesta de sol, el mar estrellándose en las rocas o una flor en
solitario un sentimiento estético, pero lo estético propiamente dicho sólo es
creado por el hombre y para los demás seres humanos.
El artista como creador se enfrenta a la lengua, si se trata
de la literatura; a los colores y las formas, si intenta la pintura; a su
propio cuerpo en el espacio, en la danza o el teatro y a una materia ya sea el
mármol o la arcilla, en la escultura, se enfrenta, decíamos, para
transformarlos real y técnicamente siempre guiado por una idea, por una
emoción.
El artista es igual que cualquier trabajador, pero diferente en cuanto
trabaja fuera de la alienación, de modo creativo. El trabajador común también
puede vivir momentos creadores, por ejemplo, cuando con un simple cartón
sustituye una pieza rota o faltante y reanima a la máquina descompuesta. Por su
lado, el trabajo del artista también puede ser enajenado a ratos, como cuando
prepara apresuradamente un cuadro que debe ocupar un espacio en la exposición
que se inaugura el día siguiente, pero el trabajo alienado predomina en el
trabajo del productor de mercancías y el trabajo creativo es la nota dominante
en el artista. Éste es el primer principio que establece Sánchez Vázquez en
torno al arte, una oposición entre el trabajo enajenado, el de toda la sociedad
capitalista, y el creador, el practicado por los artistas. Con este planteamiento,
sustentado en parte en Lifshits, como él mismo revela, pone en un lado las
opiniones literarias de Marx, (su gusto por el arte griego o su preferencia por
la escuela realista del siglo XIX) para enraizar el pensamiento estético
marxista en su filosofía.
El valor del
arte
Fuera y dentro del marxismo, tal vez el problema central en
referencia al arte sea el del valor. Sánchez Vázquez, al explicar a Marx,
considera que se trata de una relación entre la obra y un grupo social, así un
grupo social reconoce en una obra el valor artístico, pero tampoco un grupo
social puede decidir que esto es arte, la obra posee algo que le posibilita
este reconocimiento. Sobre este tema, otras filosofías guardan silencio y
algunas francamente aceptan, como el estructuralista Roland Barthes, que por su
complejidad más vale dejarlo de lado.
La relativa
autonomía del arte
Que una obra expresa a su sociedad lo postula cualquier
sociología del arte, lo importante dice Marx es el porqué esas obras, “El
Quijote” o una tragedia griega, sobreviven en una época distinta. Ante esta
pregunta fundamental, Sánchez Vázquez recurre a un concepto marxista: la
relativa autonomía del arte. De paso abre la puerta para escapar del
sociologismo y de constreñir la obra a la ideología, a la moral, a la religión,
a la política o a la economía, en vez de observar que los más grandes artistas
trascienden estos aspectos. Pero si no se puede reducir el arte a su ideología
o a su condicionamiento social, tampoco quiere decir que se deje volar al arte
sin amarras en lo real, pues no se puede olvidar que la existencia social
determina la conciencia. Por eso postula Marx, y Sánchez Vázquez destaca este
concepto, la relativa (no total) autonomía del arte.
La
alienación capitalista
En esta etapa histórica, el trabajo, de actividad creadora,
que es la esencia del hombre, se convierte en una actividad que lejos de
afirmar al hombre, lo niega. No se reconoce en los productos que transforma, no
se reconoce en su actividad, no se reconoce en sus relaciones con los demás
hombres. Así, se vuelve objeto, cosa, mercancía. Este fenómeno, la alienación,
alcanza a los obreros, pero también al dueño de los medios de producción, al
capitalista. Las relaciones humanas adoptan la forma de relaciones entre cosas.
Todo se vuelve abstracto, impersonal, deshumanizado. Se pasa de hombre a cosa,
de fin a medio, de sujeto a objeto.
El hombre y
el trabajo
La actividad específica del hombre es crear objetos, en
ellos plasma fuerzas humanas esenciales. El trabajo hace que el hombre, antes
de producir el objeto, lo imagine. Pasa el objeto de una existencia ideal, (en
la mente del hombre) a una finalidad humana. Los objetos son, por el trabajo,
objetos humanizados, vale decir, objetos útiles con el fin de satisfacer una
necesidad humana. Así, el trabajo no sólo produce objetos útiles, sino plasma
fines, ideas, sentimientos humanos. Se producen por y para los hombres.
El trabajo
artístico
Objetos superiores son las obras de arte. Expresan
plenamente los fines, las ideas, los sentimientos humanos. En las obras de
arte, en los objetos artísticos, el hombre se afirma como hombre, como ser
humano. Son objetos creados por el hombre y que hablan del hombre. (Otras
filosofías suponen que el trabajo produce sufrimiento, mientras el arte produce
alegría, placer, de ahí que se le equipare con el juego o se le califique como
la finalidad sin fin).
La verdad, considera el marxismo, en la producción, como se
decía líneas arriba, predomina el trabajo enajenado, y se fabrican objetos
útiles. El hombre domina las materias de la naturaleza en forma útil para la
vida humana, predominan los fines utilitarios. En el arte, predomina el trabajo
creador y se producen objetos espirituales. En resumen, en el trabajo
artístico, predominan los fines espirituales, humanos, del trabajo.
Otro aspecto importante es que el hombre crea, primero,
objetos útiles, luego los va perfeccionando, creando excedentes. Cuando crea
unos zapatos que, además de útiles son mejores y bellos ha surgido lo estético.
Por eso, el trabajo para crear objetos útiles, (con valor de uso) precede al
valor estético. Los objetos artísticos, por decirlo así, se libran de su
utilidad práctica para alcanzar lo estético. En la producción predomina lo
útil, y en el arte, lo humano. El trabajo artístico, por ser un
perfeccionamiento, por ser un proceso creador, causa placer en el que lo
realiza y en este trabajo creador, espiritual, está el principio del placer
estético.
La
hostilidad del capitalismo al arte
Sánchez Vázquez destaca esta temática, porque existe una
oposición entre trabajo creador y trabajo enajenado. Escribe Sánchez Vázquez en
“Los problemas de la estética marxista”, su introducción general a su antología Estética y marxismo:
“…la idea
verdaderamente medular de Marx, que funda la necesidad y posibilidad de una
nueva estética es la que aflora en sus trabajos de juventud (Manuscritos de
1844), vuelve a salir a la luz en sus trabajos de la madurez (Grundrisse der
Kritik der politischen Oekonomie e Historia crítica de la teoría de
la plusvalía) y subyace a toda su obra: su concepción del hombre como ser
práctico u obrero que despliega su actividad transformadora, en el marco de
ciertas relaciones sociales dadas, y que se mueve, al producir, entre dos
polos: la creación y la enajenación”.
Ya que en la producción capitalista predomina el trabajo
enajenado y en el artístico el creativo, “al abolir la propiedad privada, queda
eliminado el mayor inconveniente al florecimiento de la creación artística”
[1], concluye Sánchez Vázquez con esta cita
de Lifshits. En resumen, con rigor admirable, la interpretación de Sánchez
Vázquez inserta el pensamiento estético de Marx en su filosofía en general y
resalta que Marx considera al arte, no de modo ideológico, sino por el carácter
creativo del trabajo del artista, como opuesto a la sociedad capitalista.
Antología
sin par
La amplitud de las nacionalidades de los autores que
integran la antología Estética y
marxismo revela una amplitud de miras y un conocimiento asombroso.
Estos datos permiten suponer que no existe en el mundo una antología que reúna
tal cantidad de ensayos sobre estética marxista que provengan de tan diversas
fuentes. Cito algunos nombres como ejemplo: Antonio Gramsci, Galvano della
Volpe, Bertold Brecht, Georg Lukács, Karel Kosik, Henri Lefebvre, Lenin,
Stalin, Lunacharsky. Los temas no esquivan, sino ponen en primer plano los
problemas más controvertidos, como ideología, valor, realismo, placer estético.
Nota
[1] Estética
y marxismo. 2 vols. México, Ediciones Era, 1970. Vol. 1. Pág. 21.