- En la siguiente carta quedan demostrados algunos de los
aportes culturales de Alexander Kojève, entre los
cuales se encuentra la fórmula “deseo de deseo” que no pertenece a Hegel, como
algunos autores sostienen
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Alexander Kojève ✆ A.d |
París, 7 de octubre de 1948
Estimado Señor: Termino de leer en Temps Modernes su artículo sobre la Fenomenología del espíritu que me interesó mucho. Primero quería
agradecer sus amables palabras referidas a mí. Más sensibilizado aún por haber
hecho publicar mi libro en el estado caótico que usted conoce, lo que me
provoca remordimientos.
En cuanto al fondo mismo de la cuestión, estoy de acuerdo
con la interpretación de la fenomenología que usted ofrece. Quisiera señalar
sin embargo, que mi obra no tenía el carácter de un estudio histórico, me
importaba relativamente poco saber lo que Hegel mismo ha deseado decir en su
libro. Dicté un curso de antropología fenomenológica sirviéndome de los textos
hegelianos, pero diciendo sólo lo que consideraba cierto y dejando de lado lo
que parecía ser en Hegel, un error. Así renunciando al monismo hegeliano,
conscientemente me alejé de este gran filósofo. Por otra parte mi curso era
esencialmente una obra de propaganda destinada a golpear los espíritus. Es por
ello que conscientemente reforcé del rol de la dialéctica del Amo y del Esclavo
y de una manera general esquematice el contenido de la fenomenología.
Es porque creo personalmente que sería lo más deseable que
usted desarrolle bajo la forma de un comentario completo, las grandes líneas de
interpretación que usted ha esbozado en el artículo al que me refiero.
Solamente una pequeña acotación. Los términos “sentimiento de sí” y “conciencia de sí” son de Hegel, es él
mismo el que dice expresamente que a diferencia del hombre, el animal no
atraviesa el estado de sentimiento de sí. El término “lucha de puro prestigio” no se encuentra efectivamente en
Hegel, pero creo que se trata únicamente de una diferencia terminológica,
porque todo esto que yo digo con respecto de esta lucha se aplica perfectamente
a lo que Hegel llama la “lucha por el reconocimiento”.
Por último, referente a mi teoría de “deseo de deseo”, ella
no es de Hegel y no estoy seguro que él haya bien visto la cosa.
Introduje esta noción porque tenía la intención de hacer, no un comentario de
la fenomenología, sino una interpretación; dicho de otro modo traté de
encontrar las premisas profundas de la doctrina hegeliana y realizando la
deducción lógica de esas premisas. “El deseo de deseo” me parece ser una de las
premisas fundamentales en cuestión y si Hegel mismo no lo expresó considero que
formulado de esta manera, realicé un cierto progreso filosófico. Es
posiblemente el único progreso filosófico que realicé, el resto tiene un
carácter filológico, es decir precisamente, una explicación de textos.
El punto más importante es la cuestión del dualismo y del
ateísmo que usted evoca en la última sección de vuestro artículo (Pág. 517 a
519). Quiero decir que no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero creo que
la divergencia no reposa sólo en un malentendido.
Su razonamiento seria ciertamente exacto si se refiriera a
un dualismo propiamente dicho, es decir abstracto y no dialéctico. Diría como
usted que todo dualismo es necesariamente deísta porque hay dos tipos de
ser Naturaleza y Hombre necesariamente la unidad es superior y esa unidad no
puede ser una entidad divina. Pero el dualismo que he visto es dialéctico. En
efecto, me serví de la imagen de un anillo de oro, pero él no existiría en
tanto anillo si no hubiera agujero. No podemos decir, no obstante, que el
agujero existe al mismo tiempo que el oro y que hay allí dos modos de ser del
que el anillo es la unidad. En nuestro caso, el oro es la Naturaleza, el
agujero es el Hombre y el anillo el Espíritu. Esto quiere decir, que si la
Naturaleza puede existir sin el Hombre, y en el pasado existió sin el Hombre,
el Hombre no existió jamás y no pudo existir sin la Naturaleza y fuera de ella.
De la misma forma que el oro existe sin el agujero, el agujero no existe
simplemente si no hay metal que lo rodee. Dado que el Hombre es creado sólo en
y por, o más exactamente todavía, en tanto que negación de la Naturaleza,
resulta que presupone la Naturaleza. Esto lo distingue esencialmente de todo lo
que es divino. Dado que él es la negación de la Naturaleza, es algo más que el
divino pagano de la naturaleza misma; y que como toda negación, presupone eso
que es negado, él es diferente del Dios cristiano quien es el contrario
anterior a la naturaleza y la crea por un acto positivo de su voluntad.
No digo pues que hay simultáneamente dos modos de ser:
Naturaleza y Hombre. Digo que hasta la aparición del primer Hombre (que es
creado en una lucha de prestigio), el Ser era por completo Naturaleza. A partir
del momento donde el Hombre existe, el Ser por completo es Espíritu, porque el
Espíritu no es otra cosa que la Naturaleza que implica al Hombre, y desde el
momento donde el mundo real implica ,de hecho, el Hombre, la Naturaleza, en el
sentido estricto de la palabra no es más que una abstracción. Entonces hasta un
cierto momento del tiempo sólo había Naturaleza y a partir de un cierto
momento, no hay más que Espíritu.
Entonces porque eso que es verdaderamente real en el
Espíritu (el oro del anillo), es la Naturaleza, podemos decir, como usted lo
hace, que el Espíritu es el resultado de la evolución de la Naturaleza misma.
Sin embargo, no me gusta este modo de decir, porque ello puede hacer creer que
la aparición del Hombre puede ser deducida a priori, como cualquier otro
acontecimiento natural. Además, creo que este no es el caso y que si el
conjunto de la evolución natural puede, en principio ser deducida a priori, la
aparición del Hombre y su historia solo puede ser deducida a posteriori, es decir,
precisamente, no deducida o prevista, sólo comprendida. Esta es una manera de
decir que el acto de la auto-creación del Hombre es un acto de libertad y que
toda la serie de actos humanos que constituyen la historia es ella también una
serie de actos libres. Es por eso que prefiero hablar de dualismo entre
la Naturaleza y el Hombre, pero sería más correcto hablar de un dualismo entre
la Naturaleza y el Espíritu, el Espíritu siendo esta misma Naturaleza que
implica al Hombre. Entonces, mi dualismo no es espacial, sino temporal:
Naturaleza primero, Espíritu o Hombre, después. Hay dualismo porque el Espíritu
o el Hombre no pueden ser deducidos a partir de la Naturaleza, el corte
provocado por el acto de libertad creadora, es decir negadora de la naturaleza.
Le estaría muy agradecido Estimado Señor si usted me pudiera
decir en pocas palabras, en qué medida las explicaciones, por otra parte muy
insuficientes, que ofrezco en esta carta son susceptibles de recoger las
objeciones que usted me ha hecho.
Le ruego acepte Estimado Señor, toda mi simpatía.
A. Kojève