|
Karl Marx ✆ Carreño |
Rolando Astarita
En la edición de La Nación del 12 de abril pasado los profesores de Economía Martín
Krause, Adrián Ravier y Nicolás Cachanosky publicaron un artículo titulado “El
mito del consumo como llave del progreso económico”, en la que destacan la
importancia del cálculo del producto bruto (gross
output), que ha comenzado a publicar el Bureau of Economic Analysis de
Estados Unidos. Es que el producto bruto, señalan los autores de la nota,
incluye todas las transacciones de la economía, y no solo las de la etapa final
del consumo, como sucede con el PBI. En consecuencia, enfatizan, la nueva
medición relativiza la importancia del consumo en la demanda agregada, para
destacar la centralidad de la inversión.
Pues bien, desde una perspectiva marxista
podemos decir que la medición del producto efectivamente pone de relieve la
centralidad de la acumulación del capital en el funcionamiento de las economías
capitalistas. Un tema que es clave en la teoría de Marx. Más precisamente, la
nueva medición del BEA encaja en los esquemas de reproducción contenidos en el
segundo volumen de El Capital. El
objetivo de esta nota es entonces explicar la importancia de este enfoque de
Marx para el análisis y crítica de la economía capitalista. Para eso, en primer
lugar, explicamos la distinción entre PBI y producto bruto para aquellos lectores que no son economistas. En segundo
término, resumimos la divergencia entre keynesianos y “ofertistas”. En tercer
lugar, presentamos lo básico de los esquemas de Marx y sacamos algunas
conclusiones.
Producto
bruto y PBI
El Bureau of Economic Analysis comenzó a
incluir el cálculo del producto bruto (gross
product) por industria. Es una medida de las ventas (o de los
ingresos) de una industria, que puede incluir tanto las ventas a los
consumidores finales en la economía, como las ventas a otras industrias
(insumos intermedios). Por eso es la suma del valor agregado de la industria
bajo consideración y de los insumos intermedios. Naturalmente entonces, el
producto bruto del país es la suma de los productos brutos de las industrias.
La medición tradicional, en cambio, es el PBI
(producto bruto interno), que se limita al producto final, esto es, a los
bienes terminados y servicios. Por eso se calcula sumando el valor de mercado
de todas las mercancías y servicios producidos y restando el valor de los
insumos utilizados en cada etapa del proceso. Dado que se trata del producto
bruto, se tiene en cuenta la amortización de los equipos e instalaciones
utilizadas; cuando no se considera la amortización hablamos de producto neto.
Para ver el asunto con un ejemplo teórico
ultra simplificado, supongamos una economía compuesta por solo 3 industrias: la
producción de trigo; la producción de harina; y la producción de pan.
Supongamos que en la producción de trigo solo entran $60 de salarios y $20 de
beneficios (para simplificar la explicación, suponemos que no utiliza bienes
intermedios). El valor del trigo es entonces $60 + $20 = $80; el valor agregado
en esta etapa es $80. A su vez, en la producción de harina entran $80 (trigo) +
$40 (salarios) + $15 (beneficios) = $135. El valor agregado en esta etapa es
$55. Por último, en la producción de pan entran $135 (harina) + $50 (salarios)
+ $30 (beneficios) = $215. El PBI es igual al producto final, $215; que es la
suma del valor agregado en cada etapa: 80 + 55 + 80. En este ejemplo no hemos
considerado el uso de equipos, máquinas e instalaciones. Si este fuera el caso,
para calcular el PBI se agrega el cargo por depreciación y obsolescencia. Lo
importante es que en el cálculo del PBI no
se contabilizan los productos intermedios. En cambio, el producto bruto sí
los incluye, de manera que en nuestro sencillo ejemplo teórico el producto
bruto es $430. Lo cual significa que el producto bruto refleja la doble
contabilidad, esto es, tanto la venta de productos intermedios como de los
productos finales. A título ilustrativo digamos que el producto de EEUU, de 2016,
estimado por la BEA en 32,4 billones de dólares, en tanto que el PBI fue de
18,7 billones.
Precisemos también que, debido a que incluye
todas las caídas sucesivas en la cadena de suministro de insumos intermedios
que se requieren para hacer los bienes durables, las variaciones del producto
bruto reflejan de manera más pronunciada que el PBI el carácter cíclico de las
economías capitalistas. Por ejemplo, el valor agregado para los bienes durables
industriales cayeron 15% en 2009, en tanto que el producto bruto cayó 19%
(véase “What is gross output and how does it differ from gross domestic
product by industry?”).
¿Acento
en la oferta o en la demanda?
La incorporación de la medición del producto
bruto ha sido saludada como un avance por los economistas que ponen el acento
en la importancia de la oferta, en especial la inversión, como clave de la
economía. Los autores de la nota publicada en La Nación, cercanos a la escuela
austriaca de Economía (sus referentes históricos son Carl Menger, Eugen von
Böhm-Bawerk, Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, entre otros), comparten esa
perspectiva. Sostienen que dado que el PBI no considera todas las transacciones
de la economía, resulta que dos tercios de la producción son asignados el
consumo (en Argentina el consumo representa el 72% del PBI). Por eso pareciera
que la clave para reactivar una economía en recesión es el consumo; pero si se
toma el producto bruto, la situación es inversa, ya que las etapas previas a la
producción del bien final o servicio abarcan dos tercios del proceso
productivo.
En oposición, los economistas de tendencia
keynesiana, privilegian la medición del PBI. En algunas versiones extremas de
este enfoque, el consumo es la variable clave, de la que depende la inversión
y, más en general, la demanda agregada. Se puede discutir si esta era la
posición de Keynes (puede consultarse aquí, aquí, aquí), pero lo
cierto es que la idea de que el consumo es la llave de la demanda es bastante
popular entre la gente que se considera keynesiana, en sentido amplio.
Podríamos por eso decir que existen dos posiciones polares: aquellos que
piensan que la oferta siempre genera su correspondiente demanda, y en un tiempo
relativamente corto (ley de Say); y los que consideran que la demanda siempre
genera su correspondiente oferta. Esta última sería una especie de “ley de Say
al revés”. Entre ambas posturas podemos encontrar todo tipo de posiciones
intermedias, aunque siempre con cierta inclinación a alguna de las dos posturas
polares.
Los
esquemas de reproducción de Marx
En cuanto a la posición de Marx, aunque fue
crítico de la ley de Say, esto no lo llevó a negar la centralidad de la
acumulación de capital (o de la inversión) en el desarrollo capitalista. Es que
en la sociedad capitalista el consumo juega un rol subordinado, ya que depende
principalmente de que los capitalistas contraten trabajadores. Es claro que
solo si los trabajadores venden su fuerza de trabajo al capital, pueden
consumir; el consumo entonces no puede anteceder a la compra de la fuerza de
trabajo por el capital. La cuestión se ve con claridad en los esquemas de
reproducción de Marx. Estos esquemas están inspirados en el Tableau Economique de los fisiócratas, y
muestran las condiciones necesarias para la reproducción de conjunto del
capital.
Marx divide a la economía en dos sectores: el
que produce los medios de producción (o sea, provee los elementos materiales
del capital constante); y el que produce los medios de subsistencia (los medios
de consumo, o reproducción, de la clase obrera, más los medios de consumo de
los capitalistas). Distingue también la reproducción simple, que es el caso en
que la plusvalía no se acumula (o sea, se gasta totalmente en bienes de
consumo) de la reproducción ampliada, cuando se reinvierte plusvalía. La
reproducción simple es introducida con el siguiente ejemplo numérico:
Sector 1: 4000c + 1000v + 1000s = 6000
Sector 2: 2000c + 500v + 500s = 3000
Aquí los trabajadores y capitalistas de ambos
sectores adquieren los 3000 producidos en el sector 2; los capitalistas del
sector 1 reponen los insumos y equipos gastados (valor 4000) adquiriéndolos en
el mismo sector 1; los capitalistas del sector 2 compran los insumos y equipos
gastados (valor 2000) en el sector 1, con el dinero que proviene del gasto en
bienes de consumo de los trabajadores y capitalistas del sector 1. Es claro que
la condición de equilibrio es que la suma de capital variable y plusvalía del
sector 1 sea igual al valor del capital constante insumido en 2. Por otra parte
es claro que el producto total de este ejemplo teórico coincide con el producto
que está midiendo, en la economía real de EEUU, el BEA.
Acerca de la reproducción simple, Marx
escribe:
“En las
esferas que producen los medios de subsistencia… la porción del valor del
producto que repone el capital constante en dichas esferas constituye la renta
de los productores de ese capital constante. Pero existe también otra porción
del capital constante que se consume anualmente sin entrar como parte
componente en las esferas de producción que crean los medios de consumo. Nos
referimos a los instrumentos de trabajo, materias primas y materiales
auxiliares, es decir, la porción de capital constante que se consume en la
industria, en la creación o producción de capital constante, es decir, de
máquinas, materias primas y materiales auxiliares. (…) En este caso el capital
se cambia por capital. (…) La existencia y consumo de esta porción de capital
constante aumenta, no solo la masa de productos, sino también el valor del
producto anual (Teorías de la
plusvalía, Buenos Aires, Cartago, t. 2, p. 407; énfasis agregado).
Si bien en la práctica la reproducción simple
es una situación anómala del capitalismo –correspondiente a una coyuntura de
estancamiento absoluto-, pone de relieve algunas de las características
esenciales del sistema. En particular, puede verse que el consumo de los asalariados
solo representa una pequeña porción del producto total (1500/9000). De
manera que la realización del producto nunca puede depender de los salarios.
Más aún, si los salarios bajan, aumenta la plusvalía, de manera que en tanto
los capitalistas gasten la plusvalía en bienes de consumo, no debieran existir
problemas de venta por debilidad de la demanda. Puede verse también que de los
9000 del producto, 6000 se destinan a reponer el capital constante consumido.
De manera que para que se pueda realizar la venta es fundamental la decisión de los capitalistas de renovar el ciclo
productivo.
Luego de presentar la reproducción simple –que
encierra las relaciones fundamentales- Marx analiza la reproducción ampliada.
Nótese que ahora es necesario considerar al menos dos períodos de tiempo. El ejemplo
numérico es como sigue:
Período I
Sector 1: 4000c + 1000v + 1000s = 6000
Sector 2: 1500c + 750v + 750s = 3000Período II
Sector 1: 4400c + 1100v + 1100s = 6600
Sector 2: 1600c + 800v + 800s = 3200
Dado que una parte de la plusvalía se acumula,
el esquema muestra, incluso en mayor medida que en la reproducción simple, la centralidad de la decisión de invertir
por parte de los capitalistas. Obsérvese que para que haya posibilidad de
aumentar el capital constante, la producción de medios de producción (6000) es
superior a su consumo productivo (5500). La realización de los 500 de capital
constante depende entonces enteramente del gasto de los capitalistas. Por otra
parte, los trabajadores contratados en el segundo período consumen 1900,
comprando de la producción de bienes de consumo de 3000, de la vuelta
precedente; los capitalistas, a su vez, consumen 1100 (500 del sector 1 y 600
del sector 2). El consumo es 3000 sobre un total de 9000 de valor producido.
Señalemos que desde el punto de vista matemático,
o técnico, la cuestión no está bien resuelta por Marx. Es que en este ejemplo
numérico, con el que Marx introduce la reproducción ampliada, el sector 1
destina el 50% de la plusvalía, o sea 500, a la acumulación ampliada (400 a
aumentar el capital constante y 100 a contratar nuevos obreros), en tanto el
sector 2 apenas destina el 20% de la plusvalía (150 que se destinan 100 a
aumentar el capital constante y 50 el variable). Una dificultad que se creó el
mismo Marx para obtener una mejor solución de la reproducción fue que supuso
que la plusvalía generada en cada sector debe acumularse en el mismo sector.
Años más tarde, el marxista austriaco Adler elaboró un esquema en que ambos
sectores pueden acumular a la misma tasa con el sencillo procedimiento de permitir
que una parte de la plusvalía generada en un sector pudiera acumularse en el
otro. Por otra parte, en los años 1970, Michio Morishima dio una solución
matemática satisfactoria al esquema de Marx (esto es, aceptando sus supuestos)
utilizando ecuaciones en diferencia (véase Morishima, La teoría económica de Marx, Madrid, Tecnos, 1977, sección IV).
En
conclusión, lo importante es que los esquemas de
reproducción vuelven a poner en el primer plano que la clave del desarrollo
capitalista pasa por la reinversión del excedente, o plusvalía, en trabajo
productivo, a fin de generar más plusvalía. El capital genera plusvalía y la
plusvalía genera más capital, que a su vez genera más plusvalía. Así, el
trabajo explotado sirve al capital para explotar más trabajo, que a su vez da
la posibilidad de contratar más trabajo para la explotación.
Por eso, y desde una perspectiva opuesta a la
de los economistas que defienden el sistema capitalista, el marxismo demuestra
que la realización del producto depende de esta dinámica. Este enfoque entonces
permite superar críticamente tanto la idea de que la demanda siempre genera su
correspondiente oferta (planteo keynesiano extremo), como la tesis de que la
oferta siempre genera su correspondiente demanda (planteo ortodoxo extremo). En
particular, si por alguna razón los capitalistas (o una parte importante de los
capitalistas) deciden no reinvertir lo obtenido con la venta, y mantenerse
líquidos, se desatará una crisis de sobreproducción. Típicamente, esto sucede
cuando la rentabilidad del capital está en baja. Alternativamente, puede
ocurrir que los capitalistas consideren que las condiciones políticas y
sociales no son las adecuadas para invertir, y a pesar de que exista una
demanda potencial, también disminuyen la producción. Es lo natural en un
sistema en el cual la producción, y por ende la satisfacción de las necesidades
de los seres humanos, está subordinada a la lógica de la rentabilidad del
capital.