|
La Rebelión de los tejedores de Silesia ✆ Julius Hübner
|
◆ “
La única tarea de un hombre que piensa y
que ama la verdad ante el primer estallido del levantamiento obrero de Silesia no
consistía en jugar el papel de maestro de escuela de este acontecimiento sino
más bien en estudiar su carácter peculiar. Para ello se requiere en todo caso
de cierta capacidad científica y de un amor por los hombres, mientras que para
la otra operación basta por completo con una fraseología hecha empapada
de un egoísmo vacío.”
— Karl Marx
Karl Marx (1818-1883) publicó este artículo, fechado en
París el 31 de julio de 1844, en el periódico
Vorwärts (1). Apareció en dos partes: la primera en el número 63, 7
de agosto de 1844; la segunda, en el número 64, 10 de agosto de 1844. (*) Si bien
no son tan conocidas como otros textos del período del pasaje de Marx del
liberalismo al socialismo (por ejemplo, al día de la fecha no se encuentra
disponible en la sección española de
marxists.org), las “
Glosas marginales” tienen un gran importancia, pues en ellas
Marx pone por primera vez por escrito la influencia que ejerció sobre su
pensamiento la acción de la clase obrera. La rebelión de los tejedores de
Silesia mostró de manera práctica, no teórica, las enormes potencialidades
políticas de la clase trabajadora. Esto, más el contacto con las organizaciones
obreras parisinas, aceleró la adhesión de Marx al socialismo.
Las “Glosas marginales”
contienen también una teoría del Estado y de la distinción entre la revolución
burguesa (“emancipación política”) y la revolución socialista (“emancipación
humana”), producto de la revisión crítica de la experiencia de la Revolución
Francesa de 1789-1794, iniciada por Marx en 1843. En este sentido, deben ser
leídas en conjunto con la “Introducción a la crítica de la Filosofía del
Derecho de Hegel” y “Sobre la cuestión judía”, artículos publicados en 1844.
1. La
rebelión de los tejedores de Silesia según Arnold Ruge
Marx discute el artículo de Arnold Ruge, “El rey de Prusia y
la reforma social”, aparecido en Vorwärts,
núm. 60, 27 de julio de 1844. (2)
Maximilien Rubel sintetiza así contenido del artículo de
Ruge:
“Critica una ordenanza
de Federico Guillermo IV, en la que se establecía que las autoridades
encargadas de socorrer a los pobres y a los niños abandonados debían recurrir a
la caridad cristiana, con el fin de obtener la ayuda de todos. Ruge ataca el
comentario del periódico parisiense La Réforme, que veía en aquélla una medida
tomada bajo el imperio del temor y del sentimiento religioso, tras la revuelta
de los tejedores de Silesia y de Bohemia. En realidad, afirmaba el periódico
francés, la ordenanza prusiana es el signo precursor de una revolución que la
situación de Europa torna necesaria. Ruge rechaza esta interpretación
aventurada y responde que Alemania no está aún madura para elaborar una
concepción general de los males profundos del mundo civilizado y que la miseria
de los obreros de los distritos industriales sólo tiene carácter local. Esto
explica que un reducido número de tropas hubiera logrado sofocar la rebelión.
En cuanto al pretendido sentimiento religioso del gobierno, no era sino la
expresión de la doctrina política del Estado prusiano, doctrina que implica el
cristianismo. El responsable era el mismo Estado prusiano, pero el rey había
preferido descargar al Estado de su responsabilidad, endosándola a la falta de
caridad de los creyentes y a la inercia de la administración. Para Ruge, ricos
y pobres eran por igual incapaces, en Alemania, de comprender la verdadera
causa del mal, por carecer de ese espíritu político que distinguía a los
franceses e ingleses. El artículo termina con esta frase: ‘Es imposibles una
revolución social sin alma política (es decir, sin concepción organizativa del
conjunto). En esta materia, la iniciativa estará sin duda reservada a Francia e
Inglaterra, cualesquiera sean las pretensiones reformadoras del rey de Prusia’.”
(p. 84). (3)
2. La
rebelión de los tejedores de Silesia según Karl Marx
El artículo de Marx tiene como eje la caracterización de la
rebelión de los tejedores de Silesia (4). Marx adopta una actitud completamente
diferente a la de Ruge (la cita elegida como epígrafe del presente trabajo da
cuenta de manera elocuente del tenor de sus diferencias). Mientras que el
periodista liberal considera a la rebelión como un suceso menor, Marx compara a
ésta con las acciones de la burguesía alemana y escribe:
“En un país en el cual
no hubo necesidad de ningún soldado para ahogar en toda la burguesía liberal el
deseo de libertad de prensa y de constitución; en un país en donde la
obediencia pasiva está a la orden del día, en un país tal, ¿el empleo opresivo
de la fuerza armada contra débiles tejedores no sería un acontecimiento (...)?
Y los débiles tejedores salieron vencedores del primer encuentro. Ellos fueron
reprimidos ulteriormente gracias a un acrecentamiento del número de las tropas
(...) Que nuestro astuto prusiano compare la revuelta de los tejedores de
Silesia con los levantamientos de los obreros ingleses y los tejedores de
Silesia le parecerán tejedores fuertes.” (p. 114).
Marx explica que el monarca de Prusia, Federico Guillermo IV
(1795-1861; rey de Prusia de 1840 a 1861), no dio gran importancia a la
sublevación de los trabajadores porque “el levantamiento no estaba dirigido
directamente contra el rey de Prusia sino contra la burguesía.” (p. 114). Agrega:
“El rey de Prusia, en cuanto político, tiene su contrincante inmediato en el
liberalismo. Para el rey el antagonismo del proletariado existe tan poco como
el rey existe para el proletariado. Se requeriría que el proletariado hubiese
alcanzado ya un poder decisivo para ahogar las antipatías, las oposiciones
políticas, para atraerse toda la hostilidad de los políticos.” (p. 115).
3. El
tratamiento del pauperismo en Gran Bretaña
Los partidos políticos culpan del pauperismo (la miseria de
la clase trabajadora) al partido adversario: “ninguno de los partidos concibe
una reforma de la sociedad.” (p. 117). La economía política y la prensa culpan
de la miseria a los trabajadores. El gobierno y la legislación sobre pobres
oscilaron entre atribuir el problema a una deficiencia de la beneficencia o a
un exceso de ésta. Finalmente, “la miseria fue considerada como culpa de los
miserables y castigada como tal en ellos.” (p. 120).
Marx resume así la política del Estado inglés:
“El pauperismo se ha
erigido en una institución nacional en el curso de su desarrollo y a pesar de
las medidas administrativas, y por por ello ha llegado a convertirse en objeto
de una administración ramificada y ampliamente extendida. Pero una
administración que ya no tiene como tarea extirparlo sino disciplinarlo y
eternizarlo. Esta administración ha renunciado a agotar las fuentes del
pauperismo por medios positivos (...) El Estado inglés, bien lejos de
sobrepasar las medidas de administración y beneficencia, ha permanecido por
detrás de ellas. Él administra solamente el pauperismo que se deja aprehender y
encarcelar y que posee la desesperación para ello.” (p. 120).
El pauperismo es producto del desarrollo del capitalismo. Es
una pobreza de nuevo tipo, moderna, que no puede compararse a la pobreza de las
sociedades precapitalistas. El Estado es incapaz para suprimirlo pues para ello
tendría que suprimir el capitalismo. Y el Estado moderno es indisociable del
capitalismo. Es por ello que el Estado se limita a administrar el pauperismo y
de disciplinarlo.
4. Análisis
de las medidas del Estado francés contra el pauperismo
Toma nota de la impotencia de Napoleón Bonaparte (1769-1821;
emperador de Francia, 1804-1814 y 1815) frente al problema de la mendicidad.
También registra la ineficacia de la Convención (“el máximo de la energía política, del poder político y del entendimiento
político - p. 122-) para resolver la cuestión.
5. Análisis
de las causas de la impotencia de los Estados para resolver el problema del
pauperismo
¿Cuál es la causa de esa impotencia?
“Para educar niños es
necesario alimentarlos y liberarlos de la necesidad de trabajar para ganarse la
vida. La alimentación y la educación de todo el proletariado en crecimiento,
sería la aniquilación del proletariado y del pauperismo.” (p. 122).
La consideración del problema del pauperismo lleva a Marx a
desarrollar los lineamientos principales de una teoría del Estado moderno.
El punto de partida es la siguiente afirmación:
“El Estado y la organización
de la sociedad no son, desde el punto de vista político, dos cosas diversas. El
Estado es la organización de la sociedad. En la medida en que el Estado
reconoce anomalías sociales busca la razón, bien en leyes naturales que ninguna
potencia humana puede torcer, o en la vida privada, que es independiente de él,
y en la ineficacia de la administración, que depende de él.” (p. 122-123).
El pasaje transcrito es riquísimo desde el punto de vista
teórico. Cabe destacar lo siguiente:
a. Marx rechaza la escisión entre sociedad civil y sociedad
política, la cual constituye uno de los pilares de la ideología de la
burguesía; de este modo, reafirma la unidad de la totalidad social, premisa del
análisis del capitalismo realizado en El
Capital.
b. Concibe al Estado y a la sociedad como dos momentos de la
misma totalidad orgánica. Como tales, se encuentran en conexión interna, no en
una relación externa.
c. Quiebra la forma
esencialista de pensar el Estado, que pasa a ser concebido como el resultado de
la lucha de clases.
d. Enuncia alguno de los mecanismos (la referencia a las
“leyes naturales” y a la “administración” por medio de los cuales el Estado
oculta su esencia de clase.
El Estado pretende resolver los problemas sociales con
medidas administrativas, “porque la administración es la actividad organizadora
del Estado.” (p. 123).
A continuación, Marx explica las razones de por qué el
Estado no puede resolver las contradicciones de clase:
“El Estado no puede,
de una parte, suprimir la contradicción entre la determinación y la buena
voluntad de la administración y sus medios y posibilidades sin suprimirse a sí
mismo, pues él descansa sobre esta contradicción. Él descansa sobre la
contradicción entre la vida pública y la vida privada, sobre la contradicción
entre el interés general y los intereses particulares. La administración debe
limitarse por ello a una actividad formal y negativa, pues allí donde comienzan
la vida burguesa y su trabajo cesa el poder de la administración. Aún más,
frente a la consecuencia que conlleva la naturaleza no social de esta vida
burguesa, de esta propiedad privada, de este comercio, de esta industria, de
este saqueo recíproco de las diferentes esferas burguesas, frente a estas
consecuencias, la impotencia es la ley natural de la administración. Pues esta
fragmentación, esta bajeza, esta esclavitud de la sociedad burguesa,
constituyen el fundamento sobre el cual reposa el Estado moderno, de la misma
manera que la sociedad civil del esclavismo constituía el fundamento material
sobre el cual reposaba el Estado antiguo. (...) Si el Estado moderno quisiera
suprimir la impotencia de su administración tendría que suprimir la vida
privada actual. Si quisiera suprimir la vida privada tendría que suprimirse a
sí mismo, pues él existe sólo en contraposición a la misma. (...) el Estado no
puede creer en su impotencia intrínseca de su administración, esto es, de sí
mismo. Él sólo puede descubrir imperfecciones formales y accidentales y
esforzarse en corregirlas. Si estas modificaciones son infecundas es porque el
mal social es una imperfección natural, independiente del hombre, una ley de
Dios, o bien porque la voluntad privada está demasiado corrompida como para
corresponder a las buenas intenciones de la administración.” (p. 123-124).
En este largo y admirable pasaje hay material para un libro
entero. Marx empieza en el punto en que había quedado Jean-Jacques Rousseau en El contrato social (1762): la
contradicción entre el interés general y los intereses particulares. El
filósofo francés procuró encontrar una forma de Estado que satisficiera la
condición de armonía entre interés general e intereses particulares; fracasó en
esta tarea. El Estado moderno se basa en la propiedad privada, y ésta no
engendra intereses particulares que no pueden conciliarse con el “interés
general”; éste es abstracto, aquéllos concretos. Hegel procuró resolver el
problema por medio del Estado, concebido como la representación del interés
general. Tanto para Rousseau como para Hegel, la propiedad privada es un problema,
pero ninguno de ellos propuso abolirla.
Marx toma el problema de Rousseau y lo redefine con
herramientas conceptuales tomadas de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831),
tales como la distinción entre Estado y sociedad civil. Su solución al problema
es novedosa. En primer lugar, concibe al Estado y a la sociedad como partes de
la misma totalidad orgánica; como expresiones y momentos diferenciados del
mismo conjunto. Es por esto que no puede contraponerse una a otra, ni plantear
que uno de los momentos puede dar la solución al problema. Rousseau comprendió
la importancia de la propiedad privada, pero jamás propuso suprimirla. Al
conservar la propiedad, conservaba la escisión entre el Estado y la sociedad
civil. Rousseau encarna en el plano de la teoría todo lo que puede dar la
democracia burguesa, el máximo de su amplitud. No es casual que haya sido el
filósofo de los jacobinos. Marx va más allá, corre el horizonte teórico. El
Estado moderno existe porque existe la sociedad civil; o, dicho de otro modo,
el interés general existe porque existen los intereses particulares, y la
sociedad civil existe porque existe la propiedad privada. Por eso es preciso
detonar dicha propiedad, el núcleo de esa totalidad orgánica que es el
capitalismo.
El Estado es parte del problema del capitalismo, no es la
solución. El Estado necesita retroalimentar las miserias sociales para
justificar su existencia. La “mala” conducta de la policía (su connivencia con
el delito) es necesaria; no hay “maldad” en los “malos” policías. Además, las
soluciones del Estado son administrativas. La administración es una relación
social del tipo mando - obedezco, se establece desde arriba hacia abajo. Estas
relaciones perpetúan la dominación, son relaciones de dominación.
Marx comprende así los límites del Estado moderno:
“Mientras más poderoso
es el Estado y por consiguiente más político es un país, menos se inclina a
buscar en el principio del Estado, es decir, en la organización actual de la
sociedad, cuya expresión oficial y autoconsciente es el Estado, la razón de los
males sociales y de comprender su principio general. El entendimiento político
es justamente entendimiento político porque piensa en el interior de las
limitaciones de la política. Mientras más agudo, mientras más viviente es, más incapaz
para comprender los males sociales. (...) El principio de la política es la voluntad.
Mientras más unilateral, esto es, mientras más perfecto es el entendimiento político,
más cree él en la omnipotencia de la voluntad, más ciego es frente a las barreras
naturales y más incapaz es por lo tanto de descubrir la fuente de los males
sociales.” (p. 124).
7. La
conciencia política de los trabajadores alemanes
Marx remarca una y otra vez la importancia de la rebelión de
los tejedores de Silesia:
“...ni uno solo de los
levantamientos de los trabajadores franceses e ingleses poseyó un carácter tan
teorético y consciente como el levantamiento de los tejedores de Silesia.”
(p. 126).
Para referirse a la conciencia de los obreros, Marx toma en
cuenta la canción revolucionaria “El Tribunal de Sangre”. En ella, “el
proletariado clama inmediatamente, de la manera más brutal, sorprendente,
violenta y cortante, su oposición a la sociedad de la propiedad privada.” (p.
127).
Prosigue:
“El levantamiento de
Silesia comienza justamente con aquello con lo cual terminan los levantamientos
obreros ingleses y franceses, con la conciencia sobre la esencia del
proletariado. La acción misma porta este carácter de superioridad. No sólo se
destruyen las máquinas, estas rivales de los obreros, sino también los libros
de comercio, los títulos de propiedad; mientras que todos los otros movimientos
sólo se dirigen inicialmente contra el patrón industrial, el enemigo visible,
este movimiento se dirige igualmente contra el banquero, el enemigo oculto. Por
último, ni un solo levantamiento de los obreros ingleses ha sido dirigido con
un valor, con una superioridad y una constancia similares.” (p. 127).
Elogia la obra de Wilhelm Weitling (1808-1871), Garantías de armonía y libertad (1842).
Enuncia una tesis que tendrá continuidad a lo largo del siglo XIX:
“Que se compare la
mezquina y prosaica mediocridad de la literatura política alemana con este
debut enorme y brillante de los obreros alemanes. Que se compare este
gigantesco zapato político del proletariado con el raquitismo del torcido
zapato político de la burguesía alemana y será necesario predecir una forma
atlética a la Cenicienta alemana. Se debe conceder que el proletariado alemán
es el teórico del proletariado europeo y que el proletariado inglés es su economista,
mientras el proletariado francés es su político. Se debe admitir que Alemania
posee tanto una vocación clásica para la revolución social como una incapacidad
para una revolución política. Pues así como la impotencia de la burguesía
alemana es la impotencia política de Alemania, las aptitudes del proletariado
alemán - incluso sin mencionar la teoría alemana - son las aptitudes sociales
de Alemania. (...) sólo en el socialismo puede un pueblo filosófico
encontrar su praxis correspondiente y por lo tanto sólo puede encontrar en el proletariado
el elemento activo de su liberación.” (p. 127-128).
La rebelión de los tejedores silesianos convenció a Marx de
la capacidad política de la clase obrera alemana en particular, y de la clase
obrera en general. Esto fue decisivo para su adhesión al socialismo, pues la
impotencia de los liberales alemanes frente a las medidas represivas de
Federico Guillermo IV había mostrado que la burguesía no quería una lucha a
fondo contra la monarquía. La “Introducción a la crítica de la Filosofía del
Derecho de Hegel” (1844) permite conocer los puntos de vista de Marx sobre la
situación política alemana y puede leerse en paralelo con las “Glosas marginales”.
8. La
crítica de la Revolución Burguesa. Diferencias entre “emancipación política” y
“emancipación humana”
La constatación de la debilidad del liberalismo alemán llevó
a Marx a emprender una revisión crítica de la experiencia de la Revolución
Francesa de 1789-1794. Esta tarea comenzó luego de la partida de Marx de la
dirección de la Rheinische Zeitung en
marzo de 1843. (5)
En las “Glosas
marginales”, Marx expuso los resultados de su análisis de la Revolución
Francesa, poniendo el acento en los límites de la misma. En este sentido, las “Glosas marginales” complementan el
análisis desarrollado en el artículo “Sobre la cuestión judía”.
Marx considera que las rebeliones de los trabajadores son
mucho más significativas que las rebeliones políticas (esto es, los movimientos
dirigidos exclusivamente a apoderarse del aparato estatal), pues afectan el
núcleo de la organización social capitalista:
“La comunidad respecto
de la cual se encuentra aislado el trabajador es una comunidad de una realidad
completamente diferente y de una amplitud distinta por completo a una comunidad
política. Esta comunidad de la cual la separa su propio trabajo es la vida
misma, la vida física y espiritual, la moralidad humana, la actividad humana,
el disfrute humano, la esencia humana. La esencia humana es la verdadera
esencia comunitaria del hombre. De la misma manera que el aislamiento funesto
respecto de esta esencia es incomparablemente más universal, más insoportable,
más terrible, más contradictorio que el aislamiento de la comunidad política,
así también la supresión de este aislamiento e incluso una reacción parcial, un
levantamiento contra el mismo, tiene una dimensión mucho más infinita, del
mismo modo que el hombre es más infinito que el ciudadano y la vida humana que
la vida política. El levantamiento industrial puede por ello ser aún tan parcial,
pero encierra en sí un alma universal. El levantamiento político puede ser tan
universal y disimular bajo la forma más colosal un espíritu estrecho.” (p.
131).
Otro pasaje significativo:
“Una revolución social
se sitúa en el punto de vista de la totalidad porque ella - aunque se
produjera solamente en un distrito fabril - es una acción de protesta contra la
vida deshumanizada, porque ella parte del punto de vista del individuo real
singular, porque que la comunidad (...) contra cuya separación protesta el
individuo es el verdadero ser comunitario, la esencia humana. El alma política
de una revolución consiste por el contrario en la tendencia de las clases que
no tienen influencia política a suprimir su aislamiento respecto del Estado y
del poder. Su punto de vista es el del Estado, una totalidad abstracta que sólo
existe por la separación de la vida real, que es impensable sin la oposición organizada
entre la idea general y la existencia individual del hombre. Conforme a la
naturaleza limitada y ambigua de esta alma, una revolución de alma política
organizada por ella también una esfera dominante en la sociedad, a expensas de
la sociedad.” (p. 131-132).
Marx indica el carácter social y político de toda
revolución:
“Toda revolución
disuelve la antigua sociedad: en este sentido es ella social. Toda revolución
derroca el antiguo poder: en este sentido ella es política.” (p. 132).
La realización del socialismo requiere el derrocamiento del
orden político por medio de la revolución. Marx se separa aquí de socialistas
como Charles Fourier (1772-1837) o Roberto Owen (1771-1858), quienes no
contemplaban la lucha política contra el Estado burgués. El párrafo
siguiente expresa este punto de vista:
“... sin revolución el
socialismo no puede realizarse. Él requiere de éste acto político en la medida
en que requiere de la destrucción y de la disolución. Pero allí donde comienza
su actividad organizadora, allí donde emerge su objetivo propio, su alma, el
socialismo arroja su envoltura política.” (p. 132).
Marx concebía ya en 1844 al socialismo como lucha de clases,
como una lucha política. Esta concepción alcanzó su expresión más acabada en el
Manifiesto Comunista (1848).
Notas
(1) Periódico bisemanal alemán fundado en París a comienzos
de 1844 por un grupo de periodistas alemanes emigrados. En mayo de ese año, el
nuevo director (L. F. Bernays) pidió la colaboración de Arnold Ruge
(1802-1880), Heinrich Heine (1797-1856), Mijail Bakunin (1814-1876), George
Werth, Friedrich Engels (1820-1895) y Karl Marx. Ver Maximilien Rubel, Karl Marx: Ensayo de biografía intelectual, Buenos Aires, Paidós, 1970, p. 84.
(2) Ruge firmó el artículo con el seudónimo “Un prusiano”. El título en alemán es “Der König von Preussen und die Sozialreform”. Fue reproducido en la edición MEGA (Obras completas de Marx y
Engels), I, 3, pp. 587-598.
(3) Rubel, op. cit, p. 84.
(4) La insurrección de los tejedores de Silesia se desarrolló entre el 4 y el 6 de junio de 1844 y debió ser sofocada por el ejército prusiano. Löwy relata así los sucesos:
“El 4 de junio de 1844, la policía detiene a un tejedor en el seno de un grupo que cantaba ese himno [se refiere a un canto creado por los tejedores del pueblo silesiano de Peterswalden] debajo de las ventanas del fabricante Zwanziger (que pagaba salarios de miseria y era, en la región, el símbolo de la opresión de los ricos). Es la gota que derrama el vaso: en la tarde, una masa rebelada saquea las casas de los industriales y destruye los libros de contabilidad; algunos proponen prender fuego, pero la mayoría se niega ‘porque los propietarios recibirían indemnizaciones y porque quieren arruinarlos, para que aprendan, a su vez, lo que es el hambre”. El 5 de junio, una multitud de 3000 tejedores camina hacia un pueblo vecino (Langebielau), donde se desarrollan escenas semejantes. Pero el ejército, alertado, ya interviene y dispara contra la multitud desarmada; mata a 11 obreros e hiere a 24; la masa desesperada reacciona y, a pedradas y palos, expulsa a los soldados del pueblo. Esta victoria duró poco: el 6 de junio llegan tres compañías de infantería y una batería de artillería que aplastan la rebelión. Los sobrevivientes buscan refugio en las montañas y bosques cercanos, donde son acorralados por las tropas: 38 tejedores son detenidos y condenados a duras penas de trabajos forzados. La policía detiene a un tejedor en el seno de un grupo que cantaba ese himno [se refiere a un canto creado por los tejedores del pueblo silesiano de Peterswalden] debajo de las ventanas del fabricante Zwanziger (que pagaba salarios de miseria y era, en la región, el símbolo de la opresión de los ricos). Es la gota que derrama el vaso: en la tarde, una masa rebelada saquea las casas de los industriales y destruye los libros de contabilidad; algunos proponen prender fuego, pero la mayoría se niega ‘porque los propietarios recibirían indemnizaciones y porque quieren arruinarlos, para que aprendan, a su vez, lo que es el hambre”. El 5 de junio, una multitud de 3000 tejedores camina hacia un pueblo vecino (Langebielau), donde se desarrollan escenas semejantes. Pero el ejército, alertado, ya interviene y dispara contra la multitud desarmada; mata a 11 obreros e hiere a 24; la masa desesperada reacciona y, a pedradas y palos, expulsa a los soldados del pueblo. Esta victoria duró poco: el 6 de junio llegan tres compañías de infantería y una batería de artillería que aplastan la rebelión. Los sobrevivientes buscan refugio en las montañas y bosques cercanos, donde son acorralados por las tropas: 38 tejedores son detenidos y condenados a duras penas de trabajos forzados.” (Michael Löwy, La teoría de la revolución en el joven Marx, Buenos Aires, Herramienta y El Colectivo, 2010, p. 161-162.
Löwy se basa en F. Mehring, Geschichte der Deutschen Sozial Demokratie, p. 228-230). A diferencia de sucedido en los orígenes del movimiento obrero inglés, la rebelión fue contra los capitalistas y no contra las máquinas. El movimiento tuvo repercusiones en toda Silesia, Bohemia, Praga e incluso Berlín, donde se produjeron huelgas y motines obreros durante los meses de junio, julio y agosto de 1844. El Vorwärts prestó gran atención a la
rebelión. El 6 de julio publicó una nota que concluye con la siguiente frase: “
por primera vez sobre el suelo de la patria alemana, en esta Silesia habitualmente tan tranquila, apareció un signo precursor de la transformación social, que dirige al mundo irresistiblemente, hacia el desarrollo ulterior de la humanidad.” (Citado en Löwy, p. 116). El 10 de julio, Heine publicó en el periódico su poema “Los pobres tejedores”, donde describe a los obreros cuando tejen la mortaja de la vieja Alemania y maldicen al falso Dios, al Rey de los ricos y a la falsa patria. El 13 de julio apareció una nueva nota, donde el levantamiento de los tejedores es presentado como “el grito del gallo que anuncia la llegada del nuevo mundo”. (Löwy, p. 116).
(5) El gobierno prusiano decidió el 21 de enero de 1843 la clausura del periódico, a contar desde el 1°de abril del mismo año. El motivo fue un pedido del zar Nicolás I, indignado porque en un artículo aparecido el 4 de enero se había denunciado a Rusia como el principal apoyo de la política exterior alemana. (Rubel, op. cit., p. 48).
(*) Para la redacción
de esta ficha utilicé la traducción española de Rubén Jaramillo: Marx, Karl.
(2008). Escritos de Juventud sobre el
Derecho. Textos 1837-1847. Barcelona: Anthropos Editorial. (pp. 111-132).