"No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe haber más de uno." — Jacques Derrida

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal" Karl Marx

23/4/14

Chile: Vanguardias políticas en el sur del mundo | La evolución del Partido Socialista Marxista y el Partido Socialista de Magallanes [1931-1935]

Fabio Moraga Valle  |  Durante la breve la etapa 1931-1932 distintos sectores de la sociedad chilena (estudiantes, artistas, intelectuales, líderes obreros, militares, etc.) dieron vida a una gran variedad de organizaciones que estaban a medio camino entre los típicos círculos intelectuales o los grupos universitarios, y un partido político formal; a éstas las hemos llamado “vanguardias políticas” porque recogieron la actitud básica de las vanguardias artísticas y la llevaron al plano de la crítica al sistema político. En este trabajo analizamos dos organizaciones: el Partido Socialista de Magallanes y el Partido Socialista Marxista de la zona central; ambos se fusionaron entre sí y en 1933 ingresaron al Partido Socialista de Chile. A parte de integrar en igualdad de condiciones a mujeres y jóvenes, las propuestas de los “socialistas marxistas” tenían un inequívoco signo moderno y muchas aún tienen vigencia: voto femenino, divorcio, igualdad salarial, derechos indígenas, entre otros.

Una sociedad en crisis

Desde inicios del siglo XX y hasta la década de 1930, Chile vivió un largo proceso de profundos cambios sociales y políticos que provocaron una crisis de la institucionalidad decimonónica. Este régimen político de tipo parlamentarista, instalado después de la Guerra Civil de 1891, consolidó a la oligarquía como único grupo capaz de dirigir la nación a través de los partidos del sistema. Conservadores, nacionales, liberales, radicales y, en menor medida, democráticos se habían enfrentado en a una confrontación típica de una sociedad tradicional: los conflictos clericales o
por la laicización de la sociedad y la separación entre iglesia y Estado, pero se vieron sobrepasados por nuevas contradicciones de una sociedad que se modernizó abruptamente y que ahora se ordenaba en clases sociales.

La acción obstructiva de la oligarquía, amparada en la institucionalidad parlamentarista, impidió al gobierno de Arturo Alessandri (1920-1925), implementar soluciones a esta crisis. El coronel Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), con una nueva Constitución política, promulgada en 1925, intentó solucionarla mediante un autoritarismo que adquirió características dictatoriales: reprimió a los grupos políticos de izquierda, a parte de la elite y a las organizaciones obreras y promulgó la ley N° 4054, que regulaba las relaciones entre los trabajadores, los patrones y el Estado, con un éxito relativo. Pero la aguda crisis económica mundial de 1929 volvió impopular a quien había triunfado con el 97% de los votos. El 26 de julio de 1931 Ibáñez renunció en medio de revueltas callejeras, conspiraciones de profesionales, estudiantes y militares y motines populares. Su salida abrió una breve etapa de profunda inestabilidad caracterizada por gobiernos efímeros, golpes militares, asonadas populares y la rápida politización de amplios sectores sociales, pero también de una gran experimentación para encontrar solución a estos problemas.

Pese a la evidente importancia de esta etapa en la historia política de Chile, que abarca solo quince meses (de julio de 1931 a octubre de 1932) pero cuya inestabilidad se prolongó por varios años, no ha sido estudiada con la dedicación que merece. Algunos testigos extranjeros la catalogaron como“un laboratorio de todas las ideas que sacudían al mundo”, en la que no solo se sentaron las bases del régimen democrático que predominó hasta 1973, sino también en que la sociedad se politizó abruptamente y expresó una gran capacidad para articular propuestas y ensayar soluciones a la crisis social y política (Chesney Lawrence, 2005: 143-158). A las investigaciones pioneras de Drake, sobre la izquierda socialista y comunista, de Scully, sobre el centro político, y la tesis inédita de Barnard, le siguieron las monografías sobre partidos de Corkill y, recientemente de T. Pereira (Barnard, 1977; Corkill, 1976: 261-273. Drake, 1995; Scully, 1992; Vieux, 1994, Pereira, 1994). Sin embargo, faltan investigaciones sobre la derecha liberal, el radicalismo, las organizaciones fascistas y la izquierda anarquista y trotskista. Pero los trabajos citados, no pasan de temáticas particulares; solo Drake, Scully y, recientemente, Moulian, han hecho interpretaciones más extensas del periodo 1932-1973 (Moulian, 2006).

Nuestra hipótesis es que lo que llamamos “vanguardias políticas” que existieron durante la etapa 1918-1932, nos permite examinar la riqueza social, política y cultural de la sociedad chilena que, ante la crisis abierta, ensayó no solo propuestas que provenían del campo del arte y la cultura, también creó organizaciones políticas que, aunque efímeras e inestables, fueron la base desde la que se rearticularon los partidos, y el sistema salió de la crisis política. A estas particulares organizaciones políticas estaban a medio camino entre una organización cultural que reunía a artistas, estudiantes e intelectuales y un partido político, formado por militantes, recogieron el discurso y la actitud de las vanguardias artísticas de la época.

En el presente trabajo analizaremos dos de estas vanguardias en la etapa 1931-1935. La primera, el Partido Socialista de Magallanes, emergió en una sociedad en formación, que transitaba a la integración política y social con el resto del país. La segunda, el Partido Socialista Marxista, creado en la zona central, en las ciudades de Santiago y San Felipe, una región históricamente parte del territorio nacional, pero que atravesaba similares problemas políticos y sociales. Ambas, de inspiración marxista o revolucionaria, se fusionaron y luego se unieron al PartidoSocialista de Chile. Nuestras fuentes están constituidas por la prensa regional y nacional, de la época, documentos internos de ambas organizaciones y una entrevista que el autor hizo en 1997 al, hoy desaparecido, fundador e ideólogo del PS de Magallanes, Luis Requena Aizcorbe.

Vanguardias políticas y artísticas; vanguardistas chilenos y europeos

Hacia el año 1910 una serie de movimientos sociales, culturales y políticos antioligárquicos surgieron en varios países del continente y produjeron revoluciones políticas y sociales, motines urbanos, revueltas campesinas y, en general, una gran movilización de las sociedades latinoamericanas. En Chile, por su estructura social, este proceso movilizó a la clase media intelectual, a los estudiantes organizados y a líderes obreros; quienes levantaron una contundente crítica al sistema político. Este movimiento, que estaba inscrito en un proceso de transformación de una sociedad oligárquica y rural a una moderna y de clases, provocó el quiebre del sistema de partidos imperante y potenció el surgimiento de organizaciones representativas de los nuevos sectores sociales.

Este proceso continental se inició con la formación de pequeños núcleos de artistas e intelectuales que compartían esa crítica a los sistemas que dominaban a sus respectivas sociedades y que tanto recibieron la influencia de vanguardias artísticas e intelectuales provenientes de Europa, como crearon sus propios y originales movimientos. No es fácil establecer conceptualmente el vínculo entre vanguardia artística y política. El término “vanguardia” es originario del francés y tiene un sustrato militar: avant garde (delante de la guardia). Renato Poggioli precisó que el concepto nació ligado a la radicalidad política; fue un “fourierista”, el socialista utópico Laverdant, quien, tres años antes de la revolución de 1848, además de definirlo, lo ligó también al arte y entendió a éste como instrumento de acción y de reforma social (Laverdant, 1845). Desde allí pasó a ser usado por los anarquistas, en 1878 Bakunin lo utilizó como título de un efímero periódico L’avant-garde; Poggioli destaca que, en la década de 1860, el inefable poeta Baudelaire miraba despectivamente las creaciones literarias denominadas “vanguardistas”, ligadas a la izquierda, pese a ser él mismo un izquierdista. Hubo otros poetas de renombre, como Rimbaud y Verlaine (el primero empuñó las armas junto a los comunards en el París de 1871 y el segundo fue acusado “de comunizante”) quien, junto a muchos otros, participaron de ambas vanguardias: la artística y la política (Poggioli, 2011: 25-27), este análisis es desconocido por autores latinoamericanos (Beigel, 2003)[3]. Solo hacia fines del siglo XIX el concepto se despolitizó y artistas e intelectuales comenzaron a utilizarlo para denominar una “actitud” meramente estética desligada de su origen en la izquierda política; ahora “ser vanguardista era simplemente “estar delante” del… arte convencional o establecido.

Lo anterior no quiere decir que el concepto haya sido despolitizado por completo. En ¿Qué hacer?, escrito en 1902, Lenin sostuvo que la lucha de clases no puede prescindir de un estrato consciente que conduzca al proletariado en su lucha política. La vanguardia no debe limitarse a iluminar el momento histórico concreto en el que le ha tocado participar, sino debe, además, dar signos de una actividad práctica como parte sustancial de su que hacer: “No basta titularse ‘vanguardia’: es preciso también obrar de suerte que todos los demás destacamentos vean y estén obligados a reconocer que marchamos a la cabeza” (Lenin, 1972: 92.). Pero en el mundo occidental de inicios del siglo XX las relaciones entre las vanguardias artísticas y “La Política”, o entre “ismos” estéticos y políticos, fueron complejas y no tuvieron una sola dirección. No se puede establecer una relación directa entre un determinado movimiento artístico de vanguardia y una determinada ideología; lo concreto es que muchos vanguardistas que militaban en los grupos de artistas a principios de siglo, modificaron sus conductas después de la Primera Guerra Mundial. En Europa el régimen fascista estableció relaciones con los futuristas, aunque en el momento de “decadencia” del grupo italiano; asimismo muchos surrealistas militaron en el comunismo (Bürger, 1987)[4].

Los escritores chilenos establecieron tempranas y extensas relaciones con los vanguardistas europeos, de modo que ni las principales vanguardias europeas (dadaísmo, surrealismo, futurismo, cubismo) eran extrañas en Chile, ni creacionistas, imaginistas y surrealistas chilenos eran desconocidos en París, Roma o Madrid. El chileno Vicente Huidobro y el francés Pierre Reverdy disputaron la paternidad  del “creacionismo”, la primera vanguardia local; después de una larga estancia en Europa en la década de 1910, Huidobro militó en el Partido Comunista de Chile durante los años treinta (Pizarro, 1994). Neruda, con una trayectoria más “nacional”, mantuvo una fuerte amistad y nutrido contacto con el dadaísta y luego surrealista francés Paul Eluard, militó en el anarquismo intelectual y estudiantil de la década de 1920 y solo hacia mediados de la siguiente “superó” su postura estética y política ácrata, para adscribir primero al comunismo internacional y luego al PC chileno (Dawes, 2007: 319-336). De todos los vanguardistas chilenos, fueron los surrealistas de la “generación del 38” que formaron el grupo Mandrágora, quienes evolucionaron en direcciones marcadamente opuestas: unos iniciaron en la izquierda pero evolucionaron hasta la extrema derecha, Miguel Serrano de ser “frentepopulista”, se convirtió al nazismo místico; Eduardo Anguita y Braulio Arenas terminaron apoyando la dictadura militar (Arenas, 1938: 9-13 y Warken: 329-342). Volodia Teitelboim, militó en el Grupo Universitario Avance, una de las vanguardias políticas vinculadas al comunismo que surgieron del movimiento estudiantil a inicios de la década de 1930, después se convirtió al surrealismo y finalmente volvió a la militancia política: “nos proclamamos revolucionarios en política y en arte”, declaró al reflexionar después sobre los años que nos preocupan (Teitelboim, 1938: 108). La mayoría cuando optó entre “militancia” artística y política, lo hizo por la primera, pero hubo quienes establecieron un fuerte nexo entre vanguardias artísticas y políticas: el “imaginista” Manuel Eduardo Hübner, fundador de la revista Letras (1928-1930), participó en el gobierno de Ibáñez como director de La Nación, pero luego formó parte del grupo de vanguardia política Nueva Acción Pública, de tendencia indoamericanista, y terminó en la fundación del Partido Socialista en abril de 1933.

Las vanguardias políticas en Chile se desarrollaron durante el período 1918-1932. Inicialmente fueron grupos pequeños, de origen urbano, de una composición política y social heterogénea, pero mayoritariamente de sectores medios y de obreros organizados. Fueron integradas por artistas, intelectuales, estudiantes, profesionales, comerciantes, militares, religiosos y algunos tránsfugas de la oligarquía; pero no fueron el clásico partido obrero, ni los más comunes partidos populistas latinoamericanos. Sus discursos y propuestas expresaron una fuerte crítica al capitalismo, sus fundamentos provenían de las corrientes socialistas, anarquistas, socialcristianas, corporativistas y funcionalistas. Estas organizaciones políticas fueron provisorias y albergaron dentro de sí corrientes y propuestas ideológicas diversas que, en un principio, permanecieron contradictoriamente en su interior y posteriormente los llevaron a formar organizaciones más definidas, conforme se cerraba el período y se decantaban las posiciones políticas e ideológicas.

Entre 1918 y 1925 se generó una primera etapa de las vanguardias políticas muy ligada a las vanguardias artísticas, al movimiento estudiantil y a las organizaciones obreras anarquistas y socialistas; estas “primeras vanguardias” estaban inspiradas ideológicamente en el internacionalismo pacifista nacido con el fin de la Primera Guerra Mundial y la reciente revolución Rusa. En esos años lo artístico, lo social y lo político no estuvo claramente diferenciado dentro de sus propuestas, como asimismo no estuvieron claramente definidas orgánicamente entre el activismo propiamente artístico, la propaganda cultural y la crítica política. El medio por cual se expresaron fueron los manifiestos aparecidos casi exclusivamente en revistas culturales y estudiantiles no adscritas al stablishment, entre las que destacó Claridad, órgano oficial de la Federación de Estudiantes y expresión del anarquismo intelectual y estudiantil propio de estas vanguardias (Moraga, 2007; Echeverría, 1993: 72-74.)[5].

Hacia fines de la década de 1920, y una vez derrocado Ibáñez, surgió un nuevo tipo de vanguardia política. El anarquismo obrero e intelectual había sufrido una notoria pérdida de influencia, por la acelerada transformación de la base productiva chilena, que transitó de una economía agrícola y artesanal a una basada en el trabajo industrial y minero. Esto provocó una fuerte disminución de la importancia del trabajo artesanal, una de las bases sociales del movimiento ácrata. Además, el aumento acelerado de la población significó un fuerte desarrollo urbano, que unido al crecimiento del aparato estatal y burocrático, alimentó la rápida expansión de las clases medias y el proletariado industrial. Ayudaron a esa derrota las inconsistencias ideológicas de sus militantes, muchos de los cuales desertaron al ibañizmo, atraídos por sus propuestas funcionalistas de su gobierno que fomentaban la sindicalización legal; con ello cerró su ciclo vital el “sindicalismo libre” o extra legal, que había mantenido una enorme fortaleza durante casi cuatro décadas (Rojas Flores, 1993). A las “segundas vanguardias”, surgidas en la etapa 1931-1932, se unieron ya no solo artistas, estudiantes y líderes obreros, también reconocieron filas empleados, ex militares, masones y viejos dirigentes políticos. Sus fundamentos ideológicos estaban basados en los diversos socialismos de la época, desde el anarquista hasta el socialdemócrata, pasando por corrientes estalinistas, trotskistas, socialcristianas, funcionalistas y corporativistas (Moraga y Araya, 1995; Echeverría: 99-100)[6].

Organizaciones obreras y socialismo en Santiago y Magallanes

Pese a que hasta 1930 jurídicamente era un territorio en proceso de colonización y sus habitantes estaban impedidos de ejercer derechos políticos y ciudadanos, Magallanes fue una de las zonas pioneras en la formación de organizaciones políticas de izquierda. El 20 de diciembre de 1896 un grupo de circenses italianos, provenientes de Buenos Aires y de gira por América del Sur, organizaron, en la carpa del circo Rafetto, una reunión con trabajadores de la zona que culminó con la fundación de la Sociedad Obrera bajo el modelo de las “sociedades en resistencia” de inspiración ácrata. Al año siguiente la organización adoptó el nombre de Unión Obrera y creó el periódico El Obrero, a cargo del italiano José Contardi. Ese mismo 1897 esta sociedad formó el Partido Socialista de Punta Arenas, uno de los primeros en su tipo. El novel partido manifestaba influencias tanto del socialismo libertario o anarquismo como del socialismo de la II Internacional, más ligado a la socialdemocracia. En general sus documentos ideológicos y propagandísticos no hacían grandes distinciones entre estas corrientes y los trabajadores y dirigentes magallánicos las aplicaban eclécticamente; en ellos combinaron un fuerte anticatolicismo, el internacionalismo y la denuncia de corrupción en la entrega de tierras por parte del gobernador, que publicaron en su periódico El Obrero. Ante esto, un escandalizado grupo de vecinos y estancieros levantó una queja ante esa misma autoridad y ésta ordenó la requisición de la imprenta y la ilegalización de facto del nuevo partido. Mientras, en el centro del país un grupo de dirigentes obreros y militantes del Partido Democrático, entre los que estaba los agitadores Magno Espinoza y Alejandro Escobar Carvallo, iniciaron la formación de la Unión Socialista, en diciembre de 1897. Pero la organización fue infiltrada por el gobierno y el Partido Conservador y duramente reprimida por la policía política que entró a su local y apaleó a los nuevos militantes y los dispersándolos, el mismo día de la reunión fundacional del Partido Socialista. Ambos acontecimientos represivos hicieron que el nacimiento de estos partidos, expresión política de sociedades obreras comandadas por líderes de izquierda, se retrasara varios años y solo sobrevivieran las organizaciones que conformaban sus bases sociales (Moraga, 1999: 151-164. Grez Toso, 2007: 29-39). Esta tendencia se rompió parcialmente cuando un grupo de líderes obreros, ex militantes del Partido Democrático, dieron vida al Partido Obrero Socialista en 1912. De todos modos, era patente la necesidad de la formación de un nuevo tipo de organización política que representara mejor a los sectores obreros y populares. 

La estrategia de lucha sindical implementada por los líderes obreros en los primeros años del siglo XX, tanto en la región austral y como escala nacional, sufrió altos y bajos y estuvo marcada por el ensayo y la experimentación y dificultada por los permanentes golpes represivos y hasta matanzas masivas. Influido por las ideologías socialistas y ácratas, el movimiento obrero chileno se radicalizó paulatinamente y ganó experiencia en la  conducción de los trabajadores en una espiral de organización y lucha sindical que, por la ausencia de una legislación laboral, se organizó al margen del Estado nacional. Esta fue la estrategia de asociación laboral histórica del sindicalismo libre, que creó centrales y federaciones obreras que adquirieron mayor presencia hasta que en 1919 Federación Obrera de Chile, FOCH –fundada 10 años antes- fue tomada por los sectores socialistas. Un proceso similar de radicalización vivió la Federación Obrera de Magallanes, FOM, fundada en 1911, que de ser refractaria al anarquismo, se transformó en un símbolo de la organización libertaria (Graz Toso, 2007: 257-262). Paralelamente surgieron otras federaciones que representaban a las tendencias ácratas y libertarias como la sección chilena de la Industrial Workers of the World, IWW, organizada en 1919 y la Federación Obrera Regional de Chile, FORCH.

Había grandes diferencias entre el sistema productivo de las regiones del norte, centro y sur de Chile. En el septentrión desértico predominaba la explotación minera en enclaves; en el centro y sur el trabajo industrial urbano y en el campo se desarrollaba la agricultura tradicional y la ganadería vacuna en haciendas y fundos. En cambio, en la región de Magallanes predominaba la extracción de minerales, la actividad portuaria y, sobre todo, la ganadería bovina que se explotaba en enormes estancias rurales. Mientras en el norte el proletariado minero y portuario era mayoritario, con trabajadores provenientes del campo chileno y de países fronterizos como Bolivia y Perú y proletarizados recientemente; en el centro predominaba socialmente el proletariado industrial urbano y en el campo el campesino y el inquilino; estos últimos estaban sometidos al control del hacendado e imposibilitados para formar de organizaciones que les permitieran luchar por acceder a derechos laborales y sindicales. En el extremo sur, en cambio, gran parte del trabajo rural giraba en torno a la lana y la carne de oveja, que se explotaba industrialmente en instalaciones y frigoríficos; por ello el tipo de trabajador dominante era el obrero rural, muchos de ellos, migrantes europeos de reciente arribo, pero también había una gran cantidad de trabajadores urbanos con distintas especializaciones. Esto constituía una gran diferencia ya que este tipo de trabajador, estaba posibilitado de agremiarse y algunos de ellos tenían una vasta experiencia de lucha sindical fraguada en la Europa industrializada.

Luego de su fundación y de algunas conquistas laborales en sus primeros años de vida, la FOM encabezó un segundo ciclo de lucha esta vez mucho más radical. El 23 de enero de 1919, en la ciudad de Puerto Natales estalló una huelga en el frigorífico homónimo y el Bories; la movilización terminó con saqueos, incendios y un enfrentamiento armado entre policías y obreros de la FOM y una veintena de muertos. El suceso, conocido como la “comuna de Puerto Natales”, fue el antecedente de otro violento acontecimiento del año siguiente en Punta Arenas (Vega Delgado, 1996: 107-153). En esta última ciudad el año 1920 se inició con tres huelgas sucesivas y una espiral reivindicativa que se hizo imparable para los patrones magallánicos hasta que fue detenida a sangre y fuego: la noche del 29 de julio, tropas del gobierno y guardias blancas organizadas por los estancieros, asaltaron el local de la FOM. El golpe represivo dejó tres obreros y un soldado, muertos y 29 trabajadores detenidos y, al igual que en 1897, la organización prácticamente despareció de la región (Vega Delgado: 203 y 204, y Piado, 1996). Mientras, en la capital del país, sectores conservadores del gobierno con el fin de acallar una escalada similar y detener el inminente triunfo de Alessandri en las elecciones presidenciales, propagaron noticias alarmistas respecto de un posible conflicto armado con el Perú; además, impulsaron un “proceso contra los subversivos”, que reprimió y encarceló por meses a los obreros de la IWW y a los líderes de la Federación de Estudiantes de Chile (Moraga, 2007: 256-258).

La primera vanguardia: el Partido Socialista Marxista 

El gobierno de Ibáñez y la conducción que éste impuso al Estado, contribuyó a la derrota estratégica del movimiento obrero anarquista y del modelo de sindicalismo libre éstos impulsaban. La imposición de la legislación sindical no se hizo sin represión y encarcelamiento de los líderes sindicales, cierre de sus sedes y clausura de sus periódicos. Ésta se produjo en un momento de pleno desarrollo de la crisis interna que afectaba a las organizaciones obreras de izquierda, tanto comunistas como anarquistas que, además, se dividieron frente al avance populista del ibañizmo. La represión no fue óbice para que muchos líderes obreros, intelectuales y ex dirigentes estudiantiles desertaran de las filas libertarias y entraran al gobierno. Esta situación hizo posible que hacia fines de la década se produjera un espacio en el universo político que permitió la reaparición de diversos grupos antioligárquicos, los que sólo se unían por su crítica al dogmatismo y sectarismo comunista y algunas ideas todavía no consolidadas sobre el papel más activo que el Estado debía tener en la economía y la regulación de los conflictos laborales. Estas organizaciones, ideológica y socialmente más heterogéneas que las del período anterior, permitieron dentro de sí una amplia gama de posturas y planteamientos que iban desde un socialismo de Estado de tipo corporativista, y por lo tanto cercano al fascismo, hasta expresiones revolucionarias, pasando por los que sostenían posiciones socialdemócratas (Véase: Scully, 1992: 86; Partido Comunista (trostkista), 1932: 81).

La aparición de organizaciones socialistas durante la coyuntura 1931-1933, estuvo caracterizada por cambios políticos sucedidos con extraordinaria rapidez. Los historiadores que han investigado el tema lo bautizaron como “izquierdización de la política o izquierdización del electorado”; y trabajaron más el aspecto electoral sin dar importancia a la aparición de los nuevos grupos surgidos en aquellos años (Drake, 1995: 69-72 y 81-113, Scully, 1992: 79.). Pero el proceso era de larga gestación, ya desde 1920 había una clara tendencia que no solo se expresaba en las preferencias que los pocos votantes marcaban en sus papeletas, sino también en la actitud de la sociedad ante el predominio oligárquico. Desde ese año el nivel de participación política había experimentado un alza: hacia 1930, el número de ciudadanos con derechos políticos había aumentado en un 16%, pese a la supresión global de la inscripción electoral impuesta en los últimos decenios; asimismo, el número de votantes en 1932 fue el doble que en la reñida elección de 1920. Pero en la década de 1930 se produjo, además, un profundo quiebre y giro hacia la izquierda que permitió incluso un aumento de la importancia electoral de pequeños grupos y de candidatos independientes (Drake, 1995: 69-72 y 81-113).

Toda esta situación estaba impulsada por la crisis económica de 1929, que en Chile repercutió a partir del año siguiente. Esto no sólo produjo la pauperización de nuevos sectores sociales, especialmente grupos medios, también, tuvo efectos profundos en el imaginario social colectivo. No solo en Chile, sino también en Europa, para muchos se cumplía la “profecía” hecha por Marx y Engels en El Manifiesto comunista, de que el capitalismo llevaba inscrito, dentro de sí, el germen su propia destrucción y que ahora sobrevendría la “lucha final” (Mariátegui, 1978: 23-27). Así, caído Ibáñez, se creyó que había llegado la crisis terminal y que ahora, por inercia histórica, sobrevendría inevitablemente el socialismo:
El capitalismo cuyas crisis mundiales y parciales, frecuentes, periódicas, han tenido la rara virtud de poner en claro su débil y enfermiza estructura, ensayará todavía el empleo de nuevos desesperados recursos (tales como el de la dictadura militar que acaba de caer) para ocultar a las masas su avance creciente hacia el ocaso definitivo (Partido Socialista, 9 de septiembre de 1931: 2, en: Devés y Díaz, 1987: 158)[7].
El Partido Socialista Marxista, fundado en Santiago el 4 de agosto de 1931, fue la primera vanguardia en organizarse y reivindicar el socialismo. Entre sus fundadores destacaban dirigentes de sindicatos y gremios de clase media baja, como Ramón Alzamora Ríos, proveniente de la Unión de Empleados de Chile, UECH, y Eleodoro Domínguez, de la Asociación General de Profesores, AGP (Délano, 2004: 44)[8]; ambos habían fundado la Unión Social Republicana de Asalariados de Chile, USRACH, en 1926. También estaban Federico Klein Reidel, ex militante de Avance y de la filoanarquista Acción Revolucionaria Socialista, ARS, quien se convertiría en ideólogo del Partido Socialista Marxista; ex anarco-sindicalistas como Gerardo López y David Uribe; y el arquitecto Jorge Neut Latour, abogado laboral en 1921 y proveniente de la filotrotskista Izquierda Comunista y que había militado en el anarquismo intelectual que se articulaba en torno a la citada Claridad  (Moraga, 2007: 482-483)[9].

Pese a esta militancia de origen variado, el Partido Socialista Marxista profesaba un socialismo revolucionario, aceptaba el método marxista como válido para la interpretación de la realidad y de la situación revolucionaria, declaraba que sus principios divergían “totalmente de todos los otros partidos, menos del comunista”; rechazaba la “democracia burguesa” a la que oponía una “democracia sin capitalistas”, que implicaba excluir de ésta a todos aquellos que no provenían de las “clases productivas”. Propugnaba un cambio cualitativo: había que “hacer hombres nuevos para una política nueva” y luchar contra el capitalismo cubriendo todos los frentes, creando, para eso una cultura propia:
Ya no es el socialismo ese monstruo con que se espanta a los ciudadanos timoratos, sino que es un fertilísimo campo del pensamiento y de la actividad político-social contemporáneos, en el que piensa, la juventud estudiantil, las masas obreras y los intelectuales, sembrar y cosechar los más hermosos frutos para el progreso y la felicidad humanas [10].
La membrecía del nuevo partido se extendió por los gremios obreros santiaguinos de los cuales el más poderoso fue el de la maestranza de San Bernardo[11]. Tenía también militantes en Valparaíso, donde editaba el periódico La Verdad, y en San Felipe administraba Agitación. En éste último, en julio de 1931, aprovechando la efervescencia por la caída de Ibáñez, publicó un listado con dieciocho “conquistas inmediatas”. Entre ellas destacaban, en lo económico, la reforma agraria para paliar el problema del desempleo, el salario mínimo, la nacionalización de la industria y de los recursos naturales; en lo social planteaba una moratoria general al pago de los arriendos, la igualdad de los derechos civiles y políticos para la mujer y el establecimiento del divorcio con disolución de vínculo. Destacaba la demanda de democratización y socialización de la enseñanza pública, que era inconfundiblemente un aporte de los profesores que componían la organización. Para esto se hacía necesario un viejo anhelo del gremio, ya que: “Entrega de la fundación educacional a las organizaciones magisteriales, dando la debida injerencia en el estudio de los problemas educacionales y en la dirección de las escuelas a los delegados de los estudiantes”[12]. Probablemente influenciados aún por el legado del pacifismo de la posguerra planteaban ideales como la:
Supresión progresiva de las fuerzas de mar y tierra. Supresión de todo crédito de guerra. Disolución del Cuerpo de Carabineros y su reemplazo por una “Policía de Orden”. Clausura inmediata de las escuelas Militares y Navales. Luchará al mismo tiempo por que se establezcan iguales conquistas en los demás países (Devés y Díaz, 1987: 157).
Entre los diversos grupos  y sus variados tipos de orgánica, los socialistas marxistas tuvieron una organización típicamente leninista. Su estructura celular hacía que el poder de decisión no descansará en la asamblea, como muchas organizaciones de la época, sino en la dirección del partido. Sin embargo, en su programa mostraban una gran flexibilidad y sensibilidad hacia nuevos temas: cultura, feminismo, igualdad en derechos políticos, divorcio, aparecían junto a las tradicionales reivindicaciones políticas y económicas.

La República Socialista y el renacimiento del Socialismo en Magallanes

La pauperización no fue menor en la región de Magallanes que en el resto del país durante 1931, situación que reflejó la prensa de la zona. Para colmo, una de las principales entradas de la región, la lana, bajó sus precios en los mercados de Londres entre un 7,5 y un 10 % con respecto del año anterior. Algunas medidas implementadas por el gobierno para paliar el desempleo y la hambruna fueron instalar una caja de auxilios para los cesantes y las familias menesterosas[13].

Una vez ahogada en sangre la organización de los obreros magallánicos, el movimiento socialista se sumergió por más de un decenio hasta que resurgió en junio de 1932 ante la convocatoria que hiciera la República Socialista. Esta efímera “república” fue producto de una conspiración que instauró un gobierno cuya única base doctrinaria para aglutinar a militares, civiles socialistas, masones y ex ibañiztas, era la necesidad que el Estado tomara un rol activo en la economía que pusiera fin a la crisis social y política. En ésta destacaron personajes tan disímiles como curiosos, entre los que se contaba Marmaduque Grove Vallejos, coronel del ejército y ex líder de varios movimientos militares antioligárquicos desde 1924; los ex presidentes anarquistas de la Federación de Estudiantes de 1922: Eugenio González y Oscar Schnake; Carlos Dávila, colaborador del gobierno de Ibáñez, vinculado al fascismo; Eugenio Matte Hurtado, flamante líder socialista y Gran Maestre de la masonería, proveniente de una conspicua familia santiaguina y oficiales del ejército, especialmente de la Guarnición de Santiago (Charlín, 1971; Dinamarca, 1986; Góngora, 1990; Ulianova y Riquelme , 2009)[14].

Este curioso y sorpresivo golpe de Estado provocó que las fuerzas sociales constreñidas por la dictadura de Ibáñez explotaran en un gran movimiento político que abarcó la totalidad del país. Si bien la existencia de este gobierno duró sólo doce días, sus efectos siguieron alimentando las utopías sociales por mucho tiempo, hasta convertirse en el mito fundacional del futuro Partido Socialista (Moraga y Araya, 1995: 75-82 y 191-192).

En Punta Arenas, algunos militantes comunistas habían formado el Grupo Avance. Este era un grupo vanguardista, proveniente del movimiento estudiantil, que surgió en los primeros meses de 1931 en la Universidad de Chile. Al principio aglutinó a todos los estudiantes de izquierda, pero a mediados de 1932 se desgajó un grupo que manifestaba afinidades socialistas; posteriormente, la división del comunismo entre estalinistas y trotskistas, hizo que éstos salieran para formar otro grupo llamado precisamente Vanguardia. Con estas divisiones el Partido Comunista se adueñó del nombre y lo redujo a un grupo que operaba con más libertad, ante la fuerte represión que en esta época había hacia las fuerzas de izquierda, destinado a captar para las filas comunistas a independientes provenientes de las clases medias (Moraga, 2007: 539-551). En la región Avance manifestaba su intención de aglutinar a obreros y empleados que compartieran las ideas del socialismo de Estado. En otro plano, desde principios de año, se editaba un periódico izquierdista, El Austral, dirigido por el contador Carlos Triviño Ruiz. En enero de 1932 el tabloide informaba sobre el viaje de una delegación obrera al norte del país para informar al presidente Montero sobre la difícil situación de los trabajadores de la región; también dedicó una editorial a la creación en Punta Arenas de la Asociación Izquierdista de Magallanes, organismo probablemente de tendencia alessandrista que al parecer no prosperó[15].

La ola prerrevolucionaria que desató la República Socialista en sus breves doce días, aceleró el activismo social y sindical y la reorganización de grupos políticos, asimismo emergieron nuevas fuerzas que permanecían ocultas o en la semiclandestinidad. Alrededor del 5 de junio dos reuniones de profesionales y obreros se celebraron simultáneamente en Punta Arenas; los primeros sacaron un voto favorable al accionar de los osados golpistas santiaguinos, pero dejaron claro que rechazaban la entronización de los militares. Mientras, la organización obrera Unión de Asalariados no llegó a un acuerdo y dejó la solución a una asamblea pública que celebró al otro día junto a la Legión Cívica. En esta reunión los asalariados refrendaron su principio de apoliticismo y los civilistas agregaron propuestas regionalistas a las reivindicaciones planteadas. La razón de esta situación se debe a que ambas agrupaciones eran de carácter ibañizta. El Grupo Avance, que asistió al acto, rechazó las resoluciones, y llamó a los obreros a desoírlas, pero al parecer no tuvo éxito y fue rechazada por los asalariados asistentes al acto[16].

Mientras en Santiago, pese al creciente apoyo popular, otro golpe de fuerza al interior de la propia “República”, impulsado por ibañiztas y militares, sacó a los socialistas y a Grove del gobierno y los relegó a Juan Fernández. Carlos Dávila instauró una nueva dictadura apoyado por los uniformados, quienes, después de varios meses, lo destituyeron para quedarse solos en el gobierno. La apertura política que se produjo pese a la caída de Grove y los socialistas, originó en Magallanes dos tendencias que culminaron en la formación de organizaciones políticas que gravitarían largo tiempo. Una corriente de derecha; que aglutinó a los partidarios de Ibáñez, formaría el Partido Regionalista (Martinic, 1992: 1070)[17]. Mientras, la corriente de izquierda, fomentada por la República Socialista hizo que, a falta de otros referentes, el PSM fuera un foco de confluencia de todas esas fuerzas.

Pese a la represión que ejerció la dictadura davilista, ésta parece no haber alcanzado la austral región y el socialismo resurgió tanto en el resto del país, como en Punta Arenas. El 4 de julio de 1932 un grupo de obreros, empleados y profesores fundó el Partido Socialista de Magallanes; para ello se reunieron en la imprenta de El Magallanes Salvador Sackel, J. Díaz Garay, Francisco Freire, Ramón Felium, José Segundo Ojeda Pérez, Julio Silva, Ernesto Villarroel, Nemesio Rodríguez, José de L. Aguero y Agustín Barrientos (Moraga y Araya, 1995: 158-184. Cfr. Martinic, , 1992, II: 1073 y 1074)[18]. Habían sido convocados por Manuel Saldívar, quien recibiera una invitación del Partido Radical Socialista para formar una filial de éste, sin embargo: “Después de deliberar el cda. Julio Silva se pronunció por la formación de un Partido Obrero de Ideología Socialista. […] Se acordó solicitar a los Partidos Socialistas de Argentina y España sus programas” (Muga Escobar, 1992)[19].

Así quedó formado el Partido Socialista de Magallanes. Posteriormente Sackel invitó a un nuevo socio a la agrupación: Luis Requena Aizcorbe, ciudadano argentino que había pasado una temporada en España, de donde provenía su familia. En la península había conocido los postulados del socialismo sin llegar a militar:

Allá, pese al ambiente intelectual y político no me hice militante socialista, eso no se estilaba todavía [...] pero asistí a las conferencias. Recuerdo haber escuchado a Savorit y a Largo Caballero que eran los que estaban en la zona de Alicante, Murcia, Valencia. Así me adoctriné. [...] Cuando llegué acá asistí a la apertura después de Ibáñez. Me quedaban las amistades escolares. De la fundación del partido me enteré por el diario, pues eran un grupo de amigos que se juntaron. Al saber la noticia fui y me incorporé inmediatamente[20].

El nuevo miembro, quien se integró como secretario, aportó con los programas que requería la naciente agrupación puntarenense. La directiva quedó compuesta de la siguiente manera: Presidente, Julio Silva Bonneau; primer vicepresidente Ismael Low; vicepresidente, Ulises Gallardo; secretario de prensa, Salvador Sackel; de correspondencia, Luis Requena; de actas, Nemesio Rodríguez; tesorero, Manuel Saldívar; pro tesorero Francisco Freire; bibliotecario, Manuel Andrade; directores. Ramón Felium Andaur, Ernesto Villarroel. J. Díaz Garay, Juan Aguilar, José Alvarez y Juan Ulloa[21].

Inmediatamente fundado el partido, el director de El Austral hizo gestiones para que su tabloide fuera el órgano oficial de la nueva organización, pero fueron rechazadas[22]. El Partido Socialista de Magallanes admitió militantes “sin distinción de nacionalidad ni sexo”; los extranjeros podían integrarla luego de seis meses de permanencia en la región. Las mujeres podían adherirse desde los dieciocho años, en igualdad de derechos y condiciones, pese a no gozar de derechos políticos ante la legislación chilena. Para luchar por estas reivindicaciones tenían una sección femenina que abogaba por la igualdad de salarios y condiciones. Además presentaron una carta al intendente regional –en su calidad de representante del gobierno central- a nombre de los cincuenta mil habitantes de la región y preconizaba por obtener los derechos políticos que les permitieran elegir sus representantes y autoridades[23]. El nuevo partido trató de expandirse a los núcleos de trabajadores de Porvenir y Puerto Natales y redactó su Declaración de principios.

A la fundación concurrieron también militantes comunistas sin orgánica, radicales, masones, demócratas y ex anarquistas. Estos últimos serían los que, unidos a los nuevos socialistas, formarían el núcleo central del nuevo socialismo local. El principal dirigente socialista, Julio Silva Bonneau, provenía de la masonería local, pero fue separado de ella pues la logia puntarenense apoyó mayoritariamente al movimiento regionalista. Los comunistas, que eran pocos y estaban dispersos, se unieron al nuevo partido y permanecieron en él durante varios años, tratando de efectuar un trabajo encubierto para posteriormente sacar dividendos. Pero la estratagema fue descubierta y debieron abandonar la organización algún tiempo después:

Realmente fueron leales y reconocieron la directiva socialista. En esa época yo dirigía el partido [...]. Pasó el tiempo, el Partido Comunista se sintió más seguro y decidió organizarse en forma independiente, previa visita de alguno de sus dirigentes. Me acuerdo de uno de apellido Cartagena, estuvimos conversando y después desarrollaron una larga negociación en la que Francisco Ramos era el jefe de ellos. Pero aún no estaba todo terminado, después de muchas conversaciones los convencí que retiraran todos sus militantes pues siempre querían dejar una célula. Como en Punta Arenas nos conocemos todos, tuvieron que irse[24].

La escasa presencia comunista pudo deberse a que este partido interpretó erróneamente la composición social de la región. La lectura que hizo fue que presentaba una ausencia significativa de proletariado industrial, donde predominaba obrero agrícola que se desempeñaba en los frigoríficos. Como en la ortodoxia doctrinaria del comunismo de la época sólo los obreros industriales eran la vanguardia del proletariado, la zona no presentaba verdaderas posibilidades de triunfo para la revolución[25].

Pocas semanas después desde Santiago y a través de Nemesio Rodríguez, los socialistas marxistas hicieron llegar a la organización regional su “Programa Mínimo” y su “Declaración de Principios” que publicaron en El Magallanes. El 26 de agosto de ese año, luego de un “largo debate” los socialistas magallánicos oficializaron su incorporación al Partido Socialista Marxista, fundado un año antes. Entre las propuestas destacan algunas que aún mantienen vigencia, como el “reconocimiento de la igualdad de sexos en los salarios. Al igual trabajo igual remuneración”; y la “Liberación económica y protección social al indio. Creación de Escuelas Agrícolas y Escuelas Talleres en las reducciones indígenas”; el “divorcio con disolución de vínculo” y un legado que permaneció en el futuro Partido Socialista de Chile, el que aceptaba: “como método de interpretación de la realidad el Marxismo, enriquecido y rectificado con todos los aportes científicos y revolucionarios del constante devenir social”[26].

Con su fusión con el partido santiaguino, los magallánicos se unieron a una organización pequeña pero de carácter nacional; la dirección partidaria local se transformó en un secretariado regional[27]. La pronta coyuntura electoral les permitió proyectarse:

Enseguida comenzó la preparación de la campaña electoral de 1932 de las elecciones que se celebraban en marzo del año 1933. El Partido llevó como candidato a diputado al compañero presidente Julio Silva Bonneau, en su reemplazo se designó al secretario de correspondencia y actas, Luis Requena Aizcorbe como nuevo secretario general: en reemplazo de este último se designó a Ernesto Villarroel en su puesto[28].

La base doctrinaria de la flamante organización era ese multiforme socialismo del Chile de principios de los años treinta que, como hemos visto, admitía diferencias incluso ideológicas. Esto no pasó inadvertido para los comunistas quienes, desde Santiago, se encargaron de denunciarlo:
Existe también un Partido Socialista, cuyos componentes, como en el resto del país, están desorientados con respecto a la evolución de la historia y los deberes de un partido revolucionario. Quedan aún fuertes resabios anarquistas del año 1919, época de lucha de los obreros de Magallanes, y son precisamente estos anarquistas los jefecillos de los sindicatos hoy día[29].
Pese al sectarismo que caracterizó la política del Partido Comunista de esos años, la actitud que mantuvieron es explicable (Barnard, 1983: 34)[30]. Bajo la dictadura de Ibáñez la mayoría de los ácratas chilenos tuvieron curiosas evoluciones políticas. Tanto algunos intelectuales como obreros anarquistas apoyaron en un principio la convocatoria funcionalista o corporativista que se ocultaba bajo el populismo autoritario del gobierno, atraídos fundamentalmente por el programa reformista y el discurso anti oligárquico del militar. A medida que el régimen entró en crisis, abandonaron el proyecto gobiernista y se pasaron a la oposición. Muy pocos se mantuvieron al margen y, como es natural, los que así lo hicieron, y los anteriores, sufrieron persecuciones y encarcelamientos (Rojas Flores, 1993).

Pronto las aspiraciones políticas del nuevo partido se vieron satisfechas. El 28 de agosto de 1932 celebraron una gran asamblea en el teatro Politeama; a la reunión, la primera desde que la región obtuviera derechos políticos, asistieron “centenares de obreros y empleados”. Al terminar la asamblea muchos firmaron los registros de la organización[31].

Desde ese momento las actividades del pequeño grupo se multiplicaron. Organizaron conferencias doctrinarias en la Radio Magallanes, que estaban destinadas a llegar a los obreros de Puerto Natales, Porvenir y el campo. Salvador Sackel fue el encargado de los programas radiales e intervino además exponiendo en la prensa el pensamiento del grupo respecto a las características que debía tener un diputado de la región. También reclamaron un cupo exclusivo en la cámara baja, pues las recientes disposiciones gubernamentales les otorgaban un diputado compartido con la región de Aisén[32] . Una vez formado su Consejo Ejecutivo Regional, se organizó una asamblea que reunió a unos cien asistentes y organizaron múltiples veladas artísticas, en las que incluían obras de teatro, para lo cual contaban con un grupo dramático de nombre “Nirvana”. Sus esfuerzos se vieron coronados cuando se unió la primera mujer a la organización. Se trataba de la dirigente de organizaciones deportivas y artísticas Rosa del T. Amarante.

Luis Requena, que a la sazón contaba con sólo veintitrés años, se convirtió en uno de los ideólogos del partido, por su preparación en materias económicas y su conocimiento del socialismo español. Incursionó con relativo éxito en las columnas de El Magallanes donde publicó varios artículos doctrinarios: “Moral socialista”, 1° de julio de 1932; “Táctica socialista, política y sindical”, 16 de julio de 1932. Pero semejante osadía juvenil no pasó inadvertida para un veterano militante anarquista, avezado en lides y disputas retóricas e ideológicas. En un artículo titulado “Saber es lo primero” (19 de julio), firmado con el seudónimo de “chilote”, contestó al joven su artículo del 16 de julio, acusándolo de poco manejo doctrinario. Requena no se hizo esperar y respondió con otro sugerente título “...Y no argumentar en falso, lo segundo” (21 y 22 de julio). A lo que el ácrata respondió a su vez: “Y no emborrachar la perdiz lo último” (26 de julio):
Me puse a discutir por medio de la prensa con un anarquista de apellido Retamal. Tenía una gran experiencia en polémicas y me tiró unos anzuelos. Yo, sin experiencia en controversias periodísticas, contesté y pisé el palito. Cuando vino su respuesta me pegó un buen samarrón y ahí terminó la polémica[34].
Con este último el joven decidió no seguir los intercambios. Había sido una disputa entre dos representantes del socialismo, el de uno que se negaba a morir y que tenía como ventaja una gran experiencia tanto práctica como ideológica, y el de otro, más moderno, que contaba con la novedad de poder ofrecer una explicación y una salida a la “crisis terminal del capitalismo”[35]. En “Táctica socialista, política y sindical” Requena analizó las orientaciones políticas e ideológicas del Partido Obrero Socialista Español, PSOE a lo largo de los últimos 30 años que, pese a ser republicano, a inicios del siglo había colaborado con la monarquía, pero durante la dictadura de Primo de Rivera apoyó su disolución y la formación de la República. Además, explicaba la política contra la burguesía de “guerra constante y ruda” y la táctica sindical que había obtenido excelentes resultados en la Unión General de Trabajadores en contraste con el cada vez menor apoyo que recibía la anarquista Confederación Nacional del Trabajo[36]. En septiembre la agrupación formó su departamento provincial, en su directiva integró a nuevos militantes en cargos de responsabilidad[37].

Mientras tanto en Santiago las diversas vanguardias socialistas, aprovecharon la derrota del régimen Dávila propinada por los militares, decidieron cambiar su estrategia y ocupar el vacío de conducción política en el país. Ante el acuerdo de las distintas fuerzas políticas de efectuar elecciones generales en octubre; decidieron enfrentarlas unidas para lo cual formaron el Frente Único Socialista, FUS, que agrupó en un pacto electoral a la Nueva Acción Pública, NAP; la Orden Socialista, OS; la Acción Revolucionaria Socialista, ARS; al Partido Socialista Unificado, PSU y al Partido Socialista Marxista, PSM. El cambio fue exitoso, en la elección presidencial del 30 de octubre de 1932, los socialistas se transformaron en la segunda fuerza electoral del país: el líder de la NAP, Marmaduque Grove, obtuvo 60.000 votos y el FUS dos senadores y dos diputados[38].

En el sur, el cénit organizativo llegó cuando el flamante partido fundó su propio periódico, El Socialista, de cuatro páginas tamaño tabloide, salió a la luz el 20 de mayo de 1933. La administración estaba en el N° 764 de la calle Ecuatoriana y cumplía las funciones tan necesarias de adoctrinamiento y combate:
No sólo como un órgano de divulgación de las doctrinas socialistas, sino que también decidido a combatir por el bienestar de las clases proletarias cuyos intereses no han sido jamás defendidos por la llamada prensa seria, puesta invariablemente al servicio del capital[39].
A partir del segundo número salió como “Órgano del Partido Socialista de Chile” Entre sus artículos destacan unos contra las Milicias Republicanas y el diputado regionalista Manuel Chaparro Ruminot, que había sido intendente del gobierno de Ibáñez (número 5). El más llamativo fue un proyecto de socialización de la tierra que apareció en el número 7, -que fue el último en editarse- salió a la calle el 6 de octubre de 1933[40]. En este medio puede verse también la radicalización ideológica cuando atacaron al socialismo “evolucionista”, propio del radicalismo y al nacionalsocialismo alemán:
En mayo de 1933 fuimos notificados que desde la fecha de fundación del Partido Socialista nosotros formábamos parte de este conglomerado de partidos fusionados. Se acordó la fusión siempre y cuando el Partido Socialista fuese revolucionario, rechazando todo ingreso al sistema evolucionista. Afortunadamente esta tradición ha seguido desde su fundación, es decir, pretende un cambio completo de las estructuras económicas y sociales del país[41].
Luego de esto, los socialistas puntarenenses se dedicaron a organizar el partido a escala regional y extenderse a Puerto Natales y las estancias ganaderas.

Vanguardias y anarquismo en Puerto Natales

Durante los primeros años de la década, en Puerto Natales surgieron pequeños grupos que se identificaban con el socialismo antes de constituirse orgánicamente como partido. La base social del futuro partido fueron los trabajadores de campo y los profesores, pero éstos lideraron el proceso organizativo desde mediados de septiembre de 1932, a cuya cabeza estaban Julio Silva B. y José Vidal. Este último presidió la reunión que eligió un directorio provisional el que rápidamente imprimió volantes de propaganda, abrió un registro para inscribir militantes y estableció comunicaciones con la Central Ejecutiva Provincial de Punta Arenas (Cid Rogel, 1995: 167). El 3 de octubre de 1932 realizaron una asamblea masiva en el teatro Palace; el discurso central del acto estuvo a cargo de Silva quien intervino con una extensa declamación en la que abordó los problemas sociales y económicos del momento y la necesidad de organización de los “obreros manuales e intelectuales”[42]. Luego tomaron la palabra Juan Efraín Ojeda, Bernardino Pérez, Domingo Gutiérrez, Florindo Zúñiga, José Segundo Ulloa y Eugenio Tortetolio. Además se leyó el programa del Partido Socialista y se ratificó la directiva, el presidente en ejercicio asumió como secretario general.

Una vez legalizada la inscripción, se dio curso a las tareas de organización entre las que destacó la constitución de una sección femenina, que fue debatida por el directorio el 3 de febrero de 1933. De esta forma quedó constituido un comité organizador compuesto por: María Vásquez, presidenta; Laura Ampuero, secretaria; las señoras Bengoa y Eugenia de Acosta, y las señoritas Bastías, Melia Sánchez, Olga Rogel e Isabel Bengoa. Este comité declaraba posteriormente que su campaña había resultado exitosa, pues contaban con 85 afiliadas[43]. En la misma asamblea se aprobó la “Declaración de Principios del Partido Socialista de Chile”, como propia de la organización regional. Sin embargo, el acuerdo, ratificado tres días después en una reunión extraordinaria del directorio, dejó explícito un alejamiento entre natalinos y puntarenenses. El malentendido surgió porque los últimos querían reformar los estatutos, lo que no aceptaron los socialistas natalinos (Cid Rogel, 1995: 167). Empero, el problema tenía raíces más profundas que radicaban en la gran diferencia en la conformación social e ideológica entre los socialistas de Punta Arenas y Puerto Natales. En la primera ciudad, el partido estuvo compuesto y dirigido fundamentalmente por elementos provenientes de la clase media: profesionales, empleados y profesores. Esto por el carácter más urbano de esta sociedad donde las nuevas doctrinas socialistas penetraron rápidamente. En Puerto Natales en cambio, con menos población y de características más rurales, el socialismo fue constituido mayoritariamente por obreros de campo. Acá primó ideológicamente el anarquismo, que se resistió a disolver sus postulados en el, ahora dominante, socialismo marxista de la década de 1930.

En Punta Arenas los socialistas aceptaron la ley 4054 de sindicalización impuesta por el ibañizmo y consumada durante el segundo gobierno de Alessandri, aunque plantearon modificaciones. En Puerto Natales, en cambio, rechazaron este “sindicalismo legal”, al que antepusieron el “sindicalismo libre” o extra legal. Nuevamente, esta actitud se debió a que en la provincia el anarquismo aun era fuerte y sus postulados pervivieron por algún tiempo, tanto fuera como dentro del Partido Socialista de Puerto Natales[44]. Solo hacia 1937, cuando el Frente Popular logró articularse en la región, el anarquismo perdió influencia en el mundo obrero local. Es más, los ácratas fueron rechazados por la mayoría de los integrantes del Sindicato de Campo y Frigorífico de Natales, cuya directiva probablemente tenía mayoría socialista. Entre los repudiados estaba nada menos que el mítico agitador argentino Antonio Soto Canalejo, el “Gallego Soto”, antiguo líder anarquista sobreviviente de las huelgas rurales de 1921 y 1922 y de la posterior represión y matanza en la Patagonia argentina quien, refugiado en territorio chileno, había actuado como asesor del sindicato (Cid Rogel, 1997)[45].

Finalmente el desacuerdo entre socialistas natalinos y puntarenenses, tuvo un arreglo para salvar esta incómoda diferencia; cada vez que había que negociar colectivamente, las conversaciones con las organizaciones patronales se establecían a través del partido de Punta Arenas, mientras que los sindicalistas de Puerto Natales se limitaban a aprobar o rechazar los acuerdos[46].

El primer congreso nacional del Partido Socialista de Chile se efectuó en octubre de 1933. En este se debatieron la “Declaración de principios”, el “Programa” y los “Estatutos”. Al Partido Socialista Marxista de Puerto Natales le correspondía enviar un delegado, que no pudo asistir por problemas económicos. Frente a este inconveniente se acordó enviar una comunicación radial a César Godoy Urrutia –dirigente del gremio de los profesores filo anarquista- o a algún otro que éste designara para que representara a los socialistas natalinos. Las conexiones que aún tenían estos socialistas australes, cultivadas por un pasado común anarquista y el grado de confianza desarrollado, los llevó a delegar su representación en este conocido dirigente y no en la dirección regional de Punta Arenas (Godoy Urrutia, 1982: 61-64; Cruz-Coke, 1984)[47]. Pese a las diferencias, los socialistas magallánicos en su conjunto, estuvieron plenamente incorporados al Partido Socialista de Chile a partir del 11 de noviembre de 1933.

En 1935, el Partido Socialista en Puerto Natales dio vida al periódico El Socialista; de pequeñas proporciones, funcionaba en la calle O'Higgins, sede de la seccional de la ciudad y alcanzó a editar once números. En este medio hubo dos sectores que destacaron por su participación: los jóvenes y las mujeres. Este mismo año el partido reestructuró su orgánica juvenil, la Federación Juvenil Socialista de Chile, FJSC; como secretario general se designó al conocido Juan Efraín Ojeda; secretarios de actas y correspondencia fueron Lautaro Gómez y Guillermo Barría C; los cargos de asesores fueron ocupados por Raúl Alvarado y Juan Melgarejo[48]. La composición de la dirección, formada por dirigentes adultos, hace pensar en que el partido controlaba a la sección juvenil. Por otra parte, en los artículos publicados en El Socialista, la FJSC llamó a los obreros de campo a luchar por la organización sindical y fue notoria la ausencia de temas específicamente juveniles. Lo anterior se pudo deber a que los jóvenes de la región ingresaban tempranamente al mundo laboral y la presencia de estudiantes era nula por la falta de instituciones de educación superior. La sección femenina de El Socialista, que publicó algunos artículos sobre el tema, era firmada por una columnista con el seudónimo de “Estrella Roja”; sin embargo, el periódico tampoco tuvo una política específica hacia el mundo femenino. Probablemente por las mismas razones anteriores: el peso del sector obrero y la ideología de la época hacían sobrevalorar los temas proletarios por sobre los de otros sectores.

En las elecciones municipales de abril de 1935 presentaron cuatro candidatos, entre ellos una mujer. Las tres primeras mayorías regionales fueron socialistas de esa ciudad y conquistaron el municipio con José R. Muñoz como alcalde[49]. El Partido Socialista de Chile logró un profundo arraigo en la provincia. Esto se tradujo en un gran poder electoral a lo largo de los años y en la consolidación de liderazgos políticos locales.

Conclusiones

Hemos analizado dos organizaciones que fueron parte de un proceso de rápida politización de la sociedad chilena y que surgieron en dos regiones distintas de Chile durante la fase 1931-1935. Las hemos llamado vanguardias políticas porque, como otras organizaciones de esa época, asumió una actitud vanguardista respecto de la política y de la sociedad y ello lo expresó no solo ideológica sino también políticamente. El vanguardismo, que en la etapa 1918-1925 había tenido un carácter fundamentalmente anarquista, cambió en la coyuntura 1931-1935. Esa primera etapa correspondió al período previo caracterizado por el desarrollo de un movimiento socialista en una sociedad que recién comenzaba a modernizarse y donde el capitalismo de expandía. A partir de 1927, este proceso se aceleró considerablemente, lo que produjo una serie de cambios que tuvieron como resultado la formación del sistema de partidos que operó entre 1932 y 1973. La fortaleza y masividad de la convocatoria que aglutinó a la izquierda no se hubiese producido sin que las vanguardias artísticas no hubieran aportado en el plano de la cultura a las vanguardias políticas. 

La primera etapa de las vanguardias políticas se caracterizó ideológicamente por un predominio del anarquismo, que en la década de 1930 evolucionó hacia un marxismo heterodoxo tanto en el centro del país, como en Magallanes. Este cambio estuvo determinado por las características sociales, económicas y culturales de cada región, pero, sobre todo, por la adopción del marxismo como ideología para la interpretación de la realidad. En el centro, estuvo relacionado con la evolución política e ideológica que un grupo de profesores y profesionales hizo a lo largo de la década de 1920, quienes contaban con experiencia de dirección social y política forjada en la UECH, la AGP y la USRACH y en la administración del Estado durante la dictadura de Ibáñez. Los socialistas de Punta Arenas venían de la masonería y de organizaciones de empleados y profesores, y pese a su formación ideológica proveniente del anarquismo local y del socialismo español, evolucionaron rápidamente hacia un socialismo marxista. En Puerto Natales, en cambio, permanecieron más tiempo los elementos ideológicos del antiguo socialismo anarquista.

La evolución de las vanguardias políticas como el Partido Socialista de Magallanes, su fusión con el Partido Socialista Marxista y su institucionalización en el Partido Socialista de Chile fue vertiginosa: todo se desarrolló entre julio de 1931 en que fue fundado el Partido Socialista Marxista en Santiago, julio de 1932 en que fue fundado en Partido Socialista de Magallanes, que se fusionó con el primero mes y medio después, y octubre de 1933 en que ingresaron formalmente al Partido Socialista de Chile. Esto se debió a que ambas organizaciones, surgidas en un período de efervescencia política a escala nacional y regional, se vincularon a las luchas concretas de los sectores sociales que aspiraban representar. Su carácter vanguardista en política estuvo expresado en que asumió demandas de aquellos sectores emergentes en la acción política, como el de las mujeres y los jóvenes, y que integró en su programa elementos novedosos, como sus propuestas culturales y un marxismo “enriquecido y rectificado con todos los aportes científicos y revolucionarios del constante devenir social”, que lo diferenció del discurso levantado hasta ese momento por el socialismo anarquista y comunista.

En el ámbito magallánico, el surgimiento del Partido Socialista de Magallanes y el Partido Socialista Marxista significó la institucionalización del movimiento socialista que había nacido en 1897 y que guardaba dentro de sí una gran experiencia de lucha sindical y social, transformándose en una orgánica política que se insertó dentro del sistema de partidos que se construyó a partir de 1932. En un momento de crisis y reacomodo de las fuerzas sociales, como lo fue los primeros años de la década de 1930, representó a los trabajadores locales frente a un poder patronal que hasta el momento era incontrarrestable para los sectores populares e imposible para la acción interventora del Estado. El socialismo natalino fue tal vez más radical que el “socialismo marxista” organizado en la zona de Aconcagua y aceptado en Punta Arenas.

A escala nacional, el Partido Socialista Marxista confluyó en la fundación del Partido Socialista de Chile con las vanguardias agrupadas en el FUS. Su accionar se desarrolló en el contexto de un convulsionado período de cambios en que se produjo un proceso de politización a escala nacional que significó modernizaciones muy anheladas en la época, muchas de sus propuestas políticas y culturales aún tienen vigencia. El nuevo sistema integró, aparte de los partidos tradicionales, a la corriente socialcristiana, que se expresaría en la formación de la Democracia Cristiana, y al socialismo marxista, compuesta por los partidos Comunista y Socialista. En la región austral fue este último el que logró un mayor desarrollo junto al regionalismo que se expresó con elementos propios y algunos heredados del populismo ibañizta. Todo esto ayudó a la derrota histórica del anarquismo y a la expresión del vanguardismo político en los efímeros Partido Socialista Marxista y el Partido Socialista de Magallanes.

Notas

[1] La investigación que permitió escribir este artículo fue realizada en el marco de una tesis de licenciatura que defendí junto a Delicia Araya en octubre de 1995. Fue completada con una estancia en la zona y una entrevista, realizadas durante 1997, al desaparecido Luis Requena Aizcorbe, fundador del Partido Socialista de Magallanes en 1932. Quiero agradecer el apoyo de Leonardo Cisternas en la transcripción de los documentos y la búsqueda de nuevos materiales de investigación.
[2] Doctor en Historia por El Colegio de México. Profesor del Colegio de Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México. Contacto: fabiohis@gmail.com
[3] Renato Pogliolli es casi desconocido en América Latina, pese a estar traducido desde hace varias décadas. Su iluminador texto ha sido obviado en los análisis de otros movimientos vanguardistas, ejemplo de ello es el citado trabajo de Beigel, El itinerario y la brújula, de 2003 Esta autora, pese a intentarlo, no llega a una definición del concepto de vanguardia ni profundiza en las relaciones entre vanguardia estética y política en el evidente caso del intelectual peruano y su proyecto revolucionario.
[4] Aunque hay varias “teorías de la vanguardia”, como la de Bürger; quien más ha reflexionado sobre la relación entre vanguardia artística y política es Poggioli en el trabajo que citamos.
[5] Algunas de las vanguardias de la época, reproducidas fundamentalmente en el movimiento estudiantil, fueron el Grupo Universitario LUX y el Grupo Estudiantil Rebelión; pero hubo vanguardias fuera del movimiento estudiantil, como el Partido Popular dirigido por el joven Clotario Blest Riffo y compuesto por católicos laicos de ideas corporativistas y obreristas.
[6] Entre las “segundas vanguardias” encontramos a la serie de grupos socialistas que convergieron en la formación del Partido Socialista de Chile en abril de 1932; organizaciones estudiantiles como los grupos universitarios Avance, Vanguardia y Renovación; en el mundo católico popular Blest fundó en 1928 el Grupo Germen que pervivió por una década; durante los 12 días de la “república socialista”, Germen fundó el efímero Partido Social Sindicalista que reunió a estudiantes y obreros y posteriormente el Partido Corporativo Popular.
[7] Firmaban este manifiesto: Óscar Álvarez, Ramón Alzamora, Tomás Hurtado, Carlos Matus, Genaro Torres, Eliodoro Domínguez y Arturo Salces.
[8] La Asociación General de Profesores, fue creada en diciembre de 1922 durante un congreso de profesores normalistas y cerrada por Ibáñez en 1927 por su carácter izquierdista. Cumplía no solo funciones gremiales de representación de las demandas del sector, también tenía funciones sociales, culturales y políticas, organizaba conciertos, exposiciones de pintura, editaba periódicos y libros y fue una escuela política y sindical para muchos futuros representantes populares en el Congreso.
[9] La USRACH, creada en diciembre de 1926 fue un incipiente partido inspirado en el funcionalismo, ideología que planteaba la organización en base a la “función” que cumplía cada individuo en la sociedad. Alzamora fue diputado durante el período 1926-1930, y apoyó el proyecto ibañizta al comienzo, sin embargo, posteriormente cayó en desgracia y fue exiliado en febrero de 1927. En la USRACH convergieron también socialcristinanos como el líder estudiantil Emilio Tizzoni y el obrero laico Clotario Blest; filofascistas como Óscar Álvarez Andrew, Daniel Martnert, economista liberal y el agitador radical y filoanarquista Alfredo Larraín Neill.
[10] Federico Klein, “Porqué queremos un Partido Socialista”, La Verdad N°1, Santiago, 9 de septiembre de 1931, p. 1.
[11] Patricia Bravo, “Los socialistas de antes no usaban gomina. Arturo Velásquez, un luchador centenario”, en:http://www.puntofinal.cl/000407/nac.html, consultado el 4 de octubre de 2012.
[12] Agitación N° 2, Aconcagua, 16 de julio de 1931, pp. 2 y 3. (Devés y Díaz, El pensamiento socialista, p. 157).
[13] El Magallanes, Punta Arenas, 8, 9 julio de 1931.
[14] La República Socialista es un acontecimiento poco estudiado en nuestra historia. Para el caso consúltese el libro testimonio de Charlín ya citado. Debe tenerse en cuenta que para la época “socialismo” era un término genérico, básicamente sinónimo de estatización de la economía. Después se asentaría la connotación ideológica actual.  
[15] El Austral N° 45, Punta Arenas, 16 de enero de 1932, p. 6.
[16] No es de extrañar esta actitud más progresista de los profesionales. Un año antes, un grupo diverso de estos había rechazado la actitud de las FFAA que luego de la caída de Ibáñez actuaron conculcando las libertades individuales de la población regional. Firmando el manifiesto estaba Ernesto Sackel, quien un año después se uniría al P.S. de Chile. El Magallanes, 27 de julio de 1931 y 3 de julio de 1932.
[17] Ambas organizaciones se articularon a partir de julio de 1932, pero el regionalismo parece haber tardado más en organizarse. El Magallanes, 1 y 2 de julio de 1932.
[18] No parece haber relación entre este Grupo Avance y la posterior formación del Partido Socialista de Magallanes, salvo de ser parte del movimiento generalizado de politización y radicalización.
[19] “Principios y Fin”, Archivo personal de Luis Requena A. Magallanes, 3 de julio de 1932, p.1, El Partido Radical Socialista fue uno de los tantos grupos de la época. Se formó cuando el antiguo Partido Radical se declaró “socialista”, luego de la convención donde concluyeron que “el sistema capitalista vive su crisis terminal”.
[20] Entrevista del autor a Luis Requena A, Punta Arenas abril-junio de 1997. Citada en adelante como “Entrevista”.
[21] El Magallanes, 18 de agosto de 1932. También en: Entrevista.
[22] De hecho El Austral parece haber cesado ese mismo año. De las acciones de su editor no tenemos más noticias, tampoco figura entre los integrantes de los futuros partidos socialistas, El Austral, Punta Arenas, 1932.
[23] “El primer paso”, El Austral N° 47, Punta Arenas, 22 de agosto de 1932.
[24] Entrevista.
[25] “Vimos que el proletariado en Magallanes es relativamente escaso y que el sector predominante es la burguesía. Sobre esta base se generan todos los fenómenos políticos. La debilidad numérica, la poca duración de la faena, [...] la falta de un partido proletario que encauce y ayude a la formación de la conciencia de clase, son las características del movimiento obrero de Magallanes”, J. Varas, “Magallanes y sus problemas”, Principios N° 16, Santiago, 27 de septiembre de 1934.
[26] Partido Socialista Marxista de Magallanes, “Declaración de Principios y Programa del Partido Socialista Marxista, El Magallanes, Punta Arenas, 27 de agosto de 1932, p. 11.
[27] “Acuerdos del Partido Socialista”. El Magallanes, 20 de agosto de 1932.
[28] Entrevista.
[29] J. Varas, “Magallanes y sus problemas”.
[30] Entre 1928-1935 el Partido Comunista de Chile aplicó la estrategia política del llamado “tercer período”, conocida como “clase contra clase”, que era la línea oficial aprobada en el Congreso de la Internacional Comunista o Comintern. Esta se tradujo en una orientación izquierdista que condujo a los partidos comunistas del mundo a tácticas que promovían la profundización de la confrontación social y a no hacer alianzas con partidos burgueses o “socialfascistas”, lo que extremó su aislacionismo y sus posiciones sectarias.
[31] El Magallanes, Punta Arenas, 29 de agosto de 1932, p. 6.
[32] “El Partido Socialista pide...”, El Magallanes, 22 de septiembre de 1932, p. 6. “Cuál podría ser el programa...”. El Magallanes, 25 de septiembre de 1932, p. 8. El argumento que esgrimieron fue que la región pasaba con mucho el mínimo de población exigido para tener un diputado. Este había sido fijado en treinta mil. Los datos del censo de 1930 para la región eran de 21.581 hombres y 16.332 mujeres, El Magallanes, 9 de julio de 1931, p. 11.
[33] El Magallanes, Punta Arenas, 7 y 3 de septiembre de 1932, pp. 11 y 12.
[34] Entrevista.
[35] Empero Requena insistió con sus artículos en El Magallanes y publicó “Facetas españolas”, 11 de agosto y “Definición de socialismo”, el 18; y “Norma socialista de trabajo”, 24 de agosto de 1932.
[36] Luis Requena Aizcorbe, “Táctica socialista, política y sindical”, El Magallanes, Punta Arenas, 16 de julio de 1932, p. 12.
[37] En la Agrupación Departamental el cargo de presidente lo detentó Alfonso Peutat (padre, que era “pionero” y quien junto otros obreros marítimos fundo el Sindicato Profesional de Mar y Playa de Punta Arenas, en 1912, que fue reconstituido en octubre de 1932); vicepresidente fue Miguel Soto; secretarios de actas y correspondencia Manuel Andrade y Manuel Ibáñez; tesorero, Juan Mattson, y directores, Amador Subiabre, Luis Meyer, Silvestre Pérez, Efraín Oyarso, José Llancaur, Juan Pío Rojas, Ricardo Lemberes y Pedro Navarro. El Magallanes, Punta Arenas, 16 de septiembre de 1932, p. 17.
[38] “Los partidos históricos y los de vanguardia”, Nueva Acción Pública Nº 5, Santiago, 11 de marzo de 1933, p. 3.
[39] El Socialista N° 1, Punta Arenas, 20 de mayo de 1933, p. 1.
[40] Esta información se basa en los números que permanecen en la Biblioteca Nacional. No tenemos noticias de más ediciones.
[41] Entrevista a Luis Requena.
[42] La concepción de que el trabajo o el mundo obrero se dividía en “manual”, los que trabajaban con su fuerza física, e “intelectual”, los que usaban su educación e intelecto, es originaria de las logias masónicas. En América Latina fue popularizada por el político e intelectual peruano Manuel González Prada. Su discípulo Víctor Raúl Haya de la Torre, quien también perteneció a la masonería, lo introdujo en la Alianza Popular Revolucionara Americana, APRA, un intento de formar un partido continental de carácter latinoamericanista y antiologárquico, creado a mediados de la década de 1920. En Chile fue utilizada por la Nueva Acción Pública, NAP, una vanguardia formada por grupos de masonería popular y militares que nació en agosto de 1931 y, en esa asamblea magallánica, por el masón y socialista Silva Boneau. De allí pasó a la “Declaración de principios” del Partido Socialista de Chile fundado el 19 de abril de 1933.
[43] “Acta N° 16 del Partido Socialista Marxista», Puerto Natales. 10 de febrero de 1933. Citado por Cid Rogel, El Partido Socialista de Puerto Natales, p. 169.
[44] “Los obreros natalinos no están de acuerdo con la ley sindical obligatoria”, El Magallanes, 13 de septiembre de 1932.
[45] El Frente Popular chileno, fundado en 1936, estaba compuesto por socialistas, comunistas, demócratas y radicales. Sobre Soto Canalejo y los anarquistas natalinos.
[46] Entrevista. Véase, además: “Obrero a tu puesto de combate”, El Socialista, Puerto Natales, 1 de noviembre de 1935. En este artículo se puede apreciar como los convenios colectivos se negociaban en la capital regional y no en los lugares del conflicto.
[47] César Godoy Urrutia era un histórico dirigente de la AGP, más que anarquista, según su propio testimonio era un fervoroso “antipartidista”. A principios de 1927, durante la dictadura de Ibáñez, fue separado del servicio por haber organizado en su gremio la Convención de Talca. Posteriormente participó en la organización de la “1ª Convención Internacional de Maestros para Latinoamérica”, realizada en Buenos Aires, en enero de 1928. En esta reunión, pese a que había sido víctima de la persecución política, apoyó la Reforma Educacional planteada por el ibañizmo, posteriormente estuvo una temporada en Cataluña. Regresó a a Chile en 1931 a la caída de Ibáñez con el firme propósito de definirse políticamente y lo hizo en la reunión fundacional del PS en abril de 1933. Su evolución política continuó: en 1944 se separó del socialismo con un grupo de diputados disconformes por la alianza con el radicalismo en el Frente Popular y formó el Partido Socialista de los Trabajadores, de escaso éxito electoral y político, un grupo decidió volver al partido madre mientras que él y otros ingresaron al Partido Comunista, donde fue dirigente y diputado hasta su muerte.
[48] “Obrero a tu puesto de combate” El Socialista N° 1, Puerto Natales. 1° de enero de 1935.
[49] El Socialista, Puerto Natales, 13 de junio de 1935.

Fuentes y bibliografía
I.- Archivos y documentos
Entrevista a Luis Requena Aizcorbe, Punta Arenas, abril-junio de 1997
“Principios y Fin”, archivo Luis Requena A. Magallanes 3 de julio de 1932, pág. 1
II.- Libros
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IV.- Tesis de grado
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V.- Periódicos y revistas
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El Austral, Punta Arenas, 1932.
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El Socialista, Puerto Natales, 1935.
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◆ El que busca, encuentra...

Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocasKarl Marx

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— Notas sobre Lenin y la Revolución de Octubre
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Gilberto López y Rivas: La revolución socialista de 1917 y la cuestión nacional y colonial — La Jornada
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Entretien avec Tariq Ali: L’héritage de Vladimir Lénine — Contretemps
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Samir Amin: La Revolución de Octubre cien años después — El Viejo Topo
Luis Fernando Valdés-López: Revolución rusa, 100 años después — Portaluz
Ester Kandel: El centenario de la Revolución de octubre — Kaos en la Red
Daniel Gaido: Come fare la rivoluzione senza prendere il potere...a luglio — PalermoGrad
Eugenio del Río: Repensando la experiencia soviética — Ctxt
Pablo Stancanelli: Presentación el Atlas de la Revolución rusa - Pan, paz, tierra... libertad — Le Monde Diplomatique
Gabriel Quirici: La Revolución Rusa desafió a la izquierda, al marxismo y al capitalismo [Audio] — Del Sol

— Notas sobre la película “El joven Karl Marx”, del cineasta haitiano Raoul Peck
Eduardo Mackenzie:"Le jeune Karl Marx ", le film le plus récent du réalisateur Raoul Peck vient de sortir en France — Dreuz
Minou Petrovski: Pourquoi Raoul Peck, cinéaste haïtien, s’intéresse-t-il à la jeunesse de Karl Marx en 2017? — HuffPost
Antônio Lima Jûnior: [Resenha] O jovem Karl Marx – Raoul Peck (2017) — Fundaçâo Dinarco Reis
La película "El joven Karl Marx" llegará a los cines en el 2017 — Amistad Hispano-Soviética
Boris Lefebvre: "Le jeune Karl Marx": de la rencontre avec Engels au Manifeste — Révolution Pernamente

— Notas sobre el maestro István Mészáros, recientemente fallecido
Matteo Bifone: Oltre Il Capitale. Verso una teoria della transizione, a cura di R. Mapelli — Materialismo Storico
Gabriel Vargas Lozano, Hillel Ticktin: István Mészáros: pensar la alienación y la crisis del capitalismo — SinPermiso
Carmen Bohórquez: István Mészáros, ahora y siempre — Red 58
István Mészáros: Reflexiones sobre la Nueva Internacional — Rebelión
Ricardo Antunes: Sobre "Más allá del capital", de István Mészáros — Herramienta
Francisco Farina: Hasta la Victoria: István Mészáros — Marcha
István Mészáros in memoriam : Capitalism and Ecological Destruction — Climate & Capitalism.us