Fabio Moraga Valle | Durante
la breve la etapa 1931-1932 distintos sectores de la sociedad chilena
(estudiantes, artistas, intelectuales, líderes obreros, militares, etc.) dieron
vida a una gran variedad de organizaciones que estaban a medio camino entre los
típicos círculos intelectuales o los grupos universitarios, y un partido
político formal; a éstas las hemos llamado “vanguardias políticas” porque
recogieron la actitud básica de las vanguardias artísticas y la llevaron al
plano de la crítica al sistema político. En este trabajo analizamos dos organizaciones:
el Partido Socialista de Magallanes y el Partido Socialista Marxista de la zona
central; ambos se fusionaron entre sí y en 1933 ingresaron al Partido
Socialista de Chile. A parte de integrar en igualdad de condiciones a mujeres y
jóvenes, las propuestas de los “socialistas marxistas” tenían un inequívoco
signo moderno y muchas aún tienen vigencia: voto femenino, divorcio, igualdad
salarial, derechos indígenas, entre otros.
Una sociedad en
crisis
Desde inicios del siglo XX y hasta la década de 1930, Chile
vivió un largo proceso de profundos cambios sociales y políticos que provocaron
una crisis de la institucionalidad decimonónica. Este régimen político de tipo
parlamentarista, instalado después de la Guerra Civil de 1891, consolidó a la
oligarquía como único grupo capaz de dirigir la nación a través de los partidos
del sistema. Conservadores, nacionales, liberales, radicales y, en menor
medida, democráticos se habían enfrentado en a una confrontación típica de una
sociedad tradicional: los conflictos clericales o
por la laicización de la
sociedad y la separación entre iglesia y Estado, pero se vieron sobrepasados
por nuevas contradicciones de una sociedad que se modernizó abruptamente y que
ahora se ordenaba en clases sociales.
La acción obstructiva de la oligarquía, amparada en la
institucionalidad parlamentarista, impidió al gobierno de Arturo Alessandri
(1920-1925), implementar soluciones a esta crisis. El coronel Carlos Ibáñez del
Campo (1927-1931), con una nueva Constitución política, promulgada en 1925,
intentó solucionarla mediante un autoritarismo que adquirió características
dictatoriales: reprimió a los grupos políticos de izquierda, a parte de la
elite y a las organizaciones obreras y promulgó la ley N° 4054, que regulaba
las relaciones entre los trabajadores, los patrones y el Estado, con un éxito
relativo. Pero la aguda crisis económica mundial de 1929 volvió impopular a
quien había triunfado con el 97% de los votos. El 26 de julio de 1931 Ibáñez
renunció en medio de revueltas callejeras, conspiraciones de profesionales,
estudiantes y militares y motines populares. Su salida abrió una breve etapa de
profunda inestabilidad caracterizada por gobiernos efímeros, golpes militares,
asonadas populares y la rápida politización de amplios sectores sociales, pero
también de una gran experimentación para encontrar solución a estos problemas.
Pese a la evidente importancia de esta etapa en la historia
política de Chile, que abarca solo quince meses (de julio de 1931 a octubre de
1932) pero cuya inestabilidad se prolongó por varios años, no ha sido estudiada
con la dedicación que merece. Algunos testigos extranjeros la catalogaron
como“un laboratorio de todas las ideas que sacudían al mundo”, en la que no
solo se sentaron las bases del régimen democrático que predominó hasta 1973,
sino también en que la sociedad se politizó abruptamente y expresó una gran
capacidad para articular propuestas y ensayar soluciones a la crisis social y
política (Chesney Lawrence, 2005: 143-158). A las investigaciones pioneras de
Drake, sobre la izquierda socialista y comunista, de Scully, sobre el centro
político, y la tesis inédita de Barnard, le siguieron las monografías sobre
partidos de Corkill y, recientemente de T. Pereira (Barnard, 1977; Corkill,
1976: 261-273. Drake, 1995; Scully, 1992; Vieux, 1994, Pereira, 1994). Sin
embargo, faltan investigaciones sobre la derecha liberal, el radicalismo, las
organizaciones fascistas y la izquierda anarquista y trotskista. Pero los
trabajos citados, no pasan de temáticas particulares; solo Drake, Scully y,
recientemente, Moulian, han hecho interpretaciones más extensas del periodo
1932-1973 (Moulian, 2006).
Nuestra hipótesis es que lo que llamamos “vanguardias
políticas” que existieron durante la etapa 1918-1932, nos permite examinar la
riqueza social, política y cultural de la sociedad chilena que, ante la crisis
abierta, ensayó no solo propuestas que provenían del campo del arte y la cultura,
también creó organizaciones políticas que, aunque efímeras e inestables, fueron
la base desde la que se rearticularon los partidos, y el sistema salió de la
crisis política. A estas particulares organizaciones políticas estaban a medio
camino entre una organización cultural que reunía a artistas, estudiantes e
intelectuales y un partido político, formado por militantes, recogieron el
discurso y la actitud de las vanguardias artísticas de la época.
En el presente trabajo analizaremos dos de estas vanguardias
en la etapa 1931-1935. La primera, el Partido Socialista de Magallanes, emergió
en una sociedad en formación, que transitaba a la integración política y social
con el resto del país. La segunda, el Partido Socialista Marxista, creado en la
zona central, en las ciudades de Santiago y San Felipe, una región
históricamente parte del territorio nacional, pero que atravesaba similares
problemas políticos y sociales. Ambas, de inspiración marxista o
revolucionaria, se fusionaron y luego se unieron al PartidoSocialista de Chile.
Nuestras fuentes están constituidas por la prensa regional y nacional, de la
época, documentos internos de ambas organizaciones y una entrevista que el
autor hizo en 1997 al, hoy desaparecido, fundador e ideólogo del PS de Magallanes,
Luis Requena Aizcorbe.
Vanguardias políticas
y artísticas; vanguardistas chilenos y europeos
Hacia el año 1910 una serie de movimientos sociales,
culturales y políticos antioligárquicos surgieron en varios países del
continente y produjeron revoluciones políticas y sociales, motines urbanos,
revueltas campesinas y, en general, una gran movilización de las sociedades
latinoamericanas. En Chile, por su estructura social, este proceso movilizó a
la clase media intelectual, a los estudiantes organizados y a líderes obreros;
quienes levantaron una contundente crítica al sistema político. Este
movimiento, que estaba inscrito en un proceso de transformación de una sociedad
oligárquica y rural a una moderna y de clases, provocó el quiebre del sistema
de partidos imperante y potenció el surgimiento de organizaciones
representativas de los nuevos sectores sociales.
Este proceso continental se inició con la formación de
pequeños núcleos de artistas e intelectuales que compartían esa crítica a los
sistemas que dominaban a sus respectivas sociedades y que tanto recibieron la
influencia de vanguardias artísticas e intelectuales provenientes de Europa,
como crearon sus propios y originales movimientos. No es fácil establecer
conceptualmente el vínculo entre vanguardia artística y política. El término
“vanguardia” es originario del francés y tiene un sustrato militar: avant
garde (delante de la guardia). Renato Poggioli precisó que el concepto
nació ligado a la radicalidad política; fue un “fourierista”, el socialista
utópico Laverdant, quien, tres años antes de la revolución de 1848, además de
definirlo, lo ligó también al arte y entendió a éste como instrumento de acción
y de reforma social (Laverdant, 1845). Desde allí pasó a ser usado por los
anarquistas, en 1878 Bakunin lo utilizó como título de un efímero periódico L’avant-garde;
Poggioli destaca que, en la década de 1860, el inefable poeta Baudelaire miraba
despectivamente las creaciones literarias denominadas “vanguardistas”, ligadas
a la izquierda, pese a ser él mismo un izquierdista. Hubo otros poetas de
renombre, como Rimbaud y Verlaine (el primero empuñó las armas junto a los comunards en
el París de 1871 y el segundo fue acusado “de comunizante”) quien, junto a
muchos otros, participaron de ambas vanguardias: la artística y la política
(Poggioli, 2011: 25-27), este análisis es desconocido por autores
latinoamericanos (Beigel, 2003)
[3]. Solo hacia fines del siglo XIX el concepto se despolitizó y
artistas e intelectuales comenzaron a utilizarlo para denominar una “actitud”
meramente estética desligada de su origen en la izquierda política; ahora “ser
vanguardista era simplemente “estar delante” del… arte convencional o
establecido.
Lo anterior no quiere decir que el concepto haya sido
despolitizado por completo. En ¿Qué hacer?, escrito en 1902, Lenin sostuvo
que la lucha de clases no puede prescindir de un estrato consciente que
conduzca al proletariado en su lucha política. La vanguardia no debe limitarse
a iluminar el momento histórico concreto en el que le ha tocado participar,
sino debe, además, dar signos de una actividad práctica como parte sustancial
de su que hacer: “No basta titularse ‘vanguardia’: es preciso también obrar de
suerte que todos los demás destacamentos vean y estén obligados a reconocer que
marchamos a la cabeza” (Lenin, 1972: 92.). Pero en el mundo occidental de
inicios del siglo XX las relaciones entre las vanguardias artísticas y “La
Política”, o entre “ismos” estéticos y políticos, fueron complejas y no
tuvieron una sola dirección. No se puede establecer una relación directa entre
un determinado movimiento artístico de vanguardia y una determinada ideología;
lo concreto es que muchos vanguardistas que militaban en los grupos de artistas
a principios de siglo, modificaron sus conductas después de la Primera Guerra
Mundial. En Europa el régimen fascista estableció relaciones con los
futuristas, aunque en el momento de “decadencia” del grupo italiano; asimismo
muchos surrealistas militaron en el comunismo (Bürger, 1987)
[4].
Los escritores chilenos establecieron tempranas y extensas
relaciones con los vanguardistas europeos, de modo que ni las principales
vanguardias europeas (dadaísmo, surrealismo, futurismo, cubismo) eran extrañas
en Chile, ni creacionistas, imaginistas y surrealistas chilenos eran
desconocidos en París, Roma o Madrid. El chileno Vicente Huidobro y el francés
Pierre Reverdy disputaron la paternidad del “creacionismo”, la primera
vanguardia local; después de una larga estancia en Europa en la década de 1910,
Huidobro militó en el Partido Comunista de Chile durante los años treinta
(Pizarro, 1994). Neruda, con una trayectoria más “nacional”, mantuvo una fuerte
amistad y nutrido contacto con el dadaísta y luego surrealista francés Paul
Eluard, militó en el anarquismo intelectual y estudiantil de la década de 1920
y solo hacia mediados de la siguiente “superó” su postura estética y política
ácrata, para adscribir primero al comunismo internacional y luego al PC chileno
(Dawes, 2007: 319-336). De todos los vanguardistas chilenos, fueron los
surrealistas de la “generación del 38” que formaron el grupo Mandrágora,
quienes evolucionaron en direcciones marcadamente opuestas: unos iniciaron en la
izquierda pero evolucionaron hasta la extrema derecha, Miguel Serrano de ser
“frentepopulista”, se convirtió al nazismo místico; Eduardo Anguita y Braulio
Arenas terminaron apoyando la dictadura militar (Arenas, 1938: 9-13 y Warken:
329-342). Volodia Teitelboim, militó en el Grupo Universitario Avance, una de
las vanguardias políticas vinculadas al comunismo que surgieron del movimiento
estudiantil a inicios de la década de 1930, después se convirtió al surrealismo
y finalmente volvió a la militancia política: “nos proclamamos revolucionarios
en política y en arte”, declaró al reflexionar después sobre los años que nos
preocupan (Teitelboim, 1938: 108). La mayoría cuando optó entre “militancia”
artística y política, lo hizo por la primera, pero hubo quienes establecieron
un fuerte nexo entre vanguardias artísticas y políticas: el “imaginista” Manuel
Eduardo Hübner, fundador de la revista Letras (1928-1930), participó
en el gobierno de Ibáñez como director de La Nación, pero luego formó
parte del grupo de vanguardia política Nueva Acción Pública, de tendencia
indoamericanista, y terminó en la fundación del Partido Socialista en abril de
1933.
Las vanguardias políticas en Chile se desarrollaron durante
el período 1918-1932. Inicialmente fueron grupos pequeños, de origen urbano, de
una composición política y social heterogénea, pero mayoritariamente de
sectores medios y de obreros organizados. Fueron integradas por artistas,
intelectuales, estudiantes, profesionales, comerciantes, militares, religiosos
y algunos tránsfugas de la oligarquía; pero no fueron el clásico partido
obrero, ni los más comunes partidos populistas latinoamericanos. Sus discursos
y propuestas expresaron una fuerte crítica al capitalismo, sus fundamentos
provenían de las corrientes socialistas, anarquistas, socialcristianas,
corporativistas y funcionalistas. Estas organizaciones políticas fueron
provisorias y albergaron dentro de sí corrientes y propuestas ideológicas
diversas que, en un principio, permanecieron contradictoriamente en su interior
y posteriormente los llevaron a formar organizaciones más definidas, conforme
se cerraba el período y se decantaban las posiciones políticas e ideológicas.
Entre 1918 y 1925 se generó una primera etapa de las
vanguardias políticas muy ligada a las vanguardias artísticas, al movimiento
estudiantil y a las organizaciones obreras anarquistas y socialistas; estas
“primeras vanguardias” estaban inspiradas ideológicamente en el
internacionalismo pacifista nacido con el fin de la Primera Guerra Mundial y la
reciente revolución Rusa. En esos años lo artístico, lo social y lo político no
estuvo claramente diferenciado dentro de sus propuestas, como asimismo no
estuvieron claramente definidas orgánicamente entre el activismo propiamente
artístico, la propaganda cultural y la crítica política. El medio por cual se
expresaron fueron los manifiestos aparecidos casi exclusivamente en revistas
culturales y estudiantiles no adscritas al stablishment, entre las que
destacó Claridad, órgano oficial de la Federación de Estudiantes y
expresión del anarquismo intelectual y estudiantil propio de estas vanguardias
(Moraga, 2007; Echeverría, 1993: 72-74.)
[5].
Hacia fines de la década de 1920, y una vez derrocado
Ibáñez, surgió un nuevo tipo de vanguardia política. El anarquismo obrero e
intelectual había sufrido una notoria pérdida de influencia, por la acelerada
transformación de la base productiva chilena, que transitó de una economía
agrícola y artesanal a una basada en el trabajo industrial y minero. Esto
provocó una fuerte disminución de la importancia del trabajo artesanal, una de
las bases sociales del movimiento ácrata. Además, el aumento acelerado de la
población significó un fuerte desarrollo urbano, que unido al crecimiento del
aparato estatal y burocrático, alimentó la rápida expansión de las clases medias
y el proletariado industrial. Ayudaron a esa derrota las inconsistencias
ideológicas de sus militantes, muchos de los cuales desertaron al ibañizmo,
atraídos por sus propuestas funcionalistas de su gobierno que fomentaban la
sindicalización legal; con ello cerró su ciclo vital el “sindicalismo libre” o
extra legal, que había mantenido una enorme fortaleza durante casi cuatro
décadas (Rojas Flores, 1993). A las “segundas vanguardias”, surgidas en la
etapa 1931-1932, se unieron ya no solo artistas, estudiantes y líderes obreros,
también reconocieron filas empleados, ex militares, masones y viejos dirigentes
políticos. Sus fundamentos ideológicos estaban basados en los diversos
socialismos de la época, desde el anarquista hasta el socialdemócrata, pasando por
corrientes estalinistas, trotskistas, socialcristianas, funcionalistas y
corporativistas (Moraga y Araya, 1995; Echeverría: 99-100)
[6].
Organizaciones
obreras y socialismo en Santiago y Magallanes
Pese a que hasta 1930 jurídicamente era un territorio en
proceso de colonización y sus habitantes estaban impedidos de ejercer derechos
políticos y ciudadanos, Magallanes fue una de las zonas pioneras en la
formación de organizaciones políticas de izquierda. El 20 de diciembre de 1896
un grupo de circenses italianos, provenientes de Buenos Aires y de gira por
América del Sur, organizaron, en la carpa del circo Rafetto, una reunión con
trabajadores de la zona que culminó con la fundación de la Sociedad Obrera bajo
el modelo de las “sociedades en resistencia” de inspiración ácrata. Al año
siguiente la organización adoptó el nombre de Unión Obrera y creó el periódico El
Obrero, a cargo del italiano José Contardi. Ese mismo 1897 esta sociedad formó
el Partido Socialista de Punta Arenas, uno de los primeros en su tipo. El novel
partido manifestaba influencias tanto del socialismo libertario o anarquismo
como del socialismo de la II Internacional, más ligado a la socialdemocracia.
En general sus documentos ideológicos y propagandísticos no hacían grandes
distinciones entre estas corrientes y los trabajadores y dirigentes
magallánicos las aplicaban eclécticamente; en ellos combinaron un fuerte
anticatolicismo, el internacionalismo y la denuncia de corrupción en la entrega
de tierras por parte del gobernador, que publicaron en su periódico El
Obrero. Ante esto, un escandalizado grupo de vecinos y estancieros levantó una
queja ante esa misma autoridad y ésta ordenó la requisición de la imprenta y la
ilegalización de facto del nuevo partido. Mientras, en el centro del país un
grupo de dirigentes obreros y militantes del Partido Democrático, entre los que
estaba los agitadores Magno Espinoza y Alejandro Escobar Carvallo, iniciaron la
formación de la Unión Socialista, en diciembre de 1897. Pero la organización
fue infiltrada por el gobierno y el Partido Conservador y duramente reprimida
por la policía política que entró a su local y apaleó a los nuevos militantes y
los dispersándolos, el mismo día de la reunión fundacional del Partido
Socialista. Ambos acontecimientos represivos hicieron que el nacimiento de
estos partidos, expresión política de sociedades obreras comandadas por líderes
de izquierda, se retrasara varios años y solo sobrevivieran las organizaciones
que conformaban sus bases sociales (Moraga, 1999: 151-164. Grez Toso, 2007:
29-39). Esta tendencia se rompió parcialmente cuando un grupo de líderes
obreros, ex militantes del Partido Democrático, dieron vida al Partido Obrero
Socialista en 1912. De todos modos, era patente la necesidad de la formación de
un nuevo tipo de organización política que representara mejor a los sectores
obreros y populares.
La estrategia de lucha sindical implementada por los líderes
obreros en los primeros años del siglo XX, tanto en la región austral y como
escala nacional, sufrió altos y bajos y estuvo marcada por el ensayo y la
experimentación y dificultada por los permanentes golpes represivos y hasta
matanzas masivas. Influido por las ideologías socialistas y ácratas, el
movimiento obrero chileno se radicalizó paulatinamente y ganó experiencia en
la conducción de los trabajadores en una espiral de organización y lucha
sindical que, por la ausencia de una legislación laboral, se organizó al margen
del Estado nacional. Esta fue la estrategia de asociación laboral histórica del
sindicalismo libre, que creó centrales y federaciones obreras que adquirieron
mayor presencia hasta que en 1919 Federación Obrera de Chile, FOCH –fundada 10
años antes- fue tomada por los sectores socialistas. Un proceso similar de
radicalización vivió la Federación Obrera de Magallanes, FOM, fundada en 1911,
que de ser refractaria al anarquismo, se transformó en un símbolo de la
organización libertaria (Graz Toso, 2007: 257-262). Paralelamente surgieron
otras federaciones que representaban a las tendencias ácratas y libertarias
como la sección chilena de la Industrial Workers of the World, IWW, organizada
en 1919 y la Federación Obrera Regional de Chile, FORCH.
Había grandes diferencias entre el sistema productivo de las
regiones del norte, centro y sur de Chile. En el septentrión desértico
predominaba la explotación minera en enclaves; en el centro y sur el trabajo
industrial urbano y en el campo se desarrollaba la agricultura tradicional y la
ganadería vacuna en haciendas y fundos. En cambio, en la región de Magallanes
predominaba la extracción de minerales, la actividad portuaria y, sobre todo,
la ganadería bovina que se explotaba en enormes estancias rurales. Mientras en
el norte el proletariado minero y portuario era mayoritario, con trabajadores
provenientes del campo chileno y de países fronterizos como Bolivia y Perú y
proletarizados recientemente; en el centro predominaba socialmente el
proletariado industrial urbano y en el campo el campesino y el inquilino; estos
últimos estaban sometidos al control del hacendado e imposibilitados para
formar de organizaciones que les permitieran luchar por acceder a derechos
laborales y sindicales. En el extremo sur, en cambio, gran parte del trabajo
rural giraba en torno a la lana y la carne de oveja, que se explotaba
industrialmente en instalaciones y frigoríficos; por ello el tipo de trabajador
dominante era el obrero rural, muchos de ellos, migrantes europeos de reciente
arribo, pero también había una gran cantidad de trabajadores urbanos con
distintas especializaciones. Esto constituía una gran diferencia ya que este
tipo de trabajador, estaba posibilitado de agremiarse y algunos de ellos tenían
una vasta experiencia de lucha sindical fraguada en la Europa industrializada.
Luego de su fundación y de algunas conquistas laborales en
sus primeros años de vida, la FOM encabezó un segundo ciclo de lucha esta vez
mucho más radical. El 23 de enero de 1919, en la ciudad de Puerto Natales
estalló una huelga en el frigorífico homónimo y el Bories; la movilización
terminó con saqueos, incendios y un enfrentamiento armado entre policías y
obreros de la FOM y una veintena de muertos. El suceso, conocido como la
“comuna de Puerto Natales”, fue el antecedente de otro violento acontecimiento
del año siguiente en Punta Arenas (Vega Delgado, 1996: 107-153). En esta última
ciudad el año 1920 se inició con tres huelgas sucesivas y una espiral
reivindicativa que se hizo imparable para los patrones magallánicos hasta que
fue detenida a sangre y fuego: la noche del 29 de julio, tropas del gobierno y
guardias blancas organizadas por los estancieros, asaltaron el local de la FOM.
El golpe represivo dejó tres obreros y un soldado, muertos y 29 trabajadores
detenidos y, al igual que en 1897, la organización prácticamente despareció de
la región (Vega Delgado: 203 y 204, y Piado, 1996). Mientras, en la capital del
país, sectores conservadores del gobierno con el fin de acallar una escalada
similar y detener el inminente triunfo de Alessandri en las elecciones
presidenciales, propagaron noticias alarmistas respecto de un posible conflicto
armado con el Perú; además, impulsaron un “proceso contra los subversivos”, que
reprimió y encarceló por meses a los obreros de la IWW y a los líderes de la
Federación de Estudiantes de Chile (Moraga, 2007: 256-258).
La primera
vanguardia: el Partido Socialista Marxista
El gobierno de Ibáñez y la conducción que éste impuso al
Estado, contribuyó a la derrota estratégica del movimiento obrero anarquista y
del modelo de sindicalismo libre éstos impulsaban. La imposición de la
legislación sindical no se hizo sin represión y encarcelamiento de los líderes
sindicales, cierre de sus sedes y clausura de sus periódicos. Ésta se produjo
en un momento de pleno desarrollo de la crisis interna que afectaba a las
organizaciones obreras de izquierda, tanto comunistas como anarquistas que,
además, se dividieron frente al avance populista del ibañizmo. La represión no
fue óbice para que muchos líderes obreros, intelectuales y ex dirigentes
estudiantiles desertaran de las filas libertarias y entraran al gobierno. Esta
situación hizo posible que hacia fines de la década se produjera un espacio en
el universo político que permitió la reaparición de diversos grupos
antioligárquicos, los que sólo se unían por su crítica al dogmatismo y
sectarismo comunista y algunas ideas todavía no consolidadas sobre el papel más
activo que el Estado debía tener en la economía y la regulación de los
conflictos laborales. Estas organizaciones, ideológica y socialmente más
heterogéneas que las del período anterior, permitieron dentro de sí una amplia
gama de posturas y planteamientos que iban desde un socialismo de Estado de
tipo corporativista, y por lo tanto cercano al fascismo, hasta expresiones
revolucionarias, pasando por los que sostenían posiciones socialdemócratas
(Véase: Scully, 1992: 86; Partido Comunista (trostkista), 1932: 81).
La aparición de organizaciones socialistas durante la
coyuntura 1931-1933, estuvo caracterizada por cambios políticos sucedidos con
extraordinaria rapidez. Los historiadores que han investigado el tema lo
bautizaron como “izquierdización de la política o izquierdización del
electorado”; y trabajaron más el aspecto electoral sin dar importancia a la
aparición de los nuevos grupos surgidos en aquellos años (Drake, 1995: 69-72 y
81-113, Scully, 1992: 79.). Pero el proceso era de larga gestación, ya desde
1920 había una clara tendencia que no solo se expresaba en las preferencias que
los pocos votantes marcaban en sus papeletas, sino también en la actitud de la
sociedad ante el predominio oligárquico. Desde ese año el nivel de
participación política había experimentado un alza: hacia 1930, el número de
ciudadanos con derechos políticos había aumentado en un 16%, pese a la
supresión global de la inscripción electoral impuesta en los últimos decenios;
asimismo, el número de votantes en 1932 fue el doble que en la reñida elección
de 1920. Pero en la década de 1930 se produjo, además, un profundo quiebre y
giro hacia la izquierda que permitió incluso un aumento de la importancia
electoral de pequeños grupos y de candidatos independientes (Drake, 1995: 69-72
y 81-113).
Toda esta situación estaba impulsada por la crisis económica
de 1929, que en Chile repercutió a partir del año siguiente. Esto no sólo
produjo la pauperización de nuevos sectores sociales, especialmente grupos
medios, también, tuvo efectos profundos en el imaginario social colectivo. No
solo en Chile, sino también en Europa, para muchos se cumplía la “profecía”
hecha por Marx y Engels en El Manifiesto comunista, de que el capitalismo
llevaba inscrito, dentro de sí, el germen su propia destrucción y que ahora
sobrevendría la “lucha final” (Mariátegui, 1978: 23-27). Así, caído Ibáñez, se
creyó que había llegado la crisis terminal y que ahora, por inercia histórica,
sobrevendría inevitablemente el socialismo:
El capitalismo cuyas
crisis mundiales y parciales, frecuentes, periódicas, han tenido la rara virtud
de poner en claro su débil y enfermiza estructura, ensayará todavía el empleo
de nuevos desesperados recursos (tales como el de la dictadura militar que
acaba de caer) para ocultar a las masas su avance creciente hacia el ocaso
definitivo (Partido Socialista, 9 de septiembre de 1931: 2, en: Devés y Díaz,
1987: 158)[7].
El Partido Socialista Marxista, fundado en Santiago el 4 de
agosto de 1931, fue la primera vanguardia en organizarse y reivindicar el
socialismo. Entre sus fundadores destacaban dirigentes de sindicatos y gremios
de clase media baja, como Ramón Alzamora Ríos, proveniente de la Unión de
Empleados de Chile, UECH, y Eleodoro Domínguez, de la Asociación General de
Profesores, AGP (Délano, 2004: 44)
[8]; ambos habían fundado la Unión Social Republicana de Asalariados
de Chile, USRACH, en 1926. También estaban Federico Klein Reidel, ex militante
de Avance y de la filoanarquista Acción Revolucionaria Socialista, ARS, quien
se convertiría en ideólogo del Partido Socialista Marxista; ex
anarco-sindicalistas como Gerardo López y David Uribe; y el arquitecto Jorge
Neut Latour, abogado laboral en 1921 y proveniente de la filotrotskista
Izquierda Comunista y que había militado en el anarquismo intelectual que se
articulaba en torno a la citada Claridad (Moraga, 2007: 482-483)
[9].
Pese a esta militancia de origen variado, el Partido
Socialista Marxista profesaba un socialismo revolucionario, aceptaba el método
marxista como válido para la interpretación de la realidad y de la situación
revolucionaria, declaraba que sus principios divergían “totalmente de todos los
otros partidos, menos del comunista”; rechazaba la “democracia burguesa” a la
que oponía una “democracia sin capitalistas”, que implicaba excluir de ésta a
todos aquellos que no provenían de las “clases productivas”. Propugnaba un
cambio cualitativo: había que “hacer hombres nuevos para una política nueva” y
luchar contra el capitalismo cubriendo todos los frentes, creando, para eso una
cultura propia:
Ya no es el socialismo
ese monstruo con que se espanta a los ciudadanos timoratos, sino que es un fertilísimo
campo del pensamiento y de la actividad político-social contemporáneos, en el
que piensa, la juventud estudiantil, las masas obreras y los intelectuales,
sembrar y cosechar los más hermosos frutos para el progreso y la felicidad
humanas [10].
La membrecía del nuevo partido se extendió por los gremios
obreros santiaguinos de los cuales el más poderoso fue el de la maestranza de
San Bernardo
[11]. Tenía también militantes en Valparaíso, donde editaba el
periódico La Verdad, y en San Felipe administraba Agitación. En éste
último, en julio de 1931, aprovechando la efervescencia por la caída de Ibáñez,
publicó un listado con dieciocho “conquistas inmediatas”. Entre ellas
destacaban, en lo económico, la reforma agraria para paliar el problema del
desempleo, el salario mínimo, la nacionalización de la industria y de los
recursos naturales; en lo social planteaba una moratoria general al pago de los
arriendos, la igualdad de los derechos civiles y políticos para la mujer y el
establecimiento del divorcio con disolución de vínculo. Destacaba la demanda de
democratización y socialización de la enseñanza pública, que era
inconfundiblemente un aporte de los profesores que componían la organización.
Para esto se hacía necesario un viejo anhelo del gremio, ya que: “Entrega de la
fundación educacional a las organizaciones magisteriales, dando la debida
injerencia en el estudio de los problemas educacionales y en la dirección de
las escuelas a los delegados de los estudiantes”
[12]. Probablemente influenciados aún por el legado del pacifismo
de la posguerra planteaban ideales como la:
Supresión progresiva
de las fuerzas de mar y tierra. Supresión de todo crédito de guerra. Disolución
del Cuerpo de Carabineros y su reemplazo por una “Policía de Orden”. Clausura
inmediata de las escuelas Militares y Navales. Luchará al mismo tiempo por que
se establezcan iguales conquistas en los demás países (Devés y Díaz, 1987:
157).
Entre los diversos grupos y sus variados tipos de
orgánica, los socialistas marxistas tuvieron una organización típicamente
leninista. Su estructura celular hacía que el poder de decisión no descansará
en la asamblea, como muchas organizaciones de la época, sino en la dirección
del partido. Sin embargo, en su programa mostraban una gran flexibilidad y
sensibilidad hacia nuevos temas: cultura, feminismo, igualdad en derechos
políticos, divorcio, aparecían junto a las tradicionales reivindicaciones
políticas y económicas.
La República
Socialista y el renacimiento del Socialismo en Magallanes
La pauperización no fue menor en la región de Magallanes que
en el resto del país durante 1931, situación que reflejó la prensa de la zona.
Para colmo, una de las principales entradas de la región, la lana, bajó sus
precios en los mercados de Londres entre un 7,5 y un 10 % con respecto del año
anterior. Algunas medidas implementadas por el gobierno para paliar el
desempleo y la hambruna fueron instalar una caja de auxilios para los cesantes
y las familias menesterosas
[13].
Una vez ahogada en sangre la organización de los obreros
magallánicos, el movimiento socialista se sumergió por más de un decenio hasta
que resurgió en junio de 1932 ante la convocatoria que hiciera la República
Socialista. Esta efímera “república” fue producto de una conspiración que
instauró un gobierno cuya única base doctrinaria para aglutinar a militares,
civiles socialistas, masones y ex ibañiztas, era la necesidad que el Estado
tomara un rol activo en la economía que pusiera fin a la crisis social y
política. En ésta destacaron personajes tan disímiles como curiosos, entre los
que se contaba Marmaduque Grove Vallejos, coronel del ejército y ex líder de
varios movimientos militares antioligárquicos desde 1924; los ex presidentes
anarquistas de la Federación de Estudiantes de 1922: Eugenio González y Oscar
Schnake; Carlos Dávila, colaborador del gobierno de Ibáñez, vinculado al
fascismo; Eugenio Matte Hurtado, flamante líder socialista y Gran Maestre de la
masonería, proveniente de una conspicua familia santiaguina y oficiales del
ejército, especialmente de la Guarnición de Santiago (Charlín, 1971; Dinamarca,
1986; Góngora, 1990; Ulianova y Riquelme , 2009)
[14].
Este curioso y sorpresivo golpe de Estado provocó que las
fuerzas sociales constreñidas por la dictadura de Ibáñez explotaran en un gran
movimiento político que abarcó la totalidad del país. Si bien la existencia de
este gobierno duró sólo doce días, sus efectos siguieron alimentando las
utopías sociales por mucho tiempo, hasta convertirse en el mito fundacional del
futuro Partido Socialista (Moraga y Araya, 1995: 75-82 y 191-192).
En Punta Arenas, algunos militantes comunistas habían
formado el Grupo Avance. Este era un grupo vanguardista, proveniente del
movimiento estudiantil, que surgió en los primeros meses de 1931 en la
Universidad de Chile. Al principio aglutinó a todos los estudiantes de
izquierda, pero a mediados de 1932 se desgajó un grupo que manifestaba
afinidades socialistas; posteriormente, la división del comunismo entre
estalinistas y trotskistas, hizo que éstos salieran para formar otro grupo
llamado precisamente Vanguardia. Con estas divisiones el Partido Comunista se
adueñó del nombre y lo redujo a un grupo que operaba con más libertad, ante la
fuerte represión que en esta época había hacia las fuerzas de izquierda,
destinado a captar para las filas comunistas a independientes provenientes de
las clases medias (Moraga, 2007: 539-551). En la región Avance manifestaba su
intención de aglutinar a obreros y empleados que compartieran las ideas del
socialismo de Estado. En otro plano, desde principios de año, se editaba un
periódico izquierdista, El Austral, dirigido por el contador Carlos
Triviño Ruiz. En enero de 1932 el tabloide informaba sobre el viaje de una
delegación obrera al norte del país para informar al presidente Montero sobre
la difícil situación de los trabajadores de la región; también dedicó una
editorial a la creación en Punta Arenas de la Asociación Izquierdista de
Magallanes, organismo probablemente de tendencia alessandrista que al parecer
no prosperó
[15].
La ola prerrevolucionaria que desató la República Socialista
en sus breves doce días, aceleró el activismo social y sindical y la
reorganización de grupos políticos, asimismo emergieron nuevas fuerzas que
permanecían ocultas o en la semiclandestinidad. Alrededor del 5 de junio dos
reuniones de profesionales y obreros se celebraron simultáneamente en Punta
Arenas; los primeros sacaron un voto favorable al accionar de los osados
golpistas santiaguinos, pero dejaron claro que rechazaban la entronización de
los militares. Mientras, la organización obrera Unión de Asalariados no llegó a
un acuerdo y dejó la solución a una asamblea pública que celebró al otro día
junto a la Legión Cívica. En esta reunión los asalariados refrendaron su
principio de apoliticismo y los civilistas agregaron propuestas regionalistas a
las reivindicaciones planteadas. La razón de esta situación se debe a que ambas
agrupaciones eran de carácter ibañizta. El Grupo Avance, que asistió al acto,
rechazó las resoluciones, y llamó a los obreros a desoírlas, pero al parecer no
tuvo éxito y fue rechazada por los asalariados asistentes al acto
[16].
Mientras en Santiago, pese al creciente apoyo popular, otro
golpe de fuerza al interior de la propia “República”, impulsado por ibañiztas y
militares, sacó a los socialistas y a Grove del gobierno y los relegó a Juan
Fernández. Carlos Dávila instauró una nueva dictadura apoyado por los
uniformados, quienes, después de varios meses, lo destituyeron para quedarse
solos en el gobierno. La apertura política que se produjo pese a la caída de
Grove y los socialistas, originó en Magallanes dos tendencias que culminaron en
la formación de organizaciones políticas que gravitarían largo tiempo. Una
corriente de derecha; que aglutinó a los partidarios de Ibáñez, formaría el
Partido Regionalista (Martinic, 1992: 1070)
[17]. Mientras, la corriente de izquierda, fomentada por la
República Socialista hizo que, a falta de otros referentes, el PSM fuera un
foco de confluencia de todas esas fuerzas.
Pese a la represión que ejerció la dictadura davilista, ésta
parece no haber alcanzado la austral región y el socialismo resurgió tanto en
el resto del país, como en Punta Arenas. El 4 de julio de 1932 un grupo de
obreros, empleados y profesores fundó el Partido Socialista de Magallanes; para
ello se reunieron en la imprenta de El Magallanes Salvador Sackel, J.
Díaz Garay, Francisco Freire, Ramón Felium, José Segundo Ojeda Pérez, Julio
Silva, Ernesto Villarroel, Nemesio Rodríguez, José de L. Aguero y Agustín
Barrientos (Moraga y Araya, 1995: 158-184. Cfr. Martinic, , 1992, II: 1073 y 1074)
[18]. Habían sido convocados por Manuel Saldívar, quien recibiera
una invitación del Partido Radical Socialista para formar una filial de éste,
sin embargo: “Después de deliberar el cda. Julio Silva se pronunció por la
formación de un Partido Obrero de Ideología Socialista. […] Se acordó solicitar
a los Partidos Socialistas de Argentina y España sus programas” (Muga Escobar,
1992)
[19].
Así quedó formado el Partido Socialista de Magallanes.
Posteriormente Sackel invitó a un nuevo socio a la agrupación: Luis Requena
Aizcorbe, ciudadano argentino que había pasado una temporada en España, de
donde provenía su familia. En la península había conocido los postulados del
socialismo sin llegar a militar:
Allá, pese al ambiente intelectual y político no me hice
militante socialista, eso no se estilaba todavía [...] pero asistí a las
conferencias. Recuerdo haber escuchado a Savorit y a Largo Caballero que eran
los que estaban en la zona de Alicante, Murcia, Valencia. Así me adoctriné.
[...] Cuando llegué acá asistí a la apertura después de Ibáñez. Me quedaban las
amistades escolares. De la fundación del partido me enteré por el diario, pues
eran un grupo de amigos que se juntaron. Al saber la noticia fui y me incorporé
inmediatamente
[20].
El nuevo miembro, quien se integró como secretario, aportó
con los programas que requería la naciente agrupación puntarenense. La
directiva quedó compuesta de la siguiente manera: Presidente, Julio Silva
Bonneau; primer vicepresidente Ismael Low; vicepresidente, Ulises Gallardo;
secretario de prensa, Salvador Sackel; de correspondencia, Luis Requena; de
actas, Nemesio Rodríguez; tesorero, Manuel Saldívar; pro tesorero Francisco
Freire; bibliotecario, Manuel Andrade; directores. Ramón Felium Andaur, Ernesto
Villarroel. J. Díaz Garay, Juan Aguilar, José Alvarez y Juan Ulloa
[21].
Inmediatamente fundado el partido, el director de El
Austral hizo gestiones para que su tabloide fuera el órgano oficial de la
nueva organización, pero fueron rechazadas
[22]. El Partido Socialista de Magallanes admitió militantes “sin
distinción de nacionalidad ni sexo”; los extranjeros podían integrarla luego de
seis meses de permanencia en la región. Las mujeres podían adherirse desde los
dieciocho años, en igualdad de derechos y condiciones, pese a no gozar de
derechos políticos ante la legislación chilena. Para luchar por estas
reivindicaciones tenían una sección femenina que abogaba por la igualdad de
salarios y condiciones. Además presentaron una carta al intendente regional –en
su calidad de representante del gobierno central- a nombre de los cincuenta mil
habitantes de la región y preconizaba por obtener los derechos políticos que
les permitieran elegir sus representantes y autoridades
[23]. El nuevo partido trató de expandirse a los núcleos de
trabajadores de Porvenir y Puerto Natales y redactó su Declaración de
principios.
A la fundación concurrieron también militantes comunistas
sin orgánica, radicales, masones, demócratas y ex anarquistas. Estos últimos
serían los que, unidos a los nuevos socialistas, formarían el núcleo central
del nuevo socialismo local. El principal dirigente socialista, Julio Silva
Bonneau, provenía de la masonería local, pero fue separado de ella pues la
logia puntarenense apoyó mayoritariamente al movimiento regionalista. Los
comunistas, que eran pocos y estaban dispersos, se unieron al nuevo partido y
permanecieron en él durante varios años, tratando de efectuar un trabajo
encubierto para posteriormente sacar dividendos. Pero la estratagema fue
descubierta y debieron abandonar la organización algún tiempo después:
Realmente fueron leales y reconocieron la directiva
socialista. En esa época yo dirigía el partido [...]. Pasó el tiempo, el
Partido Comunista se sintió más seguro y decidió organizarse en forma
independiente, previa visita de alguno de sus dirigentes. Me acuerdo de uno de
apellido Cartagena, estuvimos conversando y después desarrollaron una larga
negociación en la que Francisco Ramos era el jefe de ellos. Pero aún no estaba
todo terminado, después de muchas conversaciones los convencí que retiraran
todos sus militantes pues siempre querían dejar una célula. Como en Punta
Arenas nos conocemos todos, tuvieron que irse
[24].
La escasa presencia comunista pudo deberse a que este
partido interpretó erróneamente la composición social de la región. La lectura
que hizo fue que presentaba una ausencia significativa de proletariado
industrial, donde predominaba obrero agrícola que se desempeñaba en los
frigoríficos. Como en la ortodoxia doctrinaria del comunismo de la época sólo
los obreros industriales eran la vanguardia del proletariado, la zona no
presentaba verdaderas posibilidades de triunfo para la revolución
[25].
Pocas semanas después desde Santiago y a través de Nemesio
Rodríguez, los socialistas marxistas hicieron llegar a la organización regional
su “Programa Mínimo” y su “Declaración de Principios” que publicaron en El
Magallanes. El 26 de agosto de ese año, luego de un “largo debate” los
socialistas magallánicos oficializaron su incorporación al Partido Socialista
Marxista, fundado un año antes. Entre las propuestas destacan algunas que aún
mantienen vigencia, como el “reconocimiento de la igualdad de sexos en los
salarios. Al igual trabajo igual remuneración”; y la “Liberación económica y
protección social al indio. Creación de Escuelas Agrícolas y Escuelas Talleres
en las reducciones indígenas”; el “divorcio con disolución de vínculo” y un
legado que permaneció en el futuro Partido Socialista de Chile, el que
aceptaba: “como método de interpretación de la realidad el Marxismo, enriquecido
y rectificado con todos los aportes científicos y revolucionarios del constante
devenir social”
[26].
Con su fusión con el partido santiaguino, los magallánicos
se unieron a una organización pequeña pero de carácter nacional; la dirección
partidaria local se transformó en un secretariado regional
[27]. La pronta coyuntura electoral les permitió proyectarse:
Enseguida comenzó la preparación de la campaña electoral de
1932 de las elecciones que se celebraban en marzo del año 1933. El Partido
llevó como candidato a diputado al compañero presidente Julio Silva Bonneau, en
su reemplazo se designó al secretario de correspondencia y actas, Luis Requena
Aizcorbe como nuevo secretario general: en reemplazo de este último se designó
a Ernesto Villarroel en su puesto
[28].
La base doctrinaria de la flamante organización era ese
multiforme socialismo del Chile de principios de los años treinta que, como
hemos visto, admitía diferencias incluso ideológicas. Esto no pasó inadvertido
para los comunistas quienes, desde Santiago, se encargaron de denunciarlo:
Existe también un
Partido Socialista, cuyos componentes, como en el resto del país, están
desorientados con respecto a la evolución de la historia y los deberes de un
partido revolucionario. Quedan aún fuertes resabios anarquistas del año 1919,
época de lucha de los obreros de Magallanes, y son precisamente estos
anarquistas los jefecillos de los sindicatos hoy día[29].
Pese al sectarismo que caracterizó la política del Partido
Comunista de esos años, la actitud que mantuvieron es explicable (Barnard,
1983: 34)
[30]. Bajo la dictadura de Ibáñez la mayoría de los ácratas
chilenos tuvieron curiosas evoluciones políticas. Tanto algunos intelectuales
como obreros anarquistas apoyaron en un principio la convocatoria funcionalista
o corporativista que se ocultaba bajo el populismo autoritario del gobierno,
atraídos fundamentalmente por el programa reformista y el discurso anti
oligárquico del militar. A medida que el régimen entró en crisis, abandonaron
el proyecto gobiernista y se pasaron a la oposición. Muy pocos se mantuvieron
al margen y, como es natural, los que así lo hicieron, y los anteriores,
sufrieron persecuciones y encarcelamientos (Rojas Flores, 1993).
Pronto las aspiraciones políticas del nuevo partido se
vieron satisfechas. El 28 de agosto de 1932 celebraron una gran asamblea en el
teatro Politeama; a la reunión, la primera desde que la región obtuviera
derechos políticos, asistieron “centenares de obreros y empleados”. Al terminar
la asamblea muchos firmaron los registros de la organización
[31].
Desde ese momento las actividades del pequeño grupo se
multiplicaron. Organizaron conferencias doctrinarias en la Radio Magallanes,
que estaban destinadas a llegar a los obreros de Puerto Natales, Porvenir y el
campo. Salvador Sackel fue el encargado de los programas radiales e intervino
además exponiendo en la prensa el pensamiento del grupo respecto a las
características que debía tener un diputado de la región. También reclamaron un
cupo exclusivo en la cámara baja, pues las recientes disposiciones
gubernamentales les otorgaban un diputado compartido con la región de Aisén
[32] . Una vez formado su Consejo Ejecutivo Regional, se
organizó una asamblea que reunió a unos cien asistentes y organizaron múltiples
veladas artísticas, en las que incluían obras de teatro, para lo cual contaban
con un grupo dramático de nombre “Nirvana”. Sus esfuerzos se vieron coronados
cuando se unió la primera mujer a la organización. Se trataba de la dirigente
de organizaciones deportivas y artísticas Rosa del T. Amarante.
Luis Requena, que a la sazón contaba con sólo veintitrés
años, se convirtió en uno de los ideólogos del partido, por su preparación en
materias económicas y su conocimiento del socialismo español. Incursionó con
relativo éxito en las columnas de El Magallanes donde publicó varios
artículos doctrinarios: “Moral socialista”, 1° de julio de 1932; “Táctica
socialista, política y sindical”, 16 de julio de 1932. Pero semejante osadía
juvenil no pasó inadvertida para un veterano militante anarquista, avezado en
lides y disputas retóricas e ideológicas. En un artículo titulado “Saber es lo
primero” (19 de julio), firmado con el seudónimo de “chilote”, contestó al
joven su artículo del 16 de julio, acusándolo de poco manejo doctrinario.
Requena no se hizo esperar y respondió con otro sugerente título “...Y no
argumentar en falso, lo segundo” (21 y 22 de julio). A lo que el ácrata
respondió a su vez: “Y no emborrachar la perdiz lo último” (26 de julio):
Me puse a discutir por
medio de la prensa con un anarquista de apellido Retamal. Tenía una gran experiencia
en polémicas y me tiró unos anzuelos. Yo, sin experiencia en controversias
periodísticas, contesté y pisé el palito. Cuando vino su respuesta me pegó un
buen samarrón y ahí terminó la polémica[34].
Con este último el joven decidió no seguir los intercambios.
Había sido una disputa entre dos representantes del socialismo, el de uno que
se negaba a morir y que tenía como ventaja una gran experiencia tanto práctica
como ideológica, y el de otro, más moderno, que contaba con la novedad de poder
ofrecer una explicación y una salida a la “crisis terminal del capitalismo”
[35]. En “Táctica socialista, política y sindical” Requena analizó
las orientaciones políticas e ideológicas del Partido Obrero Socialista
Español, PSOE a lo largo de los últimos 30 años que, pese a ser republicano, a
inicios del siglo había colaborado con la monarquía, pero durante la dictadura
de Primo de Rivera apoyó su disolución y la formación de la República. Además,
explicaba la política contra la burguesía de “guerra constante y ruda” y la
táctica sindical que había obtenido excelentes resultados en la Unión General
de Trabajadores en contraste con el cada vez menor apoyo que recibía la
anarquista Confederación Nacional del Trabajo
[36]. En septiembre la agrupación formó su departamento
provincial, en su directiva integró a nuevos militantes en cargos de
responsabilidad
[37].
Mientras tanto en Santiago las diversas vanguardias
socialistas, aprovecharon la derrota del régimen Dávila propinada por los
militares, decidieron cambiar su estrategia y ocupar el vacío de conducción
política en el país. Ante el acuerdo de las distintas fuerzas políticas de
efectuar elecciones generales en octubre; decidieron enfrentarlas unidas para
lo cual formaron el Frente Único Socialista, FUS, que agrupó en un pacto
electoral a la Nueva Acción Pública, NAP; la Orden Socialista, OS; la Acción
Revolucionaria Socialista, ARS; al Partido Socialista Unificado, PSU y al
Partido Socialista Marxista, PSM. El cambio fue exitoso, en la elección
presidencial del 30 de octubre de 1932, los socialistas se transformaron en la
segunda fuerza electoral del país: el líder de la NAP, Marmaduque Grove, obtuvo
60.000 votos y el FUS dos senadores y dos diputados
[38].
En el sur, el cénit organizativo llegó cuando el flamante
partido fundó su propio periódico, El Socialista, de cuatro páginas tamaño
tabloide, salió a la luz el 20 de mayo de 1933. La administración estaba en el
N° 764 de la calle Ecuatoriana y cumplía las funciones tan necesarias de
adoctrinamiento y combate:
No sólo como un órgano
de divulgación de las doctrinas socialistas, sino que también decidido a
combatir por el bienestar de las clases proletarias cuyos intereses no han sido
jamás defendidos por la llamada prensa seria, puesta invariablemente al
servicio del capital[39].
A partir del segundo número salió como “Órgano del Partido
Socialista de Chile” Entre sus artículos destacan unos contra las Milicias
Republicanas y el diputado regionalista Manuel Chaparro Ruminot, que había sido
intendente del gobierno de Ibáñez (número 5). El más llamativo fue un proyecto
de socialización de la tierra que apareció en el número 7, -que fue el último
en editarse- salió a la calle el 6 de octubre de 1933
[40]. En este medio puede verse también la radicalización
ideológica cuando atacaron al socialismo “evolucionista”, propio del
radicalismo y al nacionalsocialismo alemán:
En mayo de 1933 fuimos
notificados que desde la fecha de fundación del Partido Socialista nosotros
formábamos parte de este conglomerado de partidos fusionados. Se acordó la
fusión siempre y cuando el Partido Socialista fuese revolucionario, rechazando
todo ingreso al sistema evolucionista. Afortunadamente esta tradición ha
seguido desde su fundación, es decir, pretende un cambio completo de las
estructuras económicas y sociales del país[41].
Luego de esto, los socialistas puntarenenses se dedicaron a
organizar el partido a escala regional y extenderse a Puerto Natales y las
estancias ganaderas.
Vanguardias y
anarquismo en Puerto Natales
Durante los primeros años de la década, en Puerto Natales
surgieron pequeños grupos que se identificaban con el socialismo antes de
constituirse orgánicamente como partido. La base social del futuro partido
fueron los trabajadores de campo y los profesores, pero éstos lideraron el
proceso organizativo desde mediados de septiembre de 1932, a cuya cabeza
estaban Julio Silva B. y José Vidal. Este último presidió la reunión que eligió
un directorio provisional el que rápidamente imprimió volantes de propaganda,
abrió un registro para inscribir militantes y estableció comunicaciones con la
Central Ejecutiva Provincial de Punta Arenas (Cid Rogel, 1995: 167). El 3 de
octubre de 1932 realizaron una asamblea masiva en el teatro Palace; el discurso
central del acto estuvo a cargo de Silva quien intervino con una extensa
declamación en la que abordó los problemas sociales y económicos del momento y
la necesidad de organización de los “obreros manuales e intelectuales”
[42]. Luego tomaron la palabra Juan Efraín Ojeda, Bernardino
Pérez, Domingo Gutiérrez, Florindo Zúñiga, José Segundo Ulloa y Eugenio
Tortetolio. Además se leyó el programa del Partido Socialista y se ratificó la
directiva, el presidente en ejercicio asumió como secretario general.
Una vez legalizada la inscripción, se dio curso a las tareas
de organización entre las que destacó la constitución de una sección femenina,
que fue debatida por el directorio el 3 de febrero de 1933. De esta forma quedó
constituido un comité organizador compuesto por: María Vásquez, presidenta;
Laura Ampuero, secretaria; las señoras Bengoa y Eugenia de Acosta, y las
señoritas Bastías, Melia Sánchez, Olga Rogel e Isabel Bengoa. Este comité
declaraba posteriormente que su campaña había resultado exitosa, pues contaban
con 85 afiliadas
[43]. En la misma asamblea se aprobó la “Declaración de Principios
del Partido Socialista de Chile”, como propia de la organización regional. Sin
embargo, el acuerdo, ratificado tres días después en una reunión extraordinaria
del directorio, dejó explícito un alejamiento entre natalinos y puntarenenses.
El malentendido surgió porque los últimos querían reformar los estatutos, lo
que no aceptaron los socialistas natalinos (Cid Rogel, 1995: 167). Empero, el
problema tenía raíces más profundas que radicaban en la gran diferencia en la
conformación social e ideológica entre los socialistas de Punta Arenas y Puerto
Natales. En la primera ciudad, el partido estuvo compuesto y dirigido
fundamentalmente por elementos provenientes de la clase media: profesionales,
empleados y profesores. Esto por el carácter más urbano de esta sociedad donde
las nuevas doctrinas socialistas penetraron rápidamente. En Puerto Natales en
cambio, con menos población y de características más rurales, el socialismo fue
constituido mayoritariamente por obreros de campo. Acá primó ideológicamente el
anarquismo, que se resistió a disolver sus postulados en el, ahora dominante,
socialismo marxista de la década de 1930.
En Punta Arenas los socialistas aceptaron la ley 4054 de
sindicalización impuesta por el ibañizmo y consumada durante el segundo
gobierno de Alessandri, aunque plantearon modificaciones. En Puerto Natales, en
cambio, rechazaron este “sindicalismo legal”, al que antepusieron el
“sindicalismo libre” o extra legal. Nuevamente, esta actitud se debió a que en
la provincia el anarquismo aun era fuerte y sus postulados pervivieron por
algún tiempo, tanto fuera como dentro del Partido Socialista de Puerto Natales
[44]. Solo hacia 1937, cuando el Frente Popular logró articularse
en la región, el anarquismo perdió influencia en el mundo obrero local. Es más,
los ácratas fueron rechazados por la mayoría de los integrantes del Sindicato
de Campo y Frigorífico de Natales, cuya directiva probablemente tenía mayoría
socialista. Entre los repudiados estaba nada menos que el mítico agitador
argentino Antonio Soto Canalejo, el “Gallego Soto”, antiguo líder anarquista
sobreviviente de las huelgas rurales de 1921 y 1922 y de la posterior represión
y matanza en la Patagonia argentina quien, refugiado en territorio chileno,
había actuado como asesor del sindicato (Cid Rogel, 1997)
[45].
Finalmente el desacuerdo entre socialistas natalinos y
puntarenenses, tuvo un arreglo para salvar esta incómoda diferencia; cada vez
que había que negociar colectivamente, las conversaciones con las
organizaciones patronales se establecían a través del partido de Punta Arenas,
mientras que los sindicalistas de Puerto Natales se limitaban a aprobar o
rechazar los acuerdos
[46].
El primer congreso nacional del Partido Socialista de Chile
se efectuó en octubre de 1933. En este se debatieron la “Declaración de
principios”, el “Programa” y los “Estatutos”. Al Partido Socialista Marxista de
Puerto Natales le correspondía enviar un delegado, que no pudo asistir por
problemas económicos. Frente a este inconveniente se acordó enviar una
comunicación radial a César Godoy Urrutia –dirigente del gremio de los
profesores filo anarquista- o a algún otro que éste designara para que
representara a los socialistas natalinos. Las conexiones que aún tenían estos
socialistas australes, cultivadas por un pasado común anarquista y el grado de
confianza desarrollado, los llevó a delegar su representación en este conocido
dirigente y no en la dirección regional de Punta Arenas (Godoy Urrutia, 1982:
61-64; Cruz-Coke, 1984)
[47]. Pese a las diferencias, los socialistas magallánicos en su
conjunto, estuvieron plenamente incorporados al Partido Socialista de Chile a
partir del 11 de noviembre de 1933.
En 1935, el Partido Socialista en Puerto Natales dio vida al
periódico El Socialista; de pequeñas proporciones, funcionaba en la calle
O'Higgins, sede de la seccional de la ciudad y alcanzó a editar once números.
En este medio hubo dos sectores que destacaron por su participación: los
jóvenes y las mujeres. Este mismo año el partido reestructuró su orgánica
juvenil, la Federación Juvenil Socialista de Chile, FJSC; como secretario
general se designó al conocido Juan Efraín Ojeda; secretarios de actas y
correspondencia fueron Lautaro Gómez y Guillermo Barría C; los cargos de
asesores fueron ocupados por Raúl Alvarado y Juan Melgarejo
[48]. La composición de la dirección, formada por dirigentes
adultos, hace pensar en que el partido controlaba a la sección juvenil. Por
otra parte, en los artículos publicados en El Socialista, la FJSC llamó a
los obreros de campo a luchar por la organización sindical y fue notoria la
ausencia de temas específicamente juveniles. Lo anterior se pudo deber a que
los jóvenes de la región ingresaban tempranamente al mundo laboral y la
presencia de estudiantes era nula por la falta de instituciones de educación
superior. La sección femenina de El Socialista, que publicó algunos
artículos sobre el tema, era firmada por una columnista con el seudónimo de
“Estrella Roja”; sin embargo, el periódico tampoco tuvo una política específica
hacia el mundo femenino. Probablemente por las mismas razones anteriores: el
peso del sector obrero y la ideología de la época hacían sobrevalorar los temas
proletarios por sobre los de otros sectores.
En las elecciones municipales de abril de 1935 presentaron
cuatro candidatos, entre ellos una mujer. Las tres primeras mayorías regionales
fueron socialistas de esa ciudad y conquistaron el municipio con José R. Muñoz
como alcalde
[49]. El Partido Socialista de Chile logró un profundo arraigo en
la provincia. Esto se tradujo en un gran poder electoral a lo largo de los años
y en la consolidación de liderazgos políticos locales.
Conclusiones
Hemos analizado dos organizaciones que fueron parte de un
proceso de rápida politización de la sociedad chilena y que surgieron en dos
regiones distintas de Chile durante la fase 1931-1935. Las hemos llamado
vanguardias políticas porque, como otras organizaciones de esa época, asumió
una actitud vanguardista respecto de la política y de la sociedad y ello lo
expresó no solo ideológica sino también políticamente. El vanguardismo, que en
la etapa 1918-1925 había tenido un carácter fundamentalmente anarquista, cambió
en la coyuntura 1931-1935. Esa primera etapa correspondió al período previo
caracterizado por el desarrollo de un movimiento socialista en una sociedad que
recién comenzaba a modernizarse y donde el capitalismo de expandía. A partir de
1927, este proceso se aceleró considerablemente, lo que produjo una serie de
cambios que tuvieron como resultado la formación del sistema de partidos que
operó entre 1932 y 1973. La fortaleza y masividad de la convocatoria que
aglutinó a la izquierda no se hubiese producido sin que las vanguardias
artísticas no hubieran aportado en el plano de la cultura a las vanguardias
políticas.
La primera etapa de las vanguardias políticas se caracterizó
ideológicamente por un predominio del anarquismo, que en la década de 1930
evolucionó hacia un marxismo heterodoxo tanto en el centro del país, como en
Magallanes. Este cambio estuvo determinado por las características sociales,
económicas y culturales de cada región, pero, sobre todo, por la adopción del
marxismo como ideología para la interpretación de la realidad. En el centro,
estuvo relacionado con la evolución política e ideológica que un grupo de
profesores y profesionales hizo a lo largo de la década de 1920, quienes
contaban con experiencia de dirección social y política forjada en la UECH, la AGP
y la USRACH y en la administración del Estado durante la dictadura de Ibáñez.
Los socialistas de Punta Arenas venían de la masonería y de organizaciones de
empleados y profesores, y pese a su formación ideológica proveniente del
anarquismo local y del socialismo español, evolucionaron rápidamente hacia un
socialismo marxista. En Puerto Natales, en cambio, permanecieron más tiempo los
elementos ideológicos del antiguo socialismo anarquista.
La evolución de las vanguardias políticas como el Partido
Socialista de Magallanes, su fusión con el Partido Socialista Marxista y su
institucionalización en el Partido Socialista de Chile fue vertiginosa: todo se
desarrolló entre julio de 1931 en que fue fundado el Partido Socialista
Marxista en Santiago, julio de 1932 en que fue fundado en Partido Socialista de
Magallanes, que se fusionó con el primero mes y medio después, y octubre de
1933 en que ingresaron formalmente al Partido Socialista de Chile. Esto se
debió a que ambas organizaciones, surgidas en un período de efervescencia
política a escala nacional y regional, se vincularon a las luchas concretas de
los sectores sociales que aspiraban representar. Su carácter vanguardista en
política estuvo expresado en que asumió demandas de aquellos sectores
emergentes en la acción política, como el de las mujeres y los jóvenes, y que
integró en su programa elementos novedosos, como sus propuestas culturales y un
marxismo “enriquecido y rectificado con todos los aportes científicos y
revolucionarios del constante devenir social”, que lo diferenció del discurso
levantado hasta ese momento por el socialismo anarquista y comunista.
En el ámbito magallánico, el surgimiento del Partido
Socialista de Magallanes y el Partido Socialista Marxista significó la
institucionalización del movimiento socialista que había nacido en 1897 y que
guardaba dentro de sí una gran experiencia de lucha sindical y social,
transformándose en una orgánica política que se insertó dentro del sistema de
partidos que se construyó a partir de 1932. En un momento de crisis y reacomodo
de las fuerzas sociales, como lo fue los primeros años de la década de 1930,
representó a los trabajadores locales frente a un poder patronal que hasta el
momento era incontrarrestable para los sectores populares e imposible para la
acción interventora del Estado. El socialismo natalino fue tal vez más radical
que el “socialismo marxista” organizado en la zona de Aconcagua y aceptado en
Punta Arenas.
A escala nacional, el Partido Socialista Marxista confluyó
en la fundación del Partido Socialista de Chile con las vanguardias agrupadas
en el FUS. Su accionar se desarrolló en el contexto de un convulsionado período
de cambios en que se produjo un proceso de politización a escala nacional que
significó modernizaciones muy anheladas en la época, muchas de sus propuestas
políticas y culturales aún tienen vigencia. El nuevo sistema integró, aparte de
los partidos tradicionales, a la corriente socialcristiana, que se expresaría
en la formación de la Democracia Cristiana, y al socialismo marxista, compuesta
por los partidos Comunista y Socialista. En la región austral fue este último
el que logró un mayor desarrollo junto al regionalismo que se expresó con
elementos propios y algunos heredados del populismo ibañizta. Todo esto ayudó a
la derrota histórica del anarquismo y a la expresión del vanguardismo político
en los efímeros Partido Socialista Marxista y el Partido Socialista de
Magallanes.
Notas
[1] La investigación que permitió escribir este artículo fue
realizada en el marco de una tesis de licenciatura que defendí junto a Delicia
Araya en octubre de 1995. Fue completada con una estancia en la zona y una
entrevista, realizadas durante 1997, al desaparecido Luis Requena Aizcorbe,
fundador del Partido Socialista de Magallanes en 1932. Quiero agradecer el
apoyo de Leonardo Cisternas en la transcripción de los documentos y la búsqueda
de nuevos materiales de investigación.
[2] Doctor en Historia por El Colegio de México. Profesor del
Colegio de Estudios Latinoamericanos, Universidad Nacional Autónoma de México.
Contacto:
fabiohis@gmail.com
[3] Renato Pogliolli es casi desconocido en América Latina,
pese a estar traducido desde hace varias décadas. Su iluminador texto ha sido
obviado en los análisis de otros movimientos vanguardistas, ejemplo de ello es
el citado trabajo de Beigel, El itinerario y la brújula, de 2003 Esta
autora, pese a intentarlo, no llega a una definición del concepto de vanguardia
ni profundiza en las relaciones entre vanguardia estética y política en el
evidente caso del intelectual peruano y su proyecto revolucionario.
[4] Aunque hay varias “teorías de la vanguardia”, como la de
Bürger; quien más ha reflexionado sobre la relación entre vanguardia artística
y política es Poggioli en el trabajo que citamos.
[5] Algunas de las vanguardias de la época, reproducidas
fundamentalmente en el movimiento estudiantil, fueron el Grupo Universitario
LUX y el Grupo Estudiantil Rebelión; pero hubo vanguardias fuera del movimiento
estudiantil, como el Partido Popular dirigido por el joven Clotario Blest Riffo
y compuesto por católicos laicos de ideas corporativistas y obreristas.
[6] Entre las “segundas vanguardias” encontramos a la serie
de grupos socialistas que convergieron en la formación del Partido Socialista
de Chile en abril de 1932; organizaciones estudiantiles como los grupos
universitarios Avance, Vanguardia y Renovación; en el mundo católico popular
Blest fundó en 1928 el Grupo Germen que pervivió por una década; durante los 12
días de la “república socialista”, Germen fundó el efímero Partido Social
Sindicalista que reunió a estudiantes y obreros y posteriormente el Partido
Corporativo Popular.
[7] Firmaban este manifiesto: Óscar Álvarez, Ramón Alzamora,
Tomás Hurtado, Carlos Matus, Genaro Torres, Eliodoro Domínguez y Arturo Salces.
[8] La Asociación General de Profesores, fue creada en
diciembre de 1922 durante un congreso de profesores normalistas y cerrada por
Ibáñez en 1927 por su carácter izquierdista. Cumplía no solo funciones
gremiales de representación de las demandas del sector, también tenía funciones
sociales, culturales y políticas, organizaba conciertos, exposiciones de
pintura, editaba periódicos y libros y fue una escuela política y sindical para
muchos futuros representantes populares en el Congreso.
[9] La USRACH, creada en diciembre de 1926 fue un incipiente
partido inspirado en el funcionalismo, ideología que planteaba la organización
en base a la “función” que cumplía cada individuo en la sociedad. Alzamora fue
diputado durante el período 1926-1930, y apoyó el proyecto ibañizta al
comienzo, sin embargo, posteriormente cayó en desgracia y fue exiliado en
febrero de 1927. En la USRACH convergieron también socialcristinanos como el
líder estudiantil Emilio Tizzoni y el obrero laico Clotario Blest; filofascistas
como Óscar Álvarez Andrew, Daniel Martnert, economista liberal y el agitador
radical y filoanarquista Alfredo Larraín Neill.
[10] Federico Klein, “Porqué queremos un Partido Socialista”, La
Verdad N°1, Santiago, 9 de septiembre de 1931, p. 1.
[12] Agitación N° 2, Aconcagua, 16 de julio de 1931, pp.
2 y 3. (Devés y Díaz, El pensamiento socialista, p. 157).
[13] El Magallanes, Punta Arenas, 8, 9 julio de 1931.
[14] La República Socialista es un acontecimiento poco
estudiado en nuestra historia. Para el caso consúltese el libro testimonio de
Charlín ya citado. Debe tenerse en cuenta que para la época “socialismo” era un
término genérico, básicamente sinónimo de estatización de la economía. Después
se asentaría la connotación ideológica actual.
[15] El Austral N° 45, Punta Arenas, 16 de enero de
1932, p. 6.
[16] No es de extrañar esta actitud más progresista de los
profesionales. Un año antes, un grupo diverso de estos había rechazado la
actitud de las FFAA que luego de la caída de Ibáñez actuaron conculcando las
libertades individuales de la población regional. Firmando el manifiesto estaba
Ernesto Sackel, quien un año después se uniría al P.S. de Chile. El
Magallanes, 27 de julio de 1931 y 3 de julio de 1932.
[17] Ambas organizaciones se articularon a partir de julio de
1932, pero el regionalismo parece haber tardado más en organizarse. El
Magallanes, 1 y 2 de julio de 1932.
[18] No parece haber relación entre este Grupo Avance y la
posterior formación del Partido Socialista de Magallanes, salvo de ser parte
del movimiento generalizado de politización y radicalización.
[19] “Principios y Fin”, Archivo personal de Luis Requena A.
Magallanes, 3 de julio de 1932, p.1, El Partido Radical Socialista fue uno de
los tantos grupos de la época. Se formó cuando el antiguo Partido Radical se
declaró “socialista”, luego de la convención donde concluyeron que “el sistema
capitalista vive su crisis terminal”.
[20] Entrevista del autor a Luis Requena A, Punta Arenas
abril-junio de 1997. Citada en adelante como “Entrevista”.
[21] El Magallanes, 18 de agosto de 1932. También en:
Entrevista.
[22] De hecho El Austral parece haber cesado ese
mismo año. De las acciones de su editor no tenemos más noticias, tampoco figura
entre los integrantes de los futuros partidos socialistas, El Austral,
Punta Arenas, 1932.
[23] “El primer paso”, El Austral N° 47, Punta
Arenas, 22 de agosto de 1932.
[25] “Vimos que el proletariado en Magallanes es
relativamente escaso y que el sector predominante es la burguesía. Sobre esta
base se generan todos los fenómenos políticos. La debilidad numérica, la poca
duración de la faena, [...] la falta de un partido proletario que encauce y
ayude a la formación de la conciencia de clase, son las características del
movimiento obrero de Magallanes”, J. Varas, “Magallanes y sus problemas”, Principios N°
16, Santiago, 27 de septiembre de 1934.
[26] Partido Socialista Marxista de Magallanes, “Declaración
de Principios y Programa del Partido Socialista Marxista, El Magallanes,
Punta Arenas, 27 de agosto de 1932, p. 11.
[27] “Acuerdos del Partido Socialista”. El Magallanes,
20 de agosto de 1932.
[29] J. Varas, “Magallanes y sus problemas”.
[30] Entre 1928-1935 el Partido Comunista de Chile aplicó la estrategia
política del llamado “tercer período”, conocida como “clase contra clase”, que
era la línea oficial aprobada en el Congreso de la Internacional Comunista o
Comintern. Esta se tradujo en una orientación izquierdista que condujo a los
partidos comunistas del mundo a tácticas que promovían la profundización de la
confrontación social y a no hacer alianzas con partidos burgueses o
“socialfascistas”, lo que extremó su aislacionismo y sus posiciones sectarias.
[31] El Magallanes, Punta Arenas, 29 de agosto de 1932, p. 6.
[32] “El Partido Socialista pide...”, El Magallanes, 22
de septiembre de 1932, p. 6. “Cuál podría ser el programa...”. El
Magallanes, 25 de septiembre de 1932, p. 8. El argumento que esgrimieron fue
que la región pasaba con mucho el mínimo de población exigido para tener un
diputado. Este había sido fijado en treinta mil. Los datos del censo de 1930
para la región eran de 21.581 hombres y 16.332 mujeres, El Magallanes, 9
de julio de 1931, p. 11.
[33] El Magallanes, Punta Arenas, 7 y 3 de septiembre de
1932, pp. 11 y 12.
[35] Empero Requena insistió con sus artículos en El
Magallanes y publicó “Facetas españolas”, 11 de agosto y “Definición de
socialismo”, el 18; y “Norma socialista de trabajo”, 24 de agosto de 1932.
[36] Luis Requena Aizcorbe, “Táctica socialista, política y
sindical”, El Magallanes, Punta Arenas, 16 de julio de 1932, p. 12.
[37] En la Agrupación Departamental el cargo de presidente lo
detentó Alfonso Peutat (padre, que era “pionero” y quien junto otros obreros
marítimos fundo el Sindicato Profesional de Mar y Playa de Punta Arenas, en
1912, que fue reconstituido en octubre de 1932); vicepresidente fue Miguel
Soto; secretarios de actas y correspondencia Manuel Andrade y Manuel Ibáñez;
tesorero, Juan Mattson, y directores, Amador Subiabre, Luis Meyer, Silvestre
Pérez, Efraín Oyarso, José Llancaur, Juan Pío Rojas, Ricardo Lemberes y Pedro
Navarro. El Magallanes, Punta Arenas, 16 de septiembre de 1932, p. 17.
[38] “Los partidos históricos y los de vanguardia”, Nueva
Acción Pública Nº 5, Santiago, 11 de marzo de 1933, p. 3.
[39] El Socialista N° 1, Punta Arenas, 20 de mayo de
1933, p. 1.
[40] Esta información se basa en los números que permanecen
en la Biblioteca Nacional. No tenemos noticias de más ediciones.
[41] Entrevista a Luis Requena.
[42] La concepción de que el trabajo o el mundo obrero se
dividía en “manual”, los que trabajaban con su fuerza física, e “intelectual”,
los que usaban su educación e intelecto, es originaria de las logias masónicas.
En América Latina fue popularizada por el político e intelectual peruano Manuel
González Prada. Su discípulo Víctor Raúl Haya de la Torre, quien también
perteneció a la masonería, lo introdujo en la Alianza Popular Revolucionara
Americana, APRA, un intento de formar un partido continental de carácter
latinoamericanista y antiologárquico, creado a mediados de la década de 1920.
En Chile fue utilizada por la Nueva Acción Pública, NAP, una vanguardia formada
por grupos de masonería popular y militares que nació en agosto de 1931 y, en
esa asamblea magallánica, por el masón y socialista Silva Boneau. De allí pasó
a la “Declaración de principios” del Partido Socialista de Chile fundado el 19
de abril de 1933.
[43] “Acta N° 16 del Partido Socialista Marxista», Puerto
Natales. 10 de febrero de 1933. Citado por Cid Rogel, El Partido Socialista
de Puerto Natales, p. 169.
[44] “Los obreros natalinos no están de acuerdo con la ley
sindical obligatoria”, El Magallanes, 13 de septiembre de 1932.
[45] El Frente Popular chileno, fundado en 1936, estaba
compuesto por socialistas, comunistas, demócratas y radicales. Sobre Soto
Canalejo y los anarquistas natalinos.
[46] Entrevista. Véase, además: “Obrero a tu puesto de
combate”, El Socialista, Puerto Natales, 1 de noviembre de 1935. En este
artículo se puede apreciar como los convenios colectivos se negociaban en la
capital regional y no en los lugares del conflicto.
[47] César Godoy Urrutia era un histórico dirigente de la
AGP, más que anarquista, según su propio testimonio era un fervoroso
“antipartidista”. A principios de 1927, durante la dictadura de Ibáñez, fue
separado del servicio por haber organizado en su gremio la Convención de Talca.
Posteriormente participó en la organización de la “1ª Convención Internacional
de Maestros para Latinoamérica”, realizada en Buenos Aires, en enero de 1928.
En esta reunión, pese a que había sido víctima de la persecución política,
apoyó la Reforma Educacional planteada por el ibañizmo, posteriormente estuvo
una temporada en Cataluña. Regresó a a Chile en 1931 a la caída de Ibáñez con
el firme propósito de definirse políticamente y lo hizo en la reunión
fundacional del PS en abril de 1933. Su evolución política continuó: en 1944 se
separó del socialismo con un grupo de diputados disconformes por la alianza con
el radicalismo en el Frente Popular y formó el Partido Socialista de los
Trabajadores, de escaso éxito electoral y político, un grupo decidió volver al
partido madre mientras que él y otros ingresaron al Partido Comunista, donde
fue dirigente y diputado hasta su muerte.
[48] “Obrero a tu puesto de combate” El Socialista N°
1, Puerto Natales. 1° de enero de 1935.
[49] El Socialista, Puerto Natales, 13 de junio de 1935.
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