- ‘Para leer el Manifiesto Comunista. Estudio
Introductorio’ | Néstor Kohan
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Karl Marx & Friedrich Engels ✆ G. Goron [s.f.]
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El Manifiesto Comunista dejó huella. Sus páginas,
devoradas con pasión por millones, influyeron de modo decisivo sobre la historia
de la humanidad. La actualidad de este texto abruma. Cuando todavía no estaban
de moda las palabras “globalización”, “mundialización” u otras similares, el
precursor Manifiesto Comunista aportó una visión totalizante de la sociedad
capitalista y de su historia. ¡En esa época no existían internet, ni la
televisión ni la radio!
Partida de nacimiento, acta de acusación, declaración de
guerra. El Manifiesto Comunista condensa todo eso y mucho más. Aunque la
autoría es compartida con Federico Engels [1820-1895], su prosa frenética y
nerviosa, punzante e hiriente, tiene el ritmo inconfundible de la pluma de
Carlos Marx [1818-1883]. Dejando a un lado El Capital (ese
“cañonazo
contra la burguesía” como lo definiera epistolarmente su autor), su vena
polémica nunca brilló con mayor esplendor
que en esta literatura de combate. No
resulta casual que sus consignas, recogidas a partir del contacto con grupos y
sectas de obreros revolucionarios europeos, preanuncien el incendio continental
que explotará en la insurrección de febrero de 1848, apenas dos semanas después
de su publicación.
Aquel fuego original, del que Marx y Engels se nutrieron y
que contribuyeron a expandir, no quedó reducido al suelo de Europa. Poco tiempo
después, en 1870, el Manifiesto Comunista se publicó por primera vez
en América latina en un periódico obrero mexicano. La llama prendía en otros
territorios y en otros lenguajes. La teoría comenzaba a universalizarse.
Desde aquel tiempo lejano hasta hoy, mucha agua ha corrido
bajo el puente. Las luchas de clases y las resistencias contra el capital
continúan, siglo y medio más tarde, mundializadas en un grado tal que hubiera
hecho temblar a aquellos luchadores internacionalistas, compañeros de Marx. La
explosión del mundo de las comunicaciones y la expansión generalizada del
capital (de sus relaciones sociales, su ideología, su cultura y sus mercados)
han convertido al planeta entero en un botín de guerra. Una inmensa despensa
lista para ser expoliada y subsumida en sus hambrientas fauces. Como contrapartida,
la resistencia anticapitalista también ha asumido un carácter internacional y
globalizado.
El Manifiesto
Comunista en el pensamiento de Marx | Gestación histórica
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Néstor Kohan
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Cuando el zapatero Heinrich Bauer, el relojero Joseph Moll [1812-1849] y el
militante comunista Carl Schapper [aprox.1812-1870], le encargaron a Marx la
redacción de un manifiesto que sintetizara los debates de la Liga de los Justos
y la Liga de los comunistas, no se equivocaron. Marx tenía experiencia en ese
género discursivo. Pocos años antes había redactado otro manifiesto, mucho
menos conocido.
Aquel primero no era un “manifiesto” clásico, estrictamente
de partido, aunque incluyera varias sentencias y posicionamientos políticos.
Consistía, más bien, en un manifiesto filosófico. Condensaba un primer balance
de los debates que había mantenido el joven periodista Marx con sus amigos
liberales y radicales de Berlín (Georg Gottlob Jung [1814-1886], Dagobert Oppenheim
[1809-1889] y Bruno Bauer [1809-1882], entre otros). Se trataba de laIntroducción
a la Crítica de la Filosofía del derecho de Hegel, redactada entre 1843 y 1844
y publicada en el primer –y único- número de los Anales franco-alemanes, en
febrero de 1844. Una publicación dirigida por Arnold Ruge [1802-1880] y el
mismo Marx.
A diferencia del Manifiesto Comunista, la tonalidad
general que adoptaba aquel documento previo era centralmente filosófica.
Ambos manifiestos comparten el estilo taxativo de sus
afirmaciones, tan característico de este género discursivo. Además, adoptan al
unísono -y esta será una nota distintiva del método marxiano- la crítica contra
toda especulación, es decir, contra toda teoría no fundamentada en el análisis
de la realidad. Un mismo cuestionamiento que, si en la Introducción de
1843-44atacará preferiblemente a la filosofía especulativa del derecho, tanto
de G.W.F. Hegel [1870-1831] como de sus discípulos, en el Manifiesto Comunista
centrará esos mismos disparos contra el llamado “socialismo verdadero” de Karl
Grün [1817-1887]. Éste no fue el único punto en común. El ampliado arco de
paralelismos entre ambos textos –entre los que median menos de cinco años-
resulta sorprendente.
En primer lugar, el sujeto de la revolución anhelada es en
ambos casos el proletariado, la clase obrera. No obstante esa coincidencia, los
fundamentos son diversos. Si en 1843-44 la razón de esa elección residía en que
el proletariado resumía las carencias, las pérdidas y los sufrimientos de la
sociedad capitalista, en 1848 la argumentación se desplaza hacia el terreno de
la lucha y la confrontación entre las clases. Tanto en el ámbito político como
en el de las relaciones de producción. Los trabajadores son ahora el centro, no
porque sufran o carezcan de todo sino por su lugar en el conflicto de clases y
en la producción de mercancías.
En segundo lugar, en 1843-44 la clave del triunfo de este
sujeto social se depositaba en la alianza entre filosofía y proletariado, entre
intelectuales y clase obrera, condición imprescindible para que “la teoría se
convierta en un poder material prendiendo en las masas”. La filosofía tenía,
según este Marx juvenil, su sede en Alemania, la clase obrera en Francia. El
reclamo a favor de esta alianza se mantiene -modificada- en 1847-48, cuando
Marx plantea que el comunismo crítico debe unirse, como un solo haz, con la
clase obrera internacional.
En tercer lugar, el programa y la estrategia anticapitalista
parten en ambos casos de una distinción esencial entre dos modalidades
diferenciadas de transformaciones sociales. Un tipo es el de “la revolución
meramente política” que sólo toca la esfera estatal; el otro es el de “la
revolución comunista” que abarca también a la sociedad civil.
El ejemplo paradigmático del primer tipo de revolución, que Marx adopta como
“modelo” y arquetipo, es la francesa de 1789. A esa revolución, en 1843-44 la
denomina “emancipación parcial o meramente política”, mientras que en 1848 la
nombra, lisa y llanamente, como “revolución burguesa”. El segundo tipo de
revolución que emerge del análisis, aquella por la cual deberían luchar los
trabajadores, es denominada en 1843-44 “revolución radical o emancipación
humana general”. En 1848, en cambio, será caracterizada como “derrocamiento
violento de la burguesía por el proletariado”.
‘Manifiesto del Partido
Comunista’ | Karl Marx & Friedrich Engels
‘Para leer el Manifiesto Comunista. Estudio Introductorio’ | Néstor Kohan
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