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Karl Marx ✆ Santy Gutiérrez
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► ¿Abogó Marx por una única forma de socialismo como sociedad sustitutiva
del capitalismo?
Humberto Miranda
Lorenzo | Después de la muerte de Lenin, en la década
del 20 del siglo pasado, comenzó a fenecer la polémica acerca de las diversas
propuestas de socialismo. El período de la guerra del fascismo contra la URSS y
la humanidad en su conjunto, así como la adopción de un modelo de socialismo
encabezado por Stalin, que asumió un modo específico de construcción social,
postergo, entre tantas otras, la alternativa de sociedad socialista por vía
autogestionaria. El fracaso de la experiencia Yugoslava, así como una serie
de estereotipos que se establecieron en torno a ella, han inclinado
tradicionalmente (y en especial a los revolucionarios más identificados con el
modelo de construcción propuesto por el socialismo real) al desdén y el juicio
(también prejuicio) a la propuesta con base en la autogestión.
El presente texto, propone un acercamiento a visiones de
Marx, Engels y Lenin en torno a las cooperativas, las asociaciones
autogestionarias, etc., en la perspectiva de contribuir al debate de las
diversas formas de socialismo a la luz de las discusiones sobre el llamado,
deseable y posible socialismo del siglo XXI.
En su discurso inaugural de la Asociación Internacional de
Trabajadores, en 1864 señalaba:
“Pero quedaba en
reserva una victoria aún mayor de la economía política del trabajo sobre la
economía política de la propiedad. Nos referimos al movimiento cooperativista,
especialmente en las factorías en régimen de cooperativas, establecidas sin
ayuda alguna, por los esfuerzos de unos cuantos valientes. Nunca se exagerará bastante
el valor de estos grandes experimentos sociales. Con hechos, no con palabras
ellos han demostrado que la producción a gran escala y de acuerdo con los
requerimientos de la ciencia moderna es posible sin la existencia de una clase
de patronos que contrate a una clase de trabajadores; que para dar fruto no es
necesario que los medios de producción estén monopolizados como medios de
dominación y extorsión del hombre trabajador; y que, al igual que el trabajo de
los esclavos y de los siervos, el trabajo asalariado no es sino una forma
transitoria e inferior, destinada a desaparecer frente al trabajo asociado
realizado con mano decidida, mente despierta y corazón alegre... Al mismo
tiempo, la experiencia del período... ha demostrado sin lugar a dudas que el
trabajo cooperativo, por excelente que sea en teoría y por muy útil que sea en
la práctica, si no va más allá del estrecho círculo de los esfuerzos
ocasionales de unos trabajadores a título individual, jamás será capaz de
detener el crecimiento en progresión geométrica del monopolio, de liberar a las
masas ni de aliviar siquiera mínimamente la carga de sus miserias. Para salvar
a las masas obreras, el trabajo cooperativo tendría que desarrollarse a escala
nacional y, consiguientemente, debería ser fomentado con medios de la misma
naturaleza. Sin embargo, los señores de la tierra y los señores del capital
usarán siempre sus privilegios políticos para la defensa y perpetuación de sus
monopolios económicos. Por eso, lejos de promoverla, seguirán poniendo todos
los obstáculos posibles en el camino de la emancipación del trabajo...” [1]
Al mismo tiempo que alababa ese "trabajo asociado
realizado con mano decidida, mente despierta y corazón alegre", Marx señalaba
los grandes impedimentos que limitaban el despliegue del cooperativismo en las
condiciones de dominio del capital. De ahí que la revolución política, la
conquista del poder político de los trabajadores deviniera una condición
fundamental para la emancipación del trabajo. Sin embargo, esta emancipación
tuvo su correlato teórico en una fórmula que la teoría marxista posterior dejó
en la opacidad ante las enormes dificultades históricas que se alzaban para su
realización práctica: la asociación de trabajadores libres. ¿Cómo acceder a esa
socialidad liberada en términos concretos? La impronta del modelo estatista
hipertrofiado que legó la experiencia del socialismo real –y la consecuente
descalificación a priori de los intentos autogestionarios que
pugnaban por convertirse en alternativas anticapitalistas—derivó en menosprecio
de las posibilidades políticas del movimiento cooperativo durante varias
décadas.
Las lecciones de "El Moro" se reencuentran a cada
paso en la complejidad de la lucha de clases de nuestros días. Esta pudiera ser
una muestra de una parte totalmente viva de sus ideas, urgidas de
reconsideración. La perspectiva asociativa de Marx no es una mera conclusión
académica, puesto que se sabe con qué admiración se refirió a la propensión
asociativa de los trabajadores franceses e ingleses incluyendo la nueva ética y
la espiritualidad que se construía en esas relaciones. Esta pudiera ser una
muestra de una parte totalmente viva de sus ideas. La asociación del trabajo,
rompiendo los límites en los que las relaciones del capital lo han sumido, es
una posibilidad, una de tantas alternativas, para las que entre otras
cuestiones, el capital ha preparado la "contraofensiva".
La sociedad del capital ha producido una separación entre
economía y política. Esta división está a su vez en la base de la distorsión
(posterior) de los criterios de Marx sobre la economía como el factor de última
instancia y la visión de la sociedad comunista como el manantial inagotable de
la producción a causa del desarrollo incontenible de las fuerzas productivas, o
sea, un mayor desarrollo económico que el del capitalismo.
[2]
Esta idea de algún modo genera una contradicción con el
hecho de que, hasta el momento, la transformación socialista ha comenzado
"desde arriba", por la superestructura, a través de la toma del poder
y la posterior transformación de la base económica, y se ha supuesto, desde el
principio, que no puede ser a la inversa. ¿Dejó
Marx cerrado el camino de los cambios al socialismo dentro del sistema? ¿Qué
rol tendría la autogestión para el cambio social? ¿Han sido capaces los
diversos proyectos de socialismo que han existido de generar un
"socialismo económico" desde el poder realmente superador del
capitalismo? ¿Han resuelto los diversos
proyectos de socialismo el tema del poder real de los trabajadores? ¿Han
resuelto el tema del trabajo más allá del empleo?
La historia de las experiencias autogestionarias está muy
ligada a la historia de las luchas entre el capital y el trabajo, la historia
de las luchas anticapitalistas. Siempre, en cada alternativa surgida del seno
de las clases trabajadoras, explotadas y excluidas, ha estado presente la
visión de la autogestión como una manera de agrupación, articulación, como una
práctica contestataria a la dominación capitalista.
Como antecedente más inmediato a las ideas de Marx, Engels y
Lenin sobre el cooperativismo y la autogestión, baste señalar que los intentos
de los socialistas utópicos (Saint-Simons, Owen, Fourrier, Thomoson, etc.)
están marcados por el pensamiento y la acción para el cambio en términos de
asociaciones cooperativas de trabajadores.
Es cierto que en el siglo XIX, en medio del auge de las
asociaciones de trabajadores tuvo lugar la experiencia de Rochdale, un barrio
pobre de Manchester, en el que menos de 30 tejedores en paro crearon una
cooperativa de la que saldrían los famosos "siete principios de
Rochdale" que vertebrarían desde entonces el espíritu de un cooperativismo
interclasista y apolítico: matrícula abierta, neutralidad política, un socio un
voto, interés limitado sobre el capital, ventas al contado, ganancias que
vuelven al socio, educación y formación.
Este cooperativismo "light" ha tenido
históricamente una gran influencia en Europa y Estados Unidos. Basado en las
cooperativas de consumo, tiende a la desmovilización y no tiene horizontes
antisistémicos, y su manifestación contemporánea puede encontrarse en el curso
actual del complejo de cooperativas de Mondragón en el País Vasco.
Marx, quien fue un defensor del cooperativismo, hizo el
énfasis, no obstante, sobre las cooperativas de producción. El argumento
principal radica en que estas ayudan a minar, siempre que vayan dentro de un
programa general de transformación revolucionaria, la lógica del capitalismo,
su proceso de explotación y de extracción de plusvalor como requisitos previos
insalvables para el mantenimiento de la producción misma, mientras que el
cooperativismo de consumo sólo afecta al reparto, a la esfera de la
circulación, y sólo puede mitigar parcialmente la injusticia pero no combatir la
explotación en su misma raíz. Este argumento es central y estratégico en toda
la concepción marxista al demostrar el rol del cooperativismo dentro del
proceso global que va desde el apoyo mutuo precapitalista a la autogestión
socialista como paso previo al modo de producción comunista.
Marx insiste reiteradamente en que el obrero se encuentra
ante el capital como un creyente ante la religión, con el mundo real invertido
e irreal, como los pies puestos sobre la cabeza. Esta insistencia en la
alienación, ya presente en sus primeras obras, es reiterada en el sexto
capítulo inédito del primer tomo de "El
Capital". Tales escritos no fueron editados (y para eso muy
limitadamente) hasta 1959 en la ex R.D.A. Esta insistencia no es casual sino
plenamente coherente con la tesis estratégica de que sólo mediante la
"expropiación de los expropiadores" se culmina el proceso de
desalienación humana. Y la "expropiación de los expropiadores", o
sea, la superación histórica de la propiedad privada de los medios de
producción y de todas sus consecuencias, desde la mercantilización hasta el
dinero, culmina a su vez el proceso revolucionario que asciende desde las
cooperativas obreras y populares hasta el comunismo, pasando por el control
obrero, la ocupación de fábricas, los consejos y soviets, la autogestión social
generalizada, etc. Desde esta perspectiva, se comprende mejor la dialéctica de
factores económicos, sociales, políticos, culturales, filosóficos y
ético-morales que define el proyecto marxista.
En este proceso --afirma Marx-- los caracteres sociales del
trabajo aparecen, ante los obreros, como si estuvieran capitalizados frente
a ellos: en la maquinaria, por ejemplo, los productos visibles del trabajo
aparecen como dominadores del trabajo. Naturalmente, sucede lo mismo con las
fuerzas de la naturaleza y de la ciencia (ese producto del desarrollo histórico
general en su quintaesencia abstracta), las cuales hacen frente, al obrero,
como potencias del capital, desligándose efectivamente de la habilidad y
del saber del obrero individual. Aunque sean, en su origen, producto del
trabajo, aparecen como incorporadas al capital, apenas el obrero entra en el
proceso de trabajo. El capitalista que emplea una máquina no tiene necesidad de
comprenderla; sin embargo, la ciencia realizada en la máquina, aparece
como capital frente a los obreros. De hecho, todas esas aplicaciones
--fundadas sobre el trabajo asociado-- de la ciencia, de las fuerzas de la
naturaleza y de los productos del trabajo en serie, aparecen únicamente como
medios de explotación del trabajo y de la apropiación de plus trabajo, y, por
tanto, como fuerzas, en sí, que pertenecen al capital. Naturalmente, el capital
utiliza todos esos medios con el único fin de explotar trabajo, pero, para
hacerlo, debe aplicarlos a la producción. Así, el desarrollo de las fuerzas
productivas sociales del trabajo y las condiciones de ese desarrollo
aparecen como obra del capital, y el obrero se encuentra, frente a todo
ello, en una relación no sólo pasiva, sino antagónica.
[3]
En los fundadores del marxismo, particularmente en Marx, se
halla una crítica profunda al espontaneísmo y el reformismo acompañantes del
movimiento cooperativo y autogestionario en general. La influencia y el
atractivo de la propuesta "rochdeliana" ameritaban una aproximación
crítica y nada ingenua al asunto. Sin embargo, se puede coincidir perfectamente
con Texier en que:
“(…) a pesar de todas
las reservas o añadidos necesarios, Marx hace en definitiva un juicio muy
positivo sobre las fábricas cooperativas. El razonamiento se articula en la
caracterización de las sociedades por acciones desde un doble punto de vista:
De una parte, tiene la particularidad de que el capital no es privado sino
"social": es una socialización que opera en el marco del sistema
capitalista sin abolirlo; es pues una socialización contradictoria, pero que
prepara directamente la socialización auténtica del modo de producción de los productores
asociados. Y esto tanto más cuanto estas sociedades por acciones son también
caracterizadas por la desunión de la propiedad y de las funciones de dirección.” [4]
Partiendo de su "Encuesta Obrera" de 1880 se puede
apreciar que para Marx el cooperativismo tiene un valor incalculable y una
amplísima esfera de aplicación, puede ser, desde una "primera
necesidad" equiparable a las "sociedades recreativas", cajas de
resistencia huelguística y "sociedades de defensa", hasta un sistema
empresarial camuflado que utiliza "trabajadores de fuera, al igual que los
capitalistas".
En la "primera necesidad" Marx introduce no sólo
el permanente esfuerzo de la clase obrera para mantener o aumentar el valor de
su fuerza de trabajo mediante el estudio y el aprendizaje, etc., pudiendo
presionar así para aumentar su salario directo e indirecto; también introduce
gastos relacionados, primero, con su formación humana, cultural y
sociopolítica, y segundo, con su práctica de lucha de clases en el sentido
fuerte, directo. Esta concepción abre perspectivas políticas contundentes
porque relacionan directamente todos los sistemas de centralidad y lucha
proletaria con el cooperativismo obrero mediante un concepto teórico clave en
el materialismo histórico como es el de "primera necesidad".
Por otra parte, si se sitúan aparte las cooperativas
sostenidas por Lassalle, a las cuales Marx se opuso resueltamente porque
ellas habían de estar financiadas y controladas por el Estado y que la clase
obrera habría vendido su alma -es decir su autonomía- por un plato de lentejas,
está claro que Marx veía con interés las cooperativas obreras. Si bien nunca
afirmó que fuera este el único camino, ni el más habilitado para el derrumbe
del capitalismo, Marx sí tomó nota de la nueva fase en la que entraba la
sociedad del capital, una fase en la que comenzaban a producirse procesos de
organización que pudieran derivar en el cambio radical de las relaciones que
sostienen dicho modo de producción. Asimismo, puso bajo cuestionamiento a las
sociedades por acciones y las cooperativas obreras en el capítulo del Tomo III
de "El Capital", consagrado al rol del crédito en el desarrollo del
capital.
Si algo trababa Marx de dejar claro era su oposición al
desarrollo de un accionariado asalariado en las empresas. Esto lo hacía
evidente al considerar las cajas de ahorro como "(…) la cadena de oro en
la que el gobierno tiene en sus manos a gran parte de los obreros"
[5]. Para Marx la
cooperativa obrera es una forma colectiva de apropiación privada que anula el
poder de la patronal en una empresa, sin que ello implique necesariamente
abolir el capitalismo. Si las sociedades por acciones son una forma capitalista
de socialización del ahorro que puede transitar más allá de la propiedad
privada capitalista, la cooperativa obrera tiene otra vertiente: significa que
la clase obrera se prepara -incluso en el nivel de gestión de la empresa-, a la
transformación socialista de la sociedad que no solo acaba con el poder del
patrón en algunos puntos del sistema, sino con el sistema capitalista mismo.
La limitación (aceptable en Marx, pero inentendible hoy) es
la confusión de la agrupación en cooperativas con la autogestión. Ello limita a
la autogestión, la deja atrapada en la burbuja de la economía y al cabo la
vuelve "inofensiva" al capital, como ha podido apreciarse en
numerosos experimentos de este tipo.
El primer texto importante en el que se explica la posición
de Marx al respecto del movimiento cooperativo es una resolución adoptada
durante el primer Congreso de la A.I.T., del que se extrae el punto a):
Reconocemos el movimiento cooperativo como una de las
fuerzas transformadoras de la sociedad presente, fundada en el antagonismo de
las clases. Su gran mérito es el de mostrar en la práctica que el sistema
actual de subordinación del trabajo al capital, despótico y empobrecedor, puede
ser suplantado por el sistema republicano de la asociación de productores
libres e iguales.
Sin embargo, en el punto b) precisa muy claramente que el
movimiento cooperativo por sí mismo, no será el fin del sistema:
“Para convertir la
producción social en un gran y armonioso sistema de trabajo cooperativo, los
cambios generales son indispensables. Estos cambios nunca se obtendrán sin el
empleo de las fuerzas organizadas de la sociedad. Así pues, el poder del
Estado, arrancado de las manos de los capitalistas y de los propietarios de la
tierra debe ser organizado por los mismos productores.” [6]
La cuestión del comunismo y de las cooperativas es un pasaje
esencial en "La Guerra Civil en Francia". Del comunismo en primer
lugar y de los reformadores que proponen la solución de las cooperativas
seguidamente. El concepto de comunismo avanzado por Marx reemprende los
términos que había utilizado en uno de los capítulos finales del Tomo I de
"El Capital": en los dos
casos, está presente la cuestión de la expropiación de los expropiadores, pero
también una definición de la propiedad comunista que hace intervenir el
concepto de propiedad individual: "Quería hacer (la comuna) de la
propiedad individual una realidad, transformando los medios de producción, la
tierra y el capital, hoy esencialmente medios de servidumbre y de explotación
del trabajo, en simples instrumentos de un trabajo libre y asociado".
[7]
Después evoca a los reformadores burgueses que frente a las
dificultades del capitalismo "se convierten en los apóstoles inoportunos y
ruidosos de la producción cooperativa".
[8] Percibe
mejor el punto crítico del pensamiento marxista vuelto contra el socialismo
burgués o pequeño burgués. Y precisa así su posición:
“Pero si la producción
cooperativa no debe quedar en un señuelo y en una trampa; debe eliminar el
sistema capitalista, si la unión de las asociaciones cooperativas deben regular
la producción nacional según un plan común, tomándola así bajo su propia
dirección y poniendo fin a la anarquía constante y a las convulsiones
periódicas que son el destino ineluctable de la producción capitalista? ¿Qué
sería esto, señores, sino el comunismo, el muy "posible" comunismo?” [9]
Vale la pena, asimismo, detenerse en el aspecto en el que
Engels reflexiona sobre la obra de la Comuna en su prefacio de 1891. Menciona,
en primer lugar, que el 16 de Abril de 1871:
"(...) la Comuna ordena un censo de las fábricas paradas por los
fabricantes y la elaboración de planes para dar la gestión de estas empresas a
los obreros que trabajan en ellas hasta que se unifiquen en asociaciones
cooperativas, organizadas, asimismo en una sola gran federación"[10].
Después de lo cual, comenta la acción tanto de los
blanquistas como de los proudhonianos, tomando como hilo conductor la idea que
esos "doctrinarios" hacen lo contrario de lo que su doctrina ordenaba
hacer. En lo que concierne a Proudhon, su doctrina lo presenta como "el
socialista del pequeño campesinado y del artesanado, que odiaban la
asociación".
Se enfatiza el párrafo, porque es de una importancia
capital, después de "El Manifiesto" Marx y Engels designan la
sociedad comunista como "la asociación" (el término comunista –como
aclara Texier
[11]-
esta reservado a la designación de las formas de apropiación común
pre-capitalistas) y es también, en cierta forma, como Marx designa el comunismo
en
"El Capital"[12].
"Frente a ella
(la asociación) -prosigue Engels, exponiendo el pensamiento de Proudhon-, la
concurrencia, la división del trabajo, la propiedad privada serían de las
fuerzas económicas"[13].
Hay, sin embargo, una excepción, es la de la gran industria y las grandes
empresas, donde la asociación de los trabajadores no sería desplazada según
Proudhon. Y Engels se remite, entonces, al tercer estudio de la obra de éste:
"Idea general de la revolución".
No obstante, Engels señala que las grandes empresas habrían
dejado de ser una excepción:
“(...) el decreto más
importante de la Comuna, instituía una organización de la gran industria y de
la manufactura, que debían, no solamente sostenerse sobre la asociación de los
trabajadores en cada fábrica, sino que también debían reunir todas esas
asociaciones en una gran federación; en breve, una organización que, como Marx
dijo muy acertadamente en La guerra civil en Francia, debía conducir finalmente
al comunismo, es decir exactamente a lo opuesto de la doctrina de Proudhon.” [14]
El texto de Marx y el de Engels son dos versiones
ligeramente distintas de un mismo pensamiento: las cooperativas abandonadas a
su aislamiento son un señuelo; cuando son reagrupadas en el seno de una
federación, devienen al comunismo y pueden afrontar las tareas de la
planificación sin las que no hay comunismo.
Debe abundarse sobre la necesaria transformación de la
apropiación pública (en la que el Estado se apropia de los medios de producción
y de cambio en el nombre de toda la sociedad), en apropiación social auténtica
que solo puede poner fin a la separación de los productores con respecto a sus
medios de producción. Jaques Texier, en su análisis sobre democracia,
socialismo y autogestión, enfatiza que sólo esta apropiación social auténtica
autoriza hablar del comunismo como una libre asociación de productores. Esta
libre asociación tiene su punto de partida en la apropiación de la fábrica por
los trabajadores, los que administran en lo sucesivo su fábrica en lugar de los
patronos. Sin esta participación directa en la gestión de su fábrica es donde
las cooperativas ofrecen el primer ejemplo, no hay apropiación social por los
trabajadores asociados. Podría decirse que las cooperativas sin propiedad
colectiva y sin planificación, no son todavía el socialismo, pero
recíprocamente, sin el momento de la gestión directa de la empresa por sus
propios trabajadores, la apropiación pública no conduce a la asociación de los
productores y se tiene, entonces, una "transición bloqueada".
[15]
Se puede también partir de la idea expresada por Marx en
"La Guerra Civil en Francia", según la cual el comunismo, expropiando
a los expropiadores restablece la propiedad individual de los trabajadores, no
sobre instrumentos de producciones dominables individualmente, pero sí
sobre los medios de producción social que no pueden ser puestos en marcha más
que por el trabajador colectivo. Se tendrá, pues, una apropiación a la vez
social e individual, en la que la apropiación escapa a la abstracción de la apropiación
simplemente pública del hecho de la participación del trabajador en la gestión
de su empresa y donde la apropiación individual no puede perder su carácter
privado más que por una apropiación necesariamente colectiva.
Esta cuestión ya estaba reflejada en el capítulo del Tomo I
de "El Capital" sobre "La tendencia histórica de la acumulación
capitalista". Los términos deben ser traídos de nuevo porque el texto no
ha sido siempre considerado con atención:
“Pero la producción
capitalista engendra a su alrededor, con la ineluctabilidad de un proceso
natural, su propia negación. Es la negación de la negación. Ésta no restablece
la propiedad privada, pero, era el motivo, la propiedad individual fundada
sobre las conquistas de la era capitalista: sobre la cooperación y la posesión
común de la tierra y de los medios de producción producidos por el trabajo
propiamente dicho.”
[16]
Resulta difícil hacerse una idea precisa de esta propiedad
individual que no es una propiedad privada. Sin duda Marx sugiere pensar en lo
que caracterizaba las formas de propiedad anteriores a la propiedad privada
burguesa. Ésta en efecto es de una gran simplicidad, al menos en principio. Se
es propietario o no. Las formas precapitalistas conocían formas de apropiación
mucho más complejas, en las cuales los sistemas de derechos se entrecruzaban a
partir de una misma condición de producción: la tierra por ejemplo. Marx
recurre a los términos de propietario/poseedor para describirles. El siervo
posee su parcela que cultiva de manera autónoma; el señor será su propietario y
le sería necesario el recurso a la coacción extraeconómica para obligar al
campesino a entregar un sobretrabajo al señor
[17].
Para el comunismo es a la inversa: el productor asociado es
propietario individual y él posee sus medios de producción en común con
otros asociados. Será necesario ver si esta formulación es recuperada en otras
partes. A primera vista no lo parece. Pero la formulación es bastante lógica
porque la posesión nos remite habitualmente a la libre disposición, al uso. En
cuanto a la propiedad, sería necesario precisar con quién el trabajador es
copropietario de la empresa. ?iquest;Con otros trabajadores de la fábrica, o
con el conjunto de los ciudadanos? O bien la relación de propiedad es todavía
más compleja.
Antes de terminar con las cooperativas obreras y con el fin
de captar bien la posición de Marx, se debe retornar sobre el capítulo del
libro III de "El Capital" dedicado al rol del crédito en la
producción capitalista, publicado por Engels en 1894. Este permite comprender
por qué puede decirse que la fábrica cooperativa funciona en cierto modo como
una fábrica capitalista, donde los obreros se explotan a sí mismos y, además,
cómo es que Marx ve, al mismo tiempo, la capacidad antisistema de la propiedad
cooperativa.
El resultado del máximo desarrollo de la producción
capitalista es el punto por donde pasa necesariamente la reconversión del
capital en propiedad de los productores, no tanto como propiedad privada de los
productores singulares, como en tanto que propiedad de los productores
asociados, propiedad directamente social. Por otra parte, es el punto por donde
pasa la transformación de todas las funciones del proceso de reproducción
todavía vinculadas a la propiedad del capital en simples funciones de los
productores asociados, en funciones sociales.
[18]
De ahí se pasa a la idea presente en "La Guerra Civil
en Francia", es decir en las notas más tardías en las que Marx responde a
los ataques de Bakunin, que los obreros de una fábrica cooperativa eligen a sus
directores.
[19]
En esas cooperativas, la contradicción entre el capital y el
trabajo ha sido suprimida, incluso si los trabajadores no son desde el
principio, en tanto que asociación, más que su propio capitalista, es decir si
utilizan los medios de producción para valorar su propio trabajo. Nos muestran
cómo, en un cierto grado de desarrollo de las fuerzas productivas materiales y
de las formas sociales correspondientes de producción, un nuevo modo de
producción puede surgir y desarrollarse de manera natural a partir de un modo
de producción dado.
[20]
Aquí es necesario retornar al discurso de Marx citado al
inicio, en el cual señalaba que "los señores de la tierra y los señores
del capital" harían todo lo necesario "para la defensa y perpetuación
de sus monopolios económicos". Y eso han hecho. La realidad es que
las cooperativas han sido absorbidas por un sistema capaz de generar constantes
"contraalternativas" a las alternativas que surgen en su contra. La
experiencia histórica evidencia que el sistema es capaz de devorar lo que se le
oponga, ya sea haciéndolo un producto del mercado, o sea, subsunción cultural,
o a cañonazos.
Marx y Engels debieron también establecer una ardua polémica
con toda la ola reformista que invadió Europa a fines del siglo XIX. Los
defensores del camino de Rochdale comenzaban a ser mayoritarios, esta vez
encarnados en la "contrarrevolución marginalista" del último tercio
del siglo XIX de la que más tarde renacería el actual neoliberalismo. Este
movimiento era a la vez defensor a ultranza de la "economía social"
en la que se establecía una compleja alianza interclasista mediante la acción
de colectivos de ayuda, de cooperativismo integrador, etcétera. León Walras fue
su principal promotor y, a partir de su influencia se fomentó un movimiento
realmente regresivo que derivó en la creación en 1895 de la Asociación
Cooperativa Internacional, cuyas bases programáticas eran las de Rochdale, pero
esta vez con un carácter nada ingenuo.
Semejante evolución se inscribía en el aumento de las
contradicciones internas en la socialdemocracia por las presiones y problemas
surgidos por el tránsito de la fase colonial del capitalismo a su fase imperialista.
El debate sobre el cooperativismo no podía aislarse de ese cambio objetivo y
subjetivo, como se comprobó en el Congreso de Hannover de 1899 en el que se
formaron dos tesis opuestas sobre el tema en cuestión, una la de los seguidores
de Marx y Engels, y otra pequeño burguesa y apoliticista de los seguidores de
Krüger y Schulze-Delitzsch.
[21]
Marx, a la par que tomaba parte activa en este debate,
también comenzaba a tomar nota de los desarrollos de las comunidades campesinas
en Rusia y de su posible devenir en términos antisistema. Una preocupación
básica fue la de contextualizar los límites objetivos y subjetivos a partir de
los cuales sería posible o no saltar de la comuna campesina y de la propiedad
colectiva de la tierra a la democracia socialista y a la propiedad colectiva de
las fuerzas productivas. Es decir, descubrir en la evolución social un punto
crítico de no retorno a partir del cual esa comunidad campesina no podría ya
eludir los terribles costos y sacrificios de la fase histórica capitalista. En
este sentido, con respecto a Rusia, se su tesis básica consistía que el proceso
se encontraba al borde un momento de no retorno, a partir de cual la comuna
campesina ya no garantizaría por sí misma la posibilidad del salto directo al
socialismo.
El carácter agrario y semifeudal de las relaciones de
producción en Rusia no le era ajeno a Marx, pero a su vez, podía apreciar en la
obshina y en otras formas de asociación particularmente agrarias una vía de
salida del sistema. En la presentación de la segunda edición rusa de "El
Manifiesto Comunista" afirmaba junto con Engels:
El
Manifiesto Comunista anuncia
la inevitable cercanía de la disolución de la propiedad burguesa moderna. En
Rusia, sin embargo, nos encontramos con que el timo capitalista del rápido
florecimiento, y la recientemente desarrollada propiedad burguesa de la tierra
se enfrenta con la propiedad comunal campesina de la mayor parte de las
tierras. Esto plantea la pregunta: ?iquest;Puede la obshina rusa, forma,
aunque muy erosionada, de la primitiva propiedad comunal de la tierra, pasar
directamente a la forma superior, comunista, de propiedad comunal? ¿O bien debe
pasar primero por el mismo proceso de disolución que caracteriza el desarrollo
histórico de Occidente? Hoy existe una sola respuesta. Si la revolución rusa se
convierte en una señal para la revolución proletaria en Occidente, de tal modo
que una complemente a la otra, entonces la propiedad campesina común de la
tierra podrá servir como punto de partida para un desarrollo comunista.
[22]
Enrique Dussel aclara en gran medida estos criterios cuando
tras analizar la evolución creativa de Marx al respecto desde 1863, aunque con
claros indicios anteriores, afirma que:
“La discusión de los
revolucionarios rusos ayudó a Marx a clarificar un asunto central: los sistemas
económicos históricos no siguen una sucesión lineal en todas partes del mundo.
Europa Occidental, y de manera clásica Inglaterra, no son la
"anticipación" del proceso por el cual han de pasar obligatoriamente
todas las sociedades "atrasadas" (...) Lo cierto es que Rusia siguió
el camino previsto por Marx. Sin agotar el "pasaje" por el
capitalismo, realizó su revolución permitiendo que la "comuna rural
rusa" pasara, en gran medida, directamente de la propiedad
comunal a la propiedad social del socialismo real, desde la revolución de 1917.” [23]
Por su parte Lenin, quien conocía muy bien la sociedad rusa
de fines de siglo XIX y principios del XX, además de reconocer, al igual que
Marx, la importancia del análisis de las relaciones en el agro ruso y del rol
de las colectividades campesinas, insistía con mucha fuerza en el rol activo y
dinámico que la autogestión tendría en el sector de la clase obrera.
El énfasis en luchar por expandir la conciencia política
revolucionaria se basaba en su profundo conocimiento de la situación del
movimiento obrero, en el que en 1901 adquirió bastante fuerza en Moscú, Odessa,
Minsk y otras ciudades industriales la "Asociación de ayuda mutua de los
obreros de la industria mecánica", que seguía las tesis de Zubatov según
las cuales el movimiento obrero debía organizarse económicamente, participando
en la administración de la empresa pero siempre al margen de toda pretensión
política y socialista, participación que sin embargo terminaba dependiendo del
Estado zarista. Las izquierdas denominaron a este programa "socialismo
policíaco".
[24]
La agudización de la lucha de clases –apunta Iñaki Gil-
destrozó el movimiento para finales de 1903. Pero también dentro de los
bolcheviques existía una tendencia que sostenía que el socialismo triunfaría
sólo cuando, además de otros dos requisitos como la automatización y el
desarrollo previo de la conciencia proletaria, el cooperativismo llegase a
dominar y dirigir el desarrollo industrial. Sin esas tres condiciones no podía
esperarse la consecución del socialismo.
[25]
La revolución rusa de 1905 significó un movimiento radical
en cuanto a las concepciones sobre la necesidad del tránsito hacia una sociedad
no capitalista, y el cooperativismo y la autogestión no estuvieron al margen de
tal proceso de radicalización. El cooperativismo sólo podía ser entendido como
uno de los momentos del proceso autogestionario colectivo de la fuerza de
trabajo social en su lucha emancipadora y desalienadora, constatación que fue
avalada por el debate sobre las formas masivas de huelga, desde la Huelga
General hasta el sindicalismo revolucionario pasando por las relaciones entre
el partido y el espontaneísmo de masas. Las ideas de Rosa Luxemburgo al
respecto y la generalización de los debates en la II Internacional y en el
ámbito anarquista planteaban la revolución socialista como un proceso que
inevitablemente pasaría por las experiencias consejistas, sovietistas y de
poder obrero y popular.
[26] Se
iniciaba un nuevo ciclo de radicalización del cooperativismo. La revolución
rusa de nuevo trajo el problema de "cruzar la línea".
En el Congreso Socialista Internacional de Copenhague de
1910 en el cual Lenin participó activamente, debatió con mucha fuerza el tema
del cooperativismo. Las tendencias reformistas habían estado imponiéndose desde
finales del siglo XIX y principios del XX, y como se decía anteriormente, era
cada vez más evidente que se aproximaba el momento de "llegar a las
líneas", de cruzarlas.
El congreso había realizado planteamientos programáticos que
de suyo implicaban una radicalización. A contrapelo de lo que el movimiento
reformista pretendió imponer. Lenin en aquel momento definía las dos líneas
principales de acción:
“Una, la línea de
lucha de clase del proletariado, el reconocimiento del valor que tienen las
cooperativas como un instrumento de esta lucha, como uno de sus medios
auxiliares, y la definición de las condiciones en las cuales las cooperativas
desempeñarían realmente ese papel, en lugar de ser simples empresas
comerciales. La otra línea es la pequeño burguesa, que oscurece el problema del
papel de las cooperativas en la lucha de clase del proletariado, les otorga un
significado que va más allá de esta lucha (es decir, confunde las opiniones
proletarias y las de los patronos sobre las cooperativas) y define sus
objetivos con frases generales que también pueden ser aceptables para el
reformador burgués, ese ideólogo de los grandes y pequeños patronos progresistas.” [27]
Lenin retomaba la línea de Marx en cuanto al rol de las
cooperativas de consumo y la importancia de estimular la creación de cooperativas
de producción de manera que se pudieran atacar las bases del sistema. Esta
última tesis sobre la integración de las cooperativas de producción en las de
consumo tiene una importancia trascendental desde la perspectiva marxista
porque atañe al núcleo del problema, a saber, el cooperativismo como uno de los
instrumentos decisivos de la producción socialista y por tanto, uno de los
instrumentos decisivos para lograr la extinción histórica de la ley del
valor-trabajo. El secreto del problema radica en que las cooperativas deben
tener capacidad de autogestionar el proceso entero de producción, circulación y
venta, y reparto e inversión desde los criterios cooperativistas y de ayuda
mutua de los beneficios obtenidos. O sea, romper de raíz la lógica de la
acumulación privada capitalista.
La gran revolución de 1917 hizo a los revolucionarios rusos
poner en práctica muchas de las ideas que habían estado a debate sobre las
cooperativas, tanto en el sector industrial, obrero, como en el campo. No
obstante la dinámica asumida por el proceso y lo precipitado de todos los
acontecimientos, Lenin siempre aconsejó paciencia y prudencia a la hora de
ensayar procesos cooperativos en el campo.
La prudencia hacia el campesinado se asentaba en una muy
decidida iniciativa de fortalecer el Poder de los Soviets con conquistas
revolucionarias cualitativas como las que aparecen en el "Proyecto de
reglamento del Control Obrero" redactado por Lenin el mismo día que su
declaración anterior: "Queda establecido el control obrero sobre
la producción, conservación y compraventa de todos los productos y materias
primas en todas las empresas industriales, comerciales, bancarias, agrícolas,
etc., que cuenten con cinco obreros y empleados (en conjunto), por lo menos, o
cuyo giro anual no sea inferior a 10.000 rublos"
[28].
La extensión del control obrero a las empresas agrícolas iba destinado a
asegurar que en un contexto tan cargado de prejuicios, dependencias y miedos
impuestos por la explotación, pudiera existir un clima de autoconfianza de los
campesinos pobres y trabajadores agrarios.
En las complejas condiciones en las que tenía lugar la
revolución, los sectores con menor grado de conciencia, más alienados, no
respondían sólo a motivaciones ideológicas, religiosas, a costumbres, raíces
culturales y tradiciones ancestrales. Estaban actuando en el entorno de las
condiciones materiales de su existencia, en estrecho vínculo con toda una serie
de prejuicios reaccionarios y subjetivos en apariencia separados totalmente de
la miseria material objetiva. Una de las finalidades y a la vez virtudes del
cooperativismo, de los comités, de los Soviets era precisamente, de un lado, la
de poner sobre sus pies esta situación invertida, demostrando en la práctica
diaria a las masas trabajadoras que disponían de instrumentos concretos para
emanciparse a sí mismas; y, de otro lado, simultáneamente, demostrar que por
debajo de tanta aparente diferencia y dentro de tanta complejidad, existía una
explotación última de su fuerza de trabajo, de su género y de su nacionalidad
que sólo podía resolverse mediante la revolución socialista.
En este sentido, en el III Congreso de las Cooperativas
Obreras Lenin señalaba: "Todos convenimos en que las cooperativas son una
conquista del socialismo. Por eso cuesta tanto lograr las conquistas
socialistas. Por eso es tan difícil triunfar. El capitalismo dividió
intencionadamente a los sectores de la población. Esta división tiene que
desaparecer definitiva e irrevocablemente, y toda la sociedad ha de convertirse
en una sola cooperativa de trabajadores".
[29] Era,
en sus propias palabras, el "problema más vital del momento", el
tránsito de las cooperativas de corte burgués a una asociación comunista de
producción y consumo que agruparía a toda la población.
[30]
En medio del desafío que constituía la NEP, Lenin estimulaba
por todos los medios posibles el rol de las cooperativas y las experiencias
autogestionarias. De hecho, constantemente llamaba a los funcionarios del
Partido a apoyar tales empeños. "Y en este momento, el ascenso y la
restauración de la economía nacional en el Estado obrero y campesino dependen
más que nada del mejoramiento de la vida y de la hacienda de los campesinos (...)
Las autoridades soviéticas deben controlar la actividad de las cooperativas,
para que no haya fraudes, ocultación al Estado ni abusos. En ningún caso
deberán poner trabas a las cooperativas, sino ayudarlas por todos los medios y
colaborar con ellas."
[31] Lo
que hoy se traduciría en acceso a tecnologías de avanzada que permitan una
interacción constante en tiempo real de los actores inmersos en los procesos
autogestivos, dinamizar esa interacción, y un control colectivo que oriente
dichos procesos más allá de los estrechos horizontes del capitalismo.
Lenin en 1922 insiste en "Tesis sobre el Banco
Cooperativo" en la "participación en el Banco de los más destacados
cooperativistas comunistas de la agricultura para controlar y apresurar el
trabajo; estímulo del Banco del Estado al Banco Cooperativo en forma de
reducción del interés"
[32].
La urgencia de Lenin nace de la inmensa complejidad de los problemas a los que
se enfrenta el Poder de los Soviets, y, en especial, del peso, influencia y
poder creciente que va tomando la burocracia incrustada en el aparato
administrativo.
Ya en medio de su agonía, Lenin, alrededor de marzo de 1923
termina de escribir uno de sus últimos trabajos, al que tituló precisamente
"Sobre las Cooperativas". Un trabajo bastante extenso en el que
delineaba de manera programática las visiones sobre la sociedad socialistas en
la perspectiva autogestionaria. Para él:
Hablando con propiedad, nos queda por hacer una cosa "nada
más": elevar a nuestra población a tal grado de "civilización"
que comprenda todas las ventajas de la participación de cada cual en las
cooperativas y organizar esta participación. Ahora bien, cuando los medios de
producción pertenecen a la sociedad, cuando es un hecho el triunfo de clase del
proletariado sobre la burguesía, el régimen de los cooperativistas cultos es el
socialismo.
[33]
Lenin falleció poco tiempo después. La historia posterior es
bastante conocida. La práctica socialista en la URSS derivó a un sistema en el
que la autogestión no tuvo el más mínimo espacio. La cooperativización forzosa
trajo más problemas de los que resolvió. La estatización de la economía y el
congelamiento del debate público y teórico impidieron la circulación de ideas
distintas a las que Stalin presentó como el único socialismo.
[1] Marx, Carlos,
Engles, Federico: "Obras Escogidas". En Tres Tomos. Editorial
Progreso. Moscú. 1975. T. III. p.p 79.80
[2] Los modelos de
Schweickart, Ollman, Roemer y otros, parten del axioma de que el socialismo
deberá ser más eficiente que el capitalismo, o sea, más "económico".
Esto es una trampa teórica. Seguir los derroteros del "progreso", el
"desarrollo", el "crecimiento económico", etc., es seguir
el patrón de crecimiento del capital, es no salir jamás de las redes del
mercado capitalista, del aumento de la tasa de beneficios, del mito de Sísifo.
Al final, la roca que arrastramos cuesta arriba nos cae encima de nuevo.
[3] Marx, Carlos:
"El Capital Libro I. Sexto Capítulo (inédito)". Hilo Rojo.
Madrid. 1997. p. 12.
[4] Texier,
Jacques: "Democracia, Socialismo y Autogestión", La Pensée, Nº 321,
Enero/Marzo, 2000. p. 32
[5] Cfr. Jean
Lojkine, "Nuevas luchas de clase, nuevos movimientos sociales y
alternativas al capitalismo" en Actuel Marx n° 26 sobre Las
nuevas luchas de clase. Lojkine escribe después de haber considerado las
ventajas que podían derivarse para los salarios del desarrollo del accionariado
salarial: "Vemos como el "combate de clase" es hoy complejo,
aunque no sea nuevo: Marx trató ya en el libro III de El Capital el caso de las
sociedades con acciones controladas por sus asalariados " pp. 114-115. Es
cierto que Marx habla en el mismo capítulo de las sociedades por acciones y de
las cooperativas obreras. Pero el choque de frente entre las dos no se
encuentra en Marx. Ello se realza con la única responsabilidad científica de
Jean Lojkine. Si queremos hacernos una idea sobre lo que Marx pensaba de esta
asimilación de las cooperativas de producción a las sociedades por acciones, es
necesario leer la resolución del primer Congreso de la Asociación Internacional
de Trabajadores que se reunió en Ginebra en septiembre 1866. Estas resoluciones
fueron redactadas por Marx que no asistió al Congreso. El punto e) de la
resolución sobre el trabajo cooperativo es también redactada "con el fin
de impedir que las sociedades cooperativas degeneren en sociedades ordinarias
burguesas (sociedades por acciones), todo obrero empleado debe necesariamente
recibir el mismo salario, asociado o no. Como compromiso puramente temporal,
admitimos un beneficio mínimo a los socios." Marx, Carlos: "Obras
Economía I", Editorial Pléyade, Madrid, 1965, pp. 1469-1470.
[6] Marx, Carlos:
Op. Cit. p. 1469
[7] Marx, Carlos:
"La Guerra Civil en Francia", Editorial Paydós, Madrid, 1972, p. 266.
[8] Marx califica
el socialismo proudhoniano de socialismo burgués y de pequeño burgués. Burgués,
porque lo que propone realizar ya existe, la ilusión de ello al menos.
Pequeñoburgués, porque Proudhon es la encarnación de la contradicción entre el
capital y el trabajo y su socialismo es esencialmente de origen campesino y
artesanal.
[9] Marx, Carlos:
"La Guerra Civil en Francia", Editorial Paydós, Madrid, 1972, p. 246.
– Aquí sería necesario tratar la cuestión de que el socialismo y el comunismo
no existen sin planificación y que ello supone la apropiación social de las
relaciones mercantiles.
[10] Op. Cit. Pág. 206
[11] Cfr. Texier,
Jaques: Op. Cit.
[12] Ibidem
[13] Op. Cit pág 207
[15] Texier,
Jacques: Op. Cit. 29.
[16] Marx, Carlos:
"El Capital", T. I, Editorial Ciencias Sociales, La Habana,1975, pp.
856-57.
[17] Cfr. Marx,
Carlos: "El Capital", T. III, capítulo XLVII, "Génesis de la
renta de bienes raíces capitalista". Paragrafo II "La renta del
trabajo", Editorial Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 170-174.
[18] Marx, Carlos:
"El Capital", T. III, prefacio, Editorial Ciencias Sociales, La
Habana, 1975, pp. 7-12
[19] Esta es la
alusión que se encuentra en "La Guerra Civil en Francia": "En
lugar de decidir una vez todos a cual de los tres o seis miembros de la clase
dirigente que han de "representar" y pisotear al pueblo en el
parlamento, el sufragio universal debe servir al pueblo constituido en comunas, como
el sufragio individual sirve a cualquier otro empleador en la búsqueda de
obreros y de personal de dirección para su negocio. Es un hecho bien
conocido que las sociedades, como los individuo, en materia de auténticos
negocios saben generalmente situar a cada cual en su lugar y, si comenten algún
error, saben rectificarlo inmediatamente." Op. Cit. p. 243.
Evidentemente, esto se hace ante todo en relación a los funcionarios de la
Comuna. La noción de sufragio individual del empleador es desconcertante. Pero
esto es porque Marx piensa la elección de funcionarios de la Comuna, como la de
los dirigentes sindicales, o de los gerentes de una cooperativa. Esto es lo que
se puede ver en las notas que el redactó al final de 1874 y principio de 1875,
para refutar las críticas anarquistas de Bakunin. Cuando éste escribió:
"?iquest;Todo el proletariado va poder estar a la cabeza del
gobierno?" Pregunta en la que se encuentra el argumento clásico contra la
delegación de poder, Marx responde: "?iquest;El comité ejecutivo de un sindicato
está compuesto por el todo? ?iquest;Se puede abolir toda la división del
trabajo en una fábrica, y con ella las diversas funciones que de ella se
derivan?" Yendo más lejos, Marx se apoya directamente en la experiencia de
las fábricas cooperativas para responder a su acusador: "Con la propiedad
colectiva, desaparece la pretendida voluntad del pueblo para dar lugar a la
voluntad real de la cooperativa." Más lejos todavía: "Si el señor
Bakunin conociera solo la posición de un gerente en una fábrica cooperativa
obrera, todos sus señoriales sueños se irían al diablo. Si hubiera tenido la
ocasión de preguntarse: ?iquest;qué forma pueden tomar las funciones de
administración sobre la base de este Estado obrero, ya que a él le place
llamarle así?" Marx, Carlos, Engels, Federico, Lenin, Vladimir: "Sobre
el anarquismo y el anarco-sindicalismo", Moscú, Editorial Progreso, 1978,
pp. 165-166-167.
[20] Marx, Carlos:
"El Capital", T. III, Editorial Ciencias Sociales, La Habana,
1975, pp. 105-106
[21] En los
trabajos de Iñaki Gil y de Emile Armand hay todo un acopio de datos
ilustrativos de la polémica de ambas tendencias.
[22] Marx, Carlos,
Engles, Federico: "Obras Escogidas". En Tres Tomos. Editorial
Progreso. Moscú. 1975. T. II. p. 128.
[23] Dussel,
Enrique: "El último Marx (1863-1882) y la liberación latinoamericana".
Siglo XXI, México. 1990. p. 102.