Juan Ramón Capella [1983] | En
el centenario de la muerte de Marx tiene aún sentido aproximarse a este gran
clásico también del pensamiento político buscando inspiración para los
problemas de la idealidad emancipatoria del presente. Inspiración; no
soluciones hechas.
En las metrópolis del capitalismo maduro —USA, el Japón,
Europa occidental— el movimiento portador de aquella idealidad experimenta un
eclipse; lo que hay son más bien jirones de la subjetividad revolucionaria de
lo que ha sido un movimiento obrero y embriones de actividad social
tendencialmente emancipatoria que crecen a menudo sin conexión visible con lo
que sin duda fue su tradición en ese movimiento. Embriones surgidos contra el
exterminismo, contra el carácter predatorio del industrialismo actual, contra
el sexismo. Esta forma embrionaria da cuenta de la acentuada fragmentación de
la consciencia, la voluntad y la práctica emancipatoria colectiva potencial.
Las clases trabajadoras, cuya hegemonía política, económica
e ideal sigue siendo condición necesaria para que nuestra especie pueda
liberarse finalmente de las formas de organización social que la hacen
desgraciada, no son aún capaces, en la situación presente, aplastadas y atomizadas
por la crisis, de apartarse del objetivo de la producción por la producción
que