Nelson Guzmán | En
el capitalismo, como bien lo ha expresado György Lukács, la vida está sometida
al ser social. La sociedad ha subordinado a los hombres al imperio de la
dominación. El trabajo ha terminado de convertirse en un objeto, hablamos sin
duda de la alienación que producen las relaciones sociales de producción. Marx
se separa de Hegel exactamente en el giro lingüístico que genera su
teorización, entrabamos a comprender la sociedad capitalista echando mano al
concepto de totalidad. Althusser dirá que Marx estaba descubriendo un nuevo
continente para la historia.
La expresión más concreta es su ruptura epistemológica con
la antigua manera de interpretar al mundo. El marxismo rompe con el
escepticismo, lo hace también con el idealismo y con el hábito de estudiar la realidad
fragmentariamente como lo habían realizado las teorías burguesas. Otras formas de concebir la historia apelaban al pensamiento
mesiánico, se creía en los hombres predestinados a realizar los cambios
trascendentales. El estalinismo tuvo mucho de esto, nadie se atrevía a
contravenir al caudillo, hacerlo era considerado una herejía y sin duda llevó a
las persecuciones más terribles realizadas en la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas.
Para Lukács el marxismo es una teoría susceptible de
modificación, de ampliación.
No todo su desarrollo puede derivarse de sus fundadores, hay
que tomar en cuenta que el metabolismo de la sociedad capitalista se renueva.
Marx escribió básicamente en el contexto histórico y predominio del capitalismo
de libre competencia. El capitalismo monopólico se presentaba aún de forma
incipiente. La teoría de Marx no es un texto religioso a cuyos versículos
acudimos con fe, por el contrario estamos ante un libro que nos lega un método
dialéctico.
Son importantes las consideraciones que realiza Lukács entre
objetivación y extrañamiento. Hegel había considerado la primera categoría como
un problema universal manifestado como la expresión necesaria de la
construcción del objeto. Todo hombre se objetivaría en sus productos, en su creación,
solo que esto estaría dejando de lado al trabajo alienado, esto lo tratará
Lukács como extrañamiento que es un producto de la sociedad capitalista y la
imposición de unas relaciones sociales de producción inhumanas que vaciarían de
su carácter fundamental a la historia. Evado acá utilizar el vocablo esencia
humana para evitar la impronta que confirió Marx a sus primeros escritos cuando
habló de la esencia humana perdida en la sociedad capitalista, sin que ello
signifique realizar una división entre un Marx joven y un Marx maduro con
relación a la construcción de su teoría social.
Otro aspecto examinado por Marx es el relativo a la
determinación histórica, consiste en precisar las fuerzas que deben dinamizar
el cambio. Allí aparece la conciencia histórica insurgente que comienza a estar
en desacuerdo con lo real constituido. Esto se expresa en Marx como lucha de
clase y en Hegel como movimiento del espíritu absoluto que va madurando en la
historia y que se expresa como conciencia y autoconciencia. En Marx la historia
nutre la filosofía y no la filosofía a la historia, allí radica la diferencia
básica entre una teoría materialista y una idealista. Para Hegel el concepto
tiene su propio automovimiento. Se despliega a partir de su concrecer. Hay
fuerzas que lo obstaculizan y otras que lo impulsan en su desarrollo.
Lukács sostendrá la tesis de que el proletariado es una
clase para sí, eso quiere decir que ha entendido que su misión es superar los
valores de un sistema social, es decir el capitalismo. Esto hace entender que
se ha superado lo que Karel Kosík ha llamado la pseudoconcreción, o praxis
fetichizada. Se estaría hablando de la consciencia para sí, superadora, que es
capaz de liberarse de los atavismos de la tradición.
El marxismo no es una filosofía que procede por etapas
evolutivas del ser de lo social como podrían entenderlo los manuales de la
extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En Marx es menester
comprender la unidad entre el pensamiento y la historia, no hay una abstracción
pura y simple de la cual parte el pensamiento filosófico, sino que éste es la
síntesis de los antagonismos y de las posturas encontradas en la formación
económica y social entre las clases sociales y las tendencias filosóficas y
políticas.
El marxismo se diferencia de la ciencia burguesa en que
rechaza el punto de vista individualista de los hechos. No se conoce el todo
como una suma de las partes, ni mediante un punto de vista psicológico de la
historia, sino en la unidad lógica de las fuerzas que allí se enfrentan. El
modelo capitalista está lleno de tensiones, del escepticismo de sus economistas
y del hecho de que pudiese sobrevenir una crisis.
El modelo lleva en su interior las fuerzas de acción y
reacción que pueden liquidarlo o robustecerlo. No se le puede entender sin
echar manos a las leyes de la historia, allí ocupan un lugar central las luchas
internas por el dominio. La burguesía se contrapone al proletariado y trata de
escamotearle sus beneficios, lo hace en lo fundamental apelando a las leyes
jurídicas, a los tribunales, al Estado como mecanismo de opresión mediante su
voluntad de aplastar cualquier movimiento de justicia social, esto se ha
manifestado como una constante desde la antigüedad.
Para Marx la filosofía es teoría y praxis, siendo esta
última la actualización del mundo de las ideas. Los hombres hacen la historia y
lo hacen apegados a su forma de concebir al mundo. Lukács considerará que el
proletariado desgarra la impotencia, él es el sujeto del cambio. El
proletariado es objeto y sujeto de la historia. La acción del proletariado nos
separa del fatalismo de las leyes puras. Marx plantea un humanismo.
El socialismo es la máxima posibilidad de la vida y da al
traste con la exclusión, con el sometimiento. La historia dependerá de su
conciencia de clase. El proletariado consciente sabe que debe y tiene que
emanciparse, reconoce a la burguesía como su archienemiga, sus leyes no lo
representan, menoscaban su felicidad.
El proletariado consciente está más allá del espontaneísmo,
del foquismo, del putschismo. Lukács reconoce al partido como el instrumento
central de la Revolución socialista, sabe comprender los flujos y reflujos de
las masas. El partido conducirá a las masas en la medida que ellas hayan
depositado su confianza en éste. Como conciencia de la historia debe situarse
más allá del oportunismo y del escepticismo y de quienes no creen que la
historia cambiará. El proletariado debe liberarse del aventurerismo, su acción
debe esta mediada por factores de maduración concienzual que hagan posible que la
victoria se materialice como un hecho.
Marx somete a crítica el pensamiento burgués por considerar
que la historia está hecha de leyes inmutables que están más allá de la
voluntad de los hombres, eso parecería hablar de una voluntad divina, de que la
historia tenga un finalismo establecido. En esto se manifiesta el dominio del
pensamiento abstracto, se renuncia a estudiar y a evaluar los procesos
históricos. Se cree en unos principios que han conformado al mundo, esa
evaluación se realiza desde una metafísica. La otra línea de razonamiento
vendría dictada por los hombres predestinados, grandes hacedores de la
historia.
Desde esta égida la historia se convierte en predestinación.
Marx dirá que lo económico condiciona la vida histórica. No hay sucesos casuales
producidos por una voluntad misteriosa e irracional. El vocablo
condicionamiento libera a esta teoría de la determinación económica y del
dogmatismo.
En el marxismo no hay una concepción unilateral de la
historia como pretendieron estatuirlo las escuelas mecanicistas marxistas. Marx
consideró a la táctica y a la estrategia como dos elementos a tener claros en
las decisiones que debiese tomar el partido revolucionario, por ello el
marxismo no está dado por normas unilaterales. Los escritos de Marx nada tienen
que ver con los escritos bíblicos, no están constituidos de una verdad
definitiva. El cambio es una de las categorías fundamentales del marxismo y
para que este ocurra debe haber necesariamente tensiones e interés.