"No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe haber más de uno." — Jacques Derrida

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal" Karl Marx

6/6/15

Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra Japón

Mao Tse Tung ✆ Andy Warhol 
En los primeros días de la Guerra de Resistencia contra el Japón, mucha gente, tanto dentro como fuera del partido, menospreciaba el importante papel estratégico de la guerra de guerrillas y depositaba sus esperanzas sólo en la guerra regular, especialmente en las operaciones de las tropas del Kuomintang. Mao Zedong refutó ese punto de vista; además, escribió este artículo, señalando el camino correcto para el desarrollo de la guerra de guerrillas contra el Japón. Como resultado de ello, el VIII Ejército y el Nuevo 4º Cuerpo de Ejército, que contaban solamente con algo más de cuarenta mil hombres al comienzo de la Guerra de Resistencia en 1937, crecieron hasta formar un gran ejército de un millón de hombres cuando Japón se rindió en 1945, establecieron muchas bases de apoyo revolucionarias, desempeñaron un gran papel en la Guerra de Resistencia, y así impidieron que Chiang Kai-shek se atreviera en ese período a capitular ante el Japón y a lanzar una guerra civil en escala nacional. En 1946, cuando esta fue iniciada por Chiang Kai-shek, el Ejército Popular de Liberación, integrado por el VIII Ejército y el Nuevo 4º Cuerpo de Ejército, era ya lo bastante fuerte para hacer frente a sus ataques.

Mao Zedong [Mao Tse-tung]   |   En la Guerra de Resistencia contra Japón, la guerra regular es lo principal y la guerra de guerrillas lo auxiliar. Este punto ya lo hemos resuelto correctamente. Así, parecería que sólo existen problemas tácticos en la guerra de guerrillas; ¿por qué entonces planteamos la cuestión de la estrategia?
¿Por qué planteamos la cuestión de la estrategia de la guerra de guerrillas?
Si China fuera un país pequeño donde el papel de la guerra de guerrillas no fuese sino actuar en coordinación directa y a corta distancia con las operaciones de las tropas regulares en sus campañas, es evidente que únicamente existirían problemas tácticos y no problemas estratégicos. Por otra parte, si China fuera un país tan poderoso como la Unión Soviética, de modo que cualquier invasor pudiera ser expulsado rápidamente, o, aun demorándose cierto tiempo su expulsión, aquel no pudiera ocupar extensas zonas, entonces la guerra de guerrillas también desempeñaría simplemente un papel de apoyo en las campañas, y claro está, sólo habría problemas tácticos y no problemas estratégicos.

La cuestión de la estrategia de la guerra de guerrillas surge en las siguientes circunstancias: China no es un país pequeño ni equiparable a la Unión Soviética, sino un país grande pero débil. Este país, grande y débil, se ve atacado por otro pequeño y fuerte; sin embargo, el país grande y débil se encuentra en una época de progreso. He aquí el origen de todo el problema. Es en estas circunstancias que el enemigo ha podido ocupar vastas zonas y que la guerra ha adquirido un carácter prolongado. El enemigo ocupa extensas zonas de este inmenso país, pero Japón es un país pequeño, no posee tropas suficientes y deja muchos claros dentro de las zonas ocupadas, y por eso, nuestra guerra de guerrillas contra Japón consiste, principalmente, no en operaciones en líneas interiores para coordinarse con las campañas de las tropas regulares, sino en operaciones independientes en líneas exteriores. Además, debido al progreso de China, es decir, a la existencia de un ejército fuerte y amplias masas populares dirigidas por el Partido Comunista, la guerra de guerrillas contra Japón no es una guerra en pequeña sino a gran escala. De ahí nace toda una serie de problemas, tales como la defensa estratégica y la ofensiva estratégica. El carácter prolongado de la guerra y su consiguiente encarnizamiento han hecho imperativo que la guerra de guerrillas realice muchas tareas inusitadas. De ahí surgen los problemas de las bases de apoyo, de la transformación de la guerra de guerrillas en guerra de movimientos, etc. Por todas estas razones la guerra de guerrillas de China contra el Japón rebasa los límites de la táctica para llamar a las puertas de la estrategia, pidiendo que se la examine desde el punto de vista estratégico. El hecho que merece particular atención es que una guerra de guerrillas tan extensa y prolongada como esta constituye un fenómeno enteramente nuevo en toda la historia de las guerras, que no puede separarse de la época en que vivimos -las décadas del 30 y 40 del siglo XX- ni de la existencia del Partido Comunista y el Ejército Rojo. Aquí radica el quid de la cuestión. Es probable que nuestro enemigo aún acaricie el sueño dorado de una conquista como la de la dinastía Sung por la dinastía Yuan y la de la dinastía Ming por la dinastía Ching[1], la de América del Norte y la India por Inglaterra, la de América Central y del Sur por los países latinos, etc. Pero, tal sueño no tiene ya valor práctico en la China de hoy, pues se dan ciertos factores que no concurrieron en aquellos acontecimientos históricos, siendo uno de ellos el fenómeno totalmente nuevo de la guerra de guerrillas. Si nuestro enemigo no tiene esto en cuenta, habrá de pagarlo caro.

Estos son los motivos por los cuales la guerra de guerrillas contra Japón, aunque desempeña un papel auxiliar en el conjunto de la Guerra de Resistencia, debe ser examinada desde el punto de vista estratégico.

Entonces, ¿por qué no aplicar a la guerra de guerrillas los principios estratégicos generales de la Guerra de Resistencia?

La cuestión de la estrategia de la guerra de guerrillas contra Japón está, por cierto, estrechamente ligada a la cuestión de la estrategia de la Guerra de Resistencia en su conjunto, y ambas tienen mucho en común. Sin embargo, la guerra de guerrillas difiere de la guerra regular y tiene sus propias particularidades; de ahí que la cuestión de la estrategia de la guerra de guerrillas presente numerosos elementos peculiares. No se pueden aplicar, sin modificaciones, los principios estratégicos generales de la Guerra de Resistencia a la guerra de guerrillas, que posee características propias.
El principio básico de la guerra es conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo
Antes de hablar concretamente de la estrategia de la guerra de guerrillas, es necesario decir unas palabras respecto al problema fundamental de la guerra.

Todos los principios orientadores de las operaciones militares provienen de un solo principio básico: esforzarse al máximo por conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo. En una guerra revolucionaria, este principio está directamente ligado al principio político fundamental. Por ejemplo, el principio político fundamental de la Guerra de Resistencia de China contra Japón, es decir, su objetivo político, es expulsar al imperialismo japonés y establecer una nueva China, independiente, libre y feliz. Aplicado en el terreno militar, este principio significa el empleo de fuerzas armadas para defender nuestra patria y expulsar a los invasores japoneses. Para lograr este objetivo, las tropas deben hacer, en sus operaciones, todo lo posible tanto por conservar sus propias fuerzas como por destruir las del enemigo. ¿Cómo explicar entonces el estímulo al espíritu heroico de sacrificio en la guerra? Toda guerra impone un precio, a veces sumamente elevado. ¿No se contradice esto con el principio de «conservar las fuerzas propias»? En rigor no hay contradicción alguna; para decirlo con mayor exactitud, los dos aspectos son contrarios que se condicionan entre sí. Porque el sacrificio es necesario no sólo para destruir las fuerzas del enemigo, sino también para conservar las propias; la «no conservación» parcial y temporal (sacrificio o pago del precio) es indispensable para la conservación permanente del todo. De este principio básico se desprende la serie de principios que guían todas las operaciones militares, desde los de tiro (ponerse a cubierto y emplear al máximo la potencia de fuego; lo primero para conservarse, y lo último para aniquilar al enemigo) hasta los estratégicos: todos ellos están impregnados del espíritu de ese principio básico. Todos los principios relativos a la técnica militar, a la táctica, a las campañas y a la estrategia, están orientados a asegurar la realización de este principio básico. El principio de conservar las fuerzas propias y destruir las del enemigo es la base de todos los principios militares.
Seis problemas estratégicos específicos de la guerra de guerrillas contra el Japón
Veamos ahora qué orientaciones o principios debemos adoptar en las operaciones militares de la guerra de guerrillas contra Japón, para alcanzar el objetivo de conservar nuestras fuerzas y destruir las del enemigo. Como en la Guerra de Resistencia (y también en todas las demás guerras revolucionarias) las guerrillas generalmente surgen de la nada y se transforman de fuerza pequeña en grande, no sólo deben conservar sus fuerzas sino también desarrollarlas. En consecuencia, el problema es: ¿qué orientaciones o principios debemos adoptar para alcanzar el objetivo de conservar y desarrollar nuestras fuerzas y destruir las del enemigo?

En general, las orientaciones cardinales son las siguientes:
– Iniciativa, flexibilidad y planificación en la realización de operaciones ofensivas dentro de la guerra defensiva, operaciones de decisión rápida dentro de la guerra prolongada y operaciones en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas interiores;
– Coordinación con la guerra regular;
– Creación de bases de apoyo;
– Estrategias defensivas y ofensivas;
– Transformación de la guerra de guerrillas en guerra de movimientos, y
– Correctas relaciones de mando.
Estos seis puntos constituyen todo el programa estratégico de la guerra de guerrillas contra Japón y son los medios necesarios para la conservación y desarrollo de nuestras fuerzas, el aniquilamiento y expulsión del enemigo, la coordinación con la guerra regular y el logro de la victoria final.
Iniciativa, flexibilidad y planificación en la realización de operaciones ofensivas dentro de la guerra defensiva, operaciones de decisión rápida dentro de la guerra prolongada y operaciones en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas interiores
Este tema puede ser tratado en cuatro puntos: 1) relación entre la guerra defensiva y las operaciones ofensivas, entre la guerra prolongada y las operaciones de decisión rápida, y entre la guerra en líneas interiores y las operaciones en líneas exteriores; 2) iniciativa en todas las operaciones; 3) flexibilidad en el empleo de las fuerzas, y 4) planificación en todas las operaciones.

Comencemos por el primer punto.

Considerando la Guerra de Resistencia en su conjunto, el hecho de que Japón sea un país fuerte y esté a la ofensiva, y nosotros, un país débil y a la defensiva, determina que estratégicamente la nuestra sea una guerra defensiva y prolongada. En lo referente a las líneas en que se realizan las acciones, el enemigo opera en líneas exteriores, y nosotros, en líneas interiores. Este es un aspecto de la situación. Pero hay otro que es justamente el reverso. Las tropas enemigas, aunque fuertes (desde el punto de vista de ciertas cualidades y condiciones de su armamento y sus efectivos), numéricamente son débiles, mientras las nuestras, aunque débiles (igualmente, sólo desde el punto de vista de ciertas cualidades y condiciones de su armamento y sus efectivos), son numéricamente muy fuertes. Además, hay que tener en cuenta que el enemigo es una nación extranjera que invade nuestro país, en tanto que nosotros resistimos a su invasión en nuestro propio suelo. Todo esto determina la siguiente orientación estratégica: es posible y necesario realizar campañas y combates ofensivos dentro de la guerra estratégicamente defensiva, sostener campañas y combates de decisión rápida dentro de la guerra estratégicamente prolongada, y conducir campañas y combates en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas estratégicamente interiores. Esta es la orientación estratégica que debe aplicarse en toda la Guerra de Resistencia. Y es valedera tanto para la guerra regular como para la de guerrillas. La única diferencia en lo que concierne a la guerra de guerrillas consiste en el grado y la forma de su aplicación. En la guerra de guerrillas, la ofensiva toma generalmente la forma de ataques por sorpresa. En la guerra regular, si bien deben y pueden utilizarse también estos ataques, el grado de sorpresa es menor. En la guerra de guerrillas se exige, en una medida muy grande, la decisión rápida de las operaciones, y los cercos que imponemos al enemigo durante las campañas y combates en líneas exteriores son muy pequeños. Todo esto distingue a la guerra de guerrillas de la guerra regular. Así se ve que, en sus operaciones, las guerrillas deben concentrar la mayor cantidad posible de fuerzas, actuar secreta y velozmente, atacar al enemigo por sorpresa y decidir rápidamente los combates; deben evitar por todos los medios la defensa pasiva, la prolongación de los combates y la dispersión de sus fuerzas en el momento de emprender una acción. Por supuesto, la guerra de guerrillas recurre no sólo a la defensiva estratégica sino también a la defensa táctica. Esta última comprende, entre otras cosas, las operaciones de contención y la vigilancia durante los combates, la disposición de fuerzas para la resistencia en desfiladeros, lugares de difícil acceso, ríos o aldeas, con el fin de desgastar y agotar al enemigo, y las acciones para cubrir la retirada. Pero el principio fundamental de la guerra de guerrillas debe ser la ofensiva; esta es, por su carácter, más ofensiva que la guerra regular. Además, esa ofensiva debe tomar la forma de ataques por sorpresa; en la guerra de guerrillas es aún menos permisible que en la guerra regular exponernos haciendo ostentación de nuestras fuerzas. Aunque en algunas ocasiones las acciones guerrilleras pueden prolongarse varios días, como en el caso de un asalto a una pequeña fuerza enemiga aislada y privada de todo auxilio, en general, mas deben decidirse los combates con rapidez en la guerra de guerrillas que en la guerra regular, a causa de que el enemigo es fuerte y nosotros, débiles. Dado su carácter disperso, la guerra de guerrillas se extiende por todas partes. Además, muchas de sus tareas, tales como el hostigamiento, la contención, el sabotaje y el trabajo de masas exigen la dispersión de las fuerzas; pero una unidad o cuerpo guerrillero debe concentrar sus fuerzas principales cuando lleva a cabo la tarea de aniquilar al enemigo, y en especial cuando trata de romper una ofensiva enemiga. «Concentrar una gran fuerza para golpear a una fuerza enemiga pequeña» sigue siendo uno de los principios para las operaciones en el campo de batalla de la guerra de guerrillas.

Así queda claro también que, considerando la Guerra de Resistencia contra Japón en su conjunto, no podremos alcanzar los objetivos de nuestra defensa estratégica ni vencer definitivamente al imperialismo japonés sino después de numerosas campañas y combates ofensivos, tanto en la guerra regular como en la de guerrillas, esto es, después de haber acumulado muchas victorias en acciones ofensivas. Solamente después de numerosas campañas y combates de decisión rápida, es decir, una vez que hayamos acumulado muchas victorias por medio de la decisión rápida en campañas y combates ofensivos, podremos lograr los objetivos estratégicos de una guerra prolongada: por una parte, ganar tiempo para aumentar nuestra capacidad de resistencia, y por la otra, acelerar y a la vez aguardar los cambios en la situación internacional y el derrumbamiento interno del enemigo, a fin de lanzar una contraofensiva estratégica y expulsar de China a los invasores japoneses. Hay que concentrar fuerzas superiores en cada acción y operar en líneas exteriores en toda campaña o combate, ya sea en la fase de defensa estratégica o en la de contraofensiva estratégica, para cercar y destruir las fuerzas enemigas: cercar una parte de ellas si no podemos cercarlas todas, destruir una parte de las fuerzas cercadas si no podemos destruir su totalidad, e infligir un elevado número de bajas a las fuerzas cercadas si no podemos hacerles un número grande de prisioneros. Sólo después de muchas de estas batallas de aniquilamiento podremos hacer que la situación cambie a nuestro favor, desbaratar definitivamente el cerco estratégico del enemigo, es decir, su plan de operaciones en líneas exteriores y, finalmente, en coordinación con las fuerzas internacionales y la lucha revolucionaria del pueblo japonés, cercar a los imperialistas japoneses y asestarles el golpe de gracia. Estos resultados se alcanzarán principalmente por medio de la guerra regular, en tanto que la guerra de guerrillas desempeñará sólo un papel secundario. Pero es común a las dos la acumulación de muchas pequeñas victorias para hacer de ellas una gran victoria. Precisamente en esto reside el gran papel estratégico de la guerra de guerrillas en la Guerra de Resistencia.

Analicemos ahora el problema de la iniciativa, la flexibilidad y la planificación en la guerra de guerrillas.

¿En qué consiste la iniciativa en la guerra de guerrillas? En toda guerra, las partes beligerantes se disputan la iniciativa en un campo de batalla, en un teatro de operaciones, en una zona de guerra e incluso en el conjunto de la guerra, ya que la iniciativa significa la libertad de acción para un ejército. Todo ejército que, perdida su iniciativa, se ve forzado a la pasividad, deja de ser libre y corre el peligro de ser derrotado o exterminado. Como es natural, ganar la iniciativa es más difícil en la defensa estratégica y en las operaciones en líneas interiores que en las operaciones ofensivas en líneas exteriores. No obstante, el imperialismo japonés adolece de dos debilidades básicas: no tiene tropas suficientes y combate en suelo extranjero. Más aún, la subestimación de la fuerza de China y las contradicciones internas entre los militaristas japoneses han conducido al mando japonés a cometer muchos errores, tales como el aumento paulatino de sus fuerzas, la ausencia de coordinación estratégica, la falta de una dirección principal de ataque en ciertas ocasiones, haber dejado escapar el momento propicio para algunas operaciones y no haber aniquilado las tropas cercadas. Todo esto puede ser considerado como la tercera debilidad del imperialismo japonés. Así, a pesar de la ventaja de estar a la ofensiva y de operar en líneas exteriores, los militaristas japoneses están perdiendo gradualmente la iniciativa, por su insuficiencia de tropas (Japón es un país pequeño, de limitada población y recursos insuficientes, de tipo imperialista feudal, etc.), porque combaten en suelo extranjero (su guerra es imperialista y bárbara, y otros factores) y por su torpeza en el mando. En la actualidad, Japón todavía no quiere ni puede concluir la guerra, y su ofensiva estratégica aún no ha terminado; pero la tendencia general demuestra que su ofensiva no puede pasar de ciertos límites, lo cual es consecuencia inevitable de sus tres debilidades. Japón no puede seguir devorando indefinidamente a China. Llegará el día en que se encuentre en una posición totalmente pasiva, cuyos signos ya empiezan a verse. China, a su vez, se encontraba en una posición bastante pasiva al inicio de la guerra, pero, habiendo adquirido experiencia, comienza ahora a adoptar una nueva orientación, la guerra de movimientos, es decir, operaciones ofensivas, de decisión rápida y en líneas exteriores en campañas y combates, lo cual, junto con la orientación de desarrollar en todas partes la guerra de guerrillas, está ayudándola a ganar la iniciativa día a día.

La cuestión de la iniciativa es aún más vital para la guerra de guerrillas. Pues las guerrillas, en su mayoría, combaten en circunstancias muy difíciles: operan sin retaguardia, se enfrentan con sus débiles fuerzas a las poderosas fuerzas del enemigo, carecen de experiencia (cuando se trata de guerrillas recién organizadas), están aisladas unas de otras, etc. No obstante, en la guerra de guerrillas puede obtenerse la iniciativa, siendo la condición esencial explotar las tres debilidades del enemigo antes mencionadas. Sacando partido de la insuficiencia en efectivos de las fuerzas enemigas (desde el punto de vista de la guerra en su conjunto), las guerrillas pueden arrebatar y utilizar audazmente vastas zonas como terreno de operaciones. Aprovechando que el enemigo es un invasor extranjero y lleva a cabo una política de extrema barbarie, las guerrillas pueden actuar con audacia para granjearse el apoyo de millones y millones de hombres. Explotando la torpeza del mando enemigo, las guerrillas pueden dar libre curso a su ingenio. También las fuerzas regulares deben aprovechar todas estas debilidades del enemigo como ventajas para vencerlo, pero son las guerrillas las que han de prestar particular atención a este respecto. A su vez, las debilidades de las propias guerrillas pueden ser superadas de modo gradual en el curso de la lucha. Más aún, en ocasiones constituyen precisamente la condición para conquistar la iniciativa; por ejemplo, justamente porque las guerrillas son pequeñas, les es fácil operar tras las líneas enemigas apareciendo y desapareciendo en forma misteriosa, sin que el enemigo pueda hacer nada contra ellas. Una libertad de acción tan amplia jamás pueden tenerla los ejércitos regulares masivos.

Cuando el enemigo realiza un ataque convergente desde varias direcciones, para una unidad guerrillera es difícil mantener la iniciativa y fácil perderla. En tal caso, si hace una apreciación incorrecta de la situación y adopta disposiciones erróneas, caerá fácilmente en una posición pasiva y, por lo tanto, no podrá desbaratar el ataque convergente del enemigo. Esto puede ocurrir también cuando el enemigo se encuentra a la defensiva y nosotros a la ofensiva. Por consiguiente, la iniciativa es producto de una correcta apreciación de la situación (tanto la del enemigo como la nuestra) y de acertadas disposiciones militares y políticas. Una apreciación pesimista, disconforme con las condiciones objetivas, y las consiguientes decisiones de carácter pasivo, nos privarán sin duda de la iniciativa y nos lanzarán a la pasividad. Del mismo modo, una apreciación demasiado optimista, disconforme con las condiciones objetivas, y las consiguientes decisiones arriesgadas (injustificadamente arriesgadas), nos privarán de la iniciativa y al final nos conducirán al mismo camino que la apreciación pesimista. La iniciativa no es atributo innato de un genio, sino algo que un jefe inteligente alcanza mediante un estudio exento de prejuicios y una apreciación correcta de las condiciones objetivas y gracias a acertadas disposiciones militares y políticas. De ello se desprende que la iniciativa no es algo ya hecho, sino que requiere un esfuerzo consciente.

Cuando, a consecuencia de una apreciación y disposiciones erróneas o de una presión irresistible del enemigo, una guerrilla se ve reducida a una posición pasiva, su tarea consiste en esforzarse por salir de ella. La forma de conseguirlo depende de las circunstancias. En muchos casos es necesario «marcharse». Saber marcharse es uno de los rasgos característicos de la guerrilla. Marcharse es el medio principal, pero no el único, de escapar a la pasividad y reconquistar la iniciativa. El momento en que el enemigo ejerce la máxima presión y en que nosotros afrontamos las mayores dificultades, es con frecuencia el mismo momento en que las cosas comienzan a volverse contra el enemigo y a favor nuestro. A menudo, una situación favorable reaparece y la iniciativa se recupera como resultado de los esfuerzos para «sostenerse un poco más».

Pasemos ahora a la flexibilidad.

La flexibilidad es la expresión concreta de la iniciativa. El empleo flexible de las fuerzas es aún más indispensable en la guerra de guerrillas que en la guerra regular.

Es necesario que los mandos de la guerra de guerrillas comprendan que el empleo flexible de sus fuerzas es el medio más importante de hacer que la situación cambie a nuestro favor y de conseguir la iniciativa. El carácter particular de la guerra de guerrillas exige que las fuerzas se empleen de forma flexible, con arreglo a la tarea asignada y a condiciones tales como la situación del enemigo, el terreno y la población local. Las principales formas de utilización de las fuerzas son la dispersión, la concentración y el desplazamiento. Al emplear sus fuerzas, un jefe guerrillero ha de actuar del mismo modo que el pescador maneja su red: debe saber echarla y también recogerla. Al echar su red, el pescador tiene que averiguar bien la profundidad del agua, la velocidad de la corriente y si hay o no obstáculos. De igual manera, al dispersar sus unidades, el jefe guerrillero debe tener cuidado de no sufrir pérdidas por ignorancia de la situación y las acciones equivocadas que de ello se derivan. Así como el pescador, para recoger la red, debe sostener con firmeza la cuerda, así el jefe guerrillero ha de mantener el enlace y la comunicación con todas sus tropas y tener a su disposición una parte suficiente de sus fuerzas principales. Así como en la pesca es necesario el frecuente cambio de lugar, también para la guerrilla es necesario desplazarse frecuentemente. La dispersión, la concentración y el desplazamiento son las tres formas de empleo flexible de las fuerzas en la guerra de guerrillas.

En general, la dispersión de fuerzas en la guerra de guerrillas o, como suele decirse, «la división del todo en partes», se aplica principalmente en los siguientes casos: 1) cuando nos proponernos amenazar al enemigo en un frente amplio porque este se encuentra a la defensiva y por el momento nos es imposible combatir con fuerzas concentradas; 2) cuando, en los lugares donde las fuerzas del enemigo son débiles, nos disponernos a hostigarlo y a realizar actividades de sabotaje por todas partes; 3) cuando no podemos desbaratar el ataque convergente del enemigo y tratamos de librarnos de él haciéndonos menos localizables; 4) cuando nos vemos obligados a ello por las condiciones del terreno o las dificultades del avituallamiento, y 5) cuando hacemos trabajo de masas en una vasta zona. Pero al dispersanos para la acción, cualesquiera que fueren las circunstancias, debemos prestar atención a lo siguiente: 1) no hay que realizar una dispersión de fuerzas absolutamente pareja, sino mantener una parte bastante considerable en una zona conveniente para maniobrar, lo que nos permitirá estar en condiciones de afrontar cualquier eventualidad y emplearla en cumplir la principal de las tareas asignadas a las fuerzas dispersadas; 2) hay que asignar a cada una de las unidades dispersas una misión definida e indicarle con precisión la zona de operaciones, el plazo para la acción, el lugar de reunión, los medios de enlace, etc.

La concentración de fuerzas o, como suele decirse, «la integración de las partes en un todo», es el método aplicado generalmente para liquidar al enemigo cuando desata una ofensiva y, a veces, para destruir algunas de sus fuerzas estacionadas cuando se encuentra a la defensiva. La concentración de fuerzas no significa concentrarlas en términos absolutos, sino reunir las fuerzas principales para emplearlas en una dirección importante, mientras se mantiene o se envía parte de las fuerzas en otras direcciones a fin de contener al enemigo, hostigarlo, realizar actividades de sabotaje o hacer trabajo de masas.

Si bien la dispersión o concentración flexible de fuerzas de acuerdo con las circunstancias es el método principal en la guerra de guerrillas, también debemos saber desplazar (trasladar) nuestras fuerzas con flexibilidad. Al sentirse seriamente amenazado por las guerrillas, el enemigo no tardará en enviar tropas para atacarlas o aplastarlas. Por lo tanto, las guerrillas deben examinar la situación: si es conveniente, combatir allí donde están; si no, desplazarse en el momento oportuno y hacerlo rápidamente. A veces, con el objeto de aplastar a las fuerzas enemigas por separado, las guerrillas, después de destruir en un lugar a una de esas fuerzas, deben desplazarse de inmediato a otro para destruir a una nueva fuerza enemiga. En otras ocasiones, cuando la situación en un sitio resulta desfavorable para el combate, las guerrillas tienen que romper enseguida el contacto con el enemigo y pasar a trabar combate en otra parte. Si las fuerzas enemigas constituyen una amenaza particularmente seria, las guerrillas no deben permanecer por largo tiempo en un mismo lugar, sino desplazarse con la rapidez del torrente y del viento. En general, el desplazamiento debe hacerse en secreto y velozmente. A fin de engañar al enemigo, tenderle un lazo o confundirlo, deben emplearse constantemente estratagemas tales como amagar en el este pero atacar por el oeste, aparecer ya en el sur ya en el norte, tan pronto atacar como alejarse y operar de noche.

La flexibilidad en la dispersión, en la concentración y en el desplazamiento es la manifestación concreta de la iniciativa en la guerra de guerrillas, mientras que la rutina y la rigidez conducen inevitablemente a la pasividad y causan pérdidas innecesarias. Sin embargo, el mérito de un mando inteligente no reside en comprender la importancia del empleo flexible de sus fuerzas, sino en saber dispersarlas, concentrarlas y desplazarlas a tiempo y conforme a las circunstancias concretas. La capacidad de percibir los cambios y escoger el momento oportuno para la acción no es fácil de adquirir; sólo pueden adquirirla quienes realizan un estudio exento de prejuicios e investigan y reflexionan con diligencia. A fin de que la flexibilidad no se traduzca en acciones impulsivas, es necesario el examen cuidadoso de las circunstancias.

Pasemos por último a la planificación.

Sin planificación es imposible obtener victorias en la guerra de guerrillas. Actuar al azar significa jugar a la guerra de guerrillas o ser profano en la materia. Es siempre menester elaborar de antemano un plan lo más minucioso posible, tanto para las operaciones de una zona guerrillera en su conjunto como para las de una unidad o cuerpo guerrillero. Esta es la labor preparatoria para toda acción. El conocimiento de la situación, la determinación de las tareas, la disposición de las fuerzas, la instrucción militar y la educación política, el avituallamiento, el mantenimiento del equipo, la conquista del apoyo popular, etc., forman parte del trabajo de los jefes guerrilleros, quienes deben considerar todo ello cuidadosamente, realizarlo a conciencia y verificar su ejecución. Sin esto, resulta imposible toda iniciativa, flexibilidad y ofensiva. Es cierto que las condiciones de la guerra de guerrillas no permiten un grado tan elevado de planificación como las de la guerra regular, y sería un error intentar elaborar un plan sumamente minucioso en la guerra de guerrillas. Sin embargo, es necesario planificar de la forma más minuciosa que permitan las condiciones objetivas, pues debemos comprender que luchar contra el enemigo no es ningún juego.

Los puntos antes mencionados sirven para explicar el primero de los principios estratégicos de la guerra de guerrillas: iniciativa, flexibilidad y planificación en la realización de operaciones ofensivas dentro de la guerra defensiva, operaciones de decisión rápida dentro de la guerra prolongada y operaciones en líneas exteriores dentro de la guerra en líneas interiores. Este es el problema clave en relación a los principios estratégicos de la guerra de guerrillas. Si se resuelve, la victoria de la guerra de guerrillas, por lo que respecta a su dirección militar, estará en gran medida garantizada.

Aunque son muchas las cosas de las que se ha hablado hasta aquí, todas ellas giran en torno a la ofensiva en campañas y combates. La iniciativa puede alcanzarse de modo determinante sólo después de la victoria en una ofensiva. Toda operación ofensiva debe organizarse por nuestra propia iniciativa, y no porque nos veamos obligados a emprenderla. El empleo flexible de las fuerzas gira en torno al esfuerzo por tomar la ofensiva, y del mismo modo, la planificación es necesaria principalmente para asegurar el éxito de la ofensiva. La defensa táctica carece de todo sentido si no apoya, directa o indirectamente, una ofensiva. La decisión rápida se refiere a la duración de una ofensiva, y las líneas exteriores, a su radio. La ofensiva es el único medio de destruir las fuerzas enemigas y el medio principal de conservar las fuerzas propias; la defensa y la retirada puras y simples sólo desempeñan un papel temporal y parcial en la conservación de las fuerzas propias, y son totalmente inútiles para destruir las fuerzas enemigas.

El principio arriba señalado se aplica igual, en lo fundamental, tanto en la guerra regular como en la guerra de guerrillas, sólo con una diferencia de grado en su forma de realizarse. Pero en la guerra de guerrillas es importante y necesario tener en cuenta esta diferencia. Es precisamente esa diferencia la que hace que los métodos de combate de la guerra de guerrillas se distingan de los de la guerra regular. Si se confunden esas dos formas diferentes en que se manifiesta el principio, será imposible conducir la guerra de guerrillas a la victoria.
Coordinación con la guerra regular
El segundo problema estratégico de la guerra de guerrillas es su coordinación con la guerra regular. Se trata de aclarar la relación entre la guerra de guerrillas y la guerra regular en el plano operacional, partiendo de la naturaleza de las acciones guerrilleras concretas. Comprender tal relación es muy importante para derrotar de manera efectiva al enemigo.

Existen tres tipos de coordinación entre la guerra de guerrillas y la guerra regular: coordinación en la estrategia, en las campañas y en los combates.

El papel que desempeña en la retaguardia enemiga la guerra de guerrillas en su conjunto -debilitamiento del enemigo, contención de sus fuerzas y obstrucción de su transporte-, el estímulo moral que da a las fuerzas regulares y al pueblo de todo el país, etc., constituyen la coordinación estratégica de la guerra de guerrillas con la guerra regular. Tomemos como ejemplo la guerra de guerrillas en las tres provincias del nordeste. Antes del estallido de la Guerra de Resistencia de amplitud nacional, no existía, naturalmente, el problema de la coordinación, pero desde que comenzó la resistencia, la significación de dicha coordinación se ha hecho obvia. Cada soldado enemigo que matan las guerrillas del nordeste, cada bala que hacen gastar al enemigo, cada soldado que le impiden enviar al sur de la Gran Muralla, puede considerarse como una contribución a la Guerra de Resistencia en su conjunto. También está claro que esas guerrillas producen un efecto desmoralizador en todo el ejército y el país enemigo, y un efecto alentador en todo nuestro ejército y nuestro pueblo. Más claro aún es el papel que desempeña la guerra de guerrillas en la coordinación estratégica a lo largo de los ferrocarriles Peiping-Suiyuán, Peiping-Jankou, Tientsín-Pukou, Tatung-Puchou, Chengting-Taiyuán y Shanghai-Jangchou. Las guerrillas no sólo actúan en coordinación con las fuerzas regulares en la defensa estratégica de este momento, cuando el enemigo se encuentra a la ofensiva estratégica; no sólo actuarán en coordinación con las fuerzas regulares, estorbando las operaciones del enemigo, cuando este haya concluido su ofensiva estratégica y pasado a la consolidación del territorio ocupado, sino que se coordinarán también con las fuerzas regulares cuando estas lancen la contraofensiva estratégica, para expulsar a las fuerzas enemigas y recuperar todo el territorio perdido. El gran papel de la guerra de guerrillas en la coordinación estratégica no debe ser ignorado. Deben comprenderlo con nitidez los mandos de las guerrillas así como los de las fuerzas regulares.

Además, la guerra de guerrillas cumple otro papel: coordinarse con la guerra regular en las campañas. Por ejemplo, en la campaña de Sinkou, al norte de Taiyuán, las guerrillas desempeñaron un notable papel de apoyo, tanto al sur como al norte de Yenmenkuan, al destruir el ferrocarril Tatung-Puchou y las carreteras que pasan por Pingsingkuan y Yangfangkou. Tomemos otro ejemplo: después de la ocupación de Fenglingtu por el enemigo, la guerra de guerrillas (realizada principalmente por fuerzas regulares) que se había extendido por toda la provincia de Shansí, desempeñó un papel aún más importante al actuar en coordinación con las campañas defensivas a lo largo de las orillas oeste y sur del río Amarillo, en las provincias de Shensí y Jonán, respectivamente. Otro ejemplo: cuando el enemigo atacaba el sur de la provincia de Shantung, la guerra de guerrillas en las cinco provincias del norte de China hizo una considerable contribución al actuar en coordinación con las campañas de nuestro ejército en esa parte de Shantung. Para realizar esta tarea, los dirigentes de cada base de apoyo guerrillera situada detrás de las líneas enemigas, o los mandos de los cuerpos guerrilleros destacados allí temporalmente, deben disponer bien sus fuerzas y, mediante diversos métodos adecuados al momento y lugar, actuar enérgicamente contra los puntos más vitales y vulnerables del enemigo, a fin de debilitarlo, contener sus fuerzas, obstaculizar su transporte, alentar a nuestras tropas a que llevan a cabo campañas en las líneas interiores, y cumplir así con su deber de coordinarse en las campañas. Si cada zona guerrillera o cada guerrilla actúa sola, sin prestar atención a coordinarse con las fuerzas regulares en las campañas, disminuirá la significación de su papel en la coordinación estratégica, aunque seguirá desempeñando cierto papel de apoyo en la estrategia general. Todos los mandos de la guerra de guerrillas deben prestar seria atención a este punto. A fin de poder coordinarse con las fuerzas regulares en las campañas, es completamente necesario que todas las unidades y cuerpos guerrilleros de alguna importancia posean equipos de radiocomunicación.

Finalmente, la coordinación con las fuerzas regulares en los combates, o sea, en sus operaciones en el campo de batalla, es tarea de todas las guerrillas que actúan en las inmediaciones de un campo de batalla en líneas interiores. Esto, por supuesto, se aplica sólo a las guerrillas que operan cerca de las fuerzas regulares o a las unidades regulares encargadas temporalmente de misiones guerrilleras. En dichos casos, las guerrillas deben cumplir, de acuerdo con las instrucciones del mando de las fuerzas regulares, las tareas que se les asignen, tareas que, por lo general, consisten en contener una parte de las fuerzas del enemigo, obstaculizar su transporte, efectuar reconocimientos, servir de guía a las fuerzas regulares, etc. Aun en el caso de que no reciban instrucciones del mando de las fuerzas regulares, las guerrillas deben realizar dichas tareas por su propia iniciativa. Es absolutamente inadmisible permanecer indiferentes, no moverse ni combatir o moverse sin combatir.
Creación de bases de apoyo
El tercer problema estratégico de la guerra de guerrillas contra Japón es la creación de bases de apoyo; su necesidad e importancia se infieren del carácter prolongado y encarnizado de la guerra. Pues el territorio perdido no podrá ser recuperado hasta que se lance una contraofensiva estratégica a escala nacional; para entonces, el frente enemigo habrá penetrado profundamente en la zona central del país y la habrá cortado en dos, de norte a sur, y una parte o incluso más de la mitad de nuestro territorio habrá caído en manos del enemigo y se habrá convertido en su retaguardia. Tendremos que extender la guerra de guerrillas a toda esa vasta zona ocupada por el enemigo, convertir en frente su retaguardia y obligarlo a combatir sin cesar en todo el territorio que ocupe. Mientras no iniciemos nuestra contraofensiva estratégica ni logremos recuperar el territorio perdido, será necesario persistir en la guerra de guerrillas en la retaguardia enemiga, ciertamente por un tiempo bastante largo, aunque no podemos precisar por cuánto; de ahí que la guerra sea prolongada. A su vez, para asegurar sus intereses en el territorio ocupado, el enemigo indudablemente intensificará día a día su lucha contra la guerra de guerrillas y, especialmente después de que haya cesado su ofensiva estratégica, se lanzará a una implacable represión de las guerrillas. Así, tanto por el carácter prolongado de la guerra como por su encarnizamiento, sin bases de apoyo no podrá sostenerse la guerra de guerrillas detrás de las líneas enemigas.

¿Qué son, entonces, las bases de apoyo de la guerra de guerrillas? Son las bases estratégicas en que se apoyan las fuerzas guerrilleras para cumplir sus tareas estratégicas y lograr el objetivo tanto de conservar y desarrollar sus fuerzas como de aniquilar y expulsar al enemigo. Sin tales bases estratégicas, no habrá nada en que apoyarse para ejecutar las tareas estratégicas y alcanzar el objetivo de la guerra. Operar sin retaguardia es de por sí una característica de la guerra de guerrillas detrás de las líneas enemigas, pues las fuerzas guerrilleras están separadas de la retaguardia general del país. Pero, sin bases de apoyo, la guerra de guerrillas no podrá durar mucho ni desarrollarse; estas bases constituyen precisamente su retaguardia.

La historia registra muchas guerras campesinas hechas a la manera de los «insurrectos errantes», pero ninguna de ellas tuvo éxito. En la época actual de comunicaciones y técnica avanzadas, sería aún más infundado pensar que se puede lograr la victoria luchando a la manera de los «insurrectos errantes». No obstante, aún hoy existe entre los campesinos arruinados la mentalidad de «insurrectos errantes», cuyo reflejo en la conciencia de los mandos de la guerra de guerrillas viene a ser la idea de negar la necesidad de las bases de apoyo o subestimar su importancia. Por lo tanto, liberar de dicha mentalidad la conciencia de los mandos de la guerra de guerrillas constituye el requisito previo para determinar la política de creación de bases de apoyo. El problema de si hay que tener o no bases de apoyo, de si es preciso darles importancia o no, en otras palabras, la lucha entre la idea de establecer bases de apoyo y la mentalidad de «insurrectos errantes», puede surgir en toda guerra de guerrillas, y hasta cierto punto, la que sostenemos contra Japón no constituye una excepción. Por consiguiente, la lucha ideológica contra la mentalidad de «insurrectos errantes» es un proceso indispensable. Sólo cuando esta mentalidad haya sido totalmente desarraigada y se haya formulado y puesto en práctica la política de establecer bases de apoyo, se presentarán condiciones favorables para mantener una guerra de guerrillas por largo tiempo.

Aclarada la necesidad e importancia de las bases de apoyo, pasemos ahora a los problemas que es preciso comprender y resolver al establecer esas bases. Estos problemas son: tipos de bases de apoyo, zonas guerrilleras y bases de apoyo, condiciones para la creación de bases de apoyo, consolidación y expansión de las bases de apoyo, y tipos de cerco recíproco entre el enemigo y nosotros.
Tipos de bases de apoyo
Las bases de apoyo de la guerra de guerrillas contra Japón son por lo general de tres tipos: las de montaña, las de llanura y las de zonas fluviales, lacustres y de estuarios.

Es de todos conocido la ventaja de establecer bases de apoyo en las zonas montañosas. A este tipo pertenecen las bases de apoyo que se han establecido, se establecen o se establecerán en las montañas Changpai[2], Wutai[3], Taijang[4], Taishan[5], Yenshan[6]y Maoshan[7]. Estas bases de apoyo son los lugares más idóneos para mantener la guerra de guerrillas contra Japón por largo tiempo y constituyen importantes baluartes para la Guerra de Resistencia. Debemos desarrollar la guerra de guerrillas en todas las zonas montañosas detrás de las líneas enemigas y crear allí bases de apoyo.

Las llanuras, por supuesto, son menos apropiadas que las montañas, pero de ningún modo se excluye la posibilidad de desarrollar allí la guerra de guerrillas o establecer algún tipo de bases de apoyo. El amplio desarrollo que ha logrado la guerra de guerrillas en las llanuras de Jopei y del norte y noroeste de Shantung, demuestra que esta puede desarrollarse en las llanuras. Si bien aún no existen pruebas de que sea posible establecer allí bases de apoyo duraderas, se ha evidenciado que es factible el establecimiento de bases de apoyo temporales, y debe considerarse también realizable la creación de bases de apoyo para unidades pequeñas o con carácter estacional. Pues, por una parte, el enemigo no tiene suficientes tropas a su disposición y sigue una inaudita política de barbarie, y por la otra, China posee un vasto territorio y una población numerosa que lucha contra Japón; esto proporciona las condiciones objetivas para desarrollar la guerra de guerrillas y establecer bases de apoyo temporales en las llanuras. Si, además, nuestro mando es competente, por supuesto debe ser posible establecer allí bases de apoyo duraderas, aunque no fijas, para unidades guerrilleras pequeñas[8]. En términos generales, cuando el enemigo cese su ofensiva estratégica y entra en la etapa de consolidación de las zonas que haya ocupado, no cabe duda de que lanzará implacables ataques contra todas las bases de apoyo de la guerra de guerrillas, y las de las llanuras, como es natural, serán las primeras en sufrir el peso de esos ataques. Para entonces, los grandes cuerpos guerrilleros que operen en las llanuras no podrán continuar luchando allí por mucho tiempo y, según lo exijan las circunstancias, deberán trasladarse gradualmente a las zonas montañosas; por ejemplo, de las llanuras de Jopei a las montañas Wutai y Taijang, o de las llanuras de Shantung a la montaña Taishan y al este de la península de Shantung. Pero las condiciones de nuestra guerra nacional no excluyen la posibilidad de que un gran número de unidades guerrilleras pequeñas se mantengan dispersas en diversos distritos de las vastas llanuras y adopten la táctica de operaciones móviles, es decir, el método de trasladar sus bases de apoyo de un lugar a otro. Es absolutamente posible realizar una guerra de guerrillas estacional, aprovechando la «cortina verde» de la vegetación alta en verano y los ríos congelados en invierno. Como el enemigo no está ahora en condiciones de ocuparse de las llanuras ni podrá hacerlo suficientemente en el futuro, es del todo necesario que determinemos, para el presente, la orientación de amplio desarrollo de la guerra de guerrillas y de creación de bases de apoyo temporales allí, y para el futuro, la de persistir en una guerra de guerrillas con pequeñas unidades o, al menos, en una guerra de guerrillas de carácter estacional, y establecer bases de apoyo no fijas.

Hablando objetivamente, la posibilidad de desarrollar la guerra de guerrillas y establecer bases de apoyo en las zonas fluviales, lacustres y de estuarios, si bien es menor que en las zonas montañosas, es mayor que en las llanuras. Las innumerables y dramáticas batallas libradas por «piratas»y «bandidos de los ríos» a lo largo de nuestra historia y la guerra de guerrillas sostenida durante varios años en la zona del lago Jungju en el período del Ejército Rojo, demuestran que es posible desarrollar la guerra de guerrillas y establecer bases de apoyo en las zonas fluviales, lacustres y de estuarios. No obstante, los partidos y grupos políticos y las masas que resisten al Japón han prestado hasta ahora poca atención a esta posibilidad. Es indudable que debemos prestarle atención y comenzar a trabajar en este sentido, si bien todavía no se han dado las condiciones subjetivas. Como un aspecto del desarrollo de la guerra de guerrillas a escala nacional, debemos organizar eficazmente este tipo de guerra en la zona del lago Jungtse al norte del río Yangtsé, en la zona del lago Taiju al sur del mismo río, y en todas las zonas fluviales, lacustres y de estuarios del territorio ocupado por el enemigo a lo largo de los ríos y las costas, y crear bases de apoyo duraderas en dichas zonas y sus cercanías. Pasar por alto este aspecto equivale a proporcionar al enemigo facilidades de transporte por agua, y constituye un vacío en nuestro plan estratégico para la Guerra de Resistencia. Este vacío debe ser llenado a tiempo.
Zonas guerrilleras y bases de apoyo
En una guerra de guerrillas que se sostiene detrás de las líneas enemigas, hay diferencia entre zonas guerrilleras y bases de apoyo. Las zonas cuyos alrededores están ocupados por el enemigo, pero cuyas partes interiores no lo están o han sido recuperadas, como ciertos distritos de la zona de las montañas Wutai (es decir, la Región Fronteriza de Shansí-Chajar-Jopei) y algunos sectores de las zonas de las montañas Taijang y Taishan, ya son de por sí bases de apoyo; valiéndose de estas bases, las unidades guerrilleras pueden desarrollar con toda facilidad la guerra de guerrillas. Pero la situación es distinta en otros sectores próximos a esas bases, como por ejemplo, en los sectores oriental y septentrional de la zona de las montañas Wutai, es decir, en ciertos sectores del oeste de Jopei y del sur de Chajar, y en muchos lugares situados al este de la ciudad de Paoting y al oeste de la ciudad de Tsangchou, donde las unidades guerrilleras en la etapa inicial de la guerra de guerrillas no pudieron ocupar todo el territorio y tuvieron que limitarse a realizar frecuentes asaltos. Se trata de zonas que las guerrillas conservan solamente mientras permanecen allí y que vuelven a las manos del régimen títere una vez se han marchado, y que por consiguiente no son aún bases de apoyo de la guerra de guerrillas, sino únicamente lo que se llama zonas guerrilleras. Estas zonas guerrilleras se transformarán en bases de apoyo cuando hayan pasado por el proceso necesario de la guerra de guerrillas, es decir, cuando en ellas se haya aniquilado o derrotado a una gran cantidad de fuerzas enemigas y destruido el régimen títere, cuando se haya puesto en juego el entusiasmo de las masas, establecido las organizaciones populares antijaponesas, desarrollado las fuerzas armadas del pueblo e implantado el poder antijapones. Por expansión de las bases de apoyo se entiende la incorporación de estas bases nuevas a las ya creadas.

En algunos lugares, toda la zona de operaciones guerrilleras ha sido desde el comienzo una zona guerrillera. Puede servir de ejemplo el este de Jopei. El régimen títere tiene allí una larga existencia, y desde el principio toda la zona de operaciones ha sido una zona guerrillera para las fuerzas armadas del pueblo surgidas de las insurrecciones locales y para los destacamentos guerrilleros enviados desde las montañas Wutai. Al comienzo de sus actividades, ellos sólo podían elegir en esa zona algunos sitios favorables para convertirlos en retaguardia temporal, o sea, bases de apoyo temporales. Solamente cuando las fuerzas enemigas en estos lugares hayan sido aniquiladas y el trabajo de movilización de las masas esté en pleno desarrollo, terminará la situación característica de la zona guerrillera y el territorio se convertirá en una base de apoyo relativamente estable.

De esto se desprende que la transformación de una zona guerrillera en base de apoyo es un arduo proceso de creación y su logro depende de la medida en que sea aniquilado el enemigo y movilizadas las masas populares.

Muchas regiones seguirán siendo zonas guerrilleras durante largo tiempo. En ellas, por mucho que se esfuerce el enemigo en mantener su control, no logrará establecer un régimen títere estable, mientras que nosotros, por mucho que desarrollemos la guerra de guerrillas, no podremos alcanzar el objetivo de establecer el poder antijaponés. Ejemplos de este tipo pueden encontrarse en aquellas regiones próximas a las líneas férreas y grandes ciudades y en ciertas zonas de llanura, ocupadas por el enemigo.
En cuanto a las grandes ciudades, las estaciones ferroviarias y ciertas zonas de llanura que el enemigo controla con fuerzas importantes, la guerra de guerrillas sólo puede extenderse hasta sus alrededores y no al interior de dichos lugares, donde el régimen títere es relativamente estable. Este es otro tipo de situación.

Los errores en nuestra dirección o la fuerte presión del enemigo pueden conducir a un proceso inverso, esto es, una base de apoyo puede convertirse en zona guerrillera y una zona guerrillera en región bajo ocupación enemiga relativamente estable. Tales cambios son posibles y los mandos de la guerra de guerrillas deben mantener una vigilancia especial al respecto.

Así, como resultado de la guerra de guerrillas y de la lucha entre el enemigo y nosotros, los territorios ocupados por el enemigo se dividirán en tres tipos: primero, bases de apoyo antijaponesas mantenidas por nuestras unidades guerrilleras y nuestros órganos de poder; segundo, zonas que se encuentran en manos del imperialismo japonés y del régimen títere, y tercero, zonas intermedias que ambos bandos se disputan, es decir, zonas guerrilleras. Los mandos de la guerra de guerrillas tienen el deber de ampliar al máximo los territorios del primero y tercer tipos y reducir al mínimo los territorios del segundo. Esta es la tarea estratégica de la guerra de guerrillas.
Condiciones para la creación de bases de apoyo
Las condiciones fundamentales para establecer una base de apoyo son: contar con fuerzas armadas antijaponesas, emplearlas para infligir derrotas al enemigo y, con ayuda de ellas, movilizar a las masas populares. Así, el establecimiento de bases de apoy o es, antes que nada, el problema de organizar fuerzas armadas. Quienes dirigen la guerra de guerrillas deben dedicar todas sus energías a formar una o más unidades guerrilleras y, en el transcurso de la lucha, convertirlas gradualmente en cuerpos guerrilleros e incluso en unidades y agrupaciones regulares. Organizar fuerzas armadas es la clave para la creación de bases de apoyo. Sin fuerzas armadas o con fuerzas armadas muy débiles, nada puede hacerse. Esta es la primera condición.

La segunda condición indispensable para establecer una base de apoyo consiste en infligir derrotas al enemigo empleando las fuerzas armadas y con el apoyo de las masas populares. Ninguno de los lugares controlados por Japón es base de apoyo de las guerrillas sino del enemigo, y evidentemente las bases del enemigo no podrán ser transformadas en bases de apoyo guerrilleras a menos que este sea derrotado. Aun los lugares controlados por las guerrillas caerán en manos del enemigo, si no aplastamos sus ataques, si no lo derrotamos, y en tal caso tampoco será posible establecer bases de apoyo.

La tercera condición indispensable para establecer una base de apoyo consiste en dedicar todos nuestros esfuerzos, incluidos los de las fuerzas armadas, a movilizar las masas en la lucha contra Japón. En el curso de esta lucha debemos armar al pueblo, es decir, organizar cuerpos de autodefensa y guerrillas. En el curso de esta lucha hay que crear organizaciones de masas, reunir a los obreros, campesinos, jóvenes, mujeres, niños, comerciantes y profesionales, a medida que crezcan su grado de conciencia política y su entusiasmo combativo, en las diversas organizaciones necesarias para la lucha contra Japón, y ampliar estas de forma gradual. Sin organización, la fuerza de las masas populares no puede hacerse sentir en la lucha contra Japón. En el curso de esta lucha, debemos liquidar a los colaboracionistas declarados y encubiertos, tarea que sólo podremos cumplir apoyándonos en la fuerza de las masas populares. En esta lucha, es de particular importancia movilizar a las masas populares para establecer o consolidar el poder local antijaponés. Allí donde los antiguos órganos chinos de poder no han sido destruidos por el enemigo, debemos reorganizarlos y fortalecerlos apoyándonos en las amplias masas; allí donde han sido destruidos por el enemigo, debemos reconstruirlos con el esfuerzo de las amplias masas. Estos órganos de poder deben poner en práctica la política de frente único nacional antijaponés y unir a todas las Fuerzas populares para la lucha contra nuestro único enemigo: el imperialismo japonés y sus lacayos, los colaboracionistas y reaccionarios.

Toda base de apoyo de la guerra de guerrillas sólo puede ser realmente establecida después de que se hayan cumplido en forma gradual las tres condiciones fundamentales, es decir, después de crear fuerzas armadas antijaponesas, infligir derrotas al enemigo y movilizar a las masas populares.

Es necesario hablar, además, de las condiciones geográficas y económicas. En lo que atañe a las condiciones geográficas, ya hemos señalado tres categorías distintas en la sección «Tipos de bases de apoyo»; aquí solamente trataremos del requisito principal: la zona debe ser extensa. En circunstancias en que el enemigo nos cerque por los cuatro lados, o por tres de ellos, las zonas montañosas, desde luego, ofrecen las mejores condiciones para establecer bases de apoyo duraderas; pero lo principal es que haya espacio suficiente que permita maniobrar a las guerrillas, esto es, que la zona sea extensa. En presencia de esta condición, es decir, de una zona amplia, la guerra de guerrillas se puede desarrollar y sostener incluso en las llanuras, para no hablar de las zonas fluviales, lacustres y de estuarios. Debido a la inmensidad del territorio chino y a la insuficiencia de tropas del enemigo, la guerra de guerrillas en China ya cuenta, en general, con esta condición. Esta es una condición importante e incluso de primera importancia en lo que respecta a la posibilidad de sostener una guerra de guerrillas. En países pequeños, como Bélgica, que carecen de dicha condición, tal posibilidad es muy pequeña o no existe. Pero en China, esa condición no es algo por alcanzar, ni un problema por resolver; está allí objetivamente, esperando sólo ser explotada.

En cuanto a las condiciones económicas, considerándolas como tales, sucede igual que con las geográficas. Porque no estamos discutiendo el problema del establecimiento de bases de apoyo en un desierto, donde no hay enemigo alguno, sino su establecimiento detrás de las líneas enemigas. Adondequiera que llegue el enemigo, ya viven desde hace tiempo habitantes chinos y hay una base económica de subsistencia, de modo que no surge la cuestión de elegir condiciones económicas para establecer una base de apoyo. En todos aquellos lugares donde hay habitantes chinos y fuerzas enemigas, cualesquiera que sean las condiciones económicas, debemos esforzarnos al máximo por desarrollar la guerra de guerrillas y establecer bases de apoyo permanentes o temporales. Sin embargo, consideradas desde el punto de vista político, las condiciones económicas presentan un problema, la política económica, que es vital para el establecimiento de las bases de apoyo. La política económica a seguir en las bases de apoyo guerrilleras debe basarse en los principios de frente único nacional antijaponés, es decir, la distribución racional de las cargas y la protección del comercio. Los órganos locales de poder y las guerrillas nunca deben violar estos principios; de lo contrario, se verán afectados el establecimiento de las bases de apoyo y el mantenimiento de la guerra de guerrillas. La distribución racional de las cargas significa que «quien tenga dinero, que contribuya con dinero», mientras los campesinos deben, dentro de ciertos límites, proporcionar cereales a las guerrillas. La protección del comercio exige que estas observen rigurosamente la disciplina y no se incauten arbitrariamente de ningún establecimiento comercial, salvo de aquellos que sean propiedad de colaboracionistas comprobados. Es un asunto difícil, pero debemos aplicar esta que es ya una política decidida.
Consolidación y expansión de las bases de apoyo
A fin de encerrar al enemigo invasor en un número reducido de puntos de apoyo, es decir, en las grandes ciudades y a lo largo de las principales líneas de comunicación, debemos hacer todo lo posible para extender, desde nuestras bases de apoyo, la guerra de guerrillas en todas las direcciones y ejercer presión sobre todos los puntos de apoyo del enemigo, amenazando así su existencia, sacudiendo su moral y ampliando al mismo tiempo las bases de apoyo guerrilleras. Esto es completamente indispensable. Para ello es necesario combatir el conservadurismo en la guerra de guerrillas. El conservadurismo, sea que nazca del deseo de una vida tranquila y cómoda o de la sobreestimación de la fuerza del enemigo, sólo puede ocasionar pérdidas a la Guerra de Resistencia y perjudicar la guerra de guerrillas y las propias bases de apoyo. Por otra parte, no debemos olvidar la consolidación de las bases de apoyo; la tarea principal en este aspecto es movilizar y organizar a las masas y adiestrar a las unidades guerrilleras y a las fuerzas armadas locales. Semejante consolidación es necesaria para el mantenimiento de una guerra prolongada y también para la ulterior expansión de las bases de apoyo, pues sin consolidación no es posible una expansión vigorosa. Si en la guerra de guerrillas nos ocupamos únicamente de la expansión y olvidamos la consolidación, no podremos resistir los ataques del enemigo, y como resultado, no sólo perderemos el territorio recuperado durante la expansión, sino que correrá peligro la existencia misma de las bases de apoyo. El principio correcto es expansión con consolidación, lo que constituye un buen método que nos permite avanzar en la ofensiva y defendernos en la retirada. Ya que se trata de una guerra prolongada, ante cada unidad guerrillera se presenta constantemente el problema de la consolidación y expansión de las bases de apoyo. La solución concreta de este problema depende de las circunstancias. En un período dado, puede hacerse hincapié en la expansión, es decir, en la ampliación de las zonas guerrilleras y el engrosamiento de las guerrillas. En otro, puede hacerse hincapié en la consolidación, es decir, en organizar a las masas y adiestrar a las unidades armadas. Ya que la expansión y la consolidación son de diferente naturaleza, serán por consiguiente distintas las disposiciones militares así como las tareas correspondientes. Este problema sólo se puede resolver con éxito dándoles prioridad alternativamente según el momento y las circunstancias.
Tipos de cerco reciproco entre el enemigo y nosotros
Tomando la Guerra de Resistencia en su conjunto, no cabe duda de que nos encontramos cercados estratégicamente por el enemigo, por cuanto este se halla a la ofensiva estratégica y opera en líneas exteriores, mientras que nosotros estamos a la defensa estratégica y operamos en líneas interiores. Este es el primer tipo de cerco que nos impone el enemigo. Debido a que, con relación a las fuerzas enemigas que desde líneas exteriores avanzan sobre nosotros en varias columnas, aplicamos el principio de operaciones ofensivas en líneas exteriores en campañas y combates empleando fuerzas numéricamente superiores, podemos cercar cada una de estas columnas. Este es el primer tipo de cerco que imponemos al enemigo. Luego, si se consideran por separado las bases de apoyo guerrilleras en la retaguardia enemiga, cada una de ellas está rodeada por el enemigo, ya sea por todos lados, como la zona de las montañas Wutai, ya sea por tres lados, como la región del noroeste de Shansí. Este es el segundo tipo de cerco que nos impone el enemigo. Sin embargo, si consideramos las diversas bases de la guerra de guerrillas en su vinculación mutua y cada una en su relación con los frentes de las fuerzas regulares, vemos que, por nuestra parte, rodeamos a una gran cantidad de fuerzas enemigas. En la provincia de Shansí, por ejemplo, hemos rodeado el ferrocarril Tatung-Puchou por tres lados (este, oeste y extremo sur) y la ciudad de Taiyuán por todos lados. En las provincias de Jopei y Shantung también se pueden encontrar muchos ejemplos similares. Este es el segundo tipo de cerco que imponemos al enemigo. De esta manera, existen dos tipos de cerco recíproco entre nosotros y el enemigo, más o menos como en una partida de weichi [9]. Las campañas y combates entre ambos bandos se asemejan a la toma de piezas, y el establecimiento de puntos de apoyo por parte del enemigo y de bases de apoyo guerrilleras por la nuestra, a las jugadas para dominar espacios en el tablero. Es en el problema de «dominar espacios» donde se revela el gran papel estratégico de las bases de apoyo guerrilleras en la retaguardia del enemigo. Si se considera este problema desde el punto de vista de la Guerra de Resistencia, esto significa que las autoridades militares de la nación, así como los mandos de la guerra de guerrillas de todas las zonas, deben poner en el orden del día el desarrollo de la guerra de guerrillas detrás de las líneas enemigas y el establecimiento de bases de apoyo donde sea posible, y llevar esto a la práctica como una tarea estratégica. Si en el plano internacional logramos crear un frente antijaponés en la región del Pacífico, con China como una unidad estratégica y con la Unión Soviética y otros países que puedan incorporarse a él como otras tantas unidades estratégicas, tendremos entonces sobre el enemigo la ventaja de un tipo más de cerco: se creará en la región del Pacífico una línea exterior desde la cual podremos cercar y aniquilar al Japón fascista. Desde luego, esto carece de sentido práctico por el momento, pero tal perspectiva no es imposible.
Defensiva y ofensiva estratégicas en la guerra de guerrillas
El cuarto problema estratégico de la guerra de guerrillas concierne a la defensa y ofensiva estratégicas. Este es el problema de cómo aplicar concretamente en la guerra de guerrillas contra Japón, tanto en la defensa como en la ofensiva, el principio de operaciones ofensivas que hemos expuesto al analizar el primer problema. Dentro de la defensa estratégica y la ofensiva estratégica (o, dicho más exactamente, la contraofensiva estratégica) de amplitud nacional, se producen en cada base de apoyo de la guerra de guerrillas y en sus alrededores, defensa y ofensiva estratégicas en pequeña escala. Con la primera, nos referimos a la situación estratégica que se crea cuando el enemigo se encuentra a la ofensiva y nosotros a la defensa, y a nuestra estrategia para ese período. Con la segunda, nos referimos a la situación estratégica que surge cuando el enemigo se encuentra a la defensiva y nosotros a la ofensiva, y a nuestra estrategia para ese período.
a. Defensiva estratégica en la guerra de guerrillas
Cuando la guerra de guerrillas, ya iniciada, haya alcanzado cierto desarrollo, el enemigo atacará inevitablemente las bases de apoyo de la guerra de guerrillas, especialmente en el período en que haya puesto fin a su ofensiva estratégica general contra nuestro país y adopte la política de consolidación del territorio ocupado. Los mandos de la guerra de guerrillas deben comprender la inevitabilidad de dichos ataques porque, de lo contrario, estarán totalmente desprevenidos y, frente a los serios ataques del enemigo, caerán en el pánico y el desconcierto, y sus fuerzas serán derrotadas.

Para liquidar las guerrillas y sus bases de apoyo, el enemigo recurre con frecuencia a ataques convergentes. Por ejemplo, hubo cuatro o cinco «expediciones punitivas» dirigidas contra la zona de las montañas Wutai, y en cada una de ellas, el enemigo efectuó un avance planificado en tres, cuatro y hasta seis o siete rutas simultáneamente. Cuanto más se extienda la guerra de guerrillas, cuanto más importante sea la posición de sus bases de apoyo y más grave su amenaza para las bases estratégicas y líneas de comunicación vitales del enemigo, tanto más encarnizados serán los ataques de este contra las guerrillas y sus bases de apoyo. Por eso, si el enemigo ataca a las guerrillas más intensamente en determinada zona, esto demuestra que allí la guerra de guerrillas ha logrado mayores éxitos y que actúa más eficazmente en coordinación con las operaciones regulares.

Cuando el enemigo lanza un ataque convergente en varias columnas, el principio de la guerra de guerrillas consiste en aplastarlo mediante el contraataque. Tal ataque puede ser fácilmente aplastado si cada una de las columnas del enemigo en marcha se compone de una sola unidad, grande o pequeña, carece de fuerzas de apoyo y no puede dejar guarniciones ni construir blocaos y carreteras a lo largo de su ruta de ataque. En tal caso, el enemigo se encuentra a la ofensiva y opera en líneas exteriores, en tanto que nosotros estamos a la defensiva y operamos en líneas interiores. En cuanto a la disposición de nuestras fuerzas, debemos emplear una pequeña parte para contener a varias columnas del enemigo y enfrentar la parte principal a una sola columna, adoptando la táctica de lanzar ataques por sorpresa (sobre todo, en forma de emboscadas) en campañas o combates y de golpear al enemigo cuando se encuentre en movimiento. Atacado repetidas veces por sorpresa, el enemigo, aunque fuerte, resultará debilitado y a menudo se retirará a mitad de camino; las guerrillas podrán, entonces, volver a atacarlo por sorpresa mientras lo persiguen y así lograrán debilitarlo aún más. Antes de detener su ataque o iniciar su retirada, el enemigo ocupa siempre capitales de distrito y poblados en nuestras bases de apoyo. En ese caso, debemos sitiar esos lugares, cortando su abastecimiento de víveres y sus vías de comunicación; luego, cuando el enemigo no pueda mantenerse más y comience a retroceder, aprovecharemos la oportunidad para perseguirlo y atacarlo. Una vez deshecha una columna enemiga, debemos trasladar nuestras fuerzas para deshacer otra, y aplastando, una por una, a las fuerzas enemigas, desbarataremos su ataque convergente.

Una gran base de apoyo, como la zona de las montañas Wutai, constituye una «zona militar», que a su vez se divide en cuatro, cinco o más «subzonas militares», cada una con fuerzas armadas propias que operan independientemente. Empleando los métodos de operaciones mencionados más arriba, con frecuencia estas fuerzas destrozan simultánea o sucesivamente los ataques enemigos.

En nuestro plan de operaciones para rechazar un ataque convergente generalmente disponemos nuestras fuerzas principales en líneas interiores. Pero en caso de contar con fuerzas suficientes, debemos emplear nuestras fuerzas auxiliares (guerrillas de distrito o territoriales o incluso unidades destacadas de las fuerzas principales) en líneas exteriores, para destruir las vías de comunicación del enemigo y contener sus refuerzos. Si el enemigo permanece largo tiempo en nuestra base de apoyo, podemos invertir el método, es decir, dejar una parte de nuestras fuerzas en la base de apoyo para aislarlo y hostigarlo, y emplear las fuerzas principales para atacar la zona de donde ha venido y actuar allí enérgicamente, a fin de inducirlo a retirarse y atacar a nuestras fuerzas principales. Esta es la táctica de «salvar al reino de Chao sitiando al reino de Wei»[10].

En el curso de las operaciones contra un ataque convergente, los cuerpos de autodefensa antijaponeses de la población local y todas las organizaciones de masas deben movilizarse para participar en la lucha y ayudar por todos los medios a nuestras tropas en las acciones contra el enemigo. Para combatir al enemigo, son importantes dos cosas: decretar el estado de sitio local y, en la medida de lo posible, «fortalecer las obras defensivas y de limpieza de los campos». La primera tiene por fin reprimir a los colaboracionistas e impedir que el enemigo obtenga información, y la segunda, apoyar las operaciones (fortaleciendo las obras defensivas) e impedir que el enemigo obtenga alimentos (limpiando los campos). «Limpiar los campos» significa aquí recoger la cosecha cuanto antes, apenas los cultivos estén maduros.

Al retirarse, el enemigo a menudo incendia las casas en las ciudades que ha ocupado y las aldeas situadas en su camino de retirada, con el fin de devastar las bases de apoyo de la guerra de guerrillas; pero al hacerlo, se priva de alojamiento y provisiones para su próxima ofensiva, y el daño se vuelve contra él mismo. Este es un ejemplo concreto que demuestra cómo una y la misma cosa tiene dos aspectos contradictorios.

Los mandos de la guerra de guerrillas no deben pensar en abandonar su base de apoyo para desplazarse a otra, sin haber efectuado repetidos contraataques para rechazar el serio ataque convergente del enemigo y sin haber llegado a la convicción de que es imposible desbaratarlo. En tales circunstancias hay que guardarse del pesimismo. En las zonas montañosas, mientras los dirigentes no cometan errores de principio, es posible, en general, deshacer los ataques convergentes del enemigo y retener las bases de apoyo. Solamente en las llanuras, al verse ante un fuerte ataque convergente, los dirigentes guerrilleros deben considerar, a la luz de las circunstancias concretas, la siguiente medida: dejar en la localidad numerosas unidades pequeñas para que actúen en orden disperso, y trasladar temporalmente los grandes cuerpos guerrilleros a una zona montañosa, de modo que estos puedan volver y continuar sus actividades en las llanuras en cuanto se alejen las fuerzas principales del enemigo.

Debido a la contradicción entre la vastedad del territorio chino y la insuficiencia de fuerzas del enemigo, este, en general, no puede adoptar la táctica de blocaos que utilizó el Kuomintang en los días de la guerra civil. Sin embargo, debemos tener en cuenta la posibilidad de que, en cierta medida, adopte esa táctica contra aquellas bases de apoyo guerrilleras que constituyen una seria amenaza para sus posiciones vitales; debemos prepararnos para mantener, incluso en tales circunstancias, la guerra de guerrillas en esas zonas. Si pudimos mantener la guerra de guerrillas aun en las condiciones de la guerra civil, no cabe la menor duda de que podemos llevarla adelante, todavía con mayor éxito, en esta guerra nacional. Pues, aunque el enemigo, en lo que respecta al poderío militar relativo, pueda lanzar contra algunas de nuestras bases de apoyo, fuerzas de aplastante superioridad no sólo en calidad sino también en cantidad, continuará sin solución la contradicción nacional entre el enemigo y nosotros, y subsistirán las inevitables debilidades del mando enemigo. Nuestras victorias se basan en el trabajo concienzudo entre las masas populares y en los métodos flexibles de combate.
b. Ofensiva estratégica en la guerra de guerrillas
Después de que hemos desbaratado una ofensiva enemiga y antes de que comience otra nueva, viene un período en que el enemigo se encuentra a la defensiva estratégica y nosotros a la ofensiva estratégica.

En ese período, nuestro principio de operaciones no consiste en atacar a las fuerzas enemigas que están atrincheradas en posiciones defensivas y que no tenemos seguridad de derrotar, sino en destruir o expulsar sistemáticamente de determinadas zonas a las pequeñas unidades japonesas y fuerzas títeres que nuestras guerrillas son capaces de enfrentar, en extender nuestras zonas, movilizar a las masas para la lucha contra Japón, reforzar y adiestrar nuestras tropas y organizar nuevas guerrillas. Si el enemigo continúa a la defensiva después de que estas tareas se hayan cumplido en cierta medida, podremos ampliar aún más las zonas que hayamos ocupado recientemente, atacar las ciudades y las líneas de comunicación débilmente guarnecidas por el enemigo, y ocuparlas tanto tiempo como las circunstancias lo permitan. Todas estas son tareas de la ofensiva estratégica, cuyo propósito es aprovechar el período en que el enemigo se encuentra a la defensiva, para desarrollar de forma eficaz nuestras fuerzas armadas y la fuerza de las masas populares, así como reducir efectivamente las fuerzas del enemigo y prepararnos para aplastar de modo planificado y enérgico su nueva ofensiva.

Es indispensable el descanso y el adiestramiento de nuestras tropas, y el mejor momento para ello es aquel en que el enemigo se encuentra a la defensiva. No se trata de dedicarnos exclusivamente al descanso y adiestramiento sin ocuparnos de ninguna otra cosa, sino de procurar tiempo para ello mientras ampliamos nuestras zonas, destruimos pequeñas unidades enemigas y movilizamos a las masas. Este es también, por lo general, el momento para resolver el difícil problema de la obtención de provisiones, mantas, vestuario, etc.

Este es asimismo el momento para destruir a gran escala las líneas de comunicación del enemigo, obstruir su transporte y prestar ayuda directa a nuestras fuerzas regulares en sus campañas.

Entonces reina gran júbilo en las bases de apoyo, zonas y unidades guerrilleras, y las regiones devastadas por el enemigo se rehabilitan gradualmente y reviven. Las masas populares en los territorios ocupados por el enemigo también se llenan de alegria, y el prestigio de las guerrillas se extiende por todas partes. En el campo del enemigo y sus lacayos, los colaboracionistas, crece el pánico y se agrava la desintegración y, al mismo tiempo, aumenta su odio hacia las guerrillas y las bases de apoyo y se intensifican los preparativos para hacer frente a la guerra de guerrillas. Por lo tanto, durante la ofensiva estratégica, los mandos de la guerra de guerrillas no deben sentirse tan alborozados como para subestimar al enemigo y olvidarse de fortalecer la unidad en sus propias filas y de consolidar las bases de apoyo y las unidades guerrilleras. En estos momentos deben saber escrutar cada movimiento del enemigo para descubrir los signos de una nueva ofensiva, a fin de que, una vez que esta se desate, puedan poner fin oportunamente a su propia ofensiva estratégica, pasar a la defensiva estratégica y deshacer, en el curso de esta, la ofensiva enemiga.
Transformación de la guerra de guerrillas en guerra de movimientos
El quinto problema estratégico de la guerra de guerrillas contra Japón es su transformación en guerra de movimientos, proceso que es necesario y posible debido igualmente al carácter prolongado y encarnizado de la guerra. Tal transformación sería innecesaria si China pudiese derrotar rápidamente a los invasores japoneses y recobrar pronto el territorio perdido, y si, en consecuencia, la guerra no fuese ni prolongada ni encarnizada. Pero como, por el contrario, la guerra es prolongada y encarnizada, la guerra de guerrillas no podrá adaptarse a una guerra como esta a menos que se transforme en una guerra de movimientos. Dada la larga duración y el encarnizamiento de la guerra, las guerrillas podrán adquirir el temple necesario y convertirse gradualmente en fuerzas regulares, y, como consecuencia, sus formas de combate se aproximarán poco a poco a las de las tropas regulares y la guerra de guerrillas se transformará así en guerra de movimientos. Los mandos de la guerra de guerrillas deben comprender claramente la necesidad y posibilidad de esta transformación; sólo de esta manera podrán persistir en la orientación de transformar la guerra de guerrillas en guerra de movimientos y llevarla a cabo en forma planificada.

En muchos lugares, como en las montañas Wutai, la actual guerra de guerrillas debe su crecimiento a los poderosos destacamentos enviados allí por las tropas regulares. Las operaciones en esos lugares, aunque por lo general de carácter guerrillero, contienen elementos de guerra de movimientos desde su mismo comienzo. Estos elementos aumentarán gradualmente a medida que se prolongue la guerra. En esto reside la ventaja de la actual guerra de guerrillas contra Japón, ventaja que permite no sólo su rápida expansión, sino también su rápido desarrollo hacia un nivel superior; por lo tanto, la presente guerra de guerrillas se hace en condiciones mucho más favorables que las que ha conocido la guerra de guerrillas en las tres provincias del nordeste.

Para transformar las unidades guerrilleras que hacen la guerra de guerrillas en fuerzas regulares que realicen una guerra de movimientos, se requieren dos condiciones: el aumento del número y la elevación de la calidad. Además de movilizar directamente al pueblo para que se incorpore a las fuerzas armadas, el aumento del número puede alcanzarse fusionando unidades pequeñas, en tanto que la elevación de la calidad depende del temple de los combatientes y del mejoramiento de su armamento en el curso de la guerra.
Al fusionar pequeñas unidades debemos guardarnos, por una parte, del localismo, que toma en cuenta exclusivamente los intereses locales e impide la centralización y, por la otra, de la concepción puramente militar, que deja de lado los intereses locales.

El localismo existe en las guerrillas y gobiernos locales. Los partidarios de esta tendencia suelen preocuparse sólo de los intereses locales y olvidan los generales, o prefieren actuar por su cuenta y no se adaptan a la acción en grandes unidades. Los dirigentes de las principales unidades guerrilleras o de los cuerpos guerrilleros deben tener presente esto y adoptar el método de fusión gradual y parcial, dejando a las autoridades locales un número de fuerzas que les permitan seguir extendiendo su guerra de guerrillas; deben hacer que las unidades locales participen en operaciones conjuntas y efectuar luego la fusión sin romper su propia estructura orgánica ni desplazar a sus cuadros, de modo que las unidades pequeñas puedan fundirse en las grandes.

En oposición al localismo, la concepción puramente militar es el punto de vista erróneo sostenido dentro de las fuerzas principales por aquellos que sólo tratan de aumentar sus propias tropas, sin preocuparse de ayudar a las fuerzas armadas locales. Esta gente no comprende que la transformación de la guerra de guerrillas en guerra de movimientos no significa el abandono de la primera, sino la formación gradual, en el curso del amplio desarrollo de la guerra de guerrillas, de una fuerza principal capaz de realizar la guerra de movimientos, fuerza en torno a la cual deberán existir, como antes, numerosas unidades guerrilleras que realicen amplias operaciones de guerrillas. Estas numerosas unidades guerrilleras constituyen las poderosas alas de la fuerza principal y sirven de reserva inagotable para su continuo crecimiento. Por lo tanto, si algún mando de la fuerza principal, guiado por la concepción puramente militar, llega a cometer el error de descuidar los intereses de la población y del gobierno locales, debe corregirlo para que así el engrosamiento de esa fuerza y el crecimiento de las fuerzas armadas locales reciban, uno y otro, la atención que les corresponde.

Para elevar la calidad de las guerrillas es preciso elevar su nivel político y organizativo, así como mejorar su equipo, su técnica militar y su táctica y reforzar su disciplina, de modo que gradualmente se formen según el modelo de las tropas regulares y se libren de sus hábitos guerrilleros. Políticamente, hay que hacer comprender a los mandos y combatientes la necesidad de elevar las guerrillas al nivel de las fuerzas regulares, estimularlos a que se esfuercen por alcanzar esa meta, y garantizar su logro por medio del trabajo político. En el terreno de la organización, es necesario cumplir progresivamente todas las exigencias de una agrupación regular en los siguientes aspectos: organismos militares y políticos, personal militar y político, métodos de trabajo militar y político, y sistema regular de aprovisionamiento, de servicios médicos, etc. En materia de equipo, es preciso obtener un armamento más variado y mejor y aumentar el suministro de los aparatos de comunicación indispensables. En cuanto a la técnica militar y la táctica, es necesario elevar las unidades guerrilleras al nivel que exige una agrupación regular. En lo que atañe a la disciplina, hay que elevar su nivel hasta tal punto que se observen normas uniformes y que todas las órdenes sean estrictamente ejecutadas, debiendo eliminar todo relajamiento e indisciplina. El cumplimiento de estas tareas exige un esfuerzo prolongado, y no se puede alcanzar de la noche a la mañana; pero esta es la dirección en que debemos avanzar. Solamente así puede formarse una agrupación regular en cada base de apoyo de la guerra de guerrillas, solamente así puede surgir la guerra de movimientos, que permitirá golpear con más eficacia al enemigo. Es relativamente fácil conseguir esta meta en lugares donde existen destacamentos o cuadros enviados por las fuerzas regulares. Por consiguiente, todas las fuerzas regulares tienen el deber de ayudar a las guerrillas a convertirse en unidades regulares.
Relaciones de mando
El último problema estratégico de la guerra de guerrillas contra Japón lo constituyen las relaciones de mando. La correcta solución de este problema es una de las condiciones para desarrollar felizmente la guerra de guerrillas.

Como las unidades guerrilleras constituyen una forma inferior de organización armada y se caracterizan por sus operaciones dispersas, los métodos de mando en la guerra de guerrillas no admiten un grado tan elevado de centralización como en la guerra regular. Si tratamos de aplicar los métodos de mando de la guerra regular a la de guerrillas, esta verá inevitablemente restringida su gran movilidad y perderá su vitalidad. Un alto grado de centralización del mando está en directa contradicción con la gran movilidad de la guerra de guerrillas, en la que no debe ni puede aplicarse un sistema de mando altamente centralizado.

Sin embargo, esto no significa que la guerra de guerrillas pueda desarrollarse con éxito sin ningún tipo de mando centralizado. En condiciones en que se desarrollan simultáneamente una amplia guerra regular y una amplia guerra de guerrillas, es indispensable coordinar sus operaciones en forma adecuada; de ahí la necesidad de un mando que coordine las operaciones de una y otra, es decir, un mando estratégico único ejercido por el Estado Mayor General de la nación y los comandantes de las zonas de guerra. En una zona o base de apoyo guerrillera con numerosas guerrillas, hay por lo general uno o más cuerpos guerrilleros (a veces junto con agrupaciones regulares) que constituyen la fuerza principal, una cantidad considerable de otras unidades guerrilleras, grandes y pequeñas, que representan la fuerza auxiliar, y numerosas fuerzas armadas de la población que no abandonan el trabajo de producción; las fuerzas enemigas actúan allí contra las guerrillas, por lo general bajo un comando único y con un plan unificado. Por consiguiente, en tales zonas guerrilleras o bases de apoyo se presenta el problema de establecer un comando único, centralizado.

De ahí que el principio de mando en la guerra de guerrillas, opuesto tanto a la centralización como a la descentralización absolutas, exija un mando centralizado en lo estratégico y descentralizado en las campañas y combates.

El mando estratégico centralizado comprende: a escala nacional, la planificación y la dirección de la guerra de guerrillas en su conjunto; en cada zona de guerra, la coordinación de la guerra de guerrillas con la guerra regular, y en cada zona guerrillera o base de apoyo, la dirección única de todas las fuerzas armadas antijaponesas. Aquí, la ausencia de coordinación, unidad y centralización es dañina, y deben hacerse todos los esfuerzos porque existan. Con relación a los asuntos generales, es decir, a las cuestiones de orden estratégico, los niveles inferiores deben informar a los superiores y seguir sus instrucciones para asegurar una acción concertada. Pero la centralización del mando debe detenerse ahí, ya que sería igualmente perjudicial exceder este límite inmiscuyéndose en los asuntos concretos de los niveles inferiores como por ejemplo, en las disposiciones concretas para una campaña o un combate. Porque tales asuntos concretos deben solucionarse a la luz de las condiciones específicas, que cambian según el momento y lugar y de las que no pueden estar al corriente los lejanos mandos superiores. Esto es lo que se entiende por principio de mando descentralizado en las campañas y combates. En general, el mismo principio se aplica también para las operaciones regulares, especialmente cuando los aparatos de comunicación son insuficientes. En una palabra, estamos por una guerra de guerrillas sostenida con independencia e iniciativa dentro de una estrategia unificada.

En una base de apoyo guerrillera que constituye una zona militar dividida en subzonas militares, cada una de las cuales comprende varios distritos, divididos a su vez en territorios, las relaciones entre los distintos niveles, desde los comandos de la zona militar y de las subzonas militares hasta los gobiernos de distrito y territorio, son de subordinación consecutiva, y las fuerzas armadas están subordinadas a los diferentes niveles de acuerdo con su carácter. Según el principio enunciado, en las relaciones de mando entre dichos niveles, la orientación general debe ser trazada por los niveles superiores, en tanto que las acciones concretas deben ser ejecutadas, a la luz de las circunstancias específicas, por los niveles inferiores, los cuales tienen derecho a actuar con independencia e iniciativa. Si un nivel superior tiene alguna observación que hacer sobre acciones concretas emprendidas por un nivel inferior, puede y debe expresarla en forma de «instrucciones» pero de ninguna manera como «órdenes» categóricas. Cuanto más extensa la zona, cuanto más compleja la situación y mayor la distancia entre los niveles superiores y los inferiores, tanto mayor independencia e iniciativa se deberá permitir a estos últimos en sus acciones concretas, y tanto más necesario será hacer que esas acciones concuerden fielmente con las condiciones locales y correspondan a las exigencias de la situación local, de suerte que los niveles inferiores y el personal local puedan desarrollar su capacidad para trabajar independientemente, enfrentar situaciones complicadas y extender con éxito la guerra de guerrillas. Si una unidad o agrupación opera en forma concentrada, las relaciones de mando se rigen por el principio de centralización, pues, en este caso, el comando superior está al tanto de la situación. Pero si esta unidad o agrupación se divide para emprender acciones dispersas, entonces se aplica el principio de centralización en cuestiones generales y descentralización en cuestiones concretas, ya que el comando superior no puede permanecer al corriente de la situación concreta.

La ausencia de centralización donde esta es necesaria, significa que los niveles superiores han faltado a su deber y los inferiores se han excedido en sus atribuciones, lo cual es inadmisible en las relaciones entre los niveles superiores y los inferiores, especialmente en el terreno militar. Si la descentralización no se efectúa donde se debe, ello significa monopolización del poder por los niveles superiores y carencia de iniciativa por parte de los inferiores, lo cual es igualmente inadmisible en las relaciones entre los niveles superiores y los inferiores, especialmente en las relaciones de mando en la guerra de guerrillas. El principio mencionado constituye la única política correcta para solucionar el problema de las relaciones de mando.
Mayo de 1938

Notas
[1] La dinastía Sung reinó en China del año 960 al 1279 y fue derribada por la dinastía Yuan, que se fundó en 1271 en Mongolia. La dinastía Ming gobernó de 1368 a 1644 y fue derrocada por la dinastía Ching, que se fundó en 1636 en su territorio (lo que hoy es aproximadamente las tres provincias del Nordeste).
[2] Changpai es una cordillera situada en la frontera nordeste de China. Después del Incidente del 18 de Septiembre de 1931, la zona de las montañas Changpai se convirtió en una base de apoyo guerrillera antijaponesa bajo la dirección del Partido Comunista de China.
[3] Wutai es una cordillera situada en los límites entre Shansí, Jopei y la antigua provincia de Chajar. En octubre de 1937, el VIII Ejército, dirigido por el Partido Comunista de China, comenzó a establecer la base de apoyo antijaponesa de Shansí-Chajar-Jopei, con la zona de las montañas Wutai como centro.
[4] Taijang es una cordillera situada en los límites entre Shansí, Jopei y Jonán. En noviembre de 1937, el VIII Ejército comenzó a establecer la base de apoyo antijaponesa del Sureste de Shansí, con la zona de las montañas Taijang como centro.
[5] La montaña Taishan situada en el centro de Shantung, es una de las principales cumbres de la cordillera Taishan-Yishan. En el invierno de 1937, las fuerzas guerrilleras dirigidas por el Partido Comunista de China procedieron a establecer la base de apoyo de la parte central de Shantung, con la zona montañosa de Taishan-Yishan como centro.
[6] Yenshan es una cordillera situada en los límites entre la provincia de Jopei y la antigua provincia de Yejé. En el verano de 1938, el VIII Ejército empezó a establecer la base de apoyo antijaponesa del este de Jopei, con la zona montañosa de Yenshan como centro.
[7] Las montañas Maoshan se hallan en el sur de Chiangsú. En junio de 1938, el Nuevo 4º Cuerpo de Ejército, dirigido por el Partido Comunista de China, comenzó a establecer la base de apoyo antijaponesa del Sur de Chiangsú, con la zona de las montañas Maoshan como centro.
[8] La experiencia obtenida en el curso de la Guerra de Resistencia contra Japón probó que era posible crear en las llanuras bases de apoyo duraderas y, en muchos sitios, bases estables, gracias a la enorme extensión y numerosa población de esas regiones lo acertado de la política del Partido Comunista, la amplia movilización del pueblo, la insuficiencia de tropas del enemigo y otras condiciones. El camarada Mao Zedong afirmó esta posibilidad de modo preciso en instrucciones concretas posteriores.
[9] Antiguo juego chino, en el cual cada uno de los dos adversarios trata de rodear en el tablero las piezas de su contrario. Cuando una pieza o un grupo de piezas de un jugador quedan rodeadas por las de su contrario, se dan por «muertas» (comidas). Pero si se conservan ciertos espacios libres entre las piezas del mismo grupo rodeado, estas permanecen «vivas» (no comidas).
[10] En el año 353 a.n.e., el reino de Wei puso sitio a Jantan, capital del reino de Chao. El príncipe del reino de Chi ordenó a sus generales Tien Chi y Sun Pin que ayudaran a Chao con sus tropas. Teniendo en cuenta que las fuerzas selectas de Wei habían entrado en Chao, dejando así débilmente guarnecido su propio territorio, el general Sun Pin atacó el reino de Wei. Cuando el ejército de Wei se retiraba para defender su país, las tropas de Chi, aprovechándose de su agotamiento, lo atacaron en Kuiling (al nordeste del actual distrito de Jetse, provincia de Shantung) y le infligieron una aplastante derrota. De este modo, fue levantado el sitio a la capital de Chao. Desde entonces, toda táctica similar es denominada por los estrategas chinos como «salvar al reino de Chao sitiando al reino de Wei».









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◆ El que busca, encuentra...

Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocasKarl Marx

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Gabriel Vargas Lozano, Hillel Ticktin: István Mészáros: pensar la alienación y la crisis del capitalismo — SinPermiso
Carmen Bohórquez: István Mészáros, ahora y siempre — Red 58
István Mészáros: Reflexiones sobre la Nueva Internacional — Rebelión
Ricardo Antunes: Sobre "Más allá del capital", de István Mészáros — Herramienta
Francisco Farina: Hasta la Victoria: István Mészáros — Marcha
István Mészáros in memoriam : Capitalism and Ecological Destruction — Climate & Capitalism.us