"No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe haber más de uno." — Jacques Derrida

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal" Karl Marx

12/6/14

El metamorfismo de Marx

Karl Marx ✆ A.d. 
Fernando López Laso  |  A las puertas del veinticinco aniversario de la caída del Muro de Berlín y de la derrota del comunismo tras el hundimiento de la URSS, parece inevitable interrogarse sobre lo que pueda enseñarnos aún, y en qué sentido, la obra de Marx. No evidentemente con un espíritu de trivial revancha ideológica. Así sucedió entonces, con aquella muchedumbre de propagandistas que clamaban solemnemente la refutación definitiva del marxismo y de la obra teórica de Marx. Para ello había que tomar groseramente la parte por el todo. Se trata, muy al contrario, de plantear la interrogación con toda su dificultad en un terreno filosófico, más allá de las banales simplificaciones ideológicas al uso en los medios de comunicación de masas. Por lo demás, el carácter inevitable de la interrogación, su consistencia como problema, se impone porque la obra de Marx pretende ser juzgada en su verdad precisamente por el movimiento de la historia. Para plantear el problema en estos términos propondré un argumento analógico, al modo que Pierce denominaba por abducción, es decir, una hipótesis basada en cierta semejanza y proporcionalidad. Y tomaré la analogía de un proceso geológico: el metamorfismo.

Los procesos de metamorfismo afectan a las rocas, e implican cambios en su composición mineral, en su microestructura o en ambas. Constituyen uno de los principales orígenes de las rocas terrestres, junto con el vulcanismo y la sedimentación. Los cambios metamórficos se deben en esencia a una adaptación de la roca
a condiciones físicas distintas a las de su génesis, especialmente a fuertes variaciones de presión y de temperatura. Es característico, por ejemplo, que las rocas de este origen se formen –a partir de otras sedimentarias, volcánicas o ya metamórficas– por temperaturas superiores a los 200º C, aunque también pueden formarse por descensos térmicos. Estos procesos pueden darse con fusión parcial de la roca primitiva, e inducir cambios en la composición química de ésta. Hay, por otra parte, diferentes criterios para clasificar el metamorfismo. Fundamentalmente, o bien a partir de su distribución regional (por abarcar regiones de alcance más o menos amplio) o como fenómeno local. El primero puede ser de tipo orogénico, cuando está asociado a la formación de las montañas y las cadenas montañosas; de enterramiento, o bien de fondo oceánico, típicamente en las dorsales. El local, a su vez, puede ser térmico, de dislocación o de impacto (por ejemplo, de un meteorito). El primero de ellos, el térmico, puede ser desencadenado por incendio, por rayo, por contacto, por corrientes hidrotermales, etcétera. Tales procesos conforman una significativa proporción de las rocas terrestres, y algunas muy bien conocidas como el mármol y la pizarra tienen este origen.

¿Qué significa, entonces, hablar de un metamorfismo de Marx? Lo que sugiero con esta analogía es que la obra teórica de Marx, el conjunto de sus aportaciones científicas y filosóficas, se ha visto afectada por cambios profundos en las condiciones históricas: cambios de naturaleza política, social, económica, tecnológica, pero también por transformaciones de índole propiamente teórica, por modificaciones de las ciencias y la filosofía. La trascendencia de estos cambios y, por ende, el rango de sus efectos sobre la obra original cobran una importancia singular porque esta obra –como recordábamos al comienzo– está concebida para ser juzgada ante el tribunal de la historia. Y lo está porque se presenta a sí misma como una guía para comprender las sociedades contemporáneas e intervenir racionalmente en su desarrollo evolutivo, acelerando mediante la acción política planificada las transformaciones inevitables que conducirían la historia hasta su meta final, tan inexorable como científicamente prevista. La pregunta es si, al exponerse a sí misma de este modo, la obra marxiana ha sido completamente fundida por las corrientes ígneas de la historia, absorbida o aniquilada en su estructura formal por el magma histórico –por sus acontecimientos catastróficos, o incluso meramente imprevistos por sus pretendidas prognosis, cabría decir– y en consecuencia pertenece ya íntegramente al pasado; o bien mantiene algunas de sus características formales o estructurales, y puede ser reconocible como una guía para comprender al menos determinados rasgos esenciales de las sociedades contemporáneas. En este último caso, habría sido transformada por un proceso de metamorfismo histórico.

Plantear la cuestión en estos términos implica el intento de ejercitar e impulsar en lo posible, la operación filosófica que Gustavo Bueno ha denominado “vuelta del revés de Marx”, con un propósito similar al que animó en su día a Marx a hacer lo propio respecto a Hegel. Es decir, implica tomar la palabra al Marx del ‘Epílogo’ a la segunda edición alemana de El capital, de 1873: el propósito de darle la vuelta es “descubrir así el núcleo racional que se oculta bajo la envoltura mística”. Porque si no es ya mística, la envoltura de la dialéctica marxiana es en buena medida metafísica, ante todo por su teleologismo histórico. Recordaremos que en el citado ‘Epílogo’ el filósofo renano, con la lancinante prosa que le es característica, acentúa su desdén por los “presuntuosos y mediocres epígonos que llevan hoy la voz cantante en la Alemania culta”, quienes dieron en tratar a Hegel como a un “perro muerto”. Pero la dialéctica –la teoría procesual de la realidad, en la cual todo proceso es determinado por los antagonismos y las contradicciones– no se reduce, afirma Marx, a la forma falseada que expone Hegel:

“La mistificación que sufre la dialéctica en manos de Hegel, en modo alguno obsta para que haya sido él quien, por vez primera, expuso de manera amplia y consciente las formas generales del movimientos de aquélla. En él la dialéctica está puesta del revés. Es necesario darle vuelta, para descubrir así el núcleo racional que se oculta bajo la envoltura mística”[1].

En su forma falseada la dialéctica –prosigue el argumento– parece glorificar lo existente. En su figura racional, es “escándalo y abominación” para sus defensores, “porque en la intelección positiva de lo existente incluye también, al propio tiempo, la inteligencia de su negación, de su necesaria ruina; porque concibe toda forma desarrollada en el fluir de su movimiento, y por tanto sin perder de vista su lado perecedero”[2].

Sin perder de vista este lado perecedero de los asuntos humanos, volvamos a nuestro aniversario de la caída del Muro de Berlín. Se recordará que en el verano de 1989, pocos meses antes del acontecimiento, el influyente politólogo Francis Fukuyama publicó un artículo titulado ‘¿El fin de la historia?’[3], al cual siguió en 1992 el libro El fin de la historia y el último hombre[4]. Su enorme difusión y éxito en todo el mundo nos permiten considerar sus tesis como ideas-fuerza lo bastante representativas para plantear, en relación con ellas, algunas preguntas pertinentes a modo de líneas orientadoras del análisis.

En primer lugar, ¿ha triunfado definitivamente la democracia liberal, en los términos pronosticados por Fukuyama? Éste auguraba que, una vez derrotados sucesivamente los totalitarismos fascista y comunista, nada podría oponerse a la victoria final del liberalismo económico y político. De acuerdo con su hipótesis, el derrumbamiento del “socialismo realmente existente” ponía fin a dos siglos de contiendas ideológicas, superadas las cuales –al modo de la Aufhebung hegeliana– el liberalismo sólo podría ser entorpecido, aunque no realmente perturbado en su inexorable avance, por enemigos menores de signo nacionalista o religioso.

Ahora bien: ¿han concluido los enfrentamientos ideológicos? ¿Se han revelado las ideologías superfluas, y han sido sustituidas por la pacífica competencia económica? ¿Son los fanatismos nacionalistas y religiosos enemigos menores de las democracias existentes en el mundo occidental? ¿Se han convertido Estados Unidos y sus aliados occidentales, las democracias poshistóricas allende las guerras auguradas por el politólogo, en la única realización posible del sueño socialista de una sociedad sin clases? ¿Son las insatisfacciones de las sociedades posmodernas consecuencia de haber logrado ya el bienestar, y por tanto no del deseo a un reconocimiento igualitario, sino de la ambición individualista de destacar por encima del resto? Son muchos los interrogantes que se abren, y muy problemáticas las líneas verosímiles de respuesta. Fukuyama, impelido por su entusiasmo profético, desdeña demasiados factores que el tiempo ha revelado vigorosos y con una gran capacidad para desestabilizar el orden mundial. 

Con la caída de la URSS se desmorona un gran imperio y Rusia invierte una tendencia histórica de varios siglos, volviendo a las dimensiones y el status internacional de la época anterior a Pedro el Grande. Pocos hombres asisten en sus vidas a una catástrofe histórica de estas dimensiones, que evoca incluso en su lejanía la atmósfera en la cual compuso Agustín de Hipona La ciudad de Dios, bajo la conmoción del saqueo de Roma por las tropas de Alarico I en el año 410. No es superfluo recordar que nadie esperaba entonces el súbito desenlace que se produjo; y, cuando éste ya fue un hecho, las emociones predominantes fueron el estupor y el sobrecogimiento ante la incertidumbre. Rusia había sido una gran potencia desde el siglo XVIII y el derrumbamiento de su colosal imperio dejaba un vacío hegemónico que carece de precedentes en el mundo moderno. Una vastísima extensión geográfica de potenciales desórdenes, enfrentamientos y catástrofes. El orden bipolar de la Guerra Fría ejerció un cierto influjo estabilizador de los conflictos bajo la cobertura del principal, que enfrentaba a las potencias occidentales con el bloque comunista. Una vez desvanecido, el escenario se volvió rápidamente incontrolable incluso para el único imperio superviviente.

Para calibrar la distancia histórica que nos separa de entonces, citaré algunos hechos destacados, a modo de líneas de fuga, que nos permitan adquirir una perspectiva adecuada: la expansión de programas económicos neoliberales tanto en los países desarrollados como en los emergentes o en vías de desarrollo; el rebrote de las tensiones nacionalistas y étnicas en diversas zonas del mundo y destacadamente en Europa, comprendida también la Unión Europea; el crecimiento del fanatismo religioso desde la escala local, sustentado por el subdesarrollo, hasta convertirse en una amenaza basada en el terror a escala mundial; la aparición de los BRICS, las nuevas potencias económicas (Brasil, Rusia, India, China y Suráfrica) cuya perdurabilidad como tales es aún incierta; el resurgimiento de Rusia y de China como grandes potencias militares y estratégicas; las crisis económicas, como la peligrosa crisis financiera asiática (1997), la crisis argentina (1999-2002) y la crisis hipotecaria y financiera iniciada en 2008 con la quiebra de Lehman Brothers, de una dureza sin precedentes cercanos; y en relación con éstas, lejos de difuminarse como pronosticaba Fukuyama, un relativo recrudecimiento de las luchas de clases que ha afectado también a las potencias occidentales, cuyas clases medias se han debilitado y empobrecido.

Estas líneas de fuga nos permiten retornar a Marx, quien en el ‘Postfacio’ citado de 1873 escribía que “el movimiento contradictorio de la sociedad capitalista se le revela al burgués práctico, de la manera más contundente, durante las vicisitudes del ciclo periódico que recorre la industria moderna y en su punto culminante: la crisis general”[5]. El problema del metamorfismo histórico se plantea, por emplear sus mismas expresiones, a la escala de “la universalidad de su escenario y la intensidad de sus efectos”[6].

Distintos estudiosos, entre quienes destaca por su brillantez Louis Althusser, han tratado de deslindar en la obra marxiana un período filosófico o de juventud, y un período científico o de madurez. Sin embargo hay poderosas razones para defender que Marx es siempre, simultáneamente, un científico y un filósofo. No es éste el lugar más indicado para adentrarse en complejidades de la gnoseología, la filosofía de la ciencia y la teoría económica, pero es necesario exponer algunas precisiones. La cuestión tiene más importancia de lo que pudiera presumirse, entre otras razones porque Marx se presenta a sí mismo en su madurez –eso sí es indudable– como un científico.

En primer lugar, Marx desplaza el campo de la economía respecto al estudiado por sus predecesores. El campo de la crítica de la economía política marxiana no es el campo de la economía política clásica. Para entender lo que significa este desplazamiento recurriremos a la obra del historiador económico Karl Polanyi, y en particular a una importante distinción enunciada en El sustento del hombre (1964). Según Polanyi el término economía posee dos significados por completo independientes entre sí, y de raíces distintas: un significado formal y un significado sustantivo[7].

El significado formal surge de la relación lógica entre medios y fines, y de éste provienen la definición de la economía en términos de escasez, y los significados populares de economizar en la acepción de ahorrar, o de económico en la de barato. Así se refleja, por ejemplo, en la definición de economía que recoge el diccionario de la Real Academia Española, como “ciencia que estudia los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales, mediante el empleo de bienes escasos”. Este concepto de economía va surgiendo a partir del siglo XVI con el mercantilismo propugnado ya por la Escuela de Salamanca y madura con los fisiócratas en el siglo XVIII, siguiendo el desarrollo de la institución del mercado como mecanismo de fijación de los precios a través de la oferta y la demanda. De modo que éste es precisamente su supuesto, el mercado autorregulador. Por su parte, el significado sustantivo se funda en la evidencia de que los humanos, como cualquier otro ser vivo, necesitamos para vivir un entorno físico que nos mantenga y aprovisione. Este significado proviene de la obvia dependencia del hombre respecto a la naturaleza y a sus semejantes para lograr el sustento, puesto que sobrevivimos gracias a relaciones socialmente institucionalizadas con el entorno natural.

De estos dos significados discernidos por Polanyi, sólo el formal corresponde a la ciencia de la economía, en tanto el sustantivo es un significado filosófico. Las ciencias son saberes regionales o sectoriales cuyo origen ha de buscarse en las actividades técnicas: acotan una región o categoría de la realidad y la exploran sistemáticamente. Construyen campos cerrados y, en este sentido, una ciencia se constituye cuando consigue cerrar su categoría, es decir, alcanzar su cierre categorial. Desde esta perspectiva, un campo científico es un conjunto de términos enclasados, agrupados en una clase lógica. Las ciencias son construcciones históricas que pretenden lograr el control objetivo de regiones del mundo real, de alcance más o menos amplio. De acuerdo con ello, a efectos gnoseológicos una categoría (por ejemplo, el campo de la economía política) es una totalidad atributiva en la cual ha sido posible concatenar por cierres operatorios unas partes con otras, en círculos de mayor o menor amplitud, e intercomunicarlos entre sí. Las categorías son estos círculos trazados por términos y proposiciones, vinculados conceptualmente. De ahí que también se designe a los conceptos científicos como categorías. Las verdades científicas –los teoremas de las ciencias– son identidades sintéticas, producto de largos procesos operatorios dados históricamente[8].

La filosofía es un saber dialéctico que se configura y define polémicamente, por referencia a las interpretaciones alternativas de los conceptos producidos por otros saberes ya dados, o de primer grado (científicos, morales, políticos, religiosos, técnicos, etcétera). Es un saber de segundo grado porque requiere para su surgimiento de la existencia de estos saberes previos ya constituidos, cuyas interrelaciones indaga. El objeto propio de la filosofía, las ideas[9], son las contradicciones, inconmensurabilidades y analogías entre conceptos distintos, o entre diferentes regiones de conceptos. Las ideas son, por tanto, realidades gnoseológicas objetivas que constituyen el campo de la filosofía. Atraviesan varias categorías, o todas ellas, y en este sentido son trascendentales. Mientras las ciencias se ciñen estrictamente a los diferentes recintos de las categorías, las ideas se forman principalmente sobre conceptos de categorías diferentes, de manera que son determinaciones resultantes de la confluencia de diversos conceptos, conformados en el terreno de las categorías (matemáticas, biológicas, económicas, históricas, etcétera) o de las tecnologías (políticas, industriales, etcétera). El análisis de las ideas (por ejemplo, las de causa, libertad, estructura, materia u hombre) desborda los métodos de las ciencias particulares[10]. Las ideas instauran un campo abierto configurado por las relaciones entre las ciencias y otros contenidos de la cultura, como los conocimientos morales, políticos, religiosos o técnicos.

La investigación en el campo de la economía sustantiva requiere adentrarse en las relaciones entre los diversos factores implicados en el sustento del hombre, factores biológicos, antropológicos, técnicos, sociales, históricos, económico-categoriales, etcétera, y tal investigación desborda los campos de las ciencias particulares. Pero la confusión entre las dos acepciones, la formal y la sustantiva, está enormemente extendida y es la fuente del grave error que Polanyi denomina la falacia económica: igualar la economía humana general con su forma de mercado. No de cualquier mercado, por añadidura, sino del mercado regulador de los precios a través de la oferta y la demanda. Porque si bien los mercados son muy antiguos en las sociedades humanas, el dispositivo oferta-demanda-precio es una institución bastante reciente, con una estructura extremadamente específica, difícil de constituir y de mantener. Constitución y mantenimiento sólo al alcance, entre las instituciones humanas, de los estados políticos. No hay, sin embargo, sociedades que puedan prescindir de alguna modalidad de economía sustantiva.

Lo que no refiere Polanyi, quien no es un filósofo, es que esta crucial diferencia entre los dos significados de economía había sido ya enunciada por Aristóteles con admirable nitidez en la Política. Precisamente Marx inicia su estrategia argumentativa en El capital desde ella, para mostrar cómo lo característico del capitalismo es que se trata de un sistema económico basado en la búsqueda de la ganancia, lo cual ha de tener forzosamente consecuencias de la mayor importancia por su repercusión sobre la cohesión de las sociedades. Otro tanto ha de decirse sobre la mejor exposición de las teorías filosóficas de Marx, es decir, los Grundrisse[11].

El pasaje de Aristóteles, en el capítulo VIII del libro I de la Política, explica la diferencia entre la economía (la administración de las cosas necesarias para la vida) y la crematística (la técnica del intercambio de bienes). Mientras lo propio de ésta es la adquisición, de la primera lo es la utilización[12]. El objeto de la crematística es examinar cómo conseguir los bienes de uso y la propiedad a través del intercambio en el mercado, y por ende se identifica con la economía formal de Polanyi. Pero la economía es otra especie de arte adquisitivo, aquel que se ocupa de procurar “aquellas cosas cuya provisión es indispensable para la vida y útil a la comunidad de la ciudad o de la casa. Y parece que la verdadera riqueza está formada por éstos. La provisión de estos bienes en cantidad suficiente no es algo ilimitado”[13]. Éste es, de acuerdo con Aristóteles, el arte adquisitivo natural. Para el otro tipo de arte adquisitivo, la crematística, parece que no existe límite alguno a la riqueza ni a la propiedad. “De los dos, el primero, es por naturaleza, y este segundo, no, sino que más bien se desarrolla de una cierta práctica y técnica”[14]. El fundamento de la argumentación de Aristóteles es que, debido a la afinidad entre ambas formas de economía por su objeto común, la propiedad, si bien en distintos aspectos (la utilización en el primer caso, y el acrecentamiento en el otro), algunos “concluyen con la convicción de que hay que conservar o aumentar la riqueza hasta el infinito. La causa de esta disposición es la preocupación por vivir, pero no por vivir bien. Así, al ser aquel deseo sin límites, desean también unos medios sin límite”[15]. Como si el placer –añade– residiera en la superabundancia, “persiguen la producción de una superabundancia placentera”. Para  Aristóteles, en consecuencia, la riqueza no se identifica en modo alguno con la acumulación de dinero.

Toda la estrategia argumentativa de Marx en El capital se configura en la sección segunda del libro primero, titulada ‘La transformación de dinero en capital’. Y se plantea desde la distinción anterior, ya trazada por Aristóteles. El filósofo griego reconocía la necesidad de una crematística natural orientada a la adquisición de valores de uso, puesto que es muy difícil disponer uno solo de todas las cosas necesarias para la vida, y la separaba con nitidez de la crematística superflua, cuyo objeto es estrictamente la adquisición de dinero, el puro acrecentamiento del valor de cambio. Este argumento aristotélico converge con la distinción de Marx entre las dos funciones clave del dinero: como medio de cambio y como capital. Éstas “sólo se distinguen, en un principio, por su distinta forma de circulación. La forma directa de la circulación mercantil es M-D-M, conversión de mercancía en dinero y reconversión de éste en aquélla, vender para comprar. Paralelamente a esta forma nos encontramos, empero, con una segunda, específicamente distinta de ella: la forma D-M-D, conversión de dinero en mercancía y reconversión de mercancía en dinero, comprar para vender. El dinero que en su movimiento se ajusta a este último tipo de circulación, se transforma en capital, deviene capital y es ya, conforme a su determinación, capital”[16]. Es obvio que resulta absurdo intercambiar una cantidad de dinero por esa misma cantidad tras una serie de operaciones mercantiles, de modo que en el segundo ciclo, D-M-D, hemos de suponer un incremento del dinero en el punto de llegada, y su representación precisa ha de ser D-M-D', simbolizando en D' tal incremento. Porque el dinero en el movimiento de esta circulación es ya capital, esto es, valor que se valoriza a sí mismo.

El problema que constituye el núcleo de El capital se condensa en esta pregunta: ¿de dónde surge este incremento, cuál es la fuente de esta ganancia, el origen del capital? Este problema ha adquirido aquí un sentido ya muy distinto al examinado por Aristóteles. Porque toda la actividad económica de la sociedad estudiada por Marx está basada en la búsqueda de la ganancia, algo inconcebible en las condiciones históricas de la Antigüedad clásica. Y se le abre una verdadera aporía. Habiendo aceptado metodológicamente desde el principio los presupuestos de la economía política clásica de Smith y Ricardo, alcanza un resultado paradójico: según aquellos presupuestos, si se intercambian equivalentes (lo cual sucede siempre a escala social) no se origina ningún plusvalor o ganancia en la masa de valores de la sociedad, y si se intercambian no equivalentes, tampoco (aunque añada a la fortuna de uno lo que quita a la de otro)[17]. La circulación de mercancías no crea ningún valor. Y fuera de la circulación, “el poseedor de mercancías puede crear valores por medio de su trabajo, pero no valores que se autovaloricen[18]. “El capital, por ende, no puede surgir de la circulación, y es igualmente imposible que no surja de la circulación. Tiene que brotar al mismo tiempo en ella y no en ella”[19]. Tal es la aporía que permite postular la hipótesis marxiana por excelencia: la teoría del plusvalor, cuya clave es la compra y venta de la potencia de trabajo humana, la única mercancía capaz de crear valor, el verdadero origen del valor. No hay según ella otra fuente de la ganancia a gran escala que la compra de la potencia de trabajo, durante el tiempo necesario para producir con ella más valor que el percibido por el trabajador con su salario.

¿Adónde nos conduce este recorrido por el itinerario argumentativo de Marx? Nos conduce a la consideración de las aportaciones de Marx a la ciencia económica, en una perspectiva filosófica adecuada. Por una parte, Marx está convencido de la imposibilidad de comprender la sociedad moderna sin remitirse al sistema económico. Por otra, con su cientificismo decimonónico característico, pretende analizar y comprender la sociedad capitalista en su funcionamiento actual, en su estructura presente y en su devenir inevitable. Ahora bien: ¿en qué medida las conclusiones de Marx en la teoría económica siguen siendo defendibles?

Un artículo del autorizado economista norteamericano Fred Moseley afrontaba, en 1998, el reto de responder a esta pregunta desde un punto de vista estrictamente empírico[20]. Moseley comienza por subrayar que todas las aportaciones de Marx a la ciencia económica se desarrollan con rigurosa coherencia lógica a partir de sus fundamentos conceptuales, la teoría clásica del valor-trabajo y la teoría de la plusvalía. De acuerdo con sus análisis, las evidencias empíricas confirman ampliamente las conclusiones de Marx a propósito de los siguientes hechos: la caída tendencial de la tasa de ganancia; el crecimiento de la tasa de plusvalía (o empobrecimiento relativo de los trabajadores asalariados); la inherente tendencia del capitalismo a fomentar el cambio tecnológico; el conflicto estructural en el sistema económico respecto a la duración de la jornada de trabajo, y a la intensidad del esfuerzo laboral; la recurrencia continuada de crisis, o depresiones de la actividad económica con altas cotas de desempleo; la creciente concentración del capital; la disminución relativa de los productores autónomos en proporción al grado de desarrollo económico; y la amplificación, a favor de la maquinaria, de la ratio maquinaria/trabajo.

Por supuesto Marx no puede demostrar como pretende que la plusvalía sea cuantificable, ni la predicción sobre la ineluctable caída del capitalismo. Menos aún, cuándo pueda producirse ésta. Pero incluso sin tener presente que fue el primero en predecir un desarrollo del capitalismo caracterizado por la recurrencia de las crisis, como muestran los Grundrisse (1857-58), anticipándose a la obra clásica de Clément Juglar de 1862[21], la potencia explicativa de su teoría económica sigue siendo muy grande.

La pregunta inmediata es qué sucede con la teoría sociológica que erige sobre aquella teoría económica. Y aún más, con su filosofía social y política. Y claro que a estas preguntas las respuestas no son tan favorables para Marx, de modo que puede decirse que esta parte de su obra ha sufrido mucho más los estragos del tiempo. Sin desdeñar la importancia de las luchas de clases en las sociedades contemporáneas, la composición de esas clases se ha modificado lo bastante como para que la teoría de Marx sea fundamentalmente anacrónica. Su teoría del proletariado como la clase universal, una teoría metafísica que en las versiones simplificadas del marxismo oficial adquiría tonalidades míticas, difícilmente podría suscitar hoy adhesiones racionales. Y en general, cabe decir lo mismo de todos los componentes teleológicos de su filosofía de la historia, como ejemplarmente sucede con la doctrina del fin de la prehistoria de la humanidad en el comunismo. Por otra parte, en la faceta de Marx como filósofo político se echa en falta una mayor serenidad de juicio y prudencia, al menos en contraste con otros grandes filósofos clásicos, como Spinoza.

Por lo que se refiere a las aportaciones de Marx a la filosofía social, destacaré la teoría del extrañamiento. Traduzco así, por extrañamiento, el término alemán Entfremdung que utiliza copiosamente en sus obras maduras, al igual que el adjetivo fremde, extrañado. Se trata de una teoría más desarrollada en los Grundrisse, donde expone más amplia y abiertamente sus concepciones filosóficas, que en El capital. No debe confundirse con la teoría de la alienación de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, de la cual deriva parcialmente. Es una teoría sobre la dominación abstracta propia de las sociedades contemporáneas. Como es sabido, Marx clasifica las sociedades históricas según criterios que, en esencia, toman como referencia central las formas del trabajo humano explotadas por antonomasia en cada una de ellas. Y a este respecto, el esclavismo y el feudalismo eran formaciones sociales en las cuales predominaba la dominación de carácter personal. La forma de dominación propia del capitalismo es una dominación abstracta, la dominación del dinero –o, más precisamente del valor de cambio– que somete a los hombres a mandatos y constricciones impersonales, de una apariencia racional. Esta clase de dominación, más allá de sus vínculos en la teoría marxiana con la lucha de clases, abre la dificultad de que sus procesos difícilmente pueden ser comprendidos en términos de la hegemonía concreta de grupos sociales, tales como clases, o instituciones del estado o de la economía[22].

Esto plantea nuevas perspectivas de interpretación del legado filosófico de Marx, que van obviamente más allá de lo que su autor pudiera pretender. La compleja dinámica histórica expuesta en los Grundrisse y en El capital, a través de la dialéctica del valor de cambio –siempre reducible a tiempo de trabajo humano– y el valor de uso, conduce a la conclusión de que la forma de dominación social intrínseca del capitalismo es la dominación del hombre por el tiempo mecánico. Entre otras consecuencias, la conjugación de la tendencia del capital hacia el incremento de la productividad, y su sustento en el consumo de tiempo de trabajo humano, conduce a una forma de organización de la sociedad en la cual la tecnología automatizada que podría liberar a los humanos del trabajo rutinario, fragmentado y repetitivo, antes bien refuerza tal clase de trabajo. Esta teoría marxiana sobre la contradicción central del capitalismo es inseparable de su visión del desarrollo de  éste como un proceso ambivalente de enriquecimiento y empobrecimiento, imposible de comprender mediante su reducción unilateral, ni a términos de progreso y bienestar, ni de pura dominación y destrucción.

A efectos prácticos, es difícil decir cuál pueda ser la utilidad de estos análisis sobre el metamorfismo histórico de Marx. Por supuesto, no puede deducirse de ellos la aspiración a un comunismo que ya no sería de este mundo. Tal vez, en la medida en que puedan ser acertados, nos permitan orientarnos un poco mejor en aquello que siempre recordaba el viejo Aristóteles: no se trata simplemente de vivir, sino de vivir bien.

Fernando López Laso (Bilbao, 1958) es catedrático de Filosofía de Instituto (Madrid), investigador y ensayista. Es asesor del centro regional de formación del profesorado de Madrid, el CRIF ‘Las Acacias’. Desde 1988 ha participado en encuentros filosóficos nacionales e internacionales, y ha colaborado en diversas publicaciones, como las revistas El Basilisco y El Catoblepas, editadas por la Fundación Gustavo Bueno.

Notas

[1]    Karl Marx, Epílogo a la segunda edición de El capital, en: El capital, Libro I, vol. 1, Siglo XXI, Méjico 1994, pág. 20 (traducción de Pedro Scaron, 20ª edición).
[2]    Ibídem.
[3]    Francis Fukuyama, ‘End of the History?’, en The National Interest (verano de 1989).
[4]    The End of History and the Last Man, Free Press, Nueva York, 1992 (traducido a más de 20 lenguas).
[5]    Karl Marx, Loc. cit.
[6]    Ibíd.
[7]    Karl Polanyi, El sustento del hombre, Mondadori, Barcelona, 1994, pág. 91 y sigs. (traducción de Ester Gómez Parro).
[8]    Gustavo Bueno, Teoría del Cierre Categorial, 5 vols., Pentalfa, Oviedo, 1992-1993.
[9]    Evidentemente las ideas son realidades objetivas y no, como en la acepción común, representaciones mentales.
[10]   Para una mayor profundización, véase Gustavo Bueno, Teoría del Cierre Categorial, págs. 425-646, y en especial 608-646.
[11]   Karl Marx, Grundrisse der Kritik der politischen Oekonomie, en Marx-Engels Gesamtausgabe (MEGA) II, 1-2, Berlín, 1976-1981. Hay traducción española de la edición alemana de 1953, Elementos fundamentales para la Crítica de la Economía Política (Grundrisse) 1857-1858, Siglo XXI, México, 1971 (traducción de Pedro Scaron).
[12]   Aristóteles, Política, I, 8, 1256a, Alianza Editorial, Madrid, 2001, pág. 57 (traducción de Carlos García Gual y Aurelio Pérez Jiménez).
[13]   Ibídem, 1256b, pág. 59.
[14]   Ibíd., 1257a, pág. 60.
[15]   Ibíd., 1257b-1258a , pág. 63.
[16]   Karl Marx, El capital, edición citada, pág. 180.
[17]   Ibíd., pág. 199.
[18]   Ibíd., pág. 201.
[19]   Ibíd., pág. 202.
[20]   Fred Moseley, ‘An empirical assessment of Marx's economic theory¡, en: R. Panasiuk & L. Nowak (eds.), Marx's theories today, Rodopi, Ámsterdam, 1998.
[21]   Clément Juglar, Des crises commerciales et leur retour périodiques en France, en Anglaterre et aux États-Unis, Guillaumin, París, 1862.
[22]   Véase Moishe Postone, Time, Labour and Social Domination: A Reinterpretation of Marx's Critical Theory, Cambridge UP, Cambridge y Nueva York, 1993; y del mismo Postone, ‘Rethinking Capital in light of the Grundrisse’, en: Marcello Musto (ed.) Karl Marx's Grundrisse. Foundations of the critique of political economy 150 years later, Routledge, Londres y Nueva York, 2008.

◆ El que busca, encuentra...

Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocasKarl Marx

Not@s sobre Marx, marxismo, socialismo y la Revolución 2.0

— Notas notables
Cecilia Feijoo: Apuntes sobre el Concepto de Revolución Burguesa en Karl Marx — Red Diario Digital
Moishe Postone: Il compito della teoria critica oggi: Ripensare la critica del capitalismo e dei suoi futuri — Blackblog Franco Senia
Pierre-Yves Quiviger: Marx ou l'élimination des inégalités par la révolution — Le Point
Hernán Ouviña: Indigenizar el marxismo — La Tinta
Emmanuel Laurentin: Les historiens américains et Karl Marx — France Culture
Adèle Van Reeth: Le Capital de Karl Marx: La fabrique de la plus-value — France Culture
Manuel Martínez Llaneza: Reproches a Marx acerca de El Capital (Bajo la égida de Friedrich Engels) — Rebelión
Victoria Herrera: Marx y la historia — Buzos
Alejandro F. Gutiérrez Carmona: La vigencia del pensamiento marxista — Alianza Tex
Víctor Arrogante: El Capital y las aspiraciones de la clase trabajadora — Nueva Tribuna
Mauricio Mejía: Karl Marx, el poeta de la mercancía — El Financiero
Emmanuel Laurentin: Karl Marx à Paris: 1843-1845 — France Culture
Jacinto Valdés-Dapena Vivanco: La teoría marxista del Che Guevara — Bohemia
Aldo Casas: El marxismo como herramienta para la lucha — La necesidad de la formación en la militancia — La Tinta
Evald Vasiliévich Iliénkov: La dialéctica de lo abstracto y lo concreto en El Capital de Marx — Templando el Acero
Vincent Présumey: Suivi des écrits de Karl Marx / 1837-1848 - Part I, Part II, Part III & Part IV — Mediapart
Roman Rosdolky: Marx ésotérique et Marx exotérique — Palim Psao
Lepotier: Marx, Marxisme, Cui bono? — Bella Ciao
Andrea Vitale: La critica di Pareto a Marx: una abborracciatura — Operai e Teoria
Annelie Buntenbach: Marx provides us with a glimpse behind the scenes of capitalism — Marx 200
Antoni Puig Solé: La Ley del Valor y la ecología en Marx — Lo que somos
Vladimiro Giacché: Note sui significati di "Libertà" nei Lineamenti di Filosofia del Diritto di Hegel — Il Comunista
Salvador López Arnal: Manuel Sacristán (1925-1985) como renovador de las tradiciones emancipatorias — Rebelión
Paúl Ravelo Cabrera: Marx, Derrida, el Gesto Político y la supercapitalización mundial — Scribb
Dino Greco: In difesa del marxismo — Sollevazione
Alberto Quiñónez: Arte, praxis y materialismo histórico — Rebelión
Josefina L. Martínez: Feminismo & Socialismo marxista - Eleanor Marx, la cuestión de la mujer y el socialismo — Rebelión
John Bellamy Foster: Marx y la fractura en el metabolismo universal de la naturaleza — Scribb
José Manuel Bermudo Ávila: Concepto de Praxis en el joven Marx — Scribb
Carlos Oliva Mendoza: Adolfo Sánchez Vázquez: ¿marxismo radical o crítica romántica? — InfoLibre
Bernardo Coronel: ¿El marxismo es una ciencia? — La Haine
Sylvain Rakotoarison: Le capitalisme selon Karl Marx — Agora Vox

— Notas y comentarios sobre El Capital
António Ferraz: Os 150 anos do livro ‘O Capital’, de Karl Marx — Correio do Minho
Horacio Tarcus: Traductores y editores de la “Biblia del Proletariado” - Parte I & Parte II — Memoria
Emmanuel Laurentin: Le Capital, toujours utile pour penser la question économique et sociale? — France Culture
J.M. González Lara: 150 años de El Capital — Vanguardia
Roberto Giardina: Il Capitale di Marx ha 150 anni — Italia Oggi
Alejandro Cifuentes: El Capital de Marx en el siglo XXI — Voz
Marcela Gutiérrez Bobadilla: El Capital, de Karl Marx, celebra 150 años de su edición en Londres — Notimex
Mario Robles Roberto Escorcia Romo: Algunas reflexiones sobre la vigencia e importancia del Tomo I de El Capital — Memoria
Antoni Puig Solé: El Capital de Marx celebra su 150° aniversario — Lo que Somos
Jorge Vilches: El Capital: el libro de nunca acabar — La Razón
Carla de Mello: A 150 años de El Capital, la monumental obra de Karl Marx — Juventud Socialista del Uruguay
Rodolfo Bueno: El Capital cumple 150 años — Rebelión
Diego Guerrero: El Capital de Marx y el capitalismo actual: 150 años más cerca — Público
José Sarrión Andaluz & Salvador López Arnal: Primera edición de El Capital de Karl Marx, la obra de una vida — Rebelión
Sebastián Zarricueta: El Capital de Karl Marx: 150 años — 80°
Marcello Musto: La durezza del 'Capitale' — Il Manifesto
Esteban Mercatante: El valor de El Capital de Karl Marx en el siglo XXI — Izquierda Diario
Michael Roberts: La desigualdad a 150 años de El Capital de Karl Marx — Izquierda Diario
Ricardo Bada: El Capital en sus 150 años — Nexos
Christoph Driessen: ¿Tenía Marx razón? Se cumplen 150 años de edición de El Capital — El Mundo
Juan Losa: La profecía de Marx cumple 150 años — Público
John Saldarriaga: El Capital, 150 años en el estante — El Colombiano
Katia Schaer: Il y a 150 ans, Karl Marx publiait ‘Le Capital’, écrit majeur du 20e siècle — RTS Culture
Manuel Bello Hernández: El Capital de Karl Marx, cumple 150 años de su primera edición — NotiMex
Ismaël Dupont: Marx et Engels: les vies extravagantes et chagrines des deux théoriciens du communisme! — Le Chiffon Rouge
Jérôme Skalski: Lire Le Capital, un appel au possible du XXIe siècle - L’Humanité
Sebastiano Isaia: Il Capitale secondo Vilfredo Pareto — Nostromo

— Notas y reportajes de actualidad
Román Casado: Marx, Engels, Beatles, ese es el ritmo de Vltava — Radio Praga
María Gómez De Montis: El Manifiesto Comunista nació en la Grand Place — Erasmus en Flandes
Enrique Semo: 1991: ¿Por qué se derrumbó la URSS? — Memoria
Michel Husson: Marx, un économiste du XIXe siècle? A propos de la biographie de Jonathan Sperber — A L’Encontre
César Rendueles: Todos los Marx que hay en Marx — El País
Alice Pairo: Karl Marx, Dubaï et House of cards: la Session de rattrapage — France Culture
Sebastián Raza: Marxismo cultural: una teoría conspirativa de la derecha — La República
Samuel Jaramillo: De nuevo Marx, pero un Marx Nuevo — Universidad Externado de Colombia
Sergio Abraham Méndez Moissen: Karl Marx: El capítulo XXIV de El Capital y el “descubrimiento” de América — La Izquierda Diario
Joseph Daher: El marxismo, la primavera árabe y el fundamentalismo islámico — Viento Sur
Francisco Jaime: Marxismo: ¿salvación a través de la revolución? — El Siglo de Torreón
Michel Husson: Marx, Piketty et Aghion sur la productivité — A l’encontre
Guido Fernández Parmo: El día que Marx vio The Matrix — Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires
Cest: Karl Marx y sus "Cuadernos de París" toman vida con ilustraciones de Maguma — El Periódico
Leopoldo Moscoso: 'Das Kapital': reloading... — Público
Laura "Xiwe" Santillan: La lucha mapuche, la autodeterminación y el marxismo — La Izquierda Diario
José de María Romero Barea: Hölderlin ha leído a Marx y no lo olvida — Revista de Letras
Ismaël Dupont: Marx et Engels: les vies extravagantes et chagrines des deux théoriciens du communisme! — Le Chiffon Rouge Morlai
Francisco Cabrillo: Cómo Marx cambió el curso de la historia — Expansión
El “Dragón Rojo”, en Manchester: Cierran el histórico pub donde Marx y Engels charlaban "entre copa y copa" — BigNews Tonight
Marc Sala: El capitalismo se come al bar donde Marx y Engels debatían sobre comunismo — El Español

— Notas sobre debates, entrevistas y eventos
Fabrizio Mejía Madrid: Conmemoran aniversario de la muerte de Lenin en Rusia — Proceso
Segundo Congreso Mundial sobre Marxismo tendrá lugar en Beijing — Xinhua
Debate entre Andrew Kliman & Fred Moseley — Tiempos Críticos
David McNally & Sue Ferguson: “Social Reproduction Beyond Intersectionality: An Interview” — Marxismo Crítico
Gustavo Hernández Sánchez: “Edward Palmer Thompson es un autor que sí supo dar un giro copernicano a los estudios marxistas” — Rebelión
Alberto Maldonado: Michael Heinrich en Bogotá: El Capital de Marx es el misil más terrible lanzado contra la burguesía — Palabras al Margen
Leonardo Cazes: En memoria de Itsván Mészáros — Rebelión (Publicada en O Globo)
Entrevista con István Mészáros realizada por la revista persa Naghd’ (Kritik), el 02-06-1998: “Para ir Más allá del Capital” — Marxismo Crítico
Rosa Nassif: “El Che no fue solo un hombre de acción sino un gran teórico marxista” Agencia de Informaciones Mercosur AIM
Entrevista a Juan Geymonat: Por un marxismo sin citas a Marx — Hemisferio Izquierdo
Juliana Gonçalves: "El Capital no es una biblia ni un libro de recetas", dice José Paulo Netto [Português ] — Brasil de Fato
Entrevista a Michael Heinrich: El Capital: una obra colosal “para desenmascarar un sistema completo de falsas percepciones” — Viento Sur
Alejandro Katz & Mariano Schuster: Marx ha vuelto: 150 años de El Capital. Entrevista a Horacio Tarcus — La Vanguardia
Salvador López Arnal: Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre "La tradición marxista y la encrucijada postmoderna" — Rebelión
Jorge L. Acanda: "Hace falta una lectura de Marx que hunda raíces en las fuentes originarias del pensamiento de Marx" — La Linea de Fuego

— Notas sobre Lenin y la Revolución de Octubre
Guillermo Almeyra: Qué fue la Revolución Rusa — La Jornada
Jorge Figueroa: Dos revoluciones que cambiaron el mundo y el arte — La Gaceta
Gilberto López y Rivas: La revolución socialista de 1917 y la cuestión nacional y colonial — La Jornada
Aldo Agosti: Repensar la Revolución Rusa — Memoria
Toni Negri: Lenin: Dalla teoria alla pratica — Euronomade
Entretien avec Tariq Ali: L’héritage de Vladimir Lénine — Contretemps
Andrea Catone: La Rivoluzione d’Ottobre e il Movimento Socialista Mondiale in una prospettiva storica — Marx XXI
Michael Löwy: De la Revolución de Octubre al Ecocomunismo del Siglo XXI — Herramienta
Serge Halimi: Il secolo di Lenin — Rifondazione Comunista
Víctor Arrogante: La Gran Revolución de octubre — El Plural
Luis Bilbao: El mundo a un siglo de la Revolución de Octubre — Rebelión
Samir Amin: La Revolución de Octubre cien años después — El Viejo Topo
Luis Fernando Valdés-López: Revolución rusa, 100 años después — Portaluz
Ester Kandel: El centenario de la Revolución de octubre — Kaos en la Red
Daniel Gaido: Come fare la rivoluzione senza prendere il potere...a luglio — PalermoGrad
Eugenio del Río: Repensando la experiencia soviética — Ctxt
Pablo Stancanelli: Presentación el Atlas de la Revolución rusa - Pan, paz, tierra... libertad — Le Monde Diplomatique
Gabriel Quirici: La Revolución Rusa desafió a la izquierda, al marxismo y al capitalismo [Audio] — Del Sol

— Notas sobre la película “El joven Karl Marx”, del cineasta haitiano Raoul Peck
Eduardo Mackenzie:"Le jeune Karl Marx ", le film le plus récent du réalisateur Raoul Peck vient de sortir en France — Dreuz
Minou Petrovski: Pourquoi Raoul Peck, cinéaste haïtien, s’intéresse-t-il à la jeunesse de Karl Marx en 2017? — HuffPost
Antônio Lima Jûnior: [Resenha] O jovem Karl Marx – Raoul Peck (2017) — Fundaçâo Dinarco Reis
La película "El joven Karl Marx" llegará a los cines en el 2017 — Amistad Hispano-Soviética
Boris Lefebvre: "Le jeune Karl Marx": de la rencontre avec Engels au Manifeste — Révolution Pernamente

— Notas sobre el maestro István Mészáros, recientemente fallecido
Matteo Bifone: Oltre Il Capitale. Verso una teoria della transizione, a cura di R. Mapelli — Materialismo Storico
Gabriel Vargas Lozano, Hillel Ticktin: István Mészáros: pensar la alienación y la crisis del capitalismo — SinPermiso
Carmen Bohórquez: István Mészáros, ahora y siempre — Red 58
István Mészáros: Reflexiones sobre la Nueva Internacional — Rebelión
Ricardo Antunes: Sobre "Más allá del capital", de István Mészáros — Herramienta
Francisco Farina: Hasta la Victoria: István Mészáros — Marcha
István Mészáros in memoriam : Capitalism and Ecological Destruction — Climate & Capitalism.us