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Karl Marx & Thomas Malthus
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Jadwiga Pieper-Money | En este estudio enlazo debates sobre la regulación de la fertilidad
humana y el control de la población con las consideraciones sobre los derechos
reproductivos de la mujer. Primero, una breve discusión de antiguas rivalidades
entre Thomas Robert Malthus y Karl Marx introduce el carácter profundamente
político de las consideraciones sobre reproducción humana. A continuación me
traslado al siglo XX y muestro que ahora reencontramos a Marx y a Malthus
vestidos en ropa nueva por rivales políticos que aplicaron antiguas rivalidades
a nuevos conflictos políticos. Me concentro en el período posterior a la
Segunda Guerra Mundial, cuando los nuevos debates sobre población y derechos
reproductivos estaban acompañados por los nuevos paradigmas globales de los derechos
humanos –y argumento que la práctica de los derechos estaba comprometida por
los enfrentamientos entre políticos de derecha e izquierda– presentados durante
la Guerra Fría. Apoyándome en historias de médicos y planificadores
poblacionales activos en Europa y las Américas, me concentro en el estudio del
caso de la planificación familiar y los derechos reproductivos en Chile para
mostrar los efectos dañinos que los enfrentamientos de la Guerra Fría –las
dicotomías políticas de derecha e izquierda– tuvieron en las políticas de salud
y de derechos reproductivos.
Introducción:
Los usos políticos de Malthus en una era de cambio revolucionario
A veces nos olvidamos cuán política (y subjetiva) puede ser
la supuestamente racional investigación científica, y la investigación
poblacional es un ejemplo de ello. Académicos como David Harvey y Armand
Mattelart nos recuerdan que los estudios científicos sobre la población humana
se presentan a menudo con puntos débiles, que los métodos científicos
utilizados para determinar la proporción entre la población y los recursos son
altamente problemáticos, y, lo más importante, que la ciencia no es ni
apolítica ni éticamente neutral.1,2 El texto Ensayo sobre el Principio de la
Población del reverendo inglés Thomas Malthus de 1789, por ejemplo, contradijo
las esperanzas de una mayor igualdad entre los seres humanos y a las
expectativas de progreso social recién traídas por la Revolución francesa.
Malthus advirtió sobre lo que él percibió como las consecuencias peligrosas de
un crecimiento descontrolado de la población, pues el aumento exponencial de la
población humana superaría a los recursos y a la producción de alimentos,
llevando al agotamiento. A medida que los pobres de Inglaterra –al igual que en
el resto de Europa– superaban en número a los ricos, el estudio de Malthus
expresaba que no solo las poblaciones humanas se dirigían a un futuro
problemático a menos que aprendieran a limitar su propia reproducción, sino
también que el aumento del número de pobres presagiaba consecuencias horribles
e incontrolables si las élites se quedaban de brazos cruzados: “El poder de la
población es tan superior al poder de la tierra para producir la subsistencia
del hombre que la muerte prematura, de alguna forma u otra, debe visitar a la
raza humana”.3
Teniendo en cuenta los temores de las élites europeas que se
sentían amedrentadas por la pérdida de poder y privilegio en las postrimerías
de la Revolución francesa, no es de extrañar que el texto de Malthus se
convirtiese en uno de los documentos más frecuentemente leídos de su tiempo. Su
interpretación puede haber representado el arma antirrevolucionaria más útil y
la herramienta intelectual más efectiva que justificaba el control de la élite
sobre las empobrecidas masas. En pocas palabras, los líderes políticos
preocupados y los ciudadanos adinerados podían argumentar que la procreación
excesiva, más que las instituciones políticas y económicas que reproducían las
desigualdades sociales, causaron la miseria de los pobres y los problemas
sociales que plagaban su nación. En este contexto, el sociólogo John Bellamy
Foster pudo haber estado en lo cierto al afirmar que “ninguna otra obra fue más
odiada por la clase obrera inglesa, ni tan fuertemente criticada por Marx y
Engels”.4 La teoría de Malthus podría ser utilizada como una “justificación”
por las clases dirigentes que trataron de fundamentar nuevas medidas para
controlar a la población.
Karl Marx y Friedrich Engels consideraban a Malthus como un “adulador de las clases dirigentes”,
condenando duramente su predicción de una crisis en la subsistencia humana si
el crecimiento de la población no se limitaba. Malthus afirmaba que un
incremento exponencial en la población iba a condenar a la hambruna y a la
muerte a miles de seres humanos, una profecía que Marx y Engels denunciaban
como una “blasfemia repulsiva en contra
del hombre y de la naturaleza”.5 Ellos
advirtieron que “la consecuencia de esta
teoría es que desde que son precisamente los pobres quienes constituyen el
excedente de esta población, nada debiera hacerse por ellos”. Marx creía
que el obscuro dilema de Malthus de un excedente poblacional hambriento solo
podría surgir bajo el capitalismo. Una sociedad socialista, mientras tanto,
respaldaría cualquier número de personas si solo el sobrante del producto del
trabajo, apropiado por los dueños de los medios de producción en las sociedades
capitalistas, fuera retornado a los trabajadores, eliminando de esta manera la
causa de la pobreza. Ciudadanos productivos, trabajadores, según Marx, siempre
serán capaces de producir para ellos y la sociedad.6 En resumen: podemos
confirmar algunos de los usos políticos de las posturas opuestas sobre la
relación entre el tamaño de la población humana y los recursos. No pretendo
sacar conclusiones sobre la interpretación más precisa de Marx y Malthus como
teóricos sociales. Aquí me preocupan los usos políticos de sus obras –y las
realidades de los derechos reproductivos de las mujeres– que se desarrollaron
en el contexto de las posiciones políticas sobre la supuesta necesidad del
control del crecimiento poblacional en el mundo después de la Segunda Guerra
Mundial.
Esto lo dijo Eduardo Galeano:
Los Estados Unidos […]
se preocupan como nadie por difundir e imponer […] la planificación familiar.
No solo el gobierno; también Rockefeller y la Fundación Ford padecen pesadillas
con millones de niños que avanzan, como langostas, desde los horizontes del
Tercer Mundo. Platón y Aristóteles se habían ocupado del tema antes que Malthus
y McNamara; sin embargo, en nuestros tiempos, toda esta ofensiva universal
cumple una función bien definida: se propone justificar la muy desigual
distribución de la renta entre los países y entre las clases sociales,
convencer a los pobres de que la pobreza es el resultado de los hijos que no se
evitan y poner un dique al avance de la furia de las masas en movimiento y
rebelión. Los dispositivos intrauterinos compiten con las bombas y la metralla,
en el sudeste asiático, en el esfuerzo por detener el crecimiento de la
población de Vietnam. En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar a
los guerrilleros en los úteros que en las sierras o en las calles. […] Muerta y
enterrada la Alianza para el Progreso, el Imperio propone ahora, con más pánico
que generosidad, resolver los problemas de América Latina eliminando de antemano
a los latinoamericanos. – Eduardo Galeano: "Las venas abiertas de América Latina"(Madrid: Siglo XXI Editores, 2003)
Índice
– Introducción: Los usos políticos de
Malthus en una era de cambio revolucionario (Pág. 141)
– Planificación, derechos e historia (Pág.
142)
– Contextos históricos de la
regulación de la fertilidad y las raíces de los programas de planificación
familiar (Pág. 143)
– Tecnologías y los límites de los
derechos: Los DIU (chilenos) y la píldora anticonceptiva (Pág. 145)
– Desarrollos de la Planificación
Familiar en Chile: de responsabilidades y derechos (Pág. 146)
– Lo personal es político:
consideraciones de la Guerra Fría (Pág. 148)
– El componente anticomunista de las
políticas de población (Pág. 148)
– Posicionamientos izquierdistas: el
rechazo (dogmático) del neomaltusianismo (Pág. 149)
– Epílogo (Pág. 150)
– Referencias (Pág. 152)