13/7/15

Ecos de Marx & Malthus – El camino rocoso desde el control de la población hacia los derechos reproductivos

Karl Marx & Thomas Malthus 
Jadwiga Pieper-Money   |   En este estudio enlazo debates sobre la regulación de la fertilidad humana y el control de la población con las consideraciones sobre los derechos reproductivos de la mujer. Primero, una breve discusión de antiguas rivalidades entre Thomas Robert Malthus y Karl Marx introduce el carácter profundamente político de las consideraciones sobre reproducción humana. A continuación me traslado al siglo XX y muestro que ahora reencontramos a Marx y a Malthus vestidos en ropa nueva por rivales políticos que aplicaron antiguas rivalidades a nuevos conflictos políticos. Me concentro en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando los nuevos debates sobre población y derechos reproductivos estaban acompañados por los nuevos paradigmas globales de los derechos humanos –y argumento que la práctica de los derechos estaba comprometida por los enfrentamientos entre políticos de derecha e izquierda– presentados durante la Guerra Fría. Apoyándome en historias de médicos y planificadores poblacionales activos en Europa y las Américas, me concentro en el estudio del caso de la planificación familiar y los derechos reproductivos en Chile para mostrar los efectos dañinos que los enfrentamientos de la Guerra Fría –las dicotomías políticas de derecha e izquierda– tuvieron en las políticas de salud y de derechos reproductivos.
Introducción: Los usos políticos de Malthus en una era de cambio revolucionario
A veces nos olvidamos cuán política (y subjetiva) puede ser la supuestamente racional investigación científica, y la investigación poblacional es un ejemplo de ello. Académicos como David Harvey y Armand Mattelart nos recuerdan que los estudios científicos sobre la población humana se presentan a menudo con puntos débiles, que los métodos científicos utilizados para determinar la proporción entre la población y los recursos son altamente problemáticos, y, lo más importante, que la ciencia no es ni apolítica ni éticamente neutral.1,2 El texto Ensayo sobre el Principio de la Población del reverendo inglés Thomas Malthus de 1789, por ejemplo, contradijo las esperanzas de una mayor igualdad entre los seres humanos y a las expectativas de progreso social recién traídas por la Revolución francesa. Malthus advirtió sobre lo que él percibió como las consecuencias peligrosas de un crecimiento descontrolado de la población, pues el aumento exponencial de la población humana superaría a los recursos y a la producción de alimentos, llevando al agotamiento. A medida que los pobres de Inglaterra –al igual que en el resto de Europa– superaban en número a los ricos, el estudio de Malthus expresaba que no solo las poblaciones humanas se dirigían a un futuro problemático a menos que aprendieran a limitar su propia reproducción, sino también que el aumento del número de pobres presagiaba consecuencias horribles e incontrolables si las élites se quedaban de brazos cruzados: “El poder de la población es tan superior al poder de la tierra para producir la subsistencia del hombre que la muerte prematura, de alguna forma u otra, debe visitar a la raza humana”.3

Teniendo en cuenta los temores de las élites europeas que se sentían amedrentadas por la pérdida de poder y privilegio en las postrimerías de la Revolución francesa, no es de extrañar que el texto de Malthus se convirtiese en uno de los documentos más frecuentemente leídos de su tiempo. Su interpretación puede haber representado el arma antirrevolucionaria más útil y la herramienta intelectual más efectiva que justificaba el control de la élite sobre las empobrecidas masas. En pocas palabras, los líderes políticos preocupados y los ciudadanos adinerados podían argumentar que la procreación excesiva, más que las instituciones políticas y económicas que reproducían las desigualdades sociales, causaron la miseria de los pobres y los problemas sociales que plagaban su nación. En este contexto, el sociólogo John Bellamy Foster pudo haber estado en lo cierto al afirmar que “ninguna otra obra fue más odiada por la clase obrera inglesa, ni tan fuertemente criticada por Marx y Engels”.4 La teoría de Malthus podría ser utilizada como una “justificación” por las clases dirigentes que trataron de fundamentar nuevas medidas para controlar a la población.

Karl Marx y Friedrich Engels consideraban a Malthus como un “adulador de las clases dirigentes”, condenando duramente su predicción de una crisis en la subsistencia humana si el crecimiento de la población no se limitaba. Malthus afirmaba que un incremento exponencial en la población iba a condenar a la hambruna y a la muerte a miles de seres humanos, una profecía que Marx y Engels denunciaban como una “blasfemia repulsiva en contra del hombre y de la naturaleza”.5  Ellos advirtieron que “la consecuencia de esta teoría es que desde que son precisamente los pobres quienes constituyen el excedente de esta población, nada debiera hacerse por ellos”. Marx creía que el obscuro dilema de Malthus de un excedente poblacional hambriento solo podría surgir bajo el capitalismo. Una sociedad socialista, mientras tanto, respaldaría cualquier número de personas si solo el sobrante del producto del trabajo, apropiado por los dueños de los medios de producción en las sociedades capitalistas, fuera retornado a los trabajadores, eliminando de esta manera la causa de la pobreza. Ciudadanos productivos, trabajadores, según Marx, siempre serán capaces de producir para ellos y la sociedad.6 En resumen: podemos confirmar algunos de los usos políticos de las posturas opuestas sobre la relación entre el tamaño de la población humana y los recursos. No pretendo sacar conclusiones sobre la interpretación más precisa de Marx y Malthus como teóricos sociales. Aquí me preocupan los usos políticos de sus obras –y las realidades de los derechos reproductivos de las mujeres– que se desarrollaron en el contexto de las posiciones políticas sobre la supuesta necesidad del control del crecimiento poblacional en el mundo después de la Segunda Guerra Mundial.

Esto lo dijo Eduardo Galeano:
Los Estados Unidos […] se preocupan como nadie por difundir e imponer […] la planificación familiar. No solo el gobierno; también Rockefeller y la Fundación Ford padecen pesadillas con millones de niños que avanzan, como langostas, desde los horizontes del Tercer Mundo. Platón y Aristóteles se habían ocupado del tema antes que Malthus y McNamara; sin embargo, en nuestros tiempos, toda esta ofensiva universal cumple una función bien definida: se propone justificar la muy desigual distribución de la renta entre los países y entre las clases sociales, convencer a los pobres de que la pobreza es el resultado de los hijos que no se evitan y poner un dique al avance de la furia de las masas en movimiento y rebelión. Los dispositivos intrauterinos compiten con las bombas y la metralla, en el sudeste asiático, en el esfuerzo por detener el crecimiento de la población de Vietnam. En América Latina resulta más higiénico y eficaz matar a los guerrilleros en los úteros que en las sierras o en las calles. […] Muerta y enterrada la Alianza para el Progreso, el Imperio propone ahora, con más pánico que generosidad, resolver los problemas de América Latina eliminando de antemano a los latinoamericanos. Eduardo Galeano: "Las venas abiertas de América Latina"(Madrid: Siglo XXI Editores, 2003)
Índice

– Introducción: Los usos políticos de Malthus en una era de cambio revolucionario (Pág. 141)
– Planificación, derechos e historia (Pág. 142)
– Contextos históricos de la regulación de la fertilidad y las raíces de los programas de planificación familiar (Pág. 143)
– Tecnologías y los límites de los derechos: Los DIU (chilenos) y la píldora anticonceptiva (Pág. 145)
– Desarrollos de la Planificación Familiar en Chile: de responsabilidades y derechos (Pág. 146)
– Lo personal es político: consideraciones de la Guerra Fría (Pág. 148)
– El componente anticomunista de las políticas de población (Pág. 148)
– Posicionamientos izquierdistas: el rechazo (dogmático) del neomaltusianismo (Pág. 149)
– Epílogo (Pág. 150)
– Referencias (Pág. 152)




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