Juan Ignacio Jiménez | En
la innumerable literatura sobre Marx la oposición entre los escritos de
juventud y de madurez es conocida. Sin embargo, y en esto se puede seguir entre
nosotros a Carlos Pérez, es posible plantear que, con toda la diferencia de
énfasis y de desarrollos, hay una unidad relevante en los escritos. Los
Manuscritos de 1844 pueden ser de utilidad a este respecto. En particular si
recordamos que lo de económicos no es casual, aunque no dejan muchas veces de
pasarse por alto. Los manuscritos se inician con varias páginas dedicadas al
análisis de la economía política de la época, y en ellos ya hay varias
constantes del pensamiento de Marx: la radicalización de la idea que el trabajo
es fuente de todo valor, la dinámica de monopolización, la reducción a sólo dos
clases etc. Cierto es que eso representa solo algunas de las posiciones del
Marx de madurez, pero ya están en ciernes en el texto. Y Marx discute sobre
temas económicos en varias otras partes (el segundo manuscrito es, en buena
parte, una discusión dela relación agricultura-industria; en el tercer
manuscrito hay toda una discusión sobre la relación entre lujo y ahorro que
resume y, supera, el muy posterior debate entre Sombart y Weber al respecto).
Los Manuscritos no son sólo la sección sobre el Trabajo Enajenado. Del mismo modo, para poder entender el conjunto filosófico
de los Manuscritos también tiene sentido observar el resto del texto. Y en ese
sentido hay varios
elementos que resultan de interés (o más preciso: me son de
interés para las cosas que deseo investigar o analizar). Y las posiciones que
Marx adopta en ellos son también elementos que uno puede plantear siguen
existiendo y operando en escritos posteriores.
La relación
hombre-naturaleza en los Manuscritos
Entre las innumerables cosas que el comunismo es en los
Manuscritos es la verdadera solución al conflicto hombre-naturaleza dado que es
‘como completo naturalismo=humanismo, como completo humanismo=naturalismo’
(Tercer Manuscrito, III, 171) (*). Veamos más en detalle cómo Marx piensa esa
relación. Un punto de partida es una observación en el Primer Manuscrito, en la
sección del Trabajo Enajenado:
Que la vida física y
espiritual del hombre está ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que
el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte
de la naturaleza (Primer Manuscrito, XXIV, 141)
Las observaciones sobre la naturaleza como el cuerpo
inorgánico del hombre, en esa misma sección; y las observaciones, en la crítica
de la filosofía de Hegel en el tercer manuscrito, sobre que como un ser
corpóreo y sensible el ser humano ha de exteriorizar su vida (ver Tercer
Manuscrito, XXVI, 238), van en la misma dirección: En lo relativo a la unidad
entre ser humano y naturaleza.
Sin embargo, en la conceptualización de dicha unidad
aparecen dificultades. Y es en el análisis que Marx sobre los fisiocrátas, y de
cómo Smith y la Economía Política Clásica los superan que ellos aparecen con
más fuerza. La siguiente cita puede ser útil como punto de partida:
El objeto de la riqueza,
su materia, ha recibido pues al mismo tiempo, la mayor generalidad dentro de
los límites de la naturaleza en la medida en que, como naturaleza, es también
inmediatamente riqueza objetiva. Y la tierra solamente es para el hombre
mediante el trabajo, mediante la agricultura. La esencia subjetiva de la
riqueza se traslada, por tanto al trabajo. Al mismo tiempo, no obstante,
la agricultura es el único trabajo productivo. Todavía el trabajo no es
entendido en su generalidad y abstracción; está ligado aún como a su materia, a
un elemento natural especial, sólo es conocido todavía en una especial forma de
existencia naturalmente determinada (Tercer Manuscrito, II, 166-167)
Los fisiocrátas, de acuerdo a Marx, habían iniciado el
descubrimiento de la importancia del trabajo pero no habían completado el
movimiento: No habían descubierto todavía que es el trabajo en general el que
es productivo, eso tendría que esperar a Adam Smith. Pero pensar el trabajo de
forma abstracta y general es, al mismo tiempo, separarlo de la
naturaleza. En última instancia, el trabajo es en Marx trabajo humano. En
concreto, el trabajo general y abstracto, los animales producen pero lo hacen
de manera particular, sólo para su especie; cf Primer Manuscrito, XXIV, 143). Y
luego, sigue existiendo diferencia entre seres humanos y naturaleza, o para ser
más precisos: es sólo desde la humanidad que se produce la unidad.
Ahora, en relación a la situación de la agricultura puede
ser de interés aquí una observación que hace Adam Smith (y que ya habíamos
comentado […]: Que en ella la naturaleza realiza trabajo por su propia cuenta
(i.e el crecimiento de la planta a partir del suelo y del sol, la polinización
etc,.), que puede ser usado por los seres humanos, pero que es productivo en sí
mismo (y que para los seres humanos también genera valor del mismo modo que el
trabajo humano, y en ese sentido también es trabajo general). Luego, si uno
quisiera pensar de verdad la unidad de seres humanos y naturaleza quizás, en
primer lugar, habría que ampliar las categorías pensadas sólo para la humanidad
a en general la naturaleza.
El Comunismo en los Manuscritos
y de las predicciones de Marx
Los Manuscritos son algunos de los textos donde Marx es más
lírico en relación al comunismo y a lo que él significa. Pero no es puro
lirismo y algunas observaciones no dejan de ser bastante prescientes (lo que no
deja de ser relevante dado lo común que es criticar las predicciones de Marx).
En el texto Marx distingue varias formas de comunismo y en relación a la
primera de ellas anota:
de una parte, el
dominio de la propiedad material es tan grade frente a él [el comunismo], que
él quiere aniquilar todo lo que no es susceptible de ser poseído por todos como
propiedad privada; quiere prescindir de forma violenta del talento etc. La
posesión física inmediata representa para él la finalidad única de la vida y de
la existencia, el destino del obrero no es superado, sino extendido a todos los
hombres (Tercer Manuscrito, III, 170)
Este comunismo, al
negar por completo la personalidad del hombre es justamente la expresión lógica
de la propiedad privada, que es esta negación. La envidia general y constituida
en poder no es sino la forma escondida en que la codicia se establece y
simplemente, se satisface de otra manera (Tercer Manuscrito, III,
171)
Uno bien podría plantear que en esas líneas está anticipada
buena parte de la crítica a los socialismos reales: que efectivamente ellos no
fueron más que una expresión de negación de la personalidad, y que no
pretendieron más que extender el destino del obrero a todas las personas. Lo
que no se dio es la superación de esa forma en las más profundas, sobre lo cual
uno bien podría recordar la consabida observación que Marx nunca se dedicó a
analizar las transiciones.
El rechazo a discutir esas transiciones se debe a una
posición consistente de Marx que dedicarse a ello es precisamente el utopismo
(i.e a describir como se pasaría de A a B, eso es algo que el desarrollo
histórico se ocupa). Y eso es algo constante en Marx y también aparece en los
Manuscritos (Tercer Manuscrito, V, 174). Las declaraciones sobre qué sería el
comunismo puro suelen ser, al mismo tiempo, profundamente abstractas (por
ejemplo, las discusiones sobre los sentidos, Tercer Manuscrito, VII, 180), pero
es precisamente -en parte- para salvaguardar la diferencia (para no establecer
en que consistiría una sociedad distinta cuando no se está en ella). Hay una
excepción en todo caso, donde aparece una descripción algo más concreta, de en
qué podría consistir esta sociedad:
Cuando los obreros comunistas
se asocian, su finalidad es inicialmente la doctrina, la propaganda etc. Pero
al mismo tiempo adquieren con ello una nueva necesidad, la necesidad de la
sociedad, y lo que parecía medio se ha convertido en fin. Se puede contemplar
este movimiento práctico en sus más brillantes resultados cuando se ven
reunidos a los obreros socialistas franceses. No necesitan ya medios de unión o
pretextos de reunión como el fumar, el beber, el comer, etc. La sociedad, la
asociación, la charla, que a su vez tiene la sociedad como fin, les bastan.
Entre ellos la fraternidad de los hombres no es una frase, es una verdad, y la
nobleza del hombre brilla en los rostros endurecidos por el trabajo (Tercer
Manuscrito, XIX, 200-201)
El final del párrafo es una de las frases más hermosas en un
texto donde ellas no faltan. Y nos muestra algo con cierta claridad: Al final
el sueño es el mismo de siempre, el de la convivencia y la socialidad por sí
mismas, la apertura al encuentro con los otros. Y eso es algo que, en última
instancia, aunque limitado y dominado, ya existe en el mundo actual (es de
hecho algo que entre nosotros enfatizaba Gabriel Salazar en la Introducción de Labradores,
peones y proletarios). La idea de una sociedad en que efectivamente las
relaciones entre las personas sean efectivamente relaciones entre personas
(tratar a las personas como fines no como medios al decir kantiano) es
una idea de eterno atractivo, y su presencia en los Manuscritos explica, en
buena parte, la reacción positiva que tiende a despertar en sus lectores.
(*) Cito de acuerdo a la Edición de Alianza, traducción de
Francisco Rubio Llorente. Los números romanos corresponden a las páginas del
manuscrito original, y los arábigos a la página de la edición usada.