14/12/15

Una solución posible a las inconsistencias de Marx

Karl Marx ✆ Michael Wiesner
Esteban Mora   /   Mucho se ha escrito sobre el error de Marx a la hora de convertir los valores en precios y, por lo tanto, de la medición de la tasa de plusvalor/ganancia (y como consecuencia de todo esto, de la ley de la caída tendencial de la tasa de ganancia, y por lo tanto, de la medición de plusvalor en el tomo I y en el tomo III), y no solo entre críticos del marxismo, sino entre los propios marxistas. Desde Swezzy, pasando por Robinson, llegando hasta Harman; desde Harvey, pasando por Erik Olin Wright, y llegando hasta Duménil y Levy, etc. La mayoría del marxismo mismo admite a regañadientes que la explicación aritmética y algebraica de Marx no se sostiene, y que es un error teórico y empírico que hay que asumir, pero que no pone en entredicho lo esencial de la teoría marxista (por ejemplo: no es que la caída de la tasa de ganancia no exista, es que se basa en mecanismos distintos a los del aumento de la composición orgánica, como la sobreproducción y el subconsumo, etc). Marx sería algo así como un buen teórico, pero no tiene buenas demostraciones ni aplicaciones empíricas. Nosotros creemos lo contrario: es la validez empírica (incluso como concepto) del trabajo de Marx lo que lo vuelve sobresaliente con respecto a otras soluciones históricas que la economía da a estos problemas, no sus aspectos especulativos. 

No queremos hacer un texto engorroso, por lo que utilizaremos nociones empíricas (incluso desde el punto de vista de los capitalistas) para demostrar este aspecto concreto tanto de la demostración práctica como de los conceptos de Marx. Iremos directo al grano: se ha utilizado como argumento del reconocimiento del propio Marx acerca de sus propios errores, el siguiente párrafo:
“Es cierto que el punto de vista ahora establecido entraña cierta modificación en cuanto a la determinación del precio de costo de las mercancías. En un principio, entendíamos que el precio de costo de una mercancía equivalía al valor de las mercancías consumidas en su producción. Pero el precio de producción de una mercancía es, para el comprador de la misma, su precio de costo, y puede, por tanto, entrar como precio de costo en la formación del precio de otra mercancía. Como el precio de producción puede diferir del valor de la mercancía, puede también ocurrir que el precio de costo de una mercancía en que vaya incluido el precio de producción de otra mercancía sea superior o inferior a la parte de su valor total formada por el valor de los medios de producción empleados para producirla. Es necesario no perder de vista, a propósito de esta significación modificada del precio de costo, que cuando en una esfera especial de producción el precio de costo de la mercancía se equipara al valor de los medios de producción empleados para producirla, cabe siempre la posibilidad de un error. No es necesario, para los fines de nuestra presente investigación, seguir ahondando en este punto. No obstante, permanece en pie la tesis de que el precio de costo de las mercancías es siempre menor que su valor, pues por mucho que el precio de costo de una mercancía pueda diferir del valor de los medios de producción consumidos en ella, este error que se comete es indiferente para el capitalista.” – Marx, K. El Capital, tomo III.
Pero nosotros queremos proponer la interpretación de que la solución misma (y verdaderamente simple) a todo el ‘embrollo’ se encuentra en los renglones al final de ese mismo párrafo:
“El precio de costo de una mercancía se refiere solamente a la cantidad del trabajo retribuido que en ella se contiene, mientras que el valor se refiere a la cantidad total de trabajo contenido en ella, tanto al retribuido como al no pagado; el precio de producción, por su parte, se refiere a la suma del trabajo retribuido más una determinada cantidad de trabajo no pagado, independiente de la esfera especial de producción de que se trata.” – Marx, K. El Capital, tomo III.
Los precios de producción son, básicamente, el cálculo que hace el capitalista sobre sus costos de producción reales y determinar desde la producción la cantidad de ganancia que desea recibir. De ahí que los precios de producción sean, en efecto, los costos de producción más la proporción de la ganancia media correspondiente a cada capital de acuerdo a su composición orgánica o de valor. Pero lo que pasa es que un productor capitalista, precisamente para generar una ganancia ya no solo por encima de los costos, sino por encima de su capital total avanzado (su inversión), calcula el valor de mercado (y por lo tanto: los precios unitarios con los que se venderá finalmente su producto) calculando esa misma ganancia por encima de los costos de producción reales, pero esta vez, por encima de su inversión, ¿no? Es decir: el excedente de la ganancia tiene que superar ya no solo los costos de producción, sino que tiene que superar realmente la inversión en general. Así es como forma el precio de mercado final de su producto. Lo que se oculta en este proceso, por supuesto, es el plusvalor. Pero para no llegar a esta conclusión desde antes (como lo criticarían quienes niegan la existencia del plusvalor mismo), simplemente señalaremos esa diferencia entre calcular el valor de mercado a partir del capital total y a partir del capital constante (es decir, precisamente, la diferencia entre plusvalor y ganancia establecida por Marx, ya no en un plano abstracto ni teórico, sino, como vemos, desde la relación más mundana y cotidiana del capitalista), o en otras palabras todavía más empiristas: la ganancia es el excedente por encima del capital invertido, pero todavía falta explicar la magnitud de valor que está por debajo del límite inferior de ese excedente: la magnitud entre el precio de costo real y el capital total invertido; es decir: la ganancia es como un excedente que brota por encima del capital total, pero para poder sobrepasar esa magnitud, tiene que ser empujado hasta ahí arriba por una magnitud que no es explicada ni por la ganancia ni por la tasa de ganancia, sino solamente por el plusvalor, y que es la razón por la que la ganancia es simplemente otra magnitud de expresar ese plusvalor (es apenas una parte de ella: la forma no empirista de decirlo es que estamos hablando de la misma magnitud, pero medida contra el capital constante real –el plusvalor- y la otra con respecto al capital total –la ganancia-, lo que quiere decir que al calcularse la ganancia por encima del capital total se deja de lado una parte o magnitud que la conforma: aquella que está entre su precio de costo y el equivalente del capital total desembolsado). Es esta magnitud, como decimos, la que el capitalista calcula a la hora de formar los precios unitarios de sus productos por encima del capital total, y ya no solo por encima de los costos de producción reales.

De ahí que tanto la medición del excedente de valor en el tomo I y en el tomo III sean idénticas: tanto si tomamos la ganancia media, y restamos el capital constante real (el efectivamente gastado en el proceso productivo) y el capital variable (como en el tomo III), obtenemos un excedente X; y si tomamos esa ganancia media y hacemos caso omiso de la totalidad del capital constante (es igual a 0), y simplemente restamos el capital variable, llegamos al mismo excedente X (como en el tomo I). Lo sorprendente es que sucede lo mismo si partimos del precio de producción: si tomamos el valor general de los precios de producción (la suma de todos los precios de producción), y sacamos su promedio o su media, y a la ganancia media (que se extrae de la misma manera: sumando todos los valores de mercado que constituyen los precios de mercado de los productos, y sacando su promedio entre los capitales individuales) le restamos ese promedio del precio de producción y lo multiplicamos por cada capital individual, obtenemos precisamente esa magnitud del plusvalor restante que está entre el precio de costo y el capital total repuesto por debajo del excedente de la ganancia total. Las tres igualdades de Marx se mantienen: los precios totales son iguales al valor total, la ganancia total es igual al plusvalor total, y la tasa de ganancia del precio promedio es igual a la tasa de ganancia del valor promedio.

De esta manera, no solo es imposible que la determinación del plusvalor sea ‘indiferente’, sino que la heterogeneidad e identidad dialéctica de todos estos precios y el valor que efectivamente producen se vuelve palpable. No se puede separar el tomo I y el III como si uno tratara de ‘valores’ y el otro de ‘precios’, en una manera esquemática (como lo propone el sistema dual), ni tampoco se pueden tratar como idénticos (como lo hace una Joan Robinson, por ejemplo, y probablemente el mismo Harvey, quien favorece ese tomo) sino que el tomo I ya empieza a tratar sobre el III y viceversa, solo que con distintas determinaciones de sus magnitudes (del mismo modo –y precisamente por este modo- en que se calcula el plusvalor con respecto al capital constante y ese mismo plusvalor con respecto al capital total, es decir, ganancia-).

Más  aún: queda aún más claro lo que decíamos acerca del trabajo socialmente necesario o el valor-trabajo siendo no una magnitud permanente ni constante, sino una serie de variables múltiples (precios de costo, de producción, capital constante, variable, etc.) que interactúan entre sí en sus distintas determinaciones como magnitudes precisas, reforzando el carácter histórico y móvil del desarrollo del capitalismo y del valor-trabajo mismo, ya no solo formalmente, sino al nivel de su sustancialidad. Reivindica lo que decíamos acerca del trabajo concreto siendo sustancia del trabajo, ya que si bien es cierto el trabajo abstracto determina las equivalencias del valor, el trabajo concreto (tanto como productividad del trabajo, como composición orgánica de los distintos capitales individuales, etc) es lo que determina una apropiación desigual de plusvalor por distintos capitales con distintas composiciones orgánicas o de valor y distintos procesos de producción concretos. Por último: reivindica en cierta forma una lectura más heterodoxa de El Capital de Marx que se volvería incomprensible si no fuera por lo determinado por las propias demostraciones de Marx (en las cuales nos basamos nosotros: todo esto se desprende del tomo III): el proceso productivo determina la apropiación del plusvalor, pero la competencia entre los distintos capitales determina su realización; o en otras palabras: en oposición a las ortodoxias marxistas que rechazan completamente cualquier tipo de determinación por parte de la oferta y la demanda en la competencia social, queda claro que sin la formación de la ganancia media y los precios de producción a través del choque o competencia anárquica entre distintos capitales, es imposible que se formen las condiciones sociales (de ahí que sea un trabajo socialmente necesario) que determinen a su vez la apropiación de plusvalor. El proceso productivo es determinante, incluso en cuanto a las proporciones y magnitudes de plusvalor y ganancia que se apropian los capitales, pero esta misma apropiación solo puede ser definida socialmente, tanto como producción social como por el intercambio o competencia social misma (la realización o no del plusvalor). O como lo dice el propio Marx:
“La cuota general de ganancia se halla determinada, pues, por dos factores:1) por la composición orgánica de los capitales en las distintas esferas de producción, es decir, por las distintas cuotas de ganancia de las distintas esferas;2) Por la distribución de la totalidad del capital social entre estas distintas esferas, es decir, por la magnitud relativa del capital invertido en cada esfera particular de producción, y consiguientemente, a base de una cuota especial de ganancia; es decir, por la parte relativa de la masa de todo el capital social, absorbida por cada esfera de producción particular.” – Marx, K. El Capital, tomo III.
Por último, no queda nada más que referirnos al trabajo de Andrew Kliman para completar las consecuencias de estas interpretaciones que proponemos, y el proceso de producción de plusvalor y ganancia en contextos de reproducción simple o ampliada, etc. Nuestro interés no es demostrar y reiterar una y otra vez la superioridad de Marx, ni en términos doctrinarios y ni siquiera por el hecho de hacer demostraciones empíricas. Lo que creemos es que es al menos posible reconocer el valor de la interpretación marxista, tanto por sí misma como por sus diferencias con todas las escuelas “nuevas” o clásicas, ortodoxas o heterodoxas. Rescatamos que en vista del auge de la economía neoclásica, y en vista de que la mayoría de críticas que son aceptadas hegemónicamente son las teorías keynesianas, schumpetereanas, etc., el defender el planteamiento de Marx es completamente ajeno a cualquier ortodoxia y debe estar completamente alejado de ello: en lugar del doctrinarismo, lo que tiene que plantear (creemos nosotros) es la viabilidad o el logro empírico y concreto de sus hallazgos con respecto al resto de teorías y métodos económicos, no por ‘superioridad’, sino porque haga avanzar al conocimiento humano. Menos que demostrar una ‘infalibilidad’, se abre una oportunidad de rescatar y sacarle provecho a una obra muy diferente de las de sus pares, que no es la única ni la absoluta entre todas, pero que precisamente por sus diferencias, aporta elementos que ninguna otra teoría económica puede hacer.
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