1/12/15

El joven Friedrich Engels

Friedrich Engels ✆ Arton
En 1820 nacía Federico Engels. En esta nota nos centraremos en sus años de juventud, su primera experiencia en Manchester que le permitió conocer profundamente a la clase obrera que había creado la Revolución industrial, su encuentro con Marx y cómo comenzó a gestarse una relación política y de amistad que puso en pie los fundamentos teóricos para liberar a la humanidad de todo tipo de explotación y opresión.

Emilio Salgado & Jazmín Jiménez    |    Engels nació el 28 de noviembre de 1820, en Barmen, provincia de Renania. Ciudad bañada por el Rhin, que marca la frontera entre Francia y Alemania. Durante su infancia, en los años 1830-1831 el torbellino de la revolución volverá a recorrer Europa. Revoluciones marcadas por la gran Revolución Francesa y la Revolución industrial. La clase obrera comenzaba a poner en pie sus primeras organizaciones que luchaban por mejores condiciones de trabajo y salarios, contra la opresión de los industriales y también demandas políticas como el sufragio universal. En 1831 y 1834 hay insurrecciones obreras en Lyon, que revelarán por primera vez, la importancia revolucionaria de la clase obrera. En esa época, cuando el movimiento obrero revolucionario llegaba a su apogeo, Engels tenía veinte años, dos años menos que Marx.
Un camino hacia el comunismo
Renania, era el centro de la industria algodonera y de lanas. Engels pertenecía a una familia acomodada. Su padre era propietario de una fábrica de tejidos allí y de otra en Manchester. Era una familia que profesaba la religión protestante. Las ideas que el joven Engels comenzaba a formarse, rápidamente generan conflicto con su familia. A los diecisiete años lo pusieron a trabajar en una oficina comercial en Bremen. En esta ciudad, a los diecinueve años, comenzó a escribir sus primeros trabajos, publicados con el seudónimo de Oswald, ubicándose entre los demócratas librepensadores de Alemania.

En 1841, entra como voluntario en artillería de la guardia de Berlín, ciudad donde se vincula con los Jóvenes Hegelianos, adhiriendo a la tendencia más radical de esta filosofía, círculo también frecuentado por otro renano, Karl Marx, con quién tiempo más tarde pondrán en pie un equipo político y una amistad, como pocas veces vista en la historia.

Allí también conocerá a Moses Hess, quién en 1842, bajo la influencia del movimiento comunista francés, se había hecho “comunista” y llevó a Engels por ese camino.
La situación de la clase obrera en Inglaterra
Inglaterra fue el siguiente destino del joven Engels, que ya era un comunista muy entusiasta. Llegó a Manchester en 1842 para trabajar en la firma comercial de la que su padre era propietario. Lenin cuenta que:
“Engels no se limitó a permanecer en la oficina de la fábrica, sino que recorrió los sórdidos barrios en los que se albergaban los obreros y vio con sus propios ojos su miseria y sufrimientos. No se limitó a observar personalmente; leyó todo lo que se había escrito hasta entonces sobre la situación de la clase obrera inglesa y estudió minuciosamente todos los documentos oficiales que estaban a su alcance. Como fruto de sus observaciones y estudios apareció en 1845 su libro La situación de la clase obrera en Inglaterra”.
En esta ciudad, a mediados de los años cuarenta, hizo progresos intelectuales cruciales para el desarrollo del marxismo. Le proporcionó los datos fundamentales para dar cuerpo a su filosofía. Recopiló “hechos, hechos, hechos” de la Inglaterra industrial y lo conectó a su herencia filosófica alemana. “En Manchester observé de manera tangible que los hechos económicos que hasta ahora no han tenido importancia, o que sólo han tenido un peso desdeñable en la historiografía, son, al menos en el mundo moderno, una fuerza histórica decisiva. Aprendí que los factores económicos eran la causa fundamental de la colisión entre las clases sociales”. Para Engels, el comunismo era la única respuesta posible a la situación que el capitalismo sometía a los trabajadores. “Los efectos de la manufactura moderna en la clase obrera deben de desarrollarse aquí con más libertad y perfección”. En consecuencia, “poco a poco los enemigos se dividen en dos grandes bandos: la burguesía por un lado, los obreros por el otro” afirmaba.

Engels escribió La situación de la clase obrera en Inglaterra cuando tenía veinticuatro años. Para ello contó con la ayuda de Mary Burns, una obrera que lo introdujo en la vida de la comunidad inmigrante irlandesa de Manchester. Quién además fue su “primer gran amor”, lo acompañó en excursiones por los barrios que, de otro modo, habrían sido inseguros para cualquier forastero; fue una fuente de información sobre las condiciones laborales y domésticas que los trabajadores tenían que soportar.

En el texto muestra los horrores descarnados del capitalismo en la cuna de la revolución industrial. “Voy a presentar a los ingleses un buen escrito de acusación”, anunció Engels, cuando ya tenía escrita la mitad de la obra: “Acuso a la burguesía inglesa ante todo el mundo, de asesinato, robo y otros crímenes a escala masiva”, y de ahí desprende que: “la revolución debe llegar; ya es demasiado tarde para que la solución sea pacífica”.

Marx quedaría fascinado por el libro [1], los datos en él acumulados, desde la manipulación de los relojes de las fábricas por los fabricantes, hasta el estado físico de los trabajadores y la historia económica de la industria del algodón, fue una fuente a la que regresó una y otra vez en busca de pruebas concretas de la falta de humanidad del capitalismo. Fue un texto pionero de la teoría comunista. En él, por primera vez aparece la explicación de la naturaleza de la división de clases, la inestabilidad inherente del capitalismo industrial moderno, la idea de que la burguesía se cava su propia fosa y el carácter inevitable de la revolución.
París, la ciudad revolucionaria que vio nacer su amistad con Marx
Ya se habían conocido hacía un tiempo, pero su verdadera amistad surgió tiempo después en 1844, en la ciudad de París, donde rápidamente en el curso de diez días de intensos debates, confluyeron intelectualmente y los unió un lazo emocional que sería para toda la vida.

Marx había sido el primero en revelar que el proletariado era la clase que, por sus condiciones de existencia, llegaría a ser la única revolucionaria de la sociedad burguesa. Esta idea, que había expuesto a comienzos de 1844, la desenvuelve en una obra que escribió en colaboración con Engels en un artículo titulado: Crítica de la crítica crítica: contra Bruno Bauer y consortes (La Sagrada familia). El primer fruto de esa amistad, es un breve folleto que revelaba la impaciencia compartida, tras las experiencias de Manchester y París, por los vestigios idealistas de la escuela de los Jóvenes Hegelianos, y también fue una proclamación pública del materialismo que desde hacía poco defendían. El título burlón hacia los hermanos Bauer, se debe a la negación de éstos a toda actividad práctica y, cuya prédica implicaba, una crítica por encima de los partidos y de la política. Para Marx y Engels, contrariamente, la clave no era la contemplación sino la lucha por un nuevo orden social que libere a la humanidad. La clase que podía y debía asumir la misión de emancipar al pueblo y efectuar la transformación del régimen social era el proletariado.

Engels, en tanto, un tiempo antes de ésta amistad, había escrito un artículo en la revista Los Anales Franco Alemanes, que Marx dirigía. Se titulaba Crítica sobre la Economía Política y analizaba, desde un punto socialista, los fenómenos básicos del régimen económico contemporáneo, como consecuencia inevitable de la propiedad privada. El avance más notable se produjo cuando aplicó la noción hegeliana de alienación al ámbito de la economía política (antes incumbía a los sentimientos religiosos). En palabras de Lenin, fue la relación con Engels la que llevó, sin dudas, a que Marx se ocupara seriamente de la economía política.
Una amistad a prueba de deportaciones y exilios
Como cuenta la biografía de Tristram Hunt [2], Engels redactó el borrador a toda prisa antes de irse de París a Barmen, en septiembre de 1844. “Adiós por ahora, querido Karl” escribió al marcharse, tal vez dándose cuenta que este vínculo tal vez sería la relación más fuerte de toda su vida: “No he podido recuperar el estado de jovialidad y conciliación que experimenté durante los diez días que pase contigo”.

En Barmen, el primer enfrentamiento fuerte, de tantos que marcaría la relación con su padre, sumado al peligro de ser arrestado por sus actividades políticas, hacen que decida irse a Bruselas donde ya se encontraba Marx al ser deportado de Francia. Juntos viajan a Inglaterra. Marx se sumerge en la economía política, leía las obras de varios economistas liberales y estudiaba a conciencia publicaciones oficiales. A finales del verano de 1845 regresaron a Bélgica, profundizando su amistad y equipo teórico. Producto de ese momento, escriben una obra bisagra de su pensamiento, La ideología alemana [3], que aunque todavía no alcanzan con toda la precisión que la nueva teoría logra en el futuro en los textos más maduros, ya se dejaba ver, por primera vez, que “la lucha de clases era el motor de la historia”.
El Manifiesto Comunista y las revoluciones del 48
En el verano de 1847, se reunió en Londres el primer congreso de la Liga de los Comunistas. Marx no asistió. Engels representó a los comunistas parisinos. El segundo Congreso se celebró en Londres a fines de noviembre de 1847. Engels había escrito dos borradores, el primero un proyecto de Catecismo o Profesión de fe (comunista), que seguía las costumbres de la época, dejó el lugar a uno más avanzado. En este segundo texto, si bien respetaba la forma, hacía más hincapié en el materialismo, además de llamar abiertamente a la revolución proletaria y de destacar que, a raíz del carácter mundial del capitalismo, la solidaridad obrera internacional era vital, junto a una serie de pasos de transición hacia el socialismo. Cuando le entrega este borrador, que había llamado Principios de Comunismo (fueron inéditos hasta 1914), Engels le sugiere a Marx cambiar la forma de presentación, además de su nombre por el de Manifiesto de los Comunistas.

Los debates duraron varios días. Marx dirigió las reuniones. Como recordaría Engels, después de la brillante intervención de Marx: “No quedó una sola contradicción ni una duda, los nuevos principios básicos se aprobaron por unanimidad y a Marx y a mí nos encargaron que redactáramos el Manifiesto”. Marx logró terminar su trabajo a principios de febrero. Desde las épicas primeras líneas: “Un fantasma recorre Europa…, el fantasma del comunismo”- al desafiante final –“Los proletarios no tienen nada que perder, salvo sus cadenas. Tienen un mundo por ganar. ¡TRABAJADORES DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS!”- esta obra, que apareció unos días antes de la Revolución de Febrero de 1848 y que contiene todos los resultados del trabajo científico a que Marx y Engels se habían dedicado de 1845 a 1847, sin que los autores lo sospecharan, se convertiría como diría Trotsky, mucho después, en el “panfleto más genial en la literatura mundial”.

Aunque la versión final fue escrita de un tirón por Marx. El trabajo había empezado por ambos en Londres y seguido en Bruselas. A Engels le correspondió gran parte del trabajo intelectual en las reuniones de la Liga de los Comunistas y en los borradores, que fueron la base. Wilhelm Liebknecht (el padre de Karl) lo expresó bien: “¿Qué aportó uno, qué el otro? ¡Una pregunta ociosa! Es de una pieza, y Marx y Engels son una sola alma, tan inseparables en el Manifiesto Comunista como lo siguieron siendo hasta la muerte en todos sus trabajos y planes”.
Notas
1. “El conocimiento de la situación del proletariado es absolutamente necesario para proporcionar una base sólida a las teorías socialistas”, fue el reconocimiento que trajo esta obra de juventud de Engels, que marcó un antes y un después en el mismo pensamiento de Marx. Así lo distinguirá en su gran obra El Capital, en la que puede verse varias veces mencionado el texto y su método de investigación.
2. Tristran Hunt, El gentleman comunista. La vida revolucionaria de Friedrich Engels. Ed. Anagrama, 2011.
3. La ideología alemana es un texto que nunca fue terminado del todo. El propio Engels en sus últimos años de vida, se encargó de advertirlo: “… la parte de Feuerbach no está terminada. La parte acabada se reduce a una exposición de la concepción materialista de la historia, que sólo demuestra cuán eran todavía, por aquel entonces, nuestros conocimientos sobre historia económica. (…) He encontrado en un viejo cuaderno de Marx las once Tesis sobre Feuerbach, trátase de notas tomadas para desarrollarlas más tarde, notas escritas a vuelapluma y no destinadas en modo alguno a la publicación, pero de un valor inapreciable por ser el primer documento en que contiene el germen genial de la nueva concepción del mundo.” (Federico Engels, 1888, Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana).
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