Jean-Charles-Léonard Simonde de Sismondi
© Librería y Academia Pública de Ginebra✆ Litografía de A. Bouvier, según un retrato de Amélie Munier-Romilly |
Luca
Michelini | 1. Son muchas las iniciativas científicas y
culturales promovidas por la Asociación de Estudios Sismondianos (con sede en Pescia,
Toscana) sobre la figura intelectual de Simonde de Sismondi, uno de los
pensadores más prolíficos y versátiles de que puede presumir Suiza y, más en
concreto, la ciudad de Ginebra[1]. Entre las últimas,
en orden de tiempo, recuerdo el coloquio organizado por la asociación, el 04 de
junio 2013, en colaboración con el Gabinete Viesseux de Florencia, que hospedó la
presentación de varios textos dedicados al pensamiento del ginebrino: los Studi
su J.-C .-L. Simonde de Sismondi, en un número especial de la revista "Il pensiero
economico italiano", a cargo de Richard Faucci y Luciano Jacoponi[2]; y los dos volúmenes (el segundo y el
tercero, en una secuencia programada de seis) de las Oeuvres économique complètes
de Sismondi, para los tipos de Económica (2012), a cura de Pascal Bridel,
Nicola Eyguesiers y Francesca Dal Degan; Sismondi e la nuova Italia, a cura de Francesca
Sofía y Letizia Pagliai (Florencia, Polistampa, 2012); y finalmente el volumen
de Letizia Pagliai Il dilema di Vilna. Sismondi
e la cultura economica europea (Edifir, 2012). El propósito de mis reflexiones,
que presenté al coloquio de Viesseux, será volver sobre algunos ensayos que han
abordado el pensamiento económico de Sismondi, para enfatizar la indudable actualidad
de algunas reflexiones del ginebrino.
2. El número monográfico de la revista "Il
pensiero economico italiano", dedicada a Sismondi propone recorridos de
lectura inéditos y precursores de fecundos desarrollos ulteriores.
lectura inéditos y precursores de fecundos desarrollos ulteriores.
Pascal Bridel invita a redescubrir la
"modernidad" del Sismondi de la Richesse commerciale cuya teoría de los
precios, muestra cual es la distribución de las ganancias en el intercambio
entre los productores y los consumidores y ofrece una visión clara (y más clara
que la de Adam Smith) de la capacidad de auto-regulación de los mercados y, más
en general, de la sociedad capitalista[3]. Como se argumenta también
en la introducción de la Richesse commerciale (1803), el pro-liberalismo de Sismondi,
que se traduce en una valorización de las ideas de Adam Smith, sólo se
comprende leyendo la reflexión del autor en el contexto de la historia
económica e institucional de Ginebra, en ese momento sometida a la dominación
francesa, decididamente proteccionista[4]. Por eso será
interesante leer en el futuro, la contribución que los curadores de las Obras
Completas de Sismondi darán sobre la interpretación de los Nouveaux Principes ,
para entender cómo será interpretado el vínculo que el ginebrino establece
entre las violentas contradicciones que, en ese texto, caracterizan al
capitalismo y el legado intelectual de Smith.
Pero volvamos a la edición especial de "Il
pensiero economico italiano". Fabrizio Bientinesi muestra un Sismondi atento
en señalar el papel literalmente "desestabilizador" de las finanzas
internacionales, que de ninguna manera buscan el "desarrollo
económico", sino el mero “sometimiento" de naciones a otras naciones[5]. En tiempo de crisis económica y de
civilización como los que vivimos, Rosario Patalano y Guglielmo Forges Davanzati
recuerdan oportunamente y didascálicamente la critica central que Sismondi hace
al capitalismo, que parece atormentado por la contradicción entre las fuerzas
que empujan a minimizar salarios y aquellas que buscan desesperadamente consumidores
que paguen[6]. Nicolas Eyguesier, por otro lado, hace
hincapié en cómo el análisis de Sismondi es mucho más complejo que aquello que podríamos
definir una tranquilizadora teoría del ciclo económico: se trata en cambio, de una
reflexión sobre el destino del capitalismo y de la civilización occidental, de
los cuales Sismondi muestra la extrema fragilidad, social y política[7]. Una reflexión que invita a los
académicos a superar cómodas barreras disciplinarias y análisis tranquilizadores
a largo plazo, que pueden oscurecer (cuando no es intencional) lo que está en
juego.
Como es sabido, la perspectiva analítica de Sismondi
sobre los "atascos" lleva a fructíferas reflexiones sobre el tema de
la intervención pública. La Italia del siglo XIX, sin embargo, no se muestra a
la altura del reto: éstas son, al menos, las conclusiones a que llegan los
textos de Guido Tortorella Esposito y Carmen Vita sobre el pensamiento de
Giandomenico Romagnosi, Melchiorra Gioia y Angelo Messedaglia[8] y de Anna Li Donni y Fabrizio Simon
sobre Francesco Ferrara[9]. Hay que esperar a Giuseppe
Toniolo, sugiere el ensayo de Francesco Poggi[10],
para encontrar, entre los economistas italianos, una valoración de la economía
"social" de Sismondi.
Es natural que el lector sienta curiosidad de saber
si y con cuáles argumentos el pensamiento católico, del que Toniolo es expresión
autorizada, ha enfrentado y enfrenta, la notoria y poco piadosa crítica que Sismondi
hace al poder espiritual y temporal de Roma. Baste recordar un pasaje muy
conocido de la Historia de las repúblicas italianas (1832): "[...] la corte de Roma, desde que dejó
de respetar las antiguas libertades municipales, nunca extendió su poder sobre
una nueva provincia sin arruinarle la población y los recursos. La legalidad y
el orden parecían incompatibles con el gobierno de los curas; la intriga y el
favor tomaban el lugar de las leyes; los monopolios destruían el comercio; la
justicia abandonaba los tribunales " (pp. 319-20). Es notable que el
argumento sea abordado en la página, clásica, que Sismondi dedica a la exaltación de la libertad de las
repúblicas italianas, de esa libertad que el ginebrino considera el pináculo de
la civilización. De la preocupación por la defensa militar, en Italia se había pasado
al cuidado de la salud; de aquella de los "derechos privados" y de "la
propiedad de cada uno", se había pasado a "los derechos de
todos" y por lo tanto al estudio de la política y de cómo los gobiernos
buscasen la felicidad de las naciones. Así, mientras aquellos franceses que no
debían embrutecerse en la guerra con los ingleses se "lanzaban con pasión a
la teología escolástica", "comentando y desarrollando con sutileza principios
que no se permitían juzgar", y
mientras que a la Sorbona se unía "la mayor profundidad espiritual"
con la "fe más sumisa", en Italia, por el contrario, "la mente,
acostumbrada a examinar los derechos de la autoridad, produjo [...] pensadores
que los curas acusaron no de herejía, sino
de incredulidad o de epicureísmo" (p. 155).
Volviendo a la fortuna italiana de Sismondi;
el número del "Pensiero economico italiano" es en sí mismo un
testimonio de cómo fue que, en especial después de la Segunda Guerra Mundial,
la orientación metodológica de Sismondi, dirigida a transformar la ciencia de
la economía en una ciencia moral capaz de superar, haciendo perno, todas las
barreras disciplinarias, han encontrado aplicación. Me refiero a los textos de
Luciano Jacoponi [11]y Massimiliano
Ferrara[12], dedicados, respectivamente, a la fecundación
entre la teoría cuántica y el pensamiento económico de Sismondi y el nacimiento
de las modernos índices de desarrollo económico para medir simultáneamente el
crecimiento económico, la felicidad y el bienestar.
Por supuesto, la suerte de Sismondi en Italia
se debe a las reflexiones sobre la aparcería y el "modelo toscano",argumento
ampliamente debatido por la historiografía y vuelto a recorrer en el número del
"pensiero economico italiano", por Marie-Lucie Rossi[13]. En la connotación "conservadora"
de ese modelo no es el caso de detenerse, también por ser además ampliamente
conocida. Es, tal vez, más importante resaltar que éste es un argumento rico en
implicaciones. No sólo Sismondi propone un análisis económico pionero de los
contratos agrícolas. No sólo prefigura una reflexión sobre el "modelo de
desarrollo" de los países que se enfrentan al despliegue de la potencia
económica de Inglaterra[14], incluso con sus
desestabilizadoras implicaciones sociales y políticas. El argumento implica consideraciones
de carácter más general e interdisciplinario. Eso lo demuestra, claramente, el
ensayo de Francesca Dal Degan, que se detiene a analizar las características
que, en opinión de Sismondi, estructuran una sociedad vital: la participación,
la independencia y la reciprocidad[15].
Más precisamente, de la lectura de las páginas de Sismondi, emerge como una de
las tareas fundamentales de la ciencia económica deba ser la de indicar cuál es
la "mejor distribución de la riqueza" con el fin de lograr la
"felicidad social".
3. Este tipo de argumento que creo que es de
notable importancia y creo que merece ser parte de los estudiosos de hoy en día
en la economía, sobre todo si son italianos y todavía interesados en lo más mínimo a la nación
italiana – a la "patria"[16]
- mucha más atención de la que le dan y le han dado. Por otro lado, debe
tenerse en cuenta que Italia fue durante siglos una especie de laboratorio de las
"nuevas" formas de hacer política y de la "modernidad" que
se sucedieron en el curso del tiempo y que han desarrollado su propio potencial
a escala europea y en el mundo. Me explico.
Se conocen algunos pasajes de las nuevas
normas, alabando la pequeña propiedad capitalista[17].
Son los pasajes que marcan en el plano político, la distancia de Sismondi con el
socialismo y con el marxismo, que es también una tradición de pensamiento que
ha valorado la contribución teórica del ginebrino. Son los pasos que han
llevado a algunos historiadores italianos, como Piero Barucci a resaltar que, a
juicio de Sismondi la propiedad privada sea "intocable" (p. LI).
En efecto, Sismondi, al menos en este tema, se
opone a Rousseau, de manera explícita:
"El que, habiendo cercado un terreno, dijo primero: esto es mío, creó aquel que no tiene un campo propio y que no podría vivir si el campo de aquel primero no produjese un excedente. Se trata de una usurpación afortunada y la sociedad hace bien en garantizarla para ventaja común" (Libro tercero, capitulo II). Pero considero que el razonamiento inmediatamente sucesivo es muy interesante y hace decididamente problemática la observación de Barucci: "La propiedad, sin embargo, es un don de la sociedad, no una ley natural anterior a la sociedad misma. La historia da la prueba: de hecho, existen muchas naciones que no han reconocido la apropiación de las tierras. El razonamiento lo demuestra: la propiedad de la tierra no es de hecho producto exclusivo de la laboriosidad, como aquella que es obra del hombre" (libro tercero, cap.II, p. 106).
El "Buen gobierno", por lo tanto,
cuando aborda el tema de la propiedad privada no se encuentra en absoluto en
frente a un tabú. No es poco decir que, al abordar la cuestión de los recursos
naturales, la propiedad privada es una institución de mero carácter social; se
trata, en general, de una institución que puede y debe ser plegada y formada
para alcanzar la felicidad colectiva. En consecuencia, se recomienda al lector
que lea y evalúe con extrema atención las primeras páginas de Nuevos Principios,
aquellas que definen con precisión las funciones de la "ciencia del
gobierno." Si el propósito es la "felicidad del mayor número",
es de fundamental importancia la declinación precisa que quiere dar al término
igualdad (libro primero, cap.II, p. 19).
Al rechazar el igualitarismo [18] (cuya crítica, es bueno recordar, no
sólo es conservadora, sino también de matriz socialista e incluso marxista),
los rasgos de conservadurismo - tal vez de origen platónico – de Sismondi
emergen claramente: "No es [...] a lograr la igualdad de condiciones de
vida a lo que el legislador debe esforzarse, sino a lograr la felicidad al
interno de todas las condiciones" (ibíd., p 23-24.). Pero mucho más
audaces y significativas son las otras medidas propuestas por el ginebrino. Por
ejemplo, la siguiente:
"El país donde la gran masa de la población está sometida a privaciones continuas, a inquietudes crueles sobre la propia vida, a todo aquello que puede debilitar la voluntad, a depravar la moral, a estropear el carácter, es una nación esclava aún si, en sus categorías superiores hay hombres que han alcanzado el más alto grado de felicidad humana, hombres cuyas facultades se desarrollan, cuyos derechos están garantizados y cuyos placeres están todos asegurados" (libro primero, cap.I, p. 19).
A la luz de la crisis económica y social en
curso, me parecen pasajes de gran actualidad, sobre todo cuando se lee en
estrecha continuidad con algunas páginas de la Historia de las repúblicas
italianas (1832). Me refiero a aquellas páginas donde Sismondi identifica las
razones de la profunda decadencia en la que se fueron a encontrar las
repúblicas italianas de la Edad Media, y sobre todo la de Florencia; decadencia
que abrió el camino a la dominación extranjera.
4. ¿Cuál es el origen de esta decadencia, que
encima es la decadencia de esa forma de civilización que llevó "luz"
al mundo entero? Para Sismondi el origen de esta decadencia era de carácter
institucional. Al contrario, las instituciones republicanas siguieron siendo
las mismas de siempre, aunque vacías de contenido y terminando por ser reformadas.
Más bien, el origen había que buscarlo en la profunda desigualdad económica y
social.
"[] En vano se había conservado toda esta estructura externa del poder popular; del progreso desmedido de la opulencia había nacido la desigualdad extrema, y los ciudadanos se sentían entre sí a una distancia demasiado grande como para poder aún reconocer la igualdad de derechos. Se veía a muchos ciudadanos florentinos que superaban en ingresos a los más grandes príncipes de las monarquías; sus palacios, que aún hoy son objeto de nuestra admiración, exhibían ya entonces todos los prodigios de las artes, presentándose al mismo tiempo a las miradas con una multitud de servidores que las llenaban como fortalezas a las que la justicia pública no osaba penetrar. Por otra parte, los artesanos ya no pretendían más derechos políticos; encima, los ciudadanos que se habían conservado un modesto bienestar no tenían más el sentido de la propia independencia; sabían que el crédito, la protección de los ciudadanos ricos eran necesarios para prosperar en sus actividades."(pp. 246-247).
Sismondi insiste.
"Es a causa de esta desigualdad tan profunda que una pequeña aristocracia se apropió completamente de la dirección del Estado. Esa reconocía como sus jefes a Cósimo de Médicis, el más rico de los italianos, y a Neri Capponi, el estadista más hábil de Florencia. El primero hacía uso generoso de su patrimonio: construía en todas partes palacios, iglesias, hospitales, distribuía regalos, préstamos o el uso de su crédito entre todos los ciudadanos pobres, concedía pensiones a todos los científicos, a todos los artistas; recopilaba y hacía copiar manuscritos en toda Europa y en todo el Levante; se celebraba su gusto y su conocimiento. Sin haber escrito nada él mismo, pasaba por un docto y se le atribuía la renovación de la filosofía platónica, por causa de las traducciones que hizo hacer". (P. 247).
Una vez exilados los opositores, los "Medici
y Capponi lograron encontrar hombres que les sacrificaran las libertades de la
patria sólo porque se prestaban ellos mismos a las más bajas pasiones de sus
asociados. Dejaban que se repartiesen los pequeños gobiernos de las ciudades
sometidas y todos los empleos lucrativos. Aquéllos, no contentos con esta primera
injusticia, repartieron los impuestos de forma desigual, haciéndolos pesar sobre
los pobres, sin acosar a los ricos y exceptuándose ellos por completo.
Finalmente, comenzaron a vender su protección, tanto en los tribunales como en
los consejos; el favoritismo silenciada la justicia, y en medio de la paz y la
prosperidad aparente, los florentinos sentían como su república decaía,
socavada por una corrupción secreta y profunda."
A la multitud de exiliados, hacía contrapunto la
satisfacción de las "clases bajas", que el Médicis entretenía con
"espectáculos y fiestas continuas, en una especie de carnaval; y en medio
de estas fiestas populares, la gente olvidaba su libertad" (pp. 251-252).
El vaciamiento y el uso con fines
instrumentales de las instituciones republicanas presupone, por lo tanto, un
proceso destinado a polarizar la desigualdad. El cual, a su vez, despliega un
favoritismo en todos los ámbitos de la vida social: del institucional, al
intelectual y moral.
"Mientras los hábitos de la libertad se conserven en todo el pueblo, mientras que todas las clases tengan también horror de la servitud, una súbita explosión de los sentimientos que se encuentran en todos los corazones bastan para hacer una revolución, que haga vanos los esfuerzos de los usurpadores, o para abatir una tiranía ". "El déspota, incluso cuando acalla con el terror al pueblo que ha desarmado y que oprime, sabe siempre que está en guerra con él" (p. 260).
"Pero cuando el poder absoluto ha podido persistir lo suficiente para hacer olvidar la violencia de su primer origen, cuando la mayoría de los hombres en el pleno de sus fuerzas nacieron bajo su yugo, y nunca han conocido tiempos mejores, aquél se encuentra bien pronto apoyado por toda la parte inerte de la nación, de toda la que, incapaz de pensar y formarse sola, debe contentarse con ideas prestadas y la aceptación ciega de todas las nociones que le conviene al gobierno inculcarle.”
De hecho, con la pérdida de la libertad debieron
cesar aquellos intercambios libres y animados que calientan los ánimos y hacen
bajar los nobles sentimientos hasta en las clases que no están iluminadas por
el conocimiento del pasado y de la experiencia de las naciones extranjeras. El
príncipe, en el silencio general, se habla él sólo en los países esclavizados.
Él dicta las proclamas de la autoridad y las sentencias de los tribunales;
inspira hasta la plática que el cura tiene en el púlpito o en el
confesionario. Dado que distribuye los
ingresos de la sociedad, se presenta como una providencia, y hacer creer al
pueblo que le da todo aquello que no le quita.
El pobre le queda agradecido por la caridad
pública, el agricultor por la justicia y la policía que protegen su propiedad;
el vulgo de las ciudades aplaude los rigores que golpean a las clases altas; el
orgullo nacional se resiente contra el extranjero que compadece un pueblo infeliz
y mal gobernado y la vanidad vulgar está interesada en el mantenimiento de lo
que es. Si algún recuerdo de los tiempos libres se conserva en las clases
ignorantes, se refiere sólo a los rasgos que pueden conmover con imágenes de
sufrimiento; esas han oído hablar de los esfuerzos con que sus padres defendieron
los derechos del pueblo, de los sacrificios que tales sacrificios les costaron;
pero ven sólo los males de la lucha, mientras que su resultado escapa a la
imaginación, porque no tiene nada de material.
Ellos llegan a la conclusión de que el pan era
igualmente caro en tiempos de libertad, que el trabajo era igualmente agotador,
y que a las privaciones que soportan, se unían entonces los peligros de
aquellos desastres violentos, de los cuales han trasmitido a los hijos algún
particular asustador. La esclavitud, se ha dicho, degrada al hombre hasta hacerse
amar; y la observación confirma esta máxima: dondequiera que las naciones parecen
atadas a sus gobiernos, por causa de la imperfección de su régimen, siempre aman
en sus instituciones aquello que tienen de más vicioso, y la resistencia más
obstinada de todas es aquella que los pueblos oponen a su progreso moral.” (Ibíd.
pp. 260-261).
5. No es que no vea y no sienta en el ánimo
propio, la extrema actualidad, sobretodo para Italia, de este análisis. Se trata
de reflexiones que, si se desarrollan y se estudian y profundizadan a tiempo,
podrían ofrecer, y hubieran podido ofrecer, una contribución importante a la
comprensión de la "servidumbre italiana" de hoy, desde su inicio. Una
servidumbre económica, social, política, intelectual, moral, geopolítica, en
una secuencia que Sismondi invita a
considerar no sólo en terminología, sino también en causa y efecto y por lo
tanto también disciplinariamente, si se quiere.
Se trata, es verdad, de reflexiones de un
"aristócrata liberal", como Piero Achiera define a Sismondi en la
presentación a la Historia de las Repúblicas (p. XXIV). En cualquier caso, de este
tipo de "aristócratas liberales" en Italia, en la actualidad, no parece
que, por desgracia, haya, casi, rastro alguno. Por supuesto, son infinitas las
filas de estudiosos de la economía, de intelectuales, como también de agrupaciones
políticas, que declaran provenir de la tradición liberal.
Considerando imprescindible el pensamiento de
Marx esencial, no encuentro escandaloso el anti-igualitarismo de Sismondi.
Apreciando la original (no la desfigurada, con el fiscal compact, del
neoliberalismo imperante a nivel de Comunidad Europea) "constitución
económica" de la Italia republicana salida de la Segunda Guerra Mundial,
una constitución que surgió de la lucha de liberación del nazi-fascismo, encuentro
muy fecunda la reflexión de Sismondi sobre la propiedad. Persuadido por los
análisis de Polanyi, califico como decididamente interesante el intento de
Sismondi de poner en práctica formas de proteger la sociedad humana de las
fuerzas desestabilizadoras y disgregadoras del capitalismo. Bien dispuesto
hacia el pensamiento de Keynes, encuentro imprescindible el propósito de
Sismondi de idear formas de gestión pública de la economía capitalista que
preserven de la involución de la civilización. Inclinado hacia la superación
del capitalismo, encuentro importante que Sismondi reconduzca el final de las
libertades republicanas italianas al fracaso del tumulto de los Ciompi [19], es decir, el fracaso de una revolución
democrática, que dio lugar a una reacción excesiva que abrió las puertas al
señorío y la dominación extranjera (Historia de las repúblicas italianas, p.
221). Conociendo los límites de los propósitos
revolucionarios que se han sucedido a lo largo de los siglos, aprecio el
realismo y el liberalismo de Sismondi, incluso si no se estiró más que hasta las
orillas de la democracia representativa. Es cierto, sin embargo, que, hoy, un
estudiante de economía que leyese a Sismondi se encontraría catapultado, de hecho, a un
lenguaje y en una ética civil, que parece simplemente revolucionaria: "si
el gobierno, escribe Sismondi, debiese proponer como finalidad la ventaja de
una de las clases de la nación a expensas de la otra, debiera favorecer la de
los asalariados. Entre quienes participan en el precio de la producción ellos son
los más numerosos, y asegurar su felicidad equivale a hacer feliz la gran
mayoría de la población." (nuevas normas, p. 226). Dudo que símiles
palabras se puedan encontrar impresas en cualquier libro de texto de economía
de los últimos cuarenta años, de cualquier universidad del mundo "occidental",
dedicada a la preparación de las llamadas "clases dirigentes".
Referencias
bibliográficas
- P. Barucci, Introduzione, - J.-C.-L. Simonde
de Sismondi, Nuovi principi di economia politica o della ricchezza nei suoi
rapporti con la popolazione, Milano, ISEDI, 1974.
- P. Schiera, Presentazione, in J.-C.-L.
Simonde de Sismondi, Storia delle Repubbliche italiane, Torino, Bollati
Boringhieri editore, 1993.
-
J.-C.-L. Simonde de Sismondi, Nuovi principi di
economia politica o della ricchezza nei suoi rapporti con la popolazione,
Milano, ISEDI, 1974.
- J.-C.-L. Simonde de Sismondi, Fragments de
son journal et correspondance, Genève, Cherbuliez, 1857.
Notas
[1] Estas son las publicaciones promovidas por la
Asociación en orden cronológico: Tableau de l’agriculture toscane (1801). Avant-propos de Jacqueline de Molo-Veillon. Introduction (en français
et en italien) de Francesca Sofia, Genève, Slatkine
reprints, 1998; F. Sofia (a cura di), Sismondi e la civiltà toscana. Atti del Convegno internazionale di studi
(Pescia, 13-15 aprile 2000), Firenze, L.S. Olschki, 2001; L. Pagliai (a cura di), In onore di
Mirena Stanghellini Bernardini, Firenze, Polistampa, 2005 (Coll.
«Sismondiana», n. 1); M.P. Casalena, F. Sofia, “Cher Sis”. Scritture
femminili nella corrispondenza di Sismondi, Firenze, Polistampa, 2008
(Coll. «Sismondiana», n. 2); A.G. Ricci, Esercizî sismondiani, 1970-2005,
a cura di L. Pagliai, Firenze, Polistampa, 2008 (Coll. «Sismondiana», n. 3); L.
Pagliai, F. Sofia (a cura di), Sismondi e la nuova Italia, Firenze,
Polistampa, 2012 (Coll. «Sismondiana», n. 4).
[2] Se trata del número 2 del 2001, que de
hecho salio de la imprenta en mayo del 2013.
[3] P. Bridel, Origines
et détermination du «prix de chaque chose»: la Richesse commerciale entre le
coût de production de Smith et la ‘catallactique’ de l’offre et de la demande
de Canard, pp. 85-92.
[4] Introduction des
éditeurs, in J.C.L. Simonde de Sismondi, Oeuvres
économiques complètes, II, De la Richesse commerciale, editado por P.
Bridel, F. Dal Degan, N. Eyguesier, Economica, Paris, 2012.
[5] F. Bientinesi, «A rather slavish disciple of Adam Smith»? Notes
on Sismondi and (dis)equilibria in international trade, pp. 93-104.
[8] Il metodo sismondiano e il ruolo dello Stato nell’economia: riflessi sul
pensiero economico di Melchiorre Gioja, di Giandomenico Romagnosi e di Angelo
Messedaglia, pp. 151-170.
[10] L’economia sociale nel pensiero di J.-Ch.-L. de Sismondi e di G. Toniolo:
un confronto nel segno della continuità, pp. 187-198.
[12] Crescita, felicità e benessere: l’idea di Sismondi alla base di nuovi
indicatori di contabilità nazionale, pp. 67-84.
[14] Cfr., en proposito y para el periodo
precedente a Nuovi Principi, el volumen de L. Pagliai Il Dilemma di
Vilna. Sismondi e la
cultura economica europea, cit., pp. 49-71.
[16] “Solo quien tiene una patria concibe el dever
de sacrificarse por ella”. Libertad
y patriotismo van al mismo paso, come osserva Sismondi en: Storia delle
Repubbliche italiane, pp. 199-200. “En Italia […] la libertad aseguraba el pleno goce de la vida intelettual;
cada uno se esforzaba por desarrollar las facultades que sentia en si mismo,
porque cada uno era consciente del que mientras más abiertos los ojos de su
espiritú, más habría de gozar; cada quien destinaba los poderes de su anima a
un fin útil, practico, positivo, porque cada quien se sentía dentro de una
sociedad sobre la que podía ejercitar la propia influencia, para su propio bien
y aquel de sus símiles” (ivi, p. 154).
[17] “Quisiera que la industria, tanto de las ciudades
como la de los campos, se subdividiese en un gran número de unidades
independientes, y soy contrario a la dirección de un solo jefe que comanda
centenares o miles de obreros; quisiera que la propiedad de las manufacturas
fuese subdividida entre un gran número de medios capitalistas y soy contrario a
que se concentre en las manos de una sola persona, con muchos millones a
disposición; quisiera que un obrero industrial tenga la posibilidad y casi la
certeza de ser asociado a los intereses de su patrón, y que solo entonces se
case; mientras que soy contrario a que envejezca, come sucede hoy, sin
esperanza de hacer carrera. Pero para llevar a cabo estas reformas, sugiero que
se usen solamente los medios lentos e
indirectos de la legislación, que se realice una justicia efectiva entre el
patrón y el obrero, justicia que haga asumir al primero la plena
responsabilidad de los daños que causa al segundo” (Nuevos Principios, p. 469).
[18] No se puede decir que el gobierno “haga
su deber si, para aseguar una satisfacción igual para todos, hace imposible el
pleno desarrollo de algún individuo muy capaz” (ivi, p. 19). Es triple la
crítica de Sismondi a las aspiraciones igualitarias: tienden a rechazar la
meritocracia, tienden a no respetar las leyes y las reglas establecidas (aunque
si Sismondi no habla de “derechos inalienables”), esconden, malgrado la
apariencia, propósitos oligárquicos: Storia
delle Repubbliche italiane, respectivamente p. 222, p. 227, p. 189.
[19] N. del T. El tumulto de los Ciompi fue
una revuelta anti-oligárquica que estalló en Florencia en 1378. Involucró a los
trabajadores del arte de la lana, llamados “ciompi” y de las industrias
relacionadas, que no tenían derechos políticos y reclamaban el derecho de crear
sus propias corporaciones y a tener representación política en el gobierno de
la ciudad. Los Ciompi tuvieron breve éxito y luego fueron masacrados.
Luca Michelini es profesor de Historia del Pensamiento Económico en la
Universidad de Pisa, Departamento de Ciencias Políticas
Traducido del italiano por Umberto Mazzei
Traducido del italiano por Umberto Mazzei