Karl Marx & John Maynard Keynes |
Durante el periodo entre el fin de la II Guerra Mundial y
los años setenta (definido como la época dorada del capitalismo), el Pacto
Social entre el mundo del trabajo y el mundo del capital (en el cual el primero
aceptaba el principio de propiedad privada de los medios de producción a cambio
de aumentos salariales -condicionados al aumento de la productividad- y del
establecimiento del estado del bienestar) dio como resultado un aumento muy
notable de las rentas del trabajo que alcanzaron su máximo nivel en la década
de los setenta.
La participación de los salarios (en términos de
compensación por empleado) en la renta nacional alcanzó cifras récord entonces.
En los países que serían más tarde la UE-15 (el grupo de países más
desarrollados económicamente en la Unión Europea), este porcentaje era el
72,9%. En Alemania, el porcentaje era 70,4%, en Francia 74,3%, en Italia 72,2%,
en Gran Bretaña 74,3% y en España 72,4%. Al otro lado del Atlántico Norte, en
EEUU, era 69,9% (European
Commission, ECFIN, Statistical Annex, Table 32, Autumn 2011).
Commission, ECFIN, Statistical Annex, Table 32, Autumn 2011).
Esta situación creó una respuesta por parte del mundo del
capital que revertió la distribución de las rentas. Las políticas iniciadas por
el Presidente Reagan en EEUU y la Sra. Thatcher en Gran Bretaña iban
encaminadas a favorecer las rentas del capital, debilitando y diluyendo el
Pacto Social. La generalización de estas políticas determinó una
redistribución de las rentas a favor del capital, a costa de las rentas del
trabajo. Como consecuencia de ello, la participación de estas últimas disminuyó
considerablemente de manera que en 2012 era el 65,2% del PIB en Alemania, en
Francia el 68,2%, el 64,4% en Italia, el 72,7% en Gran Bretaña y el 58,4% en
España, el porcentaje más bajo entre estos países y por debajo de la UE-15,
cuyo promedio era 66,5%.
Esta disminución de la participación en el PIB de las rentas
del trabajo creó un enorme problema de escasez de demanda privada, origen de la
crisis económica. Esta escasez pasó, sin embargo, desapercibida debido a varios
hechos, de los cuales uno de ellos fue el impacto económico de la reunificación
alemana en 1990 y el enorme crecimiento del gasto público resultado de las
políticas de integración de la Alemania Oriental en la Occidental, que se
financiaron con un gran crecimiento del déficit público alemán, que pasó de
estar en superávit en 1989 (0,1% del PIB) a un déficit de 3,4% del PIB en 1996.
Este crecimiento del gasto público tuvo un efecto estimulante de la economía
alemana y, por lo tanto, de la economía europea, dentro de la cual la alemana
tenía y continúa teniendo un peso central.
El segundo hecho que ocultó el impacto negativo que la
disminución de la participación de las rentas del trabajo tenía sobre la
demanda privada fue el enorme endeudamiento de las familias y de las empresas
que ocurrió en paralelo al descenso de las rentas del trabajo. Este
endeudamiento fue facilitado por la creación del euro que tuvo como
consecuencia la tendencia a hacer confluir los intereses bancarios de los
países de la eurozona con los de Alemania.
La sustitución del marco alemán por el euro tuvo como
resultado la “alemanización” de los tipos de interés. España fue un claro
ejemplo de ello. El precio del dinero nunca había sido tan bajo, facilitando
así el enorme endeudamiento privado que tuvo lugar en España. Mientras que el
sector público estaba en superávit, el privado tenía un enorme déficit que pasó
desapercibido debido a su gran endeudamiento (consecuencia de la disminución de
las rentas del trabajo).
Esta situación, aun siendo muy acentuada en España y otros
países periféricos de la eurozona, ocurrió en todos los países de la eurozona.
El crecimiento anual medio salarial en los países de la eurozona descendió de
un 3,5% en el periodo 1991-2000 a un 2,4% en el periodo 2001-2010, en Alemania
de un 3,2% a un 1,1% y en España de un 4,9% a un 3,6% (European Commission,
ECFIN, Statistical Annex, Table 29, Autumn 2011). El notable crecimiento del
endeudamiento está basado, en gran parte, en esta realidad.
Por otra parte, la elevada rentabilidad de las actividades
especulativas en comparación con la de las de carácter productivo (afectada,
esta última, por la disminución de la demanda) explica el elevado riesgo e
inestabilidad financiera, con la aparición de las burbujas, entre ellas, la
inmobiliaria. La explosión de estas burbujas sobre todo en EEUU dio origen a la
percepción de que la crisis financiera se inició e iba a estar limitada a EEUU,
sin apercibirse de que la banca europea, y la alemana en particular,
(incluyendo las cajas) estaba entrelazada con la estadounidense de manera tal
que la crisis financiera estadounidense afectó inmediatamente al capital financiero
europeo y muy especialmente al alemán.
La banca alemana (Sachsen LB, IKB Deutsche Industriebank,
Hypo Real Estate, Deutsche Bank, Bayern LB, West LB, DZ Bank, entre otros) tuvo
que ser rescatada con fondos públicos, incluidos por cierto, fondos procedentes
del Banco Central de EEUU, el Federal Reserve Board. Esta banca y cajas
alemanas estuvieron también afectadas por el estallido de la burbuja
inmobiliaria española, que generó la petición de rescate de la banca española
(que incluyó a las cajas) que significó, en realidad, un rescate al capital
financiero alemán, que tenía invertido en entidades españolas casi 200.000
millones de euros, que intenta ahora recuperar a partir del rescate a la banca
española, rescate que acabará siendo pagado con fondos públicos españoles, tal
como señalan los últimos datos.
La redistribución de las rentas a favor del capital y a
costa del mundo del trabajo ha creado este enorme problema de escasez de la
demanda (causa de la crisis económica) y del gran crecimiento del endeudamiento
y de la especulación (causa de la crisis financiera). Tal conflicto
capital-trabajo ha jugado un papel clave en el origen y reproducción de las
crisis actuales, mostrando que Karl Marx (además de Keynes) llevaba razón.