10/7/17

Ciò che ha veramente detto l’‘ultimo Engels’

Friedrich Engels ✆ Fidia 
Eros Barone

1. L’‘ultimo Engels’: problemi di periodizzazione
Per definire correttamente il modo con cui l’ultimo Engels affronta sia il problema dello Stato che il problema della elaborazione di una strategia del movimento operaio per la conquista del potere è necessario, in primo luogo, risolvere, oltre alle difficoltà che sono proprie di uno studio rigoroso del pensiero dei fondatori del socialismo scientifico, una difficoltà specifica, consistente nel determinare in modo esatto l’argomento che si intende trattare, cioè, nel nostro caso, l’“ultimo Engels”. Così, l’esigenza di circoscrivere tale argomento può portarci, in prima istanza, ad estendere o a contrarre le frontiere cronologiche dell’indagine in funzione di criteri, che possono tutti risultare degni di interesse, senza però che nessuno di essi risulti pienamente soddisfacente. Se, ad esempio, si prende il 1890 come confine, abbiamo, ad un tempo, l’inizio di un decennio e il punto di partenza degli ultimi cinque anni della vita di Engels, in cui si còllocano almeno tre opere di capitale importanza: assieme alla Critica del programma di Erfurt (1891), l’Introduzione alla Guerra civile in Francia (1891) e l’Introduzione alle Lotte di classe in Francia dal 1848 al 1850 (1895), cioè due scritti con cui Engels non si limita a presentare le analisi socio-politiche di Marx, ma ne mette in rilievo il valore teorico e ne applica il metodo alla congiuntura specifica di quegli anni1 . Il limite di questa periodizzazione risiede tuttavia nel separare le opere testé citate da altri scritti che, per quanto anteriori, sono strettamente connessi a quelle opere dall’identità del tema, come la famosa Lettera a Bebel del 1875, da cui non si può prescindere se si intende svolgere un serio esame del pensiero di Engels sul problema dello Stato2.

¿“El Capital” solo para los días de fiesta?

Original de El Capital, que se encuentra en la casa-museo de Karl Marx
en Tréveris, Alemania
 
Rolando Astarita

En el Programa de Transición Trotsky dijo que la socialdemocracia solo hablaba del socialismo en los días de fiesta. Aunque seguramente se refería al ala derecha de la Segunda Internacional -¿alguien puede decir que Rosa Luxemburgo, Lenin o Liebknecht hablaban de socialismo solo los días de fiesta?-, la frase hoy se aplica a partidos políticos que se llaman a sí mismos socialistas, pero solo hablan de las cuestiones fundamentales del socialismo en los Primero de mayo. Pues bien, a la vista de las reacciones que ha provocado mi último post –“La lucha por las ocho horas de trabajo y la tradición socialista”, aquí– debería agregar que también existen los defensores de “El Capital para los días de fiesta”. En otros términos, el texto de Marx sería apropiado para los aniversarios (como fue por estos días la conmemoración de los 150 años de su primera edición), pero no para la lucha política e ideológica cotidiana.

Para ver por qué, recordemos lo que dije en ese post. Afirmé que el socialismo, orientado por Marx o Engels, consideraba que la lucha por la reducción de la jornada de trabajo era una importante consigna reformista, destinada a mejorar las condiciones de la clase obrera en su lucha por el socialismo. Aclaré que, sin embargo, no la consideraban una panacea, a diferencia de lo que hacían los reformistas. Dije también que Marx o Engels jamás sugirieron que reduciendo la jornada de trabajo pudiera acabarse la desocupación. Y expliqué que el desempleo se recrea en el capitalismo por dos vías principales, la introducción de la máquina, y las crisis periódicas.

Palimpsestos: El Estado en el Manifiesto Comunista

Palimpsesto. Del lat. palimpsestus, y este del gr. παλίμψηστος palimpsestos. 1...m. Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada artificialmente. DRAE (1)

Karl Marx ✆ Roberto de Vicq de Cumptich
Ariel Mayo

La relectura de un clásico produce una sensación extraña: cada vez que volvemos al texto nos encontramos con un libro “distinto” al que conocimos la vez anterior. Las frases, cuyo sentido creíamos haber fijado de una vez y para siempre, se transforman ante nuestros ojos, convirtiéndose en algo diferente a la forma que encontramos la primera vez. El misterio de esta particularidad se disipa (o cobra nuevo significado) cuando se piensa que la metamorfosis del sentido de las frases es una expresión más de la complejidad de la realidad y del esfuerzo realizado por el autor para asir la complejidad mediante ese torpe instrumento que es el lenguaje. Un texto clásico es así un palimpsesto interminable, que oculta múltiples escrituras detrás de una superficie árida o sencilla. Ninguna de esas escrituras, de esos textos dentro de otro texto, es la definitiva. Así como el mundo es una totalidad inabarcable, pero que estamos obligados a conocer, cada texto clásico es un reflejo de esa totalidad y, como todo reflejo, padece las limitaciones de la copia. Nosotros, que pretendemos comprender el mundo como totalidad, encontramos en esas copias lo que buscamos (o creemos buscar) en un momento determinado de nuestra búsqueda. Por eso leemos palimpsestos, porque el conocimiento huye de lo definitivo.

Afirmar que el Manifiesto del partido comunista (1848) es un clásico no requiere de ninguna fundamentación. Escrito por Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895) para dar a conocer los fundamentos de la concepción política y el programa de la Liga de los Comunistas, tuvo un destino singular. Publicado poco antes del estallido de las revoluciones europeas conocidas como “la primavera de los pueblos”, fue ignorado prolijamente hasta bien entrada la década de 1860. A partir de allí sirvió para difundir los principios generales de la concepción marxista de la sociedad y para convencer a propios y extraños acerca de la necesidad de luchar contra el capitalismo. Si bien varias de sus afirmaciones han envejecido y tienen un interés principalmente histórico, el grueso de su argumentación conserva todo su valor teórico y político. En especial, la concepción del Estado resulta de notable actualidad. Pero, para ello, es preciso leer el texto como un palimpsesto: