Palimpsesto. Del lat. palimpsestus,
y este del gr. παλίμψηστος palimpsestos. 1...m.
Manuscrito antiguo que conserva huellas de una escritura anterior borrada
artificialmente. DRAE (1)
Karl Marx ✆ Roberto de Vicq de Cumptich |
Ariel Mayo
La relectura de un clásico produce una sensación extraña:
cada vez que volvemos al texto nos encontramos con un libro “distinto” al que
conocimos la vez anterior. Las frases, cuyo sentido creíamos haber fijado de
una vez y para siempre, se transforman ante nuestros ojos, convirtiéndose en
algo diferente a la forma que encontramos la primera vez. El misterio de esta
particularidad se disipa (o cobra nuevo significado) cuando se piensa que la
metamorfosis del sentido de las frases es una expresión más de la complejidad
de la realidad y del esfuerzo realizado por el autor para asir la complejidad
mediante ese torpe instrumento que es el lenguaje. Un texto clásico es así un
palimpsesto interminable, que oculta múltiples escrituras detrás de una
superficie árida o sencilla. Ninguna de esas escrituras, de esos textos dentro
de otro texto, es la definitiva. Así como el mundo es una totalidad
inabarcable, pero que estamos obligados a conocer, cada texto clásico es un
reflejo de esa totalidad y, como todo reflejo, padece las limitaciones de la
copia. Nosotros, que pretendemos comprender el mundo como totalidad,
encontramos en esas copias lo que buscamos (o creemos buscar) en un momento determinado
de nuestra búsqueda. Por eso leemos palimpsestos, porque el conocimiento huye
de lo definitivo.
Afirmar que el Manifiesto
del partido comunista (1848) es un clásico no requiere de ninguna
fundamentación. Escrito por Karl Marx (1818-1883) y Friedrich Engels
(1820-1895) para dar a conocer los fundamentos de la concepción política y el
programa de la Liga de los Comunistas, tuvo un destino singular. Publicado poco
antes del estallido de las revoluciones europeas conocidas como “la primavera
de los pueblos”, fue ignorado prolijamente hasta bien entrada la década de
1860. A partir de allí sirvió para difundir los principios generales de la
concepción marxista de la sociedad y para convencer a propios y extraños acerca
de la necesidad de luchar contra el capitalismo. Si bien varias de sus
afirmaciones han envejecido y tienen un interés principalmente histórico, el
grueso de su argumentación conserva todo su valor teórico y político. En
especial, la concepción del Estado resulta de notable actualidad. Pero, para
ello, es preciso leer el texto como un palimpsesto:
“El gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa.” (2)
La frase, que se encuentra en el Manifiesto del Partido Comunista, es harto conocida por militantes
políticos, estudiantes y académicos. Cada vez que hay que resumir la concepción
marxista del Estado se recurre a ella. Su sentido parece ser evidente: Marx y
Engels enfatizan con ella el carácter de clase del Estado, su función de
instrumento que garantiza la dominación de la burguesía.
Sin embargo, si la función del Estado fuera tan visible, la
dominación capitalista correría peligro. Un poder demasiado evidente es
ineficaz. Los dominados se darían cuenta que se encuentran sometidos por un
poder ajeno, que tiene por misión someterlos. En el límite, podrían llegar a
pensar que el fundamento del Estado es la fuerza al servicio de la dominación
de una clase particular.
No obstante, la frase de Marx y Engels puede entenderse de
otro modo, más complejo y más rico en consecuencias políticas. La burguesía no
es un todo homogéneo; se halla dividida en fracciones que defienden intereses
específicos (3); los empresarios compiten entre sí. Pero la frase hace
referencia a los “intereses generales” de la burguesía. ¿Cuáles pueden ser
éstos? Ante todo, la preservación de la propiedad privada de los medios de
producción y la reproducción de las relaciones sociales capitalistas. Pero
puede darse el caso de que los intereses particulares de una fracción de la
burguesía vayan en contra de esos intereses colectivos. Por ejemplo: los
empresarios agrícolas prefieren exportar porque los precios del trigo son más
altos en el mercado internacional que en el interno. Eso encarece el precio del
pan en el país. En consecuencia, los trabajadores reclaman el alza de su
salario, perjudicando así las ganancias de los empresarios que no producen ni
trigo ni pan. El Estado interviene regulando el precio del pan y/o poniendo un
tope a la cantidad de trigo que puede exportarse. De ese modo, resguarda los
intereses colectivos de la clase capitalista.
La intervención del Estado en contra de una fracción
particular de la burguesía tiene otro efecto, fundamental para la consolidación
de la dominación del capital: crea la posibilidad de que el Estado aparezca
como representante de los intereses de todos. De ese modo, se oscurece el
clasismo del Estado.
Denunciar el carácter de clase del Estado es sólo el primer
paso; es preciso analizar los mecanismos políticos de la dominación
capitalista. El análisis de la composición de la burguesía en cada caso concreto
resulta imprescindible para entender la dialéctica entre sus intereses
colectivos y los intereses particulares de sus diferentes fracciones. El
conocimiento de esa dialéctica es central para entender las formas en que el
capitalismo supera sus crisis.
La concepción del Estado expuesta en el Manifiesto se resiste a los esquemas fáciles. Durante mucho tiempo,
en épocas de ascenso del movimiento obrero (el destinatario último de la
argumentación contenida en la obra) la frase citada fue interpretada en su
sentido más evidente: el énfasis en el carácter de clase del Estado. Ahora, en
una etapa de derrota de los trabajadores, quienes seguimos defendiendo la causa
del socialismo estamos obligados a leer el otro significado contenido en la
afirmación de Marx y Engels, pues hay que comprender cada uno de los mecanismos
de que dispone el capitalismo para perpetuarse como régimen social.
Notas
(1) Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española.
Versión online.
(2) Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1986). [1° edición:
1848]. Manifiesto del partido comunista.
Buenos Aires: Anteo. (p. 37).
(3) La concepción que atribuye a Marx una concepción
dualista de las clases sociales (capitalistas vs. trabajadores) es errónea,
pues oculta toda la complejidad de la teorización marxista de las mismas. En
obras como El dieciocho brumario de Luis
Bonaparte o Las luchas de clases en
Francia de 1848 a 1850, se aprecia una concepción mucho más rica de la
problemática de las clases. “Lo que
dominó bajo Luis Felipe no fue la burguesía francesa sino una fracción de ella:
los banqueros, los reyes de los ferrocarriles, los propietarios de minas de
carbón y de hierro y de explotaciones forestales y una parte de la propiedad
territorial aliada a ellos: la llamada aristocracia financiera.” (Marx,
Karl, Las luchas de clases en Francia de
1848 a 1850, incluida en Marx, Karl, Trabajo
asalariado y capital, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1985, p. 38).
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