8/2/17

Sobre las “Glosas marginales al artículo El Rey de Prusia y la Reforma Social. Por un prusiano” (1844), de Karl Marx

La Rebelión de los tejedores de Silesia ✆ Julius Hübner
◆ La única tarea de un hombre que piensa y que ama la verdad ante el primer estallido del levantamiento obrero de Silesia no consistía en jugar el papel de maestro de escuela de este acontecimiento sino más bien en estudiar su carácter peculiar. Para ello se requiere en todo caso de cierta capacidad científica y de un amor por los hombres, mientras que para la otra operación basta por completo con una fraseología hecha empapada  de un egoísmo vacío.Karl Marx
Ariel Mayo

Karl Marx (1818-1883) publicó este artículo, fechado en París el 31 de julio de 1844, en el periódico Vorwärts (1). Apareció en dos partes: la primera en el número 63, 7 de agosto de 1844; la segunda, en el número 64, 10 de agosto de 1844. (*) Si bien no son tan conocidas como otros textos del período del pasaje de Marx del liberalismo al socialismo (por ejemplo, al día de la fecha no se encuentra disponible en la sección española de marxists.org), las “Glosas marginales” tienen un  gran importancia, pues en ellas Marx pone por primera vez por escrito la influencia que ejerció sobre su pensamiento la acción de la clase obrera. La rebelión de los tejedores de Silesia mostró de manera práctica, no teórica, las enormes potencialidades políticas de la clase trabajadora. Esto, más el contacto con las organizaciones obreras parisinas, aceleró la adhesión de Marx al socialismo.

Las “Glosas marginales” contienen también una teoría del Estado y de la distinción entre la revolución burguesa (“emancipación política”) y la revolución socialista (“emancipación humana”), producto de la revisión crítica de la experiencia de la Revolución Francesa de 1789-1794, iniciada por Marx en 1843. En este sentido, deben ser leídas en conjunto con la “Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” y “Sobre la cuestión judía”, artículos publicados en 1844.
1. La rebelión de los tejedores de Silesia según Arnold Ruge
Marx discute el artículo de Arnold Ruge, “El rey de Prusia y la reforma social”, aparecido en Vorwärts, núm. 60, 27 de julio de 1844. (2)

Maximilien Rubel sintetiza así contenido del artículo de Ruge:
Critica una ordenanza de Federico Guillermo IV, en la que se establecía que las autoridades encargadas de socorrer a los pobres y a los niños abandonados debían recurrir a la caridad cristiana, con el fin de obtener la ayuda de todos. Ruge ataca el comentario del periódico parisiense La Réforme, que veía en aquélla una medida tomada bajo el imperio del temor y del sentimiento religioso, tras la revuelta de los tejedores de Silesia y de Bohemia. En realidad, afirmaba el periódico francés, la ordenanza prusiana es el signo precursor de una revolución que la situación de Europa torna necesaria. Ruge rechaza esta interpretación aventurada y responde que Alemania no está aún madura para elaborar una concepción general de los males profundos del mundo civilizado y que la miseria de los obreros de los distritos industriales sólo tiene carácter local. Esto explica que un reducido número de tropas hubiera logrado sofocar la rebelión. En cuanto al pretendido sentimiento religioso del gobierno, no era sino la expresión de la doctrina política del Estado prusiano, doctrina que implica el cristianismo. El responsable era el mismo Estado prusiano, pero el rey había preferido descargar al Estado de su responsabilidad, endosándola a la falta de caridad de los creyentes y a la inercia de la administración. Para Ruge, ricos y pobres eran por igual incapaces, en Alemania, de comprender la verdadera causa del mal, por carecer de ese espíritu político que distinguía a los franceses e ingleses. El artículo termina con esta frase: ‘Es imposibles una revolución social sin alma política (es decir, sin concepción organizativa del conjunto). En esta materia, la iniciativa estará sin duda reservada a Francia e Inglaterra, cualesquiera sean las pretensiones reformadoras del rey de Prusia’.” (p. 84). (3)
2. La rebelión de los tejedores de Silesia según Karl Marx
El artículo de Marx tiene como eje la caracterización de la rebelión de los tejedores de Silesia (4). Marx adopta una actitud completamente diferente a la de Ruge (la cita elegida como epígrafe del presente trabajo da cuenta de manera elocuente del tenor de sus diferencias). Mientras que el periodista liberal considera a la rebelión como un suceso menor, Marx compara a ésta con las acciones de la burguesía alemana y escribe:
En un país en el cual no hubo necesidad de ningún soldado para ahogar en toda la burguesía liberal el deseo de libertad de prensa y de constitución; en un país en donde la obediencia pasiva está a la orden del día, en un país tal, ¿el empleo opresivo de la fuerza armada contra débiles tejedores no sería un acontecimiento (...)? Y los débiles tejedores salieron vencedores del primer encuentro. Ellos fueron reprimidos ulteriormente gracias a un acrecentamiento del número de las tropas (...) Que nuestro astuto prusiano compare la revuelta de los tejedores de Silesia con los levantamientos de los obreros ingleses y los tejedores de Silesia le parecerán tejedores fuertes.” (p. 114).
Marx explica que el monarca de Prusia, Federico Guillermo IV (1795-1861; rey de Prusia de 1840 a 1861), no dio gran importancia a la sublevación de los trabajadores porque “el levantamiento no estaba dirigido directamente contra el rey de Prusia sino contra la burguesía.” (p. 114).  Agrega: “El rey de Prusia, en cuanto político, tiene su contrincante inmediato en el liberalismo. Para el rey el antagonismo del proletariado existe tan poco como el rey existe para el proletariado. Se requeriría que el proletariado hubiese alcanzado ya un poder decisivo para ahogar las antipatías, las oposiciones políticas, para atraerse toda la hostilidad de los políticos.” (p. 115).
3. El tratamiento del pauperismo en Gran Bretaña
Los partidos políticos culpan del pauperismo (la miseria de la clase trabajadora) al partido adversario: “ninguno de los partidos concibe una reforma de la sociedad.” (p. 117). La economía política y la prensa culpan de la miseria a los trabajadores. El gobierno y la legislación sobre pobres oscilaron entre atribuir el problema a una deficiencia de la beneficencia o a un exceso de ésta. Finalmente, “la miseria fue considerada como culpa de los miserables y castigada como tal en ellos.” (p. 120).

Marx resume así la política del Estado inglés:
El pauperismo se ha erigido en una institución nacional en el curso de su desarrollo y a pesar de las medidas administrativas, y por por ello ha llegado a convertirse en objeto de una administración ramificada y ampliamente extendida. Pero una administración que ya no tiene como tarea extirparlo sino disciplinarlo y eternizarlo. Esta administración ha renunciado a agotar las fuentes del pauperismo por medios positivos (...) El Estado inglés, bien lejos de sobrepasar las medidas de administración y beneficencia, ha permanecido por detrás de ellas. Él administra solamente el pauperismo que se deja aprehender y encarcelar y que posee la desesperación para ello.” (p. 120).
El pauperismo es producto del desarrollo del capitalismo. Es una pobreza de nuevo tipo, moderna, que no puede compararse a la pobreza de las sociedades precapitalistas. El Estado es incapaz para suprimirlo pues para ello tendría que suprimir el capitalismo. Y el Estado moderno es indisociable del capitalismo. Es por ello que el Estado se limita a administrar el pauperismo y de disciplinarlo.
4. Análisis de las medidas del Estado francés contra el pauperismo
Toma nota de la impotencia de Napoleón Bonaparte (1769-1821; emperador de Francia, 1804-1814 y 1815) frente al problema de la mendicidad. También registra la ineficacia de la Convención (“el máximo de la energía política, del poder político y del entendimiento político - p. 122-) para resolver la cuestión.
5. Análisis de las causas de la impotencia de los Estados para resolver el problema del pauperismo
¿Cuál es la causa de esa impotencia?
Para educar niños es necesario alimentarlos y liberarlos de la necesidad de trabajar para ganarse la vida. La alimentación y la educación de todo el proletariado en crecimiento, sería la aniquilación del proletariado y del pauperismo.” (p. 122).
La consideración del problema del pauperismo lleva a Marx a desarrollar los lineamientos principales de una teoría del Estado moderno.
6. La teoría del Estado
El punto de partida es la siguiente afirmación:
El Estado y la organización de la sociedad no son, desde el punto de vista político, dos cosas diversas. El Estado es la organización de la sociedad. En la medida en que el Estado reconoce anomalías sociales busca la razón, bien en leyes naturales que ninguna potencia humana puede torcer, o en la vida privada, que es independiente de él, y en la ineficacia de la administración, que depende de él.” (p. 122-123).
El pasaje transcrito es riquísimo desde el punto de vista teórico. Cabe destacar lo siguiente:
a. Marx rechaza la escisión entre sociedad civil y sociedad política, la cual constituye uno de los pilares de la ideología de la burguesía; de este modo, reafirma la unidad de la totalidad social, premisa del análisis del capitalismo realizado en El Capital.
b. Concibe al Estado y a la sociedad como dos momentos de la misma totalidad orgánica. Como tales, se encuentran en conexión interna, no en una relación externa.
c.  Quiebra la forma esencialista de pensar el Estado, que pasa a ser concebido como el resultado de la lucha de clases.
d. Enuncia alguno de los mecanismos (la referencia a las “leyes naturales” y a la “administración” por medio de los cuales el Estado oculta su esencia de clase.
El Estado pretende resolver los problemas sociales con medidas administrativas, “porque la administración es la actividad organizadora del Estado.” (p. 123).

A continuación, Marx explica las razones de por qué el Estado no puede resolver las contradicciones de clase:
El Estado no puede, de una parte, suprimir la contradicción entre la determinación y la buena voluntad de la administración y sus medios y posibilidades sin suprimirse a sí mismo, pues él descansa sobre esta contradicción. Él descansa sobre la contradicción entre la vida pública y la vida privada, sobre la contradicción entre el interés general y los intereses particulares. La administración debe limitarse por ello a una actividad formal y negativa, pues allí donde comienzan la vida burguesa y su trabajo cesa el poder de la administración. Aún más, frente a la consecuencia que conlleva la naturaleza no social de esta vida burguesa, de esta propiedad privada, de este comercio, de esta industria, de este saqueo recíproco de las diferentes esferas burguesas, frente a estas consecuencias, la impotencia es la ley natural de la administración. Pues esta fragmentación, esta bajeza, esta esclavitud de la sociedad burguesa, constituyen el fundamento sobre el cual reposa el Estado moderno, de la misma manera que la sociedad civil del esclavismo constituía el fundamento material sobre el cual reposaba el Estado antiguo. (...) Si el Estado moderno quisiera suprimir la impotencia de su administración tendría que suprimir la vida privada actual. Si quisiera suprimir la vida privada tendría que suprimirse a sí mismo, pues él existe sólo en contraposición a la misma. (...) el Estado no puede creer en su impotencia intrínseca de su administración, esto es, de sí mismo. Él sólo puede descubrir imperfecciones formales y accidentales y esforzarse en corregirlas. Si estas modificaciones son infecundas es porque el mal social es una imperfección natural, independiente del hombre, una ley de Dios, o bien porque la voluntad privada está demasiado corrompida como para corresponder a las buenas intenciones de la administración.” (p. 123-124).
En este largo y admirable pasaje hay material para un libro entero. Marx empieza en el punto en que había quedado Jean-Jacques Rousseau en El contrato social (1762): la contradicción entre el interés general y los intereses particulares. El filósofo francés procuró encontrar una forma de Estado que satisficiera la condición de armonía entre interés general e intereses particulares; fracasó en esta tarea. El Estado moderno se basa en la propiedad privada, y ésta no engendra intereses particulares que no pueden conciliarse con el “interés general”; éste es abstracto, aquéllos concretos. Hegel procuró resolver el problema por medio del Estado, concebido como la representación del interés general. Tanto para Rousseau como para Hegel, la propiedad privada es un problema, pero ninguno de ellos propuso abolirla.

Marx toma el problema de Rousseau y lo redefine con herramientas conceptuales tomadas de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), tales como la distinción entre Estado y sociedad civil. Su solución al problema es novedosa. En primer lugar, concibe al Estado y a la sociedad como partes de la misma totalidad orgánica; como expresiones y momentos diferenciados del mismo conjunto. Es por esto que no puede contraponerse una a otra, ni plantear que uno de los momentos puede dar la solución al problema. Rousseau comprendió la importancia de la propiedad privada, pero jamás propuso suprimirla. Al conservar la propiedad, conservaba la escisión entre el Estado y la sociedad civil. Rousseau encarna en el plano de la teoría todo lo que puede dar la democracia burguesa, el máximo de su amplitud. No es casual que haya sido el filósofo de los jacobinos. Marx va más allá, corre el horizonte teórico. El Estado moderno existe porque existe la sociedad civil; o, dicho de otro modo, el interés general existe porque existen los intereses particulares, y la sociedad civil existe porque existe la propiedad privada. Por eso es preciso detonar dicha propiedad, el núcleo de esa totalidad orgánica que es el capitalismo.

El Estado es parte del problema del capitalismo, no es la solución. El Estado necesita retroalimentar las miserias sociales para justificar su existencia. La “mala” conducta de la policía (su connivencia con el delito) es necesaria; no hay “maldad” en los “malos” policías. Además, las soluciones del Estado son administrativas. La administración es una relación social del tipo mando - obedezco, se establece desde arriba hacia abajo. Estas relaciones perpetúan la dominación, son relaciones de dominación.

Marx comprende así los límites del Estado moderno:
Mientras más poderoso es el Estado y por consiguiente más político es un país, menos se inclina a buscar en el principio del Estado, es decir, en la organización actual de la sociedad, cuya expresión oficial y autoconsciente es el Estado, la razón de los males sociales y de comprender su principio general. El entendimiento político es justamente entendimiento político porque piensa en el interior de las limitaciones de la política. Mientras más agudo, mientras más viviente es, más incapaz para comprender los males sociales. (...) El principio de la política es la voluntad. Mientras más unilateral, esto es, mientras más perfecto es el entendimiento político, más cree él en la omnipotencia de la voluntad, más ciego es frente a las barreras naturales y más incapaz es por lo tanto de descubrir la fuente de los males sociales.” (p. 124).
7. La conciencia política de los trabajadores alemanes
Marx remarca una y otra vez la importancia de la rebelión de los tejedores de Silesia:
“...ni uno solo de los levantamientos de los trabajadores franceses e ingleses poseyó un carácter tan teorético y consciente como el levantamiento de los tejedores de Silesia.” (p. 126).
Para referirse a la conciencia de los obreros, Marx toma en cuenta la canción revolucionaria “El Tribunal de Sangre”. En ella, “el proletariado clama inmediatamente, de la manera más brutal, sorprendente, violenta y cortante, su oposición a la sociedad de la propiedad privada.” (p. 127).

Prosigue:
El levantamiento de Silesia comienza justamente con aquello con lo cual terminan los levantamientos obreros ingleses y franceses, con la conciencia sobre la esencia del proletariado. La acción misma porta este carácter de superioridad. No sólo se destruyen las máquinas, estas rivales de los obreros, sino también los libros de comercio, los títulos de propiedad; mientras que todos los otros movimientos sólo se dirigen inicialmente contra el patrón industrial, el enemigo visible, este movimiento se dirige igualmente contra el banquero, el enemigo oculto. Por último, ni un solo levantamiento de los obreros ingleses ha sido dirigido con un valor, con una superioridad y una constancia similares.” (p. 127).
Elogia la obra de Wilhelm Weitling (1808-1871), Garantías de armonía y libertad (1842). Enuncia una tesis que tendrá continuidad a lo largo del siglo XIX:
Que se compare la mezquina y prosaica mediocridad de la literatura política alemana con este debut enorme y brillante de los obreros alemanes. Que se compare este gigantesco zapato político del proletariado con el raquitismo del torcido zapato político de la burguesía alemana y será necesario predecir una forma atlética a la Cenicienta alemana. Se debe conceder que el proletariado alemán es el teórico del proletariado europeo y que el proletariado inglés es su economista, mientras el proletariado francés es su político. Se debe admitir que Alemania posee tanto una vocación clásica para la revolución social como una incapacidad para una revolución política. Pues así como la impotencia de la burguesía alemana es la impotencia política de Alemania, las aptitudes del proletariado alemán - incluso sin mencionar la teoría alemana - son las aptitudes sociales de Alemania. (...) sólo  en el socialismo puede un pueblo filosófico encontrar su praxis correspondiente y por lo tanto sólo puede encontrar en el proletariado el elemento activo de su liberación.” (p. 127-128).
La rebelión de los tejedores silesianos convenció a Marx de la capacidad política de la clase obrera alemana en particular, y de la clase obrera en general. Esto fue decisivo para su adhesión al socialismo, pues la impotencia de los liberales alemanes frente a las medidas represivas de Federico Guillermo IV había mostrado que la burguesía no quería una lucha a fondo contra la monarquía. La “Introducción a la crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel” (1844) permite conocer los puntos de vista de Marx sobre la situación política alemana y puede leerse en paralelo con las “Glosas marginales”.
8. La crítica de la Revolución Burguesa. Diferencias entre “emancipación política” y “emancipación humana”
La constatación de la debilidad del liberalismo alemán llevó a Marx a emprender una revisión crítica de la experiencia de la Revolución Francesa de 1789-1794. Esta tarea comenzó luego de la partida de Marx de la dirección de la Rheinische Zeitung en marzo de 1843. (5)

En las “Glosas marginales”, Marx expuso los resultados de su análisis de la Revolución Francesa, poniendo el acento en los límites de la misma. En este sentido, las “Glosas marginales” complementan el análisis desarrollado en el artículo “Sobre la cuestión judía”.

Marx considera que las rebeliones de los trabajadores son mucho más significativas que las rebeliones políticas (esto es, los movimientos dirigidos exclusivamente a apoderarse del aparato estatal), pues afectan el núcleo de la organización social capitalista:
La comunidad respecto de la cual se encuentra aislado el trabajador es una comunidad de una realidad completamente diferente y de una amplitud distinta por completo a una comunidad política. Esta comunidad de la cual la separa su propio trabajo es la vida misma, la vida física y espiritual, la moralidad humana, la actividad humana, el disfrute humano, la esencia humana. La esencia humana es la verdadera esencia comunitaria del hombre. De la misma manera que el aislamiento funesto respecto de esta esencia es incomparablemente más universal, más insoportable, más terrible, más contradictorio que el aislamiento de la comunidad política, así también la supresión de este aislamiento e incluso una reacción parcial, un levantamiento contra el mismo, tiene una dimensión mucho más infinita, del mismo modo que el hombre es más infinito que el ciudadano y la vida humana que la vida política. El levantamiento industrial puede por ello ser aún tan parcial, pero encierra en sí un alma universal. El levantamiento político puede ser tan universal y disimular bajo la forma más colosal un espíritu estrecho.” (p. 131).
Otro pasaje significativo:
Una revolución social se sitúa en el punto de vista de la totalidad porque ella  - aunque se produjera solamente en un distrito fabril - es una acción de protesta contra la vida deshumanizada, porque ella parte del punto de vista del individuo real singular, porque que la comunidad (...) contra cuya separación protesta el individuo es el verdadero ser comunitario, la esencia humana. El alma política de una revolución consiste por el contrario en la tendencia de las clases que no tienen influencia política a suprimir su aislamiento respecto del Estado y del poder. Su punto de vista es el del Estado, una totalidad abstracta que sólo existe por la separación de la vida real, que es impensable sin la oposición organizada entre la idea general y la existencia individual del hombre. Conforme a la naturaleza limitada y ambigua de esta alma, una revolución de alma política organizada por ella también una esfera dominante en la sociedad, a expensas de la sociedad.” (p. 131-132).
Marx indica el carácter social y político de toda revolución:
Toda revolución disuelve la antigua sociedad: en este sentido es ella social. Toda revolución derroca el antiguo poder: en este sentido ella es política.” (p. 132).
La realización del socialismo requiere el derrocamiento del orden político por medio de la revolución. Marx se separa aquí de socialistas como Charles Fourier (1772-1837) o Roberto Owen (1771-1858), quienes no contemplaban la lucha política contra el Estado burgués.  El párrafo siguiente expresa este punto de vista:
... sin revolución el socialismo no puede realizarse. Él requiere de éste acto político en la medida en que requiere de la destrucción y de la disolución. Pero allí donde comienza su actividad organizadora, allí donde emerge su objetivo propio, su alma, el socialismo arroja su envoltura política.” (p. 132).
Marx concebía ya en 1844 al socialismo como lucha de clases, como una lucha política. Esta concepción alcanzó su expresión más acabada en el Manifiesto Comunista (1848).
Notas
(1) Periódico bisemanal alemán fundado en París a comienzos de 1844 por un grupo de periodistas alemanes emigrados. En mayo de ese año, el nuevo director (L. F. Bernays) pidió la colaboración de Arnold Ruge (1802-1880), Heinrich Heine (1797-1856), Mijail Bakunin (1814-1876), George Werth, Friedrich Engels (1820-1895) y Karl Marx. Ver Maximilien Rubel, Karl Marx: Ensayo de biografía intelectual, Buenos Aires, Paidós, 1970, p. 84.

(2) Ruge firmó el artículo con el seudónimo “Un prusiano”. El título en alemán es “Der König von Preussen und die Sozialreform”. Fue reproducido en la edición MEGA (Obras completas de Marx y Engels), I, 3, pp. 587-598.

(3) Rubel, op. cit, p. 84.

(4) La insurrección de los tejedores de Silesia se desarrolló entre el 4 y el 6 de junio de 1844 y debió ser sofocada por el ejército prusiano. Löwy relata así los sucesos:
El 4 de junio de 1844, la policía detiene a un tejedor en el seno de un grupo que cantaba ese himno [se refiere a un canto creado por los tejedores del pueblo silesiano de Peterswalden] debajo de las ventanas del fabricante Zwanziger (que pagaba salarios de miseria y era, en la región, el símbolo de la opresión de los ricos). Es la gota que derrama el vaso: en la tarde, una masa rebelada saquea las casas de los industriales y destruye los libros de contabilidad; algunos proponen prender fuego, pero la mayoría se niega ‘porque los propietarios recibirían indemnizaciones y porque quieren arruinarlos, para que aprendan, a su vez, lo que es el hambre”. El 5 de junio, una multitud de 3000 tejedores camina hacia un pueblo vecino (Langebielau), donde se desarrollan escenas semejantes. Pero el ejército, alertado, ya interviene y dispara contra la multitud desarmada; mata a 11 obreros e hiere a 24; la masa desesperada reacciona y, a pedradas y palos, expulsa a los soldados del pueblo. Esta victoria duró poco: el 6 de junio llegan tres compañías de infantería y una batería de artillería que aplastan la rebelión. Los sobrevivientes buscan refugio en las montañas y bosques cercanos, donde son acorralados por las tropas: 38 tejedores son detenidos y condenados a duras penas de trabajos forzados. La policía detiene a un tejedor en el seno de un grupo que cantaba ese himno [se refiere a un canto creado por los tejedores del pueblo silesiano de Peterswalden] debajo de las ventanas del fabricante Zwanziger (que pagaba salarios de miseria y era, en la región, el símbolo de la opresión de los ricos). Es la gota que derrama el vaso: en la tarde, una masa rebelada saquea las casas de los industriales y destruye los libros de contabilidad; algunos proponen prender fuego, pero la mayoría se niega ‘porque los propietarios recibirían indemnizaciones y porque quieren arruinarlos, para que aprendan, a su vez, lo que es el hambre”. El 5 de junio, una multitud de 3000 tejedores camina hacia un pueblo vecino (Langebielau), donde se desarrollan escenas semejantes. Pero el ejército, alertado, ya interviene y dispara contra la multitud desarmada; mata a 11 obreros e hiere a 24; la masa desesperada reacciona y, a pedradas y palos, expulsa a los soldados del pueblo. Esta victoria duró poco: el 6 de junio llegan tres compañías de infantería y una batería de artillería que aplastan la rebelión. Los sobrevivientes buscan refugio en las montañas y bosques cercanos, donde son acorralados por las tropas: 38 tejedores son detenidos y condenados a duras penas de trabajos forzados.” (Michael Löwy, La teoría de la revolución en el joven Marx, Buenos Aires, Herramienta y El Colectivo, 2010, p. 161-162.  
Löwy se basa en F. Mehring, Geschichte der Deutschen Sozial Demokratie, p. 228-230). A diferencia de sucedido en los orígenes del movimiento obrero inglés, la rebelión fue contra los capitalistas y no contra las máquinas. El movimiento tuvo repercusiones en toda Silesia, Bohemia, Praga e incluso Berlín, donde se produjeron huelgas y motines obreros durante los meses de junio, julio y agosto de 1844. El Vorwärts prestó gran atención a la rebelión. El 6 de julio publicó una nota que concluye con la siguiente frase: “por primera vez sobre el suelo de la patria alemana, en esta Silesia habitualmente tan tranquila, apareció un signo precursor de la transformación social, que dirige al mundo irresistiblemente, hacia el desarrollo ulterior de la humanidad.” (Citado en Löwy, p. 116). El 10 de julio, Heine publicó en el periódico su poema “Los pobres tejedores”, donde describe a los obreros cuando tejen la mortaja de la vieja Alemania y maldicen al falso Dios, al Rey de los ricos y a la falsa patria. El 13 de julio apareció una nueva nota, donde el levantamiento de los tejedores es presentado como “el grito del gallo que anuncia la llegada del nuevo mundo”. (Löwy, p. 116).


(5) El gobierno prusiano decidió el 21 de enero de 1843 la clausura del periódico, a contar desde el 1°de abril del mismo año. El motivo fue un pedido del zar Nicolás I, indignado porque en un artículo aparecido el 4 de enero se había denunciado a Rusia como el principal apoyo de la política exterior alemana. (Rubel, op. cit., p. 48).

(*) Para la redacción de esta ficha utilicé la traducción española de Rubén Jaramillo: Marx, Karl. (2008). Escritos de Juventud sobre el Derecho. Textos 1837-1847. Barcelona: Anthropos Editorial. (pp. 111-132).