György Lukács ✆ David Levine |
◆ Continuamos la serie de marxismo y dialéctica con un
repaso elemental de algunos tópicos de 'Historia y Conciencia de Clase' y las
polémicas entre Lukács y los marxistas soviéticos
Juan Dal Maso
György
Lukács es uno de los filósofos marxistas más reconocidos del siglo XX. Su obra
es muy vasta y excede ampliamente los temas que trataremos en este artículo. Habiendo
sido primero un intelectual tradicional bastante respetado por representantes
de las ciencias sociales “burguesas” como Max Weber, se hizo comunista a fines
de 1919 y fue comisario de Educación Pública de la República soviética húngara,
que tuvo una breve existencia, producto de las difíciles condiciones de
supervivencia impuestas por la inmediata posguerra, el cerco de los países
imperialistas y la inexperiencia del PC húngaro.
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Historia y Conciencia de clase sintetizaba en el plano
teórico muchas de las experiencias y reflexiones de Lukács durante este
período. Fue publicado por la Editorial Malik en Berlín, a fines de 1923. Malik
Verlag era una editorial reconocida en el ámbito de la extrema izquierda.
Dirigida por Wieland y Helmut Herzfelde, dos hermanos que venían del
radicalismo burgués opositor a la guerra y se unieron al Partido Comunista
Alemán; tenía distintas colecciones de libros marxistas o con enfoques de
izquierda, incluyendo novelas, obras de teatro y teóricas.
Historia y Conciencia de clase intentaba una doble operación
teórica. Por un lado, ofrecía una teoría del desarrollo de la conciencia de la
clase obrera como clase revolucionaria. Por otro, una reconstrucción de la
dialéctica marxista en su relación con el idealismo alemán y como superación de
las “antinomias del pensamiento burgués”, buscando establecer una idea de
“ortodoxia” marxista, centrada en la cuestión del método.
Lukács
señalaba que la ortodoxia marxista no podía definirse por una repetición de las
conclusiones que había sacado en su momento Marx, sino en el método, más
precisamente el método dialéctico. Aquí Lukács articulaba dos problemas
sumamente complejos, por un lado tomaba la Totalidad como la categoría central
de la dialéctica (tanto desde el punto de vista teórico como de la práctica
revolucionaria) y presentaba la dialéctica como el proceso de la relación entre
sujeto y objeto. En el argumento de Lukács, la dialéctica aparecía como
resultado de la acción subjetiva que buscaba transformar la realidad y con eso
se transformaba a sí misma. El proletariado, sometido a un proceso de
“cosificación” que tenía su origen en el fetichismo de la mercancía –que hace aparecer
las relaciones sociales entre las personas como relaciones entre las cosas- era
el único capaz de tomar conciencia de sus fines históricos y captar la
Totalidad de la sociedad capitalista, para transformarla por medios
revolucionarios. De este modo, el proletariado se constituía como sujeto-objeto
idéntico de la historia.
Las
connotaciones hegelianas de este punto de vista eran evidentes: la posibilidad
del proletariado de captar la totalidad a partir de la “cosificación” y
transformarse en sujeto-objeto idéntico de la historia, guardaba estrecha
relación con la concepción de la dialéctica que había presentado Hegel en la Fenomenología del Espíritu. A este
enfoque, caracterizado por la idea de una mayor continuidad entre Hegel y Marx
de la que resultaba aceptable para algunos sectores del movimiento comunista,
se sumaba un diálogo crítico con la sociología burguesa y la crítica a la idea
de extender la dialéctica a la naturaleza.
El
trabajo de Lukács apareció en una suerte de "momento bisagra" del movimiento
comunista internacional. Luego de la derrota de la revolución alemana en 1923,
la III Internacional inicia un período de zig-zags, caracterizado por Trotsky
con el término “centrismo burocrático”, que incluyó el desplazamiento de las
tendencias que se oponían a la dirección de Zinoviev, que a su vez estaba en
una alianza con Stalin y Kamenev contra Trotsky. Este proceso de desplazamiento
de las fracciones rivales fue denominado “bolchevización del partido y la
Internacional” y sus “víctimas” inmediatas fueron la dirección del PC Alemán (a
quien se responsabilizó por la derrota de Alemania, que por otra parte no se
reconocía como derrota) y todos aquellos que no fueran dóciles a la dirección
de la troika.
Esto
explica que en las respuestas del movimiento comunista "oficial" a
las posiciones de Lukács se hayan entrecruzado las cuestiones teóricas con las
políticas, ya que el cuestionamiento de las posiciones "disidentes"
como las de Lukács era funcional a la idea de “partido monolítico” que en ese
momento defendía Zinoviev y más tarde se volvería contra él. Otro blanco de las
críticas era Karl Korsch, autor de Marxismo y Filosofía a quien el sector del
Partido Comunista de la Unión Soviética que controlaba la Internacional
Comunista consideraba parte de la misma corriente que Lukács, lo cual no era
del todo exacto.
En el
V Congreso de la III Internacional, Zinoviev sinterizaría su posición con una
mezcla de anti-intelectualismo y dogmatismo:
“El camarada Graziadei publicó en Italia un libro donde se reproducían los artículos en contra del marxismo que había escrito cuando era un revisionista socialdemócrata. No podemos permitir que este revisionismo teórico quede impune. Tampoco podemos tolerar que nuestro camarada húngaro Lukács haga lo mismo en el terreno de la filosofía y la sociología (…) En el Partido Alemán tenemos la misma tendencia, el camarada Graziadei es profesor. Korsch también es profesor.
(Interrupción de la sala: ‘¡Y
Lukács también!’). Con unos cuantos más de estos profesores elucubrando sus
teorías marxistas, estaremos perdidos. En nuestra Internacional Comunista no
podemos tolerar la presencia de este revisionismo teórico.” (citado en Arato A. y
Breines P, El joven Lukács y los orígenes
del marxismo occidental, México DF, Fondo de Cultura Económica, 1986, pp.
278/279).
En el
plano teórico, las críticas al trabajo de Lukács quedaron a cargo de los
intelectuales comunistas Abrahm Deborin, director de la revista Bajo la Bandera
del marxismo y Lázsló Rudas, militante del PC húngaro enfrentado a Lukács.
En
líneas generales los cuestionamientos a Historia
y Conciencia de Clase realizados por Deborin y Rudas se centraban en la
cuestión del subjetivismo. Según ellos Lukács había construido una filosofía
idealista en la que las “leyes de la dialéctica” dejaban de ser leyes del
desarrollo objetivo de la naturaleza, la historia y la sociedad para pasar a
ser leyes de la actividad subjetiva. Rudas agregaba a su vez que la desviación
de Lukács expresaba una presión de la sociedad burguesa sobre el marxismo,
porque las opiniones filosóficas tenían “raíces sociales objetivas”.
La
respuesta de Lukács a estas críticas, concentrada en un trabajo llamado
“Derrotismo y dialéctica”, escrito por el autor en 1926 pero conocido con
posterioridad a la caída de la URSS, resulta un tanto sorprendente por el
registro utilizado por Lukács para debatir. Mientras Deborin y Rudas habían
realizado una serie de críticas rudimentarias sobre cuestiones teóricas
generales, Lukács orientaría el debate hacia la cuestión estratégica del rol
del partido y el significado del "leninismo". Para Lukács, la crítica
de Deborin y Rudas a su "subjetivismo" escondía una persistencia de
las viejas concepciones gradualistas y mecanicistas de los mencheviques. Contra
la enumeración de cuestiones generales como "la evolución de las
condiciones objetivas" u otras por el estilo, Lukács destacaba la
importancia del rol del partido, no en general si no en los momentos
inmediatamente decisivos a través de concepto de “la insurrección como un
arte”. En ese contexto es que destacaba la importancia de la problemática del
desarrollo de la conciencia de clase. El trabajo de Lukács toca otros temas,
pero lo más llamativo resulta el registro elegido para debatir la cuestión del
“leninismo”, que defendía una reformulación de la cuestión filosófica en
función de una reorientación estratégica.
Este
trabajo de Lukács no fue publicado. En 1926, el filósofo húngaro emprendería
una “retirada estratégica”, de la que su trabajo “Moses Hess y los problemas de la dialéctica idealista” parece ser
la expresión en el plano teórico. En ese texto, Lukács reivindica el realismo
de Hegel, planteando que la “reconciliación” con la realidad es parte central
de su dialéctica, en lo que parece ser una explicación de su adaptación al movimiento
comunista burocratizado. Esta temática la retomaría posteriormente en su
trabajo El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista (1938).
Varias
décadas después, Lukács diría –en tono de autocrítica- que en Historia y Conciencia de clase había
intentado ser más hegeliano que Hegel. Pero más allá de las debilidades que
pudiera tener su enfoque y de sus posteriores posicionamientos, el modo en que
se dio el “debate Lukács” fue la expresión en el plano filosófico de un proceso
de creciente dogmatismo del movimiento comunista, correlativo con su
burocratización.
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