En mayor o menor medida, Karl Marx es una de las figuras más
amadas y simultáneamente más odiadas de la faz de la tierra, con o sin razón.
No importa si uno es políticamente de izquierda, derecha, centro o ninguna de
las anteriores, usted no puede ignorarlo. Es tal vez el pensador subversivo de
mayor impacto del mundo y que contribuyó a definir políticamente los
órdenes económico y político del siglo XX. En América Latina, algunos gobiernos
se remiten a su propuesta como alternativa al capitalismo neoliberal que
procura eliminar las restricciones estatales para andar, como diríamos los
boricuas, “por la libre”.
Sin embargo, podríamos argumentar también que él ha sido uno
de los pensadores menos entendidos por sus opositores y partidarios. Esto se
debe a un sinnúmero de factores: Marx nunca terminó su magnum opus, El Capital, sino que publicó en vida
solo el primer tomo, mientras que los otros dos fueron hechuras de su amigo
Friedrich Engels a partir de las notas del ilustre pensador; malas
traducciones al inglés y al castellano; influencias ideológicas por parte de
los soviéticos y varios ideólogos durante el siglo XX; una comprensión
deficiente de las dialécticas hegelianas y marxianas; las oscuridades de los
mismos escritos marxianos, la falta de contextualización de su obra, cegueras
ideológicas, la distorsión llevada a cabo por Engels de la filosofía marxiana
sobre la dialéctica (aplicada solo a la economía y a la historia) y convertirla
en el llamado “materialismo dialéctico” (que no debe confundirse con la
“dialéctica materialista”), entre muchos otros factores.
Por estas y otras razones, no sorprende que su teoría de
valor sea tan poco comprendida, muy especialmente por sus detractores. Aquí le
vamos a echar una mirada a la visión filosófica marxiana en torno al valor,
para entonces ver más claramente los aciertos y desaciertos de este
sociólogo y economista.
Por cierto, nosotros no sostenemos que su concepción
materialista de la historia sea científica. Desde el punto de vista filosófico,
ya en esta etapa puede servir en el mejor de los casos como una perspectiva con
la que podemos mirar cierto acontecimiento histórico con potencial
explicativo. Sin embargo, en líneas generales, sus predicciones han fracasado
estrepitosamente y (desde tiempos del mismo Marx) sus favorecedores no han
hecho otra cosa que anexar hipótesis ad hoc que expliquen su fracaso
predictivo y cómo “pronto” desembocará en una sociedad socialista como él
predijo. Este comportamiento es señal de que el materialismo histórico es una
seudociencia. Sin embargo, lo que sí podemos decir, es que en El Capital sí podemos encontrar
joyas científicas y filosóficas que no se deben despreciar, independientemente
de la invalidez del materialismo histórico.
La dimensión espiritual de Marx
Ya escucho exclamar: “¿La dimensión `espiritual’? ¡¿En
serio?! Pero Marx era materialista.” Él era materialista, pero no un
materialista grosero. Por “materialismo grosero” quiero decir, un tipo de
materialismo que excluya cualquier tipo de existencia espiritual, en el
sentido cultural del término. Al contrario, Marx sostenía un materialismo
moderado. Acordémonos que para Marx, la ideología dominante de una época, sus
estructuras políticas, las estructuras sociales, etc. están
determinadas en última instancia por las relaciones de producción. Sin
embargo, hay fuerzas claramente espirituales (culturales) que influyen sobre
las relaciones de producción, sobre el modo de producción capitalista, sobre las
relaciones políticas, etc. Este es un punto que se puede ver claramente en El dieciocho Brumario de
Luis Bonaparte (15-27) y
en la Carta de Engels a Bloch
del 21 de septiembre de 1890
Para el Marx autor de El Capital, el valor pertenece a este ámbito espiritual. ¿Cómo es
esto posible si la economía es material? Para Marx, el individuo está
inserto en un enjambre de relaciones de diversos tipos: familiares, económicos,
culturales, políticos, entre otros. Marx reconoce esto cuando examina al
capitalista (al burgués) cuando nos dice:
No pinto de color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías económicas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la formación económico-social, menos que ningún otro podría responsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una creatura por más que subjetivamente pueda elevarse sobre las mismas (El Capital 8)
A Marx no le interesa el examen de las relaciones del
burgués en cuanto a padre de familia, hermano, amigo, jugador de briscas,
lector de novelas de Stephen King o admirador de Amy Adams en Arrival o
despreciador de Man of Steel (¡como debería ser!) A
lo único que Marx le importa es aquellos tipos de relaciones que implica el ser
dueño de los medios de algún producción social (sea como accionista o como
dueño de cualquier empresa de producción social externo al mercado de acciones).
Aquí yace el asunto. ¿Han visto ustedes relaciones en
algún sitio? ¿A qué saben? ¿De qué color son? ¿Son ásperos o lisos? Obviamente
todas estas preguntas son absurdas, ya que todas las relaciones son abstractas.
Sin embargo, para Marx ninguna relación de este tipo es una ficción. Todas las
relaciones sociales son reales y se fundan en una realidad material. Lo
que significa que para él, como para Hegel, existe una vida espiritual a nivel
social. Desde su punto de vista materialista, toda esta vida espiritual emerge de
una realidad material, es decir, una realidad de economía. Marx ve a la
economía en términos físicos: es distribución de materia y energía en forma de
mercancía entre seres humanos. Sin embargo, esto no se da por pura inercia física,
sino que la economía surge de dos tipos de relaciones:
- La relación entre el colectivo humano y la naturaleza
- La relación entre los seres humanos entre sí
Gran parte de esto se inspira del pensador G. W. F. Hegel y
su propuesta dialéctica. Marx y Hegel son bien cercanos en este aspecto, ya que
con excepción de un solo factor, Marx sigue metodológicamente a Hegel al
dedillo. Donde Marx difiere de Hegel es que para este, los opuestos se
armonizan, mientras que para aquel los opuestos mantienen tensiones sistémicas.
Aun así, para ambos, se parte de la totalidad de la dinámica universal (en el
caso de Marx específicamente es la vida sistémica capitalista), en la que la humanidad sostiene una relación
metabólica con la naturaleza. Así que los seres humanos forjan un tipo de
relación de producción (la capitalista), que es resultado de un
proceso histórico y que se distingue de extraer de la naturaleza toda
aquella materia prima que necesita para la producción de mercancías. Para ello,
la sociedad debe incluir una estructura en que haya burguesía y proletariado,
aun cuando mantengan una tensión entre estas clases sociales resultado de
la apropiación del plusvalor generado por la última para beneficio de la
primera.
En otras palabras, todo análisis económico tiene que
incluir un examen del elemento espiritual de la dinámica procesual económica.
Así que toda mercancía implica opuestos: su valor de uso (material) y su valor
de cambio (espiritual), que implica a su vez el trabajo concreto (material) y
el trabajo abstracto (espiritual) y así sucesivamente.
El valor como algo objetivo
Ahora bien, una vez establecemos que
el valor pertenece al ámbito espiritual, de las relaciones entre
seres humanos y estos con la naturaleza, la pregunta es, ¿de qué tipo de valor
está hablando Marx? Para él, el valor
económico de una mercancía lo determina el trabajo socialmente necesario que se
ha acumulado en el proceso de producción (El Capital 48-49). En el fondo, el problema de valor tiene que
ver con aquello que este concepto denota: la riqueza. ¿Qué es la riqueza? Para
Marx, esta no es otra cosa que la totalidad de cosas útiles, necesarias y
agradables para la vida (como diría Adam Smith). En cierto sentido, podríamos
traducir esto último como la totalidad de bienes y servicios distribuidos
económicamente, o (en términos físicos) la totalidad de materia y energía en
forma de mercancía distribuida por la actividad humana en una población.
¿Qué es el dinero? El dinero en los tiempos de Marx eran los
metales preciosos (oro, plata, cobre, entre otros) utilizados solamente como
equivalente de todas las demás mercancías. Esto era posible porque la obtención
de dichos metales se daba gracias al trabajo socialmente necesario. Por otro
lado, la moneda (el dólar, el euro, etc.) es un signo de dinero, mientras que el dinero es signo de valor equivalente al de otras mercancías con la misma
cantidad de trabajo social acumulado.
Si seguimos con cuidado la discusión en El Capital, vemos que para que haya una relación de producción
capitalista, tiene que haber en la vida espiritual colectiva un complejo semiótico que facilite la
circulación de la mercancía. Hoy día sabemos que la situación es más compleja,
dado que desde los años setenta, el dólar ha dejado de basarse en el oro
y otros metales y su valor lo determinan variables relacionadas con la oferta y
la demanda efectiva en Estados Unidos.
Si este es el caso, aunque el valor sea abstracto, tiene un
carácter objetivo determinado por las relaciones humanas. Acordémonos también
que la objetivación (concepto
hegeliano) del valor en la mercancía se da gracias al trabajo colectivo
proletario. Es decir, el valor es
objetivo y su circulación se debe en gran medida gracias a lo que
llamaba Marx “fetichismo de la mercancía”. Nuestras relaciones humanas son
tales que cuando un objeto (el que sea, real o imaginario) pasa a ser
mercancía, esta parece adquirir una vida propia de relaciones de valor entre
ellas y que escapa de nuestra voluntad (El
Capital 87-102).
El capitalismo es una relación de producción en la que el
dinero llama al dinero y que de la riqueza se produce más riqueza. Obviamente
me refiero a la relación:
D-M-D’
(D=Dinero inicial, M=Mercancía (incluye la compra de fuerza
de trabajo), D’=Dinero final)
En la que el plusvalor se define como:
ΔD = D’-D
Es decir, en la que gracias a la actividad de trabajo social
del proletariado, se genera más valor expresado en dinero. De la actividad
colectiva proletaria surge todo bien y servicio que circula en calidad de
mercancía en el organismo colectivo humano. Sin este factor, ¿cómo se podría
asignar valor a la mercancía? ¿Cómo podría el dinero ser signo, en última instancia,
de riqueza?
Objeciones a la teoría marxiana de valor
De ahí que se escuchen varias objeciones:
¿Y qué hay del rol de la oferta y la demanda efectiva?
Esta es una objeción válida. En muchas ocasiones toma la
forma de “… Pero ¿cómo Marx explica la variación de valor de cambio de las
mercancías?” o “¡¿Está loco?! ¿Cómo Marx no va a tener en cuenta el precio de
mercado?”
Estas objeciones se desvanecerían si se tienen en
consideración dos cosas:
1. Lo que Marx está haciendo en el primer tomo de El Capital (noten que es específicamente en ese tomo) es una exposición del proceso de producción de riqueza y cómo el dinero representa el valor de una cierta cantidad de riqueza disponible como mercancía.
1. Lo que Marx está haciendo en el primer tomo de El Capital (noten que es específicamente en ese tomo) es una exposición del proceso de producción de riqueza y cómo el dinero representa el valor de una cierta cantidad de riqueza disponible como mercancía.
2. Marx sí tiene en cuenta la oferta y demanda efectiva en su obra pero no tanto en ESA en particular.
Estos dos elementos tienen una explicación. Si se lee el Prólogo a la primera edición, veremos que Marx intenta adoptar una metodología para abstraer los elementos esenciales del proceso de producción y las relaciones económicas determinadas por el intercambio de valores de las mercancías en un contexto capitalista. Por lo tanto, al igual que Galileo abstraía la resistencia aérea para explicar por qué una bola de boliche tenía la misma aceleración gravitacional que una pluma, Marx abstraía de este proceso las fluctuaciones de precios en el mercado. Para ello él supone que la demanda efectiva y la oferta están perfectamente equilibrados, por lo que el precio natural y del mercado se hallan perfectamente a la par. En tales circunstancias, en que el mercado fluye perfectamente bien, se resaltan las variables pertinentes: valor de uso vs. valor de cambio, trabajo concreto vs. trabajo abstracto, etc., hasta llegar a descubrir dialécticamente la producción de plusvalor.
Tampoco se nos puede escapar que el argumento general
de El Capital es que es una
respuesta a los economistas clásicos. Acordémonos que Marx vive en una época en
la que el capitalismo colapsaba cada 15 a 20 años. Muchos de ellos
achacaban ese colapso a la intervención indebida del estado, a factores
demográficos o a otras variables. Algunos de estos solían argumentar que en una
competencia “perfecta” haría del mercado uno perfectamente estable. Por otro
lado, el objetivo de Marx es mostrar que esto era equivocado. Si algo puede
resumir el primer tomo de El Capital
es lo siguiente: “OK. Vamos a suponer para efectos del argumento que puede
existir un mundo perfectamente estable, con una competencia perfecta,
con un valor de terreno constante y con el precio de mercado correspondiente,
con una oferta y demanda efectiva perfectamente equilibrada, etc. ¿Saben qué?
Aún con todo y eso, el sistema seguirá colapsando.” La adopción de la
dialéctica como mecanismo para de exposición es el instrumento para mostrar
este punto, ya que demuestra (o así piensa él) que el capitalismo no es otra
cosa que una cadena de oposiciones de tensiones que se intentan resolver dentro
del sistema, pero que se acumulan procesualmente y se expresan, entre otras
cosas, en una lucha de clases: la oposición entre la burguesía y el
proletariado. Es decir, la concatenación de contradicciones es tal que lleva al
inevitable colapso económico, en cuya situación la oposición entre ambas clases
sociales inevitablemente acentúan su antagonismo.
Ahora bien, Marx no
ignoraba en lo absoluto la oferta y la demanda efectiva, como bien se puede
observar en su obra Salario, precio y ganancia. Por
ejemplo, nos dice en cuanto a las fluctuaciones del salario del proletariado:
Las relaciones entre la oferta y la demanda de trabajo se hallan sujetas a constantes fluctuaciones, y con ellas fluctúan los precios del trabajo en el mercado. Si la demanda excede a la oferta, subjen los salarios; si la oferta rebasa a la demanda, los salarios bajan, aunque en tales circunstancias pueda ser necesario comprobar el verdadero estado de la demana y la oferta, por ejemplo, por medio de una huelga o por otro procedimiento cualquiera …
Pero enfoquemos la cosa desde un punto de vista más amplio: se equivocarían en toda la línea, si creyeran que el valor del trabajo o de cualquier otra mercancía lo determina en último término, por la oferta y la demanda. La oferta y la demanda no regulan más que las oscilaciones pasajeras de los precios de mercado. Les explicarán por qué el precio de un artículo en el mercado sube por encima de su valor o cae por debajo de él, pero no les explicarán jamás este valor en sí. … En el mismo instante en que estas dos fuerzas contrarias se nivelan, se paralizan mutuamente y dejan de actuar en uno u otro sentido. En el instante mismo en que la oferta y la demanda se equilibran y dejan, por tanto, de actuar, el precio de una mercancía en el mercado coincide con su valor real, con el precio normal [Adam Smith le llamaría precio nominal] en torno al cual oscilan los precios de mercado (46).
Marx ignora por completo el rol de la renta de la tierra en cuanto a la distribución de riqueza
Un problema muy serio con Marx es que nunca trató de manera
efectiva el tema de los precios de terreno en calidad de mercancía. Nadie
“fabrica” un terreno, no es resultado de la actividad productiva proletaria,
sino que este es el lugar que ha de usarse para la producción. Sin embargo,
entra como mercancía en la dinámica capitalista y se le asigna un precio de
acuerdo a la demanda efectiva y la oferta sin que este tenga valor (en el
sentido marxiano del término). Aun esta deficiencia de El Capital, nos dice Marx
en Salario, precio y ganancia:
He aquí por qué todos los escritores anticuados de economía política que sentaban la tesis de que los salarios regulan los precios, intentaban probarla presentando la ganancia y la renta del suelo como simples porcentajes adicionales sobre los salarios (48).
El plusvalor … es lo que yo llamo ganancia. Esta ganancia no se la embolsa en su totalidad el empresario capitalista. El monopolio del suelo permite al terrateniente embolsarse una parte de este plusvalor bajo el nombre de renta de la tierra, lo mismo si la tierra se utiliza para fines agrícolas que si se destina a construir edificios, ferrocarriles o al otro fin productivo cualquiera.
Acabamos de ver que el plusvalor que se encierra en la mercancia o aquella parte del valor de ésta en que se materializa el trabajo no retribuido, se descompone, a su vez, en varias partes, que llevan tres nombres distintos [a saber, la renta de la tierra, el salario y el interés]. … La renta del suelo, el interés y la ganancia industrial no son más que otros tantos nombres diversos para expresar las diversas partes del plusvalor de una mercancía…. No provienen de la tierra como tal, ni del capital de por sí; mas la tierra y el capital permiten a sus poseedores obtener su parte correspondiente en el plusvalor que el empresario capitalista extrae del obrero (64, mis cambios a la traducción).
Si alguien fanático de Adam Smith quiere objetar esta
caracterización de Marx, le aconsejo que lea bien a Adam Smith. Para este padre
de la economía moderna, el precio real del trabajo (la energía gastada por el
trabajador en la fabricación de bienes) nunca coincide con su precio nominal
(el salario), ya que aquel se reparte en la renta de la tierra, el salario y el
beneficio (lo que Marx llama “interés”; Smith 37-38, 51-57).
Comentarios adicionales
Contrario a la impresión que a lo mejor tendrán algunos
aquí, no estamos alegando que Marx tiene una teoría de valor completa o
plenamente satisfactoria. Sí sostenemos que este proceso constituye una parte
esencial del capitalismo, aunque disputamos un poco la caracterización de
muchos conceptos capitalistas como “opuestos” y en tensión, aunque no por eso
dejemos de reconocer que sí existe una tensión inherente y esencial en el
sistema capitalista que es el de la burguesía y el proletariado. Eso tiene
que ser así dado al hecho de que dado un valor producido limitado (un recurso
escaso) que a su vez representa una riqueza escasa, el obrero siempre querrá
mayor salario que necesariamente implica menor ganancia (o interés) para
el capitalista y, a su vez, el capitalista querrá mayor ganancia, lo que
implica menor salario para el proletariado que trabaje para él. Esto es parte
de lo que está ocurriendo en Puerto Rico ante la mal llamada “reforma laboral”
del Gobernador Ricardo Rosselló. Si la gente no quiere creer en la lucha de
clases, que me expliquen estas medidas que tocan al sector privado.
Aunque en algunos aspectos es iluminador, tampoco
coincidimos con el uso de la dialéctica para descubrir el colapso económico del
capitalismo, debido a que en muchos lugares parecen más un artificio marxiano
que otra cosa, ,aunque esto no invalida en absoluto la correcta caracterización
de otros aspectos de algunas genuinas tensiones y otras relaciones entre
categorías capitalistas. La dialéctica marxiana no tiene el mismo valor
explicativo que, por ejemplo, el estudio de dinámicas competitivas en las que
los factores posicionales primordiales no involucran variables en las que el
bien empresarial y el bien público coinciden.
Sin embargo, a pesar de lo dicho, si queremos criticar la teoría del valor marxiano, debemos primero comprenderlo bien y en los términos del mismo Marx, no de sus seguidores y menos sus opositores
Referencias
Marx, Karl. El
Capital: crítica de la economía política – El proceso de producción de
capital I. Traducido por Pedro Scaron, Siglo Veintiuno, 2008.
—. El Dieciocho
Brumario de Luis Bonaparte. Anteo, 1972.
—. Salario,
precio y ganancia. IPS, 2010.
Smith, Adam. The
Wealth of Nations. Tantor Media, 2010.