16/1/17

Comprendiendo a Marx: su teoría del valor

Karl Marx ✆ Kürşat Ünsal
Pedro Rosario Barbosa

En mayor o menor medida, Karl Marx es una de las figuras más amadas y simultáneamente más odiadas de la faz de la tierra, con o sin razón. No importa si uno es políticamente de izquierda, derecha, centro o ninguna de las anteriores, usted no puede ignorarlo. Es tal vez el pensador subversivo de mayor impacto del mundo y que contribuyó a definir políticamente los órdenes económico y político del siglo XX. En América Latina, algunos gobiernos se remiten a su propuesta como alternativa al capitalismo neoliberal que procura eliminar las restricciones estatales para andar, como diríamos los boricuas, “por la libre”.

Sin embargo, podríamos argumentar también que él ha sido uno de los pensadores menos entendidos por sus opositores y partidarios. Esto se debe a un sinnúmero de factores: Marx nunca terminó su magnum opus, El Capital, sino que publicó en vida solo el primer tomo, mientras que los otros dos fueron hechuras de su amigo Friedrich Engels a partir de las notas del ilustre pensador;  malas traducciones al inglés y al castellano; influencias ideológicas por parte de los soviéticos y varios ideólogos durante el siglo XX; una comprensión deficiente de las dialécticas hegelianas y marxianas; las oscuridades de los mismos escritos marxianos, la falta de contextualización de su obra, cegueras ideológicas, la distorsión llevada a cabo por Engels de la filosofía marxiana sobre la dialéctica (aplicada solo a la economía y a la historia) y convertirla en el llamado “materialismo dialéctico” (que no debe confundirse con la “dialéctica materialista”), entre muchos otros factores.

Por estas y otras razones, no sorprende que su teoría de valor sea tan poco comprendida, muy especialmente por sus detractores. Aquí le vamos a echar una mirada a la visión filosófica marxiana en torno al valor, para entonces ver más claramente los aciertos y desaciertos de este sociólogo y economista.

Por cierto, nosotros no sostenemos que su concepción materialista de la historia sea científica. Desde el punto de vista filosófico, ya en esta etapa puede servir en el mejor de los casos como una perspectiva con la que podemos mirar cierto acontecimiento histórico con potencial explicativo. Sin embargo, en líneas generales, sus predicciones han fracasado estrepitosamente y (desde tiempos del mismo Marx) sus favorecedores no han hecho otra cosa que anexar hipótesis ad hoc que expliquen su fracaso predictivo y cómo “pronto” desembocará en una sociedad socialista como él predijo. Este comportamiento es señal de que el materialismo histórico es una seudociencia. Sin embargo, lo que sí podemos decir, es que en El Capital sí podemos encontrar joyas científicas y filosóficas que no se deben despreciar, independientemente de la invalidez del materialismo histórico.
La dimensión espiritual de Marx
Ya escucho exclamar: “¿La dimensión `espiritual’?  ¡¿En serio?! Pero Marx era materialista.” Él era materialista, pero no un materialista grosero. Por “materialismo grosero” quiero decir, un tipo de materialismo que excluya cualquier tipo de existencia espiritual, en el sentido cultural del término. Al contrario, Marx sostenía un materialismo moderado. Acordémonos que para Marx, la ideología dominante de una época, sus estructuras políticas, las estructuras sociales, etc. están determinadas en última instancia por las relaciones de producción. Sin embargo, hay fuerzas claramente espirituales (culturales) que influyen sobre las relaciones de producción, sobre el modo de producción capitalista, sobre las relaciones políticas, etc. Este es un punto que se puede ver claramente en El dieciocho Brumario de Luis Bonaparte (15-27) y en la Carta de Engels a Bloch del 21 de septiembre de 1890

Para el Marx autor de El Capital, el valor pertenece a este ámbito espiritual. ¿Cómo es esto posible si la economía es material?  Para Marx, el individuo está inserto en un enjambre de relaciones de diversos tipos: familiares, económicos, culturales, políticos, entre otros. Marx reconoce esto cuando examina al capitalista (al burgués) cuando nos dice:
No pinto de color de rosa, por cierto, las figuras del capitalista y el terrateniente. Pero aquí sólo se trata de personas en la medida en que son la personificación de categorías econó­micas, portadores de determinadas relaciones e intereses de clase. Mi punto de vista, con arreglo al cual concibo como proceso de historia natural el desarrollo de la forma­ción económico-social, menos que ningún otro podría res­ponsabilizar al individuo por relaciones de las cuales él sigue siendo socialmente una creatura por más que subje­tivamente pueda elevarse sobre las mismas (El Capital 8)
A Marx no le interesa el examen de las relaciones del burgués en cuanto a padre de familia, hermano, amigo, jugador de briscas,  lector de novelas de Stephen King o admirador de Amy Adams en Arrival o despreciador de Man of Steel (¡como debería ser!) A lo único que Marx le importa es aquellos tipos de relaciones que implica el ser dueño de los medios de algún producción social (sea como accionista o como dueño de cualquier empresa de producción social externo al mercado de acciones).

Aquí yace el asunto. ¿Han visto ustedes relaciones en algún sitio? ¿A qué saben? ¿De qué color son? ¿Son ásperos o lisos? Obviamente todas estas preguntas son absurdas, ya que todas las relaciones son abstractas. Sin embargo, para Marx ninguna relación de este tipo es una ficción. Todas las relaciones sociales son reales y se fundan en una realidad material. Lo que significa que para él, como para Hegel, existe una vida espiritual a nivel social. Desde su punto de vista materialista, toda esta vida espiritual emerge de una realidad material, es decir, una realidad de economía. Marx ve a la economía en términos físicos: es distribución de materia y energía en forma de mercancía entre seres humanos. Sin embargo, esto no se da por pura inercia física, sino que la economía surge de dos tipos de relaciones:
- La relación entre el colectivo humano y la naturaleza
- La relación entre los seres humanos entre sí
Gran parte de esto se inspira del pensador G. W. F. Hegel y su propuesta dialéctica. Marx y Hegel son bien cercanos en este aspecto, ya que con excepción de un solo factor, Marx sigue metodológicamente a Hegel al dedillo. Donde Marx difiere de Hegel es que para este, los opuestos se armonizan, mientras que para aquel los opuestos mantienen tensiones sistémicas. Aun así, para ambos, se parte de la totalidad de la dinámica universal (en el caso de Marx específicamente es la vida sistémica capitalista), en la que la humanidad sostiene una relación metabólica con la naturaleza. Así que los seres humanos forjan un tipo de relación de producción (la capitalista), que es resultado de un proceso histórico y que se distingue de extraer de la naturaleza toda aquella materia prima que necesita para la producción de mercancías. Para ello, la sociedad debe incluir una estructura en que haya burguesía y proletariado, aun cuando mantengan una tensión entre estas clases sociales resultado de la apropiación del plusvalor generado por la última para beneficio de la primera.

En otras palabras, todo análisis económico tiene que incluir un examen del elemento espiritual de la dinámica procesual económica. Así que toda mercancía implica opuestos: su valor de uso (material) y su valor de cambio (espiritual), que implica a su vez el trabajo concreto (material) y el trabajo abstracto (espiritual) y así sucesivamente.
El valor como algo objetivo
Ahora bien, una vez establecemos que el valor pertenece al ámbito espiritual, de las relaciones entre seres humanos y estos con la naturaleza, la pregunta es, ¿de qué tipo de valor está hablando Marx? Para él, el valor económico de una mercancía lo determina el trabajo socialmente necesario que se ha acumulado en el proceso de producción (El Capital 48-49). En el fondo, el problema de valor tiene que ver con aquello que este concepto denota: la riqueza. ¿Qué es la riqueza? Para Marx, esta no es otra cosa que la totalidad de cosas útiles, necesarias y agradables para la vida (como diría Adam Smith). En cierto sentido, podríamos traducir esto último como la totalidad de bienes y servicios distribuidos económicamente, o (en términos físicos) la totalidad de materia y energía en forma de mercancía distribuida por la actividad humana en una población.

¿Qué es el dinero? El dinero en los tiempos de Marx eran los metales preciosos (oro, plata, cobre, entre otros) utilizados solamente como equivalente de todas las demás mercancías. Esto era posible porque la obtención de dichos metales se daba gracias al trabajo socialmente necesario. Por otro lado, la moneda (el dólar, el euro, etc.) es un signo de dinero, mientras que el dinero es signo de valor equivalente al de otras mercancías con la misma cantidad de trabajo social acumulado.

Si seguimos con cuidado la discusión en El Capital, vemos que para que haya una relación de producción capitalista, tiene que haber en la vida espiritual colectiva un complejo semiótico que facilite la circulación de la mercancía. Hoy día sabemos que la situación es más compleja, dado que desde los años setenta,  el dólar ha dejado de basarse en el oro y otros metales y su valor lo determinan variables relacionadas con la oferta y la demanda efectiva en Estados Unidos.

Si este es el caso, aunque el valor sea abstracto, tiene un carácter objetivo determinado por las relaciones humanas. Acordémonos también que la objetivación (concepto hegeliano) del valor en la mercancía se da gracias al trabajo colectivo proletario. Es decir, el valor es objetivo y su circulación se debe en gran medida gracias a lo que llamaba Marx “fetichismo de la mercancía”. Nuestras relaciones humanas son tales que cuando un objeto (el que sea, real o imaginario) pasa a ser mercancía, esta parece adquirir una vida propia de relaciones de valor entre ellas y que escapa de nuestra voluntad (El Capital 87-102).

El capitalismo es una relación de producción en la que el dinero llama al dinero y que de la riqueza se produce más riqueza. Obviamente me refiero a la relación:
D-M-D’
(D=Dinero inicial, M=Mercancía (incluye la compra de fuerza de trabajo), D’=Dinero final)
En la que el plusvalor se define como:
ΔD = D’-D
Es decir, en la que gracias a la actividad de trabajo social del proletariado, se genera más valor expresado en dinero. De la actividad colectiva proletaria surge todo bien y servicio que circula en calidad de mercancía en el organismo colectivo humano. Sin este factor, ¿cómo se podría asignar valor a la mercancía? ¿Cómo podría el dinero ser signo, en última instancia, de riqueza?
Objeciones a la teoría marxiana de valor
De ahí que se escuchen varias objeciones:
     ¿Y qué hay del rol de la oferta y la demanda efectiva?
Esta es una objeción válida. En muchas ocasiones toma la forma de “… Pero ¿cómo Marx explica la variación de valor de cambio de las mercancías?” o “¡¿Está loco?! ¿Cómo Marx no va a tener en cuenta el precio de mercado?”

Estas objeciones se desvanecerían si se tienen en consideración dos cosas:

1. Lo que Marx está haciendo en el primer tomo de El Capital (noten que es específicamente en ese tomo) es una exposición del proceso de producción de riqueza y cómo el dinero representa el valor de una cierta cantidad de riqueza disponible como mercancía.

2. Marx sí tiene en cuenta la oferta y demanda efectiva en su obra pero no tanto en ESA en particular.

Estos dos elementos tienen una explicación. Si se lee el Prólogo a la primera edición, veremos que Marx intenta adoptar una metodología para abstraer los elementos esenciales del proceso de producción y las relaciones económicas determinadas por el intercambio de valores de las mercancías en un contexto capitalista. Por lo tanto, al igual que Galileo abstraía la resistencia aérea para explicar por qué una bola de boliche tenía la misma aceleración gravitacional que una pluma, Marx abstraía de este proceso las fluctuaciones de precios en el mercado. Para ello él supone que la demanda efectiva y la oferta están perfectamente equilibrados, por lo que el precio natural y del mercado se hallan perfectamente a la par. En tales circunstancias, en que el mercado fluye perfectamente bien, se resaltan las variables pertinentes: valor de uso vs. valor de cambio, trabajo concreto vs. trabajo abstracto, etc., hasta llegar a descubrir dialécticamente la producción de plusvalor.

Tampoco se nos puede escapar que el argumento general de El Capital es que es una respuesta a los economistas clásicos. Acordémonos que Marx vive en una época en la que el capitalismo colapsaba cada 15 a 20 años.  Muchos de ellos achacaban ese colapso a la intervención indebida del estado, a factores demográficos o a otras variables. Algunos de estos solían argumentar que en una competencia “perfecta” haría del mercado uno perfectamente estable. Por otro lado, el objetivo de Marx es mostrar que esto era equivocado. Si algo puede resumir el primer tomo de El Capital es lo siguiente: “OK. Vamos a suponer para efectos del argumento que puede existir un mundo perfectamente estable, con una competencia perfecta, con un valor de terreno constante y con el precio de mercado correspondiente, con una oferta y demanda efectiva perfectamente equilibrada, etc. ¿Saben qué? Aún con todo y eso, el sistema seguirá colapsando.” La adopción de la dialéctica como mecanismo para de exposición es el instrumento para mostrar este punto, ya que demuestra (o así piensa él) que el capitalismo no es otra cosa que una cadena de oposiciones de tensiones que se intentan resolver dentro del sistema, pero que se acumulan procesualmente y se expresan, entre otras cosas, en una lucha de clases: la oposición entre la burguesía y el proletariado. Es decir, la concatenación de contradicciones es tal que lleva al inevitable colapso económico, en cuya situación la oposición entre ambas clases sociales inevitablemente acentúan su antagonismo.

Ahora bien, Marx no ignoraba en lo absoluto la oferta y la demanda efectiva, como bien se puede observar en su obra Salario, precio y ganancia. Por ejemplo, nos dice en cuanto a las fluctuaciones del salario del proletariado:
Las relaciones entre la oferta y la demanda de trabajo se hallan sujetas a constantes fluctuaciones, y con ellas fluctúan los precios del trabajo en el mercado. Si la demanda excede a la oferta, subjen los salarios; si la oferta rebasa a la demanda, los salarios bajan, aunque en tales circunstancias pueda ser necesario comprobar el  verdadero estado de la demana y la oferta, por ejemplo, por medio de una huelga o por otro procedimiento cualquiera …
Pero enfoquemos la cosa desde un punto de vista más amplio: se equivocarían en toda la línea, si creyeran que el valor del trabajo o de cualquier otra mercancía lo determina en último término, por la oferta y la demanda. La oferta y la demanda no regulan más que las oscilaciones pasajeras de los precios de mercado. Les explicarán por qué el precio de un artículo en el mercado sube por encima de su valor o cae por debajo de él, pero no les explicarán jamás este valor en sí. … En el mismo instante en que estas dos fuerzas contrarias se nivelan, se paralizan mutuamente y dejan de actuar en uno u otro sentido. En el instante mismo en que la oferta y la demanda se equilibran y dejan, por tanto, de actuar, el precio de una mercancía en el mercado coincide con su valor real, con el precio normal [Adam Smith le llamaría precio nominal] en torno al cual oscilan los precios de mercado (46).
     Marx ignora por completo el rol de la renta de la tierra en cuanto a la distribución de riqueza
Un problema muy serio con Marx es que nunca trató de manera efectiva el tema de los precios de terreno en calidad de mercancía. Nadie “fabrica” un terreno, no es resultado de la actividad productiva proletaria, sino que este es el lugar que ha de usarse para la producción. Sin embargo, entra como mercancía en la dinámica capitalista y se le asigna un precio de acuerdo a la demanda efectiva y la oferta sin que este tenga valor (en el sentido marxiano del término). Aun esta deficiencia de El Capital, nos dice Marx en Salario, precio y ganancia:
He aquí por qué todos los escritores anticuados de economía política que sentaban la tesis de que los salarios regulan los precios, intentaban probarla presentando la ganancia y la renta del suelo como simples porcentajes adicionales sobre los salarios (48).
El plusvalor … es lo que yo llamo ganancia. Esta ganancia no se la embolsa en su totalidad el empresario capitalista. El monopolio del suelo permite al terrateniente embolsarse una parte de este plusvalor bajo el nombre de renta de la tierra, lo mismo si la tierra se utiliza para fines agrícolas que si se destina a construir edificios, ferrocarriles o al otro fin productivo cualquiera.
Acabamos de ver que el plusvalor que se encierra en la mercancia o aquella parte del valor de ésta en que se materializa el trabajo no retribuido, se descompone, a su vez, en varias partes, que llevan tres nombres distintos [a saber, la renta de la tierra, el salario y el interés]. … La renta del suelo, el interés y la ganancia industrial no son más que otros tantos nombres diversos para expresar las diversas partes del plusvalor de una mercancía…. No provienen de la tierra como tal, ni del capital de por sí; mas la tierra y el capital permiten a sus poseedores obtener su parte correspondiente en el plusvalor que el empresario capitalista extrae del obrero (64, mis cambios a la traducción).
Si alguien fanático de Adam Smith quiere objetar esta caracterización de Marx, le aconsejo que lea bien a Adam Smith. Para este padre de la economía moderna, el precio real del trabajo (la energía gastada por el trabajador en la fabricación de bienes) nunca coincide con su precio nominal (el salario), ya que aquel se reparte en la renta de la tierra, el salario y el beneficio (lo que Marx llama “interés”; Smith 37-38, 51-57).
Comentarios adicionales
Contrario a la impresión que a lo mejor tendrán algunos aquí, no estamos alegando que Marx tiene una teoría de valor completa o plenamente satisfactoria. Sí sostenemos que este proceso constituye una parte esencial del capitalismo, aunque disputamos un poco la caracterización de muchos conceptos capitalistas como “opuestos” y en tensión, aunque no por eso dejemos de reconocer que sí existe una tensión inherente y esencial en el sistema capitalista que es el de la burguesía y el proletariado. Eso tiene que ser así dado al hecho de que dado un valor producido limitado (un recurso escaso) que a su vez representa una riqueza escasa, el obrero siempre querrá mayor salario que necesariamente implica menor ganancia (o interés) para el capitalista y, a su vez, el capitalista querrá mayor ganancia, lo que implica menor salario para el proletariado que trabaje para él. Esto es parte de lo que está ocurriendo en Puerto Rico ante la mal llamada “reforma laboral” del Gobernador Ricardo Rosselló. Si la gente no quiere creer en la lucha de clases, que me expliquen estas medidas que tocan al sector privado.

Aunque en algunos aspectos es iluminador, tampoco coincidimos con el uso de la dialéctica para descubrir el colapso económico del capitalismo, debido a que en muchos lugares parecen más un artificio marxiano que otra cosa, ,aunque esto no invalida en absoluto la correcta caracterización de otros aspectos de algunas genuinas tensiones y otras relaciones entre categorías capitalistas. La dialéctica marxiana no tiene el mismo valor explicativo que, por ejemplo, el estudio de dinámicas competitivas en las que los factores posicionales primordiales no involucran variables en las que el bien empresarial y el bien público coinciden.

Sin embargo, a pesar de lo dicho, si queremos criticar la teoría del valor marxiano, debemos primero comprenderlo bien y en los términos del mismo Marx, no de sus seguidores y menos sus opositores
Referencias
Marx, Karl. El Capital: crítica de la economía política – El proceso de producción de capital I. Traducido por Pedro Scaron, Siglo Veintiuno, 2008.
—. El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Anteo, 1972.
—. Salario, precio y ganancia. IPS, 2010.
Smith, Adam. The Wealth of Nations. Tantor Media, 2010.