Georg Wilhelm Friedrich Hegel ✆ A.d. |
Juan Dal Maso
El surgimiento y potente desarrollo del idealismo alemán es
inseparable de la política del despotismo ilustrado de la segunda mitad del
Siglo XVIII. Nos referimos en especial a Federico II de Prusia, que durante su
reinado (1740-1786) instituyó una serie de reformas a fin de modernizar el
Estado, evitando de ese modo el surgimiento de un movimiento de Ilustración
radicalizado como el que diera sustento ideológico a la Revolución Francesa.
Sus ideas, algunas de ellas bien expresadas por Kant en su conocido texto “Qué es la ilustración”, podían
resumirse en: educación del pueblo, libertad de conciencia contra el predominio
de la Iglesia, reducción de los abusos de autoridad, abolición de la tortura,
reconocimiento de la igualdad ante la ley, entre otras.
Entre las reformas promovidas por Federico II se incluyó la
conformación de un sólido sistema educativo y el fomento de las ciencias y las
artes. Esta política tuvo como resultado el desarrollo de amplias camadas de
intelectuales, con mucho tiempo para pensar y no tantas cosas para hacer, dado
el carácter “primitivo” del desarrollo capitalista germano.
Entre esas camadas de intelectuales, a fines del siglo XVIII
terminaban sus estudios en el seminario de Tübingen tres jóvenes que harían
época en la filosofía y la literatura alemanas: Schelling y Hegel, que serían
figuras destacadas del idealismo alemán y Hölderling, quien fuera un gran poeta
reconocido hasta la actualidad. La escena filosófica alemana estaba dominada
por Kant, que había intentado desarrollar una filosofía crítica que superara
los límites del racionalismo y el empirismo. En 1794 se había publicado la Doctrina de la Ciencia de Fichte, que
preconizaba un idealismo subjetivo.
En una carta a Schelling, fechada el 16 de abril de 1795,
Hegel confesaba a su amigo: “Del sistema de Kant y de su último
perfeccionamiento espero una revolución en Alemania basada en principios que ya
están ahí y sólo necesitan ser elaborados universalmente y ser aplicados a todo
el saber anterior.” Persiguiendo esa tentativa, Hegel daría lugar a uno de los
sistemas de pensamiento más complejos y formidables de toda la historia de la
filosofía.
Siguiendo la periodización propuesta por el marxista húngaro
György Lukács en El joven Hegel y los
problemas de la sociedad capitalista, el desarrollo del pensamiento juvenil
de Hegel puede sintetizarse en cuatro períodos: un primer período llamado
“teológico” (Berna, 1793/96), un segundo período de crisis de sus concepciones
sociales y comienzos de su “método dialéctico” (Frankfurt, 1797/1800), un
tercer período de fundamentación del “idealismo objetivo” (Jena 1801/1803) y un
último período de ruptura con Schelling y publicación de la Fenomenología del Espíritu (Jena
1803/1807), que se considera la primera obra del Hegel “maduro”.
El primer período (Berna 1793/1796) está caracterizado por
la reflexión acerca de algunos tópicos que guardan relación con el pensamiento
de la Ilustración, en clave teológica e histórico-política, dentro de un marco
republicano: la crítica del cristianismo como expresión de la decadencia de la
sociedad moderna, la reivindicación de las repúblicas antiguas porque no
estaban afectadas por la división entre hombre público y privado (ciudadano y
burgués). En esta perspectiva, mientras la religión de la antigüedad era una
religión de la libertad que unía al individuo con la comunidad a través de
fiestas populares y otras instancias colectivas, el cristianismo era una
religión “positiva” (en el sentido de algo “puesto” como objetivo y externo al
pueblo), propia del hombre privado, el despotismo y la servidumbre. La propia
evolución conservadora de la Revolución Francesa y la desolada realidad alemana
impondrían luego a Hegel una “reconciliación” con el cristianismo, que
contradictoriamente lo acercaría más a una concepción dialéctica, como veremos.
Durante el segundo período (Frankfurt, 1797/1800), Hegel irá
dando un viraje desde las cuestiones sociales e históricas a las más
específicamente filosóficas, manteniendo como núcleo común con el período
anterior la cuestión de la contradicción entre individuo y comunidad propia de
la sociedad burguesa. Trata estos temas en diversos escritos, de los que se
conservaron fragmentos. Asimismo, encara algunos problemas políticos de la
Alemania de su tiempo. En un escrito sobre los conflictos constitucionales en
Württemberg reformula la noción de “positividad”, que en sus escritos de Berna
caracterizaba al cristianismo, para extenderla a la explicación de cómo un
conjunto de normas -en este caso el ordenamiento constitucional de ese ducado-
se vuelven obsoletas mediante un proceso histórico, de modo tal que una
institución no es “positiva” (en el sentido señalada más arriba) por sí misma,
sino que se vuelve tal al entrar en contradicción con los cambios que se dan en
la realidad.
En La Constitución de Alemania critica la división de su
país y cuestiona la soberanía territorial de los principados y sus
constituciones como un triunfo del principio feudal sobre el Estado. Hegel
desarrolla también un estudio crítico de la ética de Kant, a la que cuestiona
no tener en cuenta al hombre “entero” y proponer una moral “positiva” para el
hombre vivo, al absolutizar el concepto del deber. Hegel persigue la
alternativa de una adecuación de la ley moral con la vida, caracterizada por la
colisión de deberes como punto de partida del análisis y se orienta de la
reflexión sobre los problemas morales hacia lo social, destacando la noción de
vida, como expresión de la unidad contradictoria de la sociedad burguesa. Este
período, en el que Hegel realizará también un estudio de los Fundamentos de economía política de
James Steuart, culmina con la obra El espíritu del cristianismo y su destino,
la más destacada del período de Frankfurt, en la que analiza el cristianismo
como una unificación en la conciencia (pero no en la vida) de la contradicción
entre individuo y sociedad burguesa. También escribe un Fragmento de sistema
que adelanta algunas cuestiones que tratará en sus escritos de Jena.
Durante el período de fundamentación y defensa del idealismo
objetivo (Jena 1801/1803), Hegel trabaja muy cerca de Schelling, que en 1801
había publicado su “Sistema del Idealismo Trascendental”. En esa obra,
Schelling intentaba complementar y desarrollar los argumentos expuestos por
Fichte en su Doctrina de la Ciencia,
pero orientándose hacia una filosofía de la naturaleza. Hegel se orientaría en
un sentido similar al de Schelling. En su Diferencia
entre los sistemas de filosofía de Fichte y Schelling, así como en la
Revista de Filosofía -que impulsa junto con éste- Hegel destaca la necesidad
del paso de un idealismo subjetivo -que supone un mundo “puesto” por el sujeto-
a un idealismo objetivo que sin dejar de dar primacía al espíritu por sobre la
materia, reconozca la objetividad como un momento necesario del conocimiento
filosófico. No obstante esta coincidencia inicial, Schelling y Hegel
mantendrían diferencias importantes. Para Schelling, el acceso al conocimiento
de “lo absoluto” (un conocimiento total que une los planos de lo particular y
lo universal) era una proceso de tipo inmediato, dado por una “intuición
intelectual” de inspiración estética, mientras que para Hegel era necesaria una
“tercera solución” que fuera más allá de la comprensión de las determinaciones
parciales o el conocimiento inmediato de lo absoluto (la totalidad). En lugar
de la “intuición intelectual” Hegel destacaba la necesidad de la reflexión
filosófica que construye un orden progresivo hacia el conocimiento de lo
absoluto. Durante estos años también formularía su idea de un Estado que
expresa el interés general frente a una sociedad divida en estamentos que
representan intereses particulares, manteniendo la correlación característica
de su pensamiento entre cuestiones filosóficas, políticas y sociales.
Durante el período siguiente (Jena, 1803/1807) las
diferencias con Schilling lo llevarían a profundizar su propia concepción
filosófica, de la cual ofrecería una primera exposición brillante y muy
compleja en su obra Fenomenología del
espíritu, la cual sería posteriormente objeto de crítica por parte de
Feuerbach y Marx. En el Prólogo de esa obra realizaría una crítica despiadada
al pensamiento de Schilling y una exposición de su propio método dialéctico,
exponiendo luego un recorrido por la experiencia de la conciencia, que resume
la historia de la humanidad en una suerte de “odisea” que algunos autores
compararon con el Fausto de Goethe o El Capital de Marx.
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