15/8/16

Dialéctica y marxismo: el joven Hegel

Georg Wilhelm Friedrich Hegel
 ✆ A.d.
Juan Dal Maso
El surgimiento y potente desarrollo del idealismo alemán es inseparable de la política del despotismo ilustrado de la segunda mitad del Siglo XVIII. Nos referimos en especial a Federico II de Prusia, que durante su reinado (1740-1786) instituyó una serie de reformas a fin de modernizar el Estado, evitando de ese modo el surgimiento de un movimiento de Ilustración radicalizado como el que diera sustento ideológico a la Revolución Francesa. Sus ideas, algunas de ellas bien expresadas por Kant en su conocido texto “Qué es la ilustración”, podían resumirse en: educación del pueblo, libertad de conciencia contra el predominio de la Iglesia, reducción de los abusos de autoridad, abolición de la tortura, reconocimiento de la igualdad ante la ley, entre otras.

Entre las reformas promovidas por Federico II se incluyó la conformación de un sólido sistema educativo y el fomento de las ciencias y las artes. Esta política tuvo como resultado el desarrollo de amplias camadas de intelectuales, con mucho tiempo para pensar y no tantas cosas para hacer, dado el carácter “primitivo” del desarrollo capitalista germano.

Entre esas camadas de intelectuales, a fines del siglo XVIII terminaban sus estudios en el seminario de Tübingen tres jóvenes que harían época en la filosofía y la literatura alemanas: Schelling y Hegel, que serían figuras destacadas del idealismo alemán y Hölderling, quien fuera un gran poeta reconocido hasta la actualidad. La escena filosófica alemana estaba dominada por Kant, que había intentado desarrollar una filosofía crítica que superara los límites del racionalismo y el empirismo. En 1794 se había publicado la Doctrina de la Ciencia de Fichte, que preconizaba un idealismo subjetivo.

En una carta a Schelling, fechada el 16 de abril de 1795, Hegel confesaba a su amigo: “Del sistema de Kant y de su último perfeccionamiento espero una revolución en Alemania basada en principios que ya están ahí y sólo necesitan ser elaborados universalmente y ser aplicados a todo el saber anterior.” Persiguiendo esa tentativa, Hegel daría lugar a uno de los sistemas de pensamiento más complejos y formidables de toda la historia de la filosofía.

Siguiendo la periodización propuesta por el marxista húngaro György Lukács en El joven Hegel y los problemas de la sociedad capitalista, el desarrollo del pensamiento juvenil de Hegel puede sintetizarse en cuatro períodos: un primer período llamado “teológico” (Berna, 1793/96), un segundo período de crisis de sus concepciones sociales y comienzos de su “método dialéctico” (Frankfurt, 1797/1800), un tercer período de fundamentación del “idealismo objetivo” (Jena 1801/1803) y un último período de ruptura con Schelling y publicación de la Fenomenología del Espíritu (Jena 1803/1807), que se considera la primera obra del Hegel “maduro”.

El primer período (Berna 1793/1796) está caracterizado por la reflexión acerca de algunos tópicos que guardan relación con el pensamiento de la Ilustración, en clave teológica e histórico-política, dentro de un marco republicano: la crítica del cristianismo como expresión de la decadencia de la sociedad moderna, la reivindicación de las repúblicas antiguas porque no estaban afectadas por la división entre hombre público y privado (ciudadano y burgués). En esta perspectiva, mientras la religión de la antigüedad era una religión de la libertad que unía al individuo con la comunidad a través de fiestas populares y otras instancias colectivas, el cristianismo era una religión “positiva” (en el sentido de algo “puesto” como objetivo y externo al pueblo), propia del hombre privado, el despotismo y la servidumbre. La propia evolución conservadora de la Revolución Francesa y la desolada realidad alemana impondrían luego a Hegel una “reconciliación” con el cristianismo, que contradictoriamente lo acercaría más a una concepción dialéctica, como veremos.

Durante el segundo período (Frankfurt, 1797/1800), Hegel irá dando un viraje desde las cuestiones sociales e históricas a las más específicamente filosóficas, manteniendo como núcleo común con el período anterior la cuestión de la contradicción entre individuo y comunidad propia de la sociedad burguesa. Trata estos temas en diversos escritos, de los que se conservaron fragmentos. Asimismo, encara algunos problemas políticos de la Alemania de su tiempo. En un escrito sobre los conflictos constitucionales en Württemberg reformula la noción de “positividad”, que en sus escritos de Berna caracterizaba al cristianismo, para extenderla a la explicación de cómo un conjunto de normas -en este caso el ordenamiento constitucional de ese ducado- se vuelven obsoletas mediante un proceso histórico, de modo tal que una institución no es “positiva” (en el sentido señalada más arriba) por sí misma, sino que se vuelve tal al entrar en contradicción con los cambios que se dan en la realidad.

En La Constitución de Alemania critica la división de su país y cuestiona la soberanía territorial de los principados y sus constituciones como un triunfo del principio feudal sobre el Estado. Hegel desarrolla también un estudio crítico de la ética de Kant, a la que cuestiona no tener en cuenta al hombre “entero” y proponer una moral “positiva” para el hombre vivo, al absolutizar el concepto del deber. Hegel persigue la alternativa de una adecuación de la ley moral con la vida, caracterizada por la colisión de deberes como punto de partida del análisis y se orienta de la reflexión sobre los problemas morales hacia lo social, destacando la noción de vida, como expresión de la unidad contradictoria de la sociedad burguesa. Este período, en el que Hegel realizará también un estudio de los Fundamentos de economía política de James Steuart, culmina con la obra El espíritu del cristianismo y su destino, la más destacada del período de Frankfurt, en la que analiza el cristianismo como una unificación en la conciencia (pero no en la vida) de la contradicción entre individuo y sociedad burguesa. También escribe un Fragmento de sistema que adelanta algunas cuestiones que tratará en sus escritos de Jena.

Durante el período de fundamentación y defensa del idealismo objetivo (Jena 1801/1803), Hegel trabaja muy cerca de Schelling, que en 1801 había publicado su “Sistema del Idealismo Trascendental”. En esa obra, Schelling intentaba complementar y desarrollar los argumentos expuestos por Fichte en su Doctrina de la Ciencia, pero orientándose hacia una filosofía de la naturaleza. Hegel se orientaría en un sentido similar al de Schelling. En su Diferencia entre los sistemas de filosofía de Fichte y Schelling, así como en la Revista de Filosofía -que impulsa junto con éste- Hegel destaca la necesidad del paso de un idealismo subjetivo -que supone un mundo “puesto” por el sujeto- a un idealismo objetivo que sin dejar de dar primacía al espíritu por sobre la materia, reconozca la objetividad como un momento necesario del conocimiento filosófico. No obstante esta coincidencia inicial, Schelling y Hegel mantendrían diferencias importantes. Para Schelling, el acceso al conocimiento de “lo absoluto” (un conocimiento total que une los planos de lo particular y lo universal) era una proceso de tipo inmediato, dado por una “intuición intelectual” de inspiración estética, mientras que para Hegel era necesaria una “tercera solución” que fuera más allá de la comprensión de las determinaciones parciales o el conocimiento inmediato de lo absoluto (la totalidad). En lugar de la “intuición intelectual” Hegel destacaba la necesidad de la reflexión filosófica que construye un orden progresivo hacia el conocimiento de lo absoluto. Durante estos años también formularía su idea de un Estado que expresa el interés general frente a una sociedad divida en estamentos que representan intereses particulares, manteniendo la correlación característica de su pensamiento entre cuestiones filosóficas, políticas y sociales.

Durante el período siguiente (Jena, 1803/1807) las diferencias con Schilling lo llevarían a profundizar su propia concepción filosófica, de la cual ofrecería una primera exposición brillante y muy compleja en su obra Fenomenología del espíritu, la cual sería posteriormente objeto de crítica por parte de Feuerbach y Marx. En el Prólogo de esa obra realizaría una crítica despiadada al pensamiento de Schilling y una exposición de su propio método dialéctico, exponiendo luego un recorrido por la experiencia de la conciencia, que resume la historia de la humanidad en una suerte de “odisea” que algunos autores compararon con el Fausto de Goethe o El Capital de Marx.

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