◆ La crítica
ecológica en Marx desapareció entre 1930 y 1960. Hoy son incontables los
estudiosos marxistas del asunto, para quienes la relación entre naturaleza y
sociedad es vista como coevolutiva.
Gilson Dantas
El tema de la crítica ecológica en Marx prácticamente
desapareció de la literatura marxista entre fines de la década de 1930 y la
década 1960. El notable estudio del marxista británico Christopher Caudwell
sobre biología/ecología, por ejemplo, solo sería publicado en 1986, medio siglo
después, debido a las resistencias estalinistas del PC inglés. El británico
tenía una completa claridad sobre el carácter inseparable y coevolutivo de la
relación entre seres humanos y naturaleza. Y según E. P. Thompson, tuvo el
mérito de trascender el positivismo del marxismo estalinizado de su momento sin
caer en un sesgo idealista, pues nos recuerda John B. Foster, que hasta un
pensador de la talla de György Lukács tendía a adoptar la postura de no ver
ninguna dialéctica en la naturaleza.
Después de la Segunda Guerra Mundial podemos encontrar al
marxista norteamericano Paul Swezzy adoptando un determinado enfoque ecológico
de la economía, desde su Teoría del
desarrollo capitalista hasta su artículo con Paul Baran, en la Monthly Review de septiembre de 1989,
titulado Socialismo y ecología. De
todas formas, en la década de 1960 el tema ambiental no poseía en absoluto aun
la visibilidad actual, y tampoco la devastación ecológica había alcanzado los
niveles de hoy, graves y globalmente amenazadores. Otras obras de época fueron
más influyentes, como Primavera
silenciosa de Rachel Carson, publicada en 1962 en Estados Unidos, con
edición brasilera en 1964.
De la época vale destacar, entre tantas otras, algunas obras como Ecología y revolución de Herbert Marcuse
(1972) y antes, en 1961, bajo la dirección de Adorno y Horkheimer, El concepto de naturaleza en Marx del frankfurtiano Alfred Schmidt, con foco
en la naturaleza. Esta obra, publicada en inglés en 1970, sería vigorosamente
criticada por John Bellamy Foster en La
ecología de Marx. Materialismo y naturaleza (2005) por su unilateralismo
que lo lleva a separar dialéctica de materialismo. De todas maneras la crítica
sistemática a Schmidt sería llevada a cabo por Paul Burkett (Marx y la naturaleza).
Schmidt es seguido por otros autores referenciados en Marx, pero aun tendientes a las unilateralizaciones, como Parsons (1977), que desarrolló un amplio trabajo de recuperación del tema en Marx, y que integra todo un espectro de autores –como Benton (1986) o Giddens- que terminan alineándose con los denominados verdes y algunos presumidos marxistas al adoptar la postura crítica a un Marx poco “verde” y supuestamente “productivista”, en su óptica. James O’Connor también intenta “completar” el lado “verde” del marxismo, del cual, según su entendimiento, Marx carecía. Todos ellos recuperan elementos importantes del pensamiento de Marx sobre la naturaleza a ejemplo del frankfurtiano Reiner Grundmann (Marxismo y Ecología, 1991), que trae amplios argumentos de Marx sobre la cuestión tecnológica.
Algunos años más adelante despuntan en el marxismo lecturas
ecológicas con Raymond Williams y E. P. Thompson, así como seguía adelante el
también ya nombrado grupo de la Monthly Review. En 1992, E. Altvater publicó en
alemán El precio de la riqueza: pillaje
ambiental y el nuevo desorden mundial (publicado por la Unesp, en 1995) en
el que también trata el tema. A la vez, vale destacar a científicos de
izquierda con opciones materialistas, que asumen nuevo ímpetu ya desde los años
’70, como Richard Lewontin, S. Jay Gould y Richard Levins, todos de Harvard (un
linaje que tiene que ver con los destacados científicos materialistas de
izquierda de la década de 1930 como John. D. Bernal, John B. S. Haldane y
Joseph Needham).
En la más reciente etapa, los estudiosos marxistas del asunto son incontables en tal cantidad que sería fastidioso enumerarlos aquí, pero los ya citados Burkett, con más reservas, y Foster, constituyen una buena referencia contemporánea a favor de una comprensión más integral de Marx.
La comprensión de estos dos autores, con más claridad sobre
todo Foster, es que en primer lugar no se trata de “complementar” a Marx. Este
ya habría dejado indicaciones y el método crítico para una visión radical sobre
el tema de las consecuencias negativas y destructivas del capital contra la
sociedad y la naturaleza.
En Foster la relación entre naturaleza y sociedad es vista
como coevolutiva y el método de Marx, del materialismo histórico y dialéctico,
despunta como alternativa analítica para la crisis ambiental, superando todo
enfoque “verde” (en general reformista o incluso liberal) o aquellos anteriores
que desconocían a Marx –lector del químico alemán Justus Von Liebig- como un
autor debidamente inserto en el debate ambiental y con enorme poder analítico y
metodológico.
En síntesis, autores como Foster y una creciente cantidad de
pensadores, con cada vez más frecuencia, convergen para la convicción de que:
a) está instalado en el planeta y en flagrante desarrollo un proceso de degradación y devastación de suelos, aires y aguas que deconstruye la calidad de la vida humana, y cuya dinámica amenaza nuestra propia supervivencia;
b) la creciente degradación ambiental producida por la sociedad ha llevado a todas las especies al sufrimiento y a la degradación biológica, y a muchas de ellas a la extinción. [Denuncias de la degradación ambiental de los años ’70 constan, por ejemplo, en obras como las del francés Dorst (1973) o del alemán Liebmann (1979)]; y
c) el marxismo está apto a ir más fondo y de forma práctica más consecuente en la crítica a ese estado de cosas.
El argumento de Victor Wallis a ese respecto (Crítica Marxista N.° 29, 2009) es bien
pertinente:
“No es necesario estar en la izquierda para reconocer el ritmo acelerado en que los fenómenos naturales están desviándose de sus patrones usuales, fenómeno por el cual ciertas especies, incluyendo a los habitantes humanos de zonas vulnerables, ya están pagando un precio alto. Sin embargo, en una perspectiva socialista, estamos equipados para que coincida con un sentido justificado de urgencia con un enfoque radical correspondiente al análisis de las causas reales del problema”.
La comprensión de estos dos autores, con más claridad sobre
todo Foster, es que en primer lugar no se trata de “complementar” a Marx. Este
ya habría dejado indicaciones y el método crítico para una visión radical sobre
el tema. En nuestra opinión, la relevancia y la pertinencia instrumental del
análisis marxista, del método de Marx cuando se pretenda una más profunda
crítica a la crisis ambiental, se constituye en el punto de partida insoslayable,
comenzando por el dato de que el marxismo percibe a la sociedad desgarrada y
burocratizada como base para entender una naturaleza devastada. Y junto con el
rescate de elementos de Marx y Engels, parece igualmente importante el
cuestionamiento sobre aquello que, también en la esfera del tema ambientalista,
aparece como marxismo, pero que sin embargo, frecuentemente, no articula la
crítica ambiental con el punto de vista teórico-político más afecto a Karl
Marx, la de los combates de la clase trabajadora y sus aliados, los oprimidos
del mundo. Es decir, bienvenido el foco que ve en las clases sociales y en la
lucha de clases el presupuesto para que se entienda por qué el ambiente está
siendo devastado, comenzando por los que viven del trabajo, y sus familias.
Pero el marxismo, en primer lugar, se articula con la
cuestión del sujeto. ¿Quién es el sujeto social que puede cambiar esta ruta
ecocida? Por eso mismo el marxismo es inseparable de la más correcta estrategia
de transición y superación revolucionaria de esta sociedad, elemento del que
por lo demás careció el denominado “socialismo real”. Se pierde en este caso
–el del socialismo sin gestión obrera- un eslabón de continuidad con el núcleo
del pensamiento “ambiental” de Marx. (Vale repetir: la cuestión del sujeto
social capaz de replantear la relación del ser humano con la naturaleza fuera
de los marcos de la alienación y del fetiche del dinero).
Es un importante motivo por el que no se puede separar a
Marx de la cuestión ambientalista. Entre otras cosas, también debido a un
elemento básico: la burguesía, que controla las fábricas y todos los medios de
producción dotados de colosal poder contaminante, revela su quiebra histórica
como clase dirigente: contamina todo el tiempo. Es una clase social que, en nombre
del lucro y por lo tanto, de la llamada “reducción de costos”, solo puede
seguir conduciéndonos hacia la barbarie ambiental.
La clase ecológicamente revolucionaria es el proletariado,
ya que, a diferencia de las experiencias en los países estalinizados, pasa a
controlar democráticamente los medios de producción, transformándolos
naturalmente en propiedad pública.
Gilson Dantas es
doctor en Sociología y ex-preso político, militante del Movimiento de
Trabajadores Revolucionarios de Brasil y autor del libro Naturaleza
atormentada. Marxismo y clase trabajadora (2012).
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