15/8/16

El regreso del marxismo al debate ambiental: ¿por qué Marx?

La crítica ecológica en Marx desapareció entre 1930 y 1960. Hoy son incontables los estudiosos marxistas del asunto, para quienes la relación entre naturaleza y sociedad es vista como coevolutiva.

Gilson Dantas
El tema de la crítica ecológica en Marx prácticamente desapareció de la literatura marxista entre fines de la década de 1930 y la década 1960. El notable estudio del marxista británico Christopher Caudwell sobre biología/ecología, por ejemplo, solo sería publicado en 1986, medio siglo después, debido a las resistencias estalinistas del PC inglés. El británico tenía una completa claridad sobre el carácter inseparable y coevolutivo de la relación entre seres humanos y naturaleza. Y según E. P. Thompson, tuvo el mérito de trascender el positivismo del marxismo estalinizado de su momento sin caer en un sesgo idealista, pues nos recuerda John B. Foster, que hasta un pensador de la talla de György Lukács tendía a adoptar la postura de no ver ninguna dialéctica en la naturaleza.

Después de la Segunda Guerra Mundial podemos encontrar al marxista norteamericano Paul Swezzy adoptando un determinado enfoque ecológico de la economía, desde su Teoría del desarrollo capitalista hasta su artículo con Paul Baran, en la Monthly Review de septiembre de 1989, titulado Socialismo y ecología. De todas formas, en la década de 1960 el tema ambiental no poseía en absoluto aun la visibilidad actual, y tampoco la devastación ecológica había alcanzado los niveles de hoy, graves y globalmente amenazadores. Otras obras de época fueron más influyentes, como Primavera silenciosa de Rachel Carson, publicada en 1962 en Estados Unidos, con edición brasilera en 1964.

De la época vale destacar, entre tantas otras, algunas obras como Ecología y revolución de Herbert Marcuse (1972) y antes, en 1961, bajo la dirección de Adorno y Horkheimer, El concepto de naturaleza en Marx del frankfurtiano Alfred Schmidt, con foco en la naturaleza. Esta obra, publicada en inglés en 1970, sería vigorosamente criticada por John Bellamy Foster en La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza (2005) por su unilateralismo que lo lleva a separar dialéctica de materialismo. De todas maneras la crítica sistemática a Schmidt sería llevada a cabo por Paul Burkett (Marx y la naturaleza).

Schmidt es seguido por otros autores referenciados en Marx, pero aun tendientes a las unilateralizaciones, como Parsons (1977), que desarrolló un amplio trabajo de recuperación del tema en Marx, y que integra todo un espectro de autores –como Benton (1986) o Giddens- que terminan alineándose con los denominados verdes y algunos presumidos marxistas al adoptar la postura crítica a un Marx poco “verde” y supuestamente “productivista”, en su óptica. James O’Connor también intenta “completar” el lado “verde” del marxismo, del cual, según su entendimiento, Marx carecía. Todos ellos recuperan elementos importantes del pensamiento de Marx sobre la naturaleza a ejemplo del frankfurtiano Reiner Grundmann (Marxismo y Ecología, 1991), que trae amplios argumentos de Marx sobre la cuestión tecnológica.

Algunos años más adelante despuntan en el marxismo lecturas ecológicas con Raymond Williams y E. P. Thompson, así como seguía adelante el también ya nombrado grupo de la Monthly Review. En 1992, E. Altvater publicó en alemán El precio de la riqueza: pillaje ambiental y el nuevo desorden mundial (publicado por la Unesp, en 1995) en el que también trata el tema. A la vez, vale destacar a científicos de izquierda con opciones materialistas, que asumen nuevo ímpetu ya desde los años ’70, como Richard Lewontin, S. Jay Gould y Richard Levins, todos de Harvard (un linaje que tiene que ver con los destacados científicos materialistas de izquierda de la década de 1930 como John. D. Bernal, John B. S. Haldane y Joseph Needham).

En la más reciente etapa, los estudiosos marxistas del asunto son incontables en tal cantidad que sería fastidioso enumerarlos aquí, pero los ya citados Burkett, con más reservas, y Foster, constituyen una buena referencia contemporánea a favor de una comprensión más integral de Marx.

La comprensión de estos dos autores, con más claridad sobre todo Foster, es que en primer lugar no se trata de “complementar” a Marx. Este ya habría dejado indicaciones y el método crítico para una visión radical sobre el tema de las consecuencias negativas y destructivas del capital contra la sociedad y la naturaleza.

En Foster la relación entre naturaleza y sociedad es vista como coevolutiva y el método de Marx, del materialismo histórico y dialéctico, despunta como alternativa analítica para la crisis ambiental, superando todo enfoque “verde” (en general reformista o incluso liberal) o aquellos anteriores que desconocían a Marx –lector del químico alemán Justus Von Liebig- como un autor debidamente inserto en el debate ambiental y con enorme poder analítico y metodológico.

En síntesis, autores como Foster y una creciente cantidad de pensadores, con cada vez más frecuencia, convergen para la convicción de que:
a) está instalado en el planeta y en flagrante desarrollo un proceso de degradación y devastación de suelos, aires y aguas que deconstruye la calidad de la vida humana, y cuya dinámica amenaza nuestra propia supervivencia;
b) la creciente degradación ambiental producida por la sociedad ha llevado a todas las especies al sufrimiento y a la degradación biológica, y a muchas de ellas a la extinción. [Denuncias de la degradación ambiental de los años ’70 constan, por ejemplo, en obras como las del francés Dorst (1973) o del alemán Liebmann (1979)]; y
c) el marxismo está apto a ir más fondo y de forma práctica más consecuente en la crítica a ese estado de cosas.
El argumento de Victor Wallis a ese respecto (Crítica Marxista N.° 29, 2009) es bien pertinente:
“No es necesario estar en la izquierda para reconocer el ritmo acelerado en que los fenómenos naturales están desviándose de sus patrones usuales, fenómeno por el cual ciertas especies, incluyendo a los habitantes humanos de zonas vulnerables, ya están pagando un precio alto. Sin embargo, en una perspectiva socialista, estamos equipados para que coincida con un sentido justificado de urgencia con un enfoque radical correspondiente al análisis de las causas reales del problema”.
La comprensión de estos dos autores, con más claridad sobre todo Foster, es que en primer lugar no se trata de “complementar” a Marx. Este ya habría dejado indicaciones y el método crítico para una visión radical sobre el tema. En nuestra opinión, la relevancia y la pertinencia instrumental del análisis marxista, del método de Marx cuando se pretenda una más profunda crítica a la crisis ambiental, se constituye en el punto de partida insoslayable, comenzando por el dato de que el marxismo percibe a la sociedad desgarrada y burocratizada como base para entender una naturaleza devastada. Y junto con el rescate de elementos de Marx y Engels, parece igualmente importante el cuestionamiento sobre aquello que, también en la esfera del tema ambientalista, aparece como marxismo, pero que sin embargo, frecuentemente, no articula la crítica ambiental con el punto de vista teórico-político más afecto a Karl Marx, la de los combates de la clase trabajadora y sus aliados, los oprimidos del mundo. Es decir, bienvenido el foco que ve en las clases sociales y en la lucha de clases el presupuesto para que se entienda por qué el ambiente está siendo devastado, comenzando por los que viven del trabajo, y sus familias.

Pero el marxismo, en primer lugar, se articula con la cuestión del sujeto. ¿Quién es el sujeto social que puede cambiar esta ruta ecocida? Por eso mismo el marxismo es inseparable de la más correcta estrategia de transición y superación revolucionaria de esta sociedad, elemento del que por lo demás careció el denominado “socialismo real”. Se pierde en este caso –el del socialismo sin gestión obrera- un eslabón de continuidad con el núcleo del pensamiento “ambiental” de Marx. (Vale repetir: la cuestión del sujeto social capaz de replantear la relación del ser humano con la naturaleza fuera de los marcos de la alienación y del fetiche del dinero).

Es un importante motivo por el que no se puede separar a Marx de la cuestión ambientalista. Entre otras cosas, también debido a un elemento básico: la burguesía, que controla las fábricas y todos los medios de producción dotados de colosal poder contaminante, revela su quiebra histórica como clase dirigente: contamina todo el tiempo. Es una clase social que, en nombre del lucro y por lo tanto, de la llamada “reducción de costos”, solo puede seguir conduciéndonos hacia la barbarie ambiental.

La clase ecológicamente revolucionaria es el proletariado, ya que, a diferencia de las experiencias en los países estalinizados, pasa a controlar democráticamente los medios de producción, transformándolos naturalmente en propiedad pública.

Gilson Dantas es doctor en Sociología y ex-preso político, militante del Movimiento de Trabajadores Revolucionarios de Brasil y autor del libro Naturaleza atormentada. Marxismo y clase trabajadora (2012).
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