Alberto Quiñónez / Hacia 1920, los movimientos proletarios en
Europa configuraban una gama bastante diversa de interpretaciones del marxismo.
Alimentados por las condiciones que las realidades específicas imponían a los
movimientos y partidos de izquierda, diversos planteamientos políticos fueron
surgiendo a lo largo y ancho de Europa. El peso de la figura de mismo Lenin quien denunciara en ¿Qué hacer? el mal uso que muchos
movimientos estaban haciendo de su obra El Estado y la revolución, cuyas
premisas eran en muchos casos vistas como dogmas de fe. El riesgo del fascismo,
el empuje imperialista por distintos flancos, las devastadoras consecuencias de
la Primera Guerra Mundial y la situación relativamente ejemplar de la URSS,
hicieron del dogmatismo un lugar común en el marxismo.
En ese plano surgen posturas disidentes como las de Georg
Lukács y Karl Korsch1, sucedidos después por un creativo
y comprometido Antonio Gramsci. El aporte filosófico de Korsch hay que situarlo
precisamente en ese contexto de creciente ideologización del marxismo, de
unificación de estrategias y tácticas políticas de los diferentes partidos
comunistas europeos, y de la creciente influencia e injerencia del Partido
Comunista de la URSS sobre los demás partidos comunistas. De hecho, una de las
obras más importantes de Korsch, su libro Marxismo
y filosofía, fue sepultada en su tiempo por las urgencias ideológicas y
políticas del marxismo soviético. El libro de Korsch sufrió la suerte de otros
libros y autores, como Historia y conciencia de clase de Lukács, que fueron
proscritos y olvidados y luego recuperados por corrientes críticas al “marxismo
oficial”. Las presentes notas suponen alguna explicación introductoria a las
ideas de Marxismo y filosofía 2.
El eje central de la problemática que aborda Korsch en el
libro ya citado, es la relación entre marxismo y la filosofía, lo que de otro
modo puede caracterizarse como la relación entre acción política y teoría. La
preocupación de Korsch no es banal: la historia del movimiento proletario no
hallaba una expresión enteramente positiva respecto al desarrollo de la teoría
revolucionaria, y viceversa. Ni la teoría ni la práctica siguen de forma
ineluctable un camino ascendente y hacia adelante. De esta forma, Korsch
plantea sistemáticamente que el estado de la teoría está siempre en relación a
las condiciones materiales y que son estas condiciones las que ejercen en
muchos casos la presión hacia atrás de la teoría y de la práctica
revolucionarias, incidiendo en que esa teoría se cosifique y se convierta en
ideología, en falsa conciencia del mundo, que no por ser falsa es menos real.
La tensión entre el marxismo y la filosofía no es casual. Ya
para el mismo Marx la abolición de la filosofía representa una condición de la
emancipación del ser humano. No obstante, en Marx la abolición de la filosofía
no se entiende como supresión, sino como realización de la filosofía.
Dialécticamente puede decirse que la cosa en sí se realiza si, a partir de la
tensión de sus contradicciones, pasa a un estado cualitativamente superior. Es
decir, si la cosa da de sí todo lo que posiblemente puede dar; y este dar de sí
deviene de las contradicciones mismas. Así, la realización de la filosofía,
para Marx, es la superación de las contradicciones materiales y espirituales
que la filosofía en su larga tradición ha expresado. Por otro lado, para el
marxismo vulgar, la abolición de la filosofía significaba la eliminación de la
especulación filosófica idealista lo que implicaba, además, poner entre
paréntesis toda la historia del pensamiento humano por ser productos de
sociedades divididas en clases. Si bien el conocimiento es producto de una
situación social conflictiva en la que la clase dominante determina la visión
de mundo vigente, este conocimiento debe pasar por su asimilación crítica y su
reconfiguración en instrumento de la lucha de clases. La negación de esa
posibilidad refuerza las posiciones hegemónicas de las clases dominantes a
nivel cultural, político, económico y social, porque mantiene intactos sus
instrumentos de legitimación.
Para Marx, en la interpretación de Korsch, la abolición de
la filosofía supone la imbricación de ésta con el mundo de lo real; la
filosofía deja de ser filosofía como especulación vacía, deja de ser abstracta
para “ascender a lo concreto”, deja de ser especulación para convertirse en
horizonte de posibilidades. Con ello, el horizonte de la filosofía es
eminentemente práctico, y lo es no en una visión reduccionista de la filosofía
como instrumento de la emancipación –lo cual supondría derivar hacia una
racionalidad instrumental propia del marxismo soviético-, sino como contenido
utópico de toda transformación social. Pero, si la abolición de la filosofía
supone su realización ¿cómo lograr esa realización, por cuáles vías teóricas y
prácticas? ¿Cuál es el puente que media entre la filosofía apartada del mundo y
la filosofía como horizonte de la praxis? Precisamente, alrededor de esta
mediación se abre la discusión de Korsch, mediación que identifica en la
dialéctica entre filosofía y ciencia, específicamente, entre filosofía y
ciencia social.
En la ciencia oficial (tanto natural como social), el
positivismo había hecho una separación insalvable entre epistemología y ética,
entre conocimiento del mundo y acción humana; dicha separación no sólo era una
reducción de las posibilidades del conocimiento mismo, sino que producía una
cosificación del objeto y del sujeto del conocimiento (que en el caso de la
sociedad es el mismo). Por otro lado, el positivismo aspiraba al conocimiento
especializado y atomizado de los fenómenos sin que para ello fuera necesaria la
comprensión del fenómeno social en su totalidad. Estos dos elementos derivarían
en la constitución de una razón atrofiada, cuyo peso principal recaería sobre
la instrumentalización del conocimiento.
La realización de la filosofía parte de un puntal
eminentemente crítico: la negación de la filosofía burguesa como filosofía real
y de la ciencia positiva como ciencia real. Ya Marx sostenía en las Tesis sobre
Feuerbach que es la praxis la que constituye el criterio de verdad de última
instancia, lo cual es válido tanto para la filosofía como para la ciencia3. Ese criterio de verdad es válido
no como burdo empirismo, sino como efectividad histórica axiológicamente
demarcada. Los límites axiológicos, además, responden a la emancipación del ser
humano, a la destrucción de todas las formas de destrucción de la humanidad. Lo
verdadero es aquello posible, y lo posible es aquello que es justo.
La realización de la filosofía entonces supone esfuerzos teóricos
y práxicos de transformación sistémica. La filosofía se realiza como una
filosofía que supere lo abstracto y puro de la filosofía tradicional. Pero
asimismo, la ciencia debe realizarse como ciencia superando el carácter
cosificatorio y abstracto de la ciencia positiva, es decir, negándose en su
forma burguesa y moderna. Es por ello que en Marx la realización de la
filosofía no se deslinda del devenir de su sujeto histórico, el proletariado:
la tijera de la historia es a la vez la emancipación material de las clases
oprimidas y la configuración de una filosofía que dote a esa emancipación
material de sentido.
En el plano de la filosofía, hay que insistir en que no es
la filosofía como tal la que desparece o la llamada a ser abolida, sino aquella
filosofía que mantiene al ser humano en el sojuzgamiento y la denigración, esa
filosofía abstracta que plantea principios por encima de toda condición humana.
Ya Marx habría planteado: “La profesión
de fe de Prometeo: ‘En una palabra, yo odio a todos los dioses’, es la suya
propia [de la filosofía], su propio juicio contra todas las deidades
celestiales y terrestres que no reconocen a la autoconciencia humana como la
divinidad suprema […] En el calendario filosófico Prometeo ocupa el lugar más
distinguido entre los santos y los mártires”4. Esa filosofía deshumanizada es la
que hay que abolir, situando en su lugar una filosofía humana, liberadora. En
el plano de la teoría social, la apuesta está por una ciencia al servicio de la
transformación del mundo, teoría a la cual subyace un marco filosófico. La
teoría para ser científica debe pasar por el filo de la praxis que, como ya se
dijo, es su criterio de verdad de última instancia. Y para ello debe
reconstruirse a través de una comprensión multidimensional de la realidad
social, es decir, de una ciencia histórica tal como pedía el mismo Marx y que,
en cierto modo, sigue la línea de la omnicomprensión social de corte hegeliano.
De esta forma reivindica Korsch el socialismo científico
planteado por Marx y Engels 5, que es la forma supletoria de la
filosofía abstracta, a la vez que es un principio normador e integrador de una
nueva ciencia. Esa nueva ciencia no es una ciencia delineada bajo los
parámetros cosificadores de la ciencia burguesa, moderna, positiva. Debe partir
de un principio axiológico determinado por la filosofía concreta y situar como
centro al ser humano y a la vida.
Con el riesgo de utilizar una categoría cargada de
significaciones metafísicas, podría decirse que Korsch, recuperando a Marx,
aboga por una transubstanciación de la filosofía y de la ciencia, en donde
ambos conceptos se mantienen pero a cambio de ser afines a la liberación del
ser humano, para ello, claro está, debe cambiar su contenido. Ese cambio de
contenido no es una sustitución simple y burda, es una asimilación crítica de
la tradición filosófica y científica. El medio para esa asimilación y el
comodín epistémico de tal transubstanciación es el socialismo científico.
Notas
1 Karl Korsch fue miembro de la
socialdemocracia alemana, primero como militante y luego como político y
funcionario. Su libro “Marxismo y
filosofía” es uno de los primeros que se atrevieron a cuestionar la
dogmatización en que paulatinamente caía la teoría marxista. Pese a su
erudición y sus aportes novedosos en el libro mencionado, murió abjurando del
marxismo. Para mayor detalle puede consultarse el prólogo de Adolfo Sánchez
Vázquez a “Marxismo y filosofía” en
la edición que citamos más adelante.
2 Korsch, K. Marxismo y filosofía. Traducción y prólogo de A. Sánchez Vázquez.
Ediciones Era. México. 1971.
3 Marx, K. “Tesis sobre Feuerbach”. Manuscritos de 1844. UCA editores. San
Salvador, El Salvador. 1987. Págs. 145.
4 Marx, K. Diferencia de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro.
Editorial Ayuso. 1971. Pág. 7.
5 Hay que hacer una precisión
importante. En Del socialismo utópico al
socialismo científico, no hay una supresión del socialismo utópico por un
socialismo matemático, “científico” en el sentido positivista. Al contrario,
Engels recupera aquí la memoria y aportes de los socialistas utópicos frente al
mundo irracional del capitalismo. Cfr.: Engels, F. Del socialismo utópico al socialismo científico. Ocean Sur.
Caracas, Venezuela. 2013. No obstante, la positivización del marxismo encarnada
en un socialismo previsible casi matemáticamente, sobre todo, algunas
derivaciones en el campo de la economía apuntaban al cálculo en tiempo de los
periodos de crisis y de cómo eso abría prácticamente la puerta al devenir del
socialismo (palpable, por ejemplo, en la periodización de las crisis
capitalistas, elaborada por Kondratiev y luego discutida por Mandel y Trotsky).
http://www.rebelion.org/ |