Pío Tamayo ✆ Yolanda Delgado |
► Pío Tamayo tuvo una actuación estelar en el
acto central de la Semana del Estudiante, cuando, ante el Panteón Nacional,
leyó su extenso poema “Homenaje y demanda del Indio”, directo reclamo a las
condiciones del país donde se aludía al pasado aborigen americano y del país
Néstor Rivero | El 5 de octubre de 1935 falleció en
Barquisimeto Pío Tamayo, pionero de la difusión del pensamiento
revolucionario en la Venezuela del siglo XX, y quien durante sus años de
cautiverio en el Castillo Libertador de Puerto Cabello, formó los primeros
círculos para el estudio del marxismo en el país. El “Floricultor” ‒nacido en 1898 en El Tocuyo‒, entregó su existencia meses después de
ser liberado de la prisión debido a un fuerte quebranto pulmonar.
En 1922, Pío fue forzado por las autoridades del estado Lara
a exiliarse, bajo la amenaza encerrarlo en prisión si permanecía en el país. En
el origen de la exigencia estaba el hecho de que Tamayo ‒quien
administraba la hacienda de su familia en los alrededores de El Tocuyo‒, a diferencia del propietario tradicional, promovía entre los peones
cooperativas y usos de mutua prestación, lo que lo hacía sospechoso para el
régimen gomecista.
Fuera del país, Tamayo laboró en una central azucarera. En
1923 trabajó para una imprenta en Nueva York. Para septiembre de ese año, en La
Habana, se integra al periódico ‘Venezuela Libre’ y a la “Revista
Universitaria”, acercándose al Partido Comunista de Cuba, y también al grupo de
venezolanos que formulan la lucha contra el gomecismo desde una postura de
aproximación socialista.
El buró del Caribe
Ya identificado con la visión de la sociedad de Carlos Marx,
Pío se adentra en los núcleos que en la cuenca del Caribe trazan programas
socialistas en el marco de la liberación nacional y la estructura
agrario-feudal del país. Su análisis le c
onduce a priorizar la organización del
proletariado urbano, como sector social que ha de liderar la transformación
radical de la sociedad. Así, en 1924 en Barranquilla, crea la Unión Obrera Venezolana,
de perfil marxista. De allí va a Panamá donde, en función de su visión
internacionalista, contribuye a organizar grupos de inquilinos y al estallido
de una huelga de dicho sector. Ello le acarrea la expulsión del itsmo: se fue a
Guatemala y luego a Costa Rica. Ya era miembro del llamado Buró del Caribe,
grupo de filiación marxista adscrito a la III Internacional fundada por Lenin
en 1919.Vuelta a la Patria
Pío regresa a Venezuela a fines de 1926. En 1927 se integra
como redactor a la revista Élite y colabora en el diario ‘Mundial’, en Caracas.
A comienzos de 1928 se involucra de modo directo al lado de Jóvito Villalba,
Rómulo Betancourt y Juan Bautista Fuenmayor, en la organización y ejecución de
los actos de la Semana del Estudiante, que se celebraba en el Carnaval de ese
año.
La jornada servirá a los noveles líderes de la Venezuela que
enfrentaba al dictador desde una tribuna urbana y con instrumentos distintos a
los del caudillismo decimonónico, para mostrar a propios y extraños la
vitalidad de un nuevo actor político, el cual sorprendió a los funcionarios de
la dictadura y al propio Gómez.
Inicialmente, los funcionarios gomecistas no supieron cómo
actuar ante las circunstancias: una oposición civil que alcanzaba vigor con
cada nueva coyuntura y movilización de calle, y que congregaba a estudiantes
universitarios, núcleos de artesanos, obreros y profesionales urbanos
El poema
Pío Tamayo tuvo una actuación estelar en el acto central de
la Semana del Estudiante, cuando, ante el Panteón Nacional, leyó su extenso
poema “Homenaje y demanda del Indio”,
directo reclamo a las condiciones del país donde se aludía al pasado aborigen
americano y del país [“Sangre en sangres
dispersa / almagre oscuro y fuerte estirpe Jirajara (...) de Mara y Yaracuy”].
Allí, denunció el “anacrónico cesarismo”.
No cayeron en gracia, entre las altas esferas del gomecismo,
las invocaciones del poema a la “rebeldía” y a la novia cuyo nombre es
“Libertad”. Así, el marzo del mismo año 1928 Pío es encarcelado, y no recobrará
su libertad sino para ir a agonizar en brazos de los suyos en diciembre de
1934. Al resto de los jóvenes que participaron en la Semana del Estudiante, se
les liberó, unos serían expulsados del país, otros fueron sometidos a régimen
de confinamiento.
La Carpa Roja
Entre 1928 y 1934, en sus años de presidio, Pío, quien había
estudiado concienzudamente la teoría revolucionaria, se dedicó a formar a las
nuevas generaciones en el marxismo. Entre sus discípulos se encuentran Miguel
Acosta Saignes, Ángel J. Márquez y Rodolfo Quintero entre otros. Esos círculos
de estudios eran conocidos como la Carpa Roja.
En recopilación de escritos de y sobre Pío Tamayo, el
investigador Jesús Mujica, del colectivo Idealidad Avanzada, comenta un párrafo
que sobre sí mismo, escribió del iniciador del marxismo en Venezuela “Supe que mi condena obedece a que el
gobierno (de Juan Vicente Gómez) ha
tenido noticias de que mantengo escuela de comunismo en el Castillo. No de
comunismo pero sí de idealidad avanzada. Cada día de cárcel me preparo mejor”.
Al igual que Antonio Gramsci, en la Italia de Benito
Mussolini, Tamayo en la Venezuela del Benemérito, no logró exponer a extramuros
el vasto caudal de pensamiento político adquirido, pues para diciembre de 1934,
cuando se le deja en libertad, la sinusitis que padecía a su ingreso en el
penal, se había transformado en tuberculosis. Fallece el 5 de octubre de 1935.
Nota del Editor:
Por considerarla de gran interés a continuación transcribimos fragmentos de la carta
que Pío Tamayo dirigió a su hermano José Antonio Tamayo, poco antes de morir:
Querido Toño:
“No tengo acto de qué arrepentirme;
seguí los mandatos de mi conciencia y si alguna vez me equivoqué hay que culpar
a la imperfección humana, pero nunca la intención. Muero sereno y conforme con
mi conciencia. (...)
¿Qué te he de recomendar? Cultiva
siempre en el predio rico de tu espíritu las cualidades nobles que te
distinguen; húyele a las satisfacciones mezquinas de los egoístas, y vivirás
vida colmada de contento interior que es el más puro de los deleites.
Esta carta debe llegar a ti en los
minutos inmediatos a mi muerte. No olvides que he sido sencillo y limpio de
corazón. Procura enterrarme en El Tocuyo, pueblo al que he amado y cuyas gentes
me quieren. No deseo ninguna ceremonia religiosa, ni aquí, ni en el acto del
sepelio. Condúceme a una casa amiga en aquel pueblo, donde puedan reunirse los
que quieran acompañarme al cementerio. Anuncia muy llanamente: “Ha muerto Pío
Tamayo (37 años).
No pude revisar, corregir ni
compilar nada de mi obra. En esas condiciones no deseo que se publique ninguna
cosa. Guárdalas simplemente.
Te dejo a mamá. ¡Qué gran tesoro,
hermano! Quiérela ahora por mí y por ti.
Te amo y digo adiós”,
Pío