30/10/15

Apuntes sobre el concepto de revolución burguesa en Karl Marx

Karl Marx ✆ Aldéhy
Cecilia Feijoo   |   Volver una vez más sobre el concepto de revolución burguesa en Marx parece un ejercicio trillado. En nuestro caso este regreso fue impelido por la necesidad de avanzar en la tarea impuesta por la confección de la tesis de maestría referida a la explicación de las “anomalías conceptuales” de lo que se denominó en el siglo XX la revolución proletaria o revolución socialista. En particular nuestro regreso se mostró fructífero a la hora de abordar uno de los procesos históricos elegidos para el desarrollo de la tesis, el de la revolución anti-esclavista de Saint Domingue/Haití que hemos abordado en otros trabajos 1. De esta manera el presente trabajo bibliográfico fue concebido como marco metodológico y guía conceptual para el análisis de una revolución social saturada de características específicas, ligada a los procesos sociales y políticos de la revolución francesa iniciada en 1789 pero desarrollada en el espacio colonial periférico, con todo lo que ello significa. Impelida por la necesidad de traducir aquellos conceptos creados para dar cuenta de la revolución social en el corazón de Europa, y su posible o imposible productividad explicativa de los sucesos de la periferia colonial americana, me vi obligada a volver una vez más sobre los análisis realizados por Marx sobre la revolución burguesa en dos momentos particulares: 1848-50 y 1952 2.

La presente guía conceptual también nos será de utilidad a la hora de avanzar en nuestro siguiente eje conceptual: el origen, desarrollo y mutación del concepto de revolución burguesa –y por ello mismo del de “Dictadura”- efectuado en el pensamiento de Lenin. Es sintomático el hecho de que el propio Lenin analizó e intervino en acontecimientos revolucionarios de magnitud, como la revolución de 1905, enteramente guiado por las coordenadas formuladas por Marx a mediados del siglo anterior. El líder del primer estado obrero del siglo XX se preparó, la mayor parte de su vida consiente como revolucionario, para participar en una revolución social que para él solo en parte era la suya, y en la cual según su perspectiva estratégica el proletariado, sus distintos partidos, y específicamente su partido revolucionario, solo cumplirían una papel subordinado una vez derrocada la autocracia y creado un nuevo gobierno revolucionario. Como es sabido hasta abril de 1917 Lenin se guió enteramente bajo estas referencias, y por ello son de vital importancia para comprender los giros conceptuales e históricos bajo el cual se desarrolló el proceso revolucionario ruso, y con éste el de las revoluciones sociales producidas en el siglo XX.
La revolución burguesa en la interpretación de Marx: 1848-1850-1852
Volveremos entonces sobre este aspecto del pensamiento de Marx quien ha dejado una serie de lecturas y definiciones teóricas sobre las revoluciones burguesas que fueron cambiando a medida que la hipótesis planteada en torno a la dinámica de la transformación revolucionaria que debía atravesar Alemania en El Manifiesto Comunista se volvió impracticable. Trataremos de dar cuenta entonces de este análisis y sus mutaciones.

Las definiciones trazadas por Marx en El Manifiesto Comunista definían una apuesta estratégica sobre el curso que tomarían los acontecimientos en Europa a mediados del siglo XIX. En esta apuesta la burguesía aparece como una clase revolucionaria en todos los terrenos, en el económico al independizar la riqueza de la tierra y propiciar una serie de cambios tecnológicos y productivos, en el terreno cultural, al emancipar a la sociedad de la superstición y de la tradición, en terreno político al concentrar en sus manos el poder político estatal, independizando al mismo de la sociedad civil, entre otros. Este alumbramiento revolucionario de la sociedad burguesa ha sido consagrado por Marshall Berman en su libro Todo lo sólido se desvanece en el aire. Allí el autor se pregunta: “¿Dónde nos deja todo esto a nosotros, „miembros de la sociedad burguesa?” Nos deja en la posición extraña y paradójica. Nuestras vidas están controladas por una clase dominante con intereses creados no solamente en el cambio, sino también en la crisis y el caos. “Una incesante conmoción, una inquietud y un movimiento constante, en vez de subvertir esta sociedad sirven en realidad para fortalecerla…. Decir que nuestras sociedad se está desintegrando sólo quiere decir que está viva y goza de buena salud” 3. Esta dinámica según la cual la burguesía rompe los equilibrios sociales, para volver a estabilizarlos, esta “autodestrucción innovadora”, como la llamó Berman, expresa sin embargo sólo un momento de la compresión de Marx sobre la génesis y desarrollo de la sociedad capitalista. Al avanzar en el análisis Marx entreteje una visión más compleja de esta dinámica relación entre ruptura del equilibro social y estabilización sopesando los elementos de continuidad que el nuevo régimen de dominación de la burguesía debe a su precedente, sin que esto signifique eliminar la efectiva distinción que se desarrollan bajo su reinado expresada en la relación capital-trabajo. Las tensiones de esta mutación se van a ir expresando en la evolución de su lectura sobre la revolución burguesa, de la cual la francesa aparece como paradigmática, al calor de los acontecimientos desencadenados en 1848.

En El Manifiesto Comunista Marx temperaba su análisis de la burguesía bajo el supuesto que las naciones que aún se encontraban sometidas bajo la dominación feudal, como Alemania o Italia, les había llegado la hora de la revolución burguesa y que en ésta la burguesía cumpliría un papel destacado. El lugar que los trabajadores tendrían en estos acontecimientos era el de acompañar a la burguesía allí donde ésta se ubicara de manera revolucionaria frente al feudalismo y separarse de ésta allí donde se ubicara de manera conservadora frente al cambio revolucionario. Las coordenadas estratégicas bajo las cuales Marx pensaba la lucha de clases de los trabajadores en las revoluciones burguesas del siglo XIX era, tomando una fórmula de la estrategia militar, que el proletariado no pelearía directamente contra su enemiga de clase –la burguesía-, y por ello por su propio programa, sino que debía diferir este enfrentamiento peleando contra “los enemigos de nuestra enemiga”: la clase feudal y la aristocracia gobernante. Esta era la fórmula paradójica que Marx encontró para explicar el lugar que ocupaban las masas obreras y los pobres urbanos en las revoluciones burguesas que él preveía que se desarrollarían en 1848. Las masas estaban ubicadas de manera oblicua respecto a su verdadera enemiga: la burguesía4 . Pero fueron los acontecimientos iniciados en París en febrero de 1848 y que se extendieron por toda Europa continental impactando en las jornadas de marzo de Berlín y Viena, lo que llevó a Marx a profundizar su lectura sobre “las revoluciones burguesas europeas”.

En principio Marx estableció una diferencia entre las revoluciones burguesas de los siglos XVII y XVIII y las que se estaban sucediendo a mediados del siglo XIX. La diferencia partía de la actitud que temó la burguesía alemana en los acontecimientos iniciados por las jornadas de marzo en Berlín. La “actitud revolucionaria” de la burguesía se establecía en relación a las medidas políticas y sociales que ésta debía adoptar para liquidar el antiguo régimen social e instaurar uno nuevo. Por ello la pregunta que guió a la publicación dirigida por Marx en Colonia, La Nueva Gaceta Renana, se centró en el hecho de que la “alta burguesía prusiana” había llegado al poder producto de la lucha callejera del pueblo de Berlín, pero inmediatamente encumbrada en éste se volvió hacía la reacción y concertó con ésta un pacto contra las masas. En esta actitud que la burguesía prusiana tomaba frente a la “revolución de marzo” tenía que ver la radicalidad del proceso desencadenado en París, a las jornadas de febrero que habían derribado a la Monarquía de Julio le había sucedido las jornadas de julio, el fantasma de la insurrección obrera. En sus divergencias de actitud, una revolucionaria y otra moderada y conservadora, Marx distinguió algunas medidas definitorias de la revolución burguesa europea de los siglos precedentes. Pasaremos entonces a resaltar las características que Marx destaca en sus escritos de la NGR:
a- La alianza con el campesinado y las contradicciones internas de las demandas de los oprimidos en las revoluciones burguesas
En primer lugar Marx destacó la actitud de la burguesía respecto al campesinado. En Alemania la burguesía prusiana se había “enajenado el apoyo de sus aliados naturales”, los campesinos, al no abolir las cargas feudales. Había bloqueado el apoyo de este aliado “natural” de vital importancia para su propia defensa frente al antiguo orden. Esta alianza revolucionaria era la que, según Marx, se había expresado en Francia: “el 4 de agosto de 1789 tres semanas después de la toma de la Bastilla, el pueblo francés acabó en un día con las cargas feudales”, y continua “la burguesía francesa no dejó por ningún momento en la estocada a sus aliados, los campesinos. Sabía muy bien que la base sobre la cual descansaba su poder era la destrucción del feudalismo dentro del país, la instauración de una clase de campesinos libres y dueños de la tierra”5 .

Los investigadores de la primera generación de la escuela de los Annales han confirmado en parte esta conclusión a la que arribó Marx en el caso de la revolución francesa del siglo XVIII. Éstos además problematizaron el lugar que tuvieron los campesinos pobres y jornaleros en las revueltas agrarias de la época. Para Lefebvre fueron las revueltas agrarias de julio de 1789 las que llevaron a la Constituyente a suprimir las cargas feudales. Pero una parte de esta emancipación se suponía debía ser compensada por los propios emancipados. Los nuevos campesinos libres que explotaban una posesión territorial del señor, al cual le pagaban ahora una renta en dinero por su usufructo, debían compensar al mismo por la pérdida que representaba la anulación del contrato de servidumbre. Fueron estas compensaciones, producto de una rebelión agraria, las que se eliminaron definitivamente en la Convención jacobina el 17 de julio de 1793. Lefebvre destaca sin embargo que este impulso a radicalizar la medida tomada el 4 de agosto por parte del campesinado no significó sin embargo una “actitud” igual de enérgica respecto a las formas de reparto de las propiedades nacionales - las enormes posesiones territoriales de la iglesia y los emigrados-. Esta divergencia en la actitud de los campesinos lleva a este autor a preguntase por lado, por qué los sectores marginados, sin tierra y el proletariado agrícola no pugnó por apropiarse de las propiedades nacionales. En segundo lugar y ligado a esto último el autor se pregunta por qué estos sectores no resistieron la parcelación de las propiedades comunales, parcelación que significaba un retroceso en el terreno de sus derechos adquiridos. El ideal de pequeño propietario de la fracción jacobina llevó a que “la Convención autorizara en otros lugares la división de los bienes comunales y, en los municipios que no poseían, autorizara a los indigentes a adquirir por 500 libras bienes nacionales pagables en 20 años”6 . Es decir, la revolución agraria también terminó con las propiedades comunales liquidando de esta manera una fuente de abastecimiento fundamental de estos sectores.

La revolución agraria unió entonces estas tendencias contradictorias. El pasaje de las propiedades nacionales enajenadas a los propietarios feudales y la iglesia, pero también de las tierras comunales, a la burguesía y los sectores acomodados del campesinado. Además existió otro elemento surgido de la revolución agraria: “Pero la generosidad o la habilidad de las asambleas revolucionarias” en su celo de parcelación de la tierra permitieron el acceso de un sector de campesinos pobres y jornaleros rurales a la propiedad. Esta contradicción entre la tendencia a la eliminación de la propiedad feudal y la comunal, y la conquista de una relativa “armonía social” fruto de la parcelación llevó a un enlentecimiento del proceso de desarrollo burgués en el campo. De conjunto, para esta escuela, “La revolución agrícola no podía operar más que en detrimento de los campesinos que no tenían tierra o que no poseían mucha. Su lentitud solo podía atenuar estas contradicciones nefastas. De aquí que de conjunto si resultó desventajosa, ella benefició a una sector significativo” 7 .

La racionalidad económica de la clase social en ascenso aparece limitada por las contradictorias aspiraciones sociales de la revuelta agraria, e inversamente los intereses de los sectores más desfavorecidos del campo aparecen limitados por el sentido burgués de la transformación de la propiedad feudal y comunal. El bloque entre burguesía agraria, campesinos acomodados, campesinos pobres, sin tierra y jornaleros se mostró efectivo a la hora de enfrentar el régimen señorial, pero sus divergencias de intereses internos apareció a la hora de apropiarse de la tierra nacionalizada en el lugar que le tocó en la misma a los sectores menos favorecidos, los campesinos pobres y los proletarios rurales.

Marx era igualmente consiente de que la solución agraria francesa no era la única de las posibles. La revolución inglesa había generado otro bloque de antagonistas en el cual el campesinado pobre y los jornaleros habían sido inclusive mucho menos favorecidos. Por su aparición temprana la revolución inglesa fue esencialmente una revolución agraria, Cromwell se máximo representante fue un representante de ese mundo agrario en proceso de modernización. En Inglaterra la baja nobleza, la gentry, y la burguesía agraria, los yeoman, habían concertado la alianza, junto a las capas urbanas, quienes derribarían a la monarquía, la nobleza y la iglesia. Los campesinos pobres bajo la monarquía de los Tudor se habían encontrado frente a un proceso de expulsión de la tierra, que la revolución inglesa no hizo más que profundizar. Liberados de la atadura feudal, fueron a engrosar las filas de los pobres urbanos, la base del posterior proceso de industrialización y la colonización de América del norte 8 .
b- Acción de masas y parlamento revolucionario
El segundo elemento que destacó Marx, al comparar la revolución burguesa con su “parodia” la revolución alemana, fue señalar lo que él entendía por libertad de deliberación y de manifestación popular, así como su interpretación de la relación entre acción de masas y parlamento revolucionario. Los diputados de la Asamblea Constituyente de Berlín, inclusive de la izquierda parlamentaria, mostraron temor ante las manifestaciones populares y las formas de presión popular. La prensa burguesa alemana exigía para la Asamblea Constituyente de Berlín “libertad de deliberación”, lo que significaba esencialmente libertad frente a las manifestaciones populares. Marx indicaba entonces que, contrario al comportamiento de la burguesía alemana de 1848, “La Asamblea Constituyente francesa se trasladó de Versalles a París” como expresión de su acercamiento a las acciones del pueblo. Además afirmaba que: “el derecho de las masas populares democráticas de influir moralmente con su presencia sobre la actitud de las Asambleas Constituyentes es un viejo derecho del pueblo revolucionario, que desde la revolución inglesa y francesa no ha dejado ni puede dejar de ejercerse nunca en los períodos turbulentos. Al ejercicio de ese derecho debe la historia casi de todos los pasos enérgicos dados por esas asambleas” 9 .

Marx afirmaba que fue esta presencia de las masas populares, su presión mediante la acción directa, la que había llevado a los parlamentos revolucionarios a tomar “casi todos los pasos enérgicos dados”. Sin embargo no transformaba a los parlamentos revolucionarios en un fetiche o en una expresión política insoslayable del devenir del proceso como lo hace la corriente liberal. Estas asambleas no eran inviolables ni representaban en sí mismas un paso frente a la contrarrevolución. Las masas en las “situaciones tumultuosas” también habían “ajustado cuentas” con las asambleas legislativas. El hecho de que estos ajustes de cuentas entre las masas y las asambleas legislativas fuesen tan poco numerosos llevaba a Marx a preguntarse: “¿son los reyes más afortunados que los pueblos en las revueltas contra las asambleas legislativas?”. Destacaba que: “Sabido es que los pueblos ajustan sus cuentas con los reyes infinitamente más fácil que con las asambleas legislativas. La historia contiene un catálogo de sublevaciones fallidas del pueblo contra las asambleas nacionales. Solo ofrece dos grandes excepciones. El pueblo inglés pulverizó al parlamento largo en la persona de Cromwell, el pueblo francés hizo polvo el cuerpo legislativo en la persona de Bonaparte”10. Indicaba, a renglón seguido, que ambas instituciones legislativas habían sucumbido cuando ya habían perdido toda su vitalidad y se encontraban ampliamente desprestigiadas frente a los sectores populares.

Sin embargo queda la cuestión del carácter que Marx asigna a estos personajes y sus acciones, la disolución de los parlamentos revolucionarios, que se presentan como pasos progresivos de la revolución. Vamos a ver que luego Marx modificó su apreciación sobre el momento de la revolución que representó al menos uno de estos hombres, Napoleón I 11 .
c- El terrorismo revolucionario y los métodos plebeyos de la revolución burguesa
Es conocida otras de las medidas que Marx destacó para dar cuenta del contenido de la revolución burguesa: el “terrorismo revolucionario”12. Nuevamente Marx vuelve sobre el problema del papel cumplido por la burguesía y con esto refiere nuevamente el lugar que tuvieron las masas populares en este proceso. Cuando Marx analiza al “terrorismo francés” destaca que en las revoluciones inglesas y francesa “fue la burguesía la que se puso realmente a la cabeza del movimiento. El proletariado y las fracciones de la sociedad urbana no pertenecientes a la burguesía, o no abrigaban intereses al margen de la burguesía o bien no formaban aun clases o sectores de clases con un desarrollo propio”. Marx se esfuerza en ubicar cuál es el lugar que le tocó a las masas populares en la revolución burguesa. Percibe las limitaciones de su ubicación en estos procesos en el hecho de que el proletariado insuficientemente desarrollado no pudo albergar un proyecto social y político alternativo al levantado por la burguesía. Aparecen así dos apreciaciones contradictorias aunque no antagónicas, por un lado la importancia que Marx asigna al papel cumplido por el terrorismo revolucionario, por el otro lado el hecho de que de conjunto el proceso está teñido por el sentido burgués de las transformaciones sociales.

Cuando habla de la más importante de las intervenciones de los sectores populares en la revolución francesa no habla de la comuna de Paris, que expresaba a los sectores plebeyos y proletarios, sino del “terrorismo francés”, de la dictadura jacobina, que expresaba a la pequeño burguesía apoyada en las masas populares. Esta última llevó adelante el programa de la burguesía inclusive contra los intereses inmediatos de esta misma clase. Podríamos inferir entonces que para Marx la dictadura revolucionaria llevaba adelante los intereses históricos de la burguesía, pues sólo éstos podían imponerse si la revolución derrotaba a la reacción, y era en la posibilidad de infligir esta derrota donde el terrorismo aparecía jugando su papel histórico central. Nuevamente emerge esta lectura en la cual las masas explotadas y oprimidas se encuentran en las revoluciones burguesas en una ubicación paradojal, impulsadas a conformar un bloque con la burguesía para enfrentar al enemigo común, la sociedad patriarcal-feudal. Indicaba así que: “Por ello, allí donde se enfrentaban a la burguesía, como ocurrió por ejemplo en Francia en 1793 y 1794, luchaban solamente por hacer valer los interés de la burguesía, aunque no a la manera de ésta. Todo el terrorismo francés era, sencillamente, el modo plebeyo de luchar contra los enemigos de la burguesía, contra el absolutismo, el feudalismo y los filisteos”13 .

En parte este lugar contradictorio que los sectores plebeyos y proletarios urbanos jugaron en las revoluciones burguesas es el que se ha delineado en las distintas escuelas de interpretación sobre los sans culottes en la revolución francesa. Albert Soboul ha tendido, en sus indagaciones, a demostrar la tesis de Marx al indicar que los sans culottes actuaron contra las clases nobles y la aristocracia, y que allí donde se volvieron contra la burguesía, como fue mediante la imposición del precio máximo para los productos de consumo popular, atacaron esencialmente a determinadas fracciones de la burguesía comercial y usurera y no a la burguesía industrial14. Daniel Guerrin ha sostenido la tesis contraria, indicando que los sans culottes fueron el “proletariado” de la revolución francesa y que sus tendencias igualitaristas ya prefiguraban un programa socialista e independiente de la burguesía en ascenso15. Esta última lectura aparece confirmada por las afirmaciones que Marx realizó respecto a Babeuf y la conspiración de los iguales. Marx va a ver en este intento “el primer partido comunista”, aunque el término utilizado más precisamente de manera prospectiva refería a las tendencias igualitaristas que embrionariamente se expresaron en el programa de reparto de la tierra levantado por Babeuf.

Vemos entonces que en Marx lo que comenzaba en El Manifiesto Comunista como un bloque político entre dos enemigos para enfrentar a un enemigo común, la sociedad feudal, en el transcurso de 1848-49 pasó a transformarse en la existencia bajo un mismo programa, la transformación burguesa de la sociedad, en “modos” divergentes de resolverlos, conviviendo además con una lectura que ve en la organización babeufista de 1796 las tendencias embrionarias del futuro programa del proletariado. Esta reflexión se va a continuar en El 18 Brumario de Luis Bonaparte y volverá una vez más a girar en torno a esta problemática crucial: la dinámica de clase que abre la revolución burguesa en Europa.
Una nueva lectura: entre acontecimiento revolucionario y metáfora política
Marx va a expresar una nueva mutación de su concepción de la revolución burguesa en El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Va a pasar de cierta exaltación del papel revolucionario de la burguesía en Francia e Inglaterra - estrechamente relacionada con la analogía que en El Manifiesto Comunista establecía entre la revolución burguesa y la revolución proletaria-, a una crítica de la ubicación histórica de la burguesía, y con ella de la pequeña burguesía, en el alumbramiento de la sociedad moderna. En este texto Marx señaló las potencialidades que marcaron el ascenso a la dominación económica y política de la clase burguesa, pero también las limitaciones de clase, y cómo éstas imprimieron marcas determinadas en los sucesos revolucionarios. De esta nueva visión surgen los pasajes más célebres de su ensayo sobre las analogías entre la revolución burguesa de 1789 y la revolución frustrada de 1848, para él: “Camille Deusmoline, Robespierre, Dantón, Napoleón, lo mismo los héroes que los partidos y las masas de la antigua revolución francesa, cumplieron bajo el ropaje romano y con frases romanas, la misión de su tiempo: librar de las cadenas a la sociedad burguesa moderna e instaurarla”16. Pero la progresividad del papel jugado por la burguesía y pequeña burguesía aparece condicionada. Por un lado, la burguesía se forja una representación heroica, antediluviana, por otro, aparece la realidad mucho más estrecha que la revolución viene a instaurar. Un hiato se abre entre ambas. Los dos elementos afloran en el mismo acto, así por “muy poco heroica que la sociedad burguesa sea, para traerla al mundo habían sido necesarios, sin embargo, el heroísmo, la abnegación, el terror, la guerra civil y las batallas de los pueblos”. En su representación romana la burguesía y pequeña burguesía se habían servido de “las ilusiones que necesitaban para ocultarse a sí mismos el contenido burguesamente limitado de sus luchas y mantener su pasión a la altura de la tragedia histórica”17 .

El entrelazamiento de los elementos contradictorios que se ponen en juego en la revolución burguesa se hace evidente: el lugar oblicuo pero destacado que jugaron las masas plebeyas y populares, el carácter progresivo del papel jugado por la burguesía y pequeña burguesía, y el contenido burguesamente limitado de la sociedad que estaba emergiendo mediante la revolución. En continuidad con las ideas formuladas en La Nueva Gaceta Renana indicaba que la apertura del proceso revolucionario, el inicio de la lucha entre la burguesía contra el feudalismo, había permitido el desarrollo de un proceso de radicalización política. A esta radicalización política, a esta “dinámica ascendente de la revolución”, Marx la identificó por el hecho de que una vez desencadenado el proceso había permitido a los “aliados más intrépidos” de la burguesía, a los jacobinos apoyados en las Comunas y secciones, ponerse a la “cabeza del movimiento”.

Sin romper el marco original del análisis propuesto inicialmente, Marx introduce nuevamente como potencial efectivo de la dinámica de clase del proceso revolucionario la influencia de las acciones de masas que obliga a la revolución a tomar las “medidas más enérgicas”. Son estas acciones las que desarrollan el proceso en un sentido ascendente, permitiendo a los “aliados más intrépidos” de la burguesía ponerse a la cabeza del movimiento. El programa de transformaciones que implicaba el nuevo orden, aunque limitaba la posibilidad de los explotados y oprimidos de imponer sus propias reivindicaciones, no imposibilitaba que fracciones de las masas plebeyas, como determinados sectores de la pequeña burguesía o en el caso de la revolución de Saint Domingue, un sector de los trabajadores esclavos, pudieran llegar al poder para imponer el programa común con sus propios métodos: la dictadura revolucionaria. Esta dinámica sin embargo era “de corta vida, llega enseguida a su apogeo” y la sociedad vuelve rápidamente a su modorra.

Si El Manifiesto Comunista presentaba una sobreestimación del papel revolucionario de la burguesía, El 18 Brumario de Luis Bonaparte viene a corregir y temperar esta lectura. Un primer elemento aparece, bajo esta nueva visión Marx formuló la idea de una “revolución permanente” o revolución en permanencia18. En segundo elemento se comienza a traslucir, Marx abrió un nuevo intersticio entre revolución burguesa, representación histórica y realidad social que le va a permitir distinguir algunos de los elementos de continuidad que la revolución burguesa viene a reforzar respecto al antiguo régimen. Son los elementos de continuidad entre el nuevo orden burgués y el antiguo régimen los que aparecen a la hora de indicar los elementos “poco heroicos” de la nueva realidad.
Algunas conclusiones
Hemos trazado el itinerario seguido por Marx en sus elaboraciones respecto a su evaluación de la revolución burguesa clásica europea de los siglos XVII y XVIII. En un primer momento ésta aparecía como un fenómeno disruptivo y fundante de una nueva época y un nuevo régimen social. A esta visión se asociaba el papel de primer orden que la burguesía cumplía en el acontecimiento revolucionario y la ubicación oblicua de las masas en la confrontación revolucionaria. Vimos así las características que Marx asignaba a la revolución burguesa: la alianza de la burguesía con la revuelta agraria para terminar con las antiguas relaciones sociales, el ejercicio de la manifestación y la presión popular sobre los parlamentos revolucionarios, la dictadura revolucionaria y el consecuente peso de los elementos urbanos en el proceso de radicalización de la revolución.

En un segundo momento, luego de 1951, Marx temporiza su análisis respecto al papel disruptivo de la burguesía en el acontecimiento revolucionario, sin cambiar por ello su posición en torno a la ubicación oblicua de los sectores populares, pero introduciendo con mayor fuerza el elemento de radicalización, o dinámica ascendente de la revolución, expresados en el papel del terrorismo revolucionario. Como parte de esta nueva lectura abre un hiato entre el discurso revolucionario de la burguesía y la realidad mucho más limitada que la revolución burguesa vine a instaurar, apareciendo una crítica específica al papel que juega el discurso ideológico en la revolución burguesa. Esta crítica se volvió fundamental a la hora de abordar la relación distintiva que se va a caracterizar la relación entre revolución proletaria y la realidad social que para Marx ésta viene a instaurar 19.
Notas
1. Feijoo, Cecilia; Marx, el jacobinismo negro y la experiencia subalterna de la modernidad. El caso de la revolución anti-esclavista de Saint-Domingue en http://www.herramienta.com.ar/herramienta-web-6/marx-eljacobinismo-
negro-y-la-experiencia-subalterna-de-la-modernidad-el-caso-de-. Feijoo, Cecilia; Revolución burguesa, revolución anti - esclavista y de independencia en la América colonial. El caso de la revolución de Saint Domingue/ Haití –en prensa-
2. Existe bibliografía clásica al respecto. En particular sobre la revolución francesa de 1789 ver: Furet, François, Marx y la Revolución francesa, ed. FDE, España, 1992. Respecto a los distintos aspectos de sus escritos de 1844 a 1852 ver especialmente: Löwy, Michael; Teoría de la revolución en el joven Marx, Ed. Siglo XXI, México, 1974; Claudin, Fernando, Marx , Engels y la revolución de 1848, Ed. Siglo XXI, Madrid, 1975. Un interesante punto de vista sobre este concepto y su relación con los acontecimientos históricos que trató de explicar fue desarrollado por Perry Anderson en: “La noción de revolución burguesa en Marx” en revoltaglobal.cat/IMG/pdf/form_Lanoci_F3nderevoluci_F3nburgues.pdf
3. Berman, Marshall, Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad, ed. Siglo XXI, España, (1988), 2006, pág. 91.
4. Ver a este respecto Löwy, Michael, La teoría de la revolución en el joven Marx, Ed. Siglo XXI, México, (1970) 1979, Claudin, Fernando, Marx, Engels y la revolución de 1848, ed. Siglo XXI, 1985; Rubel, Maximilien, Karl Marx. Ensayo de biografía intelectual, Paidós, España, 1970; Riazanov, David, La vida y el pensamiento revolucionario de Marx y Engels, Ed. IFM, Bs As, 2003.
5. Marx, Karl, “El proyecto de ley sobre la abolición de las cargas feudales” en Marx, Carlos; Engels,
Federico, Las revoluciones de 1848. Selección de artículos de la “Nueva Gaceta Renana”, ed. Fondo de
Cultura Económica, México, 1989, pág. 104.
6. Lefebvre, Georges, “La place de la Révolution dans l'histoire agraire de la France”, Annales d'histoire économique et sociale, 1e année, N° 4, 1929. pp. 506-523. Pág. 518.
7. Ídem, pág. 516.
8. Ver a este respecto Hill, Christopher, La revolución inglesa, 1640, ed. Anagrama, España, 1978; Un mundo
trastornado: ideario popular extremista en revolución inglesa, ed. Siglo XXI, España, 1983.
9. Marx, Karl, “La libertad de deliberación en Berlín”, Marx, Carlos, Engels, Federico, Las revoluciones de…, op. cit., págs. 181- 182.
10. Marx, Karl, “La contrarrevolución en Berlín”, Ídem, pág. 200.
11. Continuando con la tradición inaugurada con Hegel y Heïne, Marx y Engels van a declararse partidarios de
las fuerzas napoleónicas en su incursión y guerra contra la confederación alemana, y van a considerar
progresiva la aplicación del “código napoleónico” sobre los estados del sur-oeste de la misma.
12. Lenin retomó esta reflexión en varios de sus escritos, ver a este respecto “Para la historia del problema de la dictadura” en Lenin, V. I., Obras completas, Tomo XXXIV, Octubre 1920-Marzo 1921, Ed. Akal, Madrid, 1974.
13. Marx, Karl, “La burguesía y la contrarrevolución”, Marx, Carlos, Engels, Federico,…, op.cit., pág. 217.
14. Soboul, Albert, Los sans-culottes. Movimiento popular y gobierno revolucionario, ed. Alianza, Madrid, 1987.
15. Guerín, Daniel, La lucha de clases en el apogeo de la Revolución Francesa (1793-1795), Ed. Alianza, Madrid, 1794.
16. Marx, Karl, El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Ediciones de Lenguas extranjeras, Moscú, 1941, pág. 8.
17. Íbidem.
18. Karl Marx y Federico Engels, “Mensaje al Comité Central de la Liga de los Comunistas”, en Obras
escogidas, ed. Ciencias del hombre, Buenos Aires, 1973.
19. Ver a este respecto: Kouvelakis, Stathis, “Marx et sa critique de la politique: des révolutions de 1848 a la Commune de Paris, ou le travail de la rectification”, trabajo presentado en el coloquio Sulle tracce di un fantasma: l’opera di Marx tra filología e filosofía, Universidad Federico II, Nápoles, 1-3 de abril de 2004.
http://www.aacademica.com/
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