El joven Karl Marx |
Daniel Álvaro | He aquí tres grandes nombres, tres figuras
capitales del pensamiento del joven Marx: comunidad (Gemeinschaft, Gemeinwesen), sociedad civil o burguesa (bürgerliche Gesellschaft) y Estado (Staat) 1. Ninguna de ellas, sin embargo,
le pertenece. Con esto tampoco decimos ni damos a entender que estas
pertenezcan de hecho o de derecho a alguien más. No hay, en sentido estricto,
propietario o autor de las citadas figuras. Como es sabido, se trata de tres
nombres fundamentales del léxico filosófico-político de Occidente cuyos usos y
significados han variado notablemente a lo largo de la historia y continúan
haciéndolo aún hoy. Aun sin pertenecerle, es indudable que Marx ha dejado su
marca de pertenencia estampada en estos nombres: marca imborrable junto a
muchas otras marcas dejadas por tantos otros que lo precedieron y lo sucedieron
en el tiempo. Cuando Marx comenzó a utilizarlos en sus primeros escritos de
juventud cada uno de ellos remitía a una tradición de pensamiento por entonces
hegemónica en la cual ya aparecen entrelazados y formando parte de una misma
constelación conceptual. Esta tradición, de la que Marx se siente uno de sus
herederos más fieles y a su vez más críticos, se corresponde ante todo con la
filosofía hegeliana del derecho y del Estado moderno, así como también, y
consecuentemente, con las derivas filosóficas neohegelianas, en particular, con
aquella vinculada al pensamiento de Ludwig Feuerbach.
Aquí, concretamente, nos interrogamos sobre el significado y
el valor específico que Marx asigna a cada una de estas tradicionales figuras
y, asimismo, sobre cómo esta resignificación y esta revalorización operada por
Marx afecta al sistema de relaciones lógicas y axiológicas que los conceptos de
comunidad, sociedad civil o burguesa y
Estado mantienen entre sí.
A tales fines, dividiremos nuestra exposición en dos
momentos. Primero, y a modo de introducción, esbozaremos brevemente el contexto
histórico, filosófico y político en el cual se insertan los textos de Marx a
los cuales haremos referencia. En un segundo momento emprenderemos el análisis
de algunos de los pasajes de la obra temprana de Marx donde, desde nuestro
punto de vista, mejor se articulan los conceptos en cuestión. En simultáneo,
intentaremos dar cuenta de los profundos cambios ocurridos al interior de la
teoría marxiana de esta época, y de la correlación de los mismos con los
sucesos concretos que tuvieron lugar en aquel momento.
Contexto histórico, filosófico y político: 1842-1844
En 1842, año en que aparecieron las primeras publicaciones
polémicas del joven Marx, Alemania distaba de ser un Estado nacional unificado.
Desde 1815 existían 39 Estados alemanes agrupados en la Confederación Germánica
(Deutscher Bund), cuya órgano central
era un Parlamento o Dieta Federal (Bundestag)
con sede en Frankfurt, conformada a su vez por delegados de los Estados miembro
y presidida por el representante del emperador de Austria. La hegemonía de esta
laxa y débil unión fue disputada durante más de 50 años por el Imperio
austriaco y el Reino de Prusia. En 1815, los monarcas de ambos Estados junto al
zar Alejandro I de Rusia conformaron la denominada Santa Alianza, a la que se
sumaría primero Inglaterra y luego Francia. Esta “santa jauría” (como la llama
Marx en las primeras líneas del Manifiesto
del partido comunista) fue el estandarte político y religioso de la
Restauración europea, instaurada con el objetivo de garantizar el mantenimiento
de los regímenes absolutistas preservándolos de cualquier posibilidad de
desestabilización revolucionaria. Recordemos, pues, que el Reino de Prusia en
el que Marx había nacido y en el que vivió durante la primera parte de su vida
fue una monarquía autocrática hasta las revoluciones liberales de 1848. El
período en el que Marx comienza a intervenir en los debates de la época a
través de los artículos que escribe para las Anecdota philosophica (publicación editada en Suiza por Arnold Ruge
en 1843) y la Gaceta Renana
(periódico liberal publicado en Colonia entre enero de 1842 y marzo de 1843 en
el cual Marx comenzó a trabajar como colaborador y terminó como director),
estuvo marcado por la actitud reaccionaria de Federico Guillermo IV. Reacción
que incluía una implacable censura a la prensa libre, razón por la cual Marx
terminaría renunciando a su cargo en la Gaceta
Renana. Atormentado por la presión y la represión, “harto de tanto brutal
autoritarismo”, Marx escribe a Arnold Ruge a comienzos de 1843: “En Alemania ya no tengo nada que hacer.
Aquí se adultera uno. […] Trabajo en varias cosas que aquí, en Alemania, no
encontrarían censor ni editor ni posibilidad alguna de ver la luz”2 . Ese
mismo año, tras un breve período en la ciudad de Kreuznach durante el cual
contrae matrimonio y se dedica a estudiar en profundidad la filosofía del
derecho de Hegel, Marx se radica en París para editar junto a Ruge una nueva
revista cuyo primer y único número aparecerá en febrero de 1844: los Anales franco-alemanes. Además de “Sobre la cuestión judía” y la “Introducción a la crítica de la filosofía
del derecho de Hegel”, aparecieron en el número de los Anales, firmadas por Marx, tres cartas dirigidas a Ruge bajo el
título “Una correspondencia de 1843”.
Los dos célebres ensayos y las cartas mencionadas, sumados a un escrito
redactado durante su estancia en Kreuznach y publicado por primera vez recién
en 1927, “Crítica del derecho del Estado
de Hegel (§§ 261-313)”, resumen en buena medida la posición filosófica y
política de Marx en esos años decisivos.
Filosóficamente hablando, Marx era por entones un heredero
crítico del sistema de pensamiento elaborado por Hegel en las primeras décadas
del siglo. Desde los años ’20 la filosofía de Hegel fue considerablemente
difundida en toda Alemania y en las décadas siguientes su fama se propagaría
más allá de las fronteras nacionales. Tras su muerte en 1831, sus discípulos y
seguidores quedaron enfrentados en dos escuelas contrarias: los llamados
“hegelianos de derecha” o “viejos hegelianos” —quienes celebraban al tiempo que
legitimaban el estado de cosas existente en Prusia a partir de una lectura
profundamente conservadora de la filosofía de la historia de Hegel— y los
“hegelianos de izquierda” o “jóvenes hegelianos” —quienes, por el contrario,
concebían la historia según su propia interpretación de Hegel como un proceso
dialéctico ininterrumpido, sometido a continua transformación y, por lo tanto,
como un proceso no acabado y mucho menos realizado en la monarquía absoluta
prusiana—. Los jóvenes hegelianos, entre quienes se encontraban David Strauss,
Bruno Bauer, Ludwig Feuerbach, Max Stirner, Friedrich Engels y también, claro
está, el propio Marx, partían de una interpretación crítica de la religión, y
en particular del cristianismo, ya que la consideraban la fuente de la que
emanaba la legitimidad del poder estatal. Si bien todos eran liberales y
algunos de ellos demócratas declarados, sus envestidas críticas, al menos en
aquel momento, raramente pasaban del plano teológico-filosófico. Desde un punto
de vista político, Marx, en sintonía con la posición de Feuerbach —autor que
como veremos más adelante ejerció una gran influencia en su pensamiento
temprano—, comenzó su carrera política reivindicando la necesidad de implantar
en Alemania un “Estado democrático” que sustituya al “Estado filisteo”, al
“viejo Estado anquilosado de los servidores, en que el esclavo sirve
silenciosamente y el amo del país y de sus habitantes domina en medio del mayor
silencio posible por medio de un séquito sumiso y bien educado”3 . Rápidamente,
el democratismo revolucionario que Marx había defendido en sus primeras
publicaciones periodísticas fue cediendo lugar al revolucionarismo social que
da el tono a los dos célebres ensayos publicados en los Anales y que desde entonces no hace más que pronunciarse hasta
encontrar su forma más o menos definitiva en la proclama comunista del
Manifiesto (1848).
En la Prusia de aquellos años, filosofía y política
confluían en el nombre y en el legado de Hegel. La comprensión, la afirmación e
incluso la crítica de la una y de la otra se medían fundamentalmente en
relación a la interpretación de su obra. Al punto que su ciencia filosófica del
derecho, que es también su filosofía política, se había convertido ni más ni
menos que en la filosofía oficial del Estado prusiano. En los Principios de la filosofía del derecho
(1821), obra correspondiente a un período de la vida del autor durante el cual
ya es considerado el más alto representante de la filosofía en lengua alemana,
Hegel habla del Estado como “espíritu real y orgánico de un pueblo” que “se
revela y deviene efectivamente real en la historia universal como espíritu del
mundo”. Ni que decir tiene que el Estado del que allí habla Hegel en sentido
filosófico, en un sentido al que corresponde únicamente “un tratamiento
científico objetivo” —advierte en el Prefacio a los Principios…—, es una proyección abstracta y a su vez fantástica del
Estado de Prusia, de cuya presencia y lugar en el mundo hace una manifiesta
apología.
Marx, al igual que el resto de los jóvenes hegelianos de
Berlín y en buena medida influido por sus propias obras, era perfectamente
conciente de que una crítica de la situación existente era por entonces
inseparable de una crítica de la religión sobre cuyas bases descansaba la
legitimidad del Estado monárquico. Ahora bien, lo que desde muy temprano
diferencia a Marx del resto de sus colegas es su extrema sensibilidad para
analizar problemas relacionados con la religión, pero también y sobre todo
problemas sociales, políticos y económicos, intentando desmarcarse de la lógica
especulativa a la que todo el resto sucumbía en sus respectivos análisis.
Naturalmente, al subrayar esta diferencia no queremos decir que durante el período
correspondiente a los textos que analizaremos aquí Marx haya vaciado sus
argumentos de toda especulación o abstracción conceptual. Como veremos, al
menos este Marx está lejos de ello. Sin embargo, no hay que perder de vista que
estos primeros escritos afirman ya una fuerte crítica de la abstracción, que
por lo demás no se agota en lo que habitualmente se identifica como crítica
materialista del idealismo hegeliano, sino que tiende a ser una crítica general
del modo en que la teoría se había relacionado hasta entonces con la praxis y
con la realidad histórica por la cual aquella se encuentra condicionada y a la
que a un mismo tiempo condiciona.
En este contexto, signado por cambios profundos en el modo
de hacer, concebir y conjugar “filosofía” y “política” en la Alemania de la
Restauración, han de situarse entonces las primeras aproximaciones de Marx a
una serie de problemas o preguntas cuya importancia para el posterior
desarrollo de su proyecto científico en particular y de la teoría sociológica
en general hoy está fuera de discusión. ¿Qué hay con la comunidad? ¿Y con la
sociedad? ¿Cómo se relacionan y en qué se diferencian estos conceptos? ¿Qué
relación guarda cada una de ellos con la figura del Estado y con la vida
política en general?
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