Néstor Kohan | Ante la imposibilidad de participar en el
debate sobre Lenin promovido por Contracorriente y de poder escuchar
allí las opiniones de destacados intelectuales cubanos, nos animamos y
redactamos estas breves línea. ¿Qué significado tiene hoy Lenin? Buen, durante
los últimos veinte años, en la Argentina, al menos en la Academia
universitaria, su nombre ha sido sinónimo de “terror”, “violencia”,
vulgarización groseramente “materialista” de la filosofía marxista. La herencia
política de Lenin ha sido asociada a la idea de un sujeto único, homogéneo y
compacto (léase la clase obrera) y a su correspondiente expresión organizativa
(léase el partido de vanguardia). Si la clase obrera “ha desaparecido”, según
sentencian algunos, sin demostrarlo empíricamente y, en cambio, han emergido a
la palestra nuevos sujetos sociales (mujeres, minorías
sexuales, raciales, religiosas, ecologistas, etc.), entonces… el pensamiento de Lenin está definitivamente muerto.
sexuales, raciales, religiosas, ecologistas, etc.), entonces… el pensamiento de Lenin está definitivamente muerto.
Operando sobre ese subsuelo ideológico, las
industrias culturales del sistema han construido una dicotomía inequívoca.
Mientras Gramsci representaría el consenso, la sociedad civil y la democracia
(así, en general); Lenin simbolizaría por oposición el autoritarismo, el
jacobinismo, la izquierda partisana, guerrillera, blanquista, iluminada, vanguardista, etc., etc. Exactamente la
misma operación categorial que opone al Che Guevara (el idealismo humanista…) a
Fidel Castro (la impía razón de Estado…) o que incluso apela a Walter Benjamin
(un inocente y puro crítico literario…) como contra imagen del marxismo
político práctico. Y así sucesivamente.
En resumen, Lenin ha sido irreductible a toda
la dulcificación o neutralización del marxismo, lo cual lo ha vuelto reacio a
toda incorporación dentro del socialismo “potable” o “viable” vestido con
elegante smoking inglés o con elegante perfume francés.
Esto bien vale para el mundo capitalista de
los últimos tiempos. ¿Y en Cuba?
Asociado con el ritual del
“marxismo/guión/leninismo” de factura soviética, importantes sectores juveniles
miran a Lenin como miran al marxismo en su conjunto con indiferencia y apatía.
Porque sucede que la vulgata soviética (nacida
en la URSS de los años 30 y reproducida luego sin interrupciones hasta el
colapso de 1989) invocó su nombre para legitimar desde los juicios de Moscú y
el aniquilamiento de la vieja guardia bolchevique que conmovió al mundo en 1917
hasta el dogmatismo más grosero y exasperante. En nombre de Lenin carga injusta
y trágicamente con esa pesada mochila que no le pertenece.
¿Cómo recuperar entonces y ganar esas nuevas
camadas de jóvenes para las ideas de Lenin y de la revolución? Resolver ese
acuciante problema seguramente constituye hoy una de las tareas más difíciles y
más impostergables en la Cuba de fin de siglo.
Pero, ¿vale la pena semejante esfuerzo para
recuperarlo? ¿Es que acaso algunas de sus enseñanzas están vigentes? Creemos
que no pocas.
En primer lugar, Lenin concibió siempre la
política como el ámbito de las relaciones de fuerzas. Y lo hizo medio siglo
antes que Michel Foucault -indudablemente con mayor fama y fortuna en las
Academias- popularizara en Microfísica del poder su conocida idea de
que “el poder no es una cosa, el poder
son relaciones”. Pues bien, Lenin se había dado cuenta de ello mucho antes.
Pero lo más rico y sugerente del asunto reside en que Lenin no se limitaba a
señalar el carácter relacional del poder. Además, avanzaba en el conocimiento
del tipo de entidades que establecían ese determinado campo de relaciones: las
fuerzas (no en general, como Foucault) sino en particular: las fuerzas
sociales.
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